Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Inefable por Menma Lightwood-Uzumaki

[Reviews - 70]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Gente, quiero informar que este es oficialmente el último capítulo antes de que comience la primera fase de mi drama ultra HD 4K, así que gracias por la paciencia y disfruten de la breve tranquilidad xD

A Drey: Hola, pequeña uva ^_^


                             V
                      
Search for the answers I knew all along

       I lost myself, we all fall down

Never the wiser of what I've become

       Alone I stand a broken man.


"No tiene importancia" Se dijo Deidara dos días después de aquel evento con Sasori y su informante secreto no tan secreto. La razón por la cual había llegado a esa conclusión básicamente fue que siendo un miembro más de Akatsuki, encontraba lógico que el Uchiha hiciera lo posible para que el lugar no terminase hecho cenizas, pero para no generar un escándalo innecesario mejor meterle una mentira a su compañero para que llamase su atención, aparte de que así se ahorraba la molestia de gastar chakra innecesariamente, en especial en sus condiciones.

Desde que supo lo de su enfermedad Deidara había podido notar como parte de la neutralidad de Itachi sobre ciertos asuntos no era solo por su pacificismo, aunque ciertamente si tenía bastante que ver, puesto que debido a lo inestable que podía ser su salud intentaba no involucrarse en peleas o situaciones que le llevasen al límite tan seguido, de modo que usar su inteligencia para detenerle mediante su compañero había resultado una estrategia discreta, fácil y rápida.

Nada que no pudiera esperar de él, sinceramente.

Ya una vez logrado salir del modo pensativo en el que se había metido y sin más motivos para interrumpir el flujo de su creatividad artística, pudo seguir sin problemas con esa extraña convivencia que no dejaban de compartir. No estaba ofendido por su acción, la verdad no, no esperaba nada bueno de él por lo cual cosas de ese estilo realmente no le afectaban. Además, tampoco era tan obstinado como para ponerse de mala actitud por algo que sencillamente no le importaba; Una parte suya siempre tuvo claro que no le dejaría ir tan fácil, la misma que nunca dejaba de lado el hecho de que por más que convivieran juntos cada uno sobrevivía por su cuenta y a su manera, aún si a veces podía llegar a dudarlo.

Exceptuando por completo aquellos eventos, aquel vínculo inusual continuó progresando.

Ahora incluso se hablaban antes de llegar al último piso; Ese día, por ejemplo, dió la casualidad de que ambos iban subiendo para allá, por lo que siguiendo con su protocolo de cortesía solamente reservado para él, Itachi le hizo una breve inclinación de cabeza.

– Deidara.

– Lucifer – Respondió él, sonriendo en lo que hacía un gesto similar pero más dramático para agregarle un toque de su carisma.

Resultó. El Uchiha sonrió un poco, y mantuvo el mismo gesto mientras iban a su lugar asignado, con Deidara tomando siempre la delantera en lo que su acompañante le pisaba los talones con tranquilidad. Parecía que no, pero ese acto tan insignificante resumía muy bien la relación que tenían. Deidara siempre actuaba con prisas, ocupando la mayor parte del tiempo hablando y tomando la iniciativa para casi todo, mientras que Itachi siempre le seguía armoniosamente el ritmo, aunque no por ello disfrutaba menos la interacción.

Al subir al último piso, Deidara le echó un vistazo al ver que se le adelantaba para tomar asiento. Hace un par de semanas que el Uchiha no se movía del sitio en donde estaba, dejando finalmente de acercarse. Al principio no le había importado demasiado, comenzando con el hecho de que se dió cuenta unos días más tarde, ahora sin embargo sentía curiosidad de sus motivos. Había intentado caminar más cerca de él en estos días, comprobando que su cercanía no parecía afectarle de manera negativa, al contrario, hasta parecía sutilmente más cómodo por ello. Justamente por eso es que terminó llegando a la conclusión de que, más que haberse arrepentido de tomarse tantas libertades con respecto a la cercanía, quería que Deidara viera que podia hacer lo mismo.

"Si insiste..." Se encogió un poco y se acercó con su actitud confianzuda para sentarsele literalmente al lado, rozándole superficialmente el hombro al hacerlo.

No, definitivamente a Deidara no se le daba eso de hacer avances lentos. Si el chiste era que se acercase por su cuenta pues iba a hacerlo hasta el límite, nada de andarse con precaución o lentitud, eso se lo dejaba a él.

Viéndose entretenido, a Itachi le tembló sutilmente la mandíbula inferior, y Deidara lo notó.

