Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Inefable por Menma Lightwood-Uzumaki

[Reviews - 70]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Weeenas! Honestamente no tengo mucho que decir en mi defensa, me la he pasado durmiendo pero ya llegué xD Lista para darle inicio a los capítulos finales de esta historia, solo espero que están preparados ÒwÓ 

Aparte le quiero mandar un saludito a Edmary y a Zidian por haberme dejado sus bonitos comentarios, así como tenerme paciencia en esto de las actualizaciones (Se que soy desastrosa jaja) y también a mí pequeña uva por haber regresado a esto de las lecturas y hacerme muy feliz UwU 

Oh, antes de comenzar el capítulo les quería preguntar ¿Que les parece hacer un especial Itadei de Angst durante todo un mes? No sabría exactamente en cual pero sería subir un One shot de esta pareja con temática Angst todos los días de ese mes. Se que en facebook han hecho retos similares como el Flufftober (En los cuales, por cierto, participan muchas parejas menos esta, aunque bueno eso se debe en parte a que el fandom ya está un poco muerto, pero no importa, para eso estoy yo xD) pero yo honestamente no participo porque dan muy poco tiempo para subir los capítulos y a mí me gusta ir a mi ritmo, aparte que Inefable me tiene ocupada, así que ¿Que les parece? Sería un mes entero de drama (Y cositas bonitas, obvio, pero igual el tema principal es el Angst) Itadei, con un capítulo diferente cada día. Yo honestamente ya tengo las primicias y el resumen de al menos 28 one shots diferentes para subir, pero me gustaría saber si les agrada la idea para ponerme manos a la obra.

Ah, como última anotación debo decir que la canción de estos dos capítulos es Stuck with U, ¿Y por qué se los digo? Pues porque es una canción preciosa y a este gran capitulo (Contando ambas partes) le queda bellísimo. 

Ahora sí, lean tranquilos OwO

XXV parte II

So, lock the door and throw out the key

Can't fight this no more

It's just you and me

And there's nothin' I, I can do

I'm stuck with you, stuck with you

So, go ahead and drive me insane

Baby, run your mouth, I still wouldn't change

Being stuck with you, stuck with you

 

Está de más decir que tanto Itachi como Deidara se equivocaron al momento de pensar que el subidon emocional por sus recién aceptados sentimientos mermaria luego de unos días, pues aunque efectivamente ya no estaban tan eufóricos como el primer día, tampoco se podía decir que su afecto se hubiera reducido en lo absoluto, más bien era como si hubieran internalizado tan satisfactoriamente la idea de que querían estar juntos, que no les fue difícil actuar como si siempre hubiera sido de esa manera; Ninguno podía decir con seguridad que era una decisión sabia, pero como aún les sobraba tiempo se dieron el lujo de hacer oídos sordos a las advertencias y seguir disfrutando de su pequeño paraíso utópico en medio del bosque.

Decir que la convivencia se volvió más amena a partir de aquello habría sido sencillo, pero lo cierto es que vivir junto a otra persona nunca era fácil por mucho amor que sobrase, en especial teniendo de por medio un embarazo tan problemático.

El sol apenas tenía unos cuantos minutos de haber comenzado a rozar el horizonte cuando en la cabaña resonó el ajetreo de los cubiertos y las cacerolas, así como el suave aroma de los alimentos siendo perfectamente cocinados. El olor era tan sabroso, hogareño y llamativo que terminaba adhiriendose ligeramente a la ropa de un Itachi quién revolvía la comida de la misma manera que hacía casi todas las demás cosas: con paciencia y dedicación. Su cabello estaba sujetado en un moño algo despeinado que adornaba su nuca y en su rostro había una expresión armoniosa, de esas que solo te produce la felicidad. Tenía años sin poder hacer un verdadero desayuno casero como había aprendido en su niñez, y la idea de poder compartir ese conocimiento indudablemente le tenía contento, manteniendo el buen humor aún cuando de reojo captó la aparición de una silueta cuyo aire de apatía casi le ennegrecia el aura.

– Buenos días, Deidara.

– Ya cállate – Masculló entre dientes luego de chasquear la lengua, arrastrando los pies de la misma forma que hacía con una de sus almohadas, arrojandola con violencia sobre el sofá para luego tirarsele encima mientras bufaba – Son buenos para los que pudieron dormir.

Itachi miró al frente para disimular su gracia, escogiendo sabiamente no hacer algún comentario imprudente cuando ya de por sí había pasado una mala noche.

Entrar en el tercer y último trimestre de embarazo suponía varias cosas para ellos, lo primero era que cada día faltaba menos para el nacimiento del pequeño monstruo, y lo segundo es que el número de incomodidades a las que Deidara debía someterse habían aumentado el doble – o triple dependiendo del día – por lo tanto su humor se había transformado en un factor increíblemente voluble el cual podía ser influenciado por diversos acontecimientos, tanto buenos como malos, y aunque el esfuerzo de ambos por mantenerse positivos era notable, habían cosas que sencillamente no tenían remedio, y una de las que más hizo enfurruñar al artista fue el inevitable declive de su vida sexual.

No es como si de pronto se les hubiera apagado la llama de la pasión, pues por mucho que a veces los sentimientos les jugaran en contra, siempre existiría entre ellos aquella chispa de atracción que podía arrasar con todo casi tan rápido como cualquier explosivo. Sin embargo, tenían entre medio un significativo detalle que era capaz de dificultarle el trabajo a dicho fuego pecaminoso, y eso era nada más y nada menos que: la dichosa barriga.

Deidara podía jurar por cualquier santo – y eso que no era creyente – que hacía todo lo posible para ignorarla, pero es que casi parecía tener vida propia, metiéndose en medio y creando un problema tras otro.

Para empezar ya no podía estar abajo porque el peso del monstruo no solamente le presionaba los órganos, sino que la voluminosidad de su abdomen era tanta que Itachi no le podía besar por mucho que lo intentase, era como si tuvieran entre ambos una barrera que les mantenía a un cierto rango de distancia, y como a pesar de ser bruscos también eran amantes bastante pasionales, el no poder acariciarse – y besarse – le restaba bastante comodidad al asunto.

Al revés tampoco es que fuese más fácil, principalmente porque ahora que se estaba alimentando bien había ganado una cierta cantidad de peso que, aunque siendo ninjas podían soportar, no les era sencillo el hacerlo. A Deidara le resultaba todo un lío el moverse sin sentir que se le partiría la espalda e Itachi, por más que ahora sí pudiera robarle un par de besos, tampoco podía disfrutar del todo si su pareja presentaba tantas dificultades que le impedían estar en la misma sincronía.

– Esto es un asco – Declaró Deidara colapsando a su lado con un seco rebote que evidenciaba su frustración – Y jamás pensé que lo diría en un momento como este.

– No es tu culpa – Infinitamente paciente, Itachi les cubrió con una manta y se pegó a su espalda cuando su acompañante se giró con una cara enfurruñada.

– Ya sé – Bufó – Pero eso no me hace sentir mejor.

Más que otra cosa, lo que estaba brutalmente herido era su orgullo. Había intentado con demasiadas ganas hacer algo erótico y sensual antes de ir a dormir, pero le había salido tan pésimo que hasta él sentiría compasión de si mismo.

El Uchiha presionó su labios sobre su cabello rubio en lo que su mano le acariciaba un costado de su cadera.

– No todos los días son buenos – Murmuró – A veces simplemente toca lidiar con ellos.

– Al paso que va esto siento que se nos van a acabar los días buenos.

– Eso sería imposible, tienes demasiada creatividad como para dejar que eso pase.

Estando algo más calmado por las suavidad de sus atenciones, sonrió a medias.

– ¿No crees que pueda rendirme en algún momento?

– Deidara, el día que tú te rindas el mundo estará perdido – A pesar de que la forma en la que le estrechaba podía insinuar un comentario romántico, el artista sabía que en realidad solo era la constatación de un hecho innegable: Era terco hasta morir y siempre encontraba la forma de salirse con la suya.

Le era muy sencillo hallar formas de cambiar la situación a su favor, casi como si tuviera una habilidad innata cuya única función era perpetuar su egocentrismo, y habría pensado que aquello solo era un comentario para hacerle sentir mejor de no ser porque entre el calor del cuerpo ajeno, la comodidad de su espalda al estar recostado de lado y aquel calorcillo estremecedor que aún no abandonaba su piel, le dió una buena – y excitante – idea.

– ¿Sabes? Creo que esta vez te daré la razón, Uchiha, solamente porque me conviene, claro.

– No esperaría menos – La gracia en sus ojos era genuina, así como el interés que denotaba su voz – ¿Que se te ha ocurrido?

– Nada en particular – Luciendo increíblemente conveniente, se apegó un poco más él sin cambiar de posición, rozándole de manera que le hizo arquear una ceja – Así estoy bastante cómodo... – Aclaró entonces con la suficiente obviedad cómo para sacarle una pequeña sonrisa que murió cuando se unieron sus labios, y aunque no le dijo nada en voz alta, aquellos ojos oscuros parecieron murmurar un «Te lo dije» que perfectamente le pudo haber molestado de no haber estado tan ocupado sosteniendo el borde de la cama y jadeando cuando sus dientes se deslizaron por su cuello.

Era un hecho de que a pesar de las diferencias ambos eran demasiado inquietos como para conformarse con una sola posición, pero contaban con imaginación de sobra para buscar otras que también pudieran funcionar.

La tarea fue ardua, entretenida y en ciertos momentos vergonzosa, pero no podían decir que no la pasaron bien.

Aquella pequeña búsqueda erótica ciertamente hizo más agradables la mayoría de sus noches, sin embargo, contando con una innumerable lista de molestias, el sexo sorprendentemente no tendía a ser su opción número uno para relajarse. Para ese punto Deidara ya había aprendido a disfrutar de los pequeños placeres de la vida, como la gratificación que venía con una pequeña siesta, la sensación de llenura luego de cumplir con algún antojo esporádico o la amplia liberación de oxitocina en su cerebro luego de recibir algo del extenso catálogo de mimos que el Uchiha tenía disponible solo para él, de manera que aunque pudiera pasar un tiempo sin tener ningún tipo de relación sexual, apenas se daba cuenta de ello.

