Kazuo dio un gran mordisco a su manzana verde mientras el sol de la tarde atravesaba las ventanas del salón de clases y daba un aura tranquila en su alrededor. Su mente divagaba constantemente pero, aun así, prestaba atención a la conversación que se llevaba a cabo justo a su lado.
-¿Debería cortarme el cabello? Siempre he pensado que me vería mejor con el cabello corto – Expresó una chica de cabellera negra con una sonrisa en el rostro.
-Eh – Respondió otra con un aire de carisma – Tienes razón, se te vería bien.
Kazuo miró de reojo al grupo de adolescentes sonrientes que sujetaban su cabello con apariencia delicada. Alejó la manzana de sus labios y dirigió su mirada hacia ellas.
-Como sea – Les mostró una sonrisa abierta – Igual te verás hermosa.
Sin esperar una respuesta, bajó de la butaca y caminó hacia la puerta del salón de clases.
Va siendo hora de que se encamine.
Caminó por los pasillos solitarios del tercer piso con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta blanca. El cabello negro picaba un poco sus ojos color miel.
-¡Kazuo sama!
Se detuvo, luego se giró un poco y descubrió que una chica de segundo con cabello castaño claro corría hacia ella. Sostenía un maletín entre sus manos.
Se paró delante de Kazuo con una extraña expresión.
¿Por qué las chicas hacen eso cuando lo miran? Qué extraño...
-Me preguntaba, Kazuo sama, si podíamos caminar juntos a casa... si no es mucha molestia – Agregó, ante su desconcierto inicial – Somos vecinos.
-¿Ah, sí? – Se le salió. La chica agachó la mirada y sus mejillas se sonrojaron.
-Si – Murmuró, avergonzada.
-Está bien – Se dio media vuelta, relajándose – Llámame Kazuo – Fue amable y su compañera sonrió, contenta, al tiempo que retomaban la marcha. Guardaron silencio por varios segundos hasta que salieron del edificio; lo único que escuchó Kazuo durante ese tiempo fueron sus botas sobre el suelo y las zapatillas de Mako.
Una fría brisa revolvió sus cabellos.
- ¡Vaya! Se ha hecho de noche – Mako chan parecía sorprendida.
En la puerta principal del edificio, Kazuo miró a otro lado.
-Siempre llegas antes del anochecer a casa – Mako hizo una sutil exclamación de desconcierto. Kazuo esperó un momento antes de continuar andando.
Ella río, feliz.
- ¡Tienes razón! – Corrió hacia Kazuo, poniéndose a la par – ¿Sabes? – Su voz mostró más confianza – Solíamos hablar cuando niños hasta que un día tu familia se mudó. Me preguntaba en dónde viviste – Terminó la oración en un susurro.
Kazuo la miró de reojo y sopesó su respuesta con seriedad.
-Mi padre es americano – Fue su respuesta. En teoría, si lo es.
-Ah, ¿vivías en América? – Kazuo soltó una exclamación de afirmación con la mirada fija en el pavimento – Debió de haber sido una aventura emocionante, aunque no he visto a tu padre – Kazuo no comentó nada.
Justo en ese momento cruzaron delante de un parque de niños frente a un edificio de departamentos. Los faroles iluminaban el campo de arena y se veía que estaba vacío, sin embargo...
Kazuo escuchó los pasos de un grupo de personas antes de ver a tres chicos salir de entre los arbustos. Se detuvo casi en seco y esperó para ver sus rostros entre las sombras.
La expresión de Mako fue la acertada, aunque no eran más que unos abusivos comunes y corrientes de segundo de otra escuela.
- ¡Kazuo, vámonos! – Chilló, alterada. Kazuo se sorprendió cuando Mako lo sujetó de la manga de la chaqueta, pero mantuvo su posición.
-Hey, hey, hey, amiguito – Dijo el chico más alto con una sonrisa burlona en los labios – Hazle caso a tu chica.
¿Mi chica...?
Cierto. Mako no sabe defenderse.
Kazuo miró con profundidad a los tres muchachos que la habían encarado y, con las manos en sus bolsillos, les dijo:
-Da media vuelta, bazofia – Fue una amenaza.
