11 años después
Guanajuato, México.
10:30 am
El suave bullicio de los trabajadores en el comedor era tranquilo, como casi todos los días, la comida tenía ese sabor insípida, como la mayoría de cosas preparas por las cocineras mal humoradas, y con pocos platillos que valían la pena probar pero que cumplían con su función de quitar el hambre, aunque sea, sin duda el día mantenía la misma vibra que el día anterior y el día anterior a ese día anterior, en pocas palabras todo marchaba dentro de lo normal. Un lindo día con un clima agradable.
Pero, nada puede ser perfecto si no hay un “pero” al final de la oración, ¿verdad?; aquella normalidad terminaría pronto, o bueno al menos lo es para alguien en específico, pues lo que ocurriría a continuación seria el acontecimiento que desencadenaría una serie de sucesos desafortunados que culminarían en unos más afortunados, o bueno al menos se espera eso. En la esquina del comedor en una mesa del fondo había dos figuras, una beta de estatura baja y de intenciones dudosas y un omega de cuerpo suave y anteojos de aumento, ambos eran compañeros de área y de línea y además mejores amigos, sus nombres Lizbeth y Alejandro.
Mientras que el omega comía de forma lenta y sin prisa mirando de vez en cuando el paisaje tras la ventana como distractor, la beta ya había terminado de comer y ahora mantenía su atención sobre la pantalla de su teléfono, el silencio entre ambos era relajado y para nada incomodo, aunque…
- ¿Ya checaste tú nómina Ale?- pregunto Liz, desviando la mirada de su celular y observando de reojo al omega sentado frente a ella.
- No aun no – contesto con desinterés sin siquiera molestarse en mirarla, mientras llevaba a su boca otra porción de aquellos desabridos chilaquiles.
- Pues deberías – respondió, notablemente ofendida por el poco interés – Solo me depositaron mil pesos de utilidades y estoy segura que a ti también- aseguro mirándolo.
- ¿Qué? – pregunto, totalmente incrédulo y sacado de contexto.
- Ten checa tu nomina – insistió ella mientras le tendía su viejo Alcatel.
Sus manos dejaron el tenedor sobre el plato de forma rápida, tomando el celular de su compañera y tecleando su número de empleado y contraseña, esperaba que fuera un error, no podían haberles depositado eso, el trabajo había aumentado hace dos año, lo que causo que los turnos de ocho horas se transformaran en turnos de doce horas, con excepción del día sábado que había permanecido en las cuatro horas normales y según las juntas de producción de inicio de mes las metas llevaban siendo cumplidas con números que sobrepasaban el estándar, por lo que se había comenzado a rumorear que las utilidades de este año llegarían más o menos bien.
- No puede ser – murmuro.
- ¿Qué? ¿Cuánto te depositaron? — pregunto la mujer con notable curiosidad.
- Tres mil – contesto mirando al fin el rostro de su amiga.
- Bueno al menos te fue mejor que a mí - declaro con un suspiro.
- ¡Estás loca! – reclamo Alejandro, devolviéndole el celular– ¡Esto es una miseria!, hemos estado cumpliendo más de la meta desde hace medio año como para que nos den… - Pauso, no tenía palabras que no fueran anti sonantes para describirlo – Esta baba-
- Habla con la de nómina, o el supervisor, yo escuche que esto es por abrir el turno de doce horas -
- Claro que voy a hacerlo, más les vale que me den una buena explicación – declaro, tomando la charola de la mesa y poniéndose de pie, la media de hora de comedor estaba por acabar y debían checar entrada del comedor.
- Seguro que si – contesto con un deje de burla la beta, igualando la acción de su amigo.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
- ¡¿Qué?! – exclamo con asombro y enojo la femenina.
- Eso mismo fue lo que dije – asevero Alejandro, mirando con desanimo a su madre – No se puede hacer nada, Liz tenía razón –
- Pero ustedes no pidieron laborar de doce horas, fue decisión de la empresa – Mariana estaba indignada y molesta, le dolía ver aquella expresión de agobio y desespero dibujada en el rostro de su hijo y como no, él pobrecito había estado esperado las utilidades con bastantes ansias para poder costear los pagos del hospital y lo servicios.
- Lo sé, pero a lo que me explicaron, las cuatro horas de más que se implementaron para completar las doce horas son pagadas como tiempo extra y cuando hay mucho tiempo extra eso repercute en las utilidades…así que el pago es proporcional al tiempo extra que se consumió – finalizo, suspirando por…bueno la cuenta la había perdido luego del décimo suspiro después del comedor – Y renunciar no es una opción, encontrar trabajo a finales de año es difícil y siendo yo lo es aún más – exclamo, la frustración en su voz era notable y el gesto fue acompañado con una brusca caricia sobre su cabello.
- ¡Oh cariño! – musito con dolor Mariana.
Para Alejandro renunciar no estaba en sus opciones cercanas a una mejor solución y más cuando te has convertido en el único sustento de tu pequeña familia de tres integrantes.
