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Quedé embarazado en una dulce noche. (Traducción finalizada) por yuniwalker

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Cuando llegó al pueblo, a orillas de un pequeño lago donde se podían ver las pirámides, Lucius ató una cuerda al camello en el que viajaba y entró en la taberna menos concurrida que se encontró.

"Vino".

Lucius se sacudió la arena de los hombros y de la capa y se sentó frente al tendero. Era un lugar donde muchos hombres acostumbraban reunirse para beber durante la noche así que, por eso mismo, pareció ser más animado de lo que pensó a primera vista. Y tal vez era porque se trataba de uno de los pocos puestos comerciales a lo largo de la frontera, pero pareció haber una mezcla de clientes multinacionales y multiétnicos con todo tipo de vestimentas y acentos. Era un sencillo bar hecho con ladrillos de adobe a la luz de las antorchas y, como tal, estaba lleno de música local bastante deprimente. En la derecha, entraron bailarines que comenzaron a mover la cadera y en la derecha, los músicos tocaban y mujeres hermosas comenzaban a llevar comida a la boca de los clientes.

Cuando estaba allí, frente a la mesa y con un buen vaso de vino, el dueño del bar se acercó y le dijo:

"Señor, ¿Eres romano por casualidad?"

Entrecerró los ojos y lo miró a la cara. 

"¿Por qué crees eso?"

"Tiene cabello rubio y ojos azules. Eso es muy raro por aquí."

"Ya."

"Tienes una mirada aguda, te ves impecable y tienes un comportamiento muy, muy fuerte. Por ahora, voy a decir que eres un gladiador cazarrecompensas de Roma, ¿No es así? Alguna vez fuiste un soldado de alto rango en manos de los aristócratas, pero ahora vas de puerta en puerta buscando a alguien que te dé trabajo."

El dueño de la taberna debió haber visto muchos visitantes extranjeros antes.

"¿Qué tal lo hice?"

Lucius rió, honestamente asombrado. Aunque había recibido una orden secreta del general romano y había llevado un enorme ejército a la frontera, se había colado aquí solo. Su ropa no era del estilo de su nación y en su lugar, había conseguido una túnica corriente con un vendedor ambulante. No deseó mostrarle que se sintió desnudo en su presencia, así que comenzó a beber de su vino.

"¿Qué? ¿No eres romano?"

"Desafortunadamente, no soy ni un vagabundo ni un gladiador. Soy solo un comerciante".

"Ajá. Pero no tiene cuerpo de comerciante".

"Me lo dicen a menudo, pero en realidad solo vine aquí para comprar especias. ¿Conoces alguna buena tienda?"

Fue cuando le preguntó esto al dueño, que varios soldados, con una apariencia increíblemente digna, se precipitaron en la taberna antes de que cualquiera de los que estaban allí presentes pudieran reaccionar. Tenían una espada en la cadera y una lanza en la mano así que, se podía decir de un vistazo que eran soldados que servían en el palacio real. Además, estaban vestidos con armaduras que sonaban con fuerza cada vez que chocaba el hierro al caminar o cuando levantaban un poco las manos. Entonces, la música se detuvo y los bailarines dejaron de moverse todos a la vez. Cuando los clientes se levantaron de sus asientos y los miraron con rostros inquietos, un hombre grande, con una armadura que pareció ser notablemente diferente a la de los demás, se colocó en el medio y habló en voz baja y clara:

"Estoy buscando a un gladiador romano. Si ven a uno o a alguien que parezca uno, deben contáctarme de inmediato. Son órdenes del próximo faraón".

"¿Y qué les hace pensar que hay gladiadores romanos aquí?"

Dijo Lucius, bebiendo todavía de su vino. Por supuesto, llamó la atención de todos en un instante.

"¿Quién eres?"

"Un mercader que quiere tomar un descanso."

Sí era romano, pero los soldados realmente no parecieron darse cuenta de eso. Aparentemente no eran tan observadores como el dueño de la taberna. 

"Pero ¿A qué gladiador exactamente están buscando?"

"Se llama Lucius. Veintitantos años. Se dice que la última vez que se le vio con vida, fue cruzando la frontera".

"Dicen que es letal como un escorpión, de estatura de un león, ferocidad de una pantera negra, la implacabilidad de una hiena, los colmillos de una cobra y la velocidad de un halcón."

"Jajaja ¿Quién demonios dice eso?"

Lucius estalló en carcajadas, aunque fue involuntariamente ¿Qué pasaba con todos esos adjetivos? En un tiempo, fue el ganador del combate que se celebraba en honor al fundador y también fue seleccionado como mano derecha del embajador y líder de la tropa militar más grande de Roma. Pero pasara lo que pasara, todas esas analogías eran estúpidas ¿Había alguien en este mundo que pudiera igualar a un escorpión o ser tan veloz como un halcón? 

