Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Familia Dumá (re-editado y re-subido) por Cat_GameO

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fanfic es el segundo en la saga de Imperimu que está publicada aquí en Amor-Yaoi.

Todos los peronajes son de mi autoría. La historia es original mía. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Esta historia tiene escenas sexuales leves, pero hay situaciones relacionadas al abuso de poder político así como violencia y asesinatos constantes. Es una historia no apta para menores de 15 años.

Para comprender un poco más el contexto que rodea a la saga de Imperium, es recomendable leer el Dragón del Este. Esta historia continúa con el objetivo de Imperium al mostrar un mundo corrupto y que es controlado por aquellos que ejercen poder político y monetario. Todos los lugares utilizados aquí son fantasía, pero están insipirados en la situación política de algunos países de nuestro mundo.

La historia está revisada y re-subida debido a que se perdió en mi cuenta pasada. Además, se hicieron algunas correcciones que ya no se pudieron hacer en la otra cuenta debido a que la perdí por completo.

Espero que lo disfruten.

Capítulo uno


La soledad


 


—Gunther ya no es un niño, así que puede ser parte de la reunión. No quiero escuchar reproches de nadie respecto a su presencia —la voz de mi padre resonó en toda la habitación. Él estaba sentado en la clásica silla café elegante detrás del escritorio de madera oscurecida y portaba la gabardina color caoba que iba con la imagen de jefe. En su mano derecha sostenía un puro y de vez en cuando fumaba. Sus ojos azules pasaban por cada uno de los subordinados como si esperara por alguna acción. Su boca, adornada por un bigote prominente de color castaño rubio, dibujaba una mueca sonriente. Continuó—: quiero el reporte entero de la última situación.


—En la frontera hay algunos retrasos por imprevistos causados debido al conflicto con los hombres de Vega, señor —dijo uno de los subordinados. Era Michael. El tipo tenía el cabello largo y brazos tatuados. Parecía como uno de esos drogadictos que podían matar sin una razón aparente. Vestía un chaleco negro y unos pantalones anchos. Era alto, fornido, de ojos color miel y cabello negro.


—Se relaciona directo con el robo de una parte de nuestra mercancía —agregó el que estaba a un lado de Michael. Éste era un sujeto rubio con la cara llena de cicatrices y con un atuendo en color verde militar. Su nombre era Kile—. Creemos que Vega ha sido ayudado por el Saltamontes Dorado.


Comprendía la situación, puesto que mi padre me permitía estudiar y conocer todo lo concerniente a la organización. Sabía que el Saltamontes Dorado era el apodo de un narcotraficante de la frontera del sur del territorio. Un sujeto que había llegado tiempo atrás al país debido a la guerra que había mantenido con otros traficantes de droga. Además, era enemigo directo de los asociados de nuestra organización: El Alquimista de Agua y el Dragón del Este; ambos del país Bow.


—En la frontera del norte, dos de nuestras embarcaciones fueron robadas en alta mar, así que ya hemos comenzado una investigación profunda y hemos agregado la información a nuestra base de datos, señor —la última en hablar fue Alice. Era una mujer con un rostro bello, de cabello rizado, pintado en tonos platinos y muy corto, de tez muy oscura y que siempre vestía con elegancia. Era la tercera de los líderes primarios de la organización y la única mujer que mi padre admiraba abiertamente.


—Por ahora dejen que roben lo que quieran —mi padre dijo con un tono tranquilo. Era una respuesta que ya había contemplado puesto que era su estilo—. Una vez conozcamos el juego de Vega y sus objetivos junto al Saltamontes, entonces actuaremos.


—Señor —repuso Michael—, es casi un treinta por ciento de la mercancía.


—Incluida Luna —revelo Kile sin dejar su mueca de extrema seriedad—, por lo que es muy obvio su objetivo.


—Como usted ordene, señor. —En la otra mano, Alice hizo una reverencia y aceptó las órdenes de mi padre. —Nos retiraremos por ahora.


—Bien dicho. Fuera de aquí —pidió mi padre sin cuidado al fumar con descaro.


