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Todos aman a Light, Parte II: El Caso Beyond Birthday por Camila mku

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Notas del capitulo:

Gracias por leer, chicos, y por los hermosos mensajes que me mandan al privado. NOTA: ojo con el fragmento de los recuerdos de Beyond. Es algo fuerte y puede herir sensibilidades.

Nos vemos en el próximo capítulo.

Viajar en avión con Kaito había sido lo más parecido a viajar con un niño. Cuando la azafata se acercó a mitad del vuelo para preguntarles si todo estaba en orden, Light le respondió con un amable , sin embargo Kaito le pidió otro vaso más grande de gaseosa, dos bolsitas de golosinas y le preguntó cuándo pasarían la película de los Minions. Tenía veinte años, casi la misma edad que Sayu, así que no le sorprendía su comportamiento. Y hasta se preguntaba si él se habría visto de esa manera a los veinte. «Seguramente», pensó.

A veces, también a él le gustaba comer golosinas mientras miraba una película animada en el interior de su cuarto; aunque la vida adulta, el estrés de los casos, la ansiedad de saber que la libertad y la condena de una persona dependían de su trabajo, que el hecho de que se hiciera justicia fuera responsabilidad suya… era una presión inmensa. No sabía decir con exactitud cuán consciente había estado de eso mientras estudiaba la carrera de Criminalística en Kanto, cuando apenas tenía diecinueve años.

Tuvo el futuro lleno de lujos que había soñado. Vacaciones en Hawai, cenas en los mejores restaurantes, autos último modelo, departamentos increíbles… Y no sabía por qué sentía un vacío extraño que venía aquejándolo desde hacía una década. Una herida que no había podido sanar…

Pensó en Soichiro. Continuaba negándose a llamarlo papá, a pesar de todas las veces que en terapia había hablado al respecto con Dil. Creía que esa palabra le quedaba chica a alguien que había actuado como él. Muchas veces pensó que, quizás, lo mejor sería perdonarlo de una buena vez, tal como le había aconsejado Dil y su madre y hermana, pero no podía. Lo había intentado y había fallado… El perdón era algo demasiado puro y difícil de alcanzar para Light. Creía que llegaría a perdonarlo el día que lo viera de verdad arrepentido por haberlo tratado como una basura, y conociendo a Soichiro dudaba que fuera a cambiar su forma de pensar tan anticuada.

«Las cicatrices no se borran así como así, de la noche a la mañana». Esa frase se la había dicho una vez un preso que él mismo se había encargado de llevar a la cárcel, acusado de matar a su padre. Según él, el hombre lo castigaba duramente cuando apenas era un niño; no sentía remordimiento por haber cometido semejante delito.

Por su parte, Light no se creía capaz de volver a compartir una comida con su familia como antes. Se preguntaba si Soichiro se preocupaba por no volver a verlo nunca más en la vida, por morir sabiendo que sus últimas palabras fueron: "Yo no tengo ningún hijo".

Miró por la ventanilla del avión. El clima delataba que estaban acercándose a Londres. Las nubes blancas se volvieron grises y una llovizna leve empezó a mojar el vidrio.

Se ofendió consigo mismo cuando se dio cuenta de que, de nuevo, estaba pensando en Soichiro. Más de una vez se había preguntado si pensaría en él de la misma manera.

Lo dudaba.

«Pasajeros de la línea 238 del aeropuerto de Tokio, los saluda su capitán. Hemos finalizado el vuelo con destino al aeropuerto de Londres. Gracias por habernos escogido».

—Llegamos —anunció Kaito con una sonrisa, quitándose los auriculares. Al parecer había pasado un momento grato viendo una de sus películas favoritas.

Light, por el contrario, tenía un humor de perros y sabía muy bien que no lograría ocultarlo en todo lo que durara el viaje. Lo lamentaba por Kaito, porque hasta creía que ni él mismo podría esta vez soportar su mal humor.

—Ya bajémonos —dijo Light apesadumbrado.

Descendieron por las escalerillas del avión y fueron a las cintas transportadoras a recoger las maletas. Fuera del aeropuerto se tomaron un taxi que los llevó por el centro de la ciudad de Londres.

Londres era hermoso con sus buses antiguos, el aspecto gótico de sus edificios y sus calles angostas al mejor estilo europeo.

Kaito percibió que Light se había comportado raro durante todo el vuelo, y ahora más todavía. Incluso, lo había notado así desde que le hizo la petición de viajar con él cuando aún estaban en Japón. Se había pasado las horas de vuelo mirando el cielo por la ventanilla, y ahora que estaban adentro del taxi Light seguía viéndose introspectivo mientras miraba cómo la lluvia mojaba las calles de Londres. No le había hablado desde que arribaron.

El taxista los dejó en la vereda de un modesto hotel del centro. Kaito se sorprendió ampliamente al verlo, estaba al tanto de que Light gustaba de los lujos, y el aspecto externo de ese lugar era todo menos su estilo.

—Serán solo un par de días y quiero evitar ostentaciones —dijo Light luego de echarle un vistazo. Como si hubiese adivinado sus pensamientos. Mientras sacaba las maletas del baúl del taxi se pasó una mano por la frente para limpiarse el sudor. Kaito vio su rostro y de inmediato advirtió que algo le pasaba, algo de verdad malo. Light estaba demasiado nervioso, y eso no era habitual en él.

—¿Estás bien, Light? —le preguntó.

Light pestañó con pesadez y exhaló frustrado.

—Metí la pata, Kaito. La metí hasta el fondo —susurró. El viento del este sopló fuerte y les alborotó el cabello. Hacía un frío glacial, ambos tenían ya los labios amoratados.

Kaito se lo quedó mirando sin saber qué hacer o decir. Vio que Light desistió de hablar y, en cambio, quiso meterse dentro del hotel enseguida. El maletero, parado en la puerta de entrada, se acercó a ayudarles con el equipaje. Cargó las maletas y las llevó al segundo piso.

La calefacción del hotel les devolvió el calor a sus cuerpos ni bien entraron. Caminaron hacia donde se encontraba la recepción y, esta vez, Light le habló a Kaito y él tradujo todo al inglés con una rapidez y precisión que lo impresionó. Estaba obligado a devolverle el favor cuando llegaran a Tokio.

Mostraron su identificación. La mujer se puso de pie y empezó a subir las escaleras.

—Es por acá —les dijo, y los condujo hacia su cuarto. Parecía un pequeño monoambiente con cocina, baño y una sola habitación con dos camas individuales. Light creía que estaba bien para una estadía de tan solo dos días.

La mujer les mostró un poco el lugar y luego los dejó en soledad. Kaito se recostó sobre una de las camas con los brazos detrás de la nuca.

—Si quieres dormir un poco, hazlo ahora —le dijo Light a secas—. Mañana nos espera un día largo.

Y tal como había dicho Light fue que sucedió. Al día siguiente la lluvia continuó igual o más fuerte, y debieron tomar un taxi hacia la residencia que les esperaba: la Wammy´s House, o algo así le había dicho Light.

—Aquí es —dijo el taxista y Kaito se lo tradujo a Light.

Kaito observó por la ventanilla del auto y, al bajar, exclamó un muy poco disimulado:

—¡Wow! Tremendo lugar…

Light ya lo conocía de antemano; lo había visto cientos de veces en las fotografías del informe. Vio algunas fotos de su exterior y otras de los niños en el interior, aunque tenía que admitir que en persona resultaba un edificio mucho más majestuoso y sofisticado del que aparentaba en las fotos.

Light le pidió a Kaito que presionara el interruptor que estaba a un lado de las rejas y que los presentara como agentes del FBI. El portón negro de la Wammy se abrió para darles paso. Entraron, y caminaron por un sendero que los llevó hacia el porche del edificio, donde fueron recibidos por un anciano de aspecto elegante y expresión dulce, pero de mirada severa.

—¿Yagami? —le preguntó, y Light asintió—. Yo soy Roger, un gusto conocerle.

Kaito le tradujo a Light y debió presentarse a sí mismo ante Roger como el traductor y asistente personal del detective. Roger asintió con la cabeza amablemente y los invitó a pasar al interior del establecimiento.

Light de inmediato fue invadido por una sensación extraña. El lugar era enorme y su interior estaba lleno de pasillos que, si uno no se andaba con cuidado por donde iba, podía llegar a perderse con facilidad. Los pisos eran de una madera lustrada brillante, y las paredes estaban pintadas de blanco. Sobre algunas los niños habían dejado las huellas de sus manos pintadas y habían dibujado bosquejos de animales.

