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Sonata de jalea por 1827kratSN

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Era sumamente divertido, no lo iba a negar, pero esperaba que no lo fuera tanto como para que Hibari no asistiera. Porque era claro que a aquella nube solitaria le gustaba la quietud, y tanto alboroto solo lo haría enojar. Pero era una fiesta, la música era alta en ocasiones, las personas hablaban o gritaban mientras bailaban o platicaban.

—No va a venir —suspiró después de un rato.

Sus amigos le tomaron de la mano para que se uniera a un baile improvisado donde todos giraban en un enorme círculo, olvidó el mareo y solo disfrutó de la diversión. De esa forma olvidó por un ratito la ilusión que tenía por ver a aquel chico gruñón que podía ser el más dulce si lo deseaba.

—No va a venir.

Se sirvió una bebida sin alcohol para apaciguar el calor y aliviar un poco su adolorida mejilla que fue mordisqueada por Ryohei cuando un juego se salió de control y los retos pasaron a ser demasiado raros como para seguirles el ritmo.

—No lo hará.

A esa hora ya le molestaba el antifaz negro que complementaba su atuendo de cierto héroe enmascarado del manga popular y que no conocía bien, pero que usó solo para ir en combinación con Haru porque ella se lo pidió ilusionada. Quiso quitarse esa cosa, pero antes de que lo hiciera escuchó un sonidito divertido.

Un estornudo.

Uno suave, sin escándalo, como la de un gatito.

Y supo que aquel azabache que rondaba sus pensamientos estaba por ahí.

—Hibari.

Susurró suavecito para no llamar la atención de nadie y escabullirse entre la gente. Volvió a escuchar el ruidito y se deslizó entre las personas hasta que se dirigió a una esquina alejada que no había detallado antes porque estaba cubierta por una cortina enorme. Siguió el sonidito. Se halló con la salida a un pasillo que llevaba a un gran ventanal.

Y ahí estaba.

Estornudando suavemente.

Refunfuñando entre suaves gruñidos.

—Hibari, ¿es usted?

Llevaba un antifaz blanco, unas orejas a juego, las cuales eran adornadas por algo esponjocito y que Tsuna inmediatamente señaló como las causantes de aquellos estornudos. Sonrió. Nunca hubiese imaginado que el gran y aterrador Hibari se disfrazaría de conejo para la ocasión, aunque solo fuera el antifaz y las orejas y nada más.

Otro estornudo suavecito.

—Pensaba llamarte. ¿Cómo me encontraste?

Tsuna rio bajito.

Otro estornudo se dio.

—Su llamado tan singular me guio.

El azabache hizo una mueca extraña, tal vez intentando no estornudar.

Tsuna no quería seguir viendo ese caos, así que se acercó y con cuidado retiró el antifaz y las orejas, las alejó de aquella piel inmaculada que ahora se manchaba de suaves hileras rojizas por la presión del disfraz. Rápidamente colocó esas cosas en un mueble alejado y volvió para revisar a aquel hombre.

—¿Está mejor ahora?

Un carraspeo y el pañuelo que Hibari usó para limpiarse el rostro terminó con esa serie de ruiditos.

—Quemaré esa cosa después.

—Si era alérgico a eso, ¿por qué no se lo quitó antes?

—No quería ser reconocido por esos herbívoros.

—Nadie lo habría reconocido si usted estaba aquí —sonrió—. Está lejos de todos los demás.

—Iba a entrar a buscarte… y no quería que me reconocieran —miró el lejano adorno—. Usé el disfraz más normal que encontré, eso hubiese funcionado.

Tsuna quiso decirle que, a pesar del disfraz, todos lo hubiesen reconocido debido al porte amenazante y duro que caracterizaba al azabache, pero prefirió solo sonreír.

Porque Kyoya estaba ahí.

—Gracias por venir.

—Quería verte.

Y yo a ti. Pensó Tsuna, pero le dio demasiada vergüenza decirlo en voz alta.

Entonces, con suavidad, fueron los dedos de Kyoya los cuales alejaron el antifaz del castaño. Aquella intensa mirada se clavó en los iris de Tsunayoshi y se avergonzó casi al instante. Una suave sonrisa se formó en labios de Kyoya, quien se acercó sin darle oportunidad de huir, y rozó sus mejillas con cariño.

—Te ves muy atractivo.

Tsuna enrojeció por el halago y se alejó un poquito o le daría un infarto.

—Usted… Usted siempre se ve muy guapo.

—Lo sé.

Pero antes de que Tsuna se quejara o dijera algo, Kyoya le tomó de la mano y tiró suavemente de él para que lo siguiera. Porque la única razón para ir a ese baile de máscaras mal organizado fue ver a Sawada Tsunayoshi, y ahora que el propio castaño lo buscó, no había mas excusa tonta que inventar y simplemente se lo llevó de ahí.

Cualquier lugar tranquilo en el cual pudiesen platicar, comer algo, y sentarse uno junto al otro, era mejor que ese horrible lugar lleno de ruidos insoportables.

Tsuna lo siguió sin reclamar, ya después se disculparía por haberse ido tan de repente, pero por ahora, solo quería estar en compañía de aquella nube.


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