Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ugly por OldBear

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Advertencias de este fic:

SAD FIC/COMFORT FIC/CLICHÉ JUVENIL

Bullying

El físico de Steve es el que tenía pre suero. Pero recordar que esto es un AU.

Recomendado leer para mayores de edad.

Trastorno Dismórfico Corporal
Problema de percepcion corporal
Problema de autoestima

El FIC está basado en la canción Ugly, de la cantante Nicolle Dollanganger. Les dejo el link al video con la letra en español.

 

https://www.youtube.com/watch?v=6_iwtKInWjk 

 

CAPÍTULO ÚNICO


El local de malteadas estaba bastante concurrido aquel sábado en la tarde. Las meseras, con una sonrisa en la cara y bandejas bien balanceadas, iban y venían de una mesa a la otra tomando pedidos y llevando órdenes a la cocina casi sin detenerse.


Todas las mesas y la barra estaban llenas, y la mayor parte de los que estaban en aquel lugar conversaban animadamente con sus amigos, pero Tony solo podía suspirar al sentir los minutos pasar. Tamborileó los dedos sobre la mesa mientras se cuidaba de no ensuciarse con las gotas de la malteada que se derretía. Revisó su reloj una vez más y confirmó que había estado esperando a Steve por casi cuarenta y cinco minutos; y más que molesto, estaba preocupado, pues Steve solía ser muy puntual.


Su novio era capaz de llegar a algún sitio hasta con media hora de antelación, incluso a sus citas, pues decía que no había mas grande muestra de descortesía que la de llegar tarde a algún lugar.


Suspiró y volvió a revisar su teléfono con la esperanza de que el rubio le hubiese devuelto algún mensaje o alguna llamada, pero no encontró nada. Volvió a marcarle por cuarta vez, y solo obtuvo que el teléfono sonará hasta que, por falta de respuesta, el aparato le enviará al buzón de voz.


Decidió que aquella era suficiente espera y se levantó de la mesa dejando el pago por su malteada y una generosa propina para la camarera, la cual siempre lo atendía cortésmente en sus citas con el rubio. Incluso ella le había hecho un comentario sobre la tardanza de este. Aquello simplemente no era normal.


Dentro del mismo local Tony caminó hasta Jarvis, quien estaba sentado unas cuantas mesas alejado, pues por regla de Howard —y después del intento de secuestro hacia el menor de los Stark—, Tony necesitaba de la compañía de su mayordomo en todo momento. Aun si solo fuera a una cita con su novio un sábado en la tarde, en una pequeña cafetería local para beber unas malteadas.


Al viejo mayordomo no le disgustaba en lo absoluto tener que acompañar al joven Stark; después de todo, él había sufrido también con lo que le había sucedido a Tony. Quizás fue porque siempre lo acompañaba a todas partes que sabía exactamente los pensamientos del más joven en relación a la tardanza del otro, por lo que no se sorprendió en lo absoluto cuando este le dijo:


—Debemos ir a la casa de Steve.


Jarvis asintió y se levantó de inmediato, dejando sin terminar el café que había ordenado hace poco junto con el pago, y ambos se dirigieron al estacionamiento.


No hubo ninguna conversación de camino más allá de las quejas de Tony acerca de lo difícil que era hacer que Steve se dignara a hacer uso de los mensajes de texto. De todas formas, la casa estaba a pocas cuadras del establecimiento, por lo que llegaron sin mucha demora.


Stark se bajó del auto deprisa y casi corrió hasta la puerta de la entrada. Tocó el timbre tres veces antes de que Sarah, la madre de Steve, abriera la puerta.


Sarah Rogers era una mujer muy amable y atenta, que se había hecho cargo de su hijo ella sola luego de la muerte de su esposo unos siete años atrás. No había sido fácil, Steve era muy enfermo cuando más pequeño. Incluso en aquel momento, que ya contaba con dieciséis años, seguía siendo relativamente delicado de salud. Quizás era por eso que su pelo se adornaba de canas prematuras, que su rostro mostraba unas profundas ojeras y se le marcaban unas arruguitas alrededor de los ojos cada vez que sonreía.


De cualquier manera la forma de ser de la enfermera, tan amable y dulce, le quitaban los años que los desvelos intentaban ponerle.


—Buenas tardes señora Rogers.


—Tony— la mujer se limpió las manos en el delantal de cocina. Por el olor que provenía de dentro de la casa se podía suponer que horneaba sus famosas galletas— ¿cuántas veces te he dicho que me llames Sarah?