– A lo mejor y muera – Le entrecerró los ojos – Pero el puñetazo va a doler.

– Lo tengo en cuenta – Sonaba serio, pero le costaba no sonreír cuando le veía tomar tanta confianza sin un apice de vacilación. No es que él se esforzase en verse como alguien malvado, pero las personas igualmente tendían a actuar como si lo hiciera, y aún si Deidara tenía exactamente la misma imagen suya que todo el mundo, parecía que eso no podía importarle menos.

– Y luego no es a propósito eso de tomarme el pelo... – Murmuró, viendo cómo una de sus comisuras tiraba hacia arriba; Echó los ojos a un lado – Mierda, solo hazlo antes de que me fastidies más aún.

La pequeña risa de boca cerrada que escuchó a su lado le hizo empeorar su gesto de mal humor.

– ¿Sabes? Resulta bastante curioso como alguien que siempre se las arregla para tener puesta la misma cara se le hace tan difícil no burlarse de mi.

– Esos casos son diferentes – Ya no reía, pero su porte y expresión eran de comodidad– Y no me burlo de tí.

– ¿En qué son diferentes? – Decidió preguntar en vez de pelear el hecho de que todos en ese lugar se burlaban de él, y dificultaba que ese Uchiha no lo hiciera.

– Que no sucede nada importante.

– Oh vamos, hemos presenciado un montón de cosas en las reuniones. No soporto a Hidan la mayoría del tiempo pero admito que el tipo puede ser divertido si se lo propone – Eso y que con Kakuzu por lo general protagonizaban una riñas de lo más divertidas, a veces mejoradas con la intervención de Zetsu o el mismo Kisame. Tal vez fueran asesinos, pero vaya que sabían montar espectáculos cuando andaban de buen humor – ¿Y dices que nada de eso llama tu atención?

– No, la verdad no.

– ¿Y yo sí? – Moviendo la cabeza casi como si sospechase de sus pensamientos, e Itachi quizás también lo hacía, porque se tardó poco más de un segundo antes de responder con una previsión curiosa.

– No utilizaria ese término en específico.

Por esta vez, sin embargo, Deidara captaba su punto. No podía decir que lo que sentía hacia su persona era algo tan básico como cuando algo o alguien llama tu atención, pero tampoco se sentía correcto decir que era algo más profundo que eso. Resultaba una disyuntiva rara que ambos casualmente compartían sin tener que comentar nada al respecto, pero como Itachi ya lo había hecho, se permitió agregar un:

– Si, yo tampoco.

El Uchiha le miró de reojo pero no dijo nada.

Reinó el silencio habitual por aproximadamente una media hora, y pudo continuar de esa manera de no ser porque el golpe que le había propiciado Kakuzu en la espalda durante un entrenamiento particularmente rudo comenzó a remitirle, punzando cada vez más fuerte. En busca de un poco más de comodidad, Deidara se dejó caer hacia atrás, reposando la columna en el frío asfalto. El dolor no menguo, pero al menos estaba más cómodo.

Desde su altura, el azabache le alzó una ceja con extrañeza.

Él sonrió a medias.

– Busco un buen angulo – No iba a admitir ninguna debilidad, por lo que mentir fue una mejor opción – El cielo siempre se ve mejor desde abajo.

De haber sido cualquier otra persona de Akatsuki le habría dicho que el cielo se veía de la misma manera sin importar como te pusieras. Aunque Itachi ciertamente no encajaba en ese grupo, más bien le imaginaba quedándose callado en vez de dar su opinión, cosa que hizo. Se quedó en absoluto silencio y él igual... al menos hasta que algo le rozó el codo.

– ¿Que haces, Uchiha? – Deidara giró la cabeza hacia la izquierda con una descolocación bastante justificada al verle tirado justo al lado.

– Compruebo tu teoría – Fue su contestación, mirando hacia arriba como para dejarlo claro.

A Deidara algo como que no le terminaba de cuadrar en esa ecuación.

– ¿Para que?

– ¿No puedo? – Inquirió entonces, mirándole apenas.

– No digo que no – Aún estaba algo sorprendido por la manera en que estaban conversando, como si fueran dos niños pequeños o dos adolescentes fugados de casa – Pero no tienes un motivo importante para hacerlo.

– No tiene que haberlo – Finalmente se dignó a verle directamente, ladeando la cabeza de modo que su mejilla rozaba el cuello de su propia capa – A fin de cuentas ¿No fuiste tú quien dijo que hay cosas que se hacen simplemente por hacerlas?

