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Estimado Harry por OldBear

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Capítulo 2

Severus no se esperó que el joven omega al que le había escrito en nombre de su amigo le contestara con tanta prontitud. Esperaba una respuesta al día siguiente, quizás lo mucho, en la noche. Pero definitivamente no la esperaba a unas pocas horas luego de escribirle. Realmente pensó que el omega se tomaría su tiempo para interiorizar la situación y releer un par de veces la carta, pero se había equivocado.

Durante la conversación que habían tenido aquella mañana, Riddle le dio carta blanca para enviar la mensajería conforme Severus quisiera. Confiaba en la capacidad poética de Snape, y sabía que el futuro maestro tenía lo que necesitaba. Después de ultimar esos detalles, el Lord se había marchado de la casa a algún lugar desconocido para Severus, aunque tenía la firme sospecha de que se trataba de algún burdel de alta clase. De todas formas el Lord había dejado claras instrucciones a su servidumbre de que cualquier misiva o mensaje que fuera enviado desde la casa Potter, se le fuera entregado sin mucha demora a Severus Snape; el cual se quedaría en la mansión los días que se extendiera aquella farsa como invitado especial.

El beta tomó la carta de las manos del sirviente y le indicó que podía retirarse. Luego de la partida de Riddle se había movido del salón a la biblioteca personal del hombre para poder hacer uso de la extensa literatura que poseía la familia Voldemort. La tan sola idea de que podría estar dando clases en una prestigiosa universidad, enseñando todo lo que sabía acerca de romance y letras, fue suficiente para que no pudiese estar tranquilo sin tener la nariz metida en algún libro.

Sin embargo, ahora con aquella carta entre sus manos, colocó a Medea a un lado para leerlo más tarde, y se acomodó mejor en el sillon. No había necesitado encender la chimenea, pues aun la hora del día permitía que el calor de la estación rebosara la estancia.

Lo primero que notó es que el sobre no tenía ni una gota de perfume. Era común que los omegas impregnaran con algo de su propio perfume corporal las cartas que le enviaban a sus enamorados, lo que le dio un mal presentimiento sobre aquello. Alejando esos pensamientos negativos por el momento —pues cabía la posibilidad de que la timidez del joven no le permitiera impregnar la respuesta a su pretendiente con sus feromonas—, rompió el sello familiar de los Potter con cuidado y extendió la hoja frente a sus ojos. La respuesta era sumamente más corta de lo que él había escrito y sus ojos no podían creer lo que veían, pues el omega había prescindido de toda cordialidad.

Usted sabe quien soy, por lo que no es necesario ninguna presentación. Recibí su carta, mi querido Lord, y he de decirle que mi decepción no fue minúscula. Utilizar un par de palabras rimbombantes y referirse a Shakespeare no es suficiente para que yo caiga a sus pies. Sé lo que habló con mi padre y sé, lamentablemente, que mi destino como omega terminará siendo desposar a un alfa que, ante mis ojos, no valdrá la pena; aun así me mantendré firme todo lo que pueda en rechazar ridiculeses dirigidas a mi persona. Dispénseme usted si lo ofendo, pero solo quiero que comprenda que no soy el omega dulce que cree, por lo que no caeré con dos palabras de amor.

Si mi falta de tacto le hace enojar le ruego que me perdone nuevamente; pero a menos que no tenga nada mejor que decir que solo alabar lo perfecto que seríamos juntos, no me escriba.

Con muy poco afecto de mi parte: Harry Potter.

Posdata, tiene permiso para decir mi nombre. De todas formas es algo que no me importa.

A pesar de que solo se trataba de un par de párrafos, tuvo que leerlos varias veces para poder comprenderlo. Si bien él era un beta y no había enamorado a una gran cantidad de omegas como lo haría un alfa, Severus siempre había sido muy observador; y su gusto por la literatura le había abierto el camino a conocer cómo solían pensar y actuar las tres diferentes castas. Por lo que aquella respuesta le sorprendió a niveles insospechados.

Nunca se esperó a un omega —de alta clase— hablando de forma tan descortés y directa, casi como si se tratara de un alfa al que no le importa demostrar modales.

Su primera reacción fue enojarse ante tal descortesía a su persona, pero luego tuvo a bien recordar que el omega no había sido descortés contra él, sino contra la carta que había escrito haciéndose pasar por Riddle. Si miraba en retrospectiva y era sincero consigo mismo, había escrito la misiva con la poca información que su amigo le había brindado. Tan solo le había dicho que Harry Potter era un omega hermoso y tímido, y creyó que se trataba de un joven igual a todos los demás omegas. Había utilizado las palabras exactas que sabía harían derretir a cualquiera de su casta. Además sabía que el chico había visto a Voldemort, y Severus admitía que el Lord era un alfa muy apuesto. Por lo que en verdad llegó a pensar que aquello sería muy sencillo.