"Bueno, ciertamente es interesante. Aunque no puedo creer que exista un hombre así en la vida real. Me encantaría verlo de cerca alguna vez."

Lucius se echó a reír de nuevo. Además, fue divertido que incluso si era evidente para el dueño de la taberna, pareció ser una persona más para el resto de los soldados. 

"Y si lo encuentro, lo vigilaré desde lejos para ustedes. Tienen mi palabra. ¿Pero puedo preguntar por qué están buscando a un hombre así? Parece peligroso."

"El Rey lo está buscando. Espero que cumplas tu palabra y lo reportes si lo ves".

"Bueno, haré mi mejor esfuerzo." Dijo Lucius a los soldados, que estaban pegando papiros en la pared de la tienda. "Soy de un país extranjero, así que realmente no lo sé, pero, cuando dices "el rey", ¿Te refieres al Príncipe Nefert? Es bastante famoso por su belleza e inteligencia. De donde vengo, hablan de él todo el tiempo." 

Pareció algo que no debería haber dicho.

El mes pasado, el emperador anterior de este país murió. Después de varios meses de funerales y luto, se envió una invitación a la República romana para que asistieran a la ceremonia de entronización y les comentaron que su hijo mayor, el príncipe Nefert, estaba programado para ascender al trono de inmediato. Sin embargo, aparentemente se envió una carta personal desde el Reino de Libia, que era hostil a Roma, diciendo que otro príncipe tenía que convertirse en faraón de inmediato si querían conservar la paz. Y escrito allí, estaba el nombre de Ined, el hermano gemelo de Nefert. ¿Quién sabe? Quizá el país estaba dividido en dos poderes importantes, entre el hermano mayor Nefert y el hermano menor Ined.
Ahora, la República Romana contemplaba gobernar también el Reino del Nilo. Y en lugar de hacerlo utilizando la fuerza, el plan era ingresar al palacio en secreto.
 
"Lucius, antes que nada, tienes que averiguar qué tipo de persona es Nefert, o si sería mejor apoyar a Libia y tener una relación con Ined".

Lucius cruzó en secreto la frontera solo para averiguar quién era Nefert e Ined y cuál era su reputación con el pueblo y el ejército. Su armada estaba en espera en una base en la costa y en términos de papel, era más correcto llamarlo "espía" que "gladiador". Después de todo, la tarea de Lucius era ver con sus propios ojos cuál era el estado actual del país por lo que, tal vez había sido malo mencionar el nombre de Nefert tan de la nada. Los soldados hablaron en secreto, y los clientes también hicieron lo mismo desde la distancia. Al sentir un olor peligroso en el aire frío, Lucius dejó su taza y le dio la espalda a la mesa. 

"Bueno, como comerciante, no me importa la historia. Siempre y cuando pueda tener mis especias listas para entregarlas. Me despido. No puedo quedarme mucho tiempo por aquí cuando es hora de trabajo."

Pero entonces, cuando salió de la tienda, un olor increíblemente dulce comenzó a flotar en el aire. Un aroma que despertaba violentamente los impulsos sexuales de cualquiera. O debería decirse más bien, los impulsos sexuales de las personas que eran como Lucius.

"¿Pero qué.. ?"

Un Omega estaba cerca. 

Por reflejo, contuvo la respiración, se escondió detrás de su camello y de repente, vio a un ejército increíblemente enorme cruzando la calle que estaba en frente. Era una formación magnífica, tenía que decir. Ordenada e imponente y en el centro mismo de ella, había un hombre de aspecto noble montado en un caballo precioso. Tenía el cabello negro, largo y brillante cayendo por la espalda, y estaba rodeado por una formación de caballería y carruajes de batalla. Además, alrededor de una docena de soldados con antorchas de aceite, lo rodeaban hasta dar la ilusión de que su cuerpo emanaba fuego.

El hombre, de pelo negro, que estaba tirando de las riendas, miró a su alrededor y detuvo su caballo. 

"Oye, tú."

La voz del hombre llegó a sus oídos con una sensación ligeramente ronca, pero con una fuerza brillante

"Hay un Alfa por aquí. Deberías tener cuidado".

Sabía que había un Alfa porque se trataba de él. Y eso significaba que ese tipo era un Omega y que se le hacía prudente ir por allí sacando feromonas todo el bendito tiempo. Llevaba un adorno que le recordaba al dios Anubis en su cabeza y unos guantes negros para no lastimarse los dedos con el caballo. En este país, la familia real se consideraba una encarnación de la deidad guardiana del año en que nacieron, por lo que, si lo llevaba encima, entonces se trataba probablemente del príncipe.

