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Todos aman a Light, Parte II: El Caso Beyond Birthday por Camila mku

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Notas del fanfic:

¿Qué clase de ser infame hace algo tan ruin como esto? ¡Yo, claro! ¿Qué no es "ético"? No, no lo es. Después de mucho tiempo me di cuenta de que la segunda parte de Todos aman a Light no me convencía como "2da parte". Así que decidí eliminarla para hacerle modificaciones importantes. La voy a subir más tarde, pero no va a ser igual.

La segunda parte que voy a subir a partir de ahora me parece más acorde a la historia. Sé que estarán sumamente defraudados. Espero que me perdonen, pero ¡en fin! Esto se trata de divertirnos, ¿no? Ojalá me dejen reviews contándome qué tal sus vidas ahora, cómo están, si se mudaron, si se graduaron de la secundaria, si fueron a la universidad, si tuvieron hijos… (quién sabe las vueltas de la vida jejeje) ¡Quiero saber de ustedes!

Estoy feliz de que no se hayan borrado los reviews 3 Los tengo a todos guardados en un Word para que nunca jamás se me pierdan jajaja.

Los quiero chicos, y estoy súper feliz de estar de vuelta.

Todos aman a Light

Parte II

El caso Beyond Birthday

 

10 años después

 

Light se movía con ferocidad. Le excitaban los abdominales de ese rubio. Semejante cuerpo era digno de ser apreciado con detalle, por eso Light había estado en contra de apagar las luces del cuarto para coger. Blain había opinado igual, decía que le excitaba demasiado su culo como para no querer verlo mientras lo penetraba.

El miembro de Blain estaba caliente y duro. Light sentía que lo saciaba, que lo llenaba. Empezó a moverse de manera rítmica y agitada hasta que llegó al orgasmo. Jadeó un poco cuando lo alcanzó, pero no hubo más que eso.

Se quitó de encima de Blain con rapidez y estiró el brazo para prender la lámpara que estaba en la mesa de luz. De inmediato, y sin siquiera mirar a Blain a la cara, se puso a buscar su ropa, que había arrojado al suelo sin reparo debido a la calentura de hacía un rato. Enseguida se puso los jeans y la remera. Ni siquiera se sentó para acordonarse las zapatillas y, para cuando Blain acabó de abotonarse los pantalones, Light ya se había puesto la campera y estaba a un lado de la puerta, listo para salir.

—¿Ya te vas? —Fue la obvia pregunta de Blain. Siempre que terminaban de coger le hacía la misma pregunta y Light siempre le contestaba:

—Tengo cosas que hacer. —Frío, demasiado frío. Sujetó su mochila, la misma que usaba para llevar los archivos a la oficina, y buscó en uno de los bolsillos las llaves de su auto.

Blain asentía con disgusto mientras desviaba la mirada hacia la ventana, como si algo afuera captase su atención más que la presencia de Light, quien notó la decepción del otro de manera casi inmediata, pero se abstuvo de preguntarle. No eran pareja y ya habían acordado verse solo para tener sexo, Blain no podía reclamarle nada.

—Entonces nos vemos —dijo Blain y solo entonces se dignó a mirarlo—. Supongo.

Light no contestó. Giró la llave que estaba en el cerrojo de la puerta y salió fuera del departamento. Miró la hora en su celular: las tres de la madrugada. Se apresuró a bajar por el ascensor hasta llegar a planta baja y salir del edificio. Había estacionado justo delante de la puerta de entrada, así que no debió caminar demasiado hasta que ya estuvo dentro de la comodidad de su Lamborghini.

Condujo por la ciudad de Kanto con la música del auto reproduciendo una balada de jazz, de lo más tranquila y placentera, mientras bajaba la ventanilla y se encendía un cigarro. Cuando llegó, estacionó el auto adentro del garaje y activó la alarma al bajarse. Su celular vibró en el bolsillo delantero de sus jeans, por lo menos, unas tres veces. No quería contestar, estaba cansado y solo pensaba en llegar a su habitación y echarse a dormir, pero no era habitual que le mandaran mensajes a ese hora, salvo algunos hombres de una sola noche con los que se había echado un polvo en el pasado y todavía lo buscaban. Agarró el celular y leyó los whatsapp porque supuso que era Blain.

«Ni siquiera te despediste», le escribió.

Light elevó la mirada y vio la noche a través del parabrisas. Sintió algo extraño en el pecho. Por un lado admitía que le encantaba encamarse con Blain. Era hermoso: alto, musculoso, rubio… Era el hombre perfecto. De todos con los que Light había mantenido relaciones en el último tiempo, Blain era definitivamente el más atractivo, y eso que jamás esperó demasiado de él. Se habían conocido en un boliche y de esos lugares nunca se obtiene nada decente.