Aquella hazaña debía atribuirsela en cierta medida a Itachi – y con mucha razón –, el hombre era de lo más comprensivo que pudiera existir, manteniendo la calma aún cuando a él mismo le era algo difícil hacerlo, en especial desde que Deidara había traído a unos esponjosos invasores para usurpar su espacio en la cama.

Ese drama había iniciado una noche aparentemente tranquila en la que, ya acomodados para dormir, Deidara se le había quedado mirando con cierta duda. Itachi le observó también, acomodándole cariñosamente un mechón rubio hacia atrás.

– ¿Que pasa?

– ¿La estás usando? – Preguntó entonces, mirando la almohada que Itachi tenía a un costado y utilizaba para recostar su brazo derecho.

– No demasiado – Se encogió un poco pues no era realmente indispensable – ¿La quieres?

– Dámela – Sin pensarlo mucho, Deidara estiró las manos para tomarla entre ellas y luego girarse al lado opuesto, terminando de ubicarse de nuevo en aquella posición que resultó más cómoda con la almohada extra reposando entre sus piernas.

El Uchiha le había observado en silencio, apenas esbozando una tenue sonrisa en lo que también se giraba para amoldarse a su cuerpo detrás de él y así poder dormir.

Originalmente cuando compartían la cama era Itachi quien le daba uso a las almohadas, pues aunque Deidara solo tuviera una la terminaba tirando al suelo en medio del jaleo que armaba estando dormido. El del Sharingan por su parte solía utilizar dos, una para su brazo y otra en su cabeza, y si alguna ellas amanecía de manera misteriosa en el suelo probablemente se debiera a que su acompañante también se las llevó consigo mientras realizaba su tour completo por toda la cama.

Habían funcionado de esa manera por mucho tiempo, pero a Itachi no le molestó que fuese diferente, al fin y al cabo era una persona adaptable a la hora de dormir – esto principalmente debido a las misiones – y no necesitaba demasiado para caer inconsciente.

La tranquilidad le duró apenas tres días, pero al caer la noche mientras el Uchiha dormitaba plácidamente, el artista torció la boca con los ojos cerrados. No es que se sintiera incómodo, pero tampoco estaba del todo conforme. Su cuerpo estaba cada día más pesado y encontrar una posición cómoda para dormir parecía más difícil que librar la cuarta guerra ninja, sin embargo, recordaba que la adquisición de la almohada había funcionado bastante bien en su momento, por lo que sin proponérselo se le ocurrió una idea.

Itachi había estado dormido, pero siendo portador de un sueño tan ligero terminó abriendo tentativamente un ojo en lo que veía a su acompañante levantarse de la cama y salir de la habitación, quedándose con una curiosidad que se transformó en gracia cuando le vió aparecer arrastrando las dos almohadas del segundo cuarto. Itachi necesitó morderse el interior de la mejilla para no reírse, volviendo a cerrar su ojo y sintiéndole acomodarse unos segundos antes de quedarse dormido.

Ahora, el cómo habían pasado de eso hasta el punto que Itachi literalmente no tenía espacio en su propia cama era una interrogante que sencillamente no tenía respuesta, pues ni utilizando el Sharingan podía calcular con exactitud en que momento había sido tan cruelmente reemplazado. Ni siquiera recordaba haberle visto salir a comprar nuevas almohadas, pero de alguna manera ahí estaban, formando una enorme montaña que Deidara moldeaba a su antojo y en la que, al parecer, él no tenía espacio alguno.

No es como si la segunda habitación fuese incómoda, a fin de cuentas había dormido allí varias veces, pero se había acostumbrado tanto a dormir junto a él que el ambiente de alguna forma se sentía vacío, rememorandole aquellas épocas en las que solía dormir mal en las misiones de Akatsuki pero recuperaba fuerzas cuando volvía y podían descansar juntos en la azotea o en alguna de sus habitaciones.

En aquel momento se había dicho que intentaría no acostumbrarse demasiado a su presencia, pero era evidente que su afecto por el embarazo y su creciente enamoramiento terminaron por jugarle en contra, devolviendole inevitablemente a las noches apáticas en las que conciliar sueño no era muy sencillo.

No obstante, y para su buena suerte, tampoco es como si la relación entre Deidara y el material acolchado fuese perfecta, habían noches en las que se deshacía de todas con una patada – eso, por defecto, también le incluía a él – deseando algo de espacio para poder estirarse, así como también existian noches en las que todas las almohadas se quedaban organizadas en una esquina, siendo limpiamente ignoradas por un artista que encontraba los brazos de su amante mucho más cómodos; Basta decir que esos días eran los días favoritos de Itachi, y atesoraba cada uno de ellos con cariño puesto que sabía que muy probablemente al día siguiente volvería a ser desplazado.

Aunado a todo ese drama, estaba también el hecho de que en algunas ocasiones – menos de las que creía aunque más de lo que le gustaría – cuando estaba teniendo una buena noche hacía acto de presencia un pequeño monstruo Uchiha cuya energía era tanta que lograba despertarlo en el acto.

Las caricias de Itachi funcionaban la mayor parte del tiempo, pero cuando no lo hacían, Deidara se exasperaba tanto que necesitaba respirar profundo para no cortarse las venas.

Esa noche había hecho de todo para mantenerle dormido por lo menos hasta las seis del día siguiente, tristemente sus esfuerzos fueron en vano ya que igualmente terminó sintiendo lo que parecían ser unas pequeñas manos jugando indiscriminadamente con sus órganos irritados.

"Definitivamente algún castigo debo estar pagando" La idea original fue ir al baño y luego regresar, pero se terminó desviando para ir al jardín delantero. Estaban a punto de ser las cuatro de la mañana y todo seguía casi a oscuras, por lo que decidió alumbrar un poco el lugar con unas pequeñas explosiones que hacía en lo que se estiraba un poco; Hacía un largo tiempo que no hacía algún tipo de ejercicio, y le motivó enormemente el ver que el descanso y la buena alimentación le habían ayudado tener más resistencia. Ya no se cansaba por solo caminar un rato, y confirmar aquello solo le hizo querer retomar algunos de sus viejos entrenamientos.

– ¿No puedes dormir? – La voz de Itachi provino de la puerta principal, era algo perezosa y combinaba con sus ojos somnolientos y su cabello alborotado.

Deidara, quien hace un rato se había sentado en el césped, se acomodó mejor para mirarlo con toda la apatía que sentía.

– Yo sí, tu mocoso no – Emitió un suspiro cansado – ¿Y tú?

– Es probable que no.

– ¿Te he despertado?

– Escuché las explosiones – Respondió simplemente, acercándose en lo que respiraba el aire frío de la madrugada – Hace tiempo que no las utilizabas.

– Recomendación médica – Bufó un poco para después elevar el mentón con su característico orgullo – Pero hoy he hecho algunas y no siento que esté a punto de morirme, eso debe ser buena señal.

– Si que lo es – Viéndose ligero en lo que compartía silenciosamente su entusiasmo – ¿Retomaras los entrenamientos?

– Hombre, eso no se pregunta, necesito hacer algo antes de enloquecer por completo – Y como era imposible que olvidase alguna de las conversaciones que habían tenido, hizo una pausa para mirarlo – ¿Ayudarás?

– Eso tampoco se pregunta – Igualando su humor de una forma que le hizo sonreír – ¿Cuando quieres comenzar?

– Hoy mismo, pero más tarde. Aun siento que necesito dormir más.

Resultó un plan en el que ambos estuvieron de acuerdo, el artista porque sentía que necesitaría de todas las fuerzas que tuviera si deseaba entrenar como quería e Itachi porque no deseaba que alterase sus ciclos de sueño.

Tras ayudarlo a levantarse como ya era costumbre, ambos entraron de nuevo a su casa, y aunque el primer instinto de Deidara habría sido caminar directamente hacia su habitación para descansar, se terminó deteniendo en lo que hacía una mueca.

"Mierda..."  Miró con pesadumbre su abdomen, confirmando efectivamente sus sospechas"Tengo hambre"

Posiblemente creyendo que se trataba de otro histérico ataque por culpa del chakra,  Itachi se irguió casi de inmediato.

– ¿Sucede algo?

– No vayas a enloquecer, Uchiha, no es nada que amerite una de tus crisis – Sonriendo con cierta burla al recordar la actitud que solía tomar en situaciones como esa, luego suspiró – ¿Aún queda algo de la cena?

– Me parece que no – Fue cortés de su parte el obviar la parte en la que aclaraba que no quedó nada porque se lo había comido todo, pero fue aún más detallista cuando, al reconocer el ansia y la decepción en su expresión, le rozó un costado del brazo con un gesto amable – ¿Quieres comer algo?

– Si me lo preguntas es porque ya sabes la respuesta – Echó los ojos a un lado, potenciando la sonrisa en su acompañante.

– ¿Quieres algo en particular?

– Fresas – Decidió casi de inmediato, repentinamente deseoso de comer algo natural, dulce y fresco; A Itachi le parecía bien que la mayor parte de sus nuevos antojos estuvieran dirigido a frutas que le mantenían sano, no obstante, aún quedaba un pequeño detalle.

– Suena bien, pero no creo que eso sea suficiente para llenarte.

– Entonces agrégale unos waffles... – Pensándolo unos segundos mientras su cerebro y estómago se ponían de acuerdo para analizar todas las deliciosas oportunidades – Y unos arándanos ¿Tenemos de esos, no?

– Si, si tenemos – Tenía que esforzarse para no demostrar lo mucho que aquello le divertía, pues si sus lapsus de preocupación a Deidara le parecían épicos, a él le resultaba gracioso cuando cedía a sus impulsos y simplemente decía en voz alta todo lo que quería.

El único dilema es que no quedaban muchas fresas, aunque ya vería como se las arreglaría después, no en vano le consideraban un genio.

Generalmente la despensa siempre se mantenía llena, pero su contenido variaba de acuerdo a lo que a Deidara le fuese provocando, y gracias a la intervención de los médicos la cual había dejado de ser diaria desde que mejoró la salud del paciente, Itachi conseguía una pequeña ayuda de vez en cuando.

– Buenas tardes – Animada cómo últimamente andaba gracias a la mejoría del artista, Kaiyah le palmeo un hombro con entusiasmo – ¿Cómo estás, Dei?

El susodicho se encogió de hombros, aunque sonreía un poco.

