El carruaje en movimiento hacia de las ruedas un sonido casi repetitivo en la mente perdida del joven, de un aspecto lúgubre de aspecto casi moribundo, huesos resaltados marcando cada esquina, pómulos, dedos, hombros, codos, rodillas, todos al verlo pensaban de inmediato en una rama marchita sin regar, una frente del tamaño de la mano, ojos azules hundidos en su tristeza, envueltos en negro de tanta falta de sueños ligeros, cejas rectas de aspecto molesto, labios de pintura sin relieve, dientes entre dientes sobre dientes, cabello negro de noche de brujas , y una curvatura inclinada hacia delante de aspecto lastimosa, pensar que antes era una bola de carne, una calabaza como decía su madre Petunia, pensar que su vista siempre estaba en alto lleno de ego y avaricia, vanidad en cada rincón de sus palabras, todo muerto tras la repentina partida de sus dos padres. Su padre Vernom trabajaba en el banco, que trabajo más enriquecedor para una familia como ellos, su madre, una perfecta dueña de casa, impecable, estricta con sus sirvientes, fiel servidora de la comunidad al saber todo de todos en caso de emergencia, nadie soportaba a los Dursley, a su hijo berrinchudo cuyo habito consistía en tirar piedras con otros niños a quienes pasaban, decían que era hijo del diablo en aspecto de ángel con mejillas siempre sonrojadas y llena de carne, y su peor pasatiempo, molestar a su huérfano primo, cuya muerte de sus padres siempre fue un misterio, como el de los suyos, ardidos en un incendio vivos, cuyos gritos rodaban como las ruedas, una y otra vez, jamás opacados, jamás olvidados.
-¡Señor, ya estamos llegando!
Asintió desganado preparado para lo que le venía. Ya habían pasado el tiempo tras su muerte y todo se le vino abajo, desde que murieron dependía de su primo y de su repentino padrino aparecido que llego un año antes de sus muertes a la edad de doce años, para reclamarlo como su ahijado, llevándoselo lejos y recibiendo de vez en cuando postales llena de alegría y de su excito, la envidia le corría por las venas pensando en porque Harry tenía esa vida, ¿Qué había hecho el para ganársela? Él tenía que merecerla, tenía dos padres y un buen futuro, pero era Harry quien viajaba a Paris, Italia, Grecia, puras aventuras y una navidad antes de la tragedia los vio a los dos, decían ser padre e hijo pero había visto sus miradas, y no eran tipo paternal, negó con la cabeza brusco para sacar los pensamientos pecaminosos, tenía que olvidar eso, no es normal, no es normal, pero aun así, aceptaba las invitaciones de ellos dos hace ya años, y sentía que ya cada año consumían sus energías, cada que volvía sus vecinos se espantaban y le preguntaban a donde había ido, y con una débil sonrisa que les decía que a donde su primo, presumiendo viajes falsos, regalos jamás hechos, para sentirse querido, así debió sentir Harry al vivir con sus padres, olvidado, aislado, apartado, no se explicaba porque seguía aceptando, pero era ese magnetismo tan raro de ellos dos que lo atraía, y la desesperación de sentir que aun tenia familia.
-Bienvenido, de nuevo Dudley, viniste en el mejor momento, haremos una fiesta el viernes para celebrar el cumpleaños de una querida amiga, Granger, ¿se acuerda de ella?
Dudley vio a su primo de cabello negro arriba de los hombros, unos ojos verdes atrás de sus peculiares redondos lentes, cuya cicatriz ganada en la misteriosa muerte de sus padres, una gran sonrisa que siempre se preguntó que como era tan recta y tan blanca, de los cuales años anteriores siempre los golpeaba esperanzado de sus caídas jamás ocurridas, le tenía celos, era verdad, mas ahora con la gran desigualdad, pero en el fondo lo quería, era su primo y sabía bien en el fondo que el trato que tenía en verdad no era orquestada por él, sino por su extravagante padrino.
-Claro, primo, me alegra de haber venido, Harry… -Suspiro dándose cuenta del poco aire agarrado al hablar quedándose corto en su agradecimiento.
-¿Qué le pasa? ¿Fue muy turbulento el viaje? Mande a mi mejor cochero. –Le explico tomándole de los hombros notando el contraste de estatura de ellos dos y de lo fornida y mediano que era Harry y de lo alto y frágil de su aspecto, algo inusual a veces de ver en los hombres de sus tiempos.
-No, no es eso, estoy cansado, eso es todo.
-Bien, ve a dejar sus cosas, Sirius debe estar por llegar y llegara con unos amigos.
-Ah que bien. –Al oír sus nombres todos sus vellos se elevaron al sentir un calor en toda su espalda, como una mano ardiendo le acariciara en ese momento, notando esa sombra plana y perfecta atrás de los árboles que rodeaban la gran mansión Black.
-Sí, pero no quiere que este ahí, dice que solo es negocios, lo lamento, lo recompensare en la noche con una gran cena que lo hice a su honor como siempre.
-Muchas gracias, de verdad.
Como siempre, en vez de hacer lo que se hacía siempre con los invitados, fue el propio Dudley que llevo sus cosas. Cuando había llegado por primera vez estaba ansioso pensando en un gran recibimiento de una hilera de sirvientes, pero solo fue recibido por Harry ansioso de su llegada y luego diciéndole que no podía estar en la sala, que no podía estar en la cocina, en las oficinas, y que solo podía estar en la sala de al fondo donde no había ventanas, de ahí que tampoco ningún sirviente lo ayudo con su equipaje, tras esto Dudley entendió a sus catorce años que tenía que llevar una maleta, solo una y nada más. Llevado hacia arriba el solo a una habitación que al principio pensaba que seria gigante la primera vez, pero le entregaron solo una habitación pequeña, una cama de un colchón con dos sabanas, y como siempre, sin ventana, ahí fue, en la noche luego de que fue casi obligado a comer comidas que siempre había dicho que le disgustaban, que en realidad las invitaciones de Harry era su forma de castigarlo por los años de hostigamiento, debió haberlo rechazado a partir de ahí, pero no, no podía, los necesitaba para hacerse valer ya que tras su visita le dieron una mísera bolsa de dinero que lo ayudo a subsistir durante un año y así siguió, y así lo acepto.
Escucho los carruajes llegar y su corazón apretado en sus manos le gritaba salir de ahí para su encuentro, como le encantaba verlo, a ese señor, a ese hombre que tanto admiración le tenía, un hombre salido de abajo ahora era dueño de tiendas con productos de alta gama y una proyección de un futuro lleno de movimiento, como algo llamado cine, pero se contuvo, sabía bien el rechazo que recibiría y lo haría sentir el más estúpido del mundo, arreglando sus cosas una y otra vez para distraerse de las risas, el sonido de las pisadas de la servidumbre, los gritos de celebraciones, paso la mitad de la tarde limpiando su habitación polvorosa que solo tenía que abrir la puerta para que saliera el polvo, siempre cerrada por quienes pasaban por ahí, incluso los sirvientes tenían el derecho de tratarlo así, una vez enfrento a una mucama por haberle tirado su plato de desayuno a la mesa como si fuera un animal, el castigo para ella fue solo palabras, y el castigo para el por haber despertado tan temprano al señor Black fue dejarlo sin comer, algo impensable para él, ahora algo tan habitual.
-Primo, ya se fueron los invitados, Sirius quiere verte.
Suspirando sabiendo bien la mentira en todo su esplendor en esas palabras bajo cansado de tanta limpieza, recibido por la ancha espalda de la cual se dio vuelta un hombre con barba y una sonrisa amplia, de vestimenta elegante como excéntrica siempre resaltando el negro y el rojo.
