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Todos aman a Light, Parte II: El Caso Beyond Birthday por Camila mku

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Ver su expresión abatida, sus ojos tristes, esa desilusión con la que lo miraba… una desilusión que no había visto jamás en nadie. O, por lo menos, no en aquel entonces, cuando aún tenía veintiséis años y lo único que hacía para pasar el tiempo era ir a la universidad y correr carreras en motocicleta mientras apostaba, para luego acabar drogándose en un callejón. Sí… su vida entera había sido una carrera adrenalínica al filo de la muerte.

Light había sido la persona a la que más daño había causado en su vida, de eso podía estar seguro. Y no había sido un daño similar al que le había causado a sus compañeros de la Wammy cuando solían jugar a los almohadonzazos, o cuando les ganaba en el lleva y trae. No… con Light había sido terrible. Lo que había empezado como un juego tonto había terminado por convertirse en un flechazo de puta madre. Tanto que el juego de identidades se le había ido de las manos y, llegado un punto, ni él mismo estaba seguro cuándo era L y cuándo era Ryuzaki; cuándo empezaba uno y cuándo terminaba el otro… ¿hubo fin y principio, después de todo?

Cuando arribó a Japón por primera vez, mucho antes de conocer a Light, fue que empezó el descontrol. El cambio de identidad le había servido como una mampara donde refugiarse, así como las drogas. No recordaba con exactitud cuándo había empezado con el consumo desorbitado de drogas, pero de algo sí se acordaba: había dado los primeros pasos estando en la Wammy y, al cabo de un año, ya se la guardaba debajo de la almohada porque se sentía paranoico de que se la robaran.

Había cargado con un pasado terrorífico y, más allá de la terapia que le habían ofrecido en la Wammy, jamás había canalizado los traumas de su infancia. La droga llegó a convertirse en su mejor amiga; cuando estaba triste la necesitaba. Luego, acabó consumiéndola hasta para pasar los buenos ratos. El sexo descontrolado, frío y sin sentido también había sido un buen refugio. Era divertido y lo ayudaba a dispersarse de los problemas...

Entonces conoció a Light un día cualquiera en la universidad, y le generó un remolino de emociones. Lo odió. Odió todo de él, sobre todo su arrogancia, sus ganas de siempre ser el mejor, su competitividad, su autoexigencia, su perfeccionismo desmedido… Y también lo amó. Amó todo eso por lo cual lo había odiado en un principio. Pudo ver que era perfeccionista porque su educación era muy estricta; era arrogante porque en su casa le enseñaban que destacar era necesario para "ser alguien" en la sociedad, y su competitividad y autoexigencia quizás eran características que ambos compartían.

Luego de conocerlo sintió que algo cambió en él. Algo que él había creído que estaba muerto. Todavía recordaba la primera vez que se lo cruzó. Light y su grandilocuencia. Light y su necesidad por esforzarse siempre al máximo en los exámenes, Light y su participación en clase… Light siendo Light.

Light era un adolescente tranquilo con problemas típicos. No era como él, que había atravesado la muerte de sus padres, un secuestro y tenía un largo historial de abuso infantil. No, Light no había pasado por nada de eso. Light era un chico de bien, protegido por sus padres y bien educado. Su día a día era de lo más normal: lidiaba con el estrés de tener que estudiar, de tener que aguantar a sus amigos hormonados por él, de tener a una novia por la que no sentía nada y en casa tener que fingir el papel del "niño perfecto".

Había llegado a amar a Light a su manera. En cierto sentido, le recordaba esa parte de él que había perdido por culpa de las desgracias de la vida. Le gustaba su físico, le gustaban sus ojos, su olor, su forma tan aniñada de ser, su sonrisa cálida…

Abrió los ojos. El sol entraba por el ventanal y le daba de lleno en la cara. Intentó cubrirse la mirada del resplandor con la mano, pero no pudo; algo le impedía usar su mano izquierda. ¡Maldición!, gruñó cuando cayó en la cuenta de que era temprano, apenas estaba amaneciendo y él estaba ahí, en el departamento de Light, esposado a una maldita cama.

Había un sonido leve, casi inaudible, de agua vertiendo. Supuso que Light estaría dándose una ducha. ¡Hasta podía escucharlo cantando…! Se notaba que estaba disfrutando de ese momento de relajación que a él tan bien le vendría. Había estado cinco días encerrado en una fría y sucia celda, sin comer ni beber correctamente, pasando un frío de muerte… ¡Se moría por una ducha caliente!

Echó un vistazo a la derecha y vio que su celular estaba sobre la mesa de luz. Estiró la mano libre para agarrarlo, tardando mucho más de la cuenta. Buscó el número de Takada y la llamó.

¿Elle? —le respondió casi de inmediato, y gimiendo con agitación.

—Takada, hola —le dijo con tono apacible, pero consternado. Quedó segundos en silencio, que se volvieron largos e incontables. Se llevó una mano a la frente. Había estado demasiado preocupado por ella. Balbuceó, y por más que intentó no pudo contenerse en lanzar una verborrea que hacía horas lo atormentaba—: Lo siento Takada… —exhaló un suspiro largo—. De verdad que lo siento.

Hubo una pausa expectante.

No tienes nada de qué disculparte —dijo ella finalmente. No sonaba dolida ni afligida, más bien decidida—. No lo hice porque me lo pidieras, lo hice porque quería demostrarme a mí misma que podía. —Elle sintió alivio al oír esa confesión. Takada era la mujer más fuerte que había conocido. No le cabían dudas de eso—: Mi segundo objetivo era liberarte… —La escuchó decir de repente—. Mi moral me prohíbe saber que alguien inocente ha sido encarcelado injustamente.

