Mi nombre es Uchiha Sasuke, tengo 17 años y puedo ver cosas que los demás no pueden o considerarían extraño. Vivo con mi hermano mayor Itachi en un pueblo de unos cientos de habitantes, donde no pasa absolutamente nada interesante, en resumen, es un pueblo tranquilo y aburrido.
–Sasuke –Escucho la voz de mi hermano tras la puerta de mi cuarto. ¿Ahora que quiere? – No llegues tarde, recuerda que tienes examen de ciencias.
–Ya lo se Itachi, no tienes porque repetirme las cosas siempre. –Suspiro, esto es un fastidio.
Solo deberíamos dedicarnos al negocio familiar y listo. La secundaria es un fastidio, aunque gozo de excelentes calificaciones. Sigue siendo un fastidio, en especial mis compañeras de clase, si fuera por ellas me acompañarían hasta el baño.
Bueno, se preguntarán: ¿A que me refiero con el negocio familiar? ¿Verdad? Resulta ser que los Uchiha somos una familia de exorcistas, un clan que tiene una larga y trágica travesía, pero esa historia se las contare en otra ocasión.
Mis padres perdieron la vida, en manos de un yokai conocido como – Kyuubi: El zorro demoniaco de las nueve colas. – Pero según los rumores, fue un complot de los altos mandos del clan Uchiha, para que mis padres perecieran en la lucha.
Luego de la muerte de mis padres, Itachi decidió que nos mudaríamos a este pueblo, el trabaja en la secundaria de Konoha impartiendo clases de historia.
Se que él está al tanto que en pueblo esta plagado de yokais, pero son casi inofensivos y se ocultan en el bosque. Por mi parte los tarto de ignorar, para que no piensen que soy uno de los raritos. Pero en ocasiones se me hace imposible hacer la vista gorda, cuando un yokai ataca a un ser humano.
De vez en cuando nos llegan peticiones para exterminar algún que otro espíritu u demonio y con Itachi nos hacemos cargo del trabajo. Debo decir que el apellido Uchiha es una carga bastante pesada.
–¡Mierda! Se me hace tarde, Itachi me matara si llego tarde –Tomo rápidamente mi mochila y salgo de la casa, procurando dejar con llave. En menos de quince minutos me encuentro en el salón, sentado en mi puesto. Sonrió al escuchar la campana sonar y como algunos alumnos son detenidos por el director por llegar tarde. Ni los segundos perdonan.
Suspiro con pesadez al ver al profesor de matemáticas entrar y comenzar a gritar a los alumnos para que ocuparan sus asientos. Este sería un muy largo día.
Me estiro en mi asiento al escuchar la campana de salida, mire a mis compañeros como tomaban sus cosas y las guardaban en sus respectivas mochilas.
Tomo mis cosas para guardarlas en mi mochila y frunzo el ceño al ver algo que minutos antes no estaba, una carta. Miro a mi alrededor buscando a la persona responsable, pero el salón está vacío, dirijo mi vista hacia la ventana logrando ver a un chico de rubios cabellos correr hacia el bosque, perseguido por lo que reconozco como tres yokais. Consiguiendo perderse en la espesura de este.
Vuelvo a dirigir la vista a la carta, le doy vuelta. No tiene remitente, tan solo pone mi nombre y apellido, con cuidado la abro y saco el papel del interior para fruncir aún más el ceño. ¿Esto debe ser una broma no? Tan solo tiene escrito tres palabras.
Entréganos el libro.
Me quedo mirando por unos segundos el papel ¿Qué es esto? ¿De qué libro está hablando?
Con molestia arrugo el papel junto con el sobre para tirarlos dentro de mi mochila, cerrándola y ubicándola en mi espalda, salgo del salón para posteriormente salir del recinto estudiantil con dirección a mi casa. La carta fue una broma de muy mal gusto y quien me la hizo, la pagaría muy caro.
Nunca creí que esa carta, con que esas simples tres palabras le darían un giro completo a mi vida. Revelando un secreto que jamás quise conocer. Sumergiéndome en una pesadilla que no tiene fin.