Tony negó con la cabeza. Si bien poco le habría importado mantener o no formalidad con cualquier otro adulto, la madre de Steve le originaba un respeto distinto. Además, siempre jugaba su carta de joven responsable y juicioso delante de Sarah, pues sabía que impresionar a la suegra era algo de vital importancia para siempre tener las puertas abiertas.


—Disculpe. ¿Está Steve? Teníamos una cita.


Sarah suspiró y se hizo a un lado de la puerta, señalando la planta superior con un dedo, donde Tony sabía que estaba la habitación del rubio.


—Eso supuse. —Respondió la mujer con tono triste—. Salió hace más de media hora, regresó pocos minutos después y se encerró en su habitación. No me ha dejado entrar ni quiere hablar conmigo.


—¿Puedo subir?


Tony sabía la respuesta, pero era preferible mantener su postura de joven educado aun cuando tuviese prisa por ver a su novio.


—Sabes que sí. Intenta ver qué le pasa. Les llevaré algo para que merienden más tarde.


No contestó más nada y subió las escaleras a gran velocidad, casi corriendo hasta llegar al segundo piso. No vió cuando Jarvis se acercó a saludar a Sarah y aceptó acompañarla a terminar de hornear galletas y tomar una taza de té. Después de todo, Sarah jamás dejaba que el mayordomo se quedara fuera en el auto cuando Tony iba a visitar a Steve.


En la planta alta solo estaba la habitación de la señora Rogers, un baño compartido, y la habitación de su novio. Tony suspiró y tocó tres veces la puerta, pero nadie contestó en el interior.


Tocó nuevamente, esta vez con más fuerza, haciendo temblar la delicada puerta de madera.


—Quiero estar solo un rato, mamá.


—Soy Tony, abre la puerta.


Hubo un silencio por unos segundos que al joven de los Stark le pareció eterno, hasta que la voz de Steve se escuchó como un eco lejano a través de la madera.


—Tony...¿qué haces aquí?


Tony dudaba enormemente que Steve no se acordara de su cita, lo conocía demasiado bien.


—Se supone que tenemos una cita, ¿acaso no lo recuerdas?


—Lo olvidé por completo... estoy algo ocupado ahora... Si quieres podemos vernos después.


No se enojó ante aquella respuesta del rubio, más bien se preocupó aún más. La voz de Steve no solo salía entrecortada, sino que su tono era débil y se notaba que hacía un gran esfuerzo por no llorar.


—Steve, siempre has sido un terrible mentiroso. Eso que dices no te lo crees ni tú. Abre la puerta.


—Tony, en verdad no creo que...


—ABRE-LA-PUERTA-, Steve.


Aquella frase la dijo con más enojo y autoridad de la que planeaba. No pretendía hablarle mal, pero sabía que algo malo estaba sucediendo y no se marcharía sin averiguarlo. Escuchó un ruido y luego pasos dirigiéndose hacia su dirección. La puerta se abrió un minuto después.


—Amor, ¿qué sucedió?...


El aspecto del rubio no daba lugar a dudas de que había estado llorando hacía poco. No le respondió nada, y solo caminó hasta la cama para tumbarse boca abajo. Tony entró a la tan conocida habitación y cerró la puerta tras de sí. Se acercó a la cama y se sentó a un lado del otro quitándose los zapatos. No podía ver su rostro, pues lo tenía oculto, pero podía imaginarse la expresión que tenía.


—Steve... dime que sucedió, por favor.


El silencio envolvió la pequeña y bien organizada habitación, mientras que la mente del millonario se hacía un torbellino intentando encontrar una explicación.


—No me digas que yo hice algo mal.


—¡No! no, por supuesto que no.


La brusquedad con la que Rogers respondió y saltó en la cama tomó desprevenido a Tony, quien se sorprendió cuando ambos quedaron frente a frente, y pudo ver la expresión asustada de Steve de que él se creyera culpable de algo.


—Entonces dime qué sucedió. ¿Por qué estás llorando? ¿y por qué no llegaste?


El rubio bajó la mirada, pero no volvió a recostarse. Decidió acomodarse a un lado de Tony, de modo que quedaron sentados uno junto al otro.


—Yo no iba a faltar a nuestra cita, sabes que jamás se me olvidaría. Pero, cuando salí de mi casa...


—¿Qué sucedió? —preguntó cuando el otro se quedó en silencio.