En el mundo, además de masculino y femenino, existían tres géneros más: Alfa, Beta y Omega. Los alfas a menudo se encontraban en las familias reales, las clases aristocráticas, los políticos, las personas ricas, en los sacerdotes y las clases dominantes. La mayoría de los países, que no eran el Reino del Nilo, estaban gobernados por un Alfa porque representaban más del 90% de la población. Por otro lado, todos los dueños de bares y soldados aquí eran betas y los Omega eran un sexo raro. Tanto que se decía que nacía uno entre 10.000 personas. Había algunas mujeres, pero la mayoría eran hombres. Los Omega tenían un cuerpo especial que permitía que incluso los machos quedaran embarazados y dieran a luz si tenían relaciones sexuales con un Alfa. Solo una vez al mes, tenían un período de apareamiento que permitía atraer a un macho y, debido a su peculiaridad y al misterio de poder concebir vida, en la República Romana, los Omega eran considerados como Dioses especiales, exclusivos para un Alfa noble. 

No había omegas entre los romanos.  Ocasionalmente se presentaban uno o dos entre los esclavos de países extranjeros, pero era todo. Además, la mayoría de los niños nacidos entre Alfa y Omega eran Alfas y aunque un bebé Omega podía nacer muy ocasionalmente entre ellos, había tan pocos que se dedicaban por completo al templo, recibían un entrenamiento especial como niños divinos y eventualmente crecían para convertirse en esposos o esposas de Alfas influyentes. Amantes destinados. En otras palabras, terminaban siendo el objeto sexual de un Alfa. Había oído que en Libia tenían un sentimiento similar y por otro lado, este Reino del Nilo era completamente diferente en este aspecto. Los Omega se consideraban más un ser místico, y el género Alfa se consideraba innecesario (más que ser un semental para los Omega.) Los únicos que podían gobernar este país eran Omegas. Al rey se le llamaba Faraón, y se decía que jugaban el papel de un Dios. Entonces, los Omegas elegían un alfa de príncipes, familias reales, cónsules, etcétera, de países con los que tenían una relación amistosa. Luego aceptaban un contrato de pareja y daban a luz al niño de la pareja real. Y cuando nacía Omega, era criado cuidadosamente como el próximo faraón y si nacía Alfa, era adoptado por el país de su padre y no se le daba el derecho de suceder al trono del Reino del Nilo. El faraón Omega era el gobernante del país, sin importar que durante su temporada de apareamiento, se volviera más obsceno que una prostituta e invitara a los Alfas a concebir un hijo en su cuerpo. Y como sexo sagrado e inviolable, el hombre era elegido por el Omega para ser su esposo.

Pero, aunque parecía un sexo raro y sagrado, la existencia de los Omega fuera de la realeza no se reconocía en este país. ¿Eran asesinados o vendidos a otros países como esclavos? Nadie lo sabía.

(... Que horror. Es muy diferente de otros países. En este lugar, yo no soy más que una herramienta para hacer niños.)

Y no era como un matrimonio formal. No era un "esposo", sino, solo un semental. Aparentemente hasta recibían un trato bastante irrelevante. Sin embargo, ser el esposo del faraón ya era muy diferente. Muchos querían tomar el cargo porque pensaban que podían beneficiarse de las vastas reservas de oro del país y los derechos comerciales en el Mediterráneo. Y ahora, tras la muerte del faraón anterior, la República romana y el Reino de Libia estaban a punto de entrar en guerra por los príncipes gemelos. 

"...Parece que es cierto. El gladiador Lucius ha sido enviado desde Roma. Vayan por él".

Ordenó el Omega de cabello negro a los soldados. Su comportamiento era muy noble y sin embargo, estaba sintiendo una maldad increíblemente profunda viniendo de él. Como si tuviera una sombra oscura encima. Además, tenía la ligera impresión de que su obscenidad superaba su gracia como gobernante.

(¿Es este hombre Ined o Nefert?)

No podía sentir su aura. Simplemente estaba seguro de que daba muchísimo miedo tenerlo tan cerca. Le daba una sensación de incongruencia impresionante. Es decir, una impresión completamente diferente a la imagen del Rey Omega que había estado dibujando en su cabeza todo este tiempo. Mientras tanto, el hombre continuó dando órdenes a los soldados que aún estaban bajo su mando diciendo cosas como:

"¡Busquen a fondo a lo largo de la frontera, incluyendo este pueblo, y llévenlo ante mi inmediatamente! Pase lo que pase, no dejen que se acerque al santuario funerario, ¿De acuerdo?"