– Considerablemente menos moribundo.

– Es bueno oírlo – Sin olvidar que en su visita anterior el Uchiha le había comentado sobre el incremento de los antojos de su paciente, alzó una bolsa que había traído y la agitó con aire persuasivo – Ve, te he traído unos panqueques, ¿Con qué te los quieres comer?

– Frambuesas –  Su respuesta fue tan rápida que la Hyuga podría jurar que la había tenido en la punta de la lengua durante todo el día, y la expresión que tenía el Uchiha bien que podía sugerir lo mismo.

Ren, cuyas visitas era algo más esporádicas pero no por ello menos entretenidas, le dió un empujoncito.

– Suena bien pero le falta algo, ¿No crees?

– ¿Algo como que?

– Mmm... ¿Que tal chocolate? – Ofreció de pronto al recordar que había comprado hace poco y aún le quedaba lo suficiente para una comida más – Y una bebida natural, claro.

– Preferiría un té – Comentó con cierto decaimiento que hizo a su doctora fruncir un poco los labios.

– Bueno... – Comenzó con cierta incertidumbre, algo le decía que posiblemente se iba a arrepentir – En vista de has mejorado bastante quizás no sea tan mala idea que te tomes... ¡Jesús! – Exclamó ella al ver como su paciente ni esperó a que terminara la frase para saltar directamente hacia la cocina – ¡Óyeme! Es una sola taza, solo una, ¿Entiendes lo que te digo? – Era inútil, el artista le estaba ignorando de tal forma que hasta Itachi parecía encontrar el asunto gracioso; Ella aseveró su expresión de mal humor cuando escuchó a su compañero partirse de la risa – ¡Deidara!

Sin mirarla apenas, el aludido le sacudió una mano.

– Si, si, una al día.

– A la semana – Gruñó ella.

– Cada tres días, hecho.

Resignandose a que era imposible negociar con una persona tan increíblemente terca, Kaiyah optó por mover los brazos al ritmo de su exasperación y luego sentarse junto a su compañero para comerse algunos panqueques. Seguía sin tolerar mucho el olor de aquel té del demonio que ese par solía tomar, pero ambos médicos lo soportaron valientemente mientras merendaban y discutían algunos asuntos triviales que hicieron a Deidara subir sus niveles de felicidad.

Tenía a Itachi, dos buenos médicos, comida sabrosa y su preciado té...

Si, definitivamente la vida era buena.

En base a aquellos acontecimientos Itachi terminó por decidir que la comida en general era una buena estrategia si quería lidiar con un carácter tan difícil como el de Deidara, de modo que cuando llegaban esos días en los que su sexto sentido le decía que la estructura de su casa corría peligro de ser destrozada en una explosión, su táctica se basaba en aparecer ante los ojos de un enfurruñado Deidara con algo lo bastante novedoso que podía apaciguar sus instintos asesinos; El plan hasta ese momento no le había fallado ni una sola vez, de manera que incluso si el artista diera la impresión de permanecer en ese sofá quejándose todo el día, esa actitud era relativamente sencilla de modificar.

– ¿Eso que es? – Dejando momentáneamente su crisis personal, Deidara alzó la cabeza para poder contemplar el plato en la mesa.

Itachi se vió convenientemente misterioso.

– Tendrás que averiguarlo.

– ¿Acaso me quieres chantajear con comida? – Su rostro algo sarcástico en lo que alzaba una ceja, aunque internamente aceptaba que lo que sea que fuese aquello tenía un buen olor. El del Sharingan alzó un poco los hombros.

– Si lo consideras un chantaje puedo llevármelo.

– No te pases, Uchiha – Espetó con una molestia que se transformó en intriga cuando vio más de cerca la comida. Lo único que reconoció fue el arroz, porque lo demás estaba revuelto de una manera que le dificultaba identificar que era; Alzó una ceja – Te insistiria para que me dijeras que es, pero no creo que lo hagas hasta que lo pruebe.

Más allá de una obvia respuesta, el Uchiha le deslizó los palillos.

Deidara se encargó de mostrar todo su escepticismo ya que sabía de antemano que ese hombre solo guardaba silencio por razones muy específicas, y aunque dudaba seriamente de algún grave caso de envenenamiento, intuía que algo debía estar ocultando para que no fuese tan directo como normalmente acostumbraba; Al final terminó probando un poco ya que su vida no era algo que corriera peligro, teniendo entonces el pensamiento de que si ese fuera el caso entonces sería una muerte bastante satisfactoria, pues aunque lo que acababa de comer no era lo mejor que había probado, si aceptaba que era delicioso de una manera particular.

– Vaya... – No tenía más que eso para decir, pero su acompañante se sintió conforme de todas maneras. Lo importante era que le gustase y si así había sido entonces lo consideraba como una misión exitosa en esa guerra que era la convivencia; Deidara continuó comiendo en lo que Itachi hacia lo mismo con una porción similar – ¿Ya me diras que es?

– Carne.

– Si, claro – Apenas lo había tomado en cuenta, por lo que se quedó sorprendido al ver que el Uchiha seguía sin corregirlo – ...No me jodas – Bajó el siguiente bocado que pensaba llevarse a la boca, intentado buscar en la comida algún resquicio de aquel sabor nauseabundo que siempre sentía cuando comía carne y quedandose aún más impresionado al no encontrarlo – Es un chiste ¿No?

– No – Estando algo entretenido por su reacción– Si es carne, solo que preparada de otra manera.

– Pues alguno de tus trucos satánicos habrás usado, porque de otra forma no me explico el cómo lograste hacer una receta con carne que no me haga querer suicidar.

Aunque portando la mínima sonrisa que siempre le sacaba el oír sobre sus erróneos orígenes poco cristianos, el Uchiha sacudió la cabeza.

– No he sido yo.

– ¿Quién entonces? – Se burló – ¿Lucifer?

– Mi madre – Ante aquella respuesta no tuvo absolutamente nada que comentar, e Itachi continuó hablando con esa suavidad nostálgica que relucia en sus ojos como cada vez que hablaba de su familia – Nunca me ha gustado la carne tampoco, pero la comía de todas maneras porque se suponía que era lo que debía hacer – Él se vió tranquilo, pero a Deidara se le fruncieron mínimamente las cejas al imaginar a un pequeño niño al que no solo le obligaron ir a la guerra, sino que tampoco le podían conceder un pequeño capricho en su hogar – Le llevó algo de tiempo, pero logró encontrar la forma de que pudiera comerla sin saber que lo hacía, al menos al principio.

– ¿Por qué no te dijo lo que era?

– Por la misma razón que no te lo dije a tí, no habrías querido probarla.

– Quizás sea cierto – Compartiendo un gesto divertido para proseguir con lo que estaba haciendo – Ha sido una buena estrategia, aún si ahora se lo que es no puedo decir que está mal.

– ¿Te ha gustado?

– Dejémoslo en que tu madre era una muy buena persona que tuvo la desdicha de parir un demonio – Tras otorgarle su expresión altanera usual, cuestionó – ¿Inventó otras recetas como esta?

– Un par – Haciendo una pausa para tomar algo de agua, hubiera preferido un té, pero Deidara ya había cumplido su cuota el día anterior y no quería tentarle de ninguna manera – ¿Te interesaría aprenderlas?

– Siempre que la cocina sea a prueba de fuego creo que no habrá ningún problema.

Aunque quizás no debería, para Deidara fue algo curioso el estar probando una receta original de Mikoto Uchiha, pues aunque quisiera decir que no tenía relación alguna con ella, el recordar que estaba cargando a su primer nieto le hizo darse cuenta que tras esos acontecimientos siempre habría algo que le conectase a ella, así como a todo su clan. No era nada nuevo, pero le parecía algo extraño el pensar que por mucho que aún tuviera algo de recelo hacia los Uchiha, ahora existía alguien que le mantendria vinculado a ellos por el tiempo que durase su vida.

Escogiendo sabiamente ignorar el tema por cuestiones de su estabilidad mental, Deidara prefirió pasar el rato intentando recrear junto a Itachi algunos cuantos platillos creados por la Uchiha, los cuales consiguieron con apenas un mínimo de daños; El sartén fue la única víctima real que pereció como el artista había vaticinado, y sin embargo resistió tan valientemente que no se podía negar que falleció con honor.

Tuvieron suerte de que igual debían ir a comprar provisiones en el pueblo, por lo que solamente agregar un par de cosas a la lista.

– Sigue gustandote el lugar – Itachi no se abstuvo de hacer el comentario ya que su acompañante tampoco se molestaba en disimular su buen ánimo.

– Supongo – No estaba de todo equivocado realmente, adoraba el sitio de una manera que le costaba describir, pero también le tenía enérgico el hecho de que volvían a ir juntos luego de una larga temporada recluidos en la casa – ¿Donde comprarás las cosas?

– Tú dime, conoces el pueblo mejor que yo.

– Pues sí, pero tú también has venido un par de veces.

– Si – Concedió pausadamente sin dejar de caminar – Pero no con la intención de hacer este tipo de compras. Además, intuyo que ya sabes a dónde ir.

No pudiendo negar su buena orientación cuando del pueblo se trataba, el artista se encogió de hombros.

– Que te digo, es como una especie de superpoder – Esbozando una sonrisa cómica que resultó contagiosa para su compañero, añadió – Espero también nos sirva para cazar ofertas, porque me pinta que ese sartén va a salir caro.

– Esperemos que no.

Era un argumento regular el decir que la monotonía a veces podía volverse aburrida, en especial en aquellos casos donde escasea la imaginación para buscar nuevas cosas que hacer. Afortunadamente nada de eso les había pasado a ellos, esto debido a que por mucho que ninguno de los dos estuviera acostumbrado al ritmo de una vida tranquila, la cotidianidad de vivir juntos era lo suficientemente mágica como para no aburrirlos, llegando a abrazar esa nueva etapa de sus vidas con todo el aprecio que pudieran proferirle, al grado que, aún si muchos pudieran considerarlo como una actividad monótona, incluso el hacer compras les traía una dicha que no podía ser definida de otra forma que hogareña.

Deidara estaba seguro de que jamás podría comprender el amor de Sasori por su arte eterno, pero gracias a esa nueva experiencia podía entender un poco mejor ese afán de querer que algo perdure para siempre, estancado en un escaso milisegundo que, aunque efímero, viviría eternamente en el mar de sus recuerdos más preciados. Aquellos que toda la vida le pertenecerían a él, a Itachi y a todo lo que la vida no les permitió ser.

