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El Dragón del Este (re-subido y re-editado) por Cat_GameO

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Capítulo siete


Nuevas conexiones


 


—De acuerdo al reporte de Roy —la voz de Charles sonaba en toda la oficina. Estaba sentado frente al escritorio y en sus manos sujetaba las carpetas con los documentos de los últimos acontecimientos. Informaba—: los asesinos de Pedro portaban armas comunes; rifles de asalto que cualquier papanatas puede conseguir si le robas a un policía.


—Las armas no nos cuentan nada que no sepamos ya —recriminé con molestia. Me encontraba sentado en la silla elegante detrás del escritorio y tenía la mirada fija en Charles—. ¿Algún dato extra?


—Sí —continuó Charles—, uno de los imbéciles dejó esto.


Charles colocó un objeto en la mesa que venía adjunto a la carpeta. Era una especie de caja delgada y pequeña de unos cuatro por seis centímetros. Tomé el objeto y encontré un dibujo de una luna en cuarto menguante. Reconocía esta caja, pues era el tipo de estuche donde solía venderse Luna; la droga producida por Connor. Suspiré.


—¿Qué piensas? —Charles preguntó.


—Que Oswin Connor tiene una rata en su grupo y precisamente en las esferas cercanas a él. Es probable que en estos instantes su vida corra más peligro del que nos gustaría aceptar.


—Pero, ¿no crees que es muy conveniente? Los asesinos de Pedro parecen más como… si fueran los mismo hombres con los que habíamos acordado los tratos de venta con Connor.


—Exacto. Nos han puesto una trampa. Alguien muy cercano a Connor debió pasar la información y enviar asesinos de otros grupos. Por eso dejaron una pista tan obvia. Quieren que nos enfrentemos a Connor, con la creencia de que él nos ha atacado.


De pronto, Charles dejó la carpeta sobre la mesa y recargó el cuerpo en la silla. Respiró con fuerza y aclaró la garganta.


—¿No tienes una pequeña duda de todo esto? ¿A caso no vamos a considerar la posibilidad de que sea el mismo Oswin Connor quien pudiera estar atacando?


—Charles —repuse con severidad—, ¿no lo recuerdas?


—Mataste a su padre —interrumpió Charles— y rompimos el pacto con él apenas pasado un mes de la muerte de Gary. El chico deseaba venganza contra su padre, ¿no lo ves?


—Exactamente por eso no nos atacaría así. Si Connor quisiera vengarse de nosotros, lo haría de una manera más directa y menos ridícula. El chico tiene huevos, eso debo reconocerlo, así que no es él. Y no quiero más discusiones sobre un tema que es más claro que el agua, Charles.


—Heath…


—Quiero que le pidas a Roy investigar al compinche de Connor; el chico Hanz.


—¿Por qué?


—La rata que hizo esto proviene de la alta esfera de la organización de Connor, y su mano derecha es quién más información controla después de él.


—Bien. Iniciaré la investigación junto a Roy. ¿Cubriremos el oeste?


—Sí —sonreí al expresar—, por ahora hagamos uso de Jenny.


—¿Vamos a enviarlas a ellas dos como líderes? Pensé que les daríamos más tiempo.


—Por favor, tan sólo míralas. Todo el día están juntas. Y Jenny no es muy buena para esconder sus emociones. Está embobada con la dulce Prim.


—¿Y te parece correcto? —indagó Charles a toda prisa.


—Por ahora aprovechemos sus sentimientos. Luego analizaremos si es conveniente o no dejar que las chicas terminen involucrándose.


—De acuerdo. Daré las órdenes cuanto antes.


Mientras Charles se disponía a realizar llamadas, yo tomé un cigarro de la cajetilla sobre la mesa, lo prendí con el encendedor metálico clásico y fumé. Una parte de mí deseaba intervenir en la guerra directa que Connor mantenía, por ende necesitaba asegurar que ese chico viviera. Sin embargo, también… también… Exhalé el humo y renegué en silencio. También, otra parte de mí, quería escuchar que el chico estaba bien y que nada muy malo le ocurría.