Los dos subordinados hombres obedecieron con rostros levemente inconformes, mientras que Alice hizo un ademán de despedida para abandonar la oficina junto a los otros. Yo esperé un poco y contemplé a mi padre, luego dirigí el interés al señor Harrington. El señor Harrington era la mano derecha de mi padre. Él se encontraba parado junto al escritorio entre mi padre y la esquina que colindaba conmigo. Era un sujeto de rostro seco, de ojos azules claros, tez pálida y marcada por cicatrices. Era muy alto, fornido y guapo. Era el descendiente directo de los Harrington por lo que su puesto precedía al de su padre y abuelo.


—Louis, ¿qué piensas? —preguntó mi padre al aire para luego tomar los documentos y leer.


—Que ya le hemos permitido demasiado a la zorra de Eveline Franco y su pequeño bastardo Rhys Connor —opinó el señor Harrington con su voz fuerte.


—Sí, eso tiene que cambiar. El problema es cómo lo haremos.


—Padre —me atreví a hablar—, ¿por qué no humillarlos y mandarles un mensaje sádico y directo? El gobierno cree que tiene el control sobre nosotros, pero la realidad es que están tomando a la ligera a nuestro grupo. Podría ser algo sencillo iniciando por el peón de Rhys Connor: Aram Vega.


—Bien, bien, me agrada la idea. No esperaba menos de ti, Gunther. —Mi padre sonrió al contemplarme. Aquél acto me hizo pensar que sus actos no eran parte de su cariño sino de la satisfacción por mis palabras. —Louis, contacta con algunos matones a sueldo del mundo bajo. Quiero opciones. Gunther, retírate.


Me puse de pie, hice una ovación de respeto y caminé hacia la puerta. Ya estaba acostumbrado a que mi padre usara tratos fríos conmigo y conocía bien el motivo por el cual yo debía aprender sus modos. Algún día mi padre perecería y yo quedaría como el responsable de la organización. Era obvio que mi padre me veía como a un medio para continuar con el imperio de la familia Dumá.


 


*** 


 


Abrí la puerta y salí de la oficina. El pasillo me recibió y anduve con tranquilidad. La decoración del sitio lucía, mayormente, en tonos blancos, con muebles de trinchadores enanos repletos de figuras ornamentales que contrastaban con la alfombra roja del suelo entero. Pasé dos puertas y tomé la de la izquierda para llegar a una especie de sala de estudio. Me acerqué a los estantes y busqué algo para leer.


Cuando encontré un libro interesante, me senté en el sofá rojo junto a la chimenea eléctrica y acomodé mi cuerpo. Mi mente todavía estaba llena de los últimos acontecimientos, puesto que era consciente del riesgo que mi padre tomaba en cada decisión que hacía. La organización tenía casi siete siglos de existencia y, con el transcurso de los años, había variado la mercancía que se traficaba.


Nuestra familia descendía de los piratas del siglo XIII y XIV; de esos mercantes deshonestos que habían encontrado una forma de negocio en el tráfico ilegal del té. Aquella bebida había sido valuada, en el pasado, como un tesoro por el viejo Continente del Norte. Los primeros Dumá habían creado lazos en las ciudades costeras de Biannko y Nogami, en el Estado de Biannko, para así crecer y consolidarse como los traficantes de té más grandes del país. Por supuesto, los gobiernos del siglo XV cambiaron las reglas al legalizar el té y lo convirtieron en una bebida accesible para todo público al retirar los impuestos exagerados sobre ésta.


Uno creería que la piratería desaparecería ante tal movimiento por parte de los grandes gobiernos, pero no fue así. Ágata Dumá, la primera líder mujer de nuestra familia, hizo una jugada maestra al crear una compañía pesquera y traficar de manera ilegal el alcohol. Los licores suaves se convirtieron en las riquezas de nuestros ancestros. Ellos se dedicaron a la venta y transacciones de dichas mercancías entre el Continente del Norte y nuestro país; Cadenas.