Si, ahí estaba esa memoria que le ayudaba a fastidiar todos sus argumentos, y era peor cuando utilizaba sus propias frases para ese fin. Le hacía sentir como si él mismo se estuviera saboteando.

No tuvo nada que decir con respecto a ello y la verdad es que Itachi tampoco. No obstante, si había otro tema que Deidara quería traer a colación por mera curiosidad humana.

– ¿Es doloroso?

Itachi se fijó en él, intrigado por la pregunta. Pero al ver que miraba hacia abajo, fijó la vista a sus propias manos. Se notaba la piel un poco más pálida ese día, con venas violáceas recorriendo la piel expuesta de su muñeca; Por la forma en la que Deidara alzaba sutilmente la oreja en su dirección, era evidente que trataba de oír la forma trabajosa en la que funcionaban sus pulmones.

Cerró los ojos.

– Eso depende.

– ¿De que?

– De con que lo compares.

– Buen punto – Sus pupilas vagaron hacia arriba, el cielo estaba comenzando a dejar de verse despejado muy rápido ese día – Me refiero a que si lo comparamos con perder las piernas no está tan mal.

Itachi abrió los ojos un poco, lo suficiente para dejar entrever algo de gracia.

– Exacto.

– Por otra parte, si la comparación es con un resfriado o una fiebre, estarías bastante jodido – A pesar de que su elección de palabras le seguía entreteniendo, Deidara le echó una ojeada crítica – El problema es que sigue siendo difícil imaginar que piensas tú sobre eso.

– ¿Por qué? – Preguntó, y se le notó un poco más el interés.

El rubio se mostró sarcástico.

– Porque no se con que lo estás comparando.

De hecho, ese era uno de los secretos del Uchiha por los cuales sentía mayor curiosidad, primero el como se las arreglaba para andar tan derecho cuando era evidente que algo debajo de esa capa estaba fallando, y segundo, ¿Que punto de comparación tendría el Uchiha que no encontraba su extraña condición tan mala? ¿Que otra cosa podría ser peor que cargar con eso? Exactamente ¿En qué estaría pensando?

Por supuesto, no esperaba una contestación directa para aquello. Aunque lo que dijo en su lugar tampoco se lo esperaba.

– Eres bastante listo, Deidara.

– ¿Sabes? Me ofende que lo digas en ese tono – No dejó que aquello le descolocara, por lo que se permitió bromear – Puedo ser bastante intelectual, es simplemente que se me dan más fáciles otras cosas.

Itachi le hizo un gesto de circunstancias.

– La mayoría de las cosas que se te dan bien siempre te traen problemas.

– Una desafortunada coincidencia, de seguro – Exageró un tono que les hizo compartir una sonrisa – Además, mi arte no es lo único bueno que se hacer.

– Es verdad – Cedió – Pero tu carácter tiende a complicar las cosas.

– ¿Que tiene mi carácter?

– Si con algo hay que empezar... – Comenzó con una sutil elocuencia que le hizo virar los ojos – Eres demasiado impulsivo.

– Oye, la impulsividad es sana.

– No si va de la mano con tendencias suicidas.

– No tengo tendencias suicidas, simplemente soy drástico – A lo mejor y puede que no estuviera del todo equivocado, sobretodo teniendo en cuenta la cantidad de veces que se había planteado morir. Solo por ello agregó –: Pero digamos que a veces si puedo pasarme de la raya. Y si a eso le juntamos la explosiones y la paciencia que nunca he tenido, se podría decir que soy como la dosis perfecta para un desastre – Una nube negra terminó de cubrir el cielo, y lo lejos retumbó un trueno – Pero... – La lluvia comenzaba a caer en las ciudades más lejanas, y una ráfaga de electricidad atravesó las nubes, cegandolo momentáneamente con su brillo. Él se veía justo así, como algo peligroso que muy pocas personas entendían, pero que siempre daba algo de que hablar – Creo que algo de desastre está bien de vez en cuando.

Su punto de enfoque se quedó fijo en el mismo lugar, a la manera en que el agua se movía en todas direcciones trayendo consigo una oleada de viento que arrastraba pequeñas hojas y un aroma a tierra humedecida. El frío le arrebató el calor de rostro y la brisa fuerte le alborotó el flequillo, pero la sensación era agradable y la vista lo era aún más. Podía ver sin problemas como la lluvia se movía hacia la ciudad, por lo que no tardaría en llegar y mojar hasta el más mínimo espacio.