Lo sé, todavía no aceptaba, en este instante, que Connor me preocupaba tanto como un amigo. Y sé que también recaía en el sentimentalismo. Estaba consciente de que como líder de una organización de narcotraficantes debía actuar más como tal; como un matón sin escrúpulos ni corazón. Era más que obvio que debía cuidar la imagen, en especial con el resto de los líderes enemigos. Tomé el tiempo para analizar un poco. A diferencia de Don B, yo no era de hacer desplantes ni matar en público a mis aliados y subordinados. No mostraba esa figura de poder y rabia que ese hombre tenía como una característica. Luego estaba Jamie Muller… el tipo era como un líder sombrío y un sujeto que casi nadie conocía en persona. La gente hablaba de un Señor de la Droga capaz de movilizar asesinos a sueldo y fuerzas policiacas a discreción… Hablaban de víctimas mutiladas en unos minutos después de una traición. De Jamie se decían muchas cosas y su apodo estaba relacionado a la muerte. Era el líder de mano dura y con quien jamás debías meterte si querías seguir respirando en este mundo. Gary Connor alguna vez había sido parte de los grandes cárteles. Su reputación como sádico, cruel e irracional le habían otorgado un puesto como uno de los más temibles. Sin embargo, esas mismas fortalezas habían sido su debilidad. Había sido un hombre arrogante, cegado por el poder que ejercía y por ello había perdido una gran parte de su grupo. Debido a su liderazgo tiránico, la gente de Gary Connor había estado con él por miedo y no por lealtad real. Y yo… yo había aprovechado esa ventaja y había llevado a cabo mi venganza.


Por mi cuenta, estaba enterado de algunos comentarios por parte de mis enemigos. Era conocido por mi juventud e irracionalidad; quizá la última provenía de mis acciones por buscar tratados con gente como Oswin Connor. Por supuesto, Jamie y Don B no eran mucho de negociaciones habladas.


—Heath —la voz de Charles regresó a mi mente a la realidad—, Roy tuvo suerte hace unos minutos. Tenemos la dirección de un escondite de estos cabrones.


—¿Un escondite?


Con rapidez, Charles alzó la Tablet que estaba sobre la mesa y encendió la pantalla. Mostraba un mapa de la ciudad con una dirección específica. Era la periferia del Distrito de Gota, al borde con la ciudad Cristal y Blaze.


—El grupo de Roy piensa que el que usa esta casa para ocultarse es uno de los asesinos de Pedro. Así lo cree debido a su constante avistamiento en la periferia de Blaze y sus pasadas continuas rumbo al Distrito de Gota.


—Dile a Roy que no haga nada. Prepara tu arma y dile que nos vamos a encontrar cerca de ahí. Pídele que busque un punto de reunión.


—Heath, ¿qué planeas?


—Información. Le vamos a dar un susto al cabrón y le vamos a sacar información.


—De acuerdo, le diré a Roy que se prepare con el grupo de defensa y abducción.


Nos tomó diez minutos poner todo en su lugar. Charles había dado las órdenes y yo había hablado un poco con Roy para asegurar que el enemigo estuviera en casa hoy. Luego, nos montamos en una camioneta y Charles manejó hasta el extremo suroeste de la ciudad. Por fortuna, no teníamos que salir de Blaze, pero la intuición me arrojaba unas cuantas ideas sobre un posible plan por parte de alguien externo a los grupos más grandes.


 


 ***


 


Cuando llegamos al vecindario, buscamos el lugar seleccionado por Roy como punto de reunión y pedí hablar con él en el parque que estaba a unas cuadras de la casa de nuestro objetivo. Charles y una escolta estarían cerca del sitio, pues harían guardia para informarme sobre cualquier extrañeza.


El parque era una plazuela común, con unos árboles grandes en unas jardineras distribuidas sin orden aparente. Había caminos de piedra pavimentada para pasar por los jardines que llevaban a las diferentes secciones que eran un área de juegos para niños, un quiosco de comida y un monumento de caparazón de tortuga.


—¿Viste al cabrón? —pregunté al quedar frente a Roy y sentarme en una de las bancas al borde del camino de piedra.


—Sí —Roy dijo con calma y se sentó a mi lado.


De todos mis subordinados más leales, Roy era quien menos solía hablar. No era un sujeto muy sociable, pero sí uno que consideraba el honor como algo de suma importancia. Roy no era muy grande de edad y, como ex-militar, todavía no me quedaba claro por qué había terminado en un grupo de narcos. Sí, ambos nos habíamos conocido cuando yo había iniciado el revuelo contra Gary Connor, y Roy había sido uno de los hombres que deseaba venganza contra mi ex-patrón. Sin embargo, no había un motivo más profundo que pudiera arrojarme la razón para seguirme a mí.