—Adelante —les dijo Roger, y los hizo pasar a su despacho personal. La oficina era hermosa, amplia y tenía una estantería cargada con centenares de libros. Los muebles parecían haber sido creados allá por los años ´80, su presencia le daba una apariencia antigua y sofisticada a la oficina—. Pueden tomar asiento —dijo Roger y los invitó a sentarse enfrente de él, del otro lado del escritorio—. Bueno... Light Yagami, hablé con usted por teléfono hace... ¿dos días? —dijo.

Light asintió.

—He venido por el caso de Watari —anunció Light, aunque a eso Roger ya lo sabía porque le había dejado dicho que iría a la Wammy´s House a investigar exactamente a sus alumnos.

—Estás aquí por Elle y por Beyond —dijo Roger.

—Me encargué de investigar toda la vida de Elle, desde la muerte de sus padres hasta que llegó a Japón —respondió Light. Toda la conversación estaba siendo traducida e interpretada por Kaito, que hacía de puente entre ambos. Por lo que veía, sería una conversación larga y cargada con detalles que no podía pasar por alto, necesitaba poner toda su atención—. Pero no sé nada de Beyond, ¿quién es él exactamente?

Roger agachó la mirada y respiró con pésame.

—Admito que cuando me informaste que creías que había sido Elle el asesino, sentí impotencia —dijo Roger con las manos entrelazadas y voz pacífica—. Él fue uno de mis alumnos destacados y doy fe de que es buena persona. En cuanto a Beyond... no estoy tan seguro —confesó, y desvió la mirada—. Puedo decirte algunas cosas sobre él, pero sé que no son tantas como te gustaría. Abandonó la Wammy cuando Elle y Quillsh se mudaron a Japón.

Ese era un dato interesante que Light se apuntó mentalmente para repensarlo luego.

—¿Por qué? —preguntó.

—No lo sé realmente —confesó abatido—. Luego de que se fuera sin siquiera decirme, nunca más volví a ver a Beyond otra vez, y me genera un dolor inmenso pensar que pudo haber sido él el culpable de la muerte... —dijo, y se quedó enmudecido—, de Quillsh.

—¿Qué es lo que sabe exactamente de Beyond? —preguntó, yendo al grano.

—Cuando Quillsh trajo a Beyond, él tenía nueve años. Hablé con él como hablo con todos mis alumnos apenas los conozco. Me contó algo de su vida que me resultó muy peculiar. Nombró a tres sujetos. Jared, Léster y Tom. Dijo que había vivido con ellos una infancia muy cruda y ruin hasta que, finalmente, había logrado escapar —dijo, y asintió. Cruzaron miradas durante un tiempo sostenido.

—Son los mismos nombres que mencionó Elle.

Roger asintió.

—Lo sé —respondió con voz apesadumbrada—. Mi expresión fue la misma que la tuya en aquel entonces, cuando Beyond me contó las atrocidades a las que era sometido todos los días. Su infancia fue idéntica a la que vivió Elle. Sin embargo, Elle no mostraba ese maquiavelismo exagerado que Beyond tenía hacia las personas o los animales.

—¿Hay pruebas de que Beyond tenía un comportamiento extraño para su edad? —repreguntó Light.

Roger asintió.

—Las hay, de hecho. Tenía tendencias antisociales. Elle y el resto de los alumnos también, de vez en cuando solían encerrarse en sus cuartos para hacer cosas de adolescentes, algo completamente normal. Pero cuando hablo de actitudes antisociales no me estoy refiriendo al encierro exactamente, sino a la intención de lastimar. Varios alumnos me notificaron que, más de una vez, habían encontrado a Beyond estrangulando a la mascota de la Wammy, e incluso a otros niños. Y tenía apenas nueve años —contestó—. No tomé cartas en el asunto más allá de castigarlo porque, a pesar de todo, era menor de edad. Si hubiese sabido que se trataba de un psicópata jamás lo hubiese dejado entrar en este lugar. —Respiró profundo y clavó los ojos en Light—. Hay algo que debes saber sobre Beyond y Elle, pero necesito que me prometas que no dirás nada. Es un secreto que me he encargado de guardar durante todos estos años y quiero ser yo quien se lo confiese a Elle. No me permitiría que se enterara por otra persona. El motivo por el cual te lo estoy confesando es para ayudarte a aclarar el caso.

Light guardó silencio y actuó con cautela.

—Le doy mi palabra. No diré nada —juró con absoluta seriedad.

—La primera vez que vi a Beyond creí haber visto a Elle, solo que con diez años menos —empezó a decir Roger. Light prestó atención a lo que traducía Kaito, esperando que este no se saltara ni un detalle de lo que decía aquel hombre—. El parecido entre ambos me resultó tan fuera de lo común que decidí tomarles una muestra de ADN. Les dije que se trataba de un estudio de rutina y ambos accedieron a quitarse un poco de sangre en la enfermería. Una semana después me llegaron los resultados... —Roger pausó el relato, y Light dejó de respirar —. Son hermanos.

Light desvió la mirada durante una fracción de segundo que se sintió como si el tiempo se detuviera. «Después de que me encerraran en el sótano y se la llevaran, la escuché gritando, y al rato oí un tiro». Esas habían sido las palabras de Ryuzaki acerca de su madre durante el interrogatorio.

—No tiene sentido... —susurró Light mirando a Roger de manera penetrante—. Elle escuchó cuando le dieron un tiro a su madre. Me lo dijo. Dijo que ella dejó de gritar luego de ese disparo y él dio por sentado que la habían matado.

Roger respiró con calma.

—Conozco bien la secuencia de hechos que debió atravesar Elle y, para serte sincero, creo que su madre ya estaba embarazada cuando todo eso ocurrió. Solo que nadie lo sabía. Tal vez ni siquiera ella... —confesó, y se encogió de hombros—. Algo puedo asegurarte: las muestras de ADN sugieren que ambos son hijos de la misma madre y del mismo padre. Ella no fue abusada por ninguno de los secuestradores. Y no la mataron ese día. Caroline sobrevivió meses, hasta que dio a luz a Beyond. Y creo que ahí fue cuando realmente la asesinaron.

Light quedó pensativo. Eso explicaba por qué el cadáver de Caroline había sido descubierto dos años luego del secuestro. Y las edades cuadraban: Elle tenía seis años cuando fue raptado, y Beyond nació cuando Elle cumplió los siete. Según los informes de la policía, cuando Beyond entró a la Wammy tenía nueve años, y Elle dieciséis. Se llevaban exactamente siete años...

Y parecían dos gotas de agua.

—¿Y ellos... no lo saben?

—Jamás les dije nada a ninguno de los dos —prosiguió Roger—. Quise proteger a Elle de esas bestias que le habían causado tanto daño en el pasado, y por ese motivo se lo oculté. No sé si hice bien o mal, pero mi instinto me advirtió que no se lo dijera, que lo dejara tranquilo y no escarbara en el pasado.

Light guardó silencio. No se sintió con la confianza de emitir juicio acerca de si Roger había actuado bien o mal. Se notaba que sentía un amor por Elle similar al que sentiría un padre, y él no se creía quién para juzgarlo.

—¿Pero y qué hay de Beyond...? —quiso saber Light—. ¿Por qué nunca se lo dijo a él?

Era evidente para Light que Roger no sentía por Beyond ni la mitad de lo que sentía por Ryuzaki. Entendía que se lo ocultara a él pero ¿y a Beyond por qué?

—Para serte sincero, nunca creí que a Beyond le importara realmente. Todos mis alumnos atraviesan pruebas psicológicas durante su estadía en este lugar. Eso es porque, por ser huérfanos, la mayoría ha sufrido una infancia traumática —explicó Roger con calma—. Durante esas terapias Beyond no se mostraba dolido, no demostraba secuelas de abuso de ningún tipo. No le temía a la oscuridad, no se orinaba encima, no lloraba, no estaba triste... No presentaba ningún síntoma de trauma que, por lo general, un niño presenta a su edad. Cuando empezó a mostrar esas conductas de maquiavelismo y perversión fue cuando noté que algo pasaba, pero jamás se me cruzó por la cabeza que eran signos de psicopatía.

Light quedó pensativo un buen tiempo.

—¿Watari siempre supo de esto...? — repreguntó Light — . ¿Qué eran hermanos? ¿Se lo dijo a él?

Roger asintió.

—Quillsh fue el primero en saberlo, y estuvo de acuerdo conmigo en no decirle nada a Elle. —Se tomó unos segundos en silencio para reflexionar. Luego, cambiando de tema, agregó—: Vi las grabaciones que me mandaste a la casilla de correo y afirmo que se trata de Beyond. Te confieso que no vi todas, no pude. Las imágenes eran demasiado viscerales para mí... —Inhaló profundo e inmediatamente dijo—: Escuche, Yagami, no sé por qué motivo Beyond mató a Quillsh, pero tengo miedo de que intente hacerlo con Elle. Prométame que va a protegerlo, por favor. Ya perdí a un amigo, no quiero perder otro. Elle es como un hijo para mí.