Su historia como harina de otro costal comenzó hace once años, con una boda, y que mejor papel para representar al novio que propio padre de su hijo Adán, Gabriel, y aunque el inicio de su matrimonio no fue como esas novelas juveniles que leía por internet durante las noches, no se había convertido en un total infierno, por ahora; El resentimiento que Gabriel le guardaba era expresado notoriamente en sus acciones y todo recaía en la sencilla respuesta, el alfa no deseaba casarse y mucho menos ser padre a los veinte tres, tampoco espero que sus padres lo castigarían de forma severa al excluirlo por completo de su familia y negándole su derecho como primogénito, cediéndole todo el título a su segunda hermana Michel.
Las diferencias entre ambos cónyuges ceso en cuanto Adán nació, o por lo menos así fue en los tres primeros años de vida del cachorro, aquel encantador niño de cabellos castaños claro como el alfa y ojos de un azul suave como el cielo mismo, muy similares a los de su padre omega, se convirtió en la absoluta adoración de sus primerizos progenitores. La infancia de Adán, transcurrió en cierta forma “normal”, o bueno, Alejandro intentaba por todos los medios que así fuera, deseaba darle una niñez de lo más normal así como sus madres se la habían dado a él y a su hermana, pero Gabriel aún seguía resentido con Alejandro por haber causado la desgracia de su familia, y por lo tanto remataba día con día toda su frustración y estrés empeñando en derribar cada una de las fortalezas emocionales de Alejandro y dificultando la tarea de crianza del omega para con su cachorro, a quien solía tapar el sol con un dedo si eso le aseguraba la felicidad a su pequeño, guardando para sí aquellos reclamos, humillaciones y críticas severas que a largo plazo fueron dejando al omega con secuelas emocionales que día a día iban en creciente aumento. Si no puedes con el enemigo úneteles o al menos normaliza sus acciones hasta que el pecho deje doler…
- Por cierto, Majo me conto que estos dos días pasados que visito a Gabriel, él se ha mantenido estable – exclamo Mariana, intentando desviar el tema principal.
Los ojos de Alejandro brillaron ante la mención de su esposo y una genuina sonrisa se plasmó en su bonito rostro.
- ¡Me alegra mucho escuchar eso mamá, son excelentes noticias! - profirió con emoción contenida, demostrándolo con pequeños aplausos - Juro que el domingo no iré a trabajar y pasare a visitarlo – determino.
Marian sonrió, contenta de haber logrado quitar aunque sea por un rato la sombría mueca de su hijo.
Pronto la pequeña campañilla de la puerta sonó, revelando a dos figuras, una de ellas era alta, delgada y de cabello rizado con varias bolsas de mandado en sus manos, una fémina alfa, la otra en cambio era más bajita, de cabello corto y alborotado, un niño, ambos abuela y nieto, sus nombres Natalia y Adán.
- ¡Llegamos! – exclamo con júbilo una vocecita infantil.
- Ya lo veo cariño – contesto Alejandro rápidamente.
- ¡Mami!- grito al ver al omega parado frente a la barra de servicio.
Ni tarde ni perezoso el niño corrió hasta llegar a él, siendo recibido por unos cálidos brazos y un suave pecho que lo acunaron en un reconfortante abrazo, mientras que ambas féminas observaban con alegría la interacción de su hijo y su nieto.
- Valla, no espere encontrarte tan temprano aquí hijo – hablo Natalia, acercándose a su familia.
- Na, decidí no quedarme por hoy – contesto con simpleza, repartiendo sonoros besos por las suaves mejillas de Adán.
Natalia giro su rostro para mirar a su esposa quien le devolvió una mirada preocupada pero hizo un suave gesto de silencio hacia la alfa, más tarde en la comodidad de su hogar podría interrogar a la omega.
- ¡Má basta!- exigió entre risas el niño, intentando débilmente detener al omega.
- Voy a prepararles un chocolate a los tres – hablo la omega, tomando camino hacia la pequeña cocina.
- Yo te sigo – replico Natalia, señalando las bolsas a su esposa.
Era inicio de semana y para ser las 5 de la tarde, las ventas del de la mañana y la tarde se mantuvieron un tanto bajas, comprensible para ser Lunes, aunque a partir de las 7 en punto el lugar solía tornarse más o menos concurrido los inicios de semana, ya en ombligo y fines de semana el lugar fluía más, y aunque en estos momentos pareciera que las únicas almas del sitio eran los cuatro, bueno pues eso era completamente erróneo, justo en una de las mesas del rincón, había una delgada figura, claramente había sido ignorada por los presentes que incluso habían olvidado que ella estaba ahí; sostenía un libro de pasta verde sobre su rostro impidiendo ver sus facciones, pero lo delgado de sus dedos y el esmalte en tonos pasteles sobre sus uñas, se podía definir que era una mujer, beta tal vez, omega puede ser, quien sabe, lo único que sí es seguro es que escucho de principio a fin la conversación que Alejandro mantenía con su madre desde que cruzo la puerta y puede que ahora no fuera visible para nadie pero una sonrisa de oreja a oreja se había formado en su rostro. Un ángel para pocos, una bruja para muchos, lo cierto es, que tenía la solución perfecta al problema de Alejandro y al suyo propio.
- ¡Tal vez yo tenga la solución! – exclamo, cerrando su libro de golpe y colocándolo sobre la mesa, captando la atención del omega y su hijo.
- ¡Hola Anahí! – saludo el pequeño.