Por muchos años la familia Dumá se consolidó como un grupo respetado y apoyado por el gobierno. Nosotros tuvimos muchas ventajas durante un tiempo prolongado, pues con los dos negocios, el tráfico y la pesca, el país se beneficiaba. Sin embargo, cuando ocurrió la Guerra Civil de Cadenas, y el gobierno fue derrocado, nuestra familia perdió muchas ventajas y la competencia con grupos nuevos inició. Además, la Segunda Gran Guerra de las Naciones Mayores tampoco ayudó mucho y dejó en mal estado al vendedor primario del mundo; el Continente del Norte. Por desgracia, la familia Dumá estuvo a punto de desaparecer y fue por esto que tuvimos que cambiar el rubro por unos años.


A finales del siglo XVIII e inicios del XIX, la familia Dumá fue la segunda potencia más grande inversora de la nación y con ello la economía local de Cadenas comenzó a crecer nuevamente. Por casi un siglo y medio no hubo problemas, hasta que ocurrió la mayor traición que marcaría el nuevo rumbo y a las generaciones de la cual mi padre descendía. La familia Dumá fue despojada de su poder, de su capital e influencia, de su herencia y del control que ejercía en casi todo el territorio del país. Los únicos dos puertos importantes que quedaron en nuestro control absoluto fueron las Delegaciones de Biannko y Nogami. Con la caída de la familia, el gobierno optó por ayudar a nuevos negociantes emergentes y dividir el control entre sus allegados y pequeños líderes. Por casi dos generaciones sufrimos una batalla que dejó en claro algo: jamás confiaremos en nadie.


Mi bisabuelo inició una nueva oleada y orden en la familia: el tráfico de drogas experimentales y la reactivación de la industria pesquera como la excusa para la compra de armas de guerra y de destrucción masiva. Los tratados con el gobierno aún están vigentes, pero ya no nos permiten actuar con las mismas libertades ni mucho menos recuperar la influencia que tuvimos en el resto del país.


Aceptaba las actitudes de mi padre y las enseñanzas que me daba, ya que eran parte de la historia familiar. Por esto mismo yo tenía que actuar como mi padre lo pedía, hablar sólo cuando fuera necesario y esconder todo aquello que repercutiera a la familia. Sin embargo, era difícil. Muy complicado, de hecho. Porque eso significaba que yo debía negar una parte de mi persona y vivir en las sombras.


 


 ***


 


Abandoné la lectura, dejé el libro en la mesita que tenía una lámpara y que estaba junto al sofá. Decidí vagar un rato por los jardines. La casona era tan grande que antes podía perderme con facilidad, aunque a estas alturas ya conocía la mayoría de las habitaciones. Así que pasé por el pasillo que tenía espadas ornamentales, estanterías enanas con figuras de adorno y un alfombrado café como el papel tapiz de madera.


Sin embargo, antes de llegar a mi destino, encontré a Stephan; el hijo del señor Harrington. Stephan era alto, unos tres o cuatro centímetros más que yo, su estructura era delgada y atlética, como yo, pero él tenía los músculos un poco más trabajados que yo. Su cabello era negro, un poco largo y despeinado, y sus ojos eran de un tono azul claro como el cielo. Yo tenía el cabello rubio castaño y corto y los ojos azules oscuros. El parecido con mi padre era notorio, a excepción de que mi padre era gordo y tenía un bigote pronunciado. Stephan tenía la tez blanca pero bronceada, y yo era pálido.


—Hey, Gunther, ¿qué tal? —Stephan me saludó. Se había detenido en la puerta de cristal que dirigía hacia el jardín. Él venía del exterior y pude notar que traía su ropa deportiva. Usaba una pantalonera negra y estilizada, una playera blanca tipo tanque y su toalla para el sudor.


Yo sonreí y aparté la mirada de él a toda prisa. Aunque Stephan era casi dos años mayor que yo, había algo en él que me parecía lindo. Quizás no debía usar este adjetivo para describirlo, puesto que era un varón como yo, pero no podía evitarlo. Este muchacho se había convertido en una especie de figura perfecta para mis fantasías y yo era incapaz de continuar e ignorar aquél hecho. De la amistad agradable e infantil que habíamos compartido, nuestra relación crecía distante, ya que yo había procurado que así fuera. De lo contrario, llegaría un momento en el cual mis impulsos y deseos me controlarían y me harían actuar de manera incorrecta frente a él.