Light tragó espeso. No era como si le agradara la idea de ser, de repente, el guardaespaldas personal del sujeto que más había odiado en la faz de la tierra, pero la mirada suplicante de Roger y su deber de detective eran en ese momento un impulso mucho más fuerte que cualquier desencuentro amoroso con Ryuzaki.

Su deber como detective lo obligaba a evitar que muriera otro inocente. Debía meter a Beyond tras las rejas cuando antes.

—No se preocupe. No permitiré que Beyond mate a nadie más, le doy mi palabra.


Llorar de angustia. No lo entendía. Él solo lloraba cuando se caía al suelo y se golpeaba o cuando Roger no le compraba los videojuegos que tanto le gustaban. Alex, en cambio, lloraba siempre. Lloraba por las mañanas, por las tardes… Más de una vez Beyond lo había encontrado encerrado en el baño del cuarto, cubriéndose la cara con una toalla para que su llanto no se escuchara.

¿Qué tienes? ―le preguntaba cuando Alex se dignaba a abrirle la puerta, o cuando se olvidaba por completo de cerrarla. Beyond solía agacharse hasta quedar a su altura las veces que Alex se sentaba en el suelo y se cubría la cabeza entre las piernas―. ¿Estás teniendo pensamientos de ese tipo otra vez?

Alex asintió con la cabeza. No tuvo la valentía de mirarlo a los ojos. Beyond no lo comprendía, y hasta le daba asco verlo así de débil, así de traumado, así de derrotado por la vida. Intentaba ponerse en su lugar, pero Alex le resultaba un ser tan patético que le era imposible conseguirlo.

Tenía una depresión profunda, tanto que alarmaba a los psicólogos de la Wammy y hasta al mismo Roger. Elle y el resto de los chicos le insistía para que saliera a jugar más, para que socializara, que no se encerrara en su cuarto, que siguiera yendo a terapia…

Beyond no comprendía la necesidad de los otros por intentar que Alex se sintiera bien, ya que él disfrutaba cuando aquel le contaba acerca de los abusos sexuales de los que había sido víctima. Siempre le pedía que le relatara los detalles, y le excitaba cuando se ponía a llorar, cuando temblaba y la voz se le iba, porque los recuerdos lo enceguecían. Le decía que el dolor emocional había sido demasiado impactante, al punto de sentirse tragado por un agujero negro sin fin.

Lo siento, no puedo seguir… ―confesaba cuando, luego de tanto hablar, se le quebraba la voz y empezaba con una arritmia cardiaca tan fuerte que Beyond podía oírla desde la cama de arriba―. Todo eso fue demasiado tormentoso para mí. ―E inmediatamente se ponía a llorar y se cubría la cara con la almohada para ahogar los gemidos.

Cuando lloraba así de desconsolado a Beyond se le erizaba la piel, y no porque sintiera pena por él, jamás había sentido pena por nadie. Sino por el morbo que le generaba.

Tranquilo. No tienes que contarme si no quieres. ―Siempre fingía empatía pero, en su interior, se imaginaba en el rol del abusador y le generaba fascinación pensar que le cometía todas esas atrocidades a Alex… o a cualquier otro. Le daba igual. La sensación de estar corrompiendo cierta inocencia lo extasiaba.

El resto de los días Alex parecía estar más o menos bien. Sonreía en clase, durante el almuerzo y por las tardes, cuando jugaba con los demás niños a las escondidas o al lleva y trae. Pero, a veces, la sonrisa se le iba de la nada y era reemplazada por una mirada vacía y atormentada. Solía quedarse largos minutos con los ojos gachos.

Los profesores solían decirle que era muy distraído y que debía prestar más atención en clase, pero Beyond sabía muy bien que no era distracción… Los pensamientos intrusivos le llegaban en cualquier situación y a cualquier hora. Alex no podía controlarlos y Beyond lo sabía muy bien.

No supo bien cuándo, pero una mañana se había levantado con ganas de jugar un juego macabro que le generaba mucha satisfacción… Se prometió que todos los días hablaría con Alex para convencerlo de que se suicidara. Y si llegaba a hacerlo, él ganaría.

No habría testigos ni cómplices, solo Alex y él en una batalla contra la muerte.

...

Despertó esa mañana habiendo soñado con Alex. Lo cual le parecía extraño porque hacía años no pensaba en él. Se preguntó por qué justamente esa noche su mente había tenido ganas de recordárselo.

Pensó de inmediato en que había llegado el quinto día de espera. Debía atacar esa noche.

Miró a su alrededor. Continuaba en la casa del anciano. Se desperezó, se levantó y caminó hacia las escaleras que daban al sótano. Fue hacia la silla donde el sujeto permanecía amordazado. Hacía dos días que estaba así y él en ningún momento había bajado a darle siquiera un vaso con agua. El hombre tenía la cabeza gacha, no se movía. Beyond no tuvo ni la fuerza de voluntad de ir a inspeccionar si estaba muerto o si aún le quedaba algo de pulso. Agarró más municiones que había en la caja y se las puso en el bolsillo. El viejo no se movió.

Subió las escaleras y fue hacia la recámara. Abrió el placard y empezó a fijarse una por una las prendas. Si pensaba entrar en el hotel a atacar a Elle, necesariamente debía hacerlo viéndose como otra persona, y su cara estaba dando vueltas por todos los noticieros de Japón y del mundo como para que nadie notara que era él. Obviamente, en algún punto se darían cuenta, y debía estar preparado para eso.

—¡Qué ropa de mierda! —decía mientras tiraba al piso la que no le gustaba.

Acabó eligiendo una remera negra y una camisa verde a cuadros que le quedaba gigante. Los jeans de ese tipo también eran demasiado grandes para su complexión. Debió sujetarlo con un cinto. Se miró en el espejo del baño y definitivamente no lucía como él. Buscó una gorra y encontró una, bastante descuidada y harapienta. Se puso un abrigo con capucha para cubrirse la cabeza y fue hasta la sala en busca del arma.


Takada apagó la alarma del celular y se incorporó sobre la cama con lentitud. El quinto día finalmente había llegado. Esperarlo había sido todo un suplicio, pero mayor tortura era saber que el hecho de que todo saliera de acuerdo a lo planeado era responsabilidad suya. El peso de atrapar a Beyond caía por completo sobre sus hombros.

Le había pedido a Katsuro que llevara a Masaru a lo de su abuela y que se quedaran allí unos días. Desde hacía rato estaba lidiando con unos nervios que no la dejaban ni dormir y no creía poder encargarse del caso y de Masaru al mismo tiempo. Había estado demasiado tiempo fuera de sí mientras se replanteaba una y otra vez cada mínimo movimiento.

Para su infortunio, esta vez no contaba con la compañía de Katsuro, quien siempre le decía que se tranquilizara, que todo saldría bien... ¡Pero se trataba de Beyond! Un asesino serial despiadado que iría a por Elle. Y sabía de antemano que a Beyond no le temblaría el pulso si tuviese que matar a quien fuera con tal de alcanzar su objetivo.

Hubiese deseado poder intercambiar mensajes con Elle en ese instante para poder calmarse, pero estaba tras las rejas.

—Elle... —susurró—, yo te sacaré de ahí y pondré a Beyond en su lugar. Te lo juro.

Su teléfono empezó a vibrar una y otra vez. Era una llamada del teniente del escuadrón.

Takada, ya hemos iniciado el operativo. Hemos ingresado al hotel.

—Se han camuflado y vestido como les pedí, ¿no es cierto? —preguntó ella incorporándose de repente. Estaba nerviosa. Temblaba—. Recuerda que no debe haber una sola patrulla policial alrededor. Beyond no debe darse cuenta de que somos policías.

Tranquila, está todo como lo ordenaste —aseguró él.

—Enseguida salgo para allá —dijo ella con la voz temblando. La hora finalmente había llegado. Miró el celular: eran las seis de la mañana en punto, y debían vigilar el hotel todo el día hasta que Beyond apareciera, si es que lo hacía, y ese era otro punto en contra: en caso de que no llegara a hacerse presente, todo el operativo quedaría en la nada y Elle seguramente iría a tribunales.

Lo condenarían a cadena perpetua.

No podía permitirlo.

Se cambió con ropas normales, aun así daba por sentado que en algún punto tendría que usar chaleco antibalas, en caso de que los oficiales iniciaran un tiroteo.