Llenaron bolsas con todo lo que necesitaban por el momento, intercambiando alguna que otra palabra trivial y solo haciendo una parada para comprar otro poco del postre que el Uchiha le había recomendado y que actualmente era de sus favoritos.

– Si no venías para llenar la despensa o reemplazar todas las cosas que he quemado ¿Que comprabas? – Deidara no había sonado instigador como era su costumbre, pero logró hacer que Itachi sufriera un ligero sobresalto que disimuló acomodándose mejor en su silla. No era un hombre conocido por ser inquieto, pero tampoco esperaba tener que responder a esa pregunta.

– Un par de cosas necesarias.

– ¿De las que escondes un rato para luego darmelas o de esas que ocultas al fondo del armario con la esperanza de que no las vea? – El gesto en su rostro era algo más entretenido ahora, pero como no parecía estarle criticando como habría esperado, Itachi se mostró tranquilo, aunque no por ello menos intrigado.

– ¿Cuando lo descubriste?

– Hace rato ya, aunque no he visto lo que escondes si es lo que te preocupa.

– No lo hace – Escasamente solía preocuparse por nimiedades, aunque no podía negar que el asunto le generaba cierto interés  – ¿Por qué no viste lo que había adentro?

– Hombre, es mi casa. Eso significa que puedo revisar donde yo quiera, pero tampoco que puedo tomar lo que no me pertenezca.

– Es una interesante conclusión para venir de ti – Comentó en lo que una de sus comisuras tiraba cómicamente hacía arriba.

– ¿Si sabes que mi especialidad no es el robo, verdad? – Se vió algo sarcástico en lo que se sacudía los restos del postre de las manos – Escasamente me quedo con algo, y si lo hago lo más probable es que después lo explote.

Itachi sacudió un poco su cabeza.

– No lo decía por eso.

– ¿Entonces por qué?

– Eres demasiado curioso – La única razón por la cual aquello no había sonado como una acusación, fue por la expresión ligera que mantenía en su rostro – Podrías estar en riesgo de perder nuevamente los brazos, y sin embargo lo lamentarias muy poco si con eso lograses satisfacer tu curiosidad – Hizo una pausa significativa – Lo único que se me ocurre de porqué no funcionó está vez, es que puede que realmente no quieras saber que hay dentro.

– ...Tal vez – Hizo un gesto vago en lo que su acompañante le observaba con fijeza.

– ¿Te imaginas que es?

– Conociéndote como creo que lo hago me arriesgo a decir que debe ser algo asquerosamente sentimental – A pesar de todo, su forma tan despectiva de decirlo indudablemente le resultó divertida – ¿Tenías pensado comprar más de eso?

– ¿Hoy? No.

Esbozando una amplia sonrisa de circunstancias, Deidara se vio muy elocuente.

– ¿He logrado que finalmente te acompleje mi presencia, Uchiha?

– No sería la primera vez – Su reconocimiento le tentó la mueca egocéntrica, haciéndole sentir igual de altanero como cada vez que le admitía el hecho histórico de que, aún si no le llevaba nada de ventaja en una pelea física, sus mejores estrategias le hacían ganar la guerra cuando estaban a solas – No pienso comprar nada porque no es necesario, ya hay suficiente.

– Si tú dices – No le tomó mucha importancia ya que conocía los beneficios de darle su espacio personal, aparte de que estaba más ocupado preparandose psicológicamente para levantarse de nuevo. Sin embargo, aún no había comenzado a hacerlo cuando escuchó su voz de nuevo.

– ¿Quisieras ver?

– ¿Que?

– Lo que hay al final del armario – Aclaró al verle parpadear en confusión, y aunque Deidara seguía creyendo que no era buena idea involucrarse más de la cuenta, pero considerando lo vinculados que estaban para ese punto, decidió que nada podía ser peor que la perspectiva de alejarse una vez que el trato llegara a su fin.

Distraerse luego de esa conversación realmente no resultó tan difícil, entre desempacar las compras e intentar acomodar el desastre monumental que decían llamar hogar, el tiempo se les fue volando de una manera tan impresionante que Deidara solamente recordó el tema cuando Itachi cabeceó hacia el armario de la segunda habitación a modo de invitarlo para que viese adentro.

Ahorrandose el preámbulo, el artista se sentó en el suelo y se inclinó para tomar la caja del fondo que nunca antes había abierto, la misma cuyo organizado y pulcro contenido le paralizó el semblante por unos segundos.

Itachi esperó silenciosamente a una reacción muy propia de su carácter, quizás alguna burla o un comentario cruel, por lo que se quedó bastante impresionado cuando escuchó la neutralidad en su voz.

– Tenías razón.

– ¿Sobre que? – Fue cauteloso al preguntar, recibiendo una breve mirada de reojo que guardaba en si misma un alto grado de humor negro.

– Realmente no quería saber.

Reírse habría sido una opción bastante viable tomando en cuenta la cara que tenía puesta, pero prefirió mejor mantenerse en silencio, aguantando un poco la respiración mientras veía como sus manos de artista rozaban de manera vacilante las únicas prendas que se había permitido comprar para el nacimiento de su hijo. Ganas y dinero no le faltaban, pero encontraba inútil comprar algo que jamás le vería utilizar, por lo tanto casi todo en su totalidad era ropa para recién nacidos – así como algunos conjuntos algo más grandes que Sasuke podría ponerle en lo que le compraba más ropa – Trajes muy suaves y pequeños que deseaba llenar con un inmenso anhelo que no hacía más que incrementarse cada día; Al fondo también habían un par cosas básicas e importantes que necesitaría – como pañales, toallas y hasta un pequeño cepillo, ya que algo le decía que tendría bastante pelo – pero Deidara prefirió enfocarse en la ropa para no perder la serenidad.

El Uchiha le escuchó maldecir por lo bajo y ladeó la cabeza con curiosidad.

– ¿Que?

– Tienes pésimo gusto, Uchiha – Le informó en una postura que, aunque no del todo relajada, era lo suficientemente cómoda como para bromear al respecto, haciendo bastante feliz a su acompañante por el esfuerzo aún si no lo demostró.

– ¿Tan malo es?

– Terrible, diría yo. Aquí hay tanto negro que va a ser imposible saber si el mocoso está llegando o se está yendo.

Era una broma algo exagerada ya que ciertamente habían algunos tonos coloridos, pero la mayoría eran algo oscuros, casi opacos. Monótonos era la palabra adecuada, e Itachi pareció estar de acuerdo cuando rió brevemente con cierta incomodidad.

– No había mucho que pudiera escoger.

– No me expliques nada, es tu problema a fin de cuentas – Empujó nuevamente la caja en su sitio, alejándose de ella con una extraña sensación de vacío que logró mantener oculta lo suficiente como para verse entretenido al estrellarle en el pecho lo que cargaba en la mano – Aunque... – Abrió el puño para que Itachi pudiera atrapar entre sus dedos lo que le había pasado: Era uno de los conjuntos, casualmente el último que había comprado; Sonrió apenas – Este no está tan terrible.

Aún si Deidara salió de esa habitación sintiendo que quizás no había sido tan empático cómo podría haberlo hecho, el Uchiha sencillamente no fue capaz de pensar en eso, estando demasiado ocupado pensando en el hecho de que, aún si fue en una pequeña escala, finalmente habían compartido un momento íntimo de esa índole como secretamente había querido.

Quizás el destino ya estaba cansado de decirle que era buen momento para dejar de ser tan conforme, pero sintiendo pequeñas alegrías como esas de vez en cuando, Itachi Uchiha simplemente no encontraba un buen motivo para dejar de hacerlo; Era una persona bastante conmovible aún si no lo pareciera al principio, también bastante empeñoso, y cuando experimentaba sentimientos tan positivos al mismo tiempo esas dos cualidades se juntaban para lograr cosas maravillosas. Deidara pudo certificarlo el día después cuando, haciendo unos estiramientos para no lesionar sus músculos, su nuevo compañero de práctica llegó a él con algo entre sus manos.

– ¿Debo suponer que es para mí o me estoy atribuyendo demasiado? – Sus ojos azules cayendo en el práctico envoltorio con interés, apenas captando lo divertido de su expresión.

– Para nada – Se lo extendió con una seguridad tan sosegada que le fué imposible no sentir curiosidad, tomándolo entre sus manos para poder abrirlo y ver en su interior.

Adentro había algo que conocía bien: Arcilla, solo que esa se encontraba moldeada de una forma tan distintiva que fue necesario sacarla para ver mas detalladamente la escultura. Una vez que pudo hacerlo, incluso sus labios terminaron separandose de la impresión.

– Es un gato – Reconoció en lo que ampliaba aún más sus ojos, e Itachi asintió sin borrar un apice de su pequeña sonrisa.

– Si.

– Y no parece que estuviera agonizando... – Hablaba con tanta impresión y entusiasmo que perfectamente podría estar hablando de un objeto cuya utilidad podía erradicar el hambre en el mundo, y por la forma en la que el celeste de sus ojos se iluminaba por la emoción, bien que podía ser el caso – Mierda, este debe ser el puto milagro de este año, Itachi Uchiha haciendo una escultura que no parece un engendro salido del infierno – No paraba de mirar su regalo, moviendolo de un lado a otro para analizar cada ángulo existente – Lo único que podría superarlo sería que Orochimaru se evangelice o en su defecto maten a Obito.

– Te ha gustado entonces – Indiferentemente de su humildad, había en su tono un breve atisbo de ese orgullo que siempre se genera al recibir un halago por algo que cuesta trabajo; Se había tardado casi toda la noche, pero ser testigo de su felicidad era suficiente para compensarlo.

– ¿Me estás jodiendo? Es magnífico... – Frunció entonces la boca cuando sintió que estaba a punto de perder la compostura, debiendo respirar un poco para que el entusiasmo no le ahogase las palabras; Carraspeó un poco – Gracias.

Optando por ahorrarle el lapsus de vacilación que siempre tenía cuando el momento era demasiado cargado, el Uchiha se acercó para abrazarle lo mejor que se lo permitió la barriga. Era una suerte que ambos parecían encontrar chistoso el asunto, y a pesar de que al artista se le había ocurrido un chiste muy bueno al respecto, le desenfocó el beso en su coronilla y los nudillos acariciando un costado de su cuello.

