III
These wounds won't seem to heal
This pain is just too real
There's just too much that
Time can not erase...
– Te estás muriendo.
No había dudado ni un poco al decir aquello. Tenía más de dos meses observandolo con cuidado, utilizando esa imprecisa compañía que compartían para ver aquello que otros no podían, aprovechando cualquier vestigio de vulnerabilidad para descubrir ese secreto. Le había costado, principalmente porque a simple vista era imposible encontrar un defecto en esa muralla de inigualable poder, además de que se había esforzado en no volver a tener un encuentro similar al de la última vez. Entre eso y que le seguía tratando como los últimos meses, sin dar signos de que hubiera pasado algo, la misión se hizo difícil. Pero él era terco, y mejor aún, también era inteligente. Por lo cual apenas estuvo seguro de su teoría, pasó por completo del usual saludo de su acompañante para hacerle saber de su descubrimiento.
Itachi no se sorprendió como internamente había deseado, simplemente se limitó a seguir mirando el horizonte.
– Todos morimos un poco cada día, Deidara.
– Cierto – Asintió con cautela, sentándose en el proceso – Pero tú lo haces más rápido que la mayoría.
La acción le sorprendió porque la encontraba fuera de lugar, pero algo parecido a una sonrisa surcó sus labios.
– Es probable.
– No pareces muy interesado – Le alzó una ceja, curioso por su falta de emoción.
– No hay muchos motivos para estarlo – La sencillez de aquello fue suficiente para él, pues era evidente que al Uchiha no le preocupaba en lo absoluto su situación.
"Que suertudo" No pudo evitar pensar. Él, que tanto quería vivir la vida libremente no tenía el poder para hacerlo, pero al Uchiha que si poseía eso último no le importaba para nada tener una vida. Como si la idea de morir a tan temprana edad no fuera algo de su preocupación. Es allí cuando Deidara comprendió que la muerte en realidad es transparente, un simple acontecimiento que las personas tienden a designar como trágico, pero podía ser mucho más que eso así como simplemente no significar nada. La clave estaba en el poder de la decisión, y por lo que veía, Itachi había decidido no mortificarse por su situación.
Inevitablemente su corazón picó en su pecho, corroido por el ácido de la envidia.
Al menos él había podido elegir su destino.
El Uchiha observó como estaba su acompañante en ese momento, serio y con los labios torcidos. El azul de sus ojos apenas era visible entre la línea fina que formaban sus párpados por la frustración.
– Dilo – Habló él, instandole en su manera particular a que revelase el motivo de tanto enfado.
El detalle radicaba en que Deidara no le veía caso, suficiente era tener que aceptar que jamás podría ser tan fuerte como él como para añadir también que le envidiaba algo tan básico y fundamental como tener el poder de elegir que hacer con su propia vida, de tomar las riendas de su propio destino.
– No.
El Uchiha se centró en el por completo.
– ¿No?
– La verdad no – Certificó Deidara sin mucho apuro – No vale la pena decirlo.
– ¿Que te hace pensarlo?
– Todo me lo hace pensar, y tampoco es agradable decirlo en voz alta – De por si era difícil pensar en su encierro, no se imaginaba expresar esos pensamientos en voz alta; Le echó una mirada irónica – ¿Por que no mejor te concentras en tí? Debe ser mucho más interesante.
– No lo es, no realmente.
– Tu dices eso porque no sabes lo que es no ser tú.
– Lo haces ver como si fuera algo bueno.
– Tal vez no bueno... – Varió un poco el tono de voz mientras lo pensaba – Pero si más sencillo.
– ¿Crees que estar en mi lugar es sencillo? – Por mucho que el tono pudiera sugerir una mortalidad crítica, su rostro parecía más entretenido que otra cosa.
Deidara alzó un poco los hombros.
– Ni idea, lo único que si sé es que es más fácil cuando tienes la posibilidad de hacer lo que quieras y eliges no hacerlo a querer hacerlo y no poder – Esperaba alguna respuesta interesante muy a su estilo, pero la sonrisa de lado le generó molestia y algo de confusión – ¿Te parece gracioso?
– Creo... – Comenzó lentamente, aún reprimía el gesto de humor – Que tienes un concepto muy poco realista de quién soy.