Esperó a que fueran en su búsqueda. Cuando los escuchó estacionando en la vereda, corrió hacia ellos. Se subió en la parte trasera de una camioneta negra y anduvieron por las frías calles de Kanto hasta llegar al hotel Green Lands. Estacionaron afuera y se quedaron observando desde un punto camuflado del jardín. Los oficiales se habían vestido con las ropas del hotel para simular que eran parte del staff. El lugar continuó funcionando como si se tratara de un día normal, la gente entraba y salía sin preocupaciones.

Takada sabía que le esperaba un día largo. Tendría que estar a la vigilia desde que empezaba el día. Apenas eran las seis y estaba predispuesta a esperar todo lo que fuera necesario hasta que Beyond apareciera… si es que lo hacía.


―¿Qué es este lugar? ―preguntó Kaito, mirando por la ventanilla del taxi―. Parece un hospital ―esbozó, enarcando una ceja y mirando a Light de reojo.

Light inspeccionó la entrada desde la distancia, y en completo silencio.

―Es una clínica de rehabilitación ―respondió. Abrió la puerta y salió del auto. Inmediatamente debió abrir el paraguas, esa llovizna perezosa al parecer continuaría por el resto del día.

―¿Y por qué estamos aquí? ―Quiso saber Kaito, mientras se apresuraba a salir del taxi que Light ya se había encargado de pagar. Abrió su propio paraguas y se paró a un lado de Light.

―Necesito comprobar algunas fechas ―respondió sin más y presionó el interruptor.

¿Hola? ―hablaron desde el otro lado de las rejas.

―Soy Light Yagami, agente del FBI de Japón. Hablé con ustedes esta mañana.

Esperaron apenas un par de segundos hasta que la entrada se abrió para darles paso, e ingresaron a la clínica por un sendero serpenteante. Cuando estuvieron dentro, Light se dirigió hacia la asistente que estaba en la entrada. Kaito lo siguió mientras inspeccionaba el lugar; era grande, espacioso y reluciente. Podía ver a los internos caminando por los pasillos. Iban contentos. Parecía ser un lugar cuidado y agradable.

―¿Light Yagami? ―le preguntó la muchacha cuando lo vio acercándose a ella. Lo miró con algo de temor encubierto. Kaito volvió a ejercer su oficio de traductor. Light asintió a secas―. Mi nombre es Grace ―dijo, y enseguida sacó un montón de papeles de un cajón―. Aquí están los datos que me solicitó esta mañana. Puede tomar asiento en alguna de aquellas mesas si lo desea.

―De acuerdo. Gracias ―dijo él, y fue a sentarse donde le había indicado. Kaito se incorporó de la silla y lo siguió. Tomó asiento a un lado de Light y, mientras él pasaba las hojas, Kaito intentaba husmear lo que Light estaba buscando.

Light leía en silencio. Kaito evitó decir nada, estaba demasiado concentrado y no quiso interrumpirlo. Lo escuchó resoplar un par de veces hasta que lo vio incorporarse de repente.

―Vámonos ―anunció. Aquel otro se sorprendió por lo rápido del asunto y se levantó de la silla enseguida.

―¿Encontró lo que buscaba? ―le preguntó Grace, y Kaito fue lo suficientemente rápido para traducirlo a tiempo.

―Sí… ―dijo Light, aunque su rostro no expresaba júbilo―. Elle Lawliet estuvo aquí durante cinco años ―mencionó.

―Así es ―respondió ella―. Tenía el permiso concedido de irse cuando quisiera, pero él prefirió quedarse. Le gustaba mucho aquí ―dijo. Esbozó una sonrisa a medias.

―No hay un papel con fecha de egreso ―enfatizó Light.

―No ―dijo Grace enseguida―. Es que nunca firmó uno. Se entristeció muchísimo el día que se enteró de la muerte de su padre, y para variar fue gracias a la transmisión del noticiero internacional. Todavía recuerdo el día que entré en la sala de estar y lo vi ahí sentado, completamente ido… ―explicó Grace―. Al día siguiente se fue. Ni siquiera avisó que dejaría el país. ―Light desvió la mirada luego de escuchar eso. Se había quedado sumido en sus pensamientos―. Disculpe que le pregunte esto, pero me urge saberlo… ¿Elle está en problemas?

El hecho de que un agente del FBI estuviese investigando sus asuntos personales le advertía a Grace que así podía ser, pero no se sacaría las dudas si no preguntaba.

―No ―dijo Light luego de mirarla sostenidamente a los ojos―. Gracias por tu colaboración. ―Se dio media vuelta y cuando se dispuso a marcharse Grace lo detuvo.

―Aguarde, por favor… ¿Podría darle este libro de mi parte? ―Sostuvo en sus manos una novela. Light husmeó la cubierta: un hombre y una mujer abrazados debajo de un paraguas en plena noche de lluvia. Un romance―. Elle empezó a leerlo el mismo día que se enteró de la muerte de su padre. Se sintió tan abrumado que se fue sin despedirse. Lo olvidó sobre la mesa de luz de su cuarto… Si llega a verlo me haría un grandísimo favor al dárselo. Dígale que es de mi parte; él es uno de mis mejores amigos. ¿Podría decirle que lo extraño?

Light contuvo los deseos de rodar los ojos, y no supo por qué motivo sintió como una llama inmensa le quemaba el estómago. La novela heterosexual, Grace y el rótulo de "mejores amigos" lo obligaban a pensar que había algo más que amistad entre ellos. Aunque no percibía rastros de ese tipo de sentimiento en la expresión desolada de ella. Light creía que el trauma con Ryuzaki había sido de tal magnitud que sus pensamientos hacia él siempre acaban con ese tipo de suposiciones.

―Yo se lo daré. Pierde cuidado ―aseguró.

―Muchas gracias ―dijo Grace y, por primera vez en lo que iba de la mañana, esbozó una sonrisa de verdad.

Light salió de la clínica más calmo.

―¿Y ahora qué? ―le preguntó Kaito mientras esperaban un taxi en la vereda.

―Volveremos a Japón.

―¡Oh, maldición! ¿Ya…? ―se quejó, y pateó una piedra del suelo.

...

Light sujetó su maleta y Kaito se llevó su bolso al hombro una vez que pasaron los controles de seguridad. Esperaron unos minutos en la sala hasta que empezaron a subir los pasajeros a bordo. Ellos eran de los últimos en la fila y había demasiada gente, así que se tomaron su tiempo en caminar hacia la entrada del avión.

El solo hecho de saber que tendría que volver a aguantar catorce horas de vuelo hasta Japón ya de por sí era estresante. Light estaba mentalizado en dormir todo lo que pudiera durante el viaje, pero una llamada al celular imprevista había logrado alterar sus nervios.

¿Light? ―dijo una voz femenina del otro lado. Se escuchaba algo desvirtuada. El número de teléfono que había llegado a ver era de la jefatura de Kanto.

―Sí, soy yo. ¿Quién habla? ―preguntó desconcertado.

Soy Datoka, secretaria del cuartel de detectives de Kanto. Quería dejarle dicho que el operativo policial que ordenó para hoy acaba de empezar.

La expresión de Light pasó de incredulidad a incomprensión absoluta.

―¿Qué operativo policial…? No te entiendo. Yo no di la orden de que se hiciera nada de eso ―dijo todo apresurado mientras caminaba a paso lento y despistado hacia delante.

Pero aquí dice expresamente que Yagami autorizó un operativo para hoy. También dice que se lo encomendó a Takada Kiyomi.

La respiración se le fue en un segundo.

―¡¿Qué?! ―gritó Light. Kaito lo miró, sorprendido por su estado de alteración repentina―. No puede ser. Ella fue despedida del caso hace días. Tiene que haber un error.

La policía ya está en el lugar que usted ordenó… ―dijo la mujer, pero inmediatamente guardó silencio. Luego, con voz titubeante, expresó―: ¡Oh, madre mía! He cometido un error. Lo siento… Yagami Soichiro fue quien dio la orden. ―Los ojos de Light se abrieron como platos―. Mil disculpas, es que me figura en los archivos que usted es quien lleva la delantera del caso, por eso lo llamé.

Casi le fue imposible articular las palabras. Su corazón empezó a latir con frenesí. No podía dejar de pensar qué demonios hacía su padre involucrado en un caso que le pertenecía, y por qué estaba Takada metida en todo esto.

―¿En dónde se está llevando a cabo el operativo? ―preguntó con rapidez.

―Light, debemos subir al avión ―advirtió Kaito, que miraba al guardia que estaba enfrente de ellos quien, impaciente, esperaba que le dieran los tickets del vuelo.

―¡Ya voy, Kaito! ¡Aguarda! ―gimió con impaciencia. Kaito rodó los ojos.