¿Por qué había hablado del santuario funerario? ¿Se refería a la tumba del antiguo faraón? El faraón anterior falleció el mes pasado así que ahora, para el renacimiento del alma, era necesario hacer una momia de él. Después de eso y tras un gran funeral, el sucesor designado finalmente tendría que subir al trono. Y era el príncipe Nefert quien debía asumir este papel tan importante según la carta que les mandaron hasta Roma.
En el salón mortuorio, solo el próximo sucesor y el sacerdote podían entrar. 

(Es probablemente una trampa.)

Estaba seguro de que la razón por la que dijo "santuario funerario" de manera tan notoria, fue para atraerlo allí a propósito. Que inteligente. Y por supuesto, eso solo significaba que lo mejor para todos era dejar este lugar por ahora y no exponerse más. No sabía cómo decirlo, pareció peligroso enfrentarse a un oponente de frente cuando tenía un ejército tan grande a sus espaldas y a hombres que de seguro morirían por él en un segundo. Lucius se cubrió la cabeza con la capa y condujo silenciosamente su camello al centro de la ciudad.

Aunque el desierto no estaba tan cerca, hacía calor y humedad incluso por la noche, probablemente debido a que el viento también arrastraba la brisa caliente desde el océano. Especias, productos de cuero y humo negro de los hornos de cerámica flotaban aquí y allá y, tenía que decirlo, era bastante animado. Con mucha gente yendo y viniendo constantemente sin importar que chocaran los hombros. Al pasar por callejones bordeados de puestos luminosos con antorchas y frente a un mercado diverso que vendía especias y frutas, llegaba entonces a una puerta que conducía fuera de la ciudad. 

Y Lucius salió.

Allí, había una luna pálida que iluminaba las pirámides y los templos y, frente a ellos, fluían las corrientes del enorme Nilo. Además de eso, el denso cielo negro se extendía interminablemente sobre su cabeza, lleno de estrellas parpadeantes que parecían estar a punto de caer cuando menos se lo esperara. 

(Wow, hay más estrellas que en Roma.)

Recordaba que, cuando era niño, solía practicar el manejo de la espada solo a altas horas de la noche. Su padre fue expulsado de su cargo de cónsul de Roma y ejecutado como criminal por un pecado del que era inocente. Su madre fue acusada de ser amante del Senador opositor político de su padre así que, asustado al verla ser encarcelada, Lucius escapó y casi de inmediato fue vendido a un traficante de esclavos como huérfano. Los huérfanos Alfa eran criados como sirvientes indefensos y se convertían en gladiadores con el tiempo para intentar abrirse camino. Él lo hizo para probar la inocencia de su padre y liberar a su madre. Saliendo de su situación actual, se dedicó a entrenar para convertirse en el gladiador más fuerte, pensando solo en rescatar a su mamá y vengarse de los que mataron a su papá. Miró las estrellas como esta vez y se dijo:  "Nunca perderé, definitivamente me volveré más fuerte. Sobreviviré y cumpliré mi propósito." Y sus esfuerzos dieron sus frutos a la larga. Se convirtió en el gladiador más fuerte, hasta el punto de que incluso fue elogiado como un héroe nacional. Pero nunca recuperó a su familia feliz. Su madre hizo una vida nueva con otro hombre y le dio tres medias hermanas. Como resultado, tampoco pudo vengarse de su padre porque sabía que si hacía algo así, causaría problemas a su madre y sus medias hermanas, que ahora vivían en paz, y les ofrecería una vida de tragedias. Y lentamente, perdió su propósito. A pesar de esto, se le otorgó el título de héroe como el gladiador más fuerte, y fue llevado al palacio de Galba, el cónsul que gobernaba Roma.

"Lucius, el héroe de Roma. Te elevaré de la esclavitud a la nobleza. En estos casos, es normal que seas adoptado por una persona poderosa, pero me gustaría darte a mi sobrino. Serás el hijo de mi hermana y su esposo".

Dijo el cónsul Galba.

Como resultado, se convirtió en sobrino de la figura central del gobierno que derrocó a su padre. Pero para que la vida de su madre fuera estable y que el propio Lucius viviera en la República Romana, no tuvo más remedio que seguirles la corriente.

De repente, recordando todo eso, un vacío se extendió por su pecho hasta que Lucius no tuvo más remedio que respirar hondo. ¿Para qué estoy aquí?  ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Era un desierto donde solo se escuchaba el sonido del viento arrastrando arena, pero no pudo evitar decirlo en alto como si esperara algo de los Dioses. Decían que caminar en el desierto volvía humildes a las personas porque les permitía mirarse a si mismo con serenidad. Y algún filósofo pensó que podría ser cierto, pero no recordaba quién fue. Sin embargo, no sabía lo que realmente quería hacer o para qué debía seguir con vida.

Pero, de repente, vio una luz que brillaba como una joya verde en la arena. Una lucecita, como una esmeralda efímera que se encendía y desaparecía, se encendía y desaparecía y así una y dos y tres veces. Se acercó a los pies de Lucius casi balanceándose. 