Un murmullo se escuchó a su lado.

– Quizás si sea cierto.

– ¿Hmm? – Musitó sin prestarle mucha atención realmente, aún mirando el panorama.

– El desastre – Su aclaración sonando increíblemente significativa – Está bien de vez en cuando.

Al artista ese tono demasiado cargado le llamó la atención, pero no lo hizo más que el descubrir que en vez de mirar el paisaje que tenían en frente, le estaba mirando a él.

Nada más para saber si apartaba la vista, se le quedó viendo igual, solo que no lo hizo. Ese negro tan intenso se quedó muy quieto, fijando su atención en el rostro de un Deidara que estaba bastante intrigado con su comportamiento. No es como que si de repente le hubiera dado vuelta el mundo o sufrido una profunda revelación, fue simplemente que esa mirada le resultó difícil de interpretar pues primero parecía en estado de apreciación, después pasó a uno de concentración, como si pensase en algo con un considerable nivel de seriedad, hasta que finalmente llegaba hasta ahí: Una oscura mirada que no tenía una descripción fija.

Aguantó cinco minutos, luego se exasperó.

– ¿Que tanto me miras?

– ¿Que fue lo que acabas de decir? – Casi interrumpiendole y pasando por alto su pregunta. Le habría hecho lo mismo de no ser porque la suya le causaba mucha intriga.

– ¿Que cosa en específico?

– Sobre la impulsividad.

– Que es sana – Respondió despacio, siendo lo suficientemente inteligente como para subir la guardia ante aquello que obviamente significaba algo.

– Bien.

Opuesto a cualquier cosa que se había figurado que pasaría, el más alto se levantó de su sitio, sentándose primero y luego poniéndose de pie con calma. Ni siquiera le miró un segundo cuando lo hizo, netamente se dió la vuelta y caminó con la intención de regresar al interior, más cuando llegó al tope de las escaleras, aquel tono de voz grave se dejó escuchar una última vez.

– Recuerda eso.

El eco de esas palabras quedaron flotando en el aire, así como el sonido de sus pasos bajando con lentitud.

Deidara no se dió cuenta de que tenía el ceño fruncido hasta que prácticamente no pudo ver, pues su desconcierto ante eso último le había abarcado lo suficiente como para ignorar otras cosas. Como que la lluvia ya había llegado y le mojaba la punta de los pies, por ejemplo. No sé avergonzó por ello, daba el alma a que aquello era una clase de advertencia de algún tipo, y por la cara que había puesto ese sujeto se figuraba que era una que requería de su atención.

El porqué no lo tenía muy claro, pero teniendo en cuenta de quién hablaba, sabía que lo descubriría pronto.

Cuatro días después, exactamente.

El catalizador que le llevó al punto en el que toda su existencia se volvio un completo desastre comenzó con un día aparentemente normal, al menos tan normal como podía ser en Akatsuki. Deidara había estado comiendo de su plato con una mano mientras que con la otra le daba vueltas a una bolita de arcilla, escuchaba la voz de Pain al fondo parloteando sobre algo de unas misiones próximas, pero como no habían dicho su nombre la verdad es que no estaba prestando atención.

Se perdió en su mundo de esculturas y explosiones por un largo rato, al menos hasta que su compañero palmeo su brazo.

– Deberías entrenar hoy – Le convino en ese tonito de padre que te manda a hacer algo si te ve demasiado cómodo con la vida.

El artista se encogió de hombros.

– Tal vez, lo cierto es que no tenía planes.

– Pues ahora los tienes, cada día se acerca más el momento de capturar a los Jinchurikis, y no quiero que seamos el único grupo que no cumpla con su asignación.

– Que poca fe me tienes, Danna – El sarcasmo brillando en sus ojos.

– Estoy siendo realista, Deidara. Eres el primero y debes estar preparado.

– Lo tengo en cuenta – Resoplando sin muchas ganas – He entrenado mucho esta semana, pensaba descansar hoy.

– Tendrás bastante tiempo para descansar cuando te maten – Y empujando a un lado una bandeja de comida que Hidan le había dado en una especie de broma retorcida ya que él no podía comer, dió una seca cabeceada – Te espero afuera.

"Adiós a mis planes de dormir" Pensó mirando la espalda de su maestro atravesar la puerta. Era cierto que a Sasori a veces le entraba lo fastidioso con las misiones, pero últimamente habían sido mayores las ocasiones.

