Había sido una lucha dura, pero por fin se encontraba al final del camino. Tanto tiempo estudiando para llegar a ese momento. El título asegurado, las horas de estudio intensivo terminadas y la última reunión con sus compañeros de carrera programada para esa noche.
Vera se vistió y preparó para salir de su departamento. Llevaba un conjunto simple de jean azul, un top negro y una chaqueta de un color grisáceo de tono oscuro. Por la época del año se suponía que debía estar caluroso, pero estaba relativamente fresca la temperatura tanto por la mañana como por la noche. Dejó suelto su cabello que llegaba hasta sus hombros.
Una simple reunión en un bar a la que llegaría luego de tomar un autobús. Seguramente la última vez que vería a todos o tal vez a la mayoría de sus compañeros. Ella solía llamarles las “compañías obligatorias, pero temporales de la vida”. Compañeros de clase de todo nivel de estudios, de trabajo. Una vez que se terminaba el nivel de estudios de turno o se dejaba el trabajo en cuestión, se esfumaba dicha relación o amistad. A menos que hubiese algo más allá que el motivo de encuentro obligatorio para la reunión.
Pensó también con un poco de pena en que también sería la última vez que la vería a ella. Aquella que aun significaba mucho en su corazón, aun si había pasado tiempo desde que habían terminado. Ese tiempo de años en que no hubo tensiones hostiles entre ambas luego de terminar, pero si tal vez incómodas por tratar con alguien a quien para nada podía ver como una amiga.
No podía negar que su inmadurez de unos años atrás había sido la raíz de su ruptura. Prefirió desechar esos pensamientos pronto. Lo perdido, perdido estaba y no había más que hacer. O sino pronto terminaría echándose a llorar y no podía llegar así a una reunión final.
Al llegar al bar se encontró fácilmente con algunos de su grupo de seis amigos de la universidad. Esa noche serían seis amigos de la universidad y Stefania, la que no era su amiga, pero tampoco otra cosa.
Al final de la noche, y si no había ausencias, serían ocho ocupando una mesa grande. Fueron llegando uno a uno y pensó con amargura en la posibilidad de no verla siquiera una última vez.
Afortunadamente Stefania había llegado al final. Como si de alguna forma, y sin saberlo, jugara con ella, con su ilusión y el amor que aún le tenía. Haciéndose esperar tal como un héroe o heroína de ficción que siempre llegaba a lo último al gran combate con su rival para salvar a todos.
No había quien no notara, entre sus compañeros de estudios, la expresión de Vera siempre que ella llegaba. Como si aun guardara el deseo de correr a abrazarla cariñosamente como a una novia y no como a cualquier compañera de curso. Tenían la delicadeza y el buen tacto de no entrometerse entre las dos. Cualidad que no todas las personas tenían, pero afortunadamente ellos sí.
Hubiese sido mentira decir algo exagerado y absurdamente romántico, como que desde su ruptura ninguna de las dos había tenido otras relaciones ni nada. Porque había sucedido. Tanto Vera como Stefania habían tenido sus citas, noviazgos temporales. Sin que ninguna de las dos tuviese un arranque de celos por la otra.
Pero daba la sensación, visto desde afuera al menos, que aun existía algo y ninguna de las dos se animaba a intentar. Por temor tal vez. Era el caso de dos mujeres que... Lo que sentían tal vez podía resumirse con la canción “la distancia” de Roberto Carlos.
Stefania tenía su piel algo bronceada. De lo que más llamó la atención a su antigua amada de su vestuario fue su blusa de color rojo que dejaba un hombro descubierto.
Vera tal vez no reaccionaba al verla como su corazón reclamaba, pero si lo hacía a su manera coqueta y algo arrogante.
-Vaya, vaya, vaya-repitió dejando su lugar para ir a saludarla-. Mi chica se vino con un look tremendo, eh.
Descarado comentario que arrancó una leve risa en sus compañeros y provocó un ceño fruncido de leve molestia de la aludida.
-No soy tu chica hace un buen tiempo.
-Ah, pero tú nada más dame un tiempo y podemos arreglar eso-concluyó con un guiño antes de volver a su lugar en la mesa.
-Claro. ¿Y a cuantas más se lo dices?
