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Sonata de jalea por 1827kratSN

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—¿Estás triste?

Tsuna elevó una ceja por la rara pregunta que Kyoya le hizo. Era aún más extraño porque el azabache lo encontró al término de las escaleras y salió de la nada.

—No… ¿Por qué preguntas?

La mirada azulada le recorrió entero y Tsunayoshi sintió esa incomodidad de ser escaneado, analizado, y casi acosado. Aunque fuese su novio el que lo hacía, no le gustaba.

—Siempre subes las escaleras balanceándote de lado a lado, te detienes en el tercer escalón antes de llegar y subes dos de un solo movimiento.

—¿Eh?

—Hoy no te balanceaste y seguiste recto.

Tsunayoshi tuvo que procesar esa información poco a poco solo para que al final se diera cuenta de algo muy importante: Kyoya sabía la rutina que tenía al subir y bajar escaleras. Más que eso. Podía detectar una anomalía en su rutina y de inmediato se dirigía con él para saber lo que sucedía.

Era raro.

Pero a la vez era encantador.

—¿Qué te sucede?

—Nada —sonrió—. Solo estoy muy cansado.

—¿Quieres que dejemos la película para otro día?

—No quisiera, pero…

—Vamos.

No le preguntó, solo tomó de la mano de Tsuna y tranquilamente lo llevó hasta la habitación para recostarse y atraerlo junto a él. Le acarició la mejilla con el pulgar, lo acercó para abrazarlo, y con una delicadeza que nadie creería que Hibari podía tener, deslizó sus dedos por los alborotados cabellos castaños en una caricia dulce.

Tsuna se quedó ahí, sonriendo casi embobado mientras era reconfortado silenciosamente, pero con un amor casi mágico. Se acurrucó junto a Kyoya hasta que poco a poco se vio tentado en dormir y se desligó de ese mundo sin darse cuenta que cada detalle de su rostro era inspeccionado por aquella nube.

—Kyo…

Susurró al despertarse, lo buscó rápidamente con la mirada y luego su nariz detectó una pista.

Olía a carne, especias, y algo de arroz.

Bajó rápidamente y se halló a su pareja cocinando tranquilamente. Se acercó con una sonrisa, le dio un beso en la mejilla, y sin decir mucho tomó unas verduras y empezó a limpiarlas. Se quedaron allí, cumpliendo las labores comunes de un hogar, juntos, uno al lado del otro, casi con los codos rozándose, brindándose caricias gentiles, probando lo que iban preparando, siendo solo ellos dos en ese paraíso.

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