"¿Un escarabajo?"

Era un enjambre de luces emitidas por un insecto tan pequeño como la uña de un pulgar. Se decía que los escarabajos, que eran luminosos, guiaban a las personas por el desierto durante la noche para evitarles la muerte. Y en este país, eran seres místicos idéntico al dios del sol, Khepri. El sol era un símbolo de renacimiento y resurrección por lo que, tal vez anunciaba cosas buenas.

El escarabajo creó un rastro de luz sobre el desierto hasta los canales del Nilo. Era como si estuviera diciendo "ven aquí" "ven conmigo".

(¿Me estás llamando?)

Era extraño que el camino fuera tan vívido a estas horas.

A medida que avanzaba, el escarabajo, que volaba en el aire, descendía al desierto y dejaba un camino bastante despejado. Debió haber alguna razón para eso porque, aunque estaba pisando la arena inestable, incluso sus pies parecieron tan ligeros como si anduviera sobre hierba.

La arena, que bajaba de las dunas, se extendía sobre su espalda hasta provocar que el viento lo empujara para adelante y, mientras avanzaba cada vez más, el desierto se convirtió en lodo y llegó finalmente a un humedal. Entonces, un dulce aroma, diferente al anterior, salió de la nada. Cuando Lucius detuvo sus pies ante el misterioso olor que no podía llamarse el de una flor o el de una fruta, el escarabajo, que había estado haciendo un camino recto desde hace un buen rato, emitió un sonido y desapareció. 

"Ah..."

Era una fragancia tan noble como increíblemente sensual así que, con solo olerlo, le había provocado sentir como si estuviera siendo arrastrado por un viento muy caliente. Algo que no podía resistir, incluso si lo intentaba. Una sensación muy diferente a la que había sentido antes cuando se encontró a ese príncipe del Nilo rodeado de caballos y fuego. En ese momento estaba tranquilo y hasta un poco enojado, pero, ahora lo dominaba la impaciencia de querer confirmar la identidad de este olor y a la persona que lo desprendía. Y tenía que decir que nunca antes, jamás había tenido una sensación así de fuerte. Nunca había reaccionado a los olores o al calor de un Omega y nunca se había dejado seducir por la sensualidad de alguna otra persona. Fuera quien fuera.

"No dejes que el Rey Omega te engañe. Para la gente, puede ser como la encarnación de un Dios pero, para nosotros, son criaturas demoníacas. Es un monstruo que solo trastornará tu vida".

Eso es lo que Garba le dijo antes de venir aquí. Sin embargo, realmente no podía evitar querer seguir ese aroma. 

(No puedo calmarme...)

El propósito de venir a este país era averiguar cuál de los gemelos era el más adecuado para ser el próximo faraón y en qué dirección se dirigía el apoyo del público. Si el primero en la línea de sucesión al trono, el príncipe Nefer de la facción romana, era digno de ser faraón, entonces iría con el cónsul Galba para hacer que fuera fácil para él elegir ser su compañero. Por otro lado, si se decidía que Ined debía ser el faraón en lugar de Nefert, entonces tenían que verse los tratados con Livia y pensar en una guerra próxima ¿Pero era el hombre anterior Nefert o Ined? ¿¡Y de quién era este maldito olor!?

Lucius se acercó a los juncos que rodeaban el pie del pantano. No tenía que dejarse tentar por los olores dulces y tenía que recordar que esto era similar a cuando luchaba como gladiador en los coliseos. Una cuestión de vida o muerte bajo el sol y frente a decenas de miles de espectadores. A veces contra humanos, a veces contra bestias. A riesgo de su vida, siguió ganando todas esas batallas y así era como había sobrevivido hasta ahora. Y convenciéndose a si mismo de que era muy inteligente y casi invencible, miró para todas direcciones y se dirigió a las profundidades del río. Tenía que tener mucho cuidado porque había serpientes venenosas, escorpiones, leopardos nocturnos y leones. Pero no había señales de tales bestias. Solo la hermosa luz de la luna que hacía que el agua azul pareciera demasiado fantástica para ser cierto. ¿Pero qué era esa fragancia? Olía a flores. ¿Eran flores? En ese momento, Lucius vio una figura acostada debajo de los juncos. 

"... ¿Qué es eso?"

Pareció un cadáver, pero sus hombros se movían ligeramente. 

"Está vivo. Oye ¿Oye? ¿Estás bien?"