Debió ser la seriedad de su voz, pero funcionó: la mirada del primer chico se transformó en asombró.
-Aki – Susurró el segundo, tirando de su hombro con bastante nerviosismo – Él es de la Toman.
A Kazuo se le cortó la respiración.
¡Pero que estúpido...!
El tal Aki se hecho hacia atrás y, sin decir nada más, los tres se dieron media vuelta y se alejaron, mirando de vez en cuando por sus hombros.
Kazuo cerró los ojos un momento.
-¿Se...fueron? – La voz de Mako lo sacó de sus pensamientos.
Mako...
T/N dirigió una mirada cálida hacia su compañera.
-Qué extraño, ¿Verdad? – Le sonrió antes de volver su mirada y descubrir que no la había convencido del todo. Aun así, puso un paso frente del otro y marcharon, con Mako un poco retrasada.
Debieron pasar varios minutos en silencio.
-Esto... - Susurró Mako, nerviosa – Kazuo kun...
- ¿Sí? – Cuando Mako contuvo el aliento, Kazuo se frenó.
- ¡Kazuo kun!, ¿Acaso tú...? Ellos... ellos mencionaron la Toman y dieron media vuelta – Sus palabras parecían atropellarse entre sí – Kazuo kun, ¿estás relacionado con...?
-Cierra la boca – Sus palabras fueron rudas y su mirada también. Decidió relajar su expresión ante la impresión en el rostro de Mako, ¿Qué estaba pensando? – No puedes andar diciendo eso como así – Se explicó.
- ¡Yo entiendo, Kazuo kun! – La falda de su uniforme ondeó ligeramente al compás del viento y Kazuo descubrió que las mejillas de Mako estaban sonrosadas – No se lo diré a nadie.
Kazuo la miró con sorpresa.
Mako... ¿Es una persona de fiar?
Recordó a la pequeña Mako que se paraba en el pórtico de la casa del frente y salía a saludarlo todas las mañanas antes de asistir a la escuela, mientras esperaba que su madre le entregara el almuerzo.
-Ahora, muchas cosas tienen sentido – Susurró ella y Kazuo sospechó que hablaba consigo misma – Faltas a la escuela y muchas veces llegas tarde... así que entonces es cierto – Lo miró, cambiando su actitud – Eres un pandillero y no solo eso. Existen muchas pandillas por aquí, pero la Toman....
- ¿Qué tanto has estado pendiente de mí? – Mako se confundió por la pregunta, que claramente no esperaba.
- ¿Eh?
-Lo que escuchaste. Responde – Demandó, poniéndose firme nuevamente.
-Yo no...yo... ¡No es con esa intención, Kazuo kun! – Dio un paso al frente, acercándose – Las chicas...
-Ah, no importa – Kazuo se volvió hacia la calle y continuó andando.
Unos segundos después, le confesó algo.
-Mi hermano no lo sabe – Susurró, mirando el cielo un momento. Mako asintió y Kazuo la vio tan convencida que decidió confiar en ella por ahora, así que se relajó. Cruzó ambas manos detrás de su cabeza.
- ¿Sabes? Eres un chico muy lindo, sin mencionar que es el más popular de nuestra escuela – Kazuo la miró un segundo y sonrió.
-No es verdad – Río bajo – Me confundes con mi hermano.
-Seiji es atractivo, pero carece del tacto que tienes... tienes un aire diferente.
- ¿Mmm?
-Si, tú sabes hablar con las mujeres con naturalidad, lo que en si es raro – Le sonrió – Los chicos de mi clase son unos idiotas.
Kazuo no dijo nada, pero mantuvo su sonrisa.
Poco después se detuvieron en la esquina de la casa de Mako chan. Las luces del pórtico estaban encendidas, por lo que su madre debía de estarla esperando. Mako se adelantó y quedaron de frente.
Kuzuo bajó los brazos y se puso serio otra vez.
-Muchas gracias por traerme a casa, Kazuo kun – Estuvo a punto de inclinarse, pero lo pensó mejor. Sostuvo con fuerza su maletín antes de pasarlo a una sola mano y cortar el espacio que quedaba entre ellos – Me defendiste de esos matones y ni siquiera dudaste.