―El guardia no nos esperará. Dame los tickets ―le pidió, y como notó que Light estaba demasiado fuera de sí como para reaccionar, y que estaban demorando la fila, se los sacó él mismo del bolsillo de sus jeans y se los entregó al sujeto.

En el hotel Green Lands de Kanto ―respondió la oficial.

―¿Y cuánto tiempo durará?

Todo el día.

«¿Qué estaban planeando hacer Takada y Soichiro?», no dejaba de preguntarse.

―¿Cuál es el objetivo de ese operativo? ¿Tienes idea? ―Quiso saber. Había empezado a sudar. Temblaba de los nervios.

Es una emboscada para atrapar al homicida de Kanto. Eso es todo lo que sé.

Light quedó boquiabierto. No podía ni siquiera considerar cómo es que esos dos se habían atrevido a iniciar un operativo de tal magnitud a sus espaldas.

―¡Light, apaga el celular! Tenemos que subir ya al avión ―gruñó Kaito, y fue la primera vez que se atrevió a hablarle de esa manera.

Light inhaló profundo y exhaló pausadamente.

―Ahora debo colgar ―le dijo a Datoka―. Estoy por tomarme un vuelo directo a Kanto. Estimo que arribaré a las diez de la noche; el vuelo es largo. Estaré ahí ni bien pise Japón.

Luego de un saludo malhumorado Light cortó la llamada. Subió las escaleras del avión mientras se pasaba una mano por el sudor de la frente. Fue hacia su asiento.

Si había creído que podría tener un viaje pacífico donde dormiría aunque fuera unas horas, ya podía ir olvidándose de eso… Estaba que lanzaba fuego por las orejas.


No bajó al sótano. Supuso que el anciano ya estaría muerto. Salió de la casa con el revolver en un bolsillo, luciendo ropas de un hombre cuarenta años mayor que él. La gorra lo protegía de que lo reconocieran por su mirada.

Subió a esa vieja camioneta destartalada. El anciano había colgado las llaves a un lado de la puerta, y había sido fácil para él encontrarlas. Condujo despacio, sin prisas, hacia el centro de Kanto. Estacionó el vehículo justo en la vereda del hotel, y se quedó observando a la gente que entraba y salía. Gente en familia, parejas tomadas de la mano, niños sonriendo… Eran demasiadas personas. «El muy cabrón supo elegir», pensó al percatarse de que se trataba de uno de los hoteles más concurridos de Kanto; se le complicaría un poco asesinar a Elle ahí adentro con tanta gente yendo y viniendo. Debía ser rápido… muy rápido en hacerlo.

...

Las horas pasaron lentas y cargadas con un malestar que a Takada se le hizo difícil sobrellevar. Sentía el estómago pesado de los nervios. Cualquier momento podría ser el que eligiera Beyond para atacar, pero el tiempo pasaba y él no aparecía.

Se hicieron las dos de la tarde, luego las cuatro, después las siete… Estaba oscureciendo, y ni rastros de Beyond. Ella, por su parte, quería que la tortura de la espera acabase de una buena vez. Prefería estar cara a cara con ese demente antes que soportar un segundo más la agonía de saber si vendría o no.

El tiempo continuó pasando y se hicieron las nueve de la noche. Había oscurecido y ya no había tantas personas entrando y saliendo del hotel. El aparcamiento estaba prácticamente vacío. Takada continuó a la espera, dentro de ese auto oculto entre los matorrales del jardín.

...

Le echó una mirada de reojo al hotel. Las horas habían pasado y era ahora que ya no quedaba nadie deambulando en las afueras. Había llegado el momento. Sujetó su celular y vio la ubicación exacta de Elle. Según las coordenadas, su habitación era la 201, en el lado izquierdo del edificio del segundo piso. Era demasiada altura como para trepar la pared y entrar por la ventana. No le quedaba más opción que hacerlo por la puerta principal.

—¿Listo para jugar, hermano? —preguntó en voz alta, como si Elle pudiera escucharlo. No le mandó ningún mensaje escrito o de audio al celular, sabía que si lo hacía el muy cabrón llamaría a la policía. Además, era mejor si se aparecía de repente. No quería estropear la sorpresa de verle la cara de espanto a Elle.

Abrió la puerta de la camioneta y puso un pie en la calle, luego el otro. Cerró la puerta y caminó lentamente hacia la entrada del edificio. Era más grande de lo que aparentaba. Entró sin más. El lugar estaba completamente vacío. Había una única muchacha en la recepción, detrás de un mostrador blanco y pulcro.

Beyond caminó con confianza hacia ella.

—Buenas noches —la saludó. La mujer levantó la mirada para verlo a los ojos. No se trataba de una administrativa como tal, sino de una oficial de policía camuflada que, ni bien le vio la cara supo de inmediato que se trataba de… él.

—¿En qué puedo ayudarle? —le preguntó con amabilidad, y con un movimiento rápido y muy disimulado fingió buscar un cuaderno adentro de un cajón, lo que le dio tiempo para apretar un botón de alarma debajo de su escritorio. Este le advirtió a Takada que Beyond se encontraba en ese momento adentro del hotel.

Cuando la muchacha levantó la mirada para fijar sus ojos en Beyond nuevamente, ya tenía el cañón del arma apuntándole en la frente.

—Si vuelves a hacer eso te reviento —la amenazó con una tranquilidad escalofriante—. Llévame a la habitación 201… ¡Ahora! —exigió con firmeza, pero sin elevar el tono de voz.

La mujer se puso de pie con lentitud y nerviosismo. Casi tropezó con sus propios pies cuando intentó caminar. Subieron las escaleras en completo silencio, ella con el cañón apuntándole la cabeza. Cuando llegaron a la cima, él le preguntó:

—¿Es en este pasillo? —Ella asintió sin decir una palabra, tiritaba del miedo como una hoja al viento—. ¡Gracias! —le dijo con una sonrisa. Y la empujó con todas sus fuerzas. La mujer cayó de espaldas hacia la escalera y rodó hasta que su cuerpo, inconsciente, llegó a planta baja.

Beyond caminó con prepotencia por el corredor. Cuando encontró el cuarto que estaba buscando, empezó a golpear la puerta con brutalidad. Esta no tardó en destrabarse. Entró en la habitación a la fuerza y notó que estaba vacía… Elle no estaba, pero sus cosas sí. El celular que había estado rastreando descansaba sobre una mesa de luz en un rincón.

—Así que descubriste que era yo y escapaste… —dijo, hablando para sí mismo—. ¡Hasta que te diste cuenta, cabrón! —Rio.

—¡Alto ahí! —Escuchó que gritaba una mujer. Había sido una voz fuerte y gutural. Beyond giró muy lentamente y vio a una morena en la entrada de la habitación. Lo estaba apuntando con un revolver—. ¡Baja el arma, Beyond!

Beyond se sorprendió al escucharla pronunciar su nombre. Aun así no soltó la pistola. Miró muy disimuladamente hacia la ventana de la habitación y percibió las luces rojas y azules que habían empezado a titilar en la planta baja del hotel. Era una emboscada.

—¡Dije que bajaras el arma! —ordenó Takada con otro grito a todo pulmón.

—¿Y si no qué? —preguntó él. Su voz era tan serena, tan tranquila… No había rastro de nerviosismo, como si no le importara que estuviesen apuntándole, como si todo fuese un juego para él—. ¿Él te pidió que vinieras? ¿En dónde está?

—¡No me hables! ¡Baja el arma y échate al suelo!

Beyond sonrió y agachó la mirada provocativo. Podía oler el miedo en el timbre de voz de Takada, en sus facciones, en su postura rígida. No estaba acostumbrada a llevar a cabo ese tipo de operativos, le resultaba obvio a Beyond que no. Decidió que la haría creer que lo tenía bajo su control. Se agacharía, apoyaría el arma en el suelo y cuando ella se acercara, la sujetaría de un brazo, la arrojaría al piso, la violaría y luego le volaría la cabeza de un tiro.

...

Tras bajar del avión, Light y Kaito tomaron un taxi que los llevó a toda velocidad al hotel Green Lands de Kanto. Había patrulleros por doquier rodeando el edificio.

—¿Qué hacemos aquí? —le preguntó Kaito con mirada desconcertada.

—Yo voy a entrar. Tú te vas a tu casa —dijo Light con la mirada puesta en el frente, y le pidió al taxista que lo dejara bajar y que llevara a Kaito a la casa de sus padres, con quienes convivía.

—¡Quiero ir contigo! —gimió Kaito.

—¡No! —gritó. La fuerza en su voz y su mirada penetrante le sugirieron a Kaito no protestar. Dejó que Light bajara del taxi solo y debió continuar su camino a pesar de tener ansias extremas de saber qué estaba pasando.