El aludido hizo una mueca antes de hablar, como si le doliera recordar lo que había pasado y como si le doliera aún más el tener que contárselo.


—Me encontré con unos chicos de la escuela que iban pasando por mi calle.


Stark se imaginó lo que podía haber sucedido, se lo imaginó demasiado bien, y sintió su sangre hervir.


—¿Se burlaron de ti?


El rostro de Steve se tiñó de humillación mientras asentía, confirmando las sospechas de millonario. No era la primera vez que se burlaban de su físico, pero eso era algo a lo que uno jamás se acostumbra. Tony lo vio, y se enfureció aún más si se podía.


—¿Quién fue? ¿Fue el grupo de Doom? —Estaba muy seguro de que el culpable era Doom y su grupo de aprovechados. Incluso tenía ganas de levantarse en aquel momento, buscarlo por todos lados y darle una paliza. — Dime quien fue ahora mismo.


—Eso no importa, Tony.


—Claro que importa, necesito saber quien fue para romperle la nariz.


—¿Por qué le romperías la nariz a alguien por decir la verdad?


Su ira, aunque grande, pasó a un segundo plano. Más que concentrarse en partirle la cara a Doom, debía concentrarse en Steve, quien parecía haberse creído las cizañas de aquel cretino. Tony ya podía imaginarse el panorama: su novio había salido muy feliz a reunirse con él en el puesto de malteadas, se habría topado con Doom y su grupo y estos, como de costumbre, habrían hecho alusión a su aspecto físico. Incluso estaba seguro de que habrían llegado a empujarlo al suelo o tirar de su ropa como siempre hacían. No lo golpeaban, nunca lo hacían pues, aunque eran unos cretinos, sabían que Rogers era novio de Stark, y este tenía las formas de hacer que pagaran legalmente si lo golpeaban. Pero las burlas a las que lo sometían, siempre cuando estaba solo, nunca dejaban nada que pudiera comprometerlos.


Pero una huella que sí dejaba era en el interior de Steve. Las enfermedades y su precaria condición de salud provocaron que siempre fuera un niño delgado y que tuviera una apariencia frágil. No era una sorpresa para Tony saber que el rubio no le gustaba su cuerpo, lo que incrementaba su malestar cuando los demás se burlaban de él. Incluso pensaba en ir al gimnasio, pero el solo pensar en estar rodeado de desconocidos que juzgarían su físico era algo que le aterraba.


—¿Acaso estás loco? Mírate, eres hermoso. Ellos son unos estúpidos envidiosos. —Tomó el mentón de Steve entre sus dedos y aplicó un poco de fuerza para obligarle a mirarlo. — Solo dime si fueron ellos y haré que lo lamenten como nunca en su vida.


—Tony, tengo que aceptarlo.


Steve se retiró del agarre, dobló sus rodillas hasta el pecho y se abrazó a sí mismo. Al verlo, el enojo de Tony se transformó, convirtiéndose más en dolor. Intentó calmarse, sabiendo que su furia no haría nada bueno en el otro.


—Steve....


—No es como si no lo supiera, ¿sabes? Me veo todos los días en el espejo. Es solo que... me duele escuchar sus risas cuando me ven.


—Yo te veo hermoso.


—Necesitas unos anteojos, Tony.


—Lo que yo necesito es que dejes de prestarle atención a esos idiotas. Eso es lo que son, unos idiotas.


—Eso no significa que no digan la verdad. Además...


—¿Además que?


Dudó de si continuar, pero la mirada de Stark le indicaba que no se movería de su lugar a menos que no terminará la frase. Tembló ligeramente con una sensación de desolación y la frase de Doom que más le hirió salió de su boca casi quemándole los labios:


—Victor dijo que no sabía cómo podía tener novio. Que tu estas conmigo por una obra de caridad como las que hace María Stark cuando reúne dinero para los pobres...


Rogers suspiró y apoyó su frente entre sus rodillas. Era en momentos como aquel que Tony deseaba poder tener la gran habilidad de Jarvis para encontrar las palabras adecuadas en cualquier momento, pero no podía. En cambio, solo terminó de acortar la poca distancia que los separaba en la cama, y se quedó unos minutos en silencio.


Nunca, desde que conoció a Steve, había pensado que era alguien feo. Todo lo contrario. Siempre había visto al rubio como alguien delicado, pero hermoso. Como una flor que logra florecer en medio de la adversidad.