Lucius contuvo la respiración mientras se acercaba a la orilla del río. Maldita sea. ¡Era el Omega que estaba en el caballo! Cabello negro largo y liso, con un olor dulce similar a los nenúfares. Lo que le impresionó fue la sombra alrededor de sus ojos, que en este país solo se aplicaba para las personas de alto rango para prevenir enfermedades oculares. Tenía la corona de Anubis en su cabeza, de una manera muy similar a la que había visto entonces y sin embargo, alrededor de su cuello, llevaba el collar de oro más exquisito que jamás hubiera visto en su vida. El Reino del Nilo, tierra llena de riquezas y oro, había sido añorado por los países vecinos del Mar Mediterráneo durante generaciones. Y estaba seguro de que no le había visto el collar encima la primera vez. Lo recordaría.

(No, no es ese Omega. Este es otro). 

Sobre todo, la atmósfera que Lucius sentía en su piel era completamente diferente ahora. Aunque por supuesto, si se tratara de un Beta, podría haber pensado que era la misma persona.

(Claro, son los gemelos).

Uno era Nefert y el otro era Ined

Aparentemente había problemas entre los hermanos, pero la realeza absoluta, el sacerdocio, no pareció estar involucrado en lo más mínimo. En este país, que estaba protegido por tres poderosas fuerzas y un fuerte ejército, podía decirse que incluso si había un pequeño disturbio familiar, la nación no se veía afectada en absoluto. Por eso, antes de venir oficialmente a este país como embajador, Lucius necesitaba averiguar un poco más de información sobre la familia real. Rodeado por el desierto, el Reino del Nilo había prosperado gracias a las abundantes bendiciones de los ríos que fluían a través de él, las enormes vetas de oro que estaban latentes en la tierra y el apoyo abrumador de la gente. Era un país misterioso donde la soberanía absoluta del linaje de Omega había continuado de generación a generación, a pesar de que fue amenazado por los países vecinos con el objetivo de invadirlo. Sin embargo, ahora, debido al ascenso de Roma, un país emergente centrado en los Alfa, y la relación con países vecinos como Libia en el oeste y Siria en el noreste, la era de los reyes Omega se estaba acabando lentamente. Y si los gemelos estaban luchando por el poder en medio de todo esto, entonces el país podía perecer en cualquier momento

(Este hombre... ¿Es el hermano mayor o el hermano menor?)

Necesitaba acercarse a Nefert, pero ¿Qué debía hacer con Ined? 

"Hmmm..."

El hombre dejó escapar un suspiro muy alto mientras revisaba la situación. A este ritmo quién sabe que podía pasarle porque era hasta posible que aparecieran caimanes de la nada. No sabía qué había pasado, pero no podía dejarlo así. Y cuando recogió su cuerpo entre los brazos, entonces notó que la sangre goteaba de su muñeca tan rápidamente que llegó a la arena como gotas enormes. Había una herida bastante profunda, tal vez creada con un cuchillo nuevo.

El hombre abrió ligeramente los ojos.  Y la luz de la luna pareció hacer que sus pupilas negras, purpúreas, se destacaran claramente en su dirección y que Lucius no pudiera evitar quedarse sin aliento por lo hermosos que estos eran. Hasta sintió que absorbían la luz de la luna y que brillaban, como el cristal de una botella en los bazares. Por un momento, la columna vertebral de Lucius se erizó y pareció no poder resistir las ganas que tenía por tocar esa piel que pareció tan lustrosa como la de una escultura de mármol. Y la cara de ese hombre ¡Dios mío! Era demasiado divino para ser descritos solo con la palabra "hermoso". Era alguien que seguramente fascinaba fácilmente a las personas que estaban cerca y podía asegurar que para eso, solo tenía que existir y respirar. Era la primera vez que estaba sintiendo esta aura tan misteriosa y para variar, resultó que esto no era todo. El centro de su cuerpo pareció misteriosamente entumecido también. Caliente.

(Este hombre será el próximo faraón...)

La belleza, la divinidad y el misterio del hombre anterior... Este hombre era demasiado diferente. Este sujeto, era Dios. Un ser misterioso que atraía a todas las personas a sus manos, alguien que iba a albergar una nueva vida en su interior y que conectaría a la familia real con el futuro.

"¿Quién eres...?"

"Yo... Ah. Vengo de Roma. Soy un mensajero"

Mientras deslizaba su cabello mojado detrás de sus hombros, el hombre se quedó callado, sin cuestionar ni alejarse, como si hubiera estado esperando esto. 

"Bien."

Dijo el Rey Omega, negándose a que lo ayudara y parándose sobre sus propios pies, incluso con el rostro pálido.

"Cuidado."

"Estoy bien. Más importante. Me gustaría agradecerte por ayudarme hace un momento. Yo normalmente doy recompensas por cosas así pero, no tengo nada conmigo ahora. Tendrás que irte sin nada".

Este hombre era Nefert

"¿Qué pasará si te dejo aquí?"