—Es de cabello castaño y corto —comenzó Roy con la descripción—, de una estatura promedio; un metro setenta y tantos. Es delgado, de tez un poco bronceada. Parece un muchacho de entre veinticinco y treinta años.


—¿Tiene alguna marca visible? —pregunté a toda prisa.


Intentaba recordar al compinche de Connor. El chaval que siempre lo acompañaba tenía un apellido que estaba ligado al sobrenombre ‘Hanz’ y parecía un tipo ordinario… demasiado ordinario para mi gusto. Recordaba que este muchacho tenía un pequeño tatuaje en el cuello; una especie de luna en cuarto menguante.


—Ningún tatuaje o cicatriz reconocible en el rostro. Usa ropajes de manga larga con capucha, así que no hay forma de verificar por más marcas. Sabemos que ha tenido contacto con algunos vecinos, principalmente con los adolescentes, y que ha estado vendiendo Luna.


Luna otra vez. Connor era el único capaz de crear esta droga. Aunque hubiera imitadores, los clientes más experimentados delataban con su chismorreo cuando era una clonación de mala calidad. Contemplé el barrio. Las casas tenían fachadas distintas, algunas con rejas cafés, otras con portones blancos, unas con puertas elegantes, otras un tanto más comunes. Las calles eran angostas y a cinco cuadras hacia el oeste había contacto con el bulevar del periférico y la autopista que llevaba hasta los distritos de Cristal y Gota. Era un suburbio de clase media y que parecía como un sitio agradable para una familia que buscara tranquilidad. El nuevo vendedor de Luna no era tan estúpido como lo había creído, pues había seleccionado clientela sin experiencia.


Busqué un cigarrillo en mi chaqueta y me dispuse a fumar.


—¿Quieres que procedamos, jefe? —dudó Roy con su voz dura.


—No. Continúen con la observación. Cuando llegue, esta noche, le daremos una visita. Por ahora mantente preparado, Roy.


—De acuerdo.


Los dos nos despedimos con casualidad y regresamos por rutas distintas al punto de reunión. Yo ingresé a la camioneta donde estaba Charles y me recargué con libertad en el asiento.


—¿Y bien? —la voz de Charles sonó en el auto.


—No es Hanz. Pero sí alguien que podría ser comandado por él.


—¿Por qué dudarías tanto del chico Hanz?


—No lo sé —repliqué sin mucho interés—. No es que no me fíe de las decisiones de Connor, pero… De acuerdo a él, Hanz es su mano derecha y la persona en quien más confía. Dime tú, un chico como Connor, con toda la mierda que ha vivido… tan sólo recuerda que a sus once años vio cómo su padre mató a su madre y luego su propio padre lo persiguió para matarlo y hasta mandó gente para violarlo. ¿En quién confiarías si la gente que dice ser tu familia, especialmente aquellos que comparten tu sangre, te han traicionado y buscaron matarte?


—Bueno, te puedo afirmar que el chico no es un idealista como tú. Él es sádico, cruel y comparte el gusto por la sangre como su padre, aunque el chico lo niegue.


Había olvidado que Charles conocía a Oswin Connor del tiempo que había trabajado para Gary Connor.


—Pero también es un poco inocente como tú —opinó Charles.


Con rapidez llevé la mirada en torno a Charles y arrojé una mueca de queja. ¿Yo?, ¿inocente? Charles era el único que decía esto de mí. Cualquier otra persona utilizaría otro tipo de adjetivo para describirme. No sé, algo así como cabrón, hijo de puta, bastardo, marica, incrédulo, inexperto. No sé… pero… ¿inocente?


—Es verdad que el odio lo consume. Sin embargo, desde la muerte de Gary Connor, Oswin no ha tenido razón para continuar con aquél deseo de venganza. Recuerda que fuiste tú quien mató a su padre.


—¿Qué querías que hiciera? —repuse como un adolescente molesto—, el muy cabrón nos atacó directamente en nuestra propia base. No me iba a quedar de brazos cruzados y decirle: ‘hola, hijo de puta, por favor, pasa y mátanos a todos’. Además, yo también tenía un asunto pendiente con él.


—Esa misma actitud Connor la tiene. Los dos son más parecidos de lo que crees —reiteró Charles al mirarme.


—Quizás seamos un poco parecidos, pero Connor ha sabido moverse con precaución gracias al chico Hanz. ¿Dónde se conocieron?, ¿cómo obtuvo su confianza absoluta?