Blain seguía en línea. Light dudaba qué responderle o siquiera si debía hacerlo. Bufó.

«¿Vas a empezar otra vez con los reclamos de novio?», decidió contestarle.

Blain tardó en escribir. Light miraba cómo escribía y se detenía, borraba y volvía a escribir, una y otra vez, como si buscara las mejores palabras para expresarse y luego se arrepintiera.

«Sabes… ¡ya estoy harto de esto! Hace un año que nos vemos y no veo ningún interés de tu parte».

Light rodó los ojos.

«Habíamos quedado en que nos veríamos solo para sexo, ¿no?», arrastró los dedos para escribir. Lo hizo sin ganas.

Pasaron un minuto demasiado incómodo ambos en línea, sin decirse nada. Light decidió bajarse ya del auto y subir el ascensor del edificio. Mientras buscaba la llave en el bolsillo de la mochila donde siempre la guardaba, le echaba un vistazo al celular. Había decidido no bloquear la pantalla y dejar abierta la ventana de la conversación con él. Se preguntó, por un recóndito instante, por qué carajos había hecho eso.

No sería hipócrita: no quería herir a Blain ni que él se alejara, pero era evidente que no sentían lo mismo. Blain se había entregado por completo desde el día que se conocieron, mientras que Light continuaba teniendo sus dudas. El sentimiento no había terminado de germinar en él y, si lo hubiese hecho, Light se hubiese encargado de destruirlo. No quería sufrir. Había prometido no entregarse nunca más como lo había hecho con Ryuzaki y mantendría esa promesa hasta el final, o por lo menos hasta descubrir a alguien que valiera realmente la pena, pero para eso necesitaba tiempo y nada de prisas ni impaciencias. Solo sexo estaba bien por ahora.

«¿Te pagan por hacerte el imbécil, ¿no?», respondió Blain completamente afectado. «Te dije mil veces que estaba empezando a sentir cosas por ti y me dijiste que íbamos a hablarlo hoy. Viniste solo a coger».

Light destrabó la puerta y entró al departamento. Podía estar pasando un momento nefasto, pero todo el malestar se le iba cuando se recostaba sobre el carísimo sillón de terciopelo blanco que había comprado semanas atrás, y por el cual se había endeudado hasta las nubes.

Dejó el celular sobre la mesa ratona y se sentó. Cerró los ojos y exhaló con profundidad. Se levantó por un momento solo para dirigirse a la mini barra que tenía en la cocina y se sirvió un vaso de coñac. Cuando regresó al sofá vio que le había llegado un nuevo whatsapp.

«¡Carajo, no me dejes hablando solo, Light!», insistió Blain e inmediatamente exigió: «¡Estás en línea, responde de una puta vez!».

Light exhaló con más pesadez que antes y decidió apagar el celular. Se sintió vacío por un momento, y también culpable. Volvía al mismo lugar una y otra vez, de forma inevitable.

……………………………………………

—Entonces, apagaste el celular —dijo el psicólogo, repitiendo la última frase que había dicho Light. Light no podía mirarlo a los ojos porque estaba recostado en un sofá.

En la primera sesión de terapia, el hombre le había dicho que no hacer contacto visual le ayudaría a desenvolverse mejor. No sentir la mirada ajena lograría que no se sintiera juzgado y le daría mayor libertad para expresar sus sentimientos. Al principio, Light creyó que le daba lo mismo mirar al tipo a la cara mientras le contaba sus problemas, pero después de un par de sesiones se dio cuenta de que Dil tenía razón: no verlo a los ojos hacía que pudiera llorar con naturalidad cuando lo necesitaba, y no se sentía avergonzado porque Dil no podía verlo.

—Sip —respondió de manera aniñada, como si apagar el celular para no tener que responderle a Blain hubiese sido un acto involuntario, «irremediable».

—Y ya no volvieron a hablar después de eso —continuó Dil siguiendo la línea del relato.

—No me atreví a prender el celular todavía —confesó. Había pasado toda la noche y gran parte de la mañana con el teléfono apagado.

Light se giró un poco para ver qué expresión ponía Dil con lo que le estaba contando. Adivinaba por las comisuras de sus labios y por cómo fruncía el entrecejo cuando se sentía desilusionado, disgustado, alegrado, esperanzado… En esta oportunidad Light no percibió gesto alguno. Dil estaba escribiendo a toda prisa en su anotador.

—¿Vengo mal? —Quiso saber.

Dil alzó las cejas.

—No hay un «venir mal o bien» —contestó con calma—. Vienes como puedes. —Light quedó pensativo. «Ok, ¿y eso qué carajos significa?»—. ¿De qué huyes, Light?

