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Siempre ambos por yaoiana

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Notas del fanfic:

Este es un proyecto piloto de un fic que tengo en mente, no obstante, no llevo mucho de su diseño y la idea por eso es publicarlo quincenalmente.  

Agradecería sus comentarios para saber si la idea tiene potencia para seguirlo, modificarlo o dejarlo allí.

Muchas gracias¡¡

Capítulo 1: Propósito

 

Ahora comprendía el dolor de su hermano con la pérdida de su mujer. Recuerdo cómo la despidieron en un ameno ritual y que en este evento,  apreció algunas lágrimas por parte de su medio hermano. En este preciso momento, era él quien después de unos 30 años, perdía a su esposa Rin. 

Sus hijas Towa y Setsuna no eran la excepción, también lloraban la pérdida de su madre, de la cual, habían disfrutado estos últimos años. Rin las había acogido de manera tan amorosa y dulce, qué sus hijas inmediatamente sintieron el calor de hogar; pero ahora que ella se había marchado como las hojas en el otoño,  ¿qué quedaba de ese hogar?

 

Inuyasha y su hija también estuvieron presentes y en silencio agradeció esa compañía. Era un bálsamo saber qué compartía con alguien más su sentimiento de desdicha.

Su amada esposa fue sepultada al lado de la amada de Inuyasha, aquellas mujeres tenían en común el servicio social a los aldeanos y su poder carismático que las permitía reconocerse cómo la sacerdotisas de la aldea. Sin duda era una gran pérdida también para los humanos que allí residían.

 

−       Nos vamos a la otra época- fue el comentario que hicieron sus dos hijas una semana después del sepelio de su madre.

 

Él no pensaba en decirles algo, pero la angustia de su hermano por saber que su hija también se marcharía, le obligó a intentar persuadirlas.

 

−       Ustedes pertenecen aquí- fue el escueto comentario qué salió de sus labios.

 

−       Ustedes son nuestros padres, los estimamos pero aquí ya no nos queda nada para ser felices- expresaba Towa.

 

−       Por favor, reconsideren, ustedes llevan sangre de demonio, allá no tendrán un lugar donde las acojan- mencionaba su hermano.

 

−       Comprendo lo que dices, padre - mencionaba una Moroha con el aspecto de una mujer de aproximadamente 22 años- debes entender qué la familia de mi madre nos acogió de una forma amena, son humanos y frágiles, queremos quedarnos con ellos hasta el momento de su fallecimiento.

 

Los labios de su hermano quedaron cerrados ante la respuesta de su sobrina. Sus hijas eran mujeres ahora dueñas de su destino y de sus decisiones. Él lo comprendía perfectamente ya que estuvo en el rol de hijo y ahora asumía el de padre, es en esta ocasión, en la que entendió un poco mejor los consejos del gran Daiyokai Inutaisho.

Percibía qué el que más sufriría por esa decisión sería Inuyasha, el menor fingía ser fuerte pero ni su sobrina ni sus hijas percibían el aroma salado de las orbes del  hanyou.

 

Aquella despedida fue un poco tosca; ni un abrazo, ni una palabra de apoyo, tan solo un " cuídense" por parte de Inuyasha. Vieron a las tres saltar por el pozo, sin ningún remordimiento, sin mirar atrás.  A ambos los unió el silencio, no tenían nada que decir,  no sabían cómo reconfortarse... la vida de ambos estaba marcada por la pérdida, tal vez era el único hecho que compartían.  

 

Dio un giro en sus talones y emprendió la marcha.  La vida seguía y mucho más para un lord que debía liderar un reino.  Comprendía a cabalidad que ese era el ciclo de la vida, tener descendencia y verla irse al tomar su camino y esperaba que su hermano menor, lo comprendiera también. 

Una semana estuvo en sus tierras organizando, dando instrucciones, inspeccionando que todo marchara con eficacia.  Towa, Setsuna y Rin habían vivido por algún tiempo en el palacio, pero les parecía bastante estoico y lúgubre, además, de que era un ambiente en el cuál no se sentían cómodas.  Esto en parte le había traído un poco de complejidad a su vida, pues debía estar en constante viaje entre la aldea y el castillo, pero para él, no había imposibles. 