Me moví a la izquierda para dejar la pasada libre, pero Stephan se colocó frente a mí.


—¿Terminaste la junta con tu padre? —insistió Stephan—. Oye, Gunther, ¿estás ocupado?


Negué con la cabeza sin mirarlo directamente.


—¿Quieres practicar un poco conmigo? Hace tiempo que no hacemos nada juntos.


Si aceptaba su invitación, no podría resistirme. Así que debía decir que no. Sin embargo, deseaba escuchar su voz, tocar su piel marcada por el sol, sentir su mirada, rozar con mis manos su rostro y …suspiré. “Soy un Dumá”, me repetí una y otra vez como un mantra. “Soy un Dumá”, así que tenía que actuar de manera correcta. Tenía que calmar a los impulsos y deseos que podrían poner en riesgo a la organización y mi posición como futuro líder.


—Lo… lamento —mi voz salió con seriedad—, tengo algo que hacer en unos minutos más —usé una excusa incompleta al recordar que tendría que regresar a la oficina de mi padre en menos de una hora.


—Ah… ya veo… —Stephan suspiró con fuerza. Luego cruzó los brazos. —¿Qué tal más tarde? Podemos jugar ajedrez o usar el telescopio de tu padre para ver las estrellas. Hoy anunciaron un cielo despejado antes de la media noche.


Seguir negando sus invitaciones le haría creer que ya no tenía interés en nuestra amistad. Además era el hijo del señor Harrington, por lo que si mostraba una relación decadente con él, mi padre me interrogaría. Así como yo, la familia de Stephan debía heredar el puesto dentro de la organización. Y que el líder y el segundo al mando compartieran un buen vínculo era imperativo.


—Está bien —repliqué—, más tarde.


—Bien. Nos vemos más tarde, Gunther.


Stephan se alejó por los pasillos y yo me quedé pasmado. Mi cuerpo no se movió por unos minutos, hasta que alcé el rostro y contemplé el jardín. Lo mejor era no darle muchas vueltas al asunto, por lo que, al final, salí.


 


 ***


 


La brisa era fresca y penetraba a través de la sudadera floja y ligera que portaba. Me dirigí hasta un camino de piedras que conducía por los rosales y flores de temporada. Caminé con calma y lo único en lo que pude pensar fue en Stephan. ¿En qué momento había sucedido el cambio? Un día, durante uno de nuestros entrenamientos de combate, al término, habíamos jugado un poco y habíamos reído y disfrutado como pubescentes sin preocupaciones. Recuerdo que habíamos quedado a una distancia próxima, tumbados en el pasto y con un interés en el cielo lleno de nubes. Después, Stephan se había movido y había tocado mi brazo para llamar la atención. Creo que había deseado mostrarme algo en las nubes… pero yo en lo único que pude pensar fue en su tacto. Me había envuelto una especie de energía caliente que había conquistado mi cabeza, mi estómago, mi ingle y mi boca. Había deseado besar a Stephan, luego tocar su cuerpo y acariciar todo su ser. Y, en ese instante, había descubierto que sentía algo por él. A pesar de que había tenido dudas durante la infancia, acepté y confirmé que sólo siento atracción sexual por los hombres.


Al detener los pasos cerca de la fuente del jardín, agaché la cabeza y encontré mi reflejo en el agua. No me consideraba un tipo muy agraciado y mi rostro serio daba una imagen fría a mi persona. Muy probablemente para mi padre esa era una excelente señal. Para mí no. A raíz de que había descubierto mi sexualidad, había dejado de sonreír y mostrar aquella alegría que alguna vez había sido parte de mi esencia como niño. Había sido un detonante negativo por todo lo que mi padre me había inculcado.


Yo tenía la responsabilidad de un líder, de toda la familia Dumá, de los negocios que salvarían a nuestra economía y que acabarían con los traidores del gobierno. No podía arriesgar toda la historia de mis antecesores por algo que traería la destrucción a nuestro grupo, así que aquella parte de mi ser, todo lo referente a mi sexualidad, debía permanecer oculto.