La notaba tranquila. Su voz era apacible, y pensó Elle que tampoco le habría quedado otra alternativa ahora que estaba lesionada. Pudo escuchar a Katsuro hablando del otro lado.

—Ya… de todas formas eso no me libera de la tortura mental, luego de que Light me contara —confesó.

¿Él te lo contó…? —preguntó sorprendida, y no era para menos. Que Light se dignara a dirigirle la palabra parecía cosa de otro mundo.

—Sí —respondió Elle a secas.

¿Te liberó? —Elle prefería no tener que responder esa pregunta. Dejó de prestarle atención a la conversación que mantenía con Takada y agudizó el oído: había dejado de escuchar la llovizna del grifo. Light había acabado de ducharse.

—A medias… —le respondió, esta vez con un leve susurro—. Estoy en su casa. Debo permanecer aquí. Está convencido de que Beyond está buscándome, así que me obliga a quedarme —dijo, rodando los ojos.

Takada se tomó un instante para reflexionar sobre lo descabellado que acababa de escuchar.

Aguarda… ¿te está obligando a quedarte ahí? ¿Cómo…? ¡Sal por la ventana! —imploró.

Elle cerró los ojos y exhaló profundo.

—No puedo… —suspiró—, estoy esposado.

¡¿Qué…?! ¿Está loco o qué? —La escuchó gritar con bronca—. ¡No puede hacer eso! ¡No puede privarte de tu libertad habiendo demostrado que eres inocente! ¡Eso es abuso de poder! —gritó con enfado.

—Takada, en serio… —dijo él mientras resoplaba para armarse de paciencia—, no importa. Por lo menos estoy aquí y no en la cárcel. Eso me alivia —confesó—. Además, yo sabía que no me libraría tan fácil de este caso. Si nos detenemos en los hechos, entonces Light tiene razón.

La escuchó resoplar con enfado.

Insisto, debes advertirle a la policía —resopló—. ¡Yo lo haré por ti! —Se apresuró a minimizar la pantalla de la llamada y a buscar el contacto de uno de los oficiales del cuartel.

—¡No, no lo hagas por favor! —suplicó, intentando adelantarse a cualquier movimiento de ella. Se detuvo a contemplar la situación con frialdad; Takada no lo comprendía, no era por Beyond que decidía quedarse. Él mismo podría llamar a la policía y advertirles que Light estaba cometiendo abuso de autoridad, si era ese el caso. Su decisión de permanecer en el departamento de Light venía de la mano de algo más profundo que eso—: Me he portado como un hijo de puta con él en el pasado, Takada. Tú y yo lo sabemos. También he sido un hijo de puta contigo, y hasta conmigo mismo. —Aguardó un instante. Cerró los ojos y los recuerdos de Light enojado, gritando y llorando, aparecieron frente a él como un regalo tormentoso del pasado—. Me lo merezco —confesó con un tono de voz tan apagado que fue imposible para Takada no darse cuenta del grado de seriedad del asunto.

La escuchó balbucear algo, aunque no llegó a decir nada. Se había quedado pensando en lo último que había dicho Elle y había llegado a la conclusión de que, si eso era lo que él prefería entonces tal vez fuera mejor que se quedara donde estaba.

Confío en que Light será más inteligente que yo a la hora de llevar a cabo una emboscada —La oyó decir, y luego exhaló con cansancio—. Me dijo que tú y yo tenemos prohibido hablar del caso.

Elle arrugó el entrecejo.

—¿Eso te dijo? —le preguntó incrédulo—. ¿Por qué?

No lo sé —respondió ella rodando los ojos.

De repente escuchó unos pasos desde el pasillo hacia su habitación.

—Debo colgar. Te llamo luego. —No esperó a oír la respuesta de Takada. Colgó la llamada y tiró el celular sobre las colchas de la cama. Light se apareció en el umbral de la puerta. Estaba tan acostumbrado de verlo usando traje que se sorprendió cuando lo vio vistiendo ropas de entrecasa, apenas una remera rosada y pantalones cortos. Le recordó cuando lo conoció… Light no había cambiado nada.

—¿Con quién hablabas? —le preguntó directamente y sin tapujos. Tenía el cabello mojado peinado hacia atrás. Le quedaba de lujo.

—¿También vas a controlar eso? —le preguntó Elle con ironía marcada. Light aguardó un instante, lo miró con soberbia y levantó una ceja—. Con una amiga… —acabó respondiendo, y desvió la mirada hacia el ventanal.

—¿Ah sí? —dijo Light tranquilo. Estaba sonriente, y viniendo de él no era nada bueno—. Creí haberte oído decir "Takada".

Elle fingió hacerse el desentendido.

—No —contestó elevándose de hombros—. Se llama Grace —dijo al fin y con confianza. Sabía que Light no le estaba creyendo un comino, pero no perdía nada intentándolo.

Ese nombre pareció causar cierto desconcierto en Light, porque abrió los ojos como platos.

—Aguarda, me olvidé de algo —dijo, se dio la vuelta y caminó por el pasillo. Al cabo de un rato apareció con un libro en manos. Se acercó lentamente a Elle mientras clavaba su mirada en la portada—. Cuando viajé a Londres a visitar a Roger en la Wammy también di una vuelta por la clínica de rehabilitación en la que hiciste el tratamiento… Una chica, una tal Grace, me dijo que eran "mejores amigos" o algo así —dijo dibujando las comillas con los dedos y alzando una ceja, insinuando claramente otra cosa—, y me pidió que por favor te lo diera. —Se acercó a él para dejar el libro sobre la mesa de luz. Elle le echó un vistazo y lo reconoció de inmediato. Era la novela que había dejado a medias el día que Beyond lo llamó por primera vez—. Cuando me lo dio para ti pensé que se trataba de un chiste. No parece tu estilo. —Se giró y volvió a caminar hacia la puerta.