Aunque iban a la misma escuela juntos no lo conoció realmente sino hasta que un día, estando Tony solo, el grupo de Doom quiso intimidarlo. Steve lo vio y sin pensarlo fue a ayudar al millonario. En aquel tiempo ni siquiera eran amigos, pero Tony quedó prendado de aquel muchacho flaco que lo ayudó sin pensarlo, enfrentándose a unos chicos que solían molestarlo. Esa fue la primera vez que escuchó como Victor insultaba a Rogers.


Su amistad se forjó en un abrir y cerrar de ojos, y en menos de dos meses Tony le robó un beso y le dijo que desde el principio siempre quiso algo más. Le tomó casi una semana completa hacerle entender al rubio que aquello no se trataba de una broma pesada; pues en su mente no cabía la posibilidad de que uno de los chicos más populares de la escuela estuviese enamorado de él.


"—Es que no solo eres hermoso Steve, sino que también eres inteligente, atento, responsable, cariñoso y, me imagino, que eres un buen besador" Aquellas habían sido las palabras del millonario antes de robarle otro beso y comprobar su hipótesis como verdadera. Desde aquel día ya iban a cumplir un año estando juntos.


Mientras que Tony se iba enamorando de su novio cada día más, solo había una cosa que le molestaba: Rogers no se daba cuenta de lo hermoso que era y le prestaba demasiada atención a los comentarios malintencionados de Doom.


Suspiró con fuerza, con la intención de llamar la atención del rubio y que este levantara la cabeza de entre sus piernas. Sabía que era el momento de decir algo, así como cuando Steve le apoyaba cuando María y Howard se peleaban a los gritos y Tony buscaba consuelo.


—¿Confías en mí?


—¿Qué intentas...?


—Solo responde si confías en mí o no.


—Por supuesto que sí.


De eso no había duda. Steve confiaba en Tony más de lo que nunca había hecho con nadie. Podía pedirle que se tirara de un puente junto a él y—después de pensar en todas las posibilidades que tenía de morir, por su puesto —se lanzaría a su lado.


Stark asintió, y pareció prepararse mentalmente para dar un discurso.


—Entonces te diré esto: nunca, jamás, dudes de lo que siento por ti. Una vez nos juramos el uno al otro de que nunca nos lastimaremos, y solo el hecho de que dudes de mí ante las palabras de ese cretino me lastima. Las burlas de esos tontos jamás se van a terminar, porque tienes que entender que las personas siempre quieren romper todo lo que es hermoso—dijo Tony sonriéndole—, y me temo que tu eres hermoso.


Steve lo miró antes de desviar la mirada, avergonzado. Sus mejillas se habían teñido de un rosado fuerte y mordió su labio inferior como siempre hacía cuando estaba nervioso.


—No es cierto.


—¿No dijiste que confiabas en mí? Pues créeme, eres hermoso.


Tony volvió a tomarlo del mentón para que le mirara nuevamente; pero esta vez no le habló, sino que lo besó de improviso. Planeaba que fuese un beso corto, algo para demostrarle que sus palabras eran ciertas, pero cuando Steve le siguió, no pudo detenerse. La posición les era incómoda, así que de un segundo a otro Tony se subió en el regazo de Steve, para continuar profundizando el beso.


Sintió los brazos del rubio subir temblorosamente por su espalda hasta abrazarlo, y la mano de Tony se posicionó detrás de la nuca del otro, acariciandola. Los besos de Steve se sentían más necesitados que nunca, como si buscara en sus labios la verdad de las palabras anteriormente dichas, y Tony se encargó de que le quedara claro.


Durante el tiempo que llevaban juntos solo habían tenido algunos roces por encima de la ropa y, tan solo un par de veces, se habían masturbado mutuamente en la oscuridad de la habitación del millonario; pero en todo momento con la ropa puesta y las luces apagadas. Steve se avergonzaba enormemente que Tony lo viera sin ropa o sintiera su cuerpo completamente desnudo. No lo había dicho en voz alta, pero Stark lo sabía. Tenía la idea de que todo el amor que su novio sentía por él no sería suficiente para verlo con sus propios ojos, y temía el momento de sentir el rechazo de la persona que amaba por su aspecto físico.


No era que no tuviese ganas, todo lo contrario. Cada vez que estaban a solas Steve se estremecía ante el solo pensamiento de poder llegar a más, pero el miedo le impedía demasiadas cosas. Además, agregado a eso, estaba el hecho de que él no tenía ninguna experiencia sexual. Tony era su primer novio, incluso fue su primer beso; en cambio el millonario había estado con alguien anterior a él. El antiguo novio de Tony era un chico atlético de otra escuela con quien no había durado más allá de dos meses. Steve sabía quién era aquel chico, y sabía que era muy apuesto, por lo que su temor incrementaba cuando se imaginaba que su novio compararía sus cuerpos de alguna forma u otra y terminaría decepcionandose.