– De ti tengo el concepto que tiene todo el mundo, no te emociones – Fue imperativo dejar ese tema claro, porque honestamente él no tenía mucha opinión propia aparte del confiable odio que le tenía – Pero eso ya lo sabes. Tu reputación te precede, Uchiha. Y no necesito que me certifiques nada para saber que podrías hacer lo que quisieras si de verdad te lo propusieras.
– ¿Realmente crees que puedo tomar la decisión que quiera? – De no haber sido él, podría jurar que hasta tenía ganas de reírse un poco. Sin embargo, un tinte de indiscutible humor negro también le teñia la expresión.
– Si fuera tú, eso es lo que haría.
– Deidara, si fueras yo, harías exactamente lo mismo.
– ¿Eso que significa? – Su tono de brusquedad manejado por esa poca paciencia que normalmente le quedaba después de tantas indirectas.
No obstante, no respondió. El Uchiha se mantuvo en silencio, y él, que no era fanático de andar detrás de nadie, tampoco volvió a preguntar. Deidara siguió su ejemplo de mantenerse callado en su lugar de siempre, en su pose de siempre, mirando apenas a otra persona cuya súbita indiferencia distaba mucho de la manera en la que seguía sentado ahora otro centímetro más cerca.
El sol ya estaba rozando la curva del horizonte en el momento que habló de nuevo.
–¿Que te hizo preguntar?
– ¿Sobre que? – Itachi levantó brevemente su mano, dejando al descubierto los huesos de su pálida muñeca y las venas que por allí trepaban – Ah, ¿Sobre tu rápido camino de regreso al infierno? – Alzó ambas cejas, bajandolas sin mucha emoción – Simplemente tenía... interés.
Por la expresión que puso el Uchiha, fue remarcable que ahora el interesado era él.
– ¿Por qué?
– Me molesta – Confesó entonces, generándole un nivel de intriga mucho mayor.
– Te molesta... – Itachi probó esa palabra un momento, tanteando las posibilidades de esa oración hasta que le miró nuevamente – ¿Te molesta que así sea?
– No – Súbitamente, aquel brillo tenaz y malicioso reapareció en los ojos azules junto a una descarada sonrisa – Me molesta no ser la causa.
Tal vez era la oración más jodidamente cruel que había dicho, porque era verdad, pero por muy raro que fuese, el portador del Sharingan no pudo encontrarlo más divertido; Vivía en un círculo constante de personas que solo querian ver su fin, algunos disimulando mejor sus intenciones que otros. Pero Deidara no, la transparencia de sus pensamientos hacia él apenas equivalía la intrigante complejidad de su manera de ver la vida, esculpiendo con cinceladas de humor crudo y singular atractivo una pieza de escultura que representaba su existencia.
Eso era él, una forma de vida sincera, volátil y magnífica que no conocía los límites.
Dejaron correr el resto del momento en unas confortables horas de paz que se rompieron cuando una voz de lo más malhumorada llamó a gritos la presencia de Deidara. El rubio reconoció la voz de su viejo compañero y terminó bufando con frustración, se suponía que estaba en sus horas de descanso, como mínimo si necesitaba algo que esperase a que amaneciera.
– No soporto a mí compañero – Se giró hacia el Uchiha con una cara de malas pulgas que a él pareció algo cómica.
– ¿Preferirias tener el mío? – Preguntó entonces.
– Hombre, no me quejaria – Hizo como si lo pensase a fondo – La espada me sigue dando escalofríos, pero los chismes valdrian la pena.
Ahi si el Uchiha sonrió un poco.
– No es tan fácil como estás pensando.
– No digo que sea fácil, solo que sería más divertido.
Itachi sacudió ligeramente la cabeza.
– Kisame es difícil de sobrellevar para cualquiera.
– ¿Dices que también te cuesta a ti? – Se mostró curioso al presentir la posibilidad de conocer un detalle personal, pero no fue el caso, Itachi seguía viéndole con la relajación usual que viene con el buen humor.
– No, lo que digo es que tengo más paciencia.
– Eso sí – Aceptó a regañadientes – Aunque tendría sentido si fuera de esa forma, ¿No crees? Te llevarías mucho mejor con Sasori que yo, es igual de apático y callado que tú. Por lo menos Kisame comprende los privilegios de una buena charla.