"No hay necesidad de que te preocupes."

"No pareces bien".

"No va a pasarme nada. No te preocupes. Dios me protege".

"¿Cómo puedes decir eso cuándo estabas tirado?"

El Rey Omega sonrió brillantemente ante las palabras de Lucius.

"Solo estaba intentando descansar."

Esa sonrisa envió escalofríos por toda su espalda ¿Quién era este hombre?

"Puede que no lo sepas, pero estoy protegido por el cielo. De hecho, él fue quien te envió aquí, Gladiador Lucius..."

"..."

¿Cómo sabía que era Lucius? El rey borró la sonrisa de su boca cuando vio que lo hacía también. 

"Eres un héroe romano, el gladiador más fuerte del país, nacido como el hijo del más alto aristócrata que cayó en la esclavitud. Eres un Alfa que se ha levantado del infierno más bajo para buscar venganza. Te conozco como conozco a todos mis hermanos y mi gente".

"..."

Ese era un hecho que nadie sabía, excepto él mismo. El rey apartó la mirada de Lucius, quien arrugó la frente. 

"No hay tiempo para responder preguntas. Si te reconoces como Lucius, guíame a un lugar seguro lo antes posible".

No podía resistir ¿Qué era todo esto? Obviamente los humanos normales no eran así de cautivadores. 

"Entiendo. Tengo un camello atado allí. ¿Me dices qué pasó con tu muñeca?"

"Un alacrán. Inmediatamente amplié la herida y exprimí la sangre para que el veneno no se extendiera. Un sacerdote podrá curarme."

"Tienes un poco de fiebre. Por favor, ten paciencia. Yo tengo algo para eso en mi equipaje".

"Gracias."

Lucius jadeó. Fue porque estaba demasiado indefenso y tenía una sonrisa muy, muy pura. Que sonrisa tan encantadora. Había mucha divinidad y nobleza, hechicería, fuerza e integridad. No solo eso, sino que también parecía tener la inocencia de un niño. Quizás aliviado, el Rey Omega se apoyó en el hombro de Lucius y se permitió descansar un poco como para disimular el mareo. Pero cuando abrazó su cuerpo, descubrió que era sorprendentemente ligero. Sus articulaciones eran todavía muy jovenes, como de niño. Y sus hombros y su cintura eran tan delgados que sintió que si les ponía aunque fuera un poco de fuerza, podría romperse allí entre sus dedos y sin que pudiera hacer algo para evitarlo. Sin embargo, el dulce aroma que emanaba de su piel mojada y de las puntas de su cabello, era tan encantador como si fuera algún tipo de veneno. Podía sentir una sensación palpitante arremolinándose profundamente dentro de su cuerpo y un temblor de emoción muy similar a cuando estaba en la arena de luchas.

"Nefert…"

Lucius respiró hondo, involuntariamente separó su suave flequillo de su frente y llevó sus labios hasta la piel que tenía entre las cejas. Sin embargo, se detuvo al último segundo. No podía tocarlo sin permiso. No quería ser grosero con este ser misterioso y pensó que tenía que llevarlo a un lugar seguro lo antes posible en lugar de ponerse a tontear. Además, tenía que proteger a esta persona del veneno del alacrán. 

"Ah..."

El rey inconsciente estaba envuelto en su capa para que no pudiera ser visto, lo acomodó de mejor manera sobre su camello, buscó en sus cosas y frotó su brazo con la medicina desintoxicante que llevaba para viajes en el desierto. Después, cubrió la herida con un paño limpio que pudiera detener el sangrado y le tocó la frente con la palma para comprobar su estado. Tenía mucha fiebre. 

"¿Está bien si te beso...?" 

Debido a que estaba confuso, no pareció entender lo que estaba diciendo o lo que tenía que hacer a continuación. Y tenía que darle el antídoto de inmediato antes de que entrara en shock.

"Por favor, tómala". 

Lucius llenó su boca con agua y hierbas y acercó sus labios a los suyos para intentar pasárselo. Pero un acto que tenía que ser meramente heróico, se volvió de inmediato en algo sexual. El dulce olor lo estimuló desde arriba, se sintió mareado y caliente y se quedó tan en blanco que al momento siguiente lo besó con toda la intensión de probarlo.

"Hmmm..."

Pero cuando puso su lengua en su interior, su cerebro se paró en seco. ¿Cómo podía existir una criatura tan perfecta en este mundo? Alguien que le hiciera palpitar el corazón y hasta sentir que no podía respirar.

(Es peligroso estar con este hombre.)

Los instintos de su Alfa estaban desconcertados.

(Nefert será una amenaza para nosotros. Podría destruir una nación si lo quisiera y podría utilizar su aroma para volvernos locos. Todos nosotros somos Alfa.)