—Joven Dumá —la voz de una persona me asustó. Pero no hice ningún movimiento—. Su padre lo está esperando de vuelta en la oficina. Es importante que vaya de inmediato —expuso el hombre de la escolta defensiva que rondaba la mansión. Lucía su camisa y pantalón de mezclilla elegantes. Sabía que su nombre era Erick y lo reconocía por los tatuajes en la cabeza calva.


—Gracias —repliqué con un tono distante al levantar el rostro.


 


 ***


 


Entré a la mansión. Iba con un poco de rapidez, ya que suponía que mi padre no toleraría ni un minuto de espera.


Cuando arribé a la oficina de mi padre, lo encontré sólo a él. El señor Harrington ya no estaba presente. Mi padre contemplaba unos documentos en el escritorio y yo aguardé.


—Ven—pidió mi padre con un tono serio.


Me acerqué al escritorio y encontré algunas carpetas con los nombres de funcionarios del gobierno, dueños de compañías y otros traficantes de mercancías ilegales. Mi padre me ofreció un documento en específico. Lo tomé y leí. Era una copia de un correo electrónico dirigido a Aram Vega. En éste había información de una red de pedofilia y trata de menores. Así mismo, se hablaba de un nuevo negocio con un narcótico experimental que tenía una sobre-demanda en una de las Delegaciones de Woods; específicamente en la capital Gold.


—Quiero tu opinión —ordenó mi padre.


Bajé la hoja y miré a mi padre. Desde hacia cuatro años yo tenía voz y voto respecto a las decisiones de mi padre. Aunque siempre pedía mi opinión, había notado que ambos pensábamos muy parecido.


—Matarlos no hará que solucionemos el problema en la frontera. Seguirán robando Luna —aseguré con un tono seco.


—Exactamente. Lo mismo pienso yo. El problema seguirá siendo igual aunque Aram Vega caiga. Necesitamos algo más. ¿Pero qué nos hace falta, Gunther?


Mi padre solía hacer este tipo de pruebas para ver si yo era capaz de tomar decisiones tan arriesgadas y oscuras como él. Anteriormente, había odiado sus preguntas retóricas porque me causaban pánico y miedo. Ahora ya no era así. Ahora eran como formas de continuar una conversación con mi padre, incluso si parecía una conversación vacía.


—Demostrarle al gobierno que no pueden jugar con nosotros y que sean conscientes de nuestra autoridad y poder. Destruyamos Luna, toda la mercancía robada, para hacerles ver que nuestros límites van más allá que una droga, que un acuerdo con el Alquimista y con cualquiera que esté en asociación con los Dumá.


Mi padre soltó una carcajada dura y tranquila. Se recargó en el respaldo de la silla, puso los codos en los brazos de la misma y entrelazó las manos. Su mirada profunda se enfocó al frente y reconocí que estaba satisfecho con la respuesta.


—Al hacerlo, nuestro asociado estará en desacuerdo, ¿no lo crees?


—Es un riesgo que puede superarse. Y si el Alquimista es inteligente, encontrará la manera de aumentar la producción y duplicar las ganancias.


—Será difícil. La droga que tienen los enemigos ni siquiera llegó hasta acá porque fue robada en la frontera y no se ha pagado la segunda mitad.


—Una pérdida que puede transformarse en una inversión y protección a futuro.


—¿De verdad crees que será tan fácil convencer a Connor?


—No —rebatí con serenidad. A pesar de que sentía excitación y la sangre hervir en la boca del estómago, no me exalté. Estaba seguro de que mi padre deseaba una resolución por mi cuenta. Continué—: no será fácil. El problema en la frontera no acabará y él tendrá que analizar con nosotros dicho detalle. Nuestra oportunidad para provocar al gobierno y sus títeres es ésta. Y el Alquimista tendrá que pelear como nosotros. Pero al dar la información correcta y controlada, le haríamos ver que la escasez de Luna provocaría una inflación y esto triplicaría el valor en el mercado alto. Para convencerlo, entonces, tendríamos que ofrecerle la parte de la ganancia del producto que yace en nuestros almacenes. No habría una pérdida monetaria real, ya que el alza de precios lo compensará. Es, por lo tanto, la mejor jugada.


—Si todo el panorama fuera tan perfecto, entonces esta sería la resolución indicada.