La pregunta lo descolocó. No supo cuánto tiempo estuvo en silencio reflexionando una respuesta que le pareciera convincente a Dil, o a sí mismo. Miró en todas direcciones, replanteándoselo, como si en los elementos dentro de esa habitación fuese a hallar la respuesta.

Miró sus pies, la alfombra en el suelo, los muebles color ocre, el título de Dil expedido por la universidad de Kanto que colgaba en la pared, las fotografías de él con su familia, el paisaje afuera de la ventana, el sol radiante de la mañana… Y nada se le venía a la mente.

—A nada —resolvió, y creyó que demasiado mal.

—Has hecho lo mismo, por lo menos, unas seis veces desde que vienes a terapia —soltó Dil con seguridad. Guardó silencio.

—Bueno… sí —respondió Light dubitativo.

Comenzó a recapitular su pasado amoroso en los últimos años. Había salido con muchos hombres de diferentes edades, religiones y creencias. Las mujeres habían pasado a segundo plano hacía más de una década. Light descubrió que su orientación era plenamente homosexual y ya desde hacía diez años que no tocaba a una mujer.

Disfrutaba demasiado el sexo con hombres. Amaba ser penetrado y dominado. En general, siempre acababa liando con algún tipo que conocía en una discoteca. Eran mayores que él, de musculatura fornida, guapos, dominantes... Al principio todo estaba bien: el sexo era bueno, ¡qué va, grandioso! Light se la pasaba de maravillas. Pero cuando empezaba a notar interés romántico en la otra persona, la chispa se le iba al caño. Y entonces él intentaba huir de la relación. No quería besos ni abrazos, no quería quedar para conocer a los padres del tipo en cuestión ni saber nada acerca de su vida. Solo quería pasarla bien… en la cama y ya.

—¿En qué te quedaste pensando? —le preguntó Dil mientras le echaba un ojo a su reloj de muñeca.

—Creo que… —esbozó Light. Hubo un silencio tenue—. Le temo al compromiso —dijo, y demasiado bajito. No era algo que le gustara admitir.

Dil asintió.

—También lo creo —confesó—. Te es imposible tener una pareja estable.

—Es que no me surge el amor, o sea… —comenzó a divagar. Exhaló con pesadez y se insultó a sí mismo por haber entrado en ese terreno pantanoso… No quería hablar de él, pero era inevitable—. No llegué a sentir eso profundo que esos hombres sintieron por mí. No me nace —admitió.

Dil asintió.

—Pero no siempre fue así…

No. No quería hablar de él.

—No —dijo Light con gran pesar.

—Ryuzaki —soltó Dil, y después de pronunciar su nombre Light sintió que algo en su interior se quebraba—. No fue así con él.

Light negó con la cabeza y se mostró apático de conversar sobre ese tema. Si bien habían hablado de Ryuzaki muchas veces, todavía le era imposible no recordarlo con dolor. El trauma había sido demasiado para él. Lo había marcado de por vida.

—No lo he superado —admitió.

—Ya veo que no —dijo Dil, y como bomba—. Por eso te es imposible confiar en las personas.

—No quiero que me vuelva a pasar algo así en la vida. —Tragó saliva de manera aquejida—. Dil… —El psicólogo levantó la mirada de los papeles y la dirigió hacia Light—: ¿Podemos dejar el tema de Ryuzaki para otro día? De verdad no quiero hablar de él. —Sentía que su corazón se quebraba cuando pronunciaba su nombre.

—¿No te sientes listo? —Light negó con la cabeza—. De acuerdo… ¿de qué prefieres hablar?

La sesión continuó como una más del montón.   

………………………………………………………………………………………

Era domingo 21 de noviembre del 2022. Light estaba manejando hacia la casa de sus padres. El sol brillaba radiante esa tarde de otoño. Se había abrigado bien porque hacía frío: la estación recién había empezado y las heladas ya eran fuertes... Light se imaginaba que si ahora mismo debía andar con bufanda y tapado, no quería ni pensar cómo sería de crudo el invierno.

Su madre le había enviado un mensaje en la mañana para invitarlo a almorzar y Light no dudó en decir que iría a buscarla a ella y a Sayu con el auto, para luego volver a su departamento y que comieran los tres en familia.

No iba a negar que ya empezaba a extrañar las comidas que preparaba su mamá y creía que no había nadie que cocinara tan bien como ella. No sabía qué tenían de especial esas pastas, pero eran inigualables. Con su vida de adulto soltero, muchas veces debido al trabajo se salteaba las comidas y saciaba el hambre con porquerías. Había intentado muchas veces aprender a cocinar por sí mismo, pero continuaba siendo un aprendiz… uno muy malo.

Sachiko y Sayu se encontraban listas esperando en la vereda de la casa a ser recogidas por Light. Cuando detuvo su automóvil frente a ellas y le quitó el seguro al auto, su hermana por poco se abalanza sobre el capó.