– Y se burlaría de tu arte – Apuntó en respuesta, tratando de no sentirse demasiado entretenido al verle hacer una mueca de desagrado.
– Mierda, había olvidado eso... – Resopló sin ganas. El hombre tiburón ciertamente no era la mitad de grosero que Hidan al respecto, pero debía aceptar que de entre todos Sasori era el único que entendia todo lo que decía; Sacudió la cabeza – Olvídalo, me quedo con el anciano apático.
– Bien – Asintió él, aún encontrando el asunto bastante chistoso.
La voz del rey de Roma resonó con más fuerza en la planta baja, desquebrajando algunos nervios vitales al rubio. Estaba la opción de ignorarlo, pero si él apenas toleraba tanto alboroto mucho menos Pain, y no necesitaba más problemas esa noche.
Un tercer grito le hizo echar sin ganas la cabeza hacia atrás.
– ¡Ya voy! – Espetó. No logrando entender como a él le tildaban de ruidoso cuando Sasori enfadado gritaba con un grado de altitud más que grosero para cualquier que pudiera oírlo.
Itachi le dió un toquecito en la rodilla con su mano, cabeceando hacia las escaleras.
– Ve – Le miró al levantarse, acomodándose la capa con la rudeza de su mal carácter – Y no te metas en tantos problemas.
Deidara le arqueó una ceja.
– ¿Si sabes con quién estás hablando, no?
– Por eso – Respondió él, haciéndole sonreír a medias antes de decidirse por bajar a paso de tortuga mañanera con la única intención de molestarlo aún más. Podía ser su compañero, pero no estaba excelso de su rebeldía de ninguna forma.
Sasori le esperaba en la puerta del edificio, la cola de Hiruko se movía de un lado a otro como el baile de una serpiente venenosa a punto de morder.
– Tarde – La queja le salió en medio de un gutural gruñido – Como siempre.
Deidara elevó las cejas.
– Danna, es de noche. Tal vez tú no, pero alguno de nosotros necesitamos dormir.
– Tú no estabas durmiendo – Le acusó.
– ¿Quién dice que no?
– Lo digo yo después de haberme pasado por tu habitación y encontrarla vacía. Y aún si no lo hubiese hecho, sabía que no estabas allí. Tienes la pésima costumbre de nunca estar donde se supone que debes hacerlo.
– Bueno, ya estoy aquí ¿No? – No le veía, pero Sasori en su escondite debía estarle rodando los ojos – ¿Para que me llamabas?
– Hay misión.
... Misión. Sin aviso previo. A las nueve de la noche. Un domingo.
Un maldito domingo.
– ¿Que acaso Pain no tiene otra cosa mejor que hacer que fastidiar mis noches?
– Controla ese lenguaje, mocoso – Su riña mezclada entre advertencia y pesadez – Que también tienes la mala maña de meterte en problemas por hablar cuando no debes.
Deidara hizo un gesto inconforme, era imposible que Sasori le tratase como el adulto joven que era; A lo mejor en sus buenos momentos le hablaba con una tolerante sabiduría y llegaba a considerar su opinión como relevante, pero la mayoría del tiempo se dirigía a él con el fastidio y escasa paciencia que se le puede tener a un infante por el mero hecho de considerarlo menos experimentado.
Y no podía fastidiarle más.
– ¿Me vas a decir que a ti no te molesta?
– Lo que tú y yo tengamos que opinar al respecto no importa. Limitate a seguir las órdenes y seguirás respirando, así es como esto funciona, no lo olvides.
– Ya – Se permitió otro bufido de mal humor antes de volverse a poner la máscara de profesionalismo que la situación ameritaba – ¿De que es la misión?
– Recolectaremos la información de uno de mis informantes en la frontera.
– ¿Si es tu informante para que debo ir contigo?
– Pain considera que no estaría demás tener un respaldo.
– ¿Y Pain no considera que puedes cuidarte solo?
– Deidara... – Suspiró pesadamente, ciertamente él pensaba de forma similar ya que no era una misión difícil, pero órdenes eran órdenes, y él no tenía autoridad alguna para cuestionarlas. Su compañero también lo entendía, por ello alzó las manos.
