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Estimado Harry por OldBear

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Harry es un omega de familia influyente que sueña con encontrar alguien que le ame de verdad. Severus es un beta clase media, amante de la poesía, que sueña con triunfar en la vida. Riddle, por su parte, es un alfa con mucho dinero que se encapricha con aquel hermoso omega y hará lo que sea necesario para casarse con él. Riddle le pide ayuda a Severus pero, al final, un plan sencillo se complica cuando el amor interfiere.

SNARRY.

Omegaverse.

Notas de aclaración:

Es un fic Snarry.

Fic terminado. Tiene alrededor de 8 capítulos que iré subiendo según pueda.

No tengo nada contra Shakespeare, al contrario, me gusta. También me gustan sus obras, solo fue parte del guión del fic.

Los escritores que aquí aparecen sólo tienen en común que me gustan a mi, pero no están dentro de las mismas épocas.

La ubicación temporal es la época victoriana (más o menos) pero realmente no profundizaré mucho en eso. Lo menciono para que entiendan la ambientación.

Es un fic omegaverse.

 

Capítulo 1

Sus pasos resonaban rápidos y constantes por los amplios corredores, perfumados con las flores de verano que adornaban en cada esquina. Severus, contrario a su costumbre cuando visitaba aquella mansión, no se dio el tiempo de admirar ni los claveles ni las begonias; pues había sido mandado a llamar con prontitud y presteza, y suponía se trataba de algo urgente.

El lacayo al que seguía entornó una puerta doble que daba a un salón que él muy bien conocía. Entró con rapidez, dejando al joven detrás suyo, quien cerró las puertas sin emitir palabra. Al fondo, bajo la ventana abierta que dejaba entrar el frescor del verano, vio a Lord Voldemort exhalando el humo de un puro, con una sonrisa de satisfacción que solo le veía cuando cerraba tratos jugosos que incrementarían el tamaño de su bolsillo. La calma de aquella vista le hizo dudar a Severus de si aquel asunto en verdad sería importante o no.

—Mi querido Severus, ya llegaste.

Lord Riddle Voldemort, no se puso de pie, pero con su mano libre le hizo señas al recién llegado para que se sentara en la butaca a su lado. Su tono era jovial y despreocupado, muy contrario al tono urgente de la misiva que le habían enviado.

—Enviaste tu mensajero proclamando que era un asunto urgente. —Se sentó en la butaca mirando a su anfitrión con reproche, dándose cuenta de que había sido engañado—. Al parecer no es tan urgente como me hicieron creer.

El anfitrión de aquella mansión chasqueó la lengua antes de sonreír, como si hacer enojar a Severus Snape fuera de las cosas más gratificantes de su día.

—Tonterías mi amigo. Por supuesto que es un asunto importante, crucial, me atrevería a decir. Algo de vital importancia. —Riddle se incorporó en el diván, quedando sentado. Y se acomodó con ligereza la solapa de su camisa antes de hablar—. He encontrado a mi omega.

Severus Snape lo miró atentamente por unos segundos, sin saber cómo tomar aquella sorpresiva información. Lord Riddle Voldemort era un alfa apuesto, elegante y adinerado que pertenecía a la alta clase social. Su posición y dinero provenían de su linaje familiar, y su astuta mente para los negocios le había hecho merecedor de buena fama en la ciudad y los pueblos cercanos. En cambio, Severus Snape era un beta de clase media, quien había tenido que luchar bastante por escapar de la pobreza después de la muerte de sus padres. Él era un poeta, o por lo menos lo intentaba, pues la poesía no daba para comer cuando no se era de la alta clase. De todas formas, su madre le había enseñado el arte de las plantas medicinales, y podía subsistir entre la venta de medicinas y uno que otro escrito por el cual le pagaban unas cuantas monedas de plata.

Se habían conocido unos años atrás a raíz de una enfermedad que tuvo a Riddle al borde de la muerte, donde ningún doctor ni boticario era capaz de encontrar alguna cura. La suerte de Riddle estuvo en que uno de sus sirvientes había escuchado por boca de unos transeúntes acerca de un boticario excepcional, que podía hacer magia con las hierbas medicinales. Aquel boticario era Severus Snape, quien en solo un mes pudo lograr lo que otros no pudieron en casi un año: devolverle la salud al alfa.