En ese mismísimo instante fue que Elle cayó en la cuenta de que Light sabía absolutamente todo de él, y sin tapujos. Sabía acerca del asesinato de sus padres, acerca del secuestro, acerca de su paso por la Wammy´s House, acerca de su doble identidad en Japón, acerca de las drogas y su travesía por la universidad… Había llegado a un punto en que sabía acerca de él más que Roger y Watari, más que nadie, y tanto como él mismo.

—Bueno, puedes empezar a disfrutarlo… —le dijo Light en un susurro mientras abandonaba la habitación.

—Light… —lo llamó. Light se dio la vuelta y lo miró expectante. Elle aguardó un momento en silencio. Esperó a repensar la oración en su cabeza. Quería que sonara lo menos imperativa posible—. Pasé cinco días en prisión… quisiera darme una ducha y lavarme los dientes.

Cruzaron miradas. Light quedó repensándolo por un instante.

—Bueno —dijo finalmente y con tono desinteresado, y hasta algo resignado. Se acercó a Elle a una distancia prudente, aunque demasiado como para no considerarla atípica. Había tenido la llave de las esposas en el bolsillo de sus shorts todo ese tiempo—. Que no se te ocurra pasarte de listo —amenazó con tono peligroso. Cruzaron miradas gélidas mientras Light sujetaba las esposas y con un movimiento lento y cuidadoso obligaba a Elle a ponerse de pie y a cruzar ambos brazos por delante de su estómago.

Esposó su otra mano y, cuando Elle estuvo de pie, Light se paró detrás. Tan cerca que Elle llegó a sentir su respiración caliente en la nuca.

—Camina —le ordenó, y lo llevó esposado y a paso lento hacia un baño dentro de esa misma habitación, uno limpio y reluciente. Light se detuvo y se alejó un poco de él y, con suma lentitud, le quitó ambas esposas—. Listo —dijo, aproximándose al grifo y encendiendo el agua caliente.

—Supongo que tendré que ir a comprarte un cepillo de dientes. —Pensó en voz alta. Se dio media vuelta y salió del baño, no sin antes cerrar la puerta bajo llave para encerrarlo hasta que volviera.


Paseaba por las góndolas del supermercado con las manos sobre el chango. Lo dirigía de manera lenta, casi arrastrándolo por las baldosas. Se detuvo frente a las heladeras y extrajo el doble de ración de pastas que solía comprar. Luego fue al sector de las verduras e hizo lo mismo. Ahora que compartiría el departamento con Ryuzaki tendría que tener más comida, y eso significaba que a la hora de cocinar también debería ser precavido y duplicar la porción, o triplicarla; por lo que recordaba, Ryuzaki comía como caballo a pesar de ser considerablemente delgado.

Llegó al departamento una hora después, habiendo comprado una larga lista de accesorios además de la comida. Le había comprado a Ryuzaki un cepillo de dientes, dentífrico, toallas –para que no usara las suyas–, jabones, shampoo, espuma, gel y una rasuradora para que se afeitara la barba que le había crecido estando en la cárcel, aunque no era mucha realmente, pero lo había visto rascándose el mentón varias veces y supuso que le incomodaba. También le había comprado desodorante masculino –porque él prefería el femenino, pero estaba seguro de que Ryuzaki se negaría a usarlo– y hasta un peine.

—Con suerte algún día lo vea peinado —dijo para sí mismo y se rió para sus adentros de tan solo recordar el aspecto del cabello de Ryuzaki.

Introdujo la llave en la puerta del departamento y apoyó las bolsas con las cosas recién compradas sobre la mesa de la cocina. Escogió las de Ryuzaki y las llevó hasta el baño donde lo había dejado encerrado. Cuando abrió la puerta lo vio sentado sobre la tapa del inodoro, con el flequillo mojado desparramado sobre los ojos, y estaba únicamente vestido con una toalla mediana que cubría sus partes íntimas.

—Te compré algunas cosas… —Lo miró de arriba abajo—. ¿Qué haces desnudo? ¿Por qué no te vestiste? —le reprochó.

Elle le echó una mirada de reojo.

—No estoy del todo desnudo —dijo, poniendo los ojos en blanco. Light había llegado a apreciar las gotas de agua que resbalaban por los pectorales de Ryuzaki, pero inmediatamente desvió la mirada para no estar fijándose en eso—. Y no voy a ponerme la misma ropa. Está sucia y tiene olor a transpiración —dijo ofendido. Y como si nada, sujetó la bolsa que Light tenía en la mano y empezó a revisar qué había comprado. Cuando encontró el desodorante lo sujetó, lo batió y se echó un poco—. No tenías que hacer esto. Yo tengo dinero, sabes.

—¡Oh, maldición! —rezongó Light—. Olvidé por completo lo de la ropa —dijo, llevándose una mano a la frente.

Elle enarcó una ceja.

—Todas mis cosas quedaron en la habitación dentro del hotel… Tal vez sea mejor que me dejes en libertad un par de horas. Iré por ellas y volveré enseguida. Lo prometo.

Light soltó una carcajada que acabó sonando en cada rincón del baño.

—Ni loco —dijo rodando los ojos. Sacó su celular del bolsillo y presionó para llamar a uno de sus contactos mientras Elle lo observaba expectante—. Kaito, ¿cómo estás? Voy a pedirte un favor. ¿Podrías ir al hotel Green Lands? Necesito que pidas las pertenencias de Elle Lawliet o Hideki Ryuga, da igual, son el mismo sujeto —dijo mirando a Elle con despotismo. Cruzaron miradas y Elle rodó los ojos—. Y tráemelas, por favor. Diles que tienes mi autorización para hacerlo. Muéstrales tu identificación.