Pero en aquel momento los besos lo embriagaban tanto que su cabeza daba vueltas y una pequeña parte de su ser deseaba las manos de Stark dentro de su camisa, viajando por todo su cuerpo.


Quizás fue que el millonario leyó sus pensamientos, pues con decisión dirigió sus manos al cuello de la camisa de Steve, para proceder a quitar el primer botón. Rogers lo detuvo deprisa, sintiendo como el miedo le embargaba.


—Te vas a burlar.


—¿Y si prometo no reirme? Confías en mí, ¿cierto?


Steve asintió lentamente, dudoso.


—Quiero que lo digas con palabras, amor. No quiero obligarte a nada que no quieras.


—Confío en ti, en serio. Y yo... yo quiero, te lo juro. Es solo que tengo... miedo. Miedo de que no te guste lo que veas.


Tony sonrió tiernamente y quitó el segundo botón de la camisa.


—Y yo estoy seguro de que me encantará lo que veré. Y que te gustará lo que te haré.


Tony comenzó a besar su cuello sin permitirle decir nada más, y bajó con lentitud y devoción hasta la clavícula, mientras continuaba su arduo proceso de desabotonar aquella camisa. Podía escuchar como la respiración del otro se agitaba cada vez más bajo los besos impetuosos y, en un arrebato de valentía, rozó con la punta de sus dedos uno de los pezones que ya estaba descubierto. El cuerpo bajo suyo se retorció y soltó un gemido, lo que le dio a Stark la señal para tomar más valentía y acariciar el otro botón rosado, esta vez con su lengua.


Steve tuvo que morderse los labios al sentir aquella lengua sobre su cuerpo por primera vez, y cuando sintió la rodilla de Tony entre sus piernas, se dió cuenta que tenía una erección. Las caricias continuaron de forma lenta y placentera, como si Stark quisiera hacerle ver todo lo que se estaba perdiendo; y él no podía negar que se estaba sintiendo demasiado bien. Casi se estaba dejando llevar por todas las sensaciones que lo envolvían, pero sintió las manos de Tony queriendo deshacerse de los últimos botones de su camisa, y un pánico horrible lo invadió nuevamente. Pero esta vez, el miedo era más grande.


—Espera. Por favor. Espera —decía al tiempo que aferraba las muñecas del otro. —No sigas, no sigas.


Los besos se detuvieron de inmediato, y lo vio al rostro con la respiración agitada por la excitación.


—¿Estoy haciendo algo mal?


Rogers quiso patearse mentalmente, pues odiaba hacer sentir a su novio culpable de cosas que no había hecho. Tony intentaba hacerle sentir bien y su cobardía no le dejaba.


—No, no. —Comenzó a unir los botones sueltos con manos temblorosas— Todo lo que haces se siente bien. Es solo que...


—No quieres que te vea.


Negó con la cabeza mientras desviaba la mirada a algún rincón de su habitación. Tenía el pensamiento de que algún día Stark se cansaría de aquello. No era un secreto entre ambos que Tony moría de ganas por llegar un poco más allá en lo íntimo, y si bien siempre había respetado mucho los límites impuestos por Steve, no estaba seguro de cuánto le duraría la paciencia.


—¿Quieres que me quite?


Tardó un momento en entender lo que le preguntaba, y negó fervientemente con la cabeza. Si bien no quería "avanzar", tampoco deseaba dejar de besarlo. Besar a Tony se había convertido en una de sus actividades favoritas.


—Me gustaría seguir, ya sabes, besándonos. Es solo que aún no estoy listo para, ya sabes... —Se aclaró la garganta ligeramente antes de agregar—: Lamento haber arruinado el momento.


—¿Arruinar? Claro que no. Yo estaba teniendo un gran momento, sí, pero no se arruinó. —Con delicadeza, Tony abotonó el botón hasta arriba que Steve se había olvidado—. Y estoy seguro que con calma se volverá a repetir, y despacio podemos ir avanzando cada vez más.


La voz de Tony fue bajando de tono hasta convertirse en un susurro cerca de su oído. Steve se estremeció ante la idea mientras sentía como Stark volvía a atacar su cuello. Cuidando rotundamente de no volver a bajar hacia su pecho.