Kazuo se quedó quieto e, impresionado, observó cómo el rostro de Mako, cuyos ojos castaños se habían cerrado previamente, se acercaba al suyo. Se quedó quieto y permitió que ambos pares de labios se tocaran.
Fue solo un momento y fue un beso casto. Sin duda sus labios son suaves y tienen un ligero sabor a cereza.... Pero eso fue todo. Kazuo no sintió nada.
Mako se retiró, dio un paso atrás, se inclinó, volvió a agradecerle con el rostro enrojecido y corrió hacia el interior de su patio.
Pudo escuchar cómo la puerta se azotaba detrás de ella.
Kazuo permaneció en ese lugar, ligeramente sorprendido y desconcertado, antes de darse cuenta de dónde estaba y cruzar la calle para después meterse en su propia casa, justo en frente de la de Mako.
Se quitó los zapatos y se deshizo de la chaqueta.
-Misako, llegaste – Le dio la bienvenida su madre una vez que cruzó el vestíbulo.
-Te he dicho que me llames Kazuo, no Misako – Le reprochó con fastidio, pero ella le devolvió una sonrisa.
-La cena está lista.
Kazuo se sentó a la mesa, arrodillado en el cojín, donde su hermano Seiji ya se encontraba comiendo.
- ¿Kazuo? – Lo miró - ¿Por qué llegaste tarde hoy?
-Tenía cosas que hacer – Le respondió al tiempo que comenzaba a comer.
Su hermano tenía cabello oscuro y piel blanco, cubierta de tatuajes debajo de su camisa azul marino. Además, llevaba un anillo como arete y un piercing sobre la esquina del labio superior, de modo que una cadena cruzaba su mejilla y terminaba en el anillo.
Kazuo solo se había teñido un mechón de cabello plateado y tenía un gran tatuaje de calavera sobre su pectoral derecho, un secreto que ni su hermano sabía... aunque no era el único.
Disfrutaron sus alimentos en silencio.
Seiji terminó antes y soltó un largo suspiró mientras estiraba su espalda.
-Rayos – Expresó, frustrado – Ahora que eres oficialmente mi "hermano" y no mi hermana, deberíamos salir juntos y hacer cosas de hombres – Hizo una pausa - Voy a salir esta noche a un club con unos amigos – Kazuo miró sobre su hombro y descubrió que su madre no estaba a la vista.
-Es considerado de tu parte, pero siempre es sido varón – Le dijo terminando sus fideos - Tengo pene.
-Es conveniente que no lo hayas decidido en América.
Se miraron. Luego, Kazuo suspiró.
-No vamos a iniciar una pelea – Sonó bastante maduro.
Seiji y él son mellizos y nunca han sido muy cercanos, pero tampoco son extraños. Su relación se basaba en el darle suficiente espacio al otro y solo entablar conversaciones triviales durante las comidas.
-Uh, como sea – Se rindió – Pero quiero preguntarte algo.
- ¿Mmm?
-He visto que Mako se te queda mirando contantemente durante el almuerzo.
- ¿Qué es lo que quieres saber? – Seiji lo miró por largos segundos en esa postura apoyado sobre sus palmas contra el suelo, la espalda inclinada.
-Sabes que Mako es de las chicas más populares del instituto – Le informó con seriedad – Creo que me gusta, voy a... ¿A dónde vas?
Kazuo se había puesto en pie.
-Te veo en el patio en una hora – Fue todo lo que dijo antes de subir a su habitación.
Se dio una ducha y se secó el cabello con una toalla antes de mirar por la ventana hacia la calle. La luz de recámara de Mako se apagó en ese instante y Kazuo se preguntó si estuvo husmeando todo ese tiempo.
Mako... ese beso...
Se puso la camisa, apagó la luz del cuarto y bajó las escaleras hacia el patio, donde Seiji lo esperaba junto a su motocicleta, una Kawasaki con líneas verdes que nuestro padre le regaló en su último cumpleaños.
Al verlo, Seiji montó la moto, la encendió y esperó a que Kazuo tomara su lugar detrás de él antes de arrancar.