—¡Carajos! ¡Qué autazo! —exclamó Sayu boquiabierta.

—Mi esfuerzo lo valió —dijo Light sonriendo del otro lado del parabrisas.

—Sayu, ¿cuántas veces debo pedirte que no insultes? —la regañó Sachiko mientras abría la puerta del auto y se sentaba en el asiento del acompañante.

—¡Déjame conducirlo!  —gritó Sayu con emoción. Corrió por el frente del auto hasta llegar a la ventanilla de Light, como si esperara que él se bajara para darle el lugar.

—¿Estás loca? —respondió Light—. Todavía no tienes registro.

—Ya, bueno —dijo Sayu caminando con resignación y metiéndose en el asiento trasero—. Quería impresionar a mis compañeros de universidad —soltó, dejándose caer con fuerza sobre el asiento. Tenía los auriculares puestos y elevó el sonido a tal volumen que hasta Light y Sachiko podían oír su compilado de rock.

Light sonrió. Sayu estaba en plena edad del pavo. No hacía más que estudiar y salir a boliches con sus amigos. Siempre que la veía recordaba cuando él era apenas un estudiante de Criminalística, asustado por el futuro que le esperaba. Esos años habían quedado en el pasado y lo único que seguía en pie en él era su increíble inteligencia deductiva. Por lo demás, se había vuelto un hombre muy seguro de sí mismo y que se hacía valer ante cualquiera, no importaba quién se le interpusiera en su camino… siempre hacía valer sus derechos.

Y continuaba siendo un maldito hormonado, eso no podía negarlo. Solo que ahora no le daba miedo el sexo, disfrutaba mucho de él.

Condujo hasta su departamento y, cuando llegaron al edificio, los tres subieron por el ascensor. Ni bien Light abrió la puerta de su hogar, Sayu corrió a toda velocidad hacia el sofá en la sala de estar, se quitó las zapatillas y se recostó sobre él, acomodando los brazos detrás de su cabeza.

—¡Fuchis, qué olor a pata! —bromeó Light, tapándose la nariz con los dedos. Tanto él como su madre entraron al departamento con lentitud, se quitaron los abrigos y los colgaron en el perchero.

—¡Cállate! —le dijo Sayu y le arrojó una de sus zapatillas, pero Light fue lo suficientemente rápido como para esquivarlo. Ninguno de los dos podía dejar de reír—. ¿Dónde está Rocco? —preguntó Sayu de repente. Miró en todas direcciones y no encontró al perro de su hermano por ninguna parte.

—Me deshice de él —dijo Light sonriendo con malicia.

—¡No! —gritó Sayu con voz lacrimosa—. ¡Dime que es mentira! —gimió.

—Claro que es mentira, tonta —dijo él rodando los ojos—. Está en el veterinario. Lo dejé ayer. Le pedí que lo bañara y le pusiera las vacunas. Me dijo que puedo pasar a buscarlo mañana.

Roque era un bulldog que Sayu había encontrado en la calle dos meses atrás, todo harapiento y desnutrido. Lo había rescatado de esa mala vida y había pretendido adoptarlo, pero su padre se lo había negado rotundamente y le había dicho que ya tenían dos perros, un gato y un hámster. Eran demasiadas mascotas. Entonces, a Sayu se le ocurrió la brillante idea de llevárselo a Light.   

Al principio, Light se rehusó a quedarse con él, pero después de dos horas con Rocco en el departamento sintió un cariño fuerte hacia él. Ahora eran inseparables.

Sayu encendió el televisor y se apresuró a conectar YouTube a su celular. Acabó poniendo rock a todo volumen, tanto que su madre le pidió por favor que bajara un poco.

—¿Quieres té, mamá? —le preguntó Light.

—Sí, gracias, cielo —le dijo ella y tomó asiento en la mesita redonda de la cocina. Apoyó su cabeza con una mano y, en silencio, se quedó admirando el departamento nuevo de su hijo… Era impresionante y estaba repleto de lujos. El sofá que hacía poco había comprado Light habría de ser carísimo porque cabían por lo menos seis personas en él. El suelo estaba hecho de madera reluciente, las paredes eran blancas y el balcón tenía un enorme ventanal cuya vista daba a la ciudad.

Era espléndido.

Sachiko estaba más que feliz. Años atrás había creído que Light no podría solo. Recordaba cuando Soichiro lo había echado cruelmente de la casa luego de haber admitido su homosexualidad, y se alegraba de que ahora las cosas marcharan en favor de su hijo. Había logrado tener una vida de lujos mucho mejor que la que tenía el resto de su familia y eso alegraba inmensamente a Sachiko.

—Aquí tienes, mamá —apoyó la taza con el humeante té sobre la mesa—. Es de manzana, como a ti te gusta.