-Dudley, cada vez te ves mejor muchacho, creo que te estamos dando demasiado dinero diría yo. –Era esa voz gruesa, lenta, como una crema justo de dulce y agrio, esa voz le hacía sentirse sumergido en agua caliente, adormeciendo todos sus sentidos, atontándolo por segundos para recuperar la compostura al darse cuenta de que sentía tal satisfacción por una voz de hombre.
-Buenas tardes señor Black, y no… creo que me den tanto, de hecho su generosidad basta para mí.
-¿Me está tratando de decir que le damos poco?
-No, nunca dije eso, de verdad. –Se puso alerta al tratar de erguirse un poco, a pesar del gran cansancio lo intento, pensando un sinfín de imágenes de él siendo echado, pensando en palabras para arreglarse el problema y recordar en que momento dijo o insinuó algo así, y recordándose no hablar más de dinero o algo parecido con ellos por el riesgo de que lo dejen sin un peso.
-Oh, Dudley, apenas llegas y ya estas mal agradeciendo a mi padrino, no se hace eso. –Le llamo la atención como un padre a su niño haciéndole sentir una basura de la calle.
-No, yo no dije eso, de verdad, estoy demasiado agradecido, de verdad, de verdad, créenme por favor, no sé qué fue lo dije para que pensaran eso, pero discúlpenme de verdad, por favor, ustedes han sido muy gentiles conmigo, jamás le haría tal desaire.
La risa vino de inmediato por parte de ellos dos, dándose cuenta de la realidad de la situación, era la burla, era una broma, sarcasmo, pero en su condición no había tales alegrías o chistes, todo era negro o blanco, no podía mesclar ambas y reírse, solo bajo su cabeza a un lado, mirando hacia abajo, entrelazando sus manos, con sus pulgares escarbando el dorso contrario de sus manos, ya llena de cicatriz, apenas visibles por la blancura de su piel, imaginando esas manos congeladas alrededor del cuello de Harry, ver sus ojos ponerse rojos, su piel morada y sus labios dando el color de la muerte, pero en realidad sus manos habían vuelto a sangrar, en el momento del cual iba a cubrirlos para no manchar el piso fueron agarradas por las inconfundibles manos grandes, con uñas más o menos largas y puntiagudas, de Sirius, firmes y la sensación de tener hielo alrededor de sus muñecas, Dudley alzo la mirada y se encontró por un lapso unos ojos rojos, para cuando parpadeo los vio de nuevo a su naturalidad, debía haber sido las velas como odiaba las velas rojas que posaban en cada mueble, las posibles causantes principales de la muerte de sus padres.
-Ve a curarse eso, y luego baja para cenar, ya que en unas horas Harry y yo iremos a una fiesta que nos invitaron, no nos haga perder el tiempo. Ve.
-¿Iré…?
-Sabe bien que no, es donde Longbottom y bien sabe usted que no le agrada a Neville, y sobre todo ira los Malfoy, y tampoco tiene buena relación con ellos, de hecho con ninguna familia, por favor, deje hacer siempre esa pregunta, pero eso sí, habrá una fiesta aquí el viernes, tal vez, solo tal vez, pueda bajar como invitado.
Sonriendo lleno de dolor en sus mejillas tras no sonreír ya en lo que resta del año ante la buena noticia, Dudley subió a curarse sus manos, para cuando las tenía ya vendadas se fijó en su muñeca huesuda, y como sus dedos que tan solo hace unos minutos tenían algo de carne ahora era puro hueso, el espejismo y la necesidad de verse bien no dejaba ver sus defectos en su cuerpo, quizás en donde más ya estaba a puro calcio, pero le restó importancia y fue a la cena, para solo escuchar sus conversación de los viajes que habían hecho y de los que harán pero claro, el sin decir ninguna palabra, ya que cada vez que abría la boca nadie le respondía ni le seguía la corriente, prefería ignorar el hecho de sentirse ignorado y fingir que si era participe al escucharlos y asentir a cada rato.
-Es un plato completamente de marisco, la especialidad de nuestro chef, al ir a Grecia se encontró una gran cantidad de recetas de mariscos, ¿se acuerda también cuando fuimos al exótico Medio oriente? Pero qué lugar tan esplendoroso.
-Quiero volver, Sirius, sentí que no explore lo suficiente.
-Siento lo mismo.
Suspiro aguantando las ganas de llorar, viendo su plato de mariscos de evidente refines, hasta por cómo estaba montado, el vino blanco, el pan francés, y el estómago le comenzó a rugir por comida de la cual de verdad deseaba, una sopa de tomate, un gran pedazo de carne con puré de papas, pastel de calabaza, y un simple vaso de vino tinto, cerrando los ojos y tragando su vomito comenzó a tragar de a poco, pero como siempre, no pudo con el resto, solo se quedó ahí, mirando los platos ir y venir sin ser tocados, para cuando ya habían terminados ellos, decidieron irse a tomar y a fumar, a la sala de la cual estaba prohibido para él, viendo la puerta cerrar frente a sus narices, suspiro yendo a su sala, viendo un simple te, del cual trago de inmediato. Miro al alrededor, noto libros nuevos, unas figuras de yesos rotas, y un cuadro que siempre le daba vuelta cuando llegaba ya que cuando volvía lo veía en su lugar, mirando de frente un cuadro de comida descompuesta, tan realista, tan cercana, acercándose a la pintura como siempre le dio la vuelta con el peso de sus manos, cayéndose muchas veces sin recibir alguna ayuda, al final, como siempre, lo dejo tirado boca abajo en el piso, y así, Dudley paso el resto de la noche observando los nuevos libros en esas cuatros paredes sin vista alguna hacia los arboles de afuera, sin saber si estaba la luna o en abundancia de estrellas el cielo oscuro. Para cuando sintió sus ojos cerrarse tuvo la necesidad de apretar su escasa piel, no podía dormir, no podía, ya con el corazón apretado por las ganas de dormir sintió unas pisadas, desde que entraba a esa mansión sus sentidos a veces se fortalecían oyendo también como se arreglaba esa persona detrás de la puerta para oír el golpe.
-Adelante.
En definitiva era el, ese firme golpe contra la madera era inconfundible, observando ese rostro que seguía intacto desde la primera vez que lo vio en la entrada de su casa para buscar a su ahijado, cabello negro ondulado un poquito debajo de sus hombros, una línea de barba arriba de sus labios, con una pequeña debajo de su labio inferior, frente amplia como la suya pero imponente sin generar vergüenza, y unos ojos verdes tan intensos que por momentos pensaba si eran falsos o no, pero claro que no, menos cuando su mano derecha acariciando su mejilla mientras la otra descansaba en su espalda, sus ojos se clavaban en su rostro.
-Veo que ya los viste, los traje de Rumania, pensé que le interesarían, los traje pensando en su rostro de curiosidad cada que ve un libro nuevo.
-Me son curiosos, muchas gracias por pensar en mi al escogerlos, pero… no se leer ese idioma.
-No se preocupes, tengo mucho tiempo para enseñarle. –Aseguro metiendo su dedo pulgar adentro de cavidad bucal húmeda pero cálida de Dudley, que de inmediato, chupo sin devolverle la mirada y siendo despojado de la comodidad de forma brusca al ya no sentir esa invasión tan extraña como un postre de flan en su paladar. –Tienes los dientes ya casi negros.
-Lo lamento, he tratado de lavarlos todos los días, pero se me olvida. –Lamento con la verdadera respuesta en su cabeza que era tal vez también porque en verdad poco le importaba verse bien o sentirse bien, y también por su posible necesidad de vomitar toda la mal comida que le dan.
-Está bien, trata de recordarlo más a menudo, los tiempos van cambiando, y la higiene bucal es uno de esos. Hablando de cambios, deseo ir con usted el lunes a mi negocio, hay una película interesante que quiero que vea.