El viento golpeó su rostro, alborotando su cabello oscuro y abriendo su camisa.
-Tienes razón – Seiji río – Nunca me pareciste una mujer.
En vista de que no abandonó su risa, Kazuo lo insultó.
-Idiota – Pero lo hizo reír más.
Seiji sabía manejar bien la moto; se movía ágilmente entre los autos de la autopista dejándolos atrás hasta que entraron en la zona central de la ciudad y Seiji disminuyó la velocidad.
- ¿Qué clase de club es? – Le preguntó mientras ingresaba en un callejón.
-Descuida, vengo aquí con mis amigos.
Apagó la Kawasaki junto a una puerta de metal, al fondo del callejón. En cuanto Kazuo bajó, la puerta se abrió y un chico saludó robusto a su hermano.
-Seiji, viniste – Parecía estarlo esperando – Y trajiste a alguien.
A diferencia de él, los hermanos tenían una complexión más que nada, delgada, pero por alguna razón, eran atractivos para las mujeres.
-Él es mi hermano, Kazuo – Kazuo se dio cuenta de que su hermano lo trababa como un "él" – Kazuo, él es Hamada.
Kazuo siguió a Seiji al interior.
Desde que nació, fue criado como una mujer, la prueba estaba en que le pusieron nombre de chica, y solo por una razón.
- ¿Él es tu mellizo?, ¿Quién es el mayor? – Preguntó Hamada con una sonrisa de la que no pudo confiar. La cicatriz que atravesaba su robusta nariz se estiró.
-Definitivamente yo – Seiji le rodeó los hombros y Kazuo evitó rodear los ojos mientras cruzaban la puerta hacia un corredor.
Si, claro...
Pero se detuvo porque Hamada lo paró con una mano.
Se miraron y Kazuo sintió la tensión inicial a una pelea, hasta que...
-Ese tatuaje – Señaló con la mandíbula y Kazuo miró hacia abajo – Está genial – Le dijo. Seiji contuvo la respiración.
-Kazuo
El tatuaje... el viento había abierto su camisa y dejado al descubierto el tatuaje. Pero Seiji se recuperó, soltó una carcajada y palmó su hombro.
-Si está genial – Coincidió.
Caminaron por ese pasillo angosto de paredes negras que se abría delante de ellos. Hamada los guiaba hacia el centro de lo que parecía ser una fiesta.
- ¿Cuándo te hiciste eso? – Le susurró su hermano, a su lado.
-Hace tres meses.
- ¿Mamá lo sabe? – Susurró más bajo.
-Ni de coña – Seiji río.
-Me alegra haberte traído – Le confesó – Esta noche contará como nuestra primera aventura de hermanos.
Lo miró con desconcierto, pero Hamada los interrumpió.
-Seiji, alguien ha venido a verte – Lo miró tras su hombro – Kisaki, Tetta.
Kazuo notó que el semblante de su hermano se había puesto sereno. Sin embargo, no podía ocultarle a Kazuo que se preocupaba por algo.
Kisaki Tetta...Kazuo había escuchado ya ese nombre en algún lado.
-Llévalo a mi zona, Hamana – Si Kazuo no se equivocaba, aquello no fue una mera petición, sino una orden. Permaneció en silencio mientras se abrían camino hacia un espacio abierto cuya pista de baile cambiaba de colores.
La música de fondo, las luces moradas que se combinaban con las sombras, las mesas de color negro y los sillones de cuero le daban un ambiente opulento, sin mencionar las cortinas rosadas que mantenían "privadas" las zonas privadas.
Kazuo miró a su alrededor.
Escuchó susurros.
- ¿Estarás bien sin mí unos minutos? – Kazuo asintió y esperó un momento antes de darse la vuelta solo para descubrir que su hermano ya había desaparecido.
De pronto, sintió una mano recorrer su brazo izquierdo.
-Seiji Okada me ha pedido que lo entretenga mientras tanto – Le dijo una voz femenina. Sus ojos vislumbraron una mujer delgada de cabello negro con mechones rosados – Tenemos un lugar más privado. Ven conmigo.
La mujer le tomó la mano y Kazuo la siguió.