-Ah. ¡Te dije, cariño! Son tus inseguridades. Sabes que solo a ti, Stefania sin “E”.
En ocasiones la llamaba a si en referencia a un mal que había aquejado a esa chica durante años. Que su nombre era Stefania y no Estefania. Un pequeño detalle, pero siempre resultaba molesto tener que aclararlo para que no escribieran mal su nombre.
Esa no fue la única, pero sí la más relevante interacción que habían tenido en lo que duró toda aquella reunión. Horas en las que pasaron tiempo recordando distintos momentos relevantes que habían tenido lugar en esos años. Entre tragos y risas.
La mayoría se estaba cuidando de no pasarse demasiado con la bebida por el detalle de que deberían conducir de vuelta a casa. En cambio, para Stefania parecía no haber limite esa noche. Había bebido bastante y tal vez como nunca antes lo había hecho. Tanto que uno de sus compañeros cuestionó, mitad en broma y mitad con preocupación:
-Por cierto... Ella no conduce, ¿cierto? -comentó provocando risas.
-Ah, mejor me la llevo conmigo-apuntó Vera-. Tampoco conduzco. Yo volveré en taxi. Me la llevó.
-¿Con que intenciones? -preguntó alguien.
-Eso me pregunté también yo-afirmó Stefania, arrastrando un poco las palabras por su leve estado de ebriedad-. Más vale que no tengas ideas raras.
-¡Nada de eso, gorrioncita! Sé cómo es tu familia de boy scouts. Si llegas así seguro que te asesinan.
A esa interacción le siguió que Stefania se expresara un poco vulgarmente sobre que sus padres aún a la edad que tenía la trataban como si debiera ser una princesa perfecta. No pretendía que fueran capaces de aceptar que se convirtiera en una drogadicta promiscua, pero si que al menos le pudieran perdonar el excederse un poco con la bebida. Y esa noche justamente era la primera vez que se excedía un poco.
Terminada la reunión, Vera se la llevó de allí en taxi. El taxista, al ver el estado de Stefania no evitó comentar en plan jocoso.
-Bebiste muy poco, ¿verdad?
Vera se rió y en plan de broma revolvió los cabellos de su compañera de asiento.
-Sí, está chica siempre es tan comedida cuando bebe.
Al llegar pagó por el viaje y la llevó directo a su departamento. Ubicado en el segundo piso de su edificio. La condujo a su cuarto y la dejó en la cama.
-Gracias-expresó Stefania, con su mirada fija en el techo.
-Ten la cama para ti sola. Yo me quedo en otro lado. Afortunadamente tengo un sillón bastante cómodo. Espero que lo sea tanto como para unas horas de sueño.
Estaba por ir por unas sabanas a su armario para acomodarse en el mencionado sillón e intentar dormir. Pero la detuvo fijarse en que Stefania se había incorporado para verla.
-¿Por qué fue que terminamos?
Vera sintió como algo bastante extraño que justamente ella preguntara eso. Cuando era la que decidió poner fin a la relación y dejando muy claro su motivo. Pero aun así no quería darle una respuesta que pudiese sonar agresiva como: “Porque tu quisiste.”
-¿Y a qué viene esa pregunta?
-Tú responde y ya.
Vera se detuvo a pensar un momento. Suponía que ella debía saber por qué terminaron, pero tampoco iba a discutir mucho sobre lo que quería preguntar o sobre lo que quería conversar una chica algo ebria.
-Porque no te gustaba que fuera algo coqueta con otras chicas que veía atractivas. Como cuando una compañera nuestra iba muy guapa y bien arreglada. Temías que te pudiera estar siendo infiel o algo así. En ese momento te dije que exagerabas y que no tenías que ponerte así por eso. Porque solo era todo juego. Y que no me interesaban romántica ni físicamente ninguna de esas chicas con las que jugaba a coquetear. Era algo más inmadura. Hoy puedo darme cuenta de que no estaba mal que eso te incomodara. Era un comportamiento algo incorrecto. Lo reconozco.
-¿Y era cierto?-prosiguió Stefania con su etílico interrogatorio
-¿Qué cosa?
-Que no me eras infiel.