Ahora que lo rememoraba con más calma tenía que aceptar que pudo haberse negado, a fin de cuentas no estaba obligado a entrenar si no quería hacerlo. Sasori era su maestro, no su madre, se negaba si así lo quería. Pero aceptaba también que había sido en parte su culpa por haber querido probarle a su compañero que estaba más que preparado para la tarea. Y lo intentó, realmente se forzó a si mismo tener un comportamiento ejemplar, realizando sus maniobras con la mayor organización y profesionalismo que podía tener. Se mantuvo lo más sereno que el alma le alcanzó y se reservó las maldiciones usuales que solía soltar cuando algo le fallaba, incluso cuando lucho contra el maestro de las marionetas y una de ellas le rasguñó la pierna. Se lo tomó con tal calma que no pudo si no designar ese entrenamiento como perfecto, y por la cara que tenía Sasori, sabía que también había quedado impresionado.

– Muy bien hecho – Le soltó un par de horas más tarde, su voz era monótona, pero las palabras eran sinceras – No te escuché maldecir ni una sola vez, eso es un avance.

Deidara echó los ojos a un lado, era obvio que el halago no podía ser perfecto.

– Te dije que confiaras en mi.

– Eso lo sé, me lo repites a cada minuto.

– Tal vez sea porque dices lo contrario todo el tiempo – Se levantó del suelo para estirarse, aprovechando para ojearse la herida. Era larga pero no profunda, nada por lo que preocuparse – Siempre me andas criticando.

– Te critico porque tienes fallas, Deidara – Sentado en un muro y gozando de una tranquilidad que le ofrecía el no poder sudar o jadear gracias a su composición de muñeco, el pelirrojo se cruzó de brazos – Y es mi deber como tú compañero ayudarte a corregirlas.

Deidara avanzó un poco y se puso de nuevo la capa con fastidio.

– Danna, todo el mundo tiene fallas.

– No todo el mundo forma parte del grupo de terroristas más peligroso y buscado de todo el mundo ninja. Un fallo aquí es un fallo que te puede costar la vida, y te guste o no, tienes que aprender a controlarte si no quieres morir tan pronto.

– Pensé que habías dicho que ya era un hecho – El rubio se detuvo para ojearle con cierta acidez.

Sasori lo meditó un poco, sus falsos ojos grises bailando un poco antes contestar.

– No del todo, puede que no a todo el mundo le parezca pero tienes potencial para salir de esta y unas cuantas más sin ningún problema.

– ¿Entonces? – Internamente algo conforme con sus palabras más eso no explicaba lo demás.

– Deidara, lo único que digo es que si tal vez lograras reprimir ese carácter durante las batallas podrías vivir un poco más. De lo contrario, serás el primero de todos en caer.

– Y el más joven, además – Irrumpió en la escena un Kakuzu sin la capa puesta. Las líneas negras de su mano izquierda se escapaban de sus costuras sin parar de moverse, pero el tono era de burla.

Deidara entrecerró un poco más los ojos.

– No voy a morir joven.

– Eso es – Pareció premiarlo con una sonrisa lacónica – No vayas a perder esa determinación, te hará falta.

– La determinación es para los estúpidos que no tienen poder como respaldo. Además... – La fastidiosa voz del lado oscuro de Zetsu les hizo girar, esa parte podía no tener boca pero presentía que sonreía a su sádica manera – Lo que este niño necesita es una buena dosis de fe si quiere salir con vida.

– La fé es para los inútiles – Dictaminó resuelto el artista, mirando al mercenario en el proceso – Tu compañero es un buen ejemplo de eso.

El de cabello negro se encogió de hombros.

– No dire que no.

– ¡Oye! – Un Hidan que nunca parecía ir muy lejos de su compañero llegó para mirarlo el ceño fruncido – ¿Que acaso no pueden discutir sus porquerías sin insultar mi religión?

– No, porque tu religión también es una porquería – Sacándole una burla a más de uno, menos al propio Hidan a quien la sonrisa burlona del rubio le estaba sacando de quicio más que la burla del propio mercenario.

– ¿Y tú de que coño te ríes? – Le enfrentó directamente, a lo que Deidara se vió maliciosamente entretenido.

– Me divierte ver cuándo la gente pierde su tiempo.

– Estúpido rubio imbécil, ¡No tienes moral para criticarme! Si lo único que haces es andar de un lado para otro con esos malditos animales de arcilla.

– Si, pero hay una diferencia – Le echó una mirada cruel – Que mi arte si es real.