– Ya se, me reservo mi opinión y sobrevivo.
– Bien – Aprobó él. Nunca decía nada al respecto, pero internamente esperaba que algún día terminara por amoldarse, pues mentiría si dijera que no le tenía ni un poco de cariño – Salimos en una hora, tendremos que ir a un buen ritmo si queremos salir del estado antes del amanecer.
– ¿Y para que me llamaste ahora si la misión es dentro de una hora?– No valía la pena el intento, apenas esa pregunta terminó de salir se encontró sabiendo la respuesta.
– Sabes que no me gusta esperar a nadie.
– No te pensaba hacer esperar esta vez.
– Tampoco me gustan las mentiras, Deidara – Agregó con un poco más de humor, haciendo referencia a su incorregible fama de impuntual y presuroso.
El más joven no pudo más si no sonreírle a la gracia.
– Se hace lo que se puede.
Ya dejado solo, una especie de deseo curioso le vibró en las venas cuando miró las escaleras que iban directo hacia arriba, preguntándose si tal vez aún podía estar allá un poco más. Sin embargo, cuando cayó en cuenta de que el entusiasmo por la vista no era del todo el motivo por el que quería volver, se encontró obligándose a volver a su habitación. Conocía los límites de su propia curiosidad, y seguía teniendo serias dudas de si valía la pena transformar algo estable como el odio por algo incierto como una perturbadora y fascinante convivencia con Itachi Uchiha.
– La hipocresía no te queda, Hidan – Avisó Kakuzu recostado en una de las rocas fuera del recinto. El dúo artístico que por allí pasaba para irse a su asignación escuchó a la perfección su tono de burla.
El más reciente miembro de Akatsuki abrió los ojos antes de apuntarle con su guadaña.
– ¿¡Hipocresía!? – El rubio entrecerró un ojo ante lo escandaloso de su voz. Al parecer su compañero no era el único que había amanecido con ánimo de gritar a los cuatro vientos ese día – ¡Lo único que estoy diciendo es que no deberías tratar de matarme a cada rato! ¡No llevo ni tres meses en esta mierda y ya me has despedazado más de diez veces!
– Agradece que no han sido más – Atajó el inmortal – Eres un maldito incordio.
– ¡Aún así, desgraciado! ¿¡Tienes idea lo mucho que eso duele!?
– ¿No y que eras masoquista? – Sus ojos burlándose sin reparo – Mejor cállate y agradeceme.
De la garganta del rubio se atascó un ruidito de burla que corroboró a la gracia de Sasori. La madera de la marioneta se mecio ante su risa y Hidan apretó los puños al verse burlado.
– ¡Miserable infeliz! ¡Haré que Jashin-sama te maldiga por tratar de matarme! – Su arma moviéndose al ritmo de su indignación – ¡Soy tu puto compañero! ¡Me debes respeto, imbécil!
– ¿Compañeros? – Kakuzu pasó por completo de los insultos para cruzarse de brazos – El compañerismo no existe en este lado del mundo, chico. Asumelo y supéralo.
– ¡Pues fíjate que yo no veo a nadie más aquí tratando de matarse!
– Eso es porque no has atajado a Sasori de mal humor – Intervino la voz particular de Bijuu sin cola ingresando en el lugar. Su peso recargado con diversión sobre la gran espada que de vez en cuando hacía algún ruido extraño – Intenta fastidiarlo en ese momento y verás lo equivocado que estás, puedes preguntarle al rubio por si tienes dudas.
– Tsk – Escuchó Deidara a su lado, y no tenía que indagar mucho para saber que su compañero tenía puesta su cara de mal carácter – Él no está hablando de mal humor sino de tratar de matar – Entonces, los ojos de la marioneta giraron hasta el rubio – Y si nos vamos por ahí, tu encajas más con la descripción.
Deidara frunció el ceño, su cara contraída.
– ¿Por qué yo?
– Pregunta estúpida – Comentó Kisame, sonriendo ancho – Sobretodo si tenemos en cuenta que solo te falta gritar a todo el país que quieres matar al Uchiha.
– Existe una diferencia enorme entre querer y tratar – Bufando sin ganas – Y yo no he tratado de matarlo.