-Quien ama de verdad no debería ser infiel nunca-afirmó Vera como indirecta respuesta a su pregunta-. Si de verdad amas a alguien, tus sentimientos deberían ser lo suficientemente fuertes como para mantenerte con los pies sobre la tierra y con tus pantalones donde deben estar, sin importar cuanto te caliente otra persona. Si no te importa herir así a alguien, no amas realmente.
Stefania bajó su mirada.
-Entonces supongo que es como dijiste antes. Todo por mis inseguridades.
Vera se acercó a la cama para sentarse a su lado.
-Escucha, gorrioncita. No te eches la culpa. Ya te dije que acepto que hice mal las cosas. Mi comportamiento no era correcto. Pero, ¿qué más se puede hacer? Era más joven y tonta. El cerebro se me quedaba frito al ver una chica muy bonita y no podía evitar ponerme como una boba coqueta. Justamente que tú me dejaras fue una lección para mí. Aun de lo más amargo hay que tratar de sacar lo mejor. Revolver el pasado es solo para resentirse por lo que ya no se puede arreglar.
-¿Es un buen recuerdo para ti?-Stefania movió su cabeza hacia un costado para mirar su rostro-. ¿El tiempo en que fuimos novias?
-Solo tiene de malo que no sea más que un recuerdo. Si tengo que ser sincera.
Vera la miró. No estaban tan cerca como para que pudieran besarse ni nada. Pero si se sintió algo incómoda al tenerla tan cerca y a solas después de tanto tiempo. Desvió su mirada de inmediato con un leve sonrojo.
-¿Qué pasó con las otras?-Se animó a preguntar Vera. Si la otra estaba dispuesta a echar preguntas. ¿Por qué no ella? Entrando al fuego cruzado.
-¿Las otras qué?
-Tus demás noviazgos. Las otras chicas.
-Una era hasta más insegura que yo por lo celosa y posesiva que se volvió. Y no me quedó otra más que terminar con ella.
-Creo que sé a cuál te refieres. Me daba la impresión de que esa chica quería arrancarme la cabeza solo por mirarte cuando estaba contigo.
-A la segunda la sorprendí en cosas raras. Hasta le vi una conversación en plan sexting con otra chica. Y esa fue mi señal de retirada.
-¿Y la última?
-Me dejó. De repente y de un día para otro me salió con que sus padres debían tener razón, que su gusto por las mujeres solo debía ser una etapa, que quería casarse y tener hijos, como todo el mundo, como una persona “normal”. ¿Resultado? Será toda su vida una homosexual reprimida porque cedió a la presión de su homofóbica familia dinosaurio.
Vera se sintió mal al oír eso último. Si bien nunca había dejado de sentir algo por ella, nunca había albergado ningún tipo de oculto deseo posesivo de que sus relaciones fracasaran para que no desapareciera la posibilidad de que volviera a su lado.
-Qué pena. Si tengo que ser sincera, las otras dos no me agradaban, pero pensé que esa era la buena. Me entiendes.
-Si tú lo pensaste, es más que obvio que yo lo pensé también. Y vaya que dolió que terminara. ¿Y en tu caso? ¿Qué fue lo que sucedió?
La respuesta era simple y directa. Y a esa altura ya no tenía sentido ocultarla.
-Fueron buenas chicas todas. El problema era yo. Lo intenté, pero no podía corresponder el amor de ellas con total sinceridad y entrega. Y no era justo para ellas el vivir un amor unilateral.
-¿Por qué?
-Porque ninguna de ellas era tú. Y no me refiero a que no tuvieran tu personalidad, tu apariencia o algo así. Como si yo fuera una especie de psicópata buscando a una copia tuya o algo asi. No pienses eso. Sino a que todo este tiempo seguí amándote y queriendo estar a tu lado.
Las dos se quedaron hundidas en un silencio incómodo de varios segundos.
-Bueno, ya ves-prosiguió Vera-. Haz demasiadas preguntas y escucharas algo que te incomode o no quieras escuchar tarde o temprano. Lo siento.
Sintió como algo extraño que no respondiera nada. Y al ver a su lado se encontró con que Stefania ya estaba profundamente dormida. Así, de un momento a otro. No supo si sentirse aliviada por pensar que al día siguiente Stefania no recordaría nada de esa conversación o enfadada, porque no recibiría ninguna respuesta después de semejante declaración sobre su amor aún encendido por ella.