—Hanz no era parte de la organización de su padre. Eso te lo puedo asegurar.


—Es la razón por la que dudo… ¿Quién es Hanz para Connor?


Decidí no proseguir. Hice un esfuerzo por comprender a Connor. Si yo fuera un niño asustado… No desprendí la mirada de Charles. Yo también había sido un crío asustado de dieciséis años cuando había tomado la decisión más grande de mi vida, justo como Connor lo había hecho tres años atrás. En mi caso, la única persona que había estado conmigo para consolarme había sido Charles. A pesar de que sus palabras no habían sido de consuelo. Después de aquella noche de tormento, cuando los hombres de Gary Connor me llevaron de vuelta a casa, Charles había estado presente y me había entregado los nombres de cada uno de los petardos que me habían hecho daño. Incluso me había proporcionado el contacto de Jenny.


—¿Por qué me ayudaste? —solté la pregunta sin pensar.


—¿Cómo?, ¿de qué hablas? —Charles volteó un poco el cuerpo y me contempló.


—¿Por qué me diste los nombres y el contacto de Jenny?, ¿por qué no lo hiciste tú?, ¿por qué no tomaste el control del grupo y dejaste que yo lo hiciera?


—Heath…


—Tenías planeado destronar a Gary Connor, pero no lo hiciste. Tenías a hombres como Roy, Jenny y Pedro; gente que trabajaba contigo, más que para él… Y ustedes… ¿Por qué me ayudaste? ¿Te di tanta lástima?


—No, no fue eso. Gary amenazaba a nuestras familias para que no lo traicionáramos —dijo Charles con rapidez— y tú fuiste el único que habló de algo distinto. Tan sólo míranos, Heath. Roy es un asesino, un ex-militar que goza de la guerra, pero que ha cuidado de sus padres como un niño diligente. Tú le diste protección a su familia. Jenny es una maestra de las artes marciales que temía por la vida de su hermano menor… Yo… al igual que Pedro, nuestras familias eran objetivos de Gary. Tú deseabas una venganza más profunda, tú querías robarle más que la vida, tú deseabas su poder. Pero en tus ideas había algo que nosotros aceptamos como correcto. La verdad, me sorprendí. Un chico sin familia hablaba de crear un grupo donde la amenaza no fuera el centro del poder. Eres un idealista… y nosotros también.


—Pudiste haber regresado a tu trabajo de oficinista; el que tenías antes de trabajar para Gary.


—¿Y perderme de la vida de aventuras que ahora disfruto? No, por favor —Charles reveló con un rostro complacido—. Sé que nuestro trabajo no es el más honesto, Heath, pero me satisface. Cuando escuché que Gary te había hecho daño, me sentí como un idiota y pensé que cometerías un acto extremo como el suicidio. Por ello acompañé a la escolta ese día… porque así aseguré en tu rostro ese ideal. No eres estúpido y tampoco eres tan irracional como nuestros enemigos piensan. Tienes un corazón muy grande. Sin importar toda la mierda que has vivido… Tú eres capaz de confiar en la gente. Y confiaste en mí, en Roy, Jenny, Pedro y el resto que ahora te sigue.


—Pero si Hanz no fue parte de la vieja organización, ¿por qué ganaría la confianza de Connor?


—Dime algo —Charles tocó mi hombro y agregó—: ¿confías en ese tal John?


—¿A qué viene la pregunta?


—Contesta.


—Charles… —Intenté moverme, pero comprendí el punto de Charles—. No lo sé aún.


—Si él te dijera que está enamorado de ti, si te pidiera entablar una relación, te revelara su nombre real, te contara todos sus secretos, ¿confiarías en él?


Agaché el rostro. Lo peor del caso es que ya confiaba en John. Le había revelado información crucial para destruirme y le había mostrado vulnerabilidad.


—Es lo mismo para Connor —Charles dijo al retirar la mano de mi hombro—. Hanz es aquél rayo de luz que lo impulsa a continuar por nuevos caminos. Eso es Diane para mí, así como mis hijos. Eso eres tú también para mí. Diane ocupa el puesto de una amante, tú de un amigo incondicional y mis hijos de una familia. Connor está en busca de esto. Es muy probable que Hanz ocupe un lugar así.


—Tú también eres inocente —repuse con suavidad y regresé la mirada a Charles— porque crees en las personas.