En aquel mes el alfa y el beta fueron entablando una peculiar amistad, dada más que nada por el interés de Riddle en el cerebro de Snape para las cosas que él desconocía, y por la capacidad del Lord de darle al beta aquellos recursos que por su precaria economía no podía permitirse.

Debido a esos años que habían pasado juntos, Snape se enteró de toda la vida del Lord, pues fue convirtiéndose casi en su confidente. Lord Riddle Voldemort se había casado a sus 20 años por órdenes de su padre para poder heredar su fortuna. La elegida había sido una omega de buena familia, una joven tímida que apenas decía una palabra y que falleció de difteria a tan solo cinco años después del matrimonio. Eso fue algo que al Lord nunca le importó, había obtenido su fortuna y eso era todo lo que necesitaba. Además, por la forma en la que hablaba de ella, y por la forma en la que se comportaba, el beta estaba seguro de que Riddle había maltratado física y psicológicamente a su esposa, y ocasionalmente tenía dudas acerca de si había muerto o no de difteria.

Después de enviudar a tan temprana edad, el alfa había encontrado los placeres que los burdeles otorgan a los hombres solitarios. Era bien discreto, asi que casi nadie sabia, a excepcion de Severus, —pues le había confesado todo en una noche de platicas largas— que tenía un gusto por el sexo mas allá de lo que un hombre respetable deberia de tener. Y eso incluía el querer provocar dolor con el omega con el que se acostaba.

—Pensé que casarte no estaba en tus planes. Me pareció que no querías volver a atarte a un solo omega.

—Así es, pero comprendí que el casamiento no significa atadura si puedo mantenerme bajo perfil.

—No comparto ese pensamiento. —La expresión de Severus era de disgusto. Si bien él no había llegado a enamorarse de verdad, sabía que en el momento exacto en que lo hiciera dedicaría su vida a esa persona. Y la traición no sería algo que rondaba su mente—. Si vas a casarte...

—Oh, mi estimado Severus —le interrumpió moviendo el puro en el aire—, tu eres un romántico empedernido que cree que los poemas y los cuentos con finales felices son verdaderos. Eso es muy loable de tu parte, pero no es algo real. Los caballeros como nosotros no necesitamos creer en esas fantasías. Solo necesitamos una pareja de buen ver que sepa atender nuestras necesidades.

Severus bufó en desacuerdo y Riddle rió ante aquella respuesta. El beta quiso agregar algo más, pero se abstuvo en pos de entender porqué había sido llamado con tanta urgencia.

—¿Y encontraste a ese omega entonces?

—Así es. Es un omega cuya familia tiene renombre. Además de que es hermoso, si lo vieras lo entenderías. Estuve cenando con su padre y me percate que el chico no habla mucho, y eso es algo que me encandila aún más. Un omega hermoso, callado y de buen apellido. ¿Qué más podría pedir?

—¿Un compañero con una buena conversación?

—Severus, ¿para qué querría yo un omega con buena conversación? ¿De qué me serviría? Para eso te tengo a ti y a mis amigos alfas. Pero, sin ánimos de ofensa, los betas no suelen recordar esa parte.

Intentó no ofenderse ante aquella última oración. No era la primera vez que alguien le relegaba por su condición de beta, y sabía que no sería tampoco la última vez. De todas formas no estaba ni jamás estaría de acuerdo con ese pensamiento. Si alguna vez la vida le daba la oportunidad de encontrar a su compañero de vida sabía que dedicaría sus fuerzas y su alma a esa persona, por que de eso se trataba el amar de verdad. Aun así, y conociendo a Riddle, sabía que no cambiaría la forma de pensar del alfa, por lo que volvió a pensar en el por qué lo habían requerido de forma rápida cuando conocía su pensar.

—Aun no entiendo por qué necesitabas llamarme con carácter de urgencia, —frunció el ceño, pensando en los brebajes cuya preparación había dejado por mitad—. A mi parecer, esto es algo que podrías haber mencionado en una carta.

