Habían tenido que planearlo en fin de semana ya que el cumpleaños de Makoto caía a mitad de semana. Aunque el plural no aplicaba en esa frase ya que el cumpleañero no tenía ni idea de lo que su novio había planeado y eso lo tenía bastante emocionado a decir verdad. Especialmente por que Haruka había prometido que devolvería todos los mimos que Makoto había proveído en su propio cumpleaños.
Al menos hasta que Haruka le dijo que necesitaba una botella nueva de jarabe de chocolate urgentemente para acabar su sorpresa, y Makoto tuvo que salir del departamento a buscarla. Se puso peor cuando hubo que visitar tres tiendas para encontrar la marca que Haruka quería, eso logró bajarle bastante el ánimo y regresó un poco de malas al departamento, sin embargo su ánimo se levantó y con creces cuando abrió la puerta y se adentró.
—Aquí está el jara… be… —suerte que ya había cerrado la puerta, la botella se le resbaló de la mano y quedó boquiabierto.
Haruka estaba recostado en el suelo donde debería estar la mesa de la salita, sobre un grueso edredón; al mero estilo de las mesas de sushi servidas sobe una bella joven, su novio estaba desnudo pero en lugar de sushis y sashimis su cuerpo estaba cubierto de pastelitos y crema, podía ver pequeños pasteles de chocolate y vainilla, crema batida con cerezas coronaban sus, de por sí, deliciosos y delicados pezones.
—Bienvenido Makoto —dijo Haruka, como si no estuviera siendo todo un espectáculo visual para su novio, quien por cierto estaba sin habla. Haruka ladeó la cabeza—. Feliz cumpleaños… ¿te gusta tu regalo?
—¿Regalo? —repitió incoherentemente.
Sus ojos recorrieron desde los eclairs en sus piernas, los choux en sus muslos, ¿era eso un pequeño strudel en su zona íntima? Se relamió los labios, ya podía verse recogiendo con la lengua ese camino crema batida en el vientre que terminaba en su ombligo. Ya hasta le costaba identificar los demás postres por que su mente ya no estaba para eso.
Se arrodilló junto a él como si tuviera frente a él a una deidad en la tierra.
—¿Trajiste la salsa de chocolate?
¿Salsa de chocolate?
—Salsa de chocolate, sí —miró a todos lados y recuperó la botella del suelo, la sujetó con ambas manos, su cara mostraba gran determinación— Yo, yo ¿puedo usar la salsa… contigo?
Haruka podría reír a carcajadas por todas las expresiones de Makoto.
—Sí, sí puedes —Makoto dio gracias silenciosamente, a quien fuera.
—Gracias por la comida…
Se inclinó sobre su novio y empezó lamiendo la crema batida en su vientre.
—Crema batida cacera de Haru… —por supuesto la reconoció de inmediato. Tomó la fresa en su ombligo con los dientes, mordiéndolo y salpicando gotitas rojas en la blanca piel— ¿Cómo puede ser posible? ¿En qué momento preparaste todo esto?
De verdad, si todo lo hizo Haruka no tenía idea de en qué momento pudo pero estaba muy agradecido.
Comió todos los pastelitos y postres llenando a Haruka de migajas, aplicó jarabe de chocolate por todos lados que pudo y lo lamió con gula, se tocó a sí mismo disfrutando de ver a Haruka retorcerse bajo su toque y aplicó su propia crema sobre él sintiendo que así se veía más sabrozo.
—Te amo… mmmh, te amo…
Para el gran final devoró con gusto el strudel, dándole a su amado todo el placer que pudo, las reacciones y sonidos de Haruka fueron alimento para el alma y se llenó con hasta la última gota de éxtasis que de él salió.
Se acostó a su lado, no importándole arruinar su ropa con todos los restos de pan, cremas, mermeladas y jarabe de chocolate que ya habían arruinado el edredón, por supuesto su cara también estaba cubierta con toda mezcla.
—Esto fue… increíble… —Haruka siempre se superaba pero ahora sentía que había llegado al cielo. Jaló a su novio para encerrarlo en sus brazos— Es el mejor cumpleaños… y el más dulce…
Y como si no se hubiera sobre llenado de azúcar procedió a comerse a su novio a besos.