– Eso es más que obvio.
– ¿Y por qué? – Quiso saber el inmortal religioso, a lo que el hombre tiburón largó una carcajada y el artista formó una mueca de disgusto a sabiendas de lo que diría.
– Pues porque sigue vivo.
Una de las cosas que más le irritaba en esta vida a Deidara era su mala suerte, otros miembros habían sido reclutados por personas con menos nivel de poder, solo que fueron en grupo para juntar esfuerzos en caso de que recibieran una negativa. Aunque en algunos casos no había hecho falta ni siquiera llevar gente. Kakuzu, por ejemplo, había buscado ingresar porque así tenía más oportunidades de conseguir dinero, por lo que a la final su contribución en Akatsuki le había conseguido la protección de un grupo de criminales, la posibilidad de viajar por todo el mundo y la libertad para hacer sus negocios las veces que quisiera. Para él había sido como un golpe de suerte, ¿Y para Deidara qué? A él le arrastraron del cuello cuando se negó a colaborar, y para colmo le mandaron al más poderoso de todo el equipo para hacerlo, dejándole opciones nulas y sin posibilidad de escaparse.
Se sintió apretar los puños, experimentando esa agria y dolorosa impotencia. Podía ser que el Uchiha se destacase entre ellos, pero la verdad es que odiaba a casi todos. Odiaba a Pain por haberlo mandado a reclutar, odiaba a Itachi por haber aceptado hacerlo, Odiaba a Kisame por burlarse de ello y a Hidan por hacérselo recordar.
Odiaba el maldito Akatsuki.
– Me parece que te estás desviando del punto, Kisame – Habló en el tono más controlado que pudo utilizar.
– ¿Ah sí? ¿Por qué?
– Porque si hablamos de matar compañeros y ser un traidor, a ti te queda mucho mejor el concepto.
Hidan puso una cara confusa antes de fijarse en el Akatsuki en cuestión, quien no se veía para nada arrepentido o molesto por la acusación.
– ¿A cuáles miembros de Akatsuki mataste?
– A ninguno – Soltó una risita propia de su humor – Pero puede que haya asesinado a un par de ninjas en mi aldea natal.
– ¿Un par? – Ni siquiera Kakuzu pudo retener el sarcasmo – Asesinaste a todo un escuadrón que creía que estabas de su parte, les viste la cara de idiotas y luego los despedazaste.
– ¿Y tú no eres mercenario? – Se oyó a la voz distorsionada de Sasori.
El de los cinco corazones se encogió de hombros.
– Puede que que sea un asesino a sangre fria, pero nunca engaño a ninguna de mis víctimas. Siempre les hago saber cuánto dinero me están haciendo ganar y luego acabo con ellos. Sin mentiras ni trucos, ese estilo de juego sangriento no me va.
– ¿Alguna de tus víctimas fue un compañero? – Deidara le miró, y él otro le miró de vuelta con mucha seriedad.
– Tal vez.
Sin más que una seca sonrisa como respuesta a algo que ya se suponía, el artista se quedó callado. Por otra parte, Hidan abrió los ojos al máximo, alzando ambos brazos con un drama que ni Deidara era capaz de hacer.
– ¿¡Que acaso todos en este maldito lugar han matado a sus compañeros!?
– No todos, pero si la mayoría – Inalterable por los alaridos de su compañero de equipo – Cada quien lo ha hecho a su manera y en un tiempo diferente. Incluso tu has asesinado gente antes – Fijando esos raros y opacos ojos verdes en él – Por eso digo que aparte de imbécil también eres un hipócrita.
– ¡Cállate la boca, anciano avaro y perjuicioso! ¡Mis sacrificios son solo para mi Dios, para alabar su grandeza!
– Muerte es muerte – Sasori opinó, suspirando cansinamente – No importa cómo lo hagas o porque, sigue siendo más de lo mismo.
Kakuzu se mostró más que de acuerdo.
– Cierto, pero si me piden mi opinión sigo creyendo que lo tuyo es una estupidez muy baja – Dirigiéndose directamente al de piel azul.