—¡Carta! Esa es la palabra correcta, y ahí es donde entras tú. —La sonrisa del Lord se ensanchó, y su emoción pareció ser tan grande que necesitó ponerse de pie antes de proseguir. — Verás, mi querido amigo: después de la cena me quedé hablando con Lord Potter y, como no me gusta perder el tiempo, le extendí mis deseos de desposar a su hijo. Me aseguró que la idea le agradaba, pues nuestras posiciones sociales y económicas hacían que un matrimonio fuese perfecto. Ahora bien, el problema radica en que Lady Evans, su difunta esposa y que en paz descanse, le hizo prometer antes de partir que permitiría que su hijo se casara con quien él deseara. Algo, digamos... ridículo. Pues es bien sabido que los omegas no tienen verdadera capacidad para decidir en asuntos tan importantes.

Aquello era otro punto en el que Severus no concordaba, y se lo dejó saber con una expresión de desaprobación. Todos, sin importar la clase social ni mucho menos la casta, debían tener la oportunidad de elegir a su pareja. Pues para él, el casamiento no debía ser algo tan superfluo como un acuerdo de economías. De todas formas no dijo nada a ese respecto, y solo agregó:

—Aun no entiendo donde entro yo en todo este asunto.

—Tuve una idea brillante, si me permites decir. El pensamiento de un cortejo completo no resulta de mi agrado. Llevar flores, sentarme a conversar con él para que me "conozca" es un pensamiento que me aburre sobremanera. Así que pensé en cartas.

—Nunca he sabido que escribas cartas de amor.

—Yo no... pero tu sí.

—¿Qué insinuas?

—¿Que omega se resiste al encanto de una carta, o un poema de amor? Le expliqué a Lord Potter que prefería enamorar a su hijo a través de cartas, para evitar los murmullos de las personas si nos veían juntos, y él estuvo encantado creyendo que quería proteger la reputación de su hijo. Lo que planeo es que tú seas quien le escribas, quien lo enamore, y así él me pueda aceptar con sencillez.

Una sonrisa molesta y sin diversión se formó en los labios de Snape, quien no podía creer todo lo que estaba escuchando.

—La cantidad de errores que hay en todo lo que me has dicho es increíble. En primer lugar, ¿qué harás cuando el pobre chico descubra que no fuiste tú quien lo enamoró a través de las cartas? Que no se casó con un romántico empedernido.

El Lord, que mientras hablaba había estado dando cortos pasos a través del salón, se encogió de hombros con sencillez, dando una calada a su puro antes de volver a hablar.

—Absolutamente nada, amigo mío. Después de casados él no tendrá oportunidad de quejarse. Ni siquiera su padre podrá apoyarlo. Después del casamiento el omega le pertenece a su esposo.

—¿Y si quiere divorciarse de ti? No has pensado en la posibilidad de que prefiera abandonarte después de descubrir tu mentira.

—¿Separarse? Imposible. Un omega, después de que se casa, no debe separarse. ¿Quién querría después un omega mancillado y marcado por otro? Estoy muy seguro de que ni siquiera Lord Potter aceptaría que su hijo terminara el matrimonio. Ni por todas las promesas que le hizo a Lady Evans.

—También hay otro punto muy importante que no has considerado del todo. Y es que yo no estoy dispuesto a participar en esta mentira. Se muy bien que para ti la poesía y la literatura solo son pasatiempos sin sentidos, pero para mí tienen alma; y no estoy dispuesto a utilizarlas en contra de algún chico que seguramente no lo merece.

—Sabía muy bien que no me sería fácil convencerte, Severus. Tu ímpetu y resolución son cosas que siempre me han gustado de ti, pues no me gusta rodearme de débiles de carácter. Así que conseguí algo a lo que se que no podrías negarte.

Lord Voldemort se llevó el cigarro a los labios y, con rápidos pasos, se acercó hasta su escritorio mientras exhalaba el humo. Rebuscó en una de las gavetas con una mano, hasta que encontró lo que necesitaba y lo extrajo con una sonrisa de victoria. Era un sobre abierto, con el sello de cera roto, pero aun así Severus lo reconoció cuando Riddle se lo tendió. Era el sello de la universidad más prestigiosa de Londres.

—¿Qué significa esto?