La cara del inmortal religioso pareció enrojecer tres tonos en lo que inspiraba para absorber tanta indignación, comenzando a soltar un montón de maldiciones que realmente casi nadie escuchaba, ni siquiera Deidara. Al menos hasta que volvió a tocarle el tema que más le fastidiaba.

– ¡Mi Dios es Todopoderoso pero ni siquiera a ti te serviría! ¡Terminarás muerto primero que todos y ni siquiera un milagro podría salvarte!

– Ya cállate la boca – Puso los ojos en blanco en lo que Hidan, notando que le había pinchado donde más le molestaba, sonreía con malicia.

– ¿Ya ves? Te enojas porque sabes que tengo razón.

– Si me enojo es porque no puedo soportar que me de consejos de vida un inútil que no puede hacer una misión sin que lo destrocen en mil pedazos.

Kakuzu echó la cabeza atrás para dejar salir una carcajada de lo más divertida en lo que al otro inmortal le salía una vena. Ciertamente su rivalidad se debía en su mayoría que Hidan había pensado que podía burlarse de ese rubio y salir impune, pero aun si ahora entendía que se había equivocado no pensaba retractarse. Solía meterse con cada integrante de Akatsuki, salvo tres en particular por motivos directamente relacionados con su propia supervivencia; La gran diferencia entre los demás y Deidara, es que ese rubio tenía la habilidad para hacerlo quedar como un imbécil frente a todo el mundo y eso no podía soportarlo.

Por otra parte, aunque Deidara por fuera estuviera mostrando un porte del cual Sasori andaba de lo más conforme, por dentro se estaba consumiendo de la ira. Odiaba demasiado que todos ellos no dejaran de repetir que moriría joven, que sería el primero el abandonar Akatsuki, que era el menor del grupo y por ello seguramente el más imprudente; Era una mierda total y ellos lo sabían. Deidara era más sigiloso que el alborotador de Kisame, con su gusto por buscar peleas a donde quiera que fuese. Era más precavido que Hidan, a quien como ya lo había dicho, destrozaban en cada misión que hacía. Incluso tenía mas en claro sus prioridades que Kakuzu, quien era capaz de detener una misión para buscar otro cadáver y ganar más dinero. De hecho, ese era el motivo por el cual a su compañero lo derrotaban tanto. Se suponía que debían permanecer juntos, pero como el de los cinco corazones le dejaba más botado que condón usado siempre lo terminaban destruyendo.

Pero como siempre, era él quien moriría joven.

"Como no..." Estaba enojado, estaba demasiado molesto y no sabía por cuánto tiempo podría soportarlo sin explotar. Se había consolado a si mismo haciéndose creer que cada miembro de Akatsuki era como un artista a su manera, pero sabía que eso solo había sido una manera de traerse algo suyo al lugar. Una forma de volver confortable algo que sencillamente no lo era. Un pequeño escape de un lugar que exhalaba encierro en cada rincón.

Y se estaba hartando.

Aquellos ataques de ira reprimidos se estaban haciendo cada vez más comunes, y presentía desde lo más profundo de su ser que este era el más fuerte hasta ahora.

– ¡...Por la mano de mi Dios! – Escuchaba a Hidan balbucear, pero no le estaba escuchando realmente. Un pitido le estaba taladrando el oído – ¡Eres un puto fastidio cada vez que explotas tus porquerías! ¡Lo único que sabes hacer con tu arte barato es crear alboroto!

– Pues por lo menos mi alboroto sirve de algo, porque tus estúpidos rituales no sirven de nada si estás hecho pedazos antes de que puedas hacerlos – Había estado considerando la idea de irse, pero su irritación era inmensa y Hidan no se merecía ni una gota de su paciencia – Eres débil para ser inmortal, lo único que te hace útil no lo puedes hacer sin ayuda, y para lo mucho que dependes de tu compañero no se como aún formas parte de este equipo siendo tan patético.

El grado de impresión de Hidan apenas le duro un segundo, luego sus puños se cerraron con fuerza al rededor de su guadaña. Su boca se abrió para soltar una sarta de maldiciones en lo que el filo del arma cortó el aire hacia arriba, cogiendo impulso para poder bajar y partir a ese impertinente en dos, o por lo menos robarle una gota de sangre.

Pero no bajó.