 

A pesar de que todo se encontraba en orden, sentía un desasosiego en su interior, como si una voz le invadiera y le dictara a dónde ir. Fue así, que obedeciendo a sus instintos, regresó a la aldea, no sabía a buscar qué. 

Fue Kohaku quien lo abordó bastante preocupado, Inuyasha había perdido su raciocinio hace unos días y deambulaba por el bosque atacando y destruyendo las criaturas que se le acercaran. 

Voló y con su olfato ubicó la dirección del aroma del menor, se dirigió hasta allí y con cautela bajó a unos cuantos pasos de él.

 

–       Inuyasha - susurró con voz firme para que el menor lo escuchara.

 

Los ojos rojos del menor lo enfocaron, se veía reflejado y esperaba que hubiera un reconocimiento.  Si lo lograba, esto indicaba que no se había dejado vencer por completo ante su demonio interior.

 

−       Se...sshoumaru…. vete… 

 

−       Vuelve en ti y me largo.

 

−       No quiero… - gruñendo- así no siento dolor…

 

−       No pensé que serías tan cobarde como para refugiarte de esa manera.

 

El hanyou lo atacó sin piedad, al parecer lo había molestado aún más.  Sin una pizca de piedad, le dio un fuerte golpe con el mango de su espada en el estómago, haciendo que Inuyasha se inclinara ante la pérdida de aire y el dolor.

Sus ojos se tornaron ambarinos de nuevo, pero Inuyasha no quería verlo a la cara.

 

–       Sesshoumaru… acaba conmigo, por favor.

 

Aquel ruego le hizo saber que la parte humana de su hermano estaba abrumada y alterada.  Esa parte humana que aún le costaba comprender a cabalidad, era la que implicaba en el desequilibrio de los instintos en el menor.  Inuyasha era un ser sin nada, sin rumbo, sin un propósito… casi sentía lástima por él. 

Se inclinó y lo tomó con brusquedad de la quijada, obligando a mirarlo.

 

–       No te mataré, sería una salida muy fácil… te daré un nuevo propósito, Inuyasha- expresó aunque debía ser más específico, pues el hanyou parpadeó sin entender lo que había mencionado- te propongo que lideres a mi lado las tierras de nuestro padre, es la única alternativa que tienes Inuyasha, aquí no hay nada para ti. 

 

Dejó a su hermano en el mismo lugar, por su parte decidió volver dónde Kohaku. Tan solo le estaba dando espacio a Inuyasha para que reflexionará sobre su decisión. 

Por la sombra que daban los árboles, una hora pasó para que Inuyasha llegara a su lado.

 

–       Yo...yo iré… - dijo con timidez.

 

Tan solo asintió, ver tan tímido a Inuyasha, le recordaba lo frágil qué fue cuando era un cachorro. Estaba tan desahuciado, como un cachorro sin su madre.

 

–       Nos iremos de inmediato, solo trae tu espada.

 

No quería que su hermano cargara algo más, esta era una nueva oportunidad y no había cabida al pasado.

Sí bien no tenía por qué brindarle la oportunidad a su hermano, en su interior pensó qué Rin lo hubiera hecho y movido por el recuerdo de su fallecida esposa, fue que se vio tentado a  hacerlo.

 

Voló por el cielo a una velocidad considerable para que el menor lo siguiera. Sus tierras estaban aproximadamente a cinco días de camino.  Mientras se paseaba por las nubes, reflexionó sobre el cambio drástico que tendría la vida de Inuyasha.  Había aceptado ingresar al mundo youkai y eso implicaba que conociera de forma directa este nuevo mundo.  No era nada fácil, incluso entendió por qué Rin y sus hijas no quisieron continuar con él; habían cosas que para la mente humana era difícil de digerir… no sabría cómo reaccionaría su hermano menor, puesto que él también tenía una parte humana.

 

Se detuvieron en algunas ocasiones para descansar y consumir algunos víveres, pero en cinco días exactos, llegaron al palacio. 

Disfrutó con silencio la reacción que tuvo el menor al ver la monstruosa estructura.  El castillo estaba ubicado a un lado prudente del río.  Estaba  rodeado por grandes árboles frutales, pero las puntas de las torres sobresalían en el panorama.  Seis torres de vigilancia conformaban la seguridad, mientras que en el interior, habían varias alas con diversos propósitos: el ala de las estrategias para guerras, el ala dos para incautación y bodega de armamento, ala tres para víveres y alimentación, ala cuatro para servidumbre y altos mandos y finalmente el ala cinco para los líderes de aquellas tierras. 