A pesar de su desconcierto y furia inicial terminó por reírse de la situación, imaginando qué pensaría Riddle si se enteraba que el tímido omega que había conocido parecía no serlo tanto. Decidió guardar la carta en el bolsillo de su chaqueta y dirigirse a los jardines exteriores para dar un paseo y despejar su mente. Necesitaba pensar muy bien la respuesta que daría.

………………………………………………………………

Después de haber enviado aquella grosera contestación una parte en el interior de Harry se arrepintió ligeramente, pues temía que el Lord se quejara con su padre acerca de lo grosero que había sido. Pero acalló ese miedo, pues no perdería el orgullo de haber puesto en su lugar a aquel alfa arrogante. No obtuvo respuesta en lo que quedó del día, y se la pasó gran parte del tiempo leyendo en su habitación, con la esperanza de no encontrarse con su padre, con quien seguía enojado.

Cuando en la mañana del siguiente día no obtuvo ninguna respuesta, ni se cernió sobre él la ira de su padre, pensó que Lord Voldemort había desistido de su encomienda, pensando quizás que un omega irrespetuoso no valía la pena ni las molestias. No fue sino hasta poco antes de la hora del almuerzo que Hermione se le acercó con un sobre, un pequeño ramo de hermosas begonias y expresión consternada. Gracias al sello que protegía la misiva sabían quien le había escrito, y Harry decidió sentarse bajo la sombra del frondoso árbol del patio junto a su fiel compañera para saber lo que le había respondido el Lord.

Joven Harry Potter:

Quiero empezar mis palabras con una sincera disculpa. Me tomé el atrevimiento de creer que eras similar a la mayor parte de los omegas que he conocido en mi vida, y después de tu contestación me he dado cuenta de que me he equivocado como pocas veces en mi vida. No fue para nada mi intención el hacerte sentir menos, ni mucho menos el ofenderte.

Sin intentar defender mis actos, pero como una forma de explicarme, quiero que sepas que tomé ideas equivocadas de la noche en que compartimos la cena junto a tu padre, pues su persona estuvo bastante silencioso en todo momento, y quizás yo me hice suposiciones erróneas de su forma de ser. Fue muy jactancioso de mi parte el haber citado a Shakespeare también, pero admitiré que deseaba impresionar más que nada, aunque quizás no fue mi mejor elección. ¿Puede decirme por qué no fue la mejor elección? Tal vez eso me ayude a conocerte un poco mejor.

Por lo demás del final de tu carta, no te preocupes, pues no me he sentido ofendido por ninguna de sus palabras. Si he de encontrar alguna palabra para describir mis pensamientos, diría sin lugar a dudas que estoy impresionado.

Espero que mi tropiezo no impida mi deseo de seguir conociéndote, pues quedaría la marca en mi vida como el peor de mis fracasos. Acepte mis sinceras disculpas ante toda las molestias que mi primer avance le provocó, y reciba esta pequeña ofrenda como una muestra de mis sentimientos. Si me es permitido, enviaré más junto con mis cartas.

Deseando que encuentre un espacio para mi en su corazón, me despido.

Posdata, solo utilizaré tu nombre cuando así me lo pidas.

Harry jadeó con sorpresa al terminar de leer la carta, y esta vez, a diferencia de la primera misiva, tuvo que leerla por segunda vez. Estaba más que sorprendido con la respuesta del Lord, incluso extasiado ante aquello.

—No puede negar que Lord Voldmort es todo un caballero.

Asintió lentamente, concordando con Hermione. Se había esperado una carta demandante de respeto, obligándole a disculparse por las palabras dichas. La mayor parte de los alfas de clase alta solían creerse superiores a los omegas, y no soportarían en lo más mínimo una falta como aquella, insultante. Pero el Lord no solo no se había enojado, sino que al parecer se lo había tomado con humor. ¡Había dicho incluso que estaba impresionado! Se sintió ligeramente avergonzado al recordar lo grosero que había sido en su primera respuesta, y concordó que, en la siguiente carta, debía ser un poco más amable. Solo un poco, pues no cedería jamás tan sencillo frente a ningún alfa.

Decidiendo que escribiría la carta después del almuerzo, se levantaron y se sacudieron la hierba en sus ropas antes de encaminarse uno junto al otro dentro del gran salón.

…………………………….