De acuerdo, Light. Enseguida salgo para allá —le respondió Kaito con obediencia. Light lo saludó amablemente y cortó la llamada.

—Bueno, vas a tener que esperar un rato —propuso Light. Elle no respondió, se limitó a mirarlo con desgano. Light sujetó las esposas que había dejado guardadas en un cajón del baño e insistió con ponérselas. Pero Elle le clavó la mirada intensamente y esbozó una sonrisa burlesca.

—No creo que sea buena idea… Si se me cae la toalla tendrás que volver a ponérmela tú.

Light se quedó paralizado con su atrevimiento. Respiró hondo y exhaló un suspiro largo, cargado de tedio. «Ok, mejor no», pensó.

—De acuerdo, sin esposas —dijo, poniendo los ojos en blanco.

Elle se puso de pie y caminó fuera del baño con Light siguiéndolo como una escolta. Llegó a su habitación y se echó sobre la cama. Creyó que Light lo dejaría solo, sin embargo aquel decidió sentarse en los pies de la cama a esperar pacientemente.

—¿Qué haces? —le preguntó Elle con el entrecejo fruncido.

—Voy a evitar cualquier intento estúpido que tengas de querer escaparte por el ventanal.

Elle rodó los ojos y se volvió a recostar, esta vez con los brazos detrás de la nuca.

—¡Ya te dije que tienes mi palabra! No voy a irme. —Además pensaba que estar en casa de Light era mucho mejor opción que regresar al hotel o alquilarse algún cuarto en cualquier otro lugar. A cada minuto no dejaba de pensar que si no hubiese estado detenido en la cárcel durante esos cinco días, Beyond habría acabado definitivamente con él. Eso le erizaba la piel.

—Jamás volveré a fiarme de ti. —Esa confesión de Light había logrado encender sus alarmas. Elle volvió a sentir esa asquerosa sensación de culpa con la que había cargado durante diez años.

Light no continuó hablando, guardó silencio y observó el gran espejo que colgaba en el fondo del cuarto y que apuntaba a la cama. Le ofrecía una vista panorámica del cuerpo desnudo de Elle. Dejó de mirar su reflejo cuando Elle le echó un vistazo, como si se hubiese dado cuenta. Light volvió a marcar el contacto de Kaito y apoyó el celular en su oreja, esta vez mirando al suelo.

—¿Por dónde estás? —preguntó con impaciencia. Tener a Ryuzaki desnudo ahí le generaba cierto no sé qué que prefería evitar.

Estoy en el recinto de la jefatura, Light. Traje las cosas para acá. Supuse que estarías aquí, pero Akemi me dijo que no te vio en la oficina hoy —dijo el muchacho, y a pesar de no tener el manos libres, su voz había sonado tan fuerte y clara que Elle pudo escucharlo a la distancia.

—No estoy en la oficina, estoy en mi casa —dijo Light, pasándose los dedos por el cabello con impaciencia.

¡Oh, diablos, Light! Lo siento mucho…

—No, está bien. No fue tu culpa —Demasiado ya hacía Kaito por él como para encima enojarse por semejante tontería—. Lamento no haberte dicho. Tengo muchas cosas en la cabeza hoy, y eh… se me pasó ese detalle. Vente a mi departamento, Kaito, por favor —le suplicó, creyéndose un tonto.

Ya, de acuerdo. ¡Ouch! —gimió Kaito—. ¡Carajos! Me golpeé con una motocicleta —dijo riendo—. ¡Es enorme! Una Kawasaki verde, creo, no la vi —se disculpó con inocencia; estaba acostumbrado a que en el trabajo le dijeran que no era capaz de ver una vaca adentro de un baño.

Al escuchar la palabra "motocicleta" los ojos de Elle se encendieron.

—¡Aguarda! ¿Es mi Kawasaki…? —preguntó Elle. Su corazón empezó a latir a redobles de tambor, y la emoción llegó a hacer que se pusiera de pie y se sentara junto a Light para oír más de cerca a Kaito.

Había recordado que, al arribar en Japón, Takada le había mencionado que todas las pertenencias de Watari habían sido desalojadas de su casa y llevadas al recinto policial de Kanto. Le costó un microsegundo atar cabos.

Light rodó los ojos y enseguida tomó distancia de la cercanía con Ryuzaki. Le reprochó su actitud con la mirada y se apresuró a cubrir el micrófono del teléfono con la mano para que Kaito no lo escuchara.

—¡Ni creas que te traerá esa moto! ¡No hay lugar aquí para ella! —ordenó, aunque la mirada de Elle era de completa sorpresa y algo de impotencia.

—¡¿Por qué no?! —reprochó abatido—. Puedo dejarla en el garaje, donde está tu auto…

—En primer lugar, Kaito no puede traer todas las cosas que hay en el recinto, ¡menos esa moto! En segundo lugar, tú no vas a dejar nada en ningún lado, te recuerdo que estás aquí con otros fines y pienso volver a esposarte.

Elle rodó los ojos, bufó, se puso de pie y caminó con pesadez de regreso a su lugar de la cama. Se sentó y se cruzó de brazos, enfadado.

Light… —dijo Kaito, porque más allá de que aquel cubriera algo del micrófono, había logrado escuchar la discusión del otro lado. Light era su jefe y, a pesar de la cercanía que les brindaba la oficina a diario, nunca habían tenido una conversación acerca de temas personales, por lo tanto, Kaito sabía muy poco acerca de su vida privada; pero de lo que sí estaba al tanto era de su homosexualidad, y haber escuchado una voz grave a través del teléfono, que definitivamente no era la de Light, había sido suficiente para que atara cabos casi de inmediato. Al parecer, ese sujeto era el dueño de todas las cosas que tenía enfrente—. No tengo ningún problema en llevar la motocicleta. Aquí están las llaves… en serio.