—Es verdad. Por eso te he seguido hasta ahora y por eso te apoyo en todo lo que decides. Confío en ti, Heath.


Con lentitud moví la cabeza hacia el frente. Había obtenido una respuesta definitiva. Debía demostrarle a Connor que podía confiar en mí.


—Ya no tengo cigarrillos, Charles —dije con seriedad al percatarme de un movimiento en la lejanía.


Charles arrancó la camioneta y comprendió la frase en código. Nuestro objetivo había arribado un poco más temprano a casa de lo que habíamos esperado, así que había llegado el momento de descubrir la identidad de los falsos vendedores.


—Iré yo solo. Necesito que estén en posición para entrar cuando se los indique —dije con seriedad.


—Sí, de acuerdo. Tendré al equipo en posición.


 


 *** 


 


Bajé de la camioneta en la esquina de la calle sin que el enemigo nos detectara. Caminé con casualidad hasta llegar a la casa. El sujeto ya había entrado. Noté que iba vestido con una sudadera deportiva y el rostro cubierto por una capucha. Había sido obvio que no deseaba llamar la atención. Una vez quedé frente a la puerta, visualicé la cerradura y saqué la ganzúa pequeña que llevaba en uno de los bolsillos interiores de la chaqueta. Para mi sorpresa, no fue difícil entrar.


Cerré la puerta detrás de mí y encontré una sala semi-amueblada, un par de cajas en el suelo y sonidos en un cuarto a la izquierda. Supuse que el asesino de Pedro estaba en la cocina, ya que podía escuchar la llave del fregadero. Me acerqué a las cajas y abrí una que no estaba sellada. El interior estaba repleto de las cajitas que se usaban para vender Luna.


Previamente había colocado el auricular de radio local para hablar con mi gente y había escuchado la señal de Charles. El grupo estaba listo para entrar.


El agua de la cocina dejó de correr, entonces me adentré a la sala, saqué la pistola y apunté hacia la entrada de la cocina. El enemigo había retirado la capucha y caminaba en dirección a la sala con un trapo en las manos; limpiaba sus manos y no había detectado mi presencia hasta que ingresó de lleno a la sala.


—¡Qué mierda! —el joven soltó el trapo e intentó atacar con una pistola que portaba.


A toda prisa, lo despojé del arma y lo subyugué contra la pared al aprisionar sus brazos.


—Creíste que podrías salirte con la tuya matando a uno de mis hombres, ¿verdad? —cuestioné con enojo.


El muchacho era de mi estatura, era delgado, de tez bronceada y de ojos claros, con un parecido a Hanz que era notorio como si fueran familiares congénitos. Apunté a la cabeza y retiré el seguro de la pistola para causar miedo en el otro.


—Tienes dos opciones —proseguí—, hablar por las buenas o sentir la ira de mi gente. Te metiste con el grupo equivocado.


El enemigo rió con una voz de un muchacho joven.


—¿Eres el Dragón del Este? Vaya, ¿a qué debo tal honor al tenerte aquí en persona? —el muchacho prosiguió con una voz armoniosa—. ¿Crees que no lo averiguaría? No eres el único que está interesado en el negocio de Luna.


—¿Quién te envió a matar a Pedro?


—¿Pedro? ¿El tipo de cara dura? ¡Ni qué decirte, Dragón! Él estuvo en el momento incorrecto. Mi objetivo es Connor y sus vendedores.


—¿Por qué habría de creerte?


—Porque no tengo razón para mentirte. El muy imbécil de mi primo se dejó lavar el cerebro por Connor. ¡Pero qué se le puede hacer! Es un marica que siempre ha tenido debilidad por pijos como Connor… ¡y encima narco! ¡Pues la cagó! Antes de haberme traicionado, debió pensárselo dos veces en lugar de seguir el culo de ese imbécil como si fuera lo mejor.


Tenía sentido. Hanz, el compinche de Connor, conocía el mundo de la droga y desde su unión con Connor, había sido una especie de consejero. Por supuesto, el grupo al que había pertenecido era pequeño y una traición parecía una excusa correcta.


Solté los brazos del joven, di la señal a Charles para entrar, caminé unos pasos atrás pero no dejé descuidado al enemigo. Si lo mataba aquí, en este instante, no habría manera de encontrar a su acompañante y vengar a Pedro; empero, si no me deshacía de él pronto, entonces Connor tendría problemas.


—¿Dónde conseguiste la droga? —pregunté.