-¿Enserio? ¿A mí? –Nunca lo había llevado a su negocio, de hecho nunca lo sacan de la casa sino una vez cada cierto año, y que ahora lo invitara solo a él, le era un gran honor.
-Sí, necesito la opinión de un pueblerino, a Harry no se lo muestro porque tiene mucha refines y se espantaría al verlo, es algo vulgar tengo que admitir, creo que las personas como usted podría disfrutarlo.
Escucho con claridad las pisadas de los posibles sirvientes, el sonido de la escoba barriendo y su respiración pausada, su pecho presionando contra sus huesos, y su mirada fija en rostro serio del hombre con ambos brazos detrás, firme y sin encorvarse como él.
-¿Cómo yo?
-Bueno, yo veo su rostro, joven Dudley pero se bien que en su mente no hay signos de debilidad o pureza que intenta siempre mostrar, yo veo, veo fuego, veo estiércol en su mente, y creo que es el público apto para eso.
-Está bien, gracias, iré con usted. –Suspiro con esas de ansias de llorar en ese momento ahogados en ese aire expulsado.
-Perfecto, iremos en la mañana por la mañana, y ahora bueno nos iremos a dormir, debería hacer lo mismo, el viaje debió haber sido duro.
-Ya lo creo, iré a dormir y así mañana iré a la iglesia temprano. Gracias, señor Black, por hospedarme como siempre.
-De nada, mi gentil ahijado es quien siempre insiste en invitarlo cada año, en mi sincera opinión, no creo que sea merecedor, de nada, absolutamente nada. –Opino alzando ambas manos lento y seguro de que el joven no huiría al ponerlas alrededor de cuello y comenzar a presionar.
-Seño Black. –Rogo ya cansado de esas repentinas acciones por parte de ese hombre, aun recordaba la primera vez cuando tenía catorce años, sentado en la orilla de la cama y de repente estaba siendo ahorcado por él, rogo por ayuda y nadie fue, hasta que el solo lo soltó, sacudió su ropa y se marchó, esa fue la primera ya de varias.
-Eres tan frágil, siempre oliendo mierda, porque eso eres, la representación de la decadencia humana, refugiándose en la religión, nada de eso exonera sus pecados, Dudley, Dios solo ve almas de pureza como el de Harry, que todo perdona, pero yo no olvido. Espero que en la iglesia remedie algo su conciencia, porque del alma ya todo está perdido.
Sonriendo mientras los soltaba, se fue casi flotando del lugar cerrando la puerta, y con un Dudley rogando de que las paredes fueran tan gruesas para que no escuchara si lanzase alguna figura contra esa puerta de la cual el cerro, como anhelaba romper cosas, como le fascinaba pensar en lanzárselos a las personas, y le relajaba imaginarse esas víctimas sangrarse, eso siempre lo relajaba.
Ya listo arriba, se sento en el borde de la cama, espero, espero, y sintió, era la hora, levantándose con cuidado, abrió un pedazo de pared al lado de su cama empujando tres ladillos a la derecha, tres a la izquierda y una en el centro, abriéndose y dándole pasillo estrecho, de humedad y oscuridad, solo para llegar a su lugar, la sala prohibida, donde estaba solo un salón de baile y juntas importantes gigante y lo que pareciera una tumba, la primera vez que lo descubrió fue por la sombra, y para cuando vio esa especie de puerta de metal en el pispo pensó de inmediato en una tumba, pero nada malo ocurría ahí, de hecho, se sentía escuchado, protegido, y era fascinante para el por la gran ventana que tenía dándole la vista de todos los árboles, las lunas y las estrellas, el problema estaba en el estrecho del laberinto, costaba respirar al principio pero pasando los años su extrema delgadez, por primera vez era una ventaja para él. Ya al llegar estaba listo para entrar, para cuando sintió en la habitación continua unos ruidos, sabía bien de quien era esa habitación, amplia, llena de libros, mapas, lápices, pinturas por doquier, una habitación lleno de cultura por ese hombre. La ansiedad de saber porque tanto movimiento lo llevo allá, viendo entre la ranura que le dejaba la madera y la delgada y ya gastada tapiz de la pared de esa habitación, vio la figura del hombre siendo desnudado por nada más ni nada menos que por Harry, lo que tanto sospechaba ya estaba siendo afirmado esa noche, viendo como su primo lo tiraba a la cama y se sentaba con las piernas a cada lado encima de su padrino, sentía los sonidos de sus lenguas chocarse, entrelazarse, la saliva, el sonido de la ropa rozarse, solo veía sus figuras irreconocible como el ardor en su pecho, cerrando los ojos al solo pensar por unos segundos siendo el quien estaba arriba abriéndolos espantado al imaginarse a Sirius viéndole a través de la pared fijo, cuando los abrió ambos seguían ahí, tal parece ya sin ropa.
-Llevare a Dudley a mi negocio el lunes, Harry, no llegaremos en todo el día y quiero que te hagas cargo de la mansión, ¿me oíste?
-¿Por qué con él? ¿Y yo? Siempre me llevas a mí.
-Oh, mi pequeño ratoncito, lo que voy a mostrar no es digno de tus ojos, descuida, no le mostrare nada digno, tenlo por seguro, solo lo usare como ejemplo, nada más.
-Está bien, está bien, pero cuando vuelvas, quiero que estés enterrado en mi toda la noche, ¿sí?
-Tus órdenes siempre serán cumplidas, mi señorito.
-Mi amo.
Y de ahí escucho los gemidos, horrorizado por lo aborrecible de la escena se fue al salón, escuchando el eco de sus pisadas y tirándose encima de esa tumba en forma de puerta.
-Ellos… son unos monstruos, los hombres no pueden hacer eso entre ellos dos, está mal, deben procrear, son padrino y ahijado, que horrar, que horror, y yo… y yo, y yo, yo anhelo, oh Dios, perdóname, Dios por favor, yo anhelo ser Harry, quiero, no, deseo, lo deseo, deseo sus labios en mi sucia piel, esa barba sobre mi cuello, oh, no, ¿Qué estoy diciendo? Sirius, por favor ayúdame, Sirius, Sirius, Sirius, Sirius, Sirius.
Arriba ya de la tumba comenzó a frotarse contra el piso, el roce entre el piso y la tela de su pijama comenzó a endurecerlo, sintiendo unos labios sobre sus hombros, una caricia en su nunca como la respiración pesada en su oído, y el llanto le vino de golpe al explotar de placer, un peso gigante estaba sobre su espalda, no lo dejaba respirar y sentía su piel abrirse por rasguños hecho de un algo o alguien que no podía ver, no podía darse la vuelta, cuando quiso enderezarse lo sintió, sintió el primer latigazo, y de ahí sintió unos diez más, tirado con su pijama llena de sangre, su semen y orina por el piso, Dudley sonrió de tanto placer, y como pudo se arrastró hacia la ventana, suspirando al no ver la luna, como anhelaba verla, esa luz, le calmaba y lo refugiaba, cerrando los ojos, recordando la luna, sintió como alguien lo tomaba y lo llevaba a su cama, claro, que bien eso era una ilusión, imposible, a nadie le importaba, nadie sabía de su existencia en esa sala, pero era verdad, se sintió bien siendo recogido con delicadeza, para cuando despertó se vio de verdad en su propio cama. Helado por completo, comenzó a llorar en silencio al darse cuenta que durmió, no debió hacerlo, esta vez no vio nada pero como ocurría antes, su cuerpo pagaba la factura, se sacó su pijama y la vio repleta de sangre, asustado pensando en que Dios le mando un ángel para castigarlo, lo guardo en un bolso, se arregló y se lo llevo listo para la iglesia.
-Buenos días, Dudley, son las cinco de la mañana, ¿No es demasiado temprano para ir a la iglesia?