—¿No te molesta... seguir esperando?—intentó preguntar entre gemidos al sentir las pequeñas mordidas en su cuello y las manos traviesas jugando con su cabello.


—¿Acaso parece que estoy molesto?


Volvió a besar sus labios, silenciando cualquier posible respuesta que pudiera darle. El beso en aquel momento fue más demandante y profundo del que fue en un principio, con mordidas en los labios y palabras de amor dichas cada que podían.


Steve estuvo a punto de dirigir su mano a los pantalones de Tony, con la idea de que si bien él no quería quitarse la ropa, podía hacer algo que jamás había hecho pero que moría por intentar y solo necesitaba su boca para lograrlo. Pero antes de eso, unos toques en la puerta los hicieron separar casi de inmediato, e intentaron restablecer su respiración a la normalidad al tiempo que escuchaban la voz de Sarah Rogers al otro lado de la puerta.


—Steve, Tony, les traje unas galletas.


Steve se lanzó rápidamente de la cama mientras intentaba arreglar su camisa, se acercó a la puerta y la abrió ligeramente con una sonrisa nerviosa, intentando no demostrar lo que estuvieron haciendo unos segundos antes.


—Gracias, mamá.


Tomó la bandeja con el plato de galletas y dos vasos de leche de las manos de su madre; la cual le dedicó una mirada divertida con la ceja alzada. La señora Rogers logró ver a Tony en la cama y, aunque este estaba con la ropa arreglada y aparentando tranquilidad, sus años y experiencias la dejaban adivinar muchas cosas.


Sonrió aún más divertida antes de dirigirse al novio de su hijo.


—Tony, querido ¿te quedas a cenar?


El aludido miró a Steve, que colocaba la bandeja encima del escritorio. Luego del lugar de malteadas había planeado ir al cine a ver alguna película, pero supuso que el rubio no estaba en condiciones de querer salir a ninguna parte. Además, él tampoco quería salir si en algún momento podían volver a repetir aquellos besos.


—Sí, señora Rogers. ¿Puede decirle a Jarvis que me quedaré? Por si él quiere hacer algo más.


—Oh, no te preocupes corazón, me dijo que si se quedaban me mostraría su famosa receta de pasta Alfredo. —La mujer tomó el pomo de la puerta para cerrarla, pero antes de marcharse por completo de la habitación agregó:— No los interrumpo más hasta las ocho.


Quizás fueron sus palabras o el tono en que lo dijo, pero ambos se sonrojaron al entender que Sarah les estaba dando un tiempo estimado para no volverlos a asustar si decidían volver a retomar lo que hacían. La mujer dejó la habitación tras cerrar la puerta, y Steve, aun con el rostro colorado, decidió llevar la bandeja a la cama.


—Tu madre siempre me sorprende.


—Si supieras. Me dio todo una charla acerca de que aun siendo hombres necesitamos usar protección, y me regaló una caja de...condones. —Admitió escondiéndose tras su vaso de leche—. Durante toda la charla me estaba muriendo de vergüenza.


Tony no pudo evitar reírse al imaginar la escena, pero mentalmente anotó que antes de irse, le pediría los condones a Steve para mantenerlos en su bolsillo. Decidieron ver una película en la laptop de Steve y, después de que este ganara en piedra, papel o tijera, terminaron viendo Save Private Ryan, una de sus favoritas.


—Realmente no entiendo como te gustan tanto las películas de soldados y guerras. Creo que en tu otra vida fuiste un soldado.


Steve se encogió de hombros ante las palabras de su novio. La película apenas iba a la mitad, pero él se la sabía casi de memoria y no le molestaba en lo absoluto la interrupción. Se giró un segundo y al sentirlo, Tony hizo lo mismo.


—¿Te he dicho que te amo?


—No las suficientes veces. —respondió Stark con una sonrisa—. Aunque quiero que sepas que nunca será suficiente. Tendrás que repetirlo todos los días.


—Mantener el ego de un Stark será demasiado para mi.


—Sé que podrás lograrlo.


Tony le dio un beso en los labios y acomodó su cabeza en el hombro del rubio, tomándole la mano que estaba entre ellos. Steve sonrió y volvió su atención a la película, mientras se inundaba de calma ante la cercanía del otro. Las palabras de Doom seguían resonando en su cabeza de vez en cuando, pero las mantenía a raya con la idea de que no tenía que confiar en Victor más de lo que confiaba en Tony.


FIN


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).