—No —contradije a mi padre—, no sería en un panorama perfecto. Porque en la respuesta he considerado que la ASC abrirá un canal de persecución y nos atacarían con todo. Pero la organización está lista para resistir sus amenazas y provocaciones.


—¿Lista? —mi padre cuestionó al mirarme con sus ojos azules cargados de algo vacío y místico.


—Sí. Dijiste que el pacto con el Dragón del Este tiene una nueva disposición para el nuevo negocio y has adquirido a tres nuevas armas experimentales de la transacción con el Doctor Harriet y el Doctor Cal.


—Detalles, detalles y más detalles. ¿No temes que una guerra se desate?


—Hemos estado en guerra desde hace tiempo, padre.


—Excelente. Has mejorado mucho, Gunther, y ahora estás más que listo para iniciar transacciones por tu cuenta. En una semana estarán aquí el Alquimista y el Dragón y tendrás que participar en la reunión. Por ahora, puedes irte.


Acepté las palabras de mi padre, hice una ovación de respeto y caminé hasta la puerta. Sin embargo, la voz de mi padre resonó.


—Por cierto, Gunther, pasado mañana es el cumpleaños del hijo de los Harrington. El muchacho va a organizar algo pequeño y su padre pidió que asistieras. Cumplirá diecinueve años. Quiero que mandes traer un buen presente.


No había motivo para que mi padre recordara algo así. Entonces, entendí que para él era necesario que yo mostrara algún interés en la amistad que tenía con Stephan. Asentí con la cabeza al mirar a mi padre y salí de la oficina.


 


 ***


 


Esta vez no tomé el pasillo de la derecha, me fui al frente de la oficina y subí unas escaleras. El corredor del segundo piso tenía unas mesas con jarrones de tallados hermosos, había cuadros de paisajes en la pared y la luz no iluminaba mucho. Detuve el paso en una puerta de doble hoja elegante, la abrí y entré.


Era la sala de armaduras, estatuas, pinturas de colección y otro tipo de piezas de arte que mi familia coleccionaba. Era una de las habitaciones sin alfombra y de un tono blanco perfecto para que todos los detalles de las obras relucieran. Además, casi siempre estaba sola y yo podía rondar con plena tranquilidad por el sitio. Me gustaba ir desde las armas que habían sido parte de los primeros piratas de los Dumá, luego contemplar las pinturas originales de algunos paisajes, barcos, ancestros, entre otras cosas. Claro, al llegar a las figuras como esculturas artísticas, sentía una opresión en mi pecho. De algún modo sabía que mi padre hablaría del matrimonio pronto, pues ahora yo tenía diecisiete años y jamás había mencionado el nombre de una mujer de interés en nuestras pocas charlas que habíamos tenido fuera de la oficina.


Con rapidez, di unos pasos rumbo a la pared y me senté en el suelo. Tal vez mi vida siempre sería así: enfocada en la organización y sin capacidad para disfrutar algo como el amor real.


Respiré con profundidad y acallé a mis pensamientos. Ya me había acostumbrado a la soledad, a los tratos de mi padre, a las libertades un tanto limitadas. Desde que había convivido con otros chicos en las escuelas privadas donde había estudiado, había descubierto muchas formas de vida tales como los festejos, las aventuras románticas y otros actos de rebeldía de muchachos sin una responsabilidad como la mía. También, a partir de estas comparaciones, había comenzado a dudar de mi padre. Nunca había escuchado palabras de cariño, de aceptación, ni mucho menos una frase externa a sus complacencias por mis habilidades como líder. Y, por si no era suficiente, jamás había escuchado nada referente a mi madre. Tenía prohibido hablar de ella porque creía que de lo contrario mi padre me desheredaría.


Cerré los ojos y enfoqué los juicios en los problemas de la organización. No podía… mejor dicho: no debía malgastar el tiempo en cosas que no servían de nada.


Sin previo aviso, la puerta se escuchó y unos pasos se acercaron hasta mí. Abrí los ojos y encontré a Stephan.