Asustado y demás avergonzado, escucho la voz de Sirius detrás de el al salir de la mansión, viendo los arboles rozándose por el frio viento de aun la escura noche,
-Ah, no, disculpe, buenos días, señor Black, yo solo madrugo, es todo. –Quiso avanzar sin mirar hacia atrás pero sintió los pasos sin dudar.
-No te vuelvas un estorbo de quienes por el momento aun te toleran, muchacho, o si no te quedaras sin apoyo, ¿y ese bolso?
-Es… es comida, para los indigentes, lo traje de mi casa. –Le respondió aferrándose al bolso contra su estómago recordando lo espantoso que hizo anoche.
-Que bondad hay en ese hueco que tienes de corazón, uno de los órganos que más sangre tiene, la sangre de los inocentes, como de los culpables, y los pecadores.
-Me tengo que ir, discúlpeme.
Casi corriendo y aferrado al bolso, veía las sombras a su lado, no eran sombras normales y cuando lo supo no pudo decírselo a alguien, la primera vez que las había visto fue en el baño, a su lado, mientras su verdadera sombra estaba detrás de él, una sombra con forma, no como esta plana como una tabla siguiéndole el paso, siempre en direcciones diferentes pero nunca normales, se preguntaba a veces que le hacían pero solo a veces las miraba y cuando sentía hundirse en su oscuridad tenía que golpearse contra algo al sentir perder la conciencia, él no podía cerrar los ojos, no podía dormir.
Ya sintiendo los cálidos rayos del sol llego al pueblito, lleno de campesinos, mujeres embarazadas vendiendo tanto productos de buen estado como los malos, niños por todos lados y mezclados, algunos hombres trabajando y otros recién despertando tal vez de una posible fiesta tirados en el suelo, pero ahí en el centro, enorme y cálida por dentro estaba la imponente iglesia creada tan solo hace tres años, y tan solo hace tres años que se volvió su refugio, ahí adentro, al poner un pie, veía las sombras marcharse, ver como algunos caballos se alteraban y se escapaban como los perros ladraban sin cesar, y los cuervos aparecían de la nada posando alrededor de las casas, con la sensación de estar mirándolo solo a él, poco le importaba por qué el efecto, solo ver a su señor Jesús en la cruz, sacrificándose para salvarlo, viendo también a la virgen igual de grande a un costado, al verla, sentía tener a su madre al lado, siempre protegiéndolo como consistiéndolo. Arrodillándose, y dejando el bolso de lado, se puso en el reclinatorio de madera alargada, cerrando los ojos, y juntando sus manos.
-Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.
-Disculpe interrumpirlo joven, muy buenos días, ¿pero que desea confesar?
Esa gruesa voz suave, que lo acogía cálido en cada palabra lo hizo alzar la cabeza y ver su rostro alargado, siempre con expresión de pena, unos ojos azules y barba como cabello largo dorado, le decían el sacerdote de oro por su cálido aspecto.
-Padre Lupin.
-Dudley, no te había reconocido al no verte el rostro, disculpa, pensé que era uno de esos hombres de ayer que estaban en una alocada fiesta, sigue en lo tuyo, mil disculpas.
-No, no padre, de hecho, me gustaría confesarme con usted en privado, en una sala si es necesario.
-¿Tanta privacidad?
-Es necesario, le tengo que mostrarle algo también.
-No es correcto, no es el protocolo.
-Se lo suplico, por favor, ya no doy más, ayer… no anoche, caí dormido luego de años, y desperté… con un castigo por lo que hice, no debo dormir, no puedo dormir.
-Dudley, ya hablamos de esto, lo que le ocurre a tu cuerpo al dormir debe ser un producto de insomnio, sé que no es común que un sacerdote como yo te diga estas cosas, pero es lógico en tu condición que hagas este tipo de cosas mientras duermes, necesitas ayuda más allá de lo espiritual, que Dios me perdone por lo que estoy diciendo, pero no te podemos resolver ese tipos de problemas.
-Es diferente, padre, es imposible que me lo haya hecho yo mismo.
-Ven, vamos a una habitación, en unas horas más empezara a llegar las personas y me toca a mí dar la misa, vamos.
Fueron hacia atrás de la iglesia parecida a un colegio, lleno de niños y niñas huérfanos corriendo de lado a lado con sacerdotes y monjas alrededor riendo con ellos, había uno que resaltaba por lejos y el padre Lupin se detuvo solo para contemplarlo riéndose con los ojos vendados, resalto por la orilla de la venda sus cabellos rojizos salvajes.
-Corran todo lo quieran, el padre Ron los atrapara igual, no por nada siempre soy el ganador de todos los juegos.
-Lo eres porque eres tramposo.
-Nos seas mentirosa, Parvatil, Dios todo observa.
Para cuando giro con las manos alzadas atrapo al padre Lupin conteniéndose de la risa cuando vio que el otro se dio cuenta que no atrapo a ningún niño, quitándose de inmediato la venda y viendo con su mejillas sonrojadas al sacerdote superior.
-Disculpe.
-No seas presumido, padre Ron, la egolatría igual es un pecado.
-Lo siento. Buenas, Dudley, que bueno verte.
-Padre Ron, ya perdió, tendrá que darnos la mitad de las manzanas que atrapo ayer.
-Cállate Dean.
-¿Apuestas?
-No es lo que parece, ellos me metieron sin poder quejarme, me tienen amenazado con quitarme el saludo, que dolor tan grande, yo que los amo tanto.
Todos los niños comenzaron a rodearlo quejándose y tirándolo al suelo riéndose cuando él se alzó y comenzó a perseguirlo, negando ante la actitud infantil de su compañero prosiguieron caminando con la mirada del padre Ron encima, sintiendo algo extraño recorriendo por su cuerpo, gritándole que los siguiera. Para cuando entraron a una habitación tan sencilla como una cama y un mueble y una pequeña ventana con barrotes, Dudley saco su pijama.
-Ave maría purísima.
-Sin pecado concebido.
-¿Qué es esto?
-Padre, yo peque anoche, usted sabe que tengo un pasadizo secreto y anoche quise ver el cielo pero… escuche cosas en la otra habitación, esa habitación es de Sirius y vi, los vi, vi como Sirius y Harry se besaban y se tocaban, fui a la otra sala sintiendo tanto… asco… pero… perdóneme señor.
-Dilo, sin miedo, ya teniendo la culpa y la vergüenza es un avance para exonerar tus pecados, sigue.
-Desee… ser Harry, ser yo quien lo besara, y de repente, comencé a frotarme, sé que no está bien, no es normal, pero no pude evitarlo, nadie me toca, nadie me abraza, y luego, sentí a alguien atrás, y de repente latigazos y más latigazos, quede inconsciente y ojala no lo hubiera hecho, estoy seguro que me quede dormido en esa sala y de repente me encontré en mi cama.
-Bueno, déjeme ver bien.
Entregándole el pijama llena de sangre vio como la expresión del padre Lupin se arrugaba y le enseñaba a él su pijama, como mostrándole algo que no veía.
-¿Qué se supone que debo ver?
-¿Cómo? La sangre, está repleta de sangre por latigazos. –Aseguro tomando su pijama con sus manos y mostrándoselo.
-Dudley, aquí no hay nada, no veo nada, está intacta, mire bien. –Sugirió bajando sus manos y llevándolas contra su cuerpo para que viera su pijama de cerca.
-Pero si lo estoy viendo y esta con sangre y rota…
Cuando la toco sintió que el pijama estaba intacto, la sangre comenzó a desaparecer y el ardor también.
-¿Me da permiso para verle la espalda?
Asintiendo confundido giro y se sacó la chaqueta como la camisa, dejando expuesto su cuerpo hecho ahora de puro hueso y tocado por la yema de los dedos del padre, sin querer sintiendo la necesidad de lo que toca en otras partes.