– Deidara.

– ¿Mmm? – A gusto con el gesto y las caricias, miró apenas a un Uchiha cuyo gesto se hizo infinitamente más suave.

– Feliz navidad.

"... Oh" Apenas podía creer que había pasado tanto tiempo desde que abandonó la base de Akatsuki, teniendo la oportunidad de tener tranquilidad y de paso darse el lujo de celebrar festividades que antes no hubiera podido disfrutar, al menos, si le hubiera tomado importancia, ya que al haber nacido en un entorno mayormente solitario, días como aquellos solían pasar por inadvertidos en su estancia en Iwa, mucho más en Akatsuki. Lo normal era que tuvieran suerte si sabían en que mes del año estaban, pero ahora que estaba en una posición diferente no desaprovecharía la oportunidad de disfrutar el momento.

No obstante, lo primero era salir de lo que habían venido a hacer ese día, y eso era continuar con sus entrenamientos, aunque la cosa no resultó tan novedosa cómo pensó que sería.

Habiendo llegado al consenso de que no se excederían con el Kinjutsu por temas de salud, su principal enfoque fue retomar las prácticas que había hecho con Ren solamente que teniendo más precaución; Con la ayuda del Sharingan y una mano ocasional cuando algo se le hacía más difícil de la cuenta, Deidara pudo sincronizarse casi a la perfección con el funcionamiento de su técnica, tal vez no al grado de dejar de absorberle energía a Itachi pero si lo suficiente como para no hacerle un daño excesivo. Aquello en otro momento podria haberle decepcionado, pero tenía la convicción de que en un año o dos sería capaz de manejar la absorción de energía a su antojo y así tener una vida tranquila.

La perspectiva indudablemente le llenaba de ilusión, y contaba con la seguridad de que aún si su amante no contaba con la información necesaria, sus dos médicos si lo hacían.

– No te sabría decir si el Kinjutsu podría evolucionar de nuevo – Decía Kaiyah en lo que daban un paseo por los alrededores – Lo único que te podría recomendar es que te evalúes cada cierto tiempo para saber si hay algún cambio.

– ¿Que clase de evaluaciones? – Estaba más curioso que otra cosa ya que nunca antes se había acobardado por algún examen médico, y aquella no sería la excepción.

– Bueno, cada ninja sabe de antemano que técnicas puede o no utilizar de acuerdo a sus capacidades, de modo que una o dos veces al año podrías intentar hacer cosas que sabes que no puedes hacer.

– ¿Como jutsus de viento o rayo? – Intentó suponer, ganándose un enérgico asentimiento como siempre pasaba cada vez que le prestaba total atención.

– También podrías agregar invocaciones o habilidades singulares para ver si en ese tiempo lograste evolucionar otro poco – Continúo explicando en su aire más profesional – Y si no obtienes nada eso significa que el Kinjutsu no ha cambiado.

– Ojalá – Suspiró con desgana, flexionando distraídamente una rodilla después de la otra ya que tendían a fastidiarle cuando caminaba por un largo rato – Al menos con eso ya se cómo lidiar.

– Exactamente, solo no olvides como debes hacer las cosas de ahora en adelante. Una vez que logres controlar la absorción de energía puedes dejarla activa en tu vida diaria si así quieres, así podrías tener reservas de chakra extra cuando tengas alguna batalla. Eso sí – Giró la cabeza para verle con seriedad – En el momento que decidas reiniciar tu vida sexual deberás detenerla cada vez que vayas a hacerlo, así la técnica no podrá absorber los genes.

– ¿Y la energía?

– No importará, a fin de cuentas ya no estarás obligado a estar en un solo lugar y podrás gastarla rápido para que no se acumulé, y aún si lo hace no será nada más que una bomba que podrás utilizar cuando quieras. Aquí lo único que representa un peligro para tí son los genes, así que nunca bajes la guardia en cuanto a ellos – Tras asegurarse de que su paciente estrella había entendido el asunto a la perfección, le frotó un costado del brazo con amabilidad – De todas formas trata de no martirizarte tanto, tu ritmo de absorción siempre ha sido lento así que aún si pasas mucho tiempo con una persona en específico tardarías un largo rato en tener otro embarazo, o en causarle algún daño.

"A menos que esa persona esté en un pésimo estado de salud" Se guardó el comentario solamente porque el recuerdo de lo mucho que le había herido sin querer le seguía resultando amargo, apenas sintiendose menos culpable cuando su esfuerzo por detener la técnica logró que Itachi no tuviera que utilizar tan seguido el bloqueo como antes, pudiendo entonces darle un descanso a sus ojos y también consiguiendo preservar un poco más de su propia salud.

La disminución de sus problemas les hizo disfrutar aún más su estadía en su nueva casa, aunque también era cierto que sus propios líos personales a veces tendían a empañar las cosas.

Las apariciones esporádicas de Sasuke lograban inevitablemente afectar el ánimo de Itachi, de manera que en esos momentos cuando le veía excesivamente pensativo, Deidara se tomaba un segundo para actuar como un apoyo depende a lo que él necesitase, aún si eso comprometía su orgullo; Habían días en los que simplemente le dejaba a solas para que así pudiera darse un tiempo con sus propios pensamientos, otras veces le sacaba plática pues veía en sus ojos que lo único que quería era distraerse, y en algunas ocasiones cuando ni siquiera el propio Itachi tenía cabeza para pensar en que necesitaba para sentirse mejor, su acompañante simplemente se sentaba a su lado y recostaba la cabeza en su hombro, ofreciéndole una silenciosa compañía que lograba apaciguar sus inquietudes.

Por ejemplo, la última vez que le vió intentando disimular el hecho de que andaba algo decaído, Deidara recordó que aún no terminaba el mes de diciembre, por lo que observando de reojo el hermoso gato que había recibido como regalo, tomó la decisión de devolverle el gesto a su manera.

Sería algo tarde para cuando el Uchiha volviera a su hogar luego de hacer la inspección usual a su enorme lista de tareas, – entre Sasuke, Madara, Obito y Akatsuki las responsabilidades le parecían eternas – estaba molido, y sin embargo su corazón se agitó en su pecho cuando, al entrar a la sala, encontró en la esquina una escultura algo pequeña, apenas debía medir unos veinticinco centímetros, pero estaba perfectamente fabricada, con cada pequeño objeto en ella creando un bonito árbol de navidad en miniatura.

No había ninguna tarjeta y de todas formas no le molestó que así fuera, el detalle era tan sencillamente perfecto que casi podía escuchar su voz murmurandole un"Feliz navidad, Satanás", y eso fue suficiente para alegrar su día de una manera impresionante.

Por otra parte, y así como él, Deidara también tenía sus momentos de baja autoestima de vez en cuando, aunque por lo general eran más fáciles de sobrellevar que los suyos. Eso principalmente porque sus únicos momentos de ansiedad que no tenían relación con el embarazo tendían a tratarse de su guerrero interior pidiendo algo de acción, de manera que para solucionarlo el Uchiha le ofrecía entrenar juntos, o a veces recorrían largos caminos que terminaban por agotarle lo suficiente como para sentir que el día no había sido – en ese sentido – un desperdicio.

– Eso estuvo épico – Deidara aún no salía de su felicidad por haber logrado hacer ese día uno de sus antiguos movimientos sin perder la espalda en el proceso, y aunque ya eran varias las veces que lo mencionaba, Itachi le seguía felicitando como si fuera la primera vez.

– Lo hiciste muy bien.

– Y que lo digas – Sonrió ampliamente, dejando de lado su parloteo por unos segundos para ver lo que el otro estaba haciendo – ¿Cuál es el reto de hoy?

– Dibujo – Respondió él sin despegar un ojo de su obra en progreso.

El artista le observó en lo que reprimia un gesto que evidenciara su ternura, pues ver a ese Uchiha concentrado en algo tan sencillo como dibujar le resultaba bastante adorable, en especial cuando le ponía tanto empeño al punto de quedarse prácticamente ensimismado.

Aún así, y como normalmente solía hacer, por mucho que Itachi estuviese ocupado siempre tenía un poco de su atención puesta en él, consiguiendo que apenas Deidara se le acercó por un costado, él le envolviera con el brazo que no estaba utilizando, permitiéndole pegarse cómodamente a su cuerpo y de paso tener una mejor visión de lo que estaba haciendo.

Al visualizar la hoja con más claridad, sus cejas se levantaron de inmediato.

– ¿Soy yo?

Sobre el papel estaba dibujada una pequeña pero simpática silueta de cabello largo encima de un búho de arcilla. El estilo de Itachi al momento de dibujar era bastante limpio, con muchos de esos pequeños detalles que parecían sencillos cuando lo cierto es que estando en conjunto formaban una estructura de lo más elaborada, y entre eso se encontraba aquella figura que, estando encima del ave, mostraba unos rasgos impresionantes y distintivos; A él no solía importarle mucho el cómo lo vieran los demás, pero debía reconocer que la forma en que le había retratado le hizo ver atractivo de manera surrealista. Con su largos mechones rubios ondeando al viento y los ojos fijos a un horizonte que seguramente representaba su libertad.

– ¿Que te parece?

– Está impresionante – Tuvo que reconocer, aguantando las ganas de pasar un dedo por la hoja para no arruinar la imagen – Aunque...

– ¿Aunque...? – Reitero él, observándole con cierta duda mientras le veía hacer un gesto de curiosidad.

– Es raro que no estés ahí también.

Itachi miró el dibujo unos segundos antes de menear suavemente la cabeza.

– No tendría mucho sentido que lo hiciera.

– ¿Por qué? A fin de cuentas el chiste de esto es que seas creativo y coloques lo que quieras – A pesar de que su intención era sonar despreocupado y motivarle, lo único que consiguió fue que torciera la boca.

– Estaría difícil hacerlo en este cuadro.

Debatirle hubiese sido más fácil de no haber podido comprender su punto, pero si lo hacía. En aquel dibujo estaba plasmado todo lo que se suponía que él mismo había soñado para su futuro, y entendía mejor que nadie que la presencia de Itachi y su libertad tristemente no iban de la mano.