—Para mi buena suerte me enteré hace poco de que están requiriendo un nuevo profesor de literatura que suplante al viejo catedrático que está por retirarse. Eso que tienes en las manos es la respuesta de la universidad a una carta previa que hice, donde les indicaba que conocía a alguien con las cualidades necesarias para impartir la enseñanza. Al parecer les plació que alguien de mi estatus pudiese recomendar a un candidato, y solo están esperando que yo les diga tu nombre para hacerte la entrevista. Incluso saben que eres un beta. Yo había hecho esta petición una semana atrás como pago a tu amistad, pero ahora la usaré como aliciente para esta encomienda.

No solo su bajo estatus económico le era un impedimento, sino también su casta. Ser un beta era casi ser relegado a lo inservible, a trabajos prácticos más que de gran pensamiento. Severus había logrado ir a la universidad con el sudor de su esfuerzo, pero nadie le contrataba cuando sabían que se trataba de un beta, pues se consideraba que esa casta carecía de todo lo bueno de las otras dos. Los betas no tenían el poder ni el dominio de los alfas, pero tampoco la capacidad de engendrar con facilidad como los omegas. No poseían fieracidad ni encanto. O eso era lo que se pensaba.

Los betas que lograban posiciones importantes tenían ayuda externa la mayor parte de las veces. Y, aunque Severus conocía a Riddle desde hacía años, su orgullo no le iba a permitir pedirle algún favor que lo favoreciera. Pero aquello que tenía entre las manos no era un simple favor, era la oportunidad de su vida de demostrar lo bueno que era sin importar su condición.

—Solo necesitas escribir unos cuantos poemas que enamoren al joven omega, y tendrás un pasaje directo a enseñar en la universidad más prestigiosa de la ciudad.

Nunca fue un hombre al que le costara tomar una decisión, pues siempre había sido de pensamientos claros y valores seguros. Pero ante él colisionaban tantas cosas en aquel momento, que se sintió flaquear por primera vez en su vida.

Por un lado, estaba el hecho de hacer burla de todo lo que era su vida, de usar la poesía y la literatura para embaucar a una criatura inocente. También estaba el hecho de que atentaría contra su convicción de que el amor era lo más puro que existía, pues si aceptaba jugaría de forma cruel con los sentimientos de un joven. Por otro lado, el deseo de tener algo que pensó jamás podría le sobrecogía, pues vería sus sueños cumplirse si tan solo cerraba los ojos y escribía un par de cartas. Su indecisión tardó uno minutos bajo la atenta mirada de Lord Voldemort, hasta que al final levantó la vista y dijo:

—Acepto.

 

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La mansión Potter se alzaba majestuosa varias calles alejada de la vivienda de Lord Riddle Voldemort. Si bien la fachada austera y sobria era un vivo reflejo de Lord Potter, el decorado interior y, sobre todo, el hermoso jardín en la parte trasera eran tan hermosos y acogedores como lo fue Lady Lily Potter —Lady Evans de soltera—. Y si bien la dulce mujer había fenecido hacía seis inviernos, las áreas de la mansión que más le reflejaban se mantenían de aquella forma, como si las paredes de piedra se negaran a perder la esencia de la mujer.

Pero, en aquel momento, Harry Potter, el único hijo del matrimonio Potter, no percibía la esencia de su querida madre entre las paredes de su hogar. Al contrario, la furia que sentía en ese momento brotaba desde cada poro de su ser y no le permitían ver nada más allá de su enojo. El joven casi corría e ignoró los llamados de Hermione a su espalda, y continuó casi a la carrera por los pasillos que dirigían a su dormitorio.

Al llegar, abrió la puerta sin cuidado y fue directo a su cama, lanzándose en ella con violencia. No cerró la puerta, pues sabía que su dama de compañía entraría en cualquier momento para intentar tranquilizarlo. Sin embargo, cerró los doseles de seda roja que pendían del techo, lo que solía comprender su única privacidad, y enterró la cara en la almohada. Un grito ahogado se escapó de sus labios al tiempo que escuchaba a Hermione entrar y acercarse.

Hermione Granger, una omega de clase baja que servía como dama de compañía al joven Harry desde hacía siete años, entró en la habitación cerrando la puerta con calma. La joven, que era unos dos años mayor que el señorito, suspiró con pesar y se acercó a la cama, sentándose en el piso apoyándose del colchón. Aunque para aquel momento la relación de ellos se había vuelto más una amistad que amo-sirvienta, ella siempre respetaba la privacidad de los doseles cerrados, y nunca intentaba descubrirlos.