-No hay nada, mi muchacho, estas intacto.
Poniéndose de nuevo la ropa giro para ver a un padre con el rostro llena de confusión y asustado de lo que podría pensar se adelantó.
-Por favor no me interne, estoy bien, de verdad, tal vez la pesadilla fue demasiado fuerte, eso es.
-Dudley, hijo mío, ¿no hay ningún otro lugar al que puedas ir? Cada que llegas a esa mansión te ocurren este tipo de cosas, ¿es necesario que sigas yendo a esa mansión?
-Lo es, padre, me dan dinero cada que me voy, y ese dinero me ayuda lo que resta del año a sobrevivir, trabajo haciendo aseo en un colegio en el pueblo, es humillante ver como los niños me tratan como cualquier cosa todos los días y ver que el dinero no es merecedor, en cambio, me tratan igual de mal o peor pero el dinero lo recompensa, en la navidad y año nuevo lo celebro bien gracias a ese dinero, tranquilo y solo, y aparte me sobre para el resto del año, es perfecto.
-Pero mírate, si sigues yendo puede que este sea tu ultima navidad o año nuevo.
-Padre, por favor dígame que tengo que hacer con mis pecados y déjeme ir.
Le cortó la confesión de inmediato, sabía bien que el padre Lupin no lo entendería, nadie lo haría. Ya terminado todo, ambos se fueron de nuevo al jardín sentándose cerca de un árbol.
-Bien, ya toda esta listo.
-Gracias, padre.
-Dudley, quédese, puede almorzar, tomar el té y cenar aquí, no hay ningún problema, eso sí siempre y cuando nos ayude con las personas del pueblo, ¿desea quedarse?
-Claro, siempre es un agrado.
Claro que era un agrado, cada que el padre le pedía quedarse Dudley lloraba de felicidad, comía carne, un rico pan, jugos naturales, jugaba con el padre Ron a las adivinanzas, leía la bíblica con tranquilidad en el jardín, luego ayudaba a las monjas a llevar cosas y alimentar a los que vivían en la calle, cansaba demasiado pero todo valía la pena al no sentirse poca cosa, ni menos con hambre, ni con la sensación de la sombra alrededor.
-Muchas gracias por dejarme todo el día con ustedes, es un gran honor de verdad.
-Lo es, ¿cierto? –Pregunto alzando la ceja el padre Ron.
-Padre Ronald, por favor, comportase, aun no me explico cómo es que paso todas las pruebas.
-Ya le dije, soy el ganador.
Riéndose de las tonterías que decía el padre Ron se arregló para irse, pero ambos comenzaron a caminar a su lado.
-¿Vienen conmigo?
-Por donde vive en la esquina de esa mansión, antes de llegar allá al lado derecho hay una tienda de panes excitas, compraremos la harina ahí para los niños de mañana, así que si no le molesta, lo acompañaremos.
-Claro que no me molestan.
Caminando lento ya tipo ocho de la tarde llegaron a la esquina de la mansión separándose, viéndolos irse, y como de a poco el aire se le estaba yendo, comenzó a correr para llegar a la casa, las sombras aparecieron y comenzaron a pisarles los pies cayéndose cada cierto rato hasta llegar a la gran puerta, con las sombras rondando por ahí, tranquilo ahora pero la puerta había sido abierta de golpe siendo arrastrado hacia adentro por el cuello de su camisa.
-¡Por favor, déjeme, por favor!
-¿Quién te dio permiso para quedarte ahí toda la mañana? Dijiste que solo irías de visita.
Había sido tirado al piso viendo a los demás sirvientes correr a distintas direcciones menos a donde estaba el para ayudarlo, acariciando su cuello ahorcado miro un punto fijo de la alfombra tiritando del horror al solo imaginar lo que le podría hacer.
-Señor Black, lo lamento no haber avisado, lamento mucho si los preocupe…
-¿Preocuparme? No, nos hiciste desperdiciar comida, te esperamos, la comida se enfrió, Harry esperaba llevarte a las grandes tiendas a que le vieras comprar nueva ropa, pero nunca llegaste. –Le comento arrodillando una rodilla ante él, y la otra sirviéndole de apoyo para apoyar su mano y su cuerpo se fuera hacia adelante, acercando su nariz a su cabello.
-Por favor, lo lamento.
-Hueles… a tantas personas, asqueroso. –Para cuando Dudley alzo la visto ya era tarde y Sirius lo tomo alzándolo por su cuello, presionando con una sola mano mientras la otra le acariciaba la mejilla con sus puntiagudos dedos hasta que una de las uñas comenzó a rasguñarlo de verdad.
-No, duele…
-¿Te gusta estar con esas monjas? ¿Qué favores les haces? ¿Acaso tocas esas almejas secas? ¿O es que a quienes les satisfaces son a unas grandes naranjas entre sus piernas?
-No entiendo nada…
-Claro que no, eres estúpido. Harry fue a ver a los Malfoy y llegara tarde, me harás compañía por mientras en la cena.
-Yo… ya cene, los sacerdotes cenas temprano para dormir temprano.
Y el golpe evidente vino, una cachetada hecha de fuego tras soltarlo, expulsando la sangre como si fuera veneno Dudley cerró los ojos esperando otro golpe, solo sintió los finos dedos de Sirius rodeando su mandíbula con las uñas enterrando en su piel, y con los ojos cerrados sabía bien que Sirius estaba mostrando demás sus dientes como un perro furioso.
-Entonces si comiste tan bien, no almorzaras ni cenaras mañana, con lo que comiste hoy basta y sobra para ti. Vete de mí vista, eres tan repugnante como un cerdo con parasito.
Con un dolor en el estómago como si le hubiera golpeado cien veces y los ojos cerrados huyo del lugar hacia su segura habitación, era en esos momentos en que se alegraba tanto pero tanto de tener todo cerrado, y de forma automática cerraba todo sentido, sobre todo la audición, y puso su cama contra la puerta para no ser abierta ni por Harry.
Ya sabía bien que era de noche, aun así no quiso arriesgarse ir a la sala, podía suceder lo de anoche pero sabía bien también que si no iba caería dormido y eso no estaba bien. Suspirando y mentalizando su poder de todo su amor a Dios y que podía no volver a caer en tentación se marchó por el pasadizo, para cuando llego, no escucho ningún ruido extraño en la habitación de Sirius y prosiguió entrar en el gran salón viendo el cielo estrellado, contando cada estrella, hasta verla desaparecer dejando paso un desagradable cielo despejado.
-Ya le dije a Harry que nos iremos solo usted y yo, total solo será algo corto.
-Está bien, espero de ser de ayuda.
Ya después de almuerzo, recién saliendo de la habitación porque sabía que no le darían de comer, fue recibido por Sirius arreglado con lentes de sol redondos, el gorro de siempre alzado y gris, con su fiel compañero el bastón que por dentro tenía un cuchillo con el mango de una serpiente.
-¿Se van? Espera, Sirius, quería pedirte que me compraras una nueva muñequera, bañado en plata.
-Claro, mi querido ahijado, te lo traeré sin distracciones.
Siendo despedidos por un Harry no se movía de la puerta a pesar del que el carruaje ya estaba en marcha, Dudley y Sirius partieron a la ciudad pasando de largo el pequeño pueblo y la iglesia.
-Lo vi ayer, por la ventana que venía acompañados por dos curas.
-Sacerdotes, iban a comprar harina para el pan.
-¿Y qué me importa si son sacerdotes o curas? Son igual de falsos con su límite de bondad, si dieran la mitad del dinero que les donan nadie estaría en la calle en estos momentos, ¿Qué no les basta con la donación que les doy? Piden más y más y no veo ningún cambio en esa pocilga de pueblo. ¿Qué pasa Paul? ¿Paul?
-¿Qué ocurre? No siento nada raro.