La entrada principal estaba rodeada de unos hermosos jardines que su madre había mandado a instalar antes de su partida, las violetas contrastadas con el color grisáceo del palacio, le daban un toque casi místico. 

 

−       Se...Sesshoumaru - dijo algo cohibido Inuyasha- ¿esto era de padre?

 

−       Si, no veo porqué tu sorpresa, tu madre fue una princesa y debiste conocer algún palacio. 

 

−       No recuerdo mucho de esa época, pero ni siquiera el palacio de Naraku se compara con esto.

 

−       Padre era alguien bastante excéntrico, necesitaba una estructura grande para guardar sus reliquias de guerra. 

 

−       ¿Las podré ver?- intentó no sonar muy animado y curioso.

 

−       Todo a su tiempo, primero entra.

 

Lo vio dubitativo pero aun así, su hermano entró después de él. Los y las sirvientes  le dieron la bienvenida y se sorprendieron,  aunque con recato,  al observar al  menor. El olor de Inuyasha delataba  qué era su hermano, el otro heredero de las tierras de su padre.

Debía admitir que Inuyasha era demasiado inocente o demasiado noble porque en ningún momento pretendió reclamar algo de su  padre, únicamente a Tesseiga.

 

−       Amo bonito- escuchó a su fiel sirviente desde lejos - ¿qué hace el apestoso de Inuyasha en el palacio?

 

−       ¿Cómo me llamaste sabandija?- respondió Inuyasha.

 

−       ¡Basta!- le dijo a ambos- a partir de hoy Inuyasha vivirá aquí y estará pendiente de las tierras, necesito que lo instruyas bien, Jaken.

 

−       Cómo ordene amo.

 

Notó que Jaken gruñía en voz baja, no le prestó atención, ya que el demonio debido a su edad, iba adquiriendo más caprichos. No dudaba que un día no muy lejano, no estuviera a su lado. 

 

−       Sígueme Inuyasha- pronunció para empezar a darle un recorrido a su hermano por todo el castillo. Empezó con las alas inferiores, Inuyasha tuvo mayor curiosidad por las reliquias que conservaba su padre. Observaba con interés los dientes de dragón, las pieles de los gatos del Valle de Invierno, las lanzas y espadas de otros grandes demonios, incluso, Inuyasha suspiró con nostalgia, cuando detalló el  hermoso peine de oro y esmeraldas que tenía el olor de su madre.

 

−       Padre lo apreciaba mucho, por eso nunca lo tiré a pesar de que oliera humano.

 

−       Sé que él la amaba demasiado, a veces me pregunto ¿cómo hubiera sido nuestra vida si él no hubiera muerto? - espetó con nostalgia.

 

−       Nunca pasará,  no te aflijas por eso.

 

−       Tienes razón... ¿Crees que pueda conservarlo? - preguntó Inuyasha refiriéndose al objeto de su madre.

 

−       Por supuesto.

 

Finalmente llegaron al ala principal donde se encontraban los cuartos y pertenencias de los gobernantes de aquellas tierras. En las paredes se encontraban los retratos de su madre Irasue, de su padre y su retrato.  Su hermano se enfocó en acariciar el cuadro de su padre y luego la pregunta que hizo lo tomó por sorpresa.

 

−       ¿Por qué Rin y tus hijas no están aquí? 

 

−       No son dignas - respondió con brevedad.

 

−       ¿Qué dijiste, desgraciado? - respondió con rencor el menor- es tu esposa e hijas, ¿cómo no van a ser dignas? - espetó con molestia.

 

−       Hay cosas que ahora no entiendes, pero las comprenderás a medida que entres en el mundo Inu. 

 

−       Tampoco estoy yo - dijo intentando menguar su molestia.

 

−       Puedes estarlo.

 

−       ¿Cómo? - preguntó intrigado.

 

−       Irás conociendo el camino.

 

Su hermano guardó silencio y lo siguió.  Unos cuantos pasos más y terminaron al frente de una habitación.

 

−       Este será tu recinto.

 

−       ¿Mi cuarto? - dijo el menor mirando la amplitud del lugar- no es necesario, puedo dormir en uno de esos - señalando el árbol que se veía por la ventana.