– Es probable – Cabeceó como si lo considerase, dándole parte de la razón sin perder la chispa de altanería – Pero si mal no recuerdo fui yo quién dijo que hay cosas que se hacen solo por el gusto de hacerlas. Así que ¿Por qué no?

– Hay muchas razones por las cuales no debería.

– Pero te aseguro que hay al menos una que dice lo contrario.

– Mucho más de una – Murmuró con la mejilla sutilmente recostada sobre el costado de su cabeza.

– Con una es más que suficiente – Tras haber cerrado los ojos por unos segundos mientras le embargaba el acostumbrado confort que venía por su cercanía, tomó de nuevo el lápiz que había soltado y se lo extendió – Ahora deberías continuar con lo que estabas haciendo.

Más allá de tomarlo, le rodeó la muñeca con los dedos antes de presionar suavemente sus labios sobre su frente, luego entre sus cejas, dejando impreso en su piel un sendero descendente de besos que se detuvo un segundo antes de llegar a su boca.

– Más tarde.

Deidara sonrió a medias porque sabia identificar el ligero capricho que escondía la neutralidad de su tono, accediendo a cumplirselo mientras le besaba. Normalmente no solía pensar en esos momentos, pero su mente no paraba de darle vueltas al hecho de que, aún sí existían muchas razones que les instaban a separarse, también habían otras que casi les rogaban para que se quedasen de esa manera para siempre, amaneciendo uno al lado del otro e intentando hacer como si todo el universo fuese inexistente, completamente insignificante en comparación a la cabaña cuyas paredes protegían la fragilidad de un vínculo que amenazaba con romperse a la primera intervención del mundo exterior. Tal vez era por eso que nunca se alejaban mucho, su casa era como su lugar seguro, el único espacio que les permitía dejar atrás los problemas al mismo tiempo que les resguardaba de todas aquellas cosas que podían separarlos.

Itachi continuó explorando diversos pasatiempos a lo largo de su estadía, descubriendo al final que no le gustaba mucho el dibujo a pesar de que se le daba bien, mientras que podía pasar horas al lado de Deidara intentando moldear algo tan sencillo como unos dangos en arcilla y no se aburriría por mucho que se le diera fatal. Tampoco tenía talento para la escritura, su habla era envidiable pero no poseía la habilidad de plasmar de forma coherente sus ideas en el papel, e irónicamente Deidara tampoco. Eran tan desastrosos a la hora de redactar un simple párrafo que la única razón por la cual siguieron haciéndolo fue para ver quién lo hacía peor, burlándose mutuamente en el proceso para luego terminar retozando después de alguna guerra infantil.

Itachi no se sentía más joven, se sentía vivo. Como si estuviera viviendo el más imposible y hermoso de los sueños.

– ¿Que hiciste después de abandonar tu aldea?

Sentado en la cama, Deidara había estado doblando la ropa que Itachi luego organizaba en su lugar, por lo que la pregunta le resultó inesperada.

– Pensé que Pain y Obito tenían toda la información sobre mi pasado.

– No toda, solo lo más importante – Hablaba con tranquilidad mientras iba guardando las prendas – Tus habilidades eran lo primordial, pero los registros de tu trayectoria criminal no son muy detallados.

– Bueno, tampoco habría mucho que detallar de todas formas – Rodó los ojos con cierta acidez – Al principio me la pasé solo porque quería enfocarme en practicar con la técnica, luego de eso es que comencé a unirme a algunos grupos terroristas.

– No durabas mucho en ellos – Acotó el Uchiha con un gesto serio, aunque el otro chico apenas se mostró afectado.

– No se me daba el sedentarismo en esa época, tampoco el obedecer a alguien por más de dos meses. Incluso en los grupos donde se supone que no hay líderes siempre hay alguien que quiere tomar el mando de las cosas, a esa gente por lo general le gusta molestar, y a mí me gustaba molestarlos a ellos – Añadió graciosamente, recordando la infinidad de bromas que llegó a hacer en esa época – Terminaba largandome después de eso, pasaba solo una temporada y luego me unia al siguiente grupo que llamaba mi atención.

– ¿Nunca pensaste en unirte a Akatsuki?

– Para serte sincero no había oído del grupo hasta que ustedes aparecieron, supongo que es porque en aquellos tiempos aún no se daban a conocer cómo ahora.

– Nos conocían en ciertas zonas – Itachi asintió un poco con su cabeza en lo que cerraba uno de los cajones recién acomodados – Pero no en las suficientes como para llamar la atención de las aldeas más grandes.

– Fue una buena estrategia, nunca los vi venir – Lo que antes hubiera sido un ácido comentario terminó siendo apenas un casual reconocimiento, y eso ya era bastante para venir de él – De todas formas no creo que me fuese unido de haberlo sabido.

– ¿Por qué?

– Akatsuki siempre se ha presentado con un objetivo claro, y por lo general eso es prueba de que hay mucho compromiso.

– ¿No te agrada el compromiso? – Aquella pregunta, así como el imperceptible tono de jugueteo que guardaba en si misma, le hizo poner los ojos en blanco mientras sonreía.

– No me agrada cuando me fuerzan a dar la vida por un compromiso que no me incumbe. Nunca me interesó la paz que buscaba Pain, por mi el mundo ninja puede derrumbarse si quiere.

– Moririas si eso pasa.

– Siempre que muera libre no hay problema – Se desentendió él con total despreocupación – Lo hubiera preferido en vez de pertenecer a Akatsuki, el horario de trabajo era terrible y las misiones aún más.

– ¿Que tenían las misiones? – Frunció sutilmente las cejas con extrañeza puesto que la mayor complejidad de Akatsuki radicaba en la cacería de los demonios, mientras que el resto de las misiones solían ser de reconocimiento o para buscar fondos, aunque Kakazu solía encargarse de eso último por su cuenta.

El artista se vió apático de pronto.

– No puedo hablar por ti, pero yo no me escapé de mi aldea para terminar volviendo. Teniendo en cuenta mi posición, ir así sea de visita iba a terminar en desastre y no estuve equivocado.

– No tenía conocimiento de que regresaste a la aldea de la roca – Dijo honestamente, consiguiendo que Deidara torciera la boca con amargura.

– La mayoría no lo sabe porque a diferencia de tí, regresar a la aldea no era el plan original. Se suponía que buscaríamos unos pergaminos y luego regresariamos, pero Sasori y yo tuvimos que desviarnos y terminamos cerca de unas aldeas dentro del territorio.

– No suena a una mala experiencia.

– Lo es si a eso le agregas que hizo acto de presencia mi antiguo maestro – Aún si resopló con fastidio, aquel alegato hizo al Uchiha mirarle con los ojos algo más abiertos – Por si te lo preguntas: Si, obviamente intentó aniquilarme. Aunque me da la impresión de que no le puso demasiado empeño.

– Quizás tenía la esperanza de que volvieras – Se había esperado esa respuesta de su parte, y lo curioso es que no creía que estuviera del todo equivocado.

Suspiró con pesadez.

– Tal vez...

Hacía mucho tiempo que Deidara no rememoraba aquel encuentro que tuvo con el tercer Tsuchikage en la misma tierra que le vio nacer, había sucedido cuando todavía tenía dieciséis años, apenas unos pocos días antes de su primera charla con su acompañante nocturno de azoteas. Por aquella época la única persona con la que podía tener largas conversaciones era Sasori, y ya fuese por ello, la acostumbrada soledad o la curiosa nostalgia que le daba estar de regreso en Iwagakure, terminó dándose la vuelta cuando escuchó a ese viejo hablarle.

– ¿Hasta donde piensas llegar, muchacho? – Estaba suspendido a un par de metros y le pareció hilarante que le sacara plática cuando hace menos de un segundo había intentado matarle, pero se encontró respondiendo igualmente.

– Hasta donde pueda y quiera, supongo.

– ¿Y esa es tu idea? ¿Vivir como un criminal el resto de tu vida?

– Me resulta una opción más atractiva que quedarme aplastado en tu aldea y ser un mediocre hasta que tu consejo de ancianos lo decida.

– Sabes que eso no es cierto, de haberte esperado podrías haber aprendido la técnica en un par de años más. El único motivo por el cual la robaste es porque eres un mocoso terco y cabezón – Era notoria la forma en la que apretaba sus puños a los costados, como si estuviera aguantando las ganas de arrojarle algo a la cabeza como solía hacerlo durante su niñez – Nunca aprendiste a escuchar y ahora mira nada más el problema en el que estás metido – Apuntó con su dedo a la capa negra con nubes rojas – Akatsuki no es nada como lo que hayas visto antes, si tienes suerte puede que sobrevivas, pero tus probabilidades de morir siempre serán muy altas.

Más allá de tomarse la advertencia con seriedad, el joven Deidara solo le rodó los ojos.

– Esas posibilidades siempre serán iguales ya sea que esté o no en Akatsuki, a fin de cuentas soy un criminal gracias a que tú me reportaste como tal.

– Reportarte era lo menos que te merecías después de destruir mi aldea, tuviste suerte de que Kurotsuchi me convenciera de no asesinarte en ese momento – Su rostro envejecido estaba contraído por la molestia, y aun así en medio de aquella ira frustrada existía un ligero vestigio de decepción – Tenias un buen futuro por delante y lo echaste a la basura por tu arrogancia, ahora jamás tendrás un sitio al cual volver, serás repudiado a dónde sea que vayas y ese arte que tanto aprecias solo causará muertes. Nadie más que tú podrá apreciarlo, y solo tú deberás sufrir por ello. Espero que eso fuese lo que estuvieras buscando, porque será lo único que tendrás por el resto de tu vida.

– No me importa – Había girado el rostro a un lado con terquedad, pero no negaba que algo de sus palabras logró removerle – Tomé mi decisión y estoy bien con eso.

– Eso espero – Espetó para después suspirar profundamente – No te diré que de arrepentirte podrías volver...

– Porque sabes que no puedo volver – Le cortó él con un gruñido, aunque el tercer Tsuchikage solo negó.

– Porque sé que no te arrepentirias.

– Pues si, ¿Por qué perdería mi tiempo intentando lo opuesto? ¿Para pasar años encerrado hasta que les dé la gana de sacarme? ¿Para volver a pisar tu casa y fingir que no soy un intruso en medio de tu patética familia? Tal vez no tenga lugar aquí, pero tampoco lo tengo allá. Al menos de este lado no estoy sujeto a las hipocresías de tu gobierno.