Primero porque algo le había hecho perder el equilibrio. Los ojos del sádico religioso vagaron hacía abajo, en donde un imperceptible hilo de chakra se le había enrollado en la muñeca, provocando que soltara el peso del arma que cayó en las manos de su propio compañero cuyas enredaderas negras prácticamente se la habían arrebatado de las suyas antes de que la hubiera soltado por completo. Se pudo haber sacudido, pero la mano gruesa de Kakuzu le apresionaba el brazo.

– Esta es el área de entrenamiento, no un campo de batalla que puedes destruir a tu antojo – Informó Sasori, cortándole un poco más la circulación de la mano – Aquí no vas a venir a romper las reglas porque te hieran el orgullo – Entonces miró por encima de su hombro con seriedad – Y eso va para ti también.

Deidara dejó escapar entre dientes un resoplido casi animal, tenía la cabeza inclinada hacia adelante por la mano que le sostenía la nuca, y gracias a la posición en la que estaba podía ver cómo aquellos brazos bicolores se aferraban a los suyos, en donde una araña había estado lista para explotar a su orden.

"Maldita planta metiche..." Le observó con odio, viendo cómo ambas partes se cuadraban para mirarlo con gracia sin dejar de sujetar sus extremidades.

– Vaya, me voy por un rato y me pierdo del espectáculo – La voz de Kisame sonó curiosa y entretenida. Deidara no tenía que voltear para saber que era él quien oportunamente le había detenido, le bastaba con ver de reojo la coloración azúl de los dedos sobre su cuello – ¿Quién empezó ahora?

– Me gustaría saber lo mismo.

Los ojos azules se alzaron hacia arriba, lo suficiente para ver unas manos femeninas cruzarse con dureza; El hombre tiburón le soltó la nuca en el acto y él se zafó por su cuenta del agarre Zetsu. No dijo nada, y los otros hicieron lo mismo.

A falta de una respuesta, Konan presionó el gesto con una cara de mal humor que no presagiaba nada bueno.

– No estoy de humor para esto – Avisó fríamente – ¿Quién fue esta vez?

– Se podría decir que ambos – A Kakuzu no le molestaron en lo absoluto las miradas iracundas por parte de los acusados – Pero este idiota fue el que atacó primero – Y señaló a su compañero quien, ahora libre, meneo su guadaña con molestia.

– ¡Oye, imbécil! ¡Se supone que tienes que apoyarme!

El de cinco corazones le miró con indiferencia.

– Te dije que aquí no existe el compañerismo, además no pienso meterme en un lío por tu culpa.

– ¡Pero...!

– Hidan – La mujer de Akatsuki le hizo una seña con el dedo – Es la quinta vez en dos semanas que escucho que te metes en problemas. Una más y no seré yo la que se encargue de tí.

Al de cabello blanco le recorrió un escalofrío al pensar que sería de su pobre alma si Konan se quejase de él con Pain. Su Dios no le había dado poderes psíquicos, pero no los necesitaba para saber que no había inmortalidad que lo salvase de ese infierno.

Chasqueó la lengua.

– Ya que.

– Lo mismo va contigo – No había ni un apice de piedad en esos ojos ambarinos cuando se posaron en el chico rubio – Hidan sigue siendo un novato irresponsable, pero tú ya llevas aquí el tiempo suficiente como para esperar algo mejor que riñas infantiles.

"¿Infantiles?" Se sintió agravar el rostro por la ira, solo quedándose callado porque Sasori parecía estarle advirtiendo en silencio que no lo empeorase.

– Estamos a punto de entrar al punto crucial de esta organización – Se dirigió hacia todos en lo que dos magníficas alas de papel coronaban su silueta – Necesito más de ustedes que simples misiones de reconocimiento. Es hora de que demuestren un nivel de compromiso mayor, y no veré nada de eso hasta que dejen de propiciar peleas de niños – Se fijó primero en el bijuu sin cola y luego en el mercenario – Eso va con ustedes dos.

Kisame en respuesta soltó una risita culpable muy propia de su actitud, mientras que Kakuzu solo se limitó a asentir, aunque difícilmente cumpliría esa orden.

– En cuanto al resto de ustedes... – Miró seriamente a todos aquellos que no vestían el traje de entrenamiento – Si no van a entrenar o simplemente no pueden mantenerse en paz con los demás vayanse a otro lado.