-Pues porque tu débil cuerpo no le permite sentir ninguna anomalía parece, porque yo siento que nos estamos yendo hacia al lado, ¿Paul?
Sin saber cuál era el problema del cochero ya que Dudley sentía toda normal fue cuando al ver la entrada a la ciudad con los demás coches que todo se fue hacia al lado, los caballos seguían hacia adelante con todo el peso arrastrando con dos personas sintiendo los golpes del suelo y del movimiento de afuera, Dudley había puesto con la poca fuerza que le quedaba sus brazos alrededor de su cabeza que revotaba una y otra vez pero de la nada sintió estabilidad y calidez, dejándose llevar por esa sensación, al parar, se dio cuenta que estaba entre los brazos de Sirius que no le dio alguna importancia cuando lo dejo con cuidado en el suelo y salió como pudo con la puerta que daba hacia afuera, y de ahí solo escucho gritos y más gritos.
-Maldito idiota, casi le rompes la cabeza, ¿estuviste bebiendo? Objeto mal hecho. Dudley, Dudley ven aquí.
Vio unas manos aparecer por esa ventana que le daba directo al cielo, era como nacer de nuevo al ser empujado hacia afuera, y arrastrado ante un pobre cochero arrinconado en una esquina de una florería, encogido con los brazos sobre su rostro, viéndolo lleno de tierra, pisadas de seguros por parte de Sirius y sangre por doquier, para cuando se sintió solo tuvo que sostenerse del bastón que le dejo Sirius ya devuelta esta vez con un látigo.
-¿Qué vas hacer?
-Tú lo harás, mírate, estas herido, exige respeto. –Le ordeno poniéndose por detrás y tomándole ambas manos para que sostuviera el látigo del cual quería soltar pero las manos de Sirius se cerraban sobre él.
-No, estoy bien, de verdad, debió haber una piedra o algo…
-¡Esta ebrio! Castígalo, muéstrale porque no tiene valor alguno, demuéstrale tu estatus.
-No, por favor, no lo hare, no es necesario.
-No seas mojigato.
Le dijo despectivo alzando sus manos hacia arriba y comenzando a dar latigazos, a pesar de querer correr, empujar con sus pies hacia atrás era por completo en vano, los gemidos con palabras mescladas de dolor generaban una confusión en el oído de Dudley que no lograba descifrar lo que decía ese hombre, y cuando quiso verlo la sangre se embarro sobre su vista, congelándose ante la repentina sensación húmeda sobre su cuerpo, dejando a Sirius tomar el control por completo. Veía con claridad entre la camisa de baja calidad la carne viva palpitando, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y más latigazos le daba en la misma herida.
-Señorito Dursley por favor ya no más, ya no más.
-Pero yo no….
Subiendo la mirada vio a Sirius ordenar a unos hombres que sacaran la tierra del coche ya enderezado mientras disparaba a los dos caballos tirados en el piso por sus piernas rotas, ya inservibles, ensangrentadas y frágiles como sus manos, solo que esa sangre eran del esclavo con sangre en la boca, y los ojos en blancos tiritando de tantos latigazos hechos por ese joven que soltó el látigo para correr hacia donde estaba aquel hombre inmune a todo.
-¿Qué pasa? ¿Ya se aburrió? –Pregunto entre medio de una sonrisa con su bastón afirmándolo.
-¿Desde cuándo usted me soltó?
-¿Desde cuándo qué? Usted solo tomo mi látigo y comenzó a darle, tengo que admitir que me sorprendió. Tendremos que irnos a pie mientras ven a otro cochero y a otros caballos.
-¿Y Paul?
-Es inservible, lo dejamos aquí y que alguien más lo compre. Vamos, quiero mostrarle antes de que empiece a llegar la clientela. Vamos.
Con tanta normalidad guio a Dudley a una tienda con un cubículo con vidrio transparente con alguien adentro, un señor todo encorvado, arrugado en cada esquina del rostro con verrugas en cada espacio posible.
-Señor Black, un gusto verlo tan temprano.
-Buenas, Kreacher ¿Sabes? Quisiera que nadie nos interrumpiera durante unas horas, así que por favor si viene alguien a verme o si empieza a llegar algunas personas, diles que el cine se programó para más tarde y que estoy demasiado ocupado para aquellos que quieran hablar conmigo, ¿entendido?
-Sí, señor, claro, señor.
La exagerada voz meloso le irrito un poco a Dudley al sentirlo tan falsa de amabilidad, pero esa insignificancia paso a nada al ver adentro del lugar, cubierto de una tela tipo carpa de circo, luces de vidrio de colores en cada esquina, asientos de madera individual, y una caja de madera, con una cosa redonda en el centro con un vidrio puesto, sostenido por tres patas largas del mismo material.
Sirius caminaba por el lugar con demasiada tranquilidad, de la que carecía el joven con su en vano intento de ordenar su grasoso cabello, tratando de verse lo más decente posible.
-Bien, póngase aquí en este sofá, yo pondré la película, y me dirá que piensa de esta… nueva experiencia.
Asintió veloz obedeciendo tal cual un perro a su amo, yendo hacia ese sofá rojo, de terciopelo oscuro de ya tanto uso, poniendo sus piernas pegadas una con la otra, sin darse cuenta de su encogimiento hacia adelante, con sus manos en sus regazos una sobre la otra, mirando hacia tela blanca que tenía por delante las demás sillas, para cuando las ansias de querer saber si en verdad era necesario que el la viera.
-¿Enserio cree que soy la mejor opción para darle una opinión respecto a su negocio? ¿Por qué no lo ha consultado antes con sus socios?
-Ya le explique, por favor no me hagas perder la paciencia, pero si es necesario recordarle; es usted, una persona vulgar, de gustos básicos, primitivos, como mi público, un mono con maní de cerebro, es perfecto, así que, basta de charla y comencemos.
Con la gran marea de lágrimas queriendo salir de su garganta fijo su vista en esa mancha gris deforme, de la cual de a poco agarraba forma agrandando el circulo, la imagen le llevo a un lugar parecido a un prado, de repente aparecen un hombre y una mujer, ambos de aspectos humildes, la mujer se veía reírse todo el tiempo sin parar de mirar hacia a ellos, quería saber que decían, de que se reían, ¿De el? ¿De lo que iba a pasar? ¿Qué iba a pasar? Para cuando se preguntó vio sin poder creer como podían haber aceptado tal abominación de querer quitarse la ropa, todo estaba tan rápido, había cortes raros en donde se abrazaban luego se soltaban, y volvían a la normalidad para cuando ambos se tiraron al piso, lograba ver con cierta claridad el trasero de la mujer, luego ambos se pusieron de rodillas frente al otro siguiendo en ese beso, las manos del hombre tocaban cada rincón del otro cuerpo, vio con las grandes ganas de vomitar como el hombre ponía sus manos entre medio de las piernas de la mujer que se abrió con gusto mientras se acostaba mientras ella tocaba el pene de aquel sujeto, sus manos se perdían en los vellos ajenos, no entendía porque hacían eso, porque grababan en eso, para cuando quiso preguntarle al señor Black dio un salto al rincón del sofá al ver la mirada fija de este en él, ¿desde cuándo que lo miraba sin parpadear? Con los lentes en la punta dela nariz y una sonrisa tapada, con el brazo izquierdo en el borde del sofá acercándose de a poco con su mano derecha a la mejilla del tembloroso Dudley, suspiro para luego hablar.
-¿Y qué te parece? ¿Algo novedoso, ¿Cuánto piensas pagar por algo como esto?
-Nada, es horrible, ¿Por qué querría ver como dos personas…? Es asqueroso, no es normal, es pecado.
