Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sonata de jalea por 1827kratSN

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Se suponía que solo iría para darle apoyo a su amigo, solo a eso.

Entonces…

¿Por qué ahora era uno de los padrinos?

Y es que era su pecado el no poder negarse a las peticiones ajenas, lo admitía. Pero colaborar en una fiesta, ser quien cocinara la cena, o quien tomara un turno extra por ayudar, era una cosa. ¡Pero ser padrino era algo muy diferente!

Porque el padrino sería quien se vendaría los ojos y a ciegas buscaría la liga de la novia entre todos otros idiotas que se unieron para esa cómica situación donde solo el padrino sería el hazme reír, todo para que el novio se riera a más no poder.

Y ahí estaba.

Haciendo el papel de estúpido mientras tocaba los brazos -suponía- de alguien para intentar encontrar la maldita liga blanca y…

—Ese no es su brazo.

Tsuna lanzó un gritito y se alejó en pánico mientras todos los demás se reían.

Tuvo que quitarse la venda y averiguar qué estuvo tocando. Dio un largo respiro aliviado al ver que había estado manoseando un muñeco relleno de algo suavecito. Hizo una mueca y reclamó a los idiotas de sus amigos por la pésima broma.

Pero fue divertido.

Y cuando por fin dejó de ser la burla, se alejó lo suficiente para pararse en una esquina, junto a otro desconocido que seguramente necesitaba un respiro como él. Sonrió feliz al ver lo animados que estaban los demás y sintió un poquito de envidia al verlos tan felices y cada uno con su propia familia.

—¿Quieres saber dónde está la liga?

Tsuna dio un brinco, pero pronto se recompuso al entender que el hombre a su lado le hablaba.

—No… Así está bien.

—¿Seguro?

—Eh… ¿Usted cómo sabe eso?

—Los vi.

—Entonces quiero saberlo.

La ganaba la curiosidad, así que impacientemente miró al azabache y casi con la ilusión de un niño siguió con su mirada a la dirección que apuntaba ese dedo.

Y se miró el bolsillo de la chaqueta.

Al introducir sus dedos, ahí estaba la liga de la novia, en su propio bolsillo.

Esos idiotas lo guardaron en su bolsillo para que él sufriera buscando algo que tenía a tan solo unos centímetros.

Desgraciados.

Se creían tan graciosos.

Les iba a poner laxante en las bebidas.

Pero después solo rio bajito, porque cayó en la broma, y fue divertido en cierta forma. Le agradeció a aquel gentil hombre que le dijera la ubicación de la liga, y respiró profundo para relajarse un poco y ver a los demás hacer el ridículo debido al alcohol en sus venas.

—Espero que su matrimonio dure para siempre —susurró.

—Yo espero que se divorcien la siguiente semana.

Tsuna soportó la risita porque la voz de ese hombre sonaba muy seria.

—Eh…

—Incluso podría acabar con esta fiesta ahora mismo.

Pero antes de que diera un paso, el castaño detuvo al azabache al colocarse frente a él y casi sostenerlo de los brazos. Completamente pálido, casi con un infarto y pensando lo peor, Tsuna le suplicó al extraño azabache que se calmara y que hablaran con calma.

—¿Por qué querría hacer eso?

—Porque esa carnívora traicionó la promesa que hicimos.

—No le estoy entendiendo… pero si me explica, tal vez…

—La novia es mi amiga de infancia.

—¿Sí?

—Y juró que no cedería ante un pequeño herbívoro despistado. ¡Y acaba de casarse!

Tsuna no pudo con eso. Terminó riéndose mientras ocultaba su rostro con sus manos y respiraba entrecortado solo para seguir riendo a vivo pulmón.

Es que le tomaron por sorpresa.

Fue demasiado para él.

Se merecía un golpe, pero gracias al cielo, el azabache solo le miró raro.

—¿No cree que debería estar feliz por su amiga? ¿Por Adelheid?

—No.

—Pues debería… porque ahora es feliz.

—Hum…

—Yo creo que, si usted llega a casarse algún día, Adelheid también estaría feliz por usted… porque encontraría el amor y formaría una familia.

—No creo que pase.

—¿Le gustaría apostar?

—No.

—Solo confíe en mí —sonrió—. Usted también encontrará a alguien que lo haga feliz… Y espero que yo también lo encuentre.

—¿Tú?

—Sí.

—Siendo tan pequeño y agradable, deberías ya tener a alguien que te ame.

Tsuna miró a aquel hombre, reconociendo la sinceridad en esas palabras, y no pudo evitar sentirse en extremo halagado.

—Gracias.

—Quiero detener esta fiesta.

—¡No! ¡No lo haga!

El resto de la noche Tsuna detuvo a aquel hombre malhumorado para que la fiesta de bodas de su amigo fuera perfecta, y lo disfrutó.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).