—No es tan difícil copiarla como la gente cree —dijo el enemigo al dar una vuelta y alzar los brazos en señal de rendición.


—Es una porquería —opiné.


—Ante la escasez de la real, la gente se acostumbrará, y sin Connor en el camino, mi Luna será la única opción.


De pronto, mis hombres entraron y se acercaron a toda prisa al enemigo. El joven fue atado y doblegado por Roy y el equipo de captura. Charles se colocó junto a mí y me ofreció un cigarrillo. Negué con la cabeza y suspiré al bajar la pistola.


Aunque tuviera a este sujeto como prisionero, no podía actuar sin pensar las cosas. La captura del chico era un arma de doble filo y podría convertirse en la sentencia que dictaminaría un conflicto con Connor para siempre.


—Llama a Hanz y dile que tenemos que hablar él y yo a solas —ordené con rapidez.


—¿Aquí? —cuestionó Charles.


—Sí, aquí. Dile que lo espero esta noche.


—Como ordenes.


El equipo de Roy sacó al joven de la sala y lo llevaron a una de las habitaciones. Pedí a mis hombres colocar las cajas de droga sobre la mesa, patrullar el perímetro y salir de la casona. Sólo había dejado a Charles y a otra escolta en la habitación junto al prisionero. Yo me quedé sentado en uno de los sillones, busqué un cigarrillo y fumé. Daba vueltas en el asunto y esperaba a que las negociaciones no fallaran… Desconocía las reacciones que Hanz presentaría esta noche.


Al caer el sol y que el reloj diera las nueve y cuarto, el equipo de patrullaje me avisó de la llegada del compinche de Connor. Abrí la puerta y dejé pasar a Hanz. El joven lucía un rostro serio, unos ropajes un tanto formales pero desacomodados para hacer hincapié en la actitud rebelde y su cabello estaba sujetado en una media coleta.


—Pasa, ¿te ofrezco algo de beber? —hice una seña para indicar la entrada a la sala.


Hanz caminó en torno a la mesa y miró las cajas. Luego, volteó hacia mí y aguardó. Yo cerré la puerta y me acerqué al chico. Tal vez Hanz era un año o dos menor que yo, pero por su altura y rasgos varoniles lucía maduro y, debía agregar, era atractivo.


—¿Para qué me has citado aquí? —la voz de Hanz inundó la sala.


Me sorprendió un poco, pues casi nunca escuchaba a este chico hablar y su voz era melodiosa y sensual. Sonreí, acorté la distancia y abrí una caja para mostrar el interior. La reacción de Hanz fue la esperada. Él se inclinó y tomó una de las cajas con la luna grabada.


—¿Qué significa esto? —preguntó.


—No habrías aceptado vernos aquí si no hubiera esto de por medio. Tú también lo sabes —repliqué con sequedad.


Por unos minutos Hanz no dijo nada. Yo aproveché para sentarme en el sillón y ponerme cómodo.


—Eres el único que conoce la fórmula de Connor —proseguí con calma—, el único que sabe el proceso de producción de Luna.


—¿Me estás incriminando? —Hanz reprochó al mirarme como si yo fuera un criminal.


—No. Estoy diciendo los hechos como son. ¿O me vas a negar que Connor no ha compartido contigo sus secretos?


El muchacho dejó la caja de Luna en la mesa y se sentó en el sillón frente a mí. Llevó las manos hasta su rostro al recargar los codos con las piernas.


—He estado buscando a los falsificadores. Hace unos días escuchamos sobre varios incidentes, sobre que un grupo había ofrecido Luna en la frontera del este y la frontera del sur. No hemos podido encontrar paz, ¿sabes? Los payasos de Don B nos persiguen, los asesinos de Jamie y otros grupos pequeños nos buscan sin cesar. Apenas pudimos conseguir una base y… —suspiró Hanz como si dramatizara y prosiguió—: y hemos tenido muchas bajas. Pareciera que… —me miró de frente al pronunciar con cierta molestia la siguiente oración—: que tú… que tu ayuda era benéfica.


Si respondía el clásico ‘se los dije’, entonces me arriesgaba a crear un enemigo en este muchacho, pero si no hacía algo, no descubriría sus intenciones. Hice un sonido de chiflido. Luego, Charles salió del cuarto con el falsificador atado. Noté a Hanz mirarlo con sorpresa. El prisionero había sido empujado al suelo y puesto de rodillas frente a Hanz.