 

−       Lo harás aquí - ordenó.

 

−       No - contrarió el menor.

 

−       Inuyasha - dijo con molestia mientras le tomaba con fuerza el mentón- no estás en condiciones de negarte, este es mi palacio y aquí se cumplen mis órdenes. 

 

−       Si vas a ponerte así de pesado Sesshoumaru, mejor me voy - dijo con molestia.

 

−       ¿Vas a empezar a huir como un perdedor? - pronunció con sorna.

 

−       Desgraciado - dijo entre dientes mientras entraba al cuarto.

 

Sonrió victorioso mientras lo veía ingresar a la habitación, había olvidado lo terco, testarudo y burdo que podía llegar a ser su hermano menor.  Tal vez disfrutaría bastante de ver el camino en el cual había entrado Inuyasha.

Dio unos pasos más y llegó a su habitación, estaba al lado contiguo del menor ya que quería mantenerlo vigilado… se vendría un proceso difícil y complicado no sólo para el hanyou sino también para él mismo.

En la mañana, escuchó  una algarabía y cuando salió de sus aposentos, observó cómo su hermano sostenía del cuello a una de las empleadas.

 

−       Bájala, Inuyasha - dijo con calma.

 

−       Tsk- dijo mientras soltaba a la demonia.

 

−       ¿Qué sucedió? - consultó.

 

−       Pues… que ella quería llevarse mi traje de ratas de fuego - pronunció molesto.

 

−       Si me permite, amo - dijo la mucama mientras se inclinaba y estiraba sus manos como reverencia y solicitando permiso para hablar.

 

−       Concedido.

 

−       Vine a atender al señor, vi el traje algo maltratado y quise llevarlo para lavarlo. 

 

−       Inuyasha, dáselo. 

 

−       ¿Qué?, ¿estás loco?, claro que no, es mío, no tengo por qué dárselo a nadie- retó y pudo notar como la sirvienta miraba con terror aquella respuesta.   En un tiempo atrás, su hermano estaría tendido en el suelo por tal osadía, pero ambos habían cambiado por sus experiencias. 

 

−       No le pasará nada, sé lo importante que es para ti y por eso Mikado tendrá especial cuidado con él.

 

−       Así es mi señor, no debe preocuparse - comentó la demonio de cabello negro y largo. Si bien era una youkai pura, su linaje no era tan fuerte como el Daiyōkai. 

 

−       ¿Y entonces qué me pondré? - consultó a su hermano.

 

−       Luego de que te bañen, te darán un traje nuevo.

 

−       ¿De qué me bañen?, ¿de qué estás hablando? - mencionaba sin entender-  puedo hacerlo solo. 

 

Suspiró con cansancio, no llevaba un día cumplido y ya Inuyasha daba problemas.  Aquello sería más difícil de lo que imaginó al inicio.

 

−       Escucha Inuyasha, los criados del palacio están para servir en nuestra atención como el  aseo, atuendos, peinados, alimentación y demás cosas personales.

 

−        Entonces… ¿A ti también te acicalan? - preguntó inocentemente Inuyasha, seguido de una pequeña risilla por parte de la mucama. 

 

−       Si te refieres con atenderme, si, también lo hacen - pronunció mirando con firmeza a la mujer quien palideció y guardó silencio. 

 

−       Oh vaya y yo que pensé que te veías elegante y genial por ti mismo- expresó con burla- bien, te daré mi traje pero debes cuidarlo bien, si algo llega a pasarle, me deshago de ti - espetó lo último como amenaza.

 

Inuyasha lo miró sin entender cuando la mujer estiró sus brazos hacia él.  Sonrió levemente y le explicó de qué se trataba.

 

−       Verás esto muy seguido, los sirvientes no tienen permiso de hablarnos sin solicitarlo, les debemos dar el aval para que lo hagan.

 

−       ¿ Qué?, ¿ todos son así? - abatido-  oye muchacha, ve conmigo al grano, no hagas todas esas tonterías para hablarme, sólo escúpelo y ya.

 

Dio un asentamiento con su cabeza ante la mirada de Mikado. Su hermano era demasiado impaciente y debía trabajar en ese aspecto si quería hacer las cosas bien.