El anciano solo exhaló con fuerza, aparentemente decidido a ignorar una vez más la crueldad de aquellas críticas.

– Podrías haber sido grande.

– Seré mucho más que eso – Alzó el mentón, procurando verle directo a los ojos en lo que esperaba que fuese la última vez – Y no necesitaré de tu aldea para lograrlo. De todas maneras mi futuro es mi asunto, y el de ustedes no es algo que me interese ahora. Tienes más discípulos que de seguro harán lo que les pidas, así que enfócate en ellos y deja que yo haga las cosas a mi manera.

– Nunca será igual y lo sabes, Deidara – Se vio muy serio a la vez que increíblemente cansado – Ustedes tres eran los únicos que valian la pena.

Negado a tomar más de la cuenta sus palabras, el artista echó los ojos a un lado antes de aparecer un ave de arcilla para saltar sobre ella.

– Una pena entonces – Dijo simplemente – Te tocará entrenar a otro para que te reemplace, o al menos gasta algo de tu valioso tiempo en Kurotsuchi, no es del todo un fracaso a fin de cuentas – Determinado a no alargar la conversación más de la cuenta, el Akatsuki remontó vuelo un par de metros para darse la vuelta y fijar el rumbo a donde su compañero le esperaba, encogiéndose de hombros con apatía aún si su siguiente comentario no fue del todo una burla – De seguro lo hará bien.

Su ave alcanzó la altura medianamente necesaria para poder irse, con sus aleteos siendo lo suficientemente suaves como para que Deidara pudiera escuchar el último murmullo de su maestro a sus espaldas.

– Tú lo hubieras hecho mejor.

Algo parecido a punzada le atravesó el pecho, reaccionando a tiempo solo para ver cómo la figura del anciano se alejaba volando a la distancia. Deidara se le quedó viendo hasta que desapareció junto a la última oportunidad de regresar a su ciudad natal, aceptando finalmente la siguiente etapa de su vida mientras el último resquicio de su infancia moría dolorosamente junto al único vínculo que había llegado a formar.

Fue una transición algo difícil, al menos lo suficiente como para mantenerlo callado el resto del camino y de paso quitarle las ganas de sentarse en esa azotea el día después de su solitario cumpleaños, no sabiendo que esa simple acción desencadenaria toda una serie de eventos espectaculares.

Tras abandonar el recuerdo de aquellos acontecimientos, Deidara alzó la cabeza para ver a un Itachi quien lucía intrigado.

– ¿Te entrenaban para ser el siguiente Tsuchikage?

– ¿Brutal, no? – Inquirió con socarronería – No era un entrenamiento oficial, no realmente, apenas se podía decir que era un candidato así como su nieta, pero nada  era seguro – Algo abrumado por el fantasma de su versión preadolescente a la cual todos habían considerado prometedora y desagradablemente correcta, chasqueó la lengua – Da igual, no habría aceptado aunque me lo hubiesen propuesto mil veces – Entonces el Uchiha le arqueó una ceja y él hizo lo mismo – ¿Me veo como alguien que podría dirigir una aldea?

– No – Contestó con simpleza – Sería demasiado tranquilo, una guerra te vendría mejor.

– Oh, no me incites... – Abrió los brazos y se dejó caer hacia atrás, reposando la espalda sobre la suavidad del colchón en lo que uno de sus dedos le daba un toquecito frustrado a esa enorme barriga  – Que a este paso tan lento podría salir y quitarle el puesto a Uchiha Madara en esto del apocalipsis.

– Pudiste haber participado – Le hizo notar, terminando oficialmente sus quehaceres para poder tomar asiento a su lado.

– Tal vez... – Accedió con calma, sintiendo como le embargaba un pesado cansancio que le hizo reprimir un bostezo – No diré que esto es más divertido, pero tiene sus ventajas.

– ¿Como cuales?

– Mmmm... – Se estiró un poco de manera perezosa, quedándose quieto ante el descubrimiento de la posición perfecta para tomar una pequeña siesta ahora que su monstruo andaba tranquilo; Solo con eso encontró una respuesta más que válida – Esta cama es más cómoda.

Itachi soltaría entonces una breve risita para después estirarse y arroparlo con una manta hasta la mitad del cuerpo, ya que de subirla más le terminaría dando calor a la media hora; Aunque la idea acompañarlo se le hacía tentadora, escogió no hacerlo porque quería terminar de organizar un poco más la casa, así como algunos desastres que había hecho el cuervo en la cocina. Le resultaba algo atareado pero no se permitió inquietarse por ello, pues a fin de cuentas tendría muchas más oportunidades para ocupar ese espacio a su lado.

El tiempo para ellos se terminó transformando en algo variante, a veces haciendo eternos los días y otras pasándolos de manera fugaz. Quizás podrían haber tenido algunas quejas al respecto, pero se la pasaban tan ensimismados en el otro que restarle importancia al pasar de los días se les hizo demasiado sencillo.

– No estés enojado... – Itachi le hablaba en un tono conciliador mientras guardaba una distancia que consideraba prudente, no logrando ningún efecto en su acompañante quien acrecentó su cara de mal genio.

– Es fácil para tí decirlo.

Su molestia básicamente se debía a que Deidara ya no podía dormir en las tardes porque su monstruo daba sus estiramientos a esa hora, pero por alguna razón ese día había decidido no hacerlos, quedándose profundamente dormido con la cabeza reposando sobre su piel y dándole la oportunidad a Deidara de hacer lo mismo; El detalle desastroso en ese caso había radicado en que el vínculo con el chakra Uchiha ya se estaba enlazando en su pequeño cerebro, por lo que Itachi no tenía ni dos segundos de haber atravesado la puerta de entrada cuando la habilidad sensorial alertó al pequeño, despertandole en el acto junto a un Deidara cuya impotencia no podía ser más grande.

Los ojos azules le miraron entrecerrados por el rencor.

– ¿Sabes cuál fue tu error?

– Existir, al parecer – No había buscado ofenderle con el comentario, pero lo logró igualmente. Y de una manera impresionante, además – No quería decir...

– Vete a la mierda.

Para cargar con tantos kilos extra, al Uchiha le seguía impresionando la velocidad con la que podía entrar en su habitación después de azotar la puerta.

El del Sharingan cerró los ojos unos segundos para después suspirar profundamente, no pudiendo evitar el pensamiento de que si no hubiera olvidado parte del dinero de las compras no habría llegado tan temprano y su recibimiento podría haber sido menos caótico.

En casos como esos el diálogo sorprendentemente no era la solución, sobretodo desde que había descubierto que su tono filosófico tendia a irritar a su compañero cuando andaba de mal humor. Podría haberlo intentado de todas maneras, pero enfurecerlo cuando estaba así de volátil solo conseguía que buscase apoyo en la montaña surrealista de almohadas que se había traído, e Itachi estaba seguro de que ese día no deseaba dormir afuera. Lo había tenido difícil esa semana siguiendo la trayectoria de su rebelde hermano menor, por lo que si quería tener una noche de sueño tranquila junto a Deidara debía apelar a un táctica que por lo general no fallaba.

– Deidara... – Dió unos toques suaves a la puerta, escuchando un gruñido casi rabioso de fondo.

– ¿Que quieres ahora?

– ¿Podrías abrir la puerta, por favor?

No había seguro en la tierra que pudiese detener a alguno de esos dos de entrar a algún sitio si así lo querían, e irónicamente esa puerta no se encontraba trabada de ninguna forma, pero él sabía de antemano que pedir su permiso a pesar de ello siempre conseguía bajar un poco sus defensas.

Apenas Deidara asomó su vibra malhumorada y ofendida por una pequeña abertura, Itachi se coló de forma hábil por un costado hasta que pudo pasar, extendiéndole en silencio los brazos antes de que pudiera seguir reclamándole; Tras meses de convivencia a su lado, una de las cosas más útiles que había aprendido consistía en reconocer la naturaleza de sus estallidos de ira, y aquellos que tenían como base la impotencia la mayoría de veces se reducían con algo de cariño.

– No buscaba burlarme de ti – Comentaba con parsimonia en lo que una de sus manos se perdía en su cabello rubio para acariciar su cabeza.

– Ya lo sé, no hace falta que lo digas – Aunque le era bastante fácil el relajarse un poco estando acomodado de esa forma tan mimosa, seguía enfurruñado por demasiadas razones y no tenía ganas de disimularlo – Simplemente estoy molesto, es todo.

– Está bien si lo estás – Susurró airoso, casi con solemnidad.

– Si, pero es fastidioso.

– Y normal – Ni siquiera parecía preocupado en lo absoluto, representando el perfecto punto de calma en medio de la tormenta mientras le dibujaba figuras imaginarias en la espalda con la otra mano – Pasará pronto.

Lo sosegado de su tono, así como la tranquilidad que parecía querer colarse por debajo de su piel solo le hizo bufar.

– A veces no importa que tan rápido pasen los días, es como si fuese a estar así toda la maldita eternidad – Con su voz ahogándose un poco, Deidara se detuvo un segundo en lo que algo más quebradizo le apretaba la garganta – Maldición, yo solo quería dormir...

Inicialmente a Itachi le había frustrado el no poder hacer algo para hacerle sentir mejor – en especial en los días más duros – pero luego comprendió que a veces lo mejor que podía hacer por él era simplemente estar allí. Es por ello que se dedicaba a acariciar sus hombros y murmurar en su oído hasta que su frustración lograba menguar por completo, consiguiendo de paso la particular hazaña de no solo relajarlo a él, sino también a su propio bebé para que ambos pudieran descansar en paz.

Por su parte, Deidara podía decir que estaba considerablemente satisfecho con el ritmo de vida actual que llevaba, quedando sorprendido pero conforme al notar que ya no necesitaban utilizar el sexo como excusa si deseaban hacer algo más. Ahora sí deseaban explorar algo nuevo solo tenían que hacerlo, convirtiendo su estadía juntos en un cúmulo de experiencias que podían variar desde entrenamientos, riñas y teoría pesada a banalidades como leer un libro, corretear al cuervo, seguir buscándole un lugar al cienpiés o jugar una partida de ajedrez.