-¿Pecado dices? Por lo que tengo entendido hay iglesias en que se prestan para los matrimonios se consuman, ¿Cuál es la diferencia? –Interrogo mientras seguía manteniendo su mano en su mejilla, que inconsciente se recargo en ella como frotándose tal cual un animal sumiso.
-Que nadie los ve.
-Oh, joven Dursley, su ingenuidad me impresiona cada año, esa pureza tan falsa me es repugnante como curioso, ¿Cómo alguien puede ser tan puritano y a la vez tan sádico? –Enterró la uña del pulgar en la fina piel grisácea sacando rápido una hilera de sangre recorriendo hacia abajo.
-¿De qué habla? ¿Para qué me trajo en realidad? –Le pregunto mientras sin fuerza con ambas manos trataba de alejar la del señor Black de su rostro, viendo con claridad las pupilas de este encima suyo agrandarse al ver la sangre, como este con una lengua alargada, dura como piedra y helada como la lluvia de invierno pasaba sobre la sangre desde su cuello hasta arriba de la herida puesta debajo de su ojo izquierdo.
-¿No sabes de lo que hablo? ¿No se acuerda de lo que le hacía a Harry cuando niño? –Ignoro Sirius la segunda pregunta de Dudley que con muchas ganas de orinar toda su atención fueron a esos labios con palabras taladrando en su mente.-El me conto una anécdota, interesante de hecho, de cuando él le había confesado en su más pura inocencia y confianza en usted que le daba pavor los perros, y resulta, que usted, un día le llevo un perro que por mera coincidencia, estaba en su época de celo, y encerró a ambos en un cuarto afuera de su casa, Harry dice que aún recuerda la sensación del miembro del perro querer enterrarse en su diminuto trasero que gracias a su suerte estaba cubierto por sus pantalones, ¿Por qué motivo haría eso? ¿Eh? ¿Qué moral había ahí en usted?
-Yo… no era mi intención hacerle daño, solo…
-Te estabas divirtiendo, ¿a costa de qué?
-Por favor, déjeme, -Rogo cerrando los ojos sintiendo su piel derretirse, como cada suspiro que daba era tragado por algo.-solo éramos niños, no entendía… jamás me enseñaron lo que es la empatía, el respeto…
-Oh, pobrecito, lo culpa la tiene sus padres, claro, ¿y ahora ya no tiene esas ganas de diversión? ¿No tiene esa mentalidad ya?
-No…. Ya no…
-Dígamelo, a la cara, abre sus ojos, Dudley, déjame ver sus ojos… sus ojos hundidos en la oscuridad de su alma, esos ojos que cada que los veo me ahoga en el mar de sus pensamientos turbulentos, ahogando cada poca cordura que me queda en la tierra, mi lealtad, mis planes, todo, Dudley, ¿Qué me ha hecho? Arrastrando todo plan hacia los cielos y tirándome hacia el mar sin importarle mi destino. Lo odio tanto, tanto lo odio.
Abrió la boca mientras a su vez abría sus ojos con lentitud, con la vista borrosa, viendo algo extraño alrededor suyo como humo alrededor de su cuerpo siendo absorbido por la boca abierta de Sirius, cuyos ojos rojos en forma de perla no parpadeaban, fijos en los suyos, cada vez su rostro se volvía mas borroso, no logrando confirmar si estaban saliendo dientes filosos con sangre agrandando su boca, su cuerpo sentía la ropa deslizarse, sentía unos labios gruesos succionando su pecho, teniendo ambos brazos tirados a cada lado, rendidos ante las repentinas sensaciones de elevarse y de su miembro endurecerse, sentía como en realidad iba hacia el techo, y que de su espalda salían alas de abundantes plumas, para volar luego lejos de ahí a lo que reconocía el cementerio de sus padres, ambos atrás de sus pobres lapidas de cemento, cubiertos de nieve y abundante sangre.
-Hijo… ven, ven, ven a vernos, nosotros te protegeremos, ven, mi niño.
La dulce y aguda voz de su madre lo acobijo por segundos, pero todo se retrocedió al sentir una aguja gruesa en el cuello, expandiendo el dolor como un golpe hacia el rostro y su espalda.
-¿Dónde estoy?
Sudando con su escaso cabello pegado en su frente, comenzó a tocarse y darse cuenta de su desnudo cuerpo endurecido, con cierto terror de ver el porqué de tanto dolor, bajo su vista y vio las grandes cantidades de mordiscones en todo su torso, se tocó el cuello donde el dolor anterior lo despertó y no sintió nada más que sus venas, y observando con más detalles, todo su cuerpo estaba por completo gris, sus costillas sobresalían más de lo normal y logro sentir con las yemas de sus dedos sus pómulos mas marcados de lo usual. Intento levantarse pero cada hueso parecía gritarle misericordia, que si lo hacía, todo su cuerpo se rompería.
-¿Sirius?
Ya poco le importaba llamarlo por su nombre sino más bien preguntarle que estaba ocurriendo, para cuando miro al frente y diviso un lobo negro con su fauces bien expuestas, para luego solo mostrar sus dientes arrugando su hocico, preparada para algo, fue cuando se dio cuenta que estaba solo.
-Por favor, no, no, ¿Sirius? ¿Sirius?
El lobo negro ladeo la cabeza, acercándose de a poco, y el sin poder lograr moverse comenzó a gritar a lo loco, esperando a Sirius, esperando que entrara y le rompiera el hocico al animal por gruñirle, pero en cambio escucho pasos apresurados.
-Oigan, no tiene permitido entrar, el cine se atrasó, tiene que salir ahora.
-Disculpe, señor, pero escuchamos los gritos de un conocido, tenemos que asegurarnos que no sea quien pensamos, así que por el amor de Dios, muévase.
Esa voz gruesa pero a la vez juguetona era irreconocible, sobre todo el lobo quien se acercó argiloso y con un grito ahogado cerró los ojos, y para cuando tenía que haber sentido alguna mordida o algo, sintió la calidez de una mano familiar.
-Tranquilo, tranquilo. –Sintió la respiración caliente sobre sus labios, sorprendido por el repentino cambio de ambiente, abrió los ojos y lo vio intacto.
-¿Qué hace?
-Comenzó a agitarse de la nada, me asusto demasiado, joven Dursley.
-¿Qué dice?
Negó recordando todo, nada lo que vio fue mentira, Sirius no estaba por ningún lado, ¿en qué momento apareció de nuevo? ¿Dónde se fue el lobo? ¿Por qué su madre lo llamaba? Negando sin parar cubrió su cuerpo del cual se dio cuenta con sorpresa que estaba con su ropa, húmeda de la transpiración, pero vestido por completo.
-Sabía que era usted quien gritaba, esa voz de sufrimiento lo reconocería en cualquier lugar.
-Disculpe la intromisión, pero escuchamos su voz, y queríamos confirmar que era él y saber si estaba bien…
La suave voz del padre Lupin no podía entregarle ninguna paz sino más unas ansias de gritar, por alguna repentina razón, sin explicación la pasiva voz del padre le perturbó, las repentinas ganas de gritar y correr hacia afuera alzando sus brazos no le entraba a la cabeza el porqué, solo quería huir de la paz, quiera enterrarse en el tormentoso cielo cuyas nubes circulares comenzaron a oscurecerse.
-¡Joven, Dursley, venga! El clima esta extraño, entre…
Negando sin parar al ver el pasivo rostro de Sirius comenzó a correr entre los carruajes con los cocheros gritando y agitando sus látigos a diestra y siniestra aquel loco de la calle, que sin parar de gritar avanzaba a cualquier lugar.
-¡Pare, pare, cálmese, venga! ¿Qué es lo que le pasa?