 

−       Señor Inuyasha, lo cuidaré con mi vida.

−       Nahh, solo Inuyasha, no soy ningún señor.

 

−       Estás en el proceso, por eso debes aprender todas estas prácticas de la cultura youkai. 

 

−       Mmm… - gruñendo- hay cosas muy exageradas a mí parecer, no tengo problema en que ustedes me hablen y solo me llamen por mi nombre, díselo a todos. 

 

−       Como usted diga, señor… digo, Inuyasha - corrigió la mucama- ahora si me permite, lo atenderé en el baño para que baje al comedor a desayunar. 

 

−       Está bien - resignado-  ¿también irás a desayunar, Sesshoumaru? 

 

−       Sí, allá nos vemos.

 

Mientras se bañaba recordaba a Rin y a sus hijas, lo difícil que había sido para ellas intentar adaptarse a los cánones demoníacos  sabiendo que durante toda su vida se criaron entre humanos.  ¿Sería así o más difícil para su híbrido hermano?, era una pregunta que quería descubrir y solo Inuyasha podría mostrarle la respuesta.

 

Al parecer, había terminado primero en alistarse, pues Inuyasha aún no bajaba al comedor.  Cuando su olor llegó a su nariz, miró a la dirección del menor y no pudo disimular su cara de sorpresa.

Inuyasha traía su cabello atado en una coleta alta, igual que el peinado de su difunto padre.  Llevaba un traje similar al de las ratas de fuego, solo que el pantalón negro y un poco más estrecho, dejando relucir un poco más su estrecha cintura. La parte superior era roja, con unas garzas blancas estampadas y sus mangas,  estaban recogidas pues llevaba puestos unos brazaletes largos de cuero (tipo medievales).

Aquella apariencia le atrajo, el hanyou se veía elegante, deseable y rebelde, como para ser mancillado por sus instintos. 

Se mordió fuertemente el labio ante tal pensamiento, su yoki interior palpitaba con emoción y ferocidad y no entendía el porqué.

 

Consideró que todos no habían percibido su reacción, pero cuando observó los ojos de su sirviente verde, quien tenía suma sorpresa, entendió que algo más allá de sus instintos estaba a punto de formarse.

 

−       Vaya, pensé que siempre mantenías tu armadura puesta - fue el comentario que dijo Inuyasha y  que lo volvió a la realidad.  Él estaba vestido igual que su hermano, solo que toda su vestimenta de negro.

 

−       Solo cuando estoy en el exterior del palacio - respondió con más control en sí mismo. 

−       ¿Comeremos con ellos? - preguntó Inuyasha al ver a Jaken y a una youkai con cara de pocos amigos pero increíblemente bella y maquillada. 

 

−       Así es.

 

−       Está bien, el baño me dejó con mucha hambre.

 

−       ¿Le diste problemas a Mikado?

 

−       Es como si fuera la primera vez que alguien lo bañaba- respondió la mucama divertida.

 

−       Para tu información, así es mocosa, tengo manos y soy capaz de bañarme por mí mismo - gruñendo mientras tomaba una manzana y se la llevaba a la boca.  Sin embargo, un fuerte reglazo en su mano lo hizo soltarla.

 

−       ¿Qué te pasa vieja bruja?- dijo exaltado el menor mientras se acariciaba la mano.

 

−       El señor Sesshoumaru me trajo para instruirlo en el arte de los modales y etiqueta, y veo lo grave de esta situación.

−       Yo no necesito esa basura, lo único importante es saber mover la espada y destruir - dijo con simpleza.

 

−       No todas las batallas se ganan blandiendo la espada, Inuyasha - espetó con firmeza Sesshoumaru. 

 

−       Según tú, ¿para qué me sirve todo eso de la etiqueta?- preguntó el menor.

 

−       Para consolidar relaciones diplomáticas con otros youkais y para que sea atractivo en casamiento con otros - explicó la mujer. 

 

−       ¿Casamiento?, yo ya estuve casado.

 

−       ¿Y?, en el mundo youkai se puede tener varias parejas - dijo la instructora con obviedad.

 

−       Espera… - abatido- es decir… ¿qué te puedes casar de nuevo? - mirando a su hermano.

 

−       Si y tú también- añadió. 

 

Notas finales:

Muchas gracias a todos y todas por leer¡¡


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