Era como tener el cielo, un pedacito del universo solamente dispuesto para ellos y sus más profundos deseos.

– No es necesario que vayas – Itachi seguía sosteniendo su mano en un gesto sutil para que reconsiderase la idea, pero Deidara sacudió la cabeza de inmediato.

– Un trato es un trato y yo soy un hombre de palabra.

En su último juego de cartas habían tomado la simpática decisión de que el perdedor saldría a comprar otro sofá como castigo, ya que el anterior había fallecido cristianamente hace algunos días. A lo mejor fuese por la cantidad de jaleo que había tenido que soportar – principalmente en las dos primeras semanas que habían compartido por la cuestión de los genes – pero cuando un semi recostado Deidara había tirado con fuerza del brazo a un Uchiha para que cayese junto a él, éste apenas se había sentado cuando un crujido les sobresaltó de pronto, seguido de ellos hundiéndose en su sitio junto a la madera rota del inmueble; El artista se mantuvo quieto por unos segundos, primero sintiendo algo de ternura al ver como la primera reacción de Itachi había sido rodearle con los brazos, luego se empezó a reír, estando tan entretenido que su acompañante no pudo resistir el reírse también.

No había estado entre sus intenciones comprar el nuevo sofá pero siendo justos tampoco creyó que perdería la partida de cartas, y aunque no es que la idea le emocionara precisamente, sentía que no le vendría mal darse una vuelta por el pueblo.

– Volveré en un rato – Aseguró llegando a la puerta en compañía del Uchiha.

– Puedo acompañarte si quieres.

– No es necesario, es un recorrido relativamente rápido, aparte no cargaré nada, pagaré para que alguien lo lleve.

– ¿Darás está ubicación?

– Obvio no – Sus pies entraron en las sandalias ninja con facilidad ya que Itachi tendía a acomodarlas de forma que no tuviera que hacer mucho para calzarlas, cosa que apreciaba ya que tocar sus pies se estaba haciendo difícil cada día. A veces incluso se arrodillaba frente a él para terminar de ponerles el seguro y así economizarle la tarea de agacharse. Por supuesto, no siempre le dejaba hacerlo, pero teniendo en cuenta que planeaba caminar un buen rato optó por permitirse el capricho – Les daré la ubicación del consultorio de Kaiyah, de ahí me imagino que le dirá a Ren que lo traiga – Imaginaba que la noticia no le haría mucha gracia a su segundo médico, pero ya era hora de que hiciera algo útil aparte de evitar su muerte y fastidiarle la existencia.

Tras terminar de acomodar sus zapatos, Itachi se puso de pie y le rozó la mandíbula con los nudillos.

– Cuídate.

– ¿Esperarás aquí?

– Si.

– Puede que regrese con hambre – Había una malicia en su voz que solo podía describirse cómo divertida, y su compañero se lo tomó de la misma manera.

– Entonces esperaré con comida.

– Alegras mi día, Uchiha – Escuchandose tan burlonamente soñador que le hizo sonreír, apenas tomándose un segundo para robarle un rápido beso y luego embarcarse de lleno en su misión.

Escoger un nuevo sofá no fue en lo absoluto difícil ya que no era alguien muy indeciso, de modo que se limitó a escoger uno que se pareciera al otro, quizás un poco más grande por temas de comodidad; Últimamente necesitaba todo el espacio extra que pudiera tener para estar a gusto y no se privaría del lujo de tenerlo si estaba a su alcance.

Anotó en un papel la dirección del consultorio al que deberían llevarlo y luego se retrasó un poco viendo algunos locales que habían inaugurado en el lugar, aprovechando también para comprarse un bocadillo y tomar notas de los nuevos puestos que deseaba conocer con Itachi.

Se tardó apenas una hora más de lo que había calculado ya que también debió sentarse unos minutos a esperar que su monstruo dejase de patearle los órganos, pero a pesar de ello se encontró regresando a casa con buen ánimo.

– ¿Que pasa ahí? – Preguntó en voz alta al ver que su feliz retorno se veía obstruido por una inmensa multitud que no tenía pinta de querer dispersarse pronto.

– Reajuste de viviendas – Hizo el favor de contestarle un chico de su edad que también lucía enfadado por la multitud – Se incendió la aldea que está al este y ahora van a construir sus casa en este territorio.

– ¿Tardarán mucho en moverse? – Preguntó otro hombre tomando de la mano de una mujer, a lo que el primer chico se alzó de hombros.

– Son como ochocientas personas y están haciendo el inventario de los daños, para mí que tardarás tres horas o más.

– Fantástico – Su esperanza apagándose con un gruñido, ese era el camino más rápido a su casa, o al menos el único que habían utilizado hasta la fecha. Tenía la opción de esperar o intentar atravesar aquel mar de cabezas, pero con tanta agitación era probable que le terminasen empujando y él no andaba de ánimos para volar gente con explosiones, menos cuando sabía que tenía a un Itachi esperándolo con algo que definitivamente estaría sabroso.

Al gruñir su estómago, Deidara decidió que se desviaría unos cuantos kilómetros y luego retomaría el camino principal, la parte mala es que debia ser más discreto, pero la buena es que llegaría rápido a casa.

A paso tranquilo pero constante tomó el desvío por una zona boscosa que había visto de reojo alguna que otra vez, tomando especial precaución al mantener activa su habilidad sensorial para poder detectar si Madara u Obito se acercaban demasiado a su posición; Sabia de sobra que su entrenamiento había resultado bastante efectivo, por lo que tenía seguridad de sobra en su capacidad de controlar la energía del Kinjutsu, pudiendo incluso correr a ciegas por el bosque solamente con los rastros de chakra como guía. Es por ello que siguió su camino con confianza, y por lo mismo se quedó atónito cuando su interior se removió bruscamente al detectar aquella presencia apenas un milisegundo antes de que apareciera, estando demasiado cerca como para darle el tiempo de ocultarse.

Existió en él un momento de pasmo, no pudiendo entender que había hecho tan mal al punto de haber sido incapaz de predecir con tiempo la aparición de esa persona... no obstante, luego lo pensó mejor, y tras haberse tomado un breve momento para analizar a profundidad la sensación de escalofrío, se dió cuenta con inmensa sorpresa que nunca había sentido ese chakra antes. No era desagrado, vértigo ni mucho menos la cálida familiaridad, esta era una sensación amarga, casi vacía, rodeada por una pesada nostalgia que casi le orillaba al llanto.

A su espalda, una voz se escuchó gravemente intrigada.

– Tú eres...

Deidara apretó los ojos para darse lentamente la vuelta, y en el momento que lo hizo, supo con seguridad que no llegaría a tiempo para almorzar.

"Sasuke..."






Continuará...

Notas finales:

Antes que nada quiero recordarles que quien decidió que Sasuke lucharia contra Deidara fue papi Kishimoto, yo solo sigo la línea del canon xD 

Y pues bueno gente oficialmente se han acabado los capítulos soft, lo único que me queda es preguntarles lo siguiente ¿Habrá o no habrá pelea entre esos dos? Espero de todo corazón leer sus teorías porque esto ya se está poniendo interesante.  

¡Nos quedan pocos capítulos para el final, señores! Espero que estén preparados para ello.  

Ahora sí, vamos con lo último que faltaba:  

Aclaraciones:  

1_ En lo referente al sexo durante el embarazo, las páginas difieren bastante sobre cuáles son las posiciones que las parejas pueden usar, así que para no enredarme demasiado decidí descartar y seleccionar las que me parecieran más viables para ellos (Juntando la comodidad del embarazo, claro) La única que especifiqué fue en cucharita, pero leí por ahí que en cuatro la columna descansa así que aunque no sale, cuenten con que esa también la hicieron bastante.  

2_ Así como se suele decir que Kurotsuchi veía a Deidara cómo un hermano (Hay gente que dice que son familia y honestamente no se si está ya confirmado pero para mí eso no tiene ningún sentido, así que en mis historias esa gente no es familia), siempre he tenido el headcanon de que Onoki, más que un discípulo, le veía como un nieto, y que sus actitudes hacía él eran más por el rencor de saber que había tirado su vida por la borda. Esto debido a que en el anime, aunque ciertamente intentó darle unos buenos golpes en la guerra, también comentó algo así como que le impresionaba que alguien como Sasuke Uchiha pudiera vencerlo, lo que me convenció de que siempre tuvo bastante alta estima en él, solamente que estaba decepcionado.  

3_ Así como en Konoha se tuvo en consideración a Orochimaru, Fugaku y Minato para ser el cuarto Hokage, en Iwagakure se pensó en Kurotsuchi y Deidara para tomar el puesto de Tsuchikage.  

4_ Deidara ciertamente puede captar energías Uchiha, pero recuerden que al momento de captar una energía nueva suele tener menor rango de alcance, así como sucedió con Madara en el bosque ya que no lo sintió llegar, pero si lo hizo cuando estuvo considerablemente cerca de él. Pues bueno, con Sasuke fue igual.  

5_ La única explicación que tengo de lo anterior es que el proceso del Kinjutsu – aunque poderoso – es lento, así como lo dijo Kaiyah. De modo que necesita unos cuantos días de convivencia con el nuevo Uchiha para acostumbrarse a su energía y así poder detectarlo a tiempo. Un buen ejemplo de ello fue Obito, al principio no sentía nada con él, luego empezó a captar los sitios en los que iba a aparecer con el Kamui, y ya finalmente tuvo la capacidad para sentir a los lejos en que dirección está.  

6_ Estoy consciente de que la gente que sufre de anemia no se recupera tan rápido (Mi mamá es anémica y hace años que lucha con eso) Pero en este caso es más que nada porque a Deidara le sustenta su propia energía, la energía que le sigue pasando Itachi, así como la de Kaiyah y la Ren, básicamente todos colaboraron para darle un cóctel de chakra junto a la dieta balanceada, es por ello que se siente mejor en comparación al capitulo pasado. OJO, eso no quiere decir que no esté siguiendo su dieta, pues tendrá que seguir comiendo sano y variado hasta que finalice el embarazo.  

7_ Si se confundieron con eso de que actualmente están en diciembre NO SE PREOCUPEN, tengo todo fríamente calculado y en el siguiente capítulo se los voy a aclarar punto por punto. Solo les advierto que es mucho texto.  

¡Nos leemos pronto!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).