Light bajó del taxi a las zancadas y se dirigió hacia uno de los oficiales que estaban formando una retaguardia al rededor del hotel. Le mostró la identificación.

—Déjame entrar.

El oficial ni se molestó en leer la credencial. Negó con la cabeza.

—No tengo permitido darle acceso a nadie. El homicida se encuentra adentro del hotel.

¡Mierda!, pensó Light.

—¡Yo soy quien comanda el caso! ¡Déjame entrar! —ordenó con más ímpetu que antes.

—¿Es Yagami? —Light no supo si le preguntaba por él o por su padre.

—Sí —respondió sin más, y el sujeto súbitamente se movió para darle paso.

...

Beyond elevó la vista y miró a Takada a los ojos. Se agachó lentamente y, cuando estuvo a punto de apoyar el arma en el suelo, la irrupción de alguien en el pasillo llamó por completo su atención. La presencia súbita de Light hizo que Takada desviara la mirada en un microsegundo. Beyond aprovechó. Apuntó con el arma a Takada y le dio un disparo en el tobillo.

Takada cayó al piso agonizando. Beyond corrió hacia la entrada del cuarto y la pateó con fuerza para hacerla a un lado; se dio a la fuga por el pasillo en cuestión de segundos. Pasó a un lado de Light y cruzaron miradas. Light quedó congelado al verlo. Si no hubiese estado seguro de que Ryuzaki estaba adentro de una celda en ese instante, hubiese creído que se trataba de él. Parecía un clon hecho a medida. Cabello negro alborotado, piel pálida, ojeras, iris oscuras… Todo idéntico, menos la mirada. Una fracción de segundo bastó para que Light sintiera escalofríos en todo su cuerpo. La mirada de aquel sujeto no se parecía a la de Ryuzaki. La de Ryuzaki era penetrante, profunda y melancólica, entristecida. Pero ese sujeto miraba como lo haría un lobo a una presa. Tenía unos ojos que desbordaban odio y muerte.

Light tuvo el impulso de salir corriendo detrás de Beyond para atraparlo, pero Takada estaba en el suelo gimiendo de dolor. No podía dejarla ahí.

—¡Takada! —gritó Light, yendo en su auxilio. Se arrodilló a su lado e intentó levantarla en brazos, pero ella gritó con más fuerza.

—¡Mierda! ¡Me duele, Light! —Las lágrimas rodaban sus mejillas, pero estaba tan enfurecida por el hecho de que Beyond escapara que casi ni sentía el llanto. Solo sentía rabia y frustración. Hasta incluso había intentado levantarse, pero fue detenida abruptamente por Light.

—¿Qué intentas hacer? ¿Estás loca? —le preguntó, y ambos hicieron silencio cuando escucharon gritos proviniendo de afuera. Había iniciado un tiroteo que acabó tan rápido como había empezado, y Light en silencio rogó que Beyond no haya herido a nadie de gravedad—. Lo siento —susurró luego de advertir que había intentado levantarla con un movimiento demasiado brusco. Volvió a recostarla sobre el tapizado del suelo—. Lo siento —repitió, y esta vez por todo: por haber insistido para que Akemi la echara del caso, por no haberle creído a Ryuzaki cuando le dijo que no había sido él quien mató a su padre, por haberse comportado como todo un sabandija—. En serio que lo siento —murmuró otra vez, y cada vez más despacio—. Llamaré a una ambulancia —aseguró, y accionó enseguida.

El tiroteo se había detenido. No se escuchaba ni un mínimo sonido afuera. Light esperaba que los policías hubieran sido rápidos y que hayan atrapado a Beyond, pero lo dudaba.


El operativo había finalizado con cinco policías heridos de gravedad, entre ellos Takada y la joven que había sido arrojada por Beyond de la escalera. Los cinco habían sido hospitalizados de inmediato. En cuanto a Takada, fue enviada a cirugía de urgencia. Los oficiales le informaron a Light que en cierto momento de la noche, luego de que Beyond escapara del hotel, el cuerpo policial había iniciado una persecución, pero Beyond había sido más rápido y no habían podido atraparlo. Para medianoche ya le habían perdido el rastro.

—Yagami, puede entrar —le dijo uno de los médicos una vez que finalizaron la intervención—. Su tobillo estaba completamente destruido, tuvimos que reconstruir los tejidos y colocar cada parte del hueso en su lugar.

Había sido una cirugía de más de tres horas. Light no estaba seguro del estado en el cual encontraría a Takada. Cuando ingresó en la habitación y la vio recostada sobre una camilla sintió un malestar interno que no supo digerir. Ella respiraba de manera entrecortada y pestañeaba con dificultad. Todavía sufría los efectos de la anestesia.

El médico los dejó a solas en la habitación. Light fue a sentarse en una silla a su lado.

—Maldición… —Lloró Takada. Las lágrimas rodaban sus mejillas y su voz se oía quebrada—. Salió todo mal.

Light inhaló profundo. Reprimió todo deseo de recriminarle por haberse atrevido a algo tan hozado como montar un operativo policial sin siquiera haberle avisado. Ella se veía destrozada, y eso lo abatía. La culpa que sentía era tan grande que no se creía capaz de poder conciliar el sueño en días.

—Eres valiente… —susurró Light y aguardó en silencio unos segundos—, pero inconsciente —dijo al fin—. ¿De verdad creías que iba a funcionar con apenas veinte policías rodeando el hotel…? ¿Por qué no me avisaste?

Las lágrimas rodaban las mejillas de Takada mientras veía la luna en lo alto del cielo, a través del ventanal de la habitación.

—Uno, porque me odias. Dos, porque ni siquiera te hubieses dignado a escucharme y, de hacerlo, no me hubieses creído. Tres, porque yo nunca tuve voto en el caso y hasta te esforzarse en que me echaran; y cuatro, porque ni siquiera le creíste a Elle.

Light se quedó impávido mirando a la nada. Las palabras de Takada eran duras, pero verdaderas. La culpa aumentaba.

—Fui a Londres —dijo Light después de segundos en silencio—. Hablé con el director de la Wammy´s House, y también fui a la clínica de rehabilitación donde se hospedó Ryuzaki, digo Elle, durante todos estos años… —Takada, que en ese tiempo había tenido muy presentes todas las pistas del caso, supo exactamente de lo que Light le hablaba—. Él llegó a Japón dos días después de que asesinaran a Watari, y lo comprobé cuando llamé al aeropuerto de Kanto. —Hubo un silencio reflexivo que invadió a los dos—. No fue él quien lo mató.

Light agachó la mirada. Se había quedado sumido en sus pensamientos. Sus iris iban de aquí allá; meditaba, pensaba… También para él todos los acontecimientos sucedidos eran muy recientes y apenas podía procesarlos siquiera.

—Admito que fue una buena idea —dijo Light, hablando con franqueza—. No salió bien, pero si querías demostrar la inocencia de Ryuzaki, diste en el clavo.

—No fue idea mía, Light… —respondió Takada; cortó el llanto en seco—, fue de Ryuzaki —admitió. Light se la quedó viendo, atónito. Desde el mismo instante que supo del operativo se había imaginado que todo eso tenía tintes de mucha planeación, y no es que desconfiara de la capacidad intelectual de Takada, pero conocía muy bien la inteligencia de Ryuzaki—. No lo culpes por lo que me pasó, por favor, ni vayas a decirle que Beyond me dio un tiro…

—Se lo diré. Tiene todo el derecho de saberlo. Por su culpa acabaste así.

—¡Light, no! —gimió Takada—. Él es mi amigo. Yo acepté hacer esto por voluntad propia. No me obligó. Quería demostrarte… —Guardó silencio de repente. Light la miró por el rabillo del ojo—, que estabas equivocado y que fuiste un cabrón al pedirle a Akemi que me echara. —Sus ojos negros se llenaron de lágrimas.

Light inhaló profundo y desvió la mirada. Sacó su celular del bolsillo de su chaqueta y entró a su cuenta bancaria. Hizo un par de movimientos rápidos y, al cabo de unos segundos, el celular de Takada, que estaba sobre una mesita al lado de su cama, vibró.

Ella se fijó en la notificación que acababa de llegarle y abrió grandes los ojos. Luego lo miró a Light.

—¿Qué mierda acabas de hacer? —le preguntó, espantada.

—Déjalo así. Fue por haberte tomado la molestia de hacer todo el esfuerzo del operativo —dijo él con semblante serio.

—¡Light! ¡Es demasiado dinero! —exclamó ella, sin poder creer la cantidad de ceros del importe que acababa de transferirle.