—Señorito Harry....

—¡Escuchaste lo que dijo mi padre! Que el arrogante alfa que vino anoche le pidió mi mano.

La voz de Harry se escuchaba rota a través de los cortinajes, como si se debatiera entre la furia y las ganas de llorar.

—Pero Lord Potter ha dejado en claro que usted puede decidir...

—¡No! —Acompañando aquel grito, el joven abrió las cortinas de golpe, viendo directamente a la joven—. Me dijo que me dará tiempo hasta que llegue a conocer al Lord, pero que es muy probable que este termine siendo mi esposo. Está rompiendo la promesa que le hizo a mi madre.

—Su padre tiene miedo, señorito. Las murmuraciones han comenzado después de que usted rechazó a su cuarto pretendiente y casi está por cumplir diecinueve..

Harry se enfureció y apretó los puños. ¿Era su culpa que todos sus pretendientes fueran unos idiotas? Era lógico que rechazara a cuatro, cuando en lo único en que esos alfas pensaban era en que él sería una buena elección para engendrar a sus bebés y que serían una pareja hermosa.

—¿Y solo por las murmuraciones he de entregarme a uno de esos arrogantes alfas? No quiero eso, Hermione. No deseo una vida de sumisión y soledad. Mi deseo más grande es casarme, pero con alguien que me ame de verdad, que me quiera como un igual. Con un alfa que me dedique poemas, que sea romántico. Con alguien que me ame de verdad y yo pueda amar de igual forma. ¿Acaso no tengo derecho a decidir por ser un omega? No es mi culpa el haber nacido en esta casta.

Volvió a lanzarse en la cama y se acomodó de lado, pasando casi toda la mañana en esa posición encerrado en su habitación, analizando la penosa situación en la que se encontraba. Hizo caso omiso a las palabras de Hermione acerca de que quizás Lord Voldemort no sería tan mal pretendiente, que quizás lo había juzgado mal durante la cena, y prefirió pensar en alguna forma infalible de deshacerse de aquel alfa. Ni siquiera quiso bajar a comer a medio día, diciendo que se encontraba indispuesto y que le dolía la cabeza. Pero, a eso de las dos de la tarde, Hermione entró apresurada a su dormitorio, con un sobre en una mano y sujetando su vestido con la otra para no tropezarse.

—Señorito Harry, llegó una carta... de Lord Voldemort.

Desde su posición en la cama, Harry miró la carta con recelo. No se movió y volvió a cerrar los ojos, teniendo inmensas ganas de dormir y olvidar aquel asunto.

—No quiero abrirla.

—Por lo menos haga el intento, por favor.

El joven Potter abrió los ojos, suspiró y se levantó de la cama. Observó la carta sin ocultar su desdén y su desprecio por un tiempo más que prolongado, debatiéndose internamente en sí debería leerla o destrozarla y enviarla de nuevo a la mansión de Lord Voldemort sin que su padre se enterara. Cedió al ver la súplica en los ojos de Hermione, pues sabía que esta no deseaba que el joven tuviese más problemas con su padre.

Al final solo pudo soltar otro suspiro, como si con eso se diera fuerzas para cumplir con una tarea sumamente desagradable, y tomó la carta de las manos de la joven. La abrió destruyendo el sello familiar sin mucho cuidado y comenzó a leer en voz alta, con toda la intención de que su fiel amiga y acompañante le escuchara.

Estimado Señorito Harry Potter...

¿Puedo llamarte tan solo Harry? Quizás sea un atrevimiento muy descarado de mi parte pedirle a tan noble criatura que me conceda el honor de llamarle tan solo por su nombre; pues es bien sabido que esa es una de las mayores muestra de confianza, o falta de respeto, cuando se trata de un alfa que acaba de conocer a su omega. Ruego que no te confundas pues, en mi caso, no busco faltarte al respeto de ninguna manera posible; todo lo contrario.