Alerta ante el peligro que representaba ese Omega, Lucius derramó la medicina por la garganta de Nefert incluso aunque estaba sintiendo que se tambaleaba de un lado para otro, como si lo hubieran atrapado en una trampa de arena aunque estaba todavía sobre su camello. Era una existencia sagrada que no debía ser tocada, pero quería hacerlo y no podía evitar despertar en él esa lujuria que le hacía sentir como si fuera un animal. Por supuesto, no iba a violarlo aquí y tampoco intentaría lastimarlo, pero tenía miedo de llevarlo al campamento militar, donde había muchos otros Alfas menos amables que él.

"Es demasiado peligroso. No se puede evitar, lo llevaré a otro lugar por ahora."

Después de confirmar que Nefert se había tragado el antídoto, Lucius sostuvo al hombre a horcajadas sobre el camello y lo obligó a ponerse un poco más derechito. Decidió llevarlo a su escondite, cerca del campamento romano. 

La brisa fresca del desierto acarició las mejillas de Lucius y una luna clara en el cielo comenzó a iluminarlo todo directamente. Se veía mucho más grande que en Roma y el horizonte, hasta donde alcanzaba la vista, se estaba tiñendo de un rojo precioso que hacía visible ese momento en que soplaba el viento y la arena comenzaba a moverse como en un hermoso baile. Creando ondas que se parecían completamente al mar. Solo él, el Rey Omega, y un camello en un espacio donde no había rastro de seres vivos a kilómetros a la distancia.

Y eso le había dado una extraña sensación de calma.

También una enorme urgencia por reclamar al Rey y más que eso, se sentía como una bestia que había estado vagando por la tierra durante mucho tiempo y que finalmente había llegado a un lugar de paz. Siendo saciado con agua pura.

"Siento que estoy vivo".

¿Qué le pasó? ¿Sería por este Rey Omega?  ¿O simplemente estaba intoxicado con el propio Reino del Nilo, que tenía miles de años de hermosa historia? 

Balanceándose en la parte trasera de un camello, Lucius miró al inconsciente Rey Omega entre sus brazos. 

(Está bien ahora, su tez está mejorando)

Su fiebre alta todavía continuaba allí pero, por el color de su cara, podía decir que el antídoto estaba funcionando aunque fuera bastante lentamente. Lucius respiró aliviado, pero al momento siguiente se le fue el oxígeno cuando reparó en ese brillo húmedo en sus labios, que estaban siendo iluminados por la luz de la luna.

Sintió que se había enamorado.

Nunca había tenido un sentimiento como este y tampoco había tenido añoranza por alguien así en todo el tiempo en que estuvo con vida. Para cuando ganó, en la arena romana y se estableció como el mayor gladiador y héroe nacional, su existencia ya se había convertido en una molestia para su madre y ella se volvió en la segunda esposa de su amante y crió a tres encantadoras hijas. No había necesidad de salvarla y más bien, no quería que su vida actual fuera destruida. Aunque todavía no se había puesto en contacto con él ni lo había visitado, la mañana después de que ganó el torneo, le llegó una carta que decía:

"Ahora estoy feliz. También fui bendecida con tres hijas. No vendré a verte. He olvidado el pasado."

La existencia de Lucius estaba en un par de parrafos. Una hoja corta, como diciendo que sería una molestia para ella ir a ver a su hijo. Cuando lo leyó, no pude evitar reírse de su propia estupidez y se dio cuenta de que lo que había arriesgado en su vida, era solo un espejismo. Y aunque pensó que iba a perder sus emociones con el paso del tiempo y que nada de esto tenía o llegaría a tener un sentido real, aparentemente descubrió que nada de eso era cierto. Porque allí, de pie en el desierto, sintió que estaba enamorado del Faraón. 

¡Que sentimiento tan loco e intenso!

Se preguntaba si esta emoción realmente podía llamarse amor o era solo un mero gusto. Pensaba que estaba más cerca de tener un sentimiento de admiración ante una existencia tan sublime como lo era la suya y también, pensó que solo era un sentimiento de asombro hacia la existencia del Omega sagrado, que poseía un poder más misterioso que el de cualquiera en todo el reino del Nilo. Sin embargo, no podía ocultar que tenía el enorme deseo de proteger esa sonrisa inocente en cuanto la vio y el claro consuelo de tener su cuerpo purificado muy pegado contra el suyo. Y al contrario de sus brazos, que parecían ser los de una criatura demoníaca, lo estaba acunando muy suavemente para que no pudiera despertar ni siquiera con el movimiento más pequeño del camello.

Lucius amaba el peso del Rey Omega en su pecho y también, ver las siluetas de dos personas y un animal talladas en ese desierto azulado que se extendía como lo haría el mar.


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