Tras oír eso, los ojos de Elle volvieron a encenderse. Light apretó los dientes con enfado y se llevó una mano a la frente con exasperación.

—¡Maldición! —gruñó por lo bajo. Haber dicho que Kaito no podía llevar la moto había sido una excusa sonsa para convencer a Ryuzaki y que dejara de insistir, pero que ahora dijera en voz alta que no tenía problema en hacerlo había acabado por desestimarlo. Resopló con hastío—. De acuerdo, trae la bendita motocicleta —dijo rodando los ojos. No hacía falta que mirara el reflejo de Ryuzaki en el espejo de la pared. Estaba convencido de que su expresión era de felicidad absoluta. —¡Ni creas que te dejaré conducirla! —amenazó, y esta vez sí se había dado vuelta para mirar a Elle a los ojos con advertencia.

¿Pero y cómo la llevo si no…? —le preguntó Kaito del otro lado.

—¡No te estoy hablando a ti, Kaito! —dijo Light con los nervios de punta. La situación de la motocicleta más el apuro para que llevara la ropa y así tener que dejar de ver a Ryuzaki desnudo lo estaba sacando de sus cabales—. ¡Ya trae la ropa y esa moto de una buena vez! —dijo con resignación.

—¡Gracias, Kaito! —gritó Elle desde el fondo de la habitación. Light le echó una mirada de puñal.

Oh, por nada —respondió Kaito con una sonrisa. En una situación ordinaria le hubiera preguntando a Light quién era aquel sujeto, para así entablar una relación de amistad más amena, pero por el tono irritado que delataba a su jefe parecían estar teniendo una discusión de pareja. Más valía no meter las narices—. En una hora estaré allá, Light, lo prometo.

—Ya, está bien —dijo Light con amargura y colgó la llamada. Se dio la vuelta y encaró a Ryuzaki, que estaba con expresión aniñada, sonriente y haciéndose el desentendido—. Eres imposible. No has cambiado en nada —lo regañó.

Elle elevó un hombro.

—Sí, lo sé —dijo sonriendo traviesamente.

—¿Quieres que te traiga los trofeos de las carreras también, acaso…? —preguntó Light irónico. Elle le dedicó una sonrisa desafiante.

—No hace falta. A esos puedo volver a ganarlos.

Light suspiró.

—Tu modestia es tu mayor cualidad —le dijo sarcástico, rodando los ojos. Se puso de pie y salió de la habitación. Elle lo vio alejándose, pero al cabo de un rato lo vio entrando de nuevo al cuarto y con las esposas en las manos…

—¡Oh, no! —gruñó Elle, aunque demostraba más resignación que molestia.

—¡Claro que sí! —dijo Light mientras introducía las llaves en una de las esposas para abrirlas. Enredó una en el brazo izquierdo de Elle y volvió a dejarlo inmovilizado en esa cama—. Está viniendo Kaito y me niego a que te vea así. No quiero que piense mal… —susurró lo último y no pudo evitar sonrojarse. Cualquiera que los viera en esa situación pensaría de manera incorrecta y se negaba a que los involucraran románticamente.


Kaito apareció una hora después, tal como había acordado con Light por teléfono. Aunque debió hacer dos viajes obligadamente, el primero para llevar los bolsos con ropa y el segundo por la motocicleta. No faltó ver a Light rodando los ojos y exclamar un enfadado: "¡Qué estupidez!".

Después de que Kaito partiera por segunda vez, Light fue con la ropa hacia el cuarto de Elle y se la dejó sobre la cama.

—Vístete —le pidió. Volvió a quitarle las esposas y lo dejó ahí adentro para que se pusiera algo encima de una vez.

Light fue a sentarse al sofá, aunque poco le duró el descanso. En menos de quince minutos debió ponerse de pie e ir a abrir la puerta. Era Kaito otra vez, y en las manos tenía las llaves de la motocicleta.

—La dejé en el garaje —dijo sonriendo, y su expresión cambió de una apática a una completamente desorbitada cuando vio a Ryuzaki de pie a su lado, yendo por las llaves.

—De verdad que te lo agradezco, Kaito. —Lo oyó decir mientras las sujetaba de la mano de Kaito, para llevárselas al bolsillo de sus jeans.

Cruzaron miradas los tres, pero sobre todo Light y Elle. Fue gracioso para Elle ver la expresión desaforada en la cara de Light y hasta casi logró adivinar lo que pensaba: «¿Qué estás haciendo afuera del cuarto?». No iba a decirlo enfrente de Kaito.

Kaito pasó de ver la cara enfadada de Light a observar a aquel sujeto sentándose cómodamente en el sofá y encendiendo el televisor. No supo el motivo, pero le había caído simpático. Por lo que notaba, era más relajado que Light; lo cual le parecía conveniente, ya que Light solía tener un carácter del demonio. Siempre había creído que la persona que estuviera con él tendría que ser mil veces más pacífico. Y, por lo demás, era bastante guapo. No más que Light, pero sí lo suficiente. Hacían buena pareja.

—Gracias, Kaito. Ya puedes irte —dijo Light entre dientes. Fingió una sonrisa y fue cerrando la puerta de a poco.

—De nada, Light. Nos vemos cuando lo pidas —lo saludó con otra sonrisa. Light cerró la puerta del todo y miró a Elle desafiante.

—Tienes tu televisor en tu habitación.

Elle abrió grandes los ojos.

—Lo sé —dijo con obviedad—. Hice esto para que Kaito no sospechara nada. Ya me iba. —Se puso de pie y caminó hacia el cuarto. Light fue tras él y volvió a esposarlo a la cama. Pero antes de que abandonara la habitación, Elle lo llamó—: Light…

—¿Qué? —le preguntó con desgano mientras se detenía en el umbral de la puerta.