Lord Voldemort había llegado tarde el día anterior y se dirigió directo a su cama. Pero, temprano en la mañana, sentado a la mesa del comedor junto a su amigo e invitado, y disfrutando de un copioso desayuno, le preguntó si había iniciado con las cartas. Severus le respondió con una afirmación escueta, sin ofrecer detalles sobre la misiva que lo había dejado pensando casi toda una tarde. Pero, de todas formas, a Riddle no le interesaban aquellos asuntos de conquista, y abandonó la mansión alegando que tenía unos compromisos que necesitaba resolver de forma temprana.

El quedarse solo en aquella mansión no le afectaba en lo absoluto, pues significaba que podía pasarse todo el día encerrado en la biblioteca leyendo sin que nadie le molestara, aunque en aquellos momentos su mente estaba rondando pensamientos diferentes a la lectura.

Cuando Riddle se marchó a eso de las diez de la mañana, Severus se encaminó a la biblioteca para estar a solas y lejos de la servidumbre, y sacó de su bolsillo la carta que iba a enviarle a Harry —la que respondía la primera contestación del omega—. La había reescrito cuatro veces; algo que para él era increíble. Y es que el problema principal se basaba en que necesitaba encontrar las palabras exactas esta vez, y no solo escribir toda la cursilería de la que era capaz.

Por lo menos se encontraba a gusto con su respuesta asi que, después de revisar un par de veces, colocó la carta en un sobre y después de sellarla, se la entregó al mensajero junto a un pequeño ramo de begonias del propio jardín, con la instrucción de llegar a la casa Potter sin demora. Después de eso pasó el resto de la mañana leyendo, y almorzó solo en plena tranquilidad; o eso intentó. Porque se encontró a sí mismo ansiando una respuesta que llegó alrededor de las dos de la tarde. Intentó convencerse de que solo estaba ansioso porque tenía curiosidad en saber cómo respondería el muchacho, y nada más.

Rompió el sello con delicadeza y estiró la hoja frente a sus ojos. Aun cuando la falta de perfume seguía siendo algo notorio, por lo menos en esa ocasión no se trataba de unas pocas líneas escritas con ira, y se dio cuenta que sus disculpas habían funcionado.

Estimado Lord Riddle Voldemort.

Quiero comenzar diciendo que no me disculpare de ninguna forma por las palabras dichas en mi antigua carta, pues nada de lo que dije fue mentira. Aun así, debo admitir que me impresionó su reacción, pues viniendo de un alfa de su posición me imaginé que reaccionaría de forma furiosa ante el claro irrespeto de un omega. Creo que, en ese sentido, los dos nos equivocamos.

Debido a que usted fue tan caballeroso en su misiva, le concederé las respuestas a todas sus dudas con toda honestidad, pues creo que se lo debo.

He de admitir a través de estas líneas, que la forma en la que me conoció hace un par de noches, mientras cenábamos con mi padre, no es mi verdadera forma de ser. Estaba enojado con Lord Potter por algo que habíamos discutido con antelación y, con ligera pena, admito que fui casi obligado a sentarme en la mesa junto a su persona. No quiero decir con esto que odié su presencia, pero mi enojo no me permitió socializar en ese momento.

Con respecto a Shakespeare, no puedo decir que me molestó, simplemente me decepcionó. No me lo tome a mal, el alfa es un gran escritor, y he leído Romeo y Julieta un par de veces, pero es muy básico. Quizás me habría impresionado de haber nombrado al gran Oscar Wilde, Goethe o Victor Hugo. O mejor, la frase "En asuntos de amor, los locos son los que tienen más experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos; los cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado nunca” del gran Benavente, me habría fascinado.

Si bien la forma en cómo inició me dejó mucho que desear, su disculpa pareció sincera, por lo que acepto su petición de continuar con esta mensajería. Pero no se confíe, Lord, no se ha ganado mi afecto de ninguna forma. Solo continuaré con esto en parte por el deseo de mi padre, por lo que mi postura sigue firme.

Como último detalle, creo que por su sencillez se ha ganado el derecho de usar mi nombre; me placería que me llame solo Harry.

Me despido de usted.

Posdata, aceptaré el regalo de las flores. Me gustaría ver si adivina cuales son mis favoritas.

No pudo evitar sonreír mientras sus ojos repasaban aquellas letras varias veces. Cada párrafo era una gran muestra de la personalidad del chico, por lo que podía formarse una idea mucho mejor de él, y cada vez se percataba más de que no se trataba de un omega como Riddle pensaba. No pudo describir la sensación que tuvo al leer que Harry mencionó a uno de sus escritores favoritos como posible referencia sobre William Shakespeare, ni cuando mencionaba la frase de Benavente que a él también le gustaba.