Tenía pensado dormir en ese sillón que había mencionado antes, pero se quedó viéndola dormir plácidamente en su cama. La besó en la frente y sin desearlo, pero sin poder evitarlo, se quedó dormida a su lado.
Pasaron varias horas, llegó el amanecer. Vera fue la que se despertó primero y aprovechó para verla dormir un tiempo más. Hasta que Stefania despertó y lo primero que hizo fue apartarse un poco de ella. Y pareciendo enfadada por algún motivo le dijo:
-Hey. ¿Qué diablos te ocurre? ¡Te dije que no me trajeras aquí con intenciones raras!
-¿Es un crimen tan grande que te vea dormir?
-No te hagas la romántica ahora. Sé que no eres mala chica, pero no pensé que serías capaz de algo así.
-¿Capaz de hacer qué cosa? ¿Es tan grave que te dijera directamente que aun te amo?
Stefania se detuvo para observar su cuerpo, notando que tenía la ropa puesta.
- ¿Y qué? ¿Me vestiste mientras estaba dormida para que creyera que fue todo un sueño? Ni que fuera una chiquilla ingenua.
Vera finalmente cayó en la cuenta de lo que estaba pasando. E hizo su mejor esfuerzo para no reírse.
-¡No me eches la culpa por tus cochinos sueños húmedos de borracha! No tuvimos sexo.
-¿Sueños húmedos? -Tomó una almohada para arrojársela-. Mentirosa.
La almohada golpeó suavemente su vientre antes de que volviera a responderle.
-¿Te atreves a llamarme mentirosa? Recuerda bien lo intensa que era cada vez que lo hacíamos. Si de verdad hubiese pasado, seguro que lo sabrías. Y no importaría cuanto tratara de ocultarlo.
Stefania hizo un sonido raro. Parecido a un gruñido.
-Entiende. Todo entre nosotras se terminó para siempre-remarcó fríamente, lo cual se sintió como una helada estaca en el corazón de su ex-novia. Aunque de inmediato también dijo:-Por favor, se me hace imposible pensar claramente. ¡Es por tu culpa!
-¿De qué estás hablan...?
Vera no concluyó su pregunta porque esa chica frente a ella se abalanzó sobre ella y la besó. Un beso tierno, pero tenso y con las dos como no entiendo lo que pasaba y tampoco pudiendo creerlo. Se sintieron casi como dando un beso por primera vez en su adolescencia. Hasta que se apartaron por fin.
-¿Y a ti que demonio se te metió? Me dices que acepte que terminamos, cuando en ningún momento te pedí ser tu novia ni nada. De repente vienes y me besas. No te entiendo para nada.
Stefania la observó con lágrimas en sus ojos y luego se arrodilló en la cama, dándole la espalda.
Vera podía oírla sollozar. Y extrañamente se sentía culpable por que ella llorara. Se acercó por detrás para rodearla con sus brazos. Contacto que no fue rechazado.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras, gorrioncita?
-Estar contigo aquí, hablar contigo. Y aclaro que no recuerdo al cien por ciento, lo que hablamos. Da igual. Me doy cuenta de que no puedo y no quiero dejarte ir sin intentarlo una vez más. Si lo hago lo lamentaré por siempre. Y no me animaba a decírtelo porque temía que me rechazaras.
-Escucha, vamos a desayunar, seca tus lágrimas y hablemos de eso con calma. ¿Si? Pero antes tenemos que hacer eso bien. A lo de antes difícilmente se le podía llamar beso. ¿Te parece?
-Tienes razón-asintió Stefania. Antes de acomodarse para que las dos quedaran arrodilladas en esa cama frente a frente. Para que pudieran darse un beso tomadas de las manos. Lo que marcaba el punto en que ambas se darían una oportunidad mutuamente. Una oportunidad que tanto habían anhelado.
Bonus track gracioso.
Durante el desayuno.
-Hablando de todo un poco-comenzó Stefania-. Asi como hicimos otro beso bien hecho, bien podríamos hacer lo de mi sueño uno de estos días, ¿cierto?
Vera escupió algo del café que se había preparado para el desayuno. Sorprendida por su repentino atrevimiento.
-Oye, como que apenas reanudamos-reclamó ruborizada como nunca-. Como que vas un poco rápido. ¿No te parece?