No entendía, algo lo llamaba a subir a los árboles y adentrarse al oscuro cielo y volar a una dirección, a un destino, al futuro, a un mundo mejor, pero todo esa ilusión, esa paz le gritaba y retumba en su mente, y no aguatando mas la incertidumbre de su mente se comenzó a golpearse contra el suelo una y otra vez, hasta sentir la cabeza ardiendo y la sensación de humedad caliente recorriendo por todo su rostro. Girando gracias a las manos de los padres logro ver entre la multitud a Sirius sonriendo y siguiendo su camino con su bastón como si el no existiera, dejándolo solo entre ese bulto de gente repugnante.
-¡Aléjense, aléjense, Sirius, Sirius!
A la rastra se lo llevaron a un coche de madera viejo lleno de paja, subiendo en la parte de atrás y con un solo caballo llevando el peso de ellos tres, viendo a toda esa gente achicarse y no ver ningún indicio de Sirius por el lugar.
El corazón le latía más rápido de lo normal sin esperar ni un segundo una y otra vez una y otra vez una y otra vez, con la sensación de tener un puño golpeando en el centro del cual quería arrancarlo. Viendo el cielo hermoso en su máxima oscuridad desapareciendo dejando abierto un cielo limpio y aburrido, cerrando los ojos y adentrando en un túnel sin ruido.
Oscuro, húmedo era el túnel, con la sensación de tener heridas en los pies el agua le ardía cada una, gritando de dolor sin parar de continuar siguiendo la luz, ahí estaba el tumulto de seres deformes, lleno de humedad, cortes, sangre, grasa y los órganos saliendo por los costado, yendo de aquí para allá, lleno de gritos de agonía, entrelazándose entre ellos, mordiendo y comiendo al ajeno, bebes botados sin extremidades, animales vacíos con ojos abiertos por el horror, y una mano suave tocando atrás de su espalda empujando ante las antes repetitiva escena que tenía al dormir cuando murieron sus padres una y otra vez, sus padres siendo consumidos, consumiéndose entre ellos y comiéndose a otros, su padre con pies pequeños en sus labios, lleno de dinero inservible, su madre devorando corazones y alguien comiéndose su oreja que intentaba alejarse en vano, desnudos, expuestos, perdidos, hasta sentir su presencia, viendo con sus ojos ensangrentados y las pupilas dilatadas, sus dedos, unos como morcillas y los otros cortados y comidos con los cueros de la piel sacados, alzados hacia el cómo bebes incapaces de pararse, y era claro que las ganas de querer sacarlos de ahí estaban, el problema estaba cuando comenzaban los demás a observarlos, tomando sus tobillos atorándolo en el lugar, agarrando sus brazos alados hacia sus padres para tirarlos hacia atrás, y una gélida mano tomando su cuello, y ahogándolo hasta ya no dar más, despertando sudoroso otra vez, lleno de temblores, arrastrándose donde sea que estuviera a esa ventana. Una ventana, tenía una ventana, tenía la vista del cielo estrellado y una diminuta luna, y con sus codos siendo sus pies llego hasta el balcón, sintiendo sus pies molidos y sus manos ardiendo, pudo levantarse algo para ver hacia abajo, el lobo oscuro, negro entre la multitud que pasaba debajo las faroles prendidos, observándolo, con una sombra por completo familia atrás suyo, los cuervos estaban alrededor de todo el pueblo a esa hora de la noche, el vapor saliendo de su suspiro fue como si fuera el ultimo, era extraño verlo tanto tiempo siendo devorado por esas aves negras hasta llegar al hocico del lobo que marchándose dejaba la sombra en el lugar cambiando de forma al pasar detrás de un farol, a un hombre con bastón, tan familiar, tan necesitado de su tacto, viendo su suspiro entre sus dedos jugando con su destino, era como si su respiración estuviera en un hilo del cual Sirius tenia manejado desde abajo, tirando, tirando y tirando sin si quiera mirarlo, para cuando lo hizo, Dudley estaba colgando desde arriba con una fuerza repentina agarrado al balcón.
-¡Dudley, ¿Qué paso?!
Para cuando el padre Lupin lo enderezo ya no vio a Sirius, ni los cuervos, ni los lobos, ni su suspiro, estaba tan cansado y las ansias de cerrar los ojos, peri la horripilante imagen de sus padres consumiendo que le golpeaba la mente y se restregaba sin delicadeza su rostro.
-Basta, basta joven, ¿Qué le pasa? Me tiene tan preocupado, dígame que pasa por su mente, no es necesaria una confesión, cuénteme, amigo mío, por favor, deme sus penurias, sus oscuros pensamientos, por favor, pero ya no sufra más, con el amor de Dios podemos salir de esta oscuridad.
La bondad del padre Lupin le dieron ganas de vomitar, tan falsa e innecesaria, con ese amor infinito a los demás de que nada le ha servido, ese rostro de estar soportando un dolor que no es suyo, ¿Qué sabe él lo que está viviendo? Él tiene comida en buen estado, personas que lo escuchan porque lo aman y no por compromiso, tiene amigos como el padre Ron, entonces, ¿Por qué pone ese rostro? Es asqueroso, tan irritable, tanto que solo se le ocurre abalanzarse sobre él, comenzar a rasguñarle el rostro, no deseaba verlo más, ni escucharlo, ni sentirlo, pero mientras comenzó a ver la sangre de sus dedos y el pobre rostro del hombre que tenía por debajo llorando por misericordia comenzó a caer en cuenta del crimen que estaba cometiendo.
-Padre… oh padre lo lamento tanto, tanto, enserio, por favor ayúdeme, por favor, no sé qué me pasa, ya no doy más.
Dudley vio con claridad como el padre Lupin retrocedía hacia el rincón, con los ojos bien abiertos y sus brazos cruzados frente a su pecho, pero al ver el llanto del más joven respiro profundo para suspirar y entender que a pesar de todo, no fue en verdad la verdadera intención de Dudley hacerle daño de verdad, eso quería en verdad creer, aun así decidió hacerlo, y con sumo cuidado, se acercó a ese joven arrodillado, tomando esas huesudas manos, levantando su cabeza al poner sus manos en el mentón, para ver ese rostro sin vida embarrada en un mar sin final.
-Escúcheme, creo, que lo mejor será que se vaya de esa casa, desde que llego a ese lugar todo ha empeorado para usted, y si así desea de escapar de todo eso, venga con nosotros, nos iremos el jueves en la mañana para llegar el viernes a la otra iglesia. –Le afirmo con aire de esperanzana tomándolo por los hombros.
-¿Se irán?
-Tenemos misiones, Dudley, de dar amor, paz, enseñanza, un nuevo camino para aquellas almas perdidas, venga, venga con nosotros, por mientras se puede quedar esta noche y todas las que quiera.
-Padre Lupin.
El padre Ron había entrado en el momento que ambos comenzaron a levantarse, y del cual pidió una explicación del todo el alboroto y sobre todo porque el padre Lupin tenía sangre en su rostro, del cual el padre Ron comenzó a curarlo mirando siempre de reojo a Dudley que el retorcía sus manos con sangre seca.
-Le dije que podía irse con nosotros el día jueves, puede quedarse hasta irse con nosotros.
-Pero tengo mis cosas allá, tengo fotos de mis padres que siempre llevo conmigo, no puedo simplemente dejarlas.
-Entonces… vaya a buscarlas, y nosotros iremos por usted, se lo prometo.
-¿Y las heridas? ¿Nadie me va a explicar quién le hizo daño?
-Yo…
-No fue nada, nada, enserio, ahora vaya, luego iremos por usted.
Con la cabeza bajo sin poder mirar a nadie y el calor ardiendo en sus mejillas se fue rápido de la habitación, solo que logro escuchar un gracias a que sus pisadas ni se sienten como el padre Ron le reclamaba al padre Lupin.
-¿Llevárnoslo?
-¿Qué no le agrada acaso?
-Eso era antes de ver esas marcas.
-Padre…
-Remus, mírate, te lo hizo el, lo sé, no