La mujer se deshizo en un ventarrón de papeles que sacudió el ambiente antes de desaparecer, y atrás de ella le siguieron algunos. Hidan entre ellos, pues la sutil amenaza de su cuerpo siendo despedazado por uno de los poderes oculares más peligrosos del mundo le habían vuelto subitamente más precavido, al menos por lo que restaba del día, así que olvidando su anterior riña se fue del lugar en silencio. Zetsu se fue también, solo que en otra dirección. Kakuzu tenía planes de entrenar y aunque a Sasori le hubiera gustado seguir haciéndolo también, su mirada se enfocó mejor en su compañero.

– Deidara.

No le escuchó, estaba demasiado centrado en una miserable palabra que estaba a un paso de hacerlo reventar.

"Niños..."

Y era injusto que ninguno de ellos fuera capaz de tomarlo como algo más, que constantemente necesitasen de sus habilidades para salir de líos y aún así no pudieran dejar de lado sus fallas, tratandole como una clase de rebelde impulsivo e idiota que no tenía esperanza de vida alguna. Sabía que no necesitaba la aprobación de ninguno porque perfectamente sabía lo que valía, pero eso no quitaba en lo absoluto que sus opiniones le molestasen, más aún cuando eran tan injustificadamente críticas.

Lo único que si sabía con certeza es que ellos tenian razón en algo, él no tenía esperanzas de vivir una vida.

"Por su culpa" No solamente de Itachi, era la culpa de todos ellos por contribuir a su encierro, y deseaba en ese momento por encima de todo verlos hechos pedazos, quemar el edificio entero sin importar si el precio era su vida. Con gusto se quemaría en el infierno si pudiera estar en primera fila para ver como cada uno de sus compañeros lo hacía también, al menos así la eternidad de su alma tendría algo de justicia a lo que aferrarse, a diferencia de ahora cuya vida mortal no contaba con absolutamente nada.

Al Sasori notarse ignorado, fue necesario darle un empujón con algo de fuerza.

– Oye.

– ¿Que? – No supo ni cómo se entendió eso, estaba casi escupiendo cada palabra con una potente emoción que no podía ser otra que odio.

La marioneta le empujó con más fuerza, está vez en dirección a la puerta.

– Vete.

– ¿Que? – Le salió más coherente está vez solamente porque la petición le resultó inesperada.

– Que te vayas – Respondió el pelirrojo, bajando un poco el tono – Estas a punto de destruir todo lo que has hecho. Ve y piérdete un rato, pero hazlo ahora.

El tono de urgencia no le dejaba espacio para reclamos, pero estaba bien por él, porque cargaba en su interior una urgencia similar, solo que esta le estaba exigiendo justamente lo contrario. Quedarse y destruir todo resultaba una idea deliciosamente tentadora. Y ya fuera porque Sasori le conocía lo suficientemente bien o simplemente tenía experiencia en ataques de ira, le ofreció una recomendación considerablemente buena. Pensar resultaría más fácil mientras más lejos estuviera de Akatsuki.

Sin discutirle, Deidara le dió la espalda y avanzó hacia la salida dando unas zancadas largas que se detuvieron al escuchar que le llamaba.

Aferrándose a la pared hasta que los dedos perdieron color, el rubio observó a su maestro devolverle la mirada con gravedad.

– No hagas una estupidez.

Deidara se ahorró el comentario sencillamente porque no tenía nada que responder a eso, salió de allí buscando alejarse lo más posible de ese lugar, atravesando bosque, agua, ramas y caminos con la intención de poner la mayor distancia posible entre él y la base.

Una de sus bocas dió un mordisco al aire mientras se movilizaba entre los árboles, y aquella necesidad de introducir algo en ella se hizo mayor, juntandose con la ya de por sí explosiva y destructiva sensación que le corroía las venas; Comprendió entonces en ese momento porque el Akasuna le había dado esa recomendación en particular, ya que al tomar un puñado de arcilla entre sus manos, la única idea que se le ocurrió fue una bastante estúpida.

Se detuvo entonces, jadeando por la alta velocidad que había manejado pero manteniendo una espeluznante frialdad mental con respecto a lo que quería hacer.

Ellos creían que era un niño... entonces les enseñaría lo que un niño podía hacer.

Alzó la bola de arcilla en alto, pero en vez de dejar que sus bocas la moldeasen como usualmente hacian, la alzó a la altura de su rostro, la miró con detenimiento, la acercó lo suficiente a sus ojos azules para visualizar su textura, olió el aroma del material, sintiendo los delicados y rugosos pliegues entre sus dedos...

Y luego se la tragó.








Continuará...

Notas finales:

Podría decir que se prendió está mierda pero no, aún no xD Me reservo esa frase por el momento :3

Un saludito!

Menma.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).