—P-Primo —Hanz habló con una voz menos seria y más como de inquietud—. Hector, ¿qué mierda haces aquí?


Asentí con la cabeza una vez Charles me contempló. Charles se acercó al tal Hector y retiró el pedazo de tela que cubría su boca.


—Primo —dijo Hector con una voz seca por falta de agua—, ¿tú que haces aquí? —volteó hacia mí y agregó—: ¿estás con Connor otra vez?


—No —aseguré con seriedad.


—Espera un momento —Hanz habló con prontitud—, ¿Hector?, ¿eres tú el imitador? Tú… —Se levantó y sacó unas cajas de Luna para mostrarlas. —Tú… ¿tú estás vendiendo esto?


—Te dije que habría consecuencias si te aliabas a ese maricón.


—¡Oye! —repuse con descaro y cinismo—, la sexualidad de una persona no es motivo de ofensa. ¿O, qué? Yo también soy un marica como Connor y no te estoy llamando ‘machito’ como si tu gusto por las chicas fuera motivo de burla.


—Pensé que habías roto tu relación con Connor —insistió Hector.


—Lo hice. Hanz está de testigo.


—Hector —Hanz continuó—, la mierda que estás vendiendo, toda esta estupidez de copiar Luna… ¿es tu venganza?


—Por supuesto —aceptó Hector—, porque te aliaste a ese cabrón. Lo preferiste a él. Soy tu familia. ¡Somos los Hanzon! Somos los que juntos iniciarían un grupo de narcos para subir hasta la alta esfera.


—Tú fuiste quién provocó esto, primo.


¡Qué interesante! Había descubierto que ‘Hanz’ era, en verdad, un apodo proveniente del apellido Hanzon. Eso quería decir que desconocía más de Hanz… más de lo que había creído. Aguardé otro poco. A pesar de que mi trabajo ya estaba hecho, deseaba conocer el motivo de Hanz por preferir a Connor que a su familia de sangre.


—¿Yo? No seas estúpido —empero, Hector fue interrumpido.


—Tú me hiciste daño y me humillaste. No me iba a quedar contigo después de que te burlaras de mí.


—Fue sólo para hacerte entender que eso de la mariconería está mal.


—Eres un retrógrada, machista, misógino, homofóbico, traidor y mierda. Y pagarás por esto. Tu estúpida venta de Luna se acabó. Te vamos a destruir. Te voy a mostrar que, a diferencia de ti, Connor sí es un verdadero líder.


—Charles —pronuncié al incorporarme—, vámonos de aquí.


—Espera, Alipsis. —Hanz dio unos pasos para colocarse en mi camino y agregó—: ¿por qué mierda te metiste en este asunto si ya no hay ninguna relación con nosotros?


—Porque —respondí con una sonrisa coqueta. Por fin había comprendido un poco más a Hanz y respetaba sus decisiones. Sujetos como él ya no hay en este mundo podrido. Continué—: tu primo Hector mató a uno de mis allegados más cercanos por vender la porquería de Luna que tienen estas cajas. No, Hanz —reiteré—, no me voy a meter en su guerra. Pero todavía sigue vigente mi palabra. No pueden vender Luna, la original, en mi territorio. No voy a dejar que ninguno de tus hombres tenga los deseos de acercarse siquiera a la periferia, ¿es claro?


Hanz asintió con la cabeza, pero su mueca mostró seguridad. Se hizo a un lado y yo seguí con el camino. Charles me acompañó junto a la escolta extra y abandonamos la casona.


 


 *** 


 


—Connor es nuestro —Charles opinó una vez entramos a la camioneta—. Cuando su grupo se haya estabilizado… mierda, Heath, fue una jugada maestra. El haber llamado a su compinche.


No lo había sido del todo. Había arriesgado demasiado, y Hanz tenía una carta a su favor ahora. Podría usarla contra mí si quería alejar a Connor de nosotros. Sin embargo, había dejado la jugada en manos de Hanz porque Connor… ese muchacho con las neuronas de un verdadero genio para la química avanzada, ese adolescente que tanto gozaba de molestar… valía la pena.


Desde nuestro inicio como Señores de la Droga, las viejas generaciones habían comenzado a caer. El primero había sido Gary Connor. A Don B ya lo tenía en la mira y el último era Jamie Muller. Había llegado el momento de cambiar los reinados del mundo de la droga y yo estaba dispuesto a compartir un poco de poder con Connor y su compinche.


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