—Aquí estás —dijo él con una sonrisa en el rostro. Ya se había duchado y cambiado, pues notaba su cabello humedecido. Portaba una chamarra estilizada, unos pantalones de mezclilla, una playera negra básica y unas botas militarizadas. Se sentó junto a mí y prosiguió—: oye, ¿puedo hacerte una pregunta respecto a nosotros?


No lo miré. Aunque él mantuviera la cabeza volteada hacia mí, no me atrevía a sostener su mirada.


—He notado que desde un tiempo para acá me evades. Dime, Gunther, ¿hice algo que te molestara?


Pensé por unos minutos mis respuestas. Todas las posibilidades que tenía y las consecuencias de las mismas pasaban por mi mente. No iba a mentir, ya que eso iba en contra de nuestra ética como la familia Dumá, así que opté por una explicación confusa.


—A veces es mejor vivir en la ilusión —dije con sequedad.


—¿La ilusión?, ¿por qué? La ilusión no tiene nada porque es una idea vacía. No se puede percibir algo de ella.


—Pero puedes hacer cosas que en la realidad no. Cosas que no tendrán consecuencias ni que terminarán con todo lo que has preservado.


—Eso es cobardía —renegó Stephan al mover su cabeza al frente—. Vivir de las ilusiones es vivir como los cobardes. Nunca haces nada y generas una incapacidad para aceptar la realidad. Pienso que deberías dejar de vivir en las ilusiones, Gunther.


—¿De verdad? —dudé con calma al mirar su perfil.


—Eres nuestro líder y creo que deberías afrontar la realidad. Si esa ilusión que tienes proviene de un deseo, ¿por qué no llevarlo a la realidad?


Stephan me contempló y mostró su rostro agraciado con una sonrisa muy agradable.


—No deberías temerle a la realidad —agregó Stephan—, no deberías temerle a las ilusiones tampoco. Las cosas se encaran con energía, con fuerza… de frente. Además, no estarías solo. Para eso estamos tus subordinados, para afrontar las consecuencias juntos.


Retiré la mirada y suspiré. No estaba enojado, pero percibía una cierta provocación por parte de Stephan. ¿Buscaba que yo mostrara algún tipo de acción? Estaba acostumbrado a escuchar comentarios respecto a mi persona. Algunos de los líderes decían que yo era en exceso serio… casi como si careciera de carácter. No tengo idea de que así fuera pues no estaba interesado en lo que ellos pensaran sobre mí. Sin embargo, Stephan era quien hacía un comentario respecto a mis actitudes.


—¿No vas a decirme nada? —insistió Stephan—, ¿realmente te vas a quedar así… en la ilusión? Vamos, Gunther, no eres un cobarde, ¿o sí?


Volví a respirar de manera profunda. Ahora me moví un poco en dirección a él, sujeté su rostro entre mis manos y besé sus labios con suavidad y calma. Por unos segundos Stephan no se movió, luego empujó mi cuerpo y se alejó. Sus ojos estaban abiertos en forma de sorpresa y con la mano cubría su boca.


—¿Qué? —dijo al retirar la mano de su rostro—, ¿qué mierda fue eso?


Me puse de pie y caminé en torno a una escultura con forma de remolino bizarro. Observé a mi amigo incorporarse.


—Ahora la ilusión se transformó en la realidad y me arrojó la respuesta que ya conocía. Sin embargo, en la ilusión podía pretender que la repuesta sería diferente —afirmé con una voz seria.


Stephan no dijo nada. Agachó la mirada y avanzó rumbo a la salida para abandonar la habitación. Yo me quedé en soledad otra vez. No había esperado nada, absolutamente nada positivo de mis actos, y del mismo modo sentía que mi pecho era presionado por algo y que mis ojos concentraban lágrimas. ¿Por qué? Si había sabido desde un inicio que mi oportunidad con Stephan no existía, ¿por qué dolía? Tantas veces había instruido a mi cuerpo a no reaccionar, asegurado en mis pensamientos que sería rechazado… pero dolía.


De pronto, una lágrima cayó por mi mejilla y me auto-critiqué. No debía mostrar dolor porque no debía sorprenderme por las reacciones de Stephan… Y, del mismo modo, lloré. Cerré los ojos y sollocé en silencio.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).