Mis modales se han perdido componiendo esta modesta esquela y he olvidado presentarme. Aunque debes de tener alguna idea de mi identidad, quiero que sepas de forma formal que soy el Lord que viste el día de ayer durante la cena a la que tu padre me invitó. Quiero que sepas que yo accedí a esa invitación de buena gana, pues tu padre, Lord James Potter, es un hombre que influye un amplio respeto en los círculos más altos. Lo que no esperé, sin embargo, era quedar prendado del omega más hermoso y encantador que mis ojos hayan visto en toda mi existencia.

Disculpa si estoy siendo irrespetuoso, o si en algún punto te incomoda mi sinceridad; pero es que solo quiero que entiendas el por qué de una decisión que parece ser muy repentina.

Inmediatamente mis ojos se posaron en ti, mi corazón se detuvo, y todo mi ser me gritó, por primera vez, que había encontrado la mitad de mi vida que me hacía falta. Es por esto que ayer mismo le he pedido a tu padre tu mano en matrimonio. Puede parecer algo apresurado, lo sé; y espero que no te espantes ante esto. Pero yo soy un alfa que siempre ha sabido lo que quiere, y mis decisiones nunca han sido a la ligera.

Tu padre pareció entender que nuestra unión sería más que maravillosa, pero me ha extendido su parecer de que no te obligará a casarte, a menos que no te parezca adecuado el alfa que te pretende. Yo lo entendí, y créeme, no me amedrenta esa información, pues confío que tu y yo estamos hechos el uno para el otro, y que el destino sabía que era justo el momento de encontrarnos.

Esta carta, si me permites, será la primera de muchas más que utilizaré como mi medio de llegar a tu corazón. Pues concordando con tu padre, es la mejor forma de evitar las habladurías y canturreos de los demás sobre tu persona.

Espero que esta misiva no sea demasiado avasallante, pero es que no puedo retener el desborde de sentimientos que hay dentro de mi. Esperaré tu respuesta, y rezaré cada minuto mientras llega, que tu contestación tenga un rayo de esperanza en cuanto a mis ansias. No soy piloto, sin embargo, aunque te hallaras tan lejos como la más extensa ribera que baña el más lejano mar, me aventuraría por mercancía semejante.

Te dejo ahora, para que puedas pensar en todo lo que he dicho, pero aunque mis palabras terminen aquí, mis pensamientos seguirán rodando en torno a tu persona.

Deseando escuchar lo más pronto sobre usted, se despide: Lord Riddle Voldemort.

 

Un sonido semejante a un suspiro escapó de los labios de Hermione cuando Harry terminó de leer la carta. La chica se cubrió la cara con ambas manos, ocultando su creciente vergüenza después de haber escuchado una declaración tan íntima.

—Que romántico...—sus palabras fueron amortiguadas por sus manos. —No esperé que el Lord que vino ayer pudiese escribir algo tan hermoso.

—Es un pusilánime.

—¡Señorito Harry! —La joven se espantó ante aquella acción, y miró a todos los rincones de la habitación, como si tuviese miedo de que alguien hubiese escuchado a su amo. —Un omega como usted no debe decir esa palabra tan fuerte.

—Pero eso es precisamente lo que es: un pusilánime. Unió toda la palabrería absurda y cándida de la que fue capaz, y la culminó con una frase de Shakespeare para que yo me derritiera ante su "tierna" prosa.

—Pero...

El joven Potter no escuchó lo que su dama de compañía le decía, o fingió que no le escuchaba. Decidió levantarse de la cama con gran presteza y caminó hasta su mesita, en donde rápidamente tomó una de sus hojas en blanco y preparó la pluma y la tinta.

—¿Le contestará tan pronto?

—Por supuesto, mi dulce amiga. No necesito esperar más tiempo cuando sé exactamente lo que quiero decir.

Hermione no dijo nada más, y estuvo de pie a su lado mientras el joven escribía. En tanto las letras iban y venían, la dulce joven sabía que aquella era una pésima idea, y que si Lord Voldemort se enfurecía por semejante respuesta podría quejarse con Lord Potter y enseñarle lo que su hijo le habría escrito.

Y Harry tendría muchos problemas.

Notas de la autora:

"No soy piloto, sin embargo, aunque te hallaras tan lejos como la más extensa ribera que baña el más lejano mar, me aventuraría por mercancía semejante."

Frase tomada de de 

 


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