—Te lo mereces. Es la mitad del dinero del caso. Permitiría que te reincorporaras si no fuera por esta gravísima lesión que te dejará enyesada por meses —dijo Light con la más obvia de las lógicas—. Hiciste mucho por demostrar la inocencia de Ryuzaki y lo lograste. Además, estuviste a un segundo de atrapar al verdadero culpable. No puedo estar más agradecido contigo —confesó, mirándola a los ojos—. Pero a partir de ahora debes descansar. Ya hiciste más de lo que te correspondía. A las riendas del caso las llevaré yo, y me encargaré de atrapar a Beyond, ¿está claro? —Takada no pronunció palabra. Light hablaba con demasiada firmeza como para cuestionarlo. Asintió con la cabeza—. No quiero mensajes ni llamadas entre tú y Ryuzaki en cuanto al caso, ¿de acuerdo?

Takada arrugó el entrecejo. ¿Por qué no podía hablar con Ryuzaki? ¿Cómo se atrevía a pedirle eso? No supo qué decir, por lo que prefirió no decir nada. Oyó que tocaron a la puerta y dos personas ingresaron al cuarto. Eran Katsuro… y Soichiro.

Ni bien vio a su padre entrando en la habitación, Light se puso de pie y caminó hacia la salida sin siquiera despedirse. Soichiro lo persiguió por el corredor del hospital y, si bien no logró alcanzarlo, llegó a jalar la manga de su chaqueta para obligarlo a detenerse. Abrió la boca para intentar hablar, pero no lo logró. Light se dio vuelta con brío y lo enfrentó.

—Ni se te ocurra tocarme o intentar hablarme —le dijo. Lo escudriñó con una mirada severa cargada de rencor.

—Hijo, yo… —pronunció Soichiro con voz apagada.

—Tú no eres mi padre, no eres nada mío —gruñó con agresividad. Se dio la vuelta enseguida y caminó con braveza hacia la salida del hospital.


El frío de la celda había disminuido un poco cuando la guardia de la correccional empezó a llevarle el almuerzo caliente servido en tazón. Y hacía tres días que sus muñecas descansaban del filo de las esposas. Había dormido tanto que ya había perdido la noción de la hora y de los días. Acababa de despertarse, así que supuso que era temprano, aunque era imposible saberlo ya que no había ni siquiera una ventana por donde entrara la luz del sol.

Se desperezó y escuchó que alguien se aproximaba a paso brío hacia su celda. Era Light en compañía de un guardiacárcel. Le ordenó que abriera las rejas y que saliera de ahí. Elle lo obedeció, y caminó detrás de Light en completo silencio. El resto de los presos lo miró con extrañeza y cierta envidia… después de todo, estaba sin las esposas.

—Gracias, Carl —le dijo Light al guardia una vez que llegaron a la habitación de las confesiones—. No es necesario que entres. Puedes custodiar desde aquí afuera. Debo hablar a solas con él —explicó, y el hombre asintió. Se paró al lado de la puerta sin titubear.

Elle ingresó al cuarto y tomó asiento en la silla del otro lado del escritorio, opuesto a Light. Estaban en la misma posición que cuando hablaron por primera vez pero, en esta oportunidad, Light tenía una expresión diferente. Algo había cambiado en su rostro, ya no había rastros de esa imperturbabilidad que lo caracterizaba. En cambio, se lo veía cansado, fastidiado y también preocupado. Tanto así, que cuando debió sentarse en la silla fue como si se arrojara de cuerpo entero sobre ella. Agachó la mirada y se sostuvo la quijada con una mano.

—Mandaste a Takada a iniciar un operativo policial sin mi permiso —dijo de la nada, y le clavó su mirada cansada con fiereza, de repente. Elle sostuvo sus pupilas negras sobre el semblante serio de Light—. Bueno… todo salió mal. Resulta que Beyond le dio un tiro. —Se cruzó de brazos y apoyó la espalda contra el respaldo de la silla mientras veía cómo Elle abría los ojos, y su expresión cambiaba de una expectante a una aterrada.

—¡Oh, Dios! —gimió Elle, consternado y abatido.

—Tranquilo. Ella está bien —se apresuró a sosegarlo—. Fue en el tobillo. No corre riesgo de muerte. Ahora mismo está en el hospital, atravesó una cirugía y en tres meses ya estará caminando otra vez. —La mirada de Elle continuaba siendo de preocupación; y Light ya no esperó para lanzar la bomba—: ¿Por qué lo hiciste? —preguntó sin siquiera mirarlo a los ojos.

Elle quedó congelado luego de oírlo. Estaba pensando en Takada y en la furia que sentía hacia Beyond… Primero Watari y ahora esto. Cada vez lo odiaba más, cada vez era peor resistirse a vengarse.

—Ibas a condenarme a perpetua —respondió Elle, como si no fuese respuesta suficiente. Pronto pensó en Takada y volvió a tener a Beyond presente, esta vez peor que nunca. Un deseo insoportable de asesinarlo le nació en el pecho y era tan fuerte que le llegó a parecer insoportable—. ¡Maldición! Voy a matar a ese hijo de puta...

—No, no lo harás —ordenó Light con impaciencia. Sacó su celular del bolsillo y lo apoyó sobre la mesa—. Viajé a Londres —dijo, captando la atención de Elle—, necesitaba corroborar que lo que me dijiste hace unos días era cierto. Hablé con Roger… —Elle aguardó expectante mientras Light hacía unos movimientos rápidos en el celular—, y me confirmó lo de los secuestradores. Era cierto. Es más, antes de vernos por primera vez le envié una cinta de los videos de los homicidios y me confesó que no llegó a verlos todos porque le resultó demasiado impactante… Pero me confesó que supo enseguida que se trataba de Beyond.

Elle se había quedado meditando en la vez que decidió abandonar Inglaterra y en cuando fue hacia Roger después de salir huyendo de la clínica de rehabilitación. Le había pedido un archivo con los nombres de todas las personas con las que había convivido en la Wammy. En aquel entonces eran apenas sospechas, hoy en día ya era una realidad.

—¿Roger ya lo sabe…? —preguntó Elle con un murmuro. Light asintió y sostuvo su celular frente a sus ojos. Empezó a transmitir una videollamada—. ¿Qué haces? —le preguntó Elle consternado.

—Hablé sobre muchas cosas con Roger acerca de ti y de Beyond, y hay algo importante que debes saber… —respondió Light desviando la mirada para evitar cruzarla con la interrogante que, en ese momento, había en las orbes oscuras de Elle—. Me pidió que no te dijera nada, porque él mismo quiere ser quien lo haga.

—¿Decirme qué…? —preguntó con nerviosismo, pero Light no respondió. La pantalla del celular brilló y apareció Roger del otro lado—. ¡Roger! —exclamó él con cierta alegría encubierta con expectativa.

El anciano estaba en su despacho, sentado detrás de su escritorio. Tenía la mirada gacha, pero aún así Elle pudo comprobar que su semblante era lúgubre.

—Hola, Elle. —Su saludo había sonado débil y abatido.

—Roger… —gimió Elle con preocupación y le subió el audio a la llamada para escucharlo mejor. Fue un segundo en que sus dedos rozaron levemente los de Light, y el castaño rompió el contacto de inmediato; le permitió a Elle ser él quien sostuviera el teléfono.

—Elle, un agente del FBI vino a visitarme hace unos días. Agendé su número telefónico y acabo de ver que esta llamada proviene de su móvil… ¿Está él ahí? —preguntó. Light se puso de pie y arrastró su silla a un lado de Elle para sentarse a su lado y que ambos escucharan lo que Roger tenía para decir. Cuando vio que el anciano captó su rostro por video, lo saludó—. Hola, Yagami —dijo Roger, e inmediatamente se volvió hacia Elle—. Elle, Yagami me envió las grabaciones de los homicidios por casilla de correo y, cuando los vi, supe que se trataba de Beyond —dijo Roger aclarándose la garganta—. Esto es muy difícil de explicar y voy a implorar toda tu paciencia, Elle... —Agachó la mirada y quedó en silencio unos cuantos segundos—. Cuando Beyond llegó a la Wammy por primera vez, fue imposible para mí obviar el parecido físico entre ustedes dos.

Elle arrugó el entrecejo.

—¿A qué te refieres? —Él siempre había estado al tanto de ese detalle. Todos sus compañeros de la Wammy se lo habían hecho notar, pero el tono que estaba usando Roger para referirse a eso era drástico. Roger tardó unos segundos en retomar el relato. Elle anticipó que se venía una bomba y se preparó para oír lo peor.

—Elle... les hice una prueba de ADN a ambos para ver el grado de parentesco y los resultados fueron positivos —respondió. Elle se quedó sin aire de repente. Fue como si la grabación se detuviera en ese momento, justo antes de que Roger soltara las palabras que él daba por sentado que lo romperían por dentro—: Beyond es tu hermano.