Sabía que necesitaba pensar si decirle a Voldemort acerca de que Harry no era tan tímido y sumiso como se pensaba, pero este le había dicho que volvería hasta la noche, por lo que no necesitaba analizar ese detalle en aquel momento. Así que prefirió seguir desmenuzando la carta que tenía entre manos.

Lo que más le emocionó fue el claro reto que el omega había interpuesto, y supuso que servía como excusa para que él pudiese seguir enviando más flores. Sonrió ante eso y se levantó para buscar tinta y papel. Se dedicó a escribir un par de horas, hasta que obtuvo algo que le agradó lo suficiente:

 

Estimado Harry

No miento ni es una exageración de mi parte el decir que fue un placer leer que me permites usar tu nombre. Me hace indudablemente feliz porque entiendo que tu aversión hacía mí quizás no sea tan grande como temía. Sé que no tengo un lugar tan siquiera en tu consideración, pero prometo que me esforzaré para lograrlo; pues con las pocas líneas que hemos compartido me he dado cuenta que eres un ser especial.

He de decir que comprendo la situación que lo llevó a tener aquella actitud durante la pasada cena pues, aunque quizás mi situación no pueda compararse con el yugo que llevan los omegas sobre sus espaldas a la hora de no poder elegir a su pareja, puedo decir que he estado en algunas situaciones en donde una fuerza externa no me permite expresarme con completa libertad. Por lo que no tiene absolutamente nada por lo cual disculparse respecto a esta situación.

Esta es la parte más especial de la que quería hablar, por lo que no dilataré más mis ansias. No se si ha sido el destino o la vida misma —y yo como poeta no podría decidir—, pero entre los poetas que menciona tu carta anterior como mejor elección que Shakespeare se encuentra uno de mis favoritos, por no decir que se encuentra uno de los que marcó la mayor inspiración en mí, y no sabes la sensación agradable que me inundó. Te iba a escribir en este mismo párrafo quién era pero, jugando a tú mismo juego, dejaré que intentes adivinar quién es de entre los tres nombres. Como única pista te diré que puedes guiarte de la forma en que he escrito todas mis cartas, incluida la fallida primera misiva.

Eso me hace recordar que en tu juego de la flor favorita no me diste ninguna pista, y aunque tengo un par de presentimientos acerca de cuales podría eliminar, siguen siendo demasiadas opciones, y te conozco muy poco. Es por esto que entre estas letras ruego, o por alguna pista o, en mayor medida, por que me escribas un poco más de tí de lo que quizás yo tenga derecho a preguntarte. No pienses que me he propasado con esta petición, mi querido Harry, pues no pido nada indecoroso ni que sobrepase tus límites. Solo quiero que me abras un poco más tu alma, que me relates algo que quizás no le hayas contado a nadie.

Pensarás quizás que pido demasiado y no ofrezco nada, y como caballero que soy frente a un omega de tu estatus, me pondré a tu disposición con una oferta: hazme la pregunta que desees. No habrá límites en lo que quieras preguntar, te responderé sin dudar y sin ocultar la verdad.

Me despediré diciendo que no intentaré adivinar la flor que te gusta, pues sé que fallaría. Pero por lo menos dime si estoy en lo correcto al decir que no te gustan las rosas, ¿cierto?

Me despido de ti de forma ansiosa.

 

Severus dejó la carta sobre la mesa, leyéndola en busca de cualquier desperfecto, y se secó las manos sudadas en el pantalón, preocupado por arruinar el papel que enviaría en poco tiempo a la casa de los Potter junto a un ramo con cinco girasoles seleccionados por él mismo.

Cuando el sirviente abandonó la mansión con la carta y las flores, faltaban diez minutos para las tres. El ama de llaves le preguntó amablemente si deseaba tomar el té, y Severus le dijo que preferiría tomarlo un poco más tarde, con la esperanza interiorizada de que Harry le enviaría una respuesta en corto tiempo, y que podría leerla mientras disfrutaba de una taza de té.

Mientras tanto, caminó por los alrededores de la mansión, como una forma poco efectiva de no pensar en la posible respuesta del omega. En un momento se acercó a los establos, con la idea de que ver un poco a los caballos podría distraerle. El pequeño establo de la mansión estaba en la parte trasera, siendo más que nada un simple cobertizo acomodado para los caballos. Severus se fijó, gracias a su atención a los detalles, que la cerca que encerraba la mansión, por detrás del cobertizo, tenía un desperfecto que cedería ante el más mínimo golpe, y pensó que lo mejor sería comentarlo con Riddle antes de que algún bandido se percatara de aquello y decidiera robar el coche y los caballos durante horas nocturnas. 

 


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