Luego se acercó hacia Sayu.

—Aquí tienes tu chocolatada caliente —le dijo Light intentando disimular su sonrisa—. Como la bebé que eres—. Sayu se cruzó de brazos, simulando estar enojada—. Aunque si no lo quieres y, en cambio, prefieres té como mamá y yo, puedo cambiártelo.

—Ya dame la maldita chocolatada —dijo ella sujetando la taza, que para colmo tenía impresas imágenes algo infantiles. Estaba acostumbrada a que Light bromeara con eso de que ella era “la pequeña de la familia”.

—Sayu… —dijo su madre rodando los ojos—. Deja ya de maldecir.

Light fue de nuevo a la cocina y se sentó a la maesa, a un lado de su madre.

—Cambiaste el auto —dijo Sachiko con una sonrisa mientras bebía un sorbo de té—. ¿Lo hiciste con la paga del caso que me habías comentado?

Light asintió.

—Juro que cuando me lo encargaron creí que no podría con él —dijo, dándole un sorbo al té—. Fue muy agotador y me tomó semanas resolverlo. Me quedaba noches enteras en la oficina, tomando café hasta la madrugada para ver si se me ocurría algo, alguna pista suelta, ¡lo que fuera!

—¿Hablas del caso del robo al banco? —preguntó Sayu. Se había aburrido del rock y había cambiado a pop.

—Sí, ese mismo —respondió Light—. Hacer hablar a los testigos en la corte no fue nada fácil. Ninguno quería dar su testimonio sobre lo que había visto u oído, temían que los mataran. Fue tremendo.

Su madre le acarició un hombro.

—He oído que lo has resuelto con brillantez y en un tiempo récord.

No había forma de que ella supiera eso por parte de otra persona que no fuese su padre. Light no le contaba nunca acerca de su trabajo en la oficina ni de los casos que le encomendaban y como su padre era un gran amigo del jefe del departamento de criminalística de Tokio…

—Sí. Al final di en el clavo y a último momento. Creí que no lo lograría —soltó, volviendo al tema de inmediato para evitar hablar de su padre.

—¡Mentiroso, no te creo! —exclamó Sayu desde la sala de estar, sacándolo de sus pensamientos.

—¿Qué? —preguntó Light despistado. Ya se había acabado el té.

—Que no te creo que de verdad pensaras que no podrías con el caso —dijo ella levantando las cejas—. Siempre te dan premios en tu trabajo. —Señaló la pared: había por lo menos veinte medallas colgadas.

—Fue un decir —contestó Light rodando los ojos—. Me pagaron un millón de yenes y los cobré justo después de que el maldito de Hud obtuviera la sentencia.

—¡Joder, eso sí es plata! —dijo Sayu sentándose de un sopetón. Se puso de pie y caminó hacia la cocina para sentarse a la mesa junto a su hermano y su madre—. ¿Y cuál fue la sentencia? —preguntó curiosa.

—Veinte años en prisión.

Sachiko y Sayu quedaron boquiabiertas.

—Dios mío… —exclamó su madre—. Eso es demasiado, aunque bien merecido se lo tiene por haber intentado robar un banco.

—Yo jamás en mi vida me atrevería a robar —admitió Sayu—. No podría ni pensar lo feo que sería pasar veinte años en prisión —dijo cabizbaja—. ¿Esa gente no piensa o qué?

—Son criminales, Sayu —dijo Light, juntando las tazas vacías de los tres y poniéndolas en el fregadero—. Tienen el lóbulo frontal reducido en comparación con las demás personas. Son impulsivos. No piensan en las repercusiones de sus actos.   

Sachiko se puso de pie y fue hasta la mesada.

—¿Qué les parece si voy preparando el almuerzo? —Sus hijos festejaron. Light se apresuró a sacar de la alacena todos los ingredientes que necesitaría su madre para preparar las pastas.

Sachiko cocinó con ayuda de sus hijos y, cuando la comida estuvo lista, los tres se sentaron a la mesa. 

—¿Y cuándo vas a presentarnos a algún novio, Light? —le preguntó Sayu con picardía mientras se metía un bocado de fideos en la boca. Light le clavó una mirada asesina.

A Sachiko no le sorprendió la pregunta. Hacía años que su hijo le había confesado su verdadera orientación sexual, la noche en que lo descubrió hablando por chat con ese tal “L” y, si bien se entristeció un poco al principio por dar por sentado que no tendría nietos por parte de Light, o por lo menos no biológicos, lo aceptó como algo natural y jamás hizo comentarios negativos al respecto. Cosa que no había pasado con su esposo, quien castigó duramente a Light por eso y acabó echándolo de la casa familiar. Jamás volvieron a hablarse de nuevo.

Sachiko tenía muchas ganas de que esa relación se restaurara, pero por el momento lo veía poco probable. Light no quería ni acercarse a Soichiro y no importaba cuántas veces ella intentara que hicieran las pases… Light no daba el brazo a torcer. Por otra parte, Soichiro se había ablandado con el tiempo y si bien no mostraba ganas de encontrarse con Light para arreglar las cosas, sí le preguntaba a ella cómo se encontraba, qué era de su vida, en qué estaba metido…, pero tampoco era como si pudiera acercarse a Light así como si nada. Light no quería verlo ni en foto y rehuía a cualquier intento de Sachiko para ir de visita a la casa familiar.

En un momento pensó Sachiko que esos nueve años que habían pasado habían servido para limar las tensiones, pero al parecer eso era idea suya y ya estaba perdiendo las esperanzas.  

—Cierra la boca, Sayu —contestó Light de mal humor—. ¿Qué sabes tú de relaciones?

—Más que tú —dijo ella, llevándose a la boca otro bocado de fideos—. Ya llevo con Eric dos años. Este viernes es nuestro aniversario —dijo muy orgullosa.

Light estalló en una carcajada y de inmediato Sayu arrugó la cara, enfadada. 

—Intenta no darme un sobrino antes de que acabes la universidad.

—¡Mamá! —gritó Sayu dándole un golpe a la mesa—. ¡Ve lo que me dijo Light!

—¡Ya basta de pelear como si fuesen niños! —dijo Sachiko y rodó los ojos.

Había querido disimular el mal humor que le causó el comentario de Sayu, pero fue imposible. Su cara adquirió una expresión amarga. Era cierto que Sayu ya llevaba dos años de relación con ese chico que había conocido en la universidad y se los veía muy bien juntos. A Light lo ponía muy feliz que ella disfrutara de una relación sana. Pero las cosas no habían resultado así de fáciles para él y no quería saber nada de relaciones de pareja con nadie. Ya se había resignado a tener una eterna vida de soltero. Eso de andar en pareja no era para él.

—Tal vez aún no llegó el indicado —dijo su madre, y con ello sacó de sus cavilaciones a Light—. Hablando de otra cosa, ¿volverás a Kanto, hijo? —preguntó Sachiko al ver que el tema que habían tocado lo había incomodado demasiado.

—No lo creo, mamá —respondió él de mejor humor ahora que hablaban de otra cosa—. La verdad que estoy muy feliz acá en Tokio. No quiero volver. —Y en gran medida era por su padre.

Para volver a Kanto tendría que pedir el traslado de departamento y no soportaría ni por un instante tener que trabajar en el mismo edificio que su padre. No aguantaría tener que verlo todos los días.

Su madre agachó la cabeza y continuó comiendo en silencio. Sus esperanzas de volver a unirlos como familia morían cada día un poco más.

……………………………………………………………………………………………

Luego de que Light las dejara a ambas en la vereda de la casa, Sayu entró prácticamente trotando mientras Sachiko caminaba detrás de ella con calma. Sachiko cerró la puerta luego de entrar y colgó su abrigo en el perchero. Sayu subió inmediatamente a su habitación para poder hacer una videollamada con su novio.

Ya había oscurecido, así que pensó que sería mejor apurarse e ir hacia el jardín para destender la ropa. Durante el viaje en auto de Tokio a Kanto había oído en la radio que pronosticaban lluvia para esa noche.

Sin embargo no llegó a hacerlo porque, cuando atravesó la sala, vio a Soichiro sentado en el sillón de brazos cruzados y se detuvo para preguntarle si estaba bien.

—Estoy bien, gracias —respondió él sin mucho entusiasmo y mirando hacia la televisión, que estaba apagada. Luego de haber estado ambos sumidos en un silencio incómodo, Soichiro susurró—: ¿Cómo se encuentra Light?

Sachiko exhaló con profundidad mientras miraba hacia un rincón de la sala.

—¿Por qué no vas tú mismo a preguntarle? —sugirió con cierto recelo en la voz.

Soichiro le clavó los ojos por un microsegundo. No respondió. Sachiko no se gastaría en contarle que habían ido al departamento de Light, que habían comido pastas y que habían pasado una tarde espléndida… Siempre era lo mismo con Soichiro: solo parecía interesado en saber si su hijo había cambiado de parecer o no en cuanto a su condición sexual y acababa enojándose demasiado cuando ella le contaba que no, que Light ya había nacido así y que ella lo amaba por quien era.

Soichiro se puso de pie y subió las escaleras. Sachiko había salido al jardín para destender la ropa. El viento soplaba fuerte, la lluvia se avecinaba. Cuando entró de nuevo a la casa subió las escaleras para guardar la ropa de Soichiro y la suya en el armario de su recámara, pero se detuvo en el pasillo. Miró por la rendija de la puerta de su habitación y vio a su esposo sentado en el borde de la cama, estaba mirando una foto vieja donde los cuatro estaban juntos. Había sido tomada por Himoto hacía quince años. Sayu tenía cuatro en aquel entonces y Light iba a la primaria. Viejos tiempos.

Soichiro miraba la foto con nostalgia; sus ojos estaban tristes. Hubiese querido no interrumpir la soledad que su esposo usaba para reflexionar, pero debía guardar la ropa en su lugar. Ni bien entró, Soichiro dejó la foto donde estaba: sobre la mesa de luz y agarró el celular para disimular que estaba leyendo algún mensaje de sus compañeros de trabajo.

Sachiko salió del cuarto casi de inmediato. Más de una vez lo había descubierto in fraganti mirando con ojos tristes fotos o videos de Light. Eso le daba a entender que, poco a poco, Soichiro iba bajando la guardia. Esperaba que pronto llegara a la conclusión de que lo único importante era que sus dos hijos fuesen felices, sin importar su condición sexual. Pero antes de bajar por las escaleras, se detuvo al escuchar un leve gemido dentro de la habitación que compartía con Soichiro. Caminó de regreso a ella y vio a Soichiro sujetándose el pecho con fuerza.

—Cariño, ¿estás bien? —le preguntó, acercándose hacia él. De pronto, Sachiko comprendió que los dolores de pecho, aquellos de los que no se quejaba hacía mucho, habían vuelto—. ¡Dios mío! —gritó, mientras corría hacia él y se arrodillaba a su lado.

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó Sayu, de pie en el umbral de la puerta.

—¡Sayu llama a una ambulancia! —gritó su madre.

—¡No! Estoy bien —se rehusó Soichiro, sujetándose el pecho—. En serio. No se preocupen. Enseguida se pasa… es solo… —decía, mientras intentaba hablar sin balbucear, pero se le complicaba cada vez más debido a la falta de aire.

—¡Papá! —gimió Sayu y corrió hacia él.

—Estoy bien —insistió Soichiro agitado—. Solo debo recostarme y…

Soichiro respiraba con dificultad y había comenzado a sudar. Las alarmas se encendieron para Sachiko, quien creyó que su esposo estaba sufriendo un paro cardiaco.

—¡Sayu, llama a una ambulancia ahora mismo! —ordenó por segunda vez.

Sayu obedeció y llamó a urgencias desde el celular de su padre. Esta vez Soichiro no estuvo en condiciones de reprochar; su vista se había nublado y casi creía estar en un sueño.

………………………………………………………………………………………………

Light se despertó en la mañana con una lamida en la cara.

—¡Rocco! —gritó y se limpió la saliva del perro con el puño. Rocco se había subido a la cama y lo miraba mientras jadeaba con la lengua afuera—. ¡Bájate! —le ordenó, pero Rocco se veía tan tierno que Light no insistió para que se fuera. En cambio, lo abrazó fuerte y lo atrajo hacia él. Hasta le dio un beso en el hocico—. Te extrañé… —le confesó mientras Rocco gemía de felicidad, porque Light le había permitido quedarse en la cama junto a él—. Espero que el baño que te dieron en la veterinaria te haya quitado todas las pulgas —dijo, rodando los ojos.

Light miró de refilón la pantalla del televisor. La noche anterior había estado tan cansado que se había quedado dormido y se había olvidado de apagarlo. Estaban transmitiendo la noticia de un homicidio reciente en Kanto, pero no tuvo oportunidad de seguir mirando porque debía darse una ducha rápida y desayunar cuanto antes para llegar a tiempo al trabajo.

Apagó la alarma cuando esta empezó a sonar. Lo cual, gracias a Rocco, no fue necesario.

 

—Adiós, Berta —le dijo a la adolescente que se encargaba de pasear a Rocco por las mañanas. Light confiaba plenamente en ella, le había dado un juego de llaves de su departamento para que cuidara del perro mientras él estaba en el trabajo.  

El viaje a la oficina en su Lamborghini había sido algo ajetreado debido al tráfico de la mañana. Los lunes solían ser un descontrol. Encendió la radio para minimizar un poco el estrés que le causaba estar más de cinco minutos atascado en el mismo lugar y escuchando los bocinazos de los demás para que se movieran en la fila.

—Es devastador, Nelly —dijo el conductor del programa de radio—. Un homicidio de esta índole resulta altamente perturbador.

 —Lo sé, sobre todo porque se llevó a cabo en Kanto, un lugar muy seguro… —dijo la conductora con voz consternada—. No es habitual que ocurran homicidios de este tipo.

—Tendremos que esperar a ver qué dicen los peritos forenses —volvió a decir el hombre—. Por el momento, este caso está siendo investigado por la policía de Kanto y no podemos dar más información que la que se nos autoriza. Todo lo que podemos informarles es que un hombre de edad avanzada, inglés y detective, ha sido asesinado esta mañana. Por el estado en que se halló el cuerpo, deducimos que lo han torturado hasta la muerte...

Light debió bajar el volumen de la radio cuando oyó que le tocaban bocinazos a él por estar conduciendo demasiado lento y no estar prestando atención.

—¡Muévete, imbécil! —le gritó uno que estaba detrás suyo, y se le adelantó en la fila. Light respiró profundamente e inhibió las ganas de bajar la ventanilla e insultarlo.

Al llegar, dejó el auto en el estacionamiento y entró en el lujoso edificio de la jefatura de detectives privados de Kanto. Todos sus compañeros de trabajo lo saludaron con una sonrisa y él les devolvió otra. Era muy apreciado y admirado por sus compañeros y, tras varios años de trabajo duro, había llegado a convertirse en uno de los detectives más prestigiosos de esa jefatura y de todo Tokio…

—Hola, Light —lo saludó Kaito, su asistente. Light lo saludó de regreso pero, cuando estuvo a punto de ingresar a su oficina, Kaito lo detuvo con prisa—: El jefe está esperándote en su despacho. Dice que es urgente.

Las ideas en la cabeza de Light se relacionaron tan pronto como oyó eso. No entró en su oficina, en cambio, fue directo hacia la oficina de su jefe. Cuando abrió la puerta, lo vio sentado detrás de su escritorio como siempre: vestido de traje, perfumado, y con el cabello entrecano peinado hacia atrás con gel. Light vio lo que había encima del escritorio, eso que su jefe miraba con mucha atención: un portafolio lleno con papeles.

—Light, hola —lo saludó el hombre, casi distraído por su llegada—. Siéntate por favor —le pidió con amabilidad.

Light tomó asiento en una silla frente al escritorio.

—Kaito me dijo que me mandaste a llamar —dijo Light—, y que se trataba de algo urgente.

—Lo es, de hecho —anunció el hombre con voz tranquila, pero amargada—. ¿Viste las noticias esta mañana?

Le encargaría resolver el caso del inglés. Light lo dedujo de inmediato.

—Oí algo por radio mientras conducía para acá —confesó.

Akemi asintió con la cabeza.

—Fue un crimen atroz… —dijo Akemi con gran pesar—. El pobre hombre fue torturado hasta la muerte. En vida, se dedicó a resolver crímenes, era detective —contó, e hizo un segundo de pausa—. Pienso que puede ser algún familiar de alguien a quien él haya atrapado…

—Pensé lo mismo —confesó Light. Había estado creyendo esa posibilidad desde temprano—. Alguien que buscó venganza...

—Light —dijo Akemi. Light levantó la mirada—. Quiero que tú te encargues del caso. Eres el mejor detective de nuestra jefatura y estoy seguro de que nadie podría resolverlo tan pronto como tú.

—Pero señor… —balbuceó—, el asesinato fue en Kanto, y nosotros somos de Tokio. No corresponde a nuestra jurisdicción.

—Lo sé —se apresuró a decir Akemi—. Me han llamado de la jefatura de Kanto para pedírmelo exclusivamente. Ellos no pueden hacerse cargo del caso en este momento, por lo que tengo entendido el jefe del cuartel está pasando por una grave enfermedad.

Light abrió los ojos desmesuradamente.

«Papá…», pensó de inmediato. Luego de un segundo, cayó en la cuenta de que se estaba preocupando súbitamente por alguien que, en todos esos años, no había mostrado intenciones de comunicarse con él, ni de saber cómo estaba… No supo por qué se había alterado tanto. Recobró la compostura en cuestión de segundos.

—El dinero que se te dará a cambio es muy grande, Light —anunció Akemi. A Light le brillaron los ojos. El caso le venía como anillo al dedo, pero tendría que ir a Kanto, y pisar ese lugar le traía muy malos recuerdos, recuerdos que prefería olvidar—. Te voy a dejar un día para que lo pienses con detenimiento.

Light asintió y se puso de pie. Le estrechó la mano a Akemi y salió de regreso hacia su oficina con las palabras de aquel hombre resonando una y otra vez en su conciencia: «el jefe del cuartel está pasando por una grave enfermedad». Le surgieron de adentro unas ganas intensas de llamar a su hermana y preguntarle por Soichiro, y sintió asco de tan solo saber que le preocupaba la salud de aquel hombre, aunque jamás se haya interesado por él, aunque lo haya echado de su casa diez años atrás; sintió asco de estar siquiera pensando en él…  

 

 

      

 

 

   

       

 

 

         

    

 

 

 

 

 

  

 

 

 

 

   

 

Notas finales:

Ojalá les haya gustado. Nos vemos en el próximo capítulo :D 


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