Un silencio mortuorio inundó el ambiente hasta tal grado que le fue imposible respirar. De repente había olvidado hasta cómo articular las palabras, y no se le caía una idea acerca de qué decir o cómo reaccionar.

—¿Cómo…? —Fue lo único que llegó a pronunciar antes de empezar a temblar de los nervios. Eso sí le había llegado a la fibra y había logrado alterarlo.

—Siento que debas enterarte de esta manera, yo… —dijo Roger, inhalando profundo—, nunca te dije nada porque no quería desenterrar el pasado. No quería que revivieras todo el daño que sufriste de niño. Por eso Quillsh estuvo de acuerdo en mantenerlo en secreto.

—¡Watari lo sabía! —gimió Elle impactado. Roger asintió.

—Sí, ambos lo sabíamos —dijo, y sostuvo la mirada en lo alto. Aparentaba serenidad, sin embargo la expresión oculta en sus ojos era de consternación.

—Pero… ¿Cómo? Es ilógico. ¡No es posible! —dijo Elle con la mirada desbordando pánico—. Yo mismo escuché cuando Léster le dio un tiro a mi madre…

Roger negó con la cabeza.

—No la mató ese día, Elle —dijo el anciano—. Tengo mis sospechas de que simplemente lanzó ese tiro al aire para generar miedo en ella y que dejara de gritar.

Las piezas seguían sin cuadrar para Elle…

—Pero… ¿entonces la abusaron? No entiendo.

—No —respondió Roger—. Las pruebas de ADN lanzaron que comparten la misma sangre, tanto materna como paterna. Beyond también es hijo de Edwin —aseguró—. Con Quillsh dedujimos que tu madre ya estaba embarazada cuando sucedió el secuestro. Tú no lo sabías, eso está claro. Quizás ni siquiera ella lo sabía...

Elle se dejó caer sobre el respaldo de la silla. Su mirada estaba ida; su cuerpo estaba adentro de esa habitación, pero su mente volaba tan lejos que apenas podía sentir los pies sobre las baldosas del suelo. Light, por su parte, había captado el estado de alerta que de repente se había apoderado de Ryuzaki y prefirió cortar la llamada antes de que acabara descompensándose.

—Debo colgar —dijo Light.

Roger asintió, como si le hubiese leído los pensamientos.

—Hablaremos en profundidad otro día, cuando el tiempo y la situación lo amerite. Sé que se trata de una declaración difícil de digerir —murmuró Roger con calma—. Adiós, Elle. En serio me alegro de verte —vivo... Lo pensó, pero no lo dijo. Saber que Beyond andaba suelto y que había acabado con la vida de Watari era suficiente para estar agradecido porque Elle no hubiese corrido con la misma suerte.

La llamada finalizó, pero Elle continuaba fuera de sí, muy lejos en el mundo de sus pensamientos como para reaccionar.

Lo último que vio Light fue la mirada cómplice de Roger dirigida a él. No hacían falta las palabras, sabía que aquel hombre esperaba que cumpliera su promesa. Colgó y guardó el celular en su bolsillo.

—¿Cómo supiste que se trataba de Beyond? —le preguntó Light una vez que estuvieron a solas. Elle lo miró de reojo—. Estoy seguro de que fuiste el primero en averiguarlo… Responde, Ryuzaki, ¿cómo lo supiste? ¿Y por qué sabías que Beyond atacaría ese hotel?

Elle agachó la mirada. En cierto momento creyó recobrar el sentido del habla.

—Por las marcas en los cuerpos de Watari y Erin —respondió sin más. Light pareció quedar perplejo.

—¿Las marcas alfanuméricas? —repreguntó. Elle asintió.

—De niños, mientras convivíamos en la Wammy, jugábamos entre todos a la búsqueda del tesoro. Claro que se trataba de algo inocente e infantil. Supe de inmediato que era Beyond porque él solía ser quien escribía pistas alfanuméricas en las cartas —dijo, para luego quedar unos segundos en silencio—. Además, me había llamado con anterioridad.

—¿Te llamó?

—Sí… mientras yo estaba en la clínica de rehabilitación. Aunque usó un amplificador de voz. Aquel día no pude descifrar que se trataba de él. Lo hice después de ver lo de las marcas en los cadáveres.

—¿Por eso estabas en la morgue aquel día…? —le preguntó—. El día que te arresté. —Elle asintió.

—Estaba revisando las marcas en los cuerpos. Me di cuenta de que se trataban de domicilios. La marca en el cuerpo de Watari era el domicilio de Erin, y la marca en el cuerpo de Erin… era el domicilio del hotel donde yo me estaba hospedando. Ahí fue que me di cuenta que era Beyond, y que venía por mí. Me estaba buscando, y me encontró.

Light desvió la mirada. No podía creer todo lo que oía. Asimiló cada pieza en su cabeza y, ahora, todo encajaba a la perfección. Pestañó con cansancio. No esperó que pasara más tiempo. Era medianoche y todos los sucesos ocurridos durante el día, sumado al agotamiento extremo que le había causado el viaje de Londres a Kanto lo había desecho.

—Acompáñame —le ordenó Light. Si bien ya había comprobado que Elle no se trataba del homicida y eso lo exoneraba de todo cargo, Elle continuó obedeciéndole sin reprochar.

Salieron de la cárcel y se dirigieron hacia el automóvil de Light en completo silencio. Cuando subieron, Light le entregó a Elle su celular y el resto de cosas que le fueron quitadas cuando lo había apresado.

—¿Estoy en libertad? —preguntó Elle con inocencia, mirándolo a Light de reojo. Pero aquel no respondió. Después de un viaje de media hora en absoluto silencio e incertidumbre para Elle, llegaron a un edificio privado y bien cuidado. Light estacionó el coche en un aparcamiento debajo del lugar. Subieron los ascensores en compañía, pero en completo silencio hasta llegar a un departamento. Se trataba de un lugar grande, calefaccionado, lujoso y hermoso.

Se veía caro... ¡muy caro!

—Te quedarás aquí. Y tienes prohibido salir —ordenó Light mientras dejaba las llaves del auto sobre una mesa en el living.

—¿Qué? ¡Aguarda! ¿No deberías dejarme en libertad? ¡Ya comprobé que yo no soy culpable de nada!

—Es cierto, y como no presentas cargos en tu contra no puedo tenerte adentro de una celda, es ilegal... Pero eso no significa que estés en libertad. Si Beyond está buscándote, ahora mismo necesito tenerte cerca para poder atraparlo.

¡Oh, mierda!, pensó Elle comprendiéndolo todo; se pasó una mano por el cabello y más rápido que un rayo sintió un metal rodeándole una de sus muñecas.

—¡Maldición, Light! ¡No! —gritó al ver que lo conducía esposado a un cuarto—. ¡Me tienes que estar jodiendo! ¿De verdad vas a esposarme en una habitación de tu casa? ¿Qué carajos...?

—Es eso o perder la oportunidad de meter tras las rejas de una vez a Beyond —dijo pacíficamente. Entraron a un dormitorio grande, bonito e iluminado. Estaba calefaccionado y, por lo menos, no era como dormir en la cárcel. Había una cama grande apoyada contra la pared del fondo. Daba a un ventanal con la vista más espectacular de la ciudad de Tokio. Light hizo presión para que Elle se sentara sobre la cama. Elle estaba tan sorprendido de lo que estaba sucediendo que ni siquiera intentó oponerse. Light hizo un movimiento brusco y solo entonces reaccionó:

—Prometo que no me iré, por favor, no me esposes otra vez —le rogó, pero Light sonrió de lado.

—Ni lo intentes. Yo no creo en ti, me has mentido en cada oportunidad en el pasado. Los dos sabemos que eres el mejor en eso.

¡Mierda!, insultó otra vez para sus adentros. Light esposó su mano izquierda a la cama, y lentamente fue alejándose de su lado.

Cruzaron miradas cuando llegó a la puerta.

—¿En serio crees que esta es la mejor manera de atraer a Beyond?

Light desvió la mirada para luego volver a posarla sobre Elle.

—Creo que es lo más sensato que se me ha ocurrido hasta ahora. Me han pagado por haber resuelto el caso cuando te apresé. Necesito encontrar a Beyond cuanto antes, y tú vas a serme de mucha ayuda. Después de todo, él te está buscando a ti.

Elle rodó los ojos. Se trataba de Light, algo en su interior le impedía enojarse con él, pero esta vez creía que se estaba excediendo.

—¿Vas a alimentarme, aunque sea?

—¡Claro! Muerto no me sirves... —dijo, y se elevó de hombros.

—¿Y qué... voy a orinar en la alfombra?

Light sonrió de lado y cerró la puerta.

 


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