– Puede ser bajo y estúpido todo lo que quieras, a fin de cuentas es mi asunto – Esbozo una sonrisa de malicia – Además, encuentro cierto placer en aprovechar la ingenuidad de los idiotas. Jugar con esa estúpida confianza que le tienen a otra persona solo porque usan el mismo símbolo en la frente es más poético que divertido – Tomo su preciada arma y la puso en su hombro derecho, volteandose para irse. Más antes de hacerlo, giró un poco la cabeza – Sin embargo, no olvides que si de traición estamos hablando, no soy el peor caso que hay en este equipo.
Ante eso ninguno tuvo nada que comentar. Hasta el religioso gritón se reservó el comentario, puesto que no existía ningún ser en esta tierra que no supiera de quién estaban hablando, de su reputación y mejor aún, de lo que había hecho en apenas unas escasas horas de oscuridad. La gente incluso no sabía que sorprenderle más, la cantidad de gente que había fallecido ese día o el hecho de que fue tan silencioso y rápido que el resto de la aldea apenas se dió cuenta; A Deidara incluso le daba algo de gracia, era como si Itachi hubiera revolucionado la idea del Santa Claus que hace su trabajo en una sola noche, con la diferencia de que en vez de regalos repartía puñaladas, destrucción y muerte.
Inevitablemente miró hacia arriba, notando como algunos hacian lo mismo. A esa altura aún se podía visualizar la silueta del Uchiha mirando el paisaje, al menos unos segundos, porque después bajo la vista, casi como sintiendo las miradas sobre él.
Los demás apartaron la suya en diversos tiempos, optando por la prudencia y enfocarse en sus asuntos, pero no él.
Deidara se le quedó viendo el tiempo suficiente como para certificar que también le estaba mirando de vuelta. Aún a esa exorbitante distancia la tensión era poderosa, como si fuera magnético el simple hecho de sostenerse mutuamente la mirada; Sabía que era un ninja bastante fuerte y peligroso, eso nunca lo había dudado, pero también tenía algunos vestigios de algo raro que no podía terminar de verificar. Los momentos de inexplicable confianza se lo aseguraban, y esa escena con la sangre más el que no negase sobre su pronta muerte solo lo reforzaba más.
Itachi Uchiha ciertamente era un misterio difícil de resolver, aunque...
"Si fueras yo, harías exactamente lo mismo"
"¿Que es lo que quieres decirme, Uchiha?" Sus ojos sin separarse un apice de los suyos, pensando en un chiquillo indiferente de apenas trece años masacrando a sangre fría cientos de inocentes por el mero placer de probar su fuerza "¿Acaso crees que soy como tú?" Ladeó apenas un poco la cabeza, sus párpados entrecerrados le interrogaban; Los contrarios, sin embargo, no parecían responderle nada con palabras, aunque si había un reto implícito en su forma de mirarle, casi como si le estuviera desafiando a averiguarlo.
"Creo que eres un monstruo" Pensó en la infinidad de cuerpos abiertos en el suelo, pero también en otros muy diferentes, quemados por la brutalidad de las explosiones.
"Creo que eres cruel" Imagino la cara del mocoso Uchiha sobreviviente deformada por el horror, al mismo tiempo que un rostro más delgado y femenino miraba el fuego en los edificios de su aldea con una lastimera traición en sus ojos.
"Creo que eres miserable" Rememoró el porte apagado y la frialdad mortecina con la que parecía forzarse a existir, visualizando a su vez otra postura algo más desafiante, pero que por dentro solo se arrastraba hasta desangrarse por la impotencia y la ira que le generaban vivir como un prisionero.
"Creo que estás condenado de por vida..." Recordó las manchas de sangre en sus manos y su boca, pero también en la voz de muchas personas hablando de lo poco que llegaría a vivir por mucho que se esforzase.
"Y si eso es lo que tú piensas..." Cuando Sasori tiró de la manga de su capa con un hilo de chakra, se encontró volando de nuevo en una de sus creaciones, tomando la altura suficiente para tenerlo más cerca, con la clara respuesta a su duda bailando en la punta de su lengua, justo al mismo tiempo que sus ojos relucían por ese brillo que solo la cruel ironía es capaz de dar "Entonces tienes toda la razón"
"Porque yo también soy un monstruo"
Continuará...