- ¡Ya es muy tarde! - Me digo por décima vez.
A veces desearía no trabajar tanto, pero no quiero ser una carga para mi padre. Suficiente tiene en mente desde que mi mamá no está, como para darle más problemas. Corro de prisa para cruzar el parque central de Tomoeda. Nada podría detenerme hasta que… ¡Boom! Escucho como si un rayo hubiera partido algún árbol. La curiosidad me gana y corro hacia el Rey Pingüino, pues fue en esa zona donde se vio un resplandor.
Miro a todos lados esperando ver destrucción o al menos fuego, pero todo lo que veo es la figura de una persona tirada a escasos metros de mí. Parece que una especie de frazada lo cubre por encima. Quizá sea un vagabundo. Me acerco y trato de ayudarlo.
- ¿Se encuentra bien, señor? - Le pregunto mientras lo tomo del brazo y lo ayudo a levantarse.
- No soy un señor. - Para mi sorpresa, me responde como si nada le hubiera pasado. - Mi nombre es Yue. - Al levantar sus ojos, puedo notar por su apariencia que se trata de una persona joven. Así que lo trato con menos respeto que antes.
- Entonces te llamas Yue. - Asintió. - Mi nombre es Touya. - Le digo mientras extiendo mi mano. Para mi sorpresa, al hacer contacto con la suya, siento la piel más suave y tersa que pude haber conocido jamás - ¿Acaso eres un ángel? - Le pregunté esto debido a que la frazada con la que se cubría era en realidad un par de hermosas alas blancas. Movió la cabeza negativamente. – Entonces, ¿qué eres?
- No lo sé, Touya-san. - Su voz sonaba como cualquier persona normal, no parecía un ser fantástico. Excepto por esas enormes alas detrás suyo, ese cabello plateado tan largo y esos ojos azules tan fríos como el hielo que eran casi imposibles de encontrar en el mundo. Sus rasgos eran demasiado perfectos y delicados. Ni siquiera estaba seguro de que fuera él o ella. - Solo recuerdo a una voz que me dijo: "la primera persona que encuentres será como tu ángel guardián y debes apoyarte en ella." Tú fuiste esa primera persona, así que... - Suspiré, no tenía tiempo ni ánimos de discutir. Además, ya era muy tarde y me tocaba preparar la cena para mi padre y el pequeño monstruo. Es decir, mi hermana Sakura.
- De acuerdo, si con eso me vas a dejar llegar a casa entonces, ¿qué quieres que yo haga por ti? - Para mi sorpresa, su atractivo rostro parecía un poco avergonzado.
- Deja que me quede contigo. - Tomó mis manos y me sonrojé. Había más de dos formas de entender esa petición. Además, su tacto era muy cálido. Las personas que pasaban comenzaron a vernos de manera extraña. - Por favor, deja que me quede a tu lado hasta que pueda descubrir cual es mi propósito de estar en este mundo. Hasta que pueda recordar quien soy en realidad y hasta que pueda descubrir como regresar a mi hogar.
- Ah, bueno... - Miré a mi alrededor, lo tomé de la mano y caminamos hacía un lugar menos concurrido. - Mira, te ayudo en lo que quieras, pero no hagas eso en público. – Asintió con el mismo rostro serio de antes. - Necesitamos hacer algo con tu apariencia, con la historia de tu vida. También necesitamos encontrarte un hogar.
- Por la apariencia, no te preocupes. Eso lo puedo arreglar. - Sonrió. - Y lo demás, bueno… Lo dejo en tus manos. - Tocó mi rostro con su fría mano y besó mi mejilla. Sentí al instante que una descarga eléctrica recorría mi espalda. – Gracias. - Después de eso, cerró sus alas cubriéndose con ellas. Una luz mágica inundó por completo el lugar. Cerré mis ojos y cuando los abrí, un joven de cabello grisáceo y piel muy blanca estaba tirado en el suelo. De inmediato corrí a auxiliarlo.
- ¿Oye, te encuentras bien? - Lo levanté con cuidado. Para mi sorpresa era muy ligero.
- ¿Qué pasó? - Me miró con unos enormes ojos castaños y una voz muy cálida y amable. Incluso algo cariñosa. Era muy diferente a Yue.
- Te desmayaste, pero ya estás a salvo. - Lo ayudé a levantarse. - ¿Recuerdas lo que pasó?
- A decir verdad, no. - Me miró con ojos tristes.
- Quizá fue por el golpe tan fuerte, Yu... - Pensé un poco, la luna y su apariencia inspiraron a mi mente. - Yukito.
- ¿Cómo? - Me preguntó confundido.
- Tu nombre es Yukito Tsukishiro. – Lo miré. - Tienes diecisiete años y vives con tus abuelos, aunque ellos pasan la mayor parte del tiempo viajando. - Lo rodee con el brazo, tratando de transmitirle seguridad. - Vamos juntos a la preparatoria Seijo y trabajamos a medio tiempo. ¿Recuerdas? – Esperaba que me creyera.
- Oh… - Daba la impresión de estar pensando intensamente. Después sonrió. - Ya lo recuerdo todo, Touya-san.
- Con Touya es suficiente, Yuki. Ya lo sabes. - Lo tomé de la mano. - Vamos. Hay que preparar la cena de mi papá y del pequeño monstruo. Te presentaré con ellos, ¿está bien?
- Te refieres a la pequeña Sakura y al Sr. Fujitaka, ¿verdad? - Me sorprendí. Quizá Yue en realidad si era un ángel, por eso sabía muchas cosas sobre mí. Asentí con una ligera sonrisa.
– Exactamente. - Tomé su mano otra vez. Sorprendentemente ya no me importó si las personas nos volteaban a ver. Yukito era alguien diferente. Alguien a quien podría enseñar y proteger. – ¡Vamos! Recuerda que hoy te quedarás a dormir en mi casa. – Ya haría yo los trámites al día siguiente para rentarle algún cuarto como si fuera “de sus abuelos”. Me abrazó de la cintura y sentí la misma descarga eléctrica de antes.
- Me parece muy bien, querido Touya.
En ese momento desee que Yue no resolviera sus problemas jamás.