—Tengo hambre —dijo. Y su estómago gruñó. Light chequeó su reloj de muñeca. Era cerca del mediodía y no había preparado el almuerzo—. Si estás cansado y no quieres cocinar, yo puedo hacerlo —ofreció Elle, pero Light le devolvió una expresión divertida.

—Tú te vas a quedar esposado aquí, no harás nada —dijo—. Yo me encargaré de cocinar.

Elle bufó.

—¿Hasta cuándo va a durar esta tontería? —preguntó, rodando los ojos.

—Hasta que tu hermano decida venir a buscarte, que espero suceda en cinco días, como viene siendo hasta ahora. —Esta vez no cerró la puerta, la dejó entreabierta.

—No vuelvas a llamarlo así —susurró Elle, y a pesar de que Light ya había salido de la habitación y estaba en el pasillo yendo a la cocina, había logrado oírlo. No dijo nada y siguió caminando.


A eso de la una de la tarde, Light había sido lo suficientemente dedicado como para armar la mesa para dos, lo cual sorprendió inmensamente a Elle. Había creído que tendría que comer esposado a la cama, pero en cambio Light había decidido esposarlo a una silla, que era igual de malo o incluso peor…: no podía ver televisión.

Había cocinado pastas, el frío del día lo ameritaba, y con el hambre que tenía Elle estaba seguro de que llegaría a comerse hasta el plato si no lo detenía.

—¡Despacio! —le advirtió Light, mirándolo con los ojos bien abiertos.

Elle no se detuvo. Comió una porción tras otra, y otra, y otra… Esa comida estaba exquisita, en nada se parecía a la de la cárcel.

—¡Diablos, sí que sabes cocinar! —dijo con la boca medio llena. Light sonrió, se cruzó de brazos y se dejó caer sobre el respaldo de la silla.

—¿Qué puedo decir…? Siempre tuve habilidades culinarias —dijo, jactándose de sus dotes. Su celular, que había estado apoyado sobre la superficie de la mesa, había empezado a sonar. Light lo sujetó y desbloqueó la pantalla. Su expresión sarcástica se había borrado por completo de su rostro y había sido reemplazada por una de espanto. Elle notó el cambio abrupto de inmediato, pero se abstuvo de hacer algún comentario. Aunque no dejaba de pensar si tenía algo que ver con Beyond.

—¿Qué tienes? —soltó luego de algunos segundos. Después de todo, estar viviendo junto a Light le permitía tener ciertos privilegios en cuanto a la información que se manejaba del caso. Y porque él era una pieza clave.

Light bloqueó el celular casi a la velocidad de la luz y lo apoyó sobre la mesa, como si el aparato tuviera pulgas. Desvió la mirada y se negó a hablar.

—Nada —susurró, y no se atrevió a mirarlo a los ojos.

Elle prestó atención al plato de Light y vio que solo había comido la mitad de su ración, mientras que él iba acabando la segunda.

—¿No tienes hambre?

Light negó con la cabeza de manera lenta.

—Tengo cansancio, la verdad. Espero que estos cinco días pasen rápido.

Elle miró el rostro de Light y después le echó un vistazo a su celular. El mensaje había tenido que ver con el caso, estaba seguro, y notarlo así de afectado le causaba cierta curiosidad que no podía manejar. Aunque percibir su enojo lo obligaba a abstenerse de hacer más preguntas al respecto.

—¿Quieres que lave los platos? —le preguntó. Si estaba cansado, quizás él podría serle de ayuda. Además, era lo mínimo que podía hacer luego de que Light le cocinara.

—No, te llevaré a tu habitación —le dijo; dejó la mesa tal como estaba, luego se puso de pie y se aproximó a él, le quitó las esposas y lo acompañó por el pasillo.

—Light, aguarda —le pidió y se detuvo—. Quiero orinar.

—Okey —dijo, liberándolo, mientras rodaba los ojos. Le dejó el tiempo suficiente para que fuera hasta el baño e hiciera lo que necesitara.

Light aprovechó ese corto momento para meterse adentro del cuarto de Elle. Se sentó a los pies de la cama mientras desbloqueaba el celular. Empezó a buscar el último mensaje que acababa de recibir. Estando en la mesa apenas había leído un poco del principio, no había querido leerlo por completo porque una punzada en el pecho lo agobió después de ver ese falso "Te extraño" por parte de Blain.

Indeciso acerca de si debía abrir el mensaje o no, decidió hacerlo de todas formas. Buscó el chat que tenía con Blain en Whatsapp y no solo le había escrito eso, sino cinco mensajes más.

"Te extraño. Últimamente estuve pensando mucho en ti… No estoy seguro de que lo mío con James vaya a funcionar. Él no es como tú, y no puedo sacarte de mi cabeza. ¿Puedo llamarte para que hablemos?".

Se fijó en su conexión. Blain estaba en línea, pero él definitivamente no se sentía en la situación ni con el humor para una llamada. Tenía otras cosas en la cabeza y el hecho de estar a la espera de un mensaje de Akemi reclamándole por su repentina ausencia en la oficina le estaba taladrando la conciencia.

Dudó mentalmente si responderle o no, y prefirió minimizar la pantalla y hurgar en su cuenta de Instagram para cerciorarse cuánto de verdad tenían sus palabras, y lo que encontró había acabado por echar por tierra todas sus esperanzas.

—Cabrón… —masculló en un susurro. Vio fotos de él sonriendo junto a su nuevo novio, el perfil de Instagram de James aparecía vinculado al de Blain bajo el logotipo de "pareja". Claramente continuaban juntos…

Light pestañó con pesadez, tragó espeso y se negó a leer el resto de mensajes. Enfocó su atención en el presente para así sacarse de la cabeza a Blain. Miró el ventanal, el sol de la tarde resplandecía en lo alto del cielo. Era la hora de la siesta, así que el bullicio de la ciudad se había tranquilizado un poco. No había tanta gente caminando en las calles y el sonido de las bocinas de los autos era casi inexistente.

Aprovechó que Elle continuaba en el baño y empezó a tender la cama, que estaba toda desgarabatada. Dejó el acolchado tieso como a él le gustaba y luego ordenó los almohadones por tamaño. Caminó hacia el otro lado de la habitación para correr las cortinas del ventanal y que el sol no penetrara el ambiente de manera tan intensa cuando, de repente, vio algo que lo horrorizó:

—¡Ryuzaki! —gimió fuerte. Su voz hizo eco en cada rincón de la habitación.

Elle, que para entonces se estaba lavando las manos, oyó el grito enfurecido de Light y salió del baño de inmediato.

—¿Qué pasa? —le preguntó con cara de sorprendido. Al contrario de Light, conservaba la calma.

Light estaba de pie observando el piso de la habitación. Apoyaba los brazos en sus caderas y lo miraba con reproche.

—¿No conoces el clóset? —le preguntó, y lo miró desafiante a los ojos.

Elle enarcó una ceja.

—Sí, un lugar horrible. Salí de él hace más de una década —contestó. Soltó una carcajada estrepitosa que enfureció aún más a Light.

—¡Ya déjate de bromas! ¿Por qué está toda tu ropa desparramada en el suelo?

Elle se elevó de hombros.

—Ah, eso… —murmuró, y se llevó un dedo al mentón—. ¿En serio gritaste así por eso…? Ya lo juntaba. La estaba sacando de los bolsos.

—No quiero ver la ropa en el piso ni sobre la cama… Quiero que esté donde tiene que estar. Si no este lugar se convertirá en un chiquero y ya me esfuerzo demasiado todos los días limpiándolo.

Elle miró la madera del suelo súper brillante, los cristales de las ventanas relucientes, la cama, que hacía un rato había dejado destendida y ahora lucía perfecta… sí que le gustaba el orden.

—Lo siento. No volverá a pasar. Lo prometo.

—Bueno… —respondió Light sin mirarlo a los ojos. Elle percibió algo extraño en su semblante. La mayoría de las veces estaba serio, pero esta vez Light demostraba irritabilidad, y más precisamente desde que había leído algo en su celular durante el almuerzo. Elle había prestado especial atención a eso.

—Pero vas a tener que dejarme sin las esposas —le dijo. Light se giró repentinamente hacia él—…. Digo, para acomodarla en el placard.

Asintió.

—Sí, está bien —contestó sin más—. Estaré en la cocina —dijo, y salió del cuarto.

Había dejado las esposas sobre la mesa de luz. Elle las miró con odio, tenía ganas de esconderlas o arrojarlas por la ventana para que Light no las encontrara. Pero sabía de los inconvenientes que eso le traería.

Escuchó un rasguño en la puerta que logró sacarlo de su abstracción; un perro de lo más rechoncho se había sentado en el umbral del cuarto y lo miraba con curiosidad desde su posición.

—Oh, hola amiguito… —lo saludó Elle mientras juntaba prenda por prenda del suelo, la ponía sobre la cama y la doblaba para guardarla de forma ordenada en el armario.

Consideraba que, quizás, fuese un poco extremo el hecho de tener que quitar toda su ropa de los bolsos y usar, en cambio, el placard; después de todo, solo iba a estar en el departamento cinco días, o el tiempo que se tardara Beyond en atacar. Aunque, seguramente, cinco días para Light fuese tiempo suficiente como para tolerar que algún sector de la casa estuviese desordenado.

Sintió que le rascaban la pierna y se giró para ver. El perro estaba parado al lado suyo y apoyaba sus patitas en sus jeans mientras movía la cola juguetonamente. Elle jugó un poco con él y le acarició la cabeza.

—¿Cómo te llamas, pequeño? —le preguntó mientras buscaba la placa redonda colgando de su collar. Con lo detallista que era Light dudaba que no tuviera una. Leyó su nombre en voz alta—: Rocco. ¿Así…: Rocco? —El perro empezó a mover la cola con entusiasmo cuando lo llamó por su nombre. Y tanto fue su frenesí que hasta se subió a la cama y se sentó en ella para estar a una altura más cercana a Elle—. Oh… no sé si tienes permitido hacer eso. ¿Light te deja? —El perro puso la cabeza de lado mientras sacaba la lengua afuera—. Mejor bájate, ¿sí? Llenarás todo de pelos y Light se enfadará.

Rocco no le prestó atención. Continuó sentado en esa posición tan relajada, y a Elle no le quedó más opción que dejarlo ser mientras seguía levantando remeras y pantalones del suelo.

En un momento, escuchó el sonido de un aparato que se cayó al suelo y generó un leve impacto. Extrañado, Elle se agachó lentamente para sujetarlo… era su celular original, el que Beyond usó en primer instancia para rastrearlo. Se quedó largos segundos reflexionando cómo había llegado hasta ahí, y acabó concluyendo que había sido un golpe de suerte: si Light tenía la idea clara de atrapar a Beyond, ese dispositivo le sería de mucha ayuda.

Lo dejó sobre la mesa de luz y salió del cuarto hacia la cocina.

—Ya terminé —le dijo, parado a un lado de Light, quien estaba sentado mirando a la nada, con los ojos reflexivos… pensativo.

—Okey —murmuró, saliendo de sus cavilaciones. Se puso de pie con desgano y con Rocco acompañándolo. Caminó a un lado de Elle hasta su habitación y esperó a que aquel se recostara sobre la cama recién tendida. Luego de que se acomodara y pusiera el brazo izquierdo en posición, Light lo esposó.

Salió del cuarto segundos después con el pequeño perro detrás de él. No le dijo nada, y cerró la puerta.


Las nubes habían logrado que el cielo entero ennegreciera. El viento que soplaba desde el mar se volvió fuerte y agresivo a medida que avanzaba el día, ya para la noche se avecinaba una lluvia torrencial, según Light había oído decir a los pronosticadores en las noticias.

A eso de las nueve ya tenía lista una ensalada muy prominente con un bistec, que le cocinó únicamente a Elle, porque él estaba negado a comer, tanto pensar durante el día le había quitado el apetito.

—Iré a darme una ducha —le dijo arrastrando las palabras, mientras le quitaba las esposas a Elle para permitirle usar los cubiertos y así cortar la carne con ambas manos. Salió fuera de la habitación dejando la puerta entreabierta—. ¿Tú quieres bañarte?

—No —le respondió Elle—. Estoy bien, gracias. —Y empezó a cortar el bistec trozo por trozo, esta vez con menor ansiedad que cuando recién había pisado ese departamento. Ya estaba bastante bien alimentado, en comparación. Light también se había encargado de servirle soda en un vaso.

—Compré latas de cerveza… —dijo de espaldas y habiendo llegado al umbral. Elle levantó la vista—. Sé que te gustan. Si quieres puedo traerte una. —Su amabilidad empezaba a consternarlo. Elle enarcó una ceja.

—No —dijo tajante—. Estoy bien. Siguió comiendo mientras Light salía de su habitación e ingresaba a la suya, con Rocco siguiéndole detrás.

—Te dejaré cenar tranquilo… —Lo oyó decir desde la distancia—. Cuando termine de bañarme vendré a esposarte.

—Okey —dijo Elle rodando los ojos.

Light ingresó a su habitación. Había intentado cerrar la puerta, pero por descuido esta había quedado entreabierta. Buscó su pijama y se lo llevó a la ducha. Al ver que se quedaba completamente solo luego de que Light entrara al baño, Rocco se escabulló hacia la habitación de Elle. Debió rascar la puerta del cuarto de Light y, cuando salió, la abrió por completo. Fue corriendo hacia Elle y se subió a los pies de la cama.

—Ya te dije que te regañarán —dijo Elle, pero al ver que Rocco lo miraba con tristeza, y a sabiendas de que Light estaba en el baño y tardaría un buen tiempo, Elle le permitió quedarse—. Ya qué —dijo rodando los ojos. Rocco empezó a mover la cola, divertido.


Se había prometido a sí mismo ese día no torturarse con estupideces como entrar al chat de Blain en Whatsapp, se había prometido dejar de pensar, aunque fueran unos segundos, en el trabajo, en el caso, en el accidente de Takada y en su reputación en la oficina cuando fuera en cinco días y le confesara a Akemi que había metido preso a la persona incorrecta, y que por cuestiones de pruebas había tenido que dejarlo libre. Y que el hecho de haberle pagado antes de la sentencia había sido una muy mala idea.

El agua de la canilla caía a la bañera mientras él, sentado sobre la tapa del inodoro, sentía que los pensamientos le taladraban la cabeza. El baño empezó a llenarse de vapor. Se puso de pie, se desnudó y se dejó cubrir hasta el cuello por el agua tibia, mientras la sensación de absoluta desconexión con el presente se apoderaba de él.

Aunque fue un placer esporádico que disfrutó apenas unos segundos, porque la presión de saber que faltaban doce horas para que llegara el segundo día de ausencia en la oficina más sus nervios por adelantarse a cualquier ataque de Beyond lo pensionaban. Empezó a imaginarse el rostro desilusionado de Akemi, y a su boca pronunciando palabras hostiles: "Eres un fracasado, no sirves como detective. Takada lo hizo mucho mejor que tú".

Sacó la cabeza del agua, y unas lágrimas escurridizas de ira y decepción por sí mismo se entremezclaron con el resto de gotas. No quería seguir en ese estado de nerviosismo. Salió y se secó rápido para vestirse de una vez e ir a la cama cuanto antes. Necesitaba descansar con urgencia. Le echó un vistazo a la hora en el celular y vio un nuevo mensaje de Blain. Suspiró, hastiado, y lo ignoró.

Prefirió no ponerse el pijama dentro del baño y salió de él con apenas una toalla cubriéndole las partes íntimas.

Elle, desde su posición y con ambas puertas de las habitaciones abiertas y enfrentadas, había logrado ver a Light en paños menores, siendo la primera vez en demasiados años que lo apreciaba de esa manera. Dejó el plato de lado en la cama para fijar toda su atención en lo que miraba.

Sintió una punzada en la entrepierna cuando observó las gotas de agua resbalando por la piel trigueña del pecho de Light, de sus brazos y su espalda. Y, por desgracia, no pudo continuar viendo… En menos de un minuto Light apareció con el pijama puesto, con el cabello peinado de lado y oliendo deliciosamente bien.

Caminó hacia su habitación. Elle pudo percibir, por la rojez en sus ojos, que había estado llorando. Pensó diez interrogantes en un segundo, pero de su boca no salió nada. Prefirió guardar silencio y no entrometerse, después de todo tampoco era como si a Light le gustara escuchar su opinión sobre sus temas personales.

Light le puso las esposas y, sin decir una palabra, salió del cuarto con Rocco detrás.

—Hasta mañana —murmuró Elle cuando Light llegó a la puerta.

—Hasta mañana —dijo Light con la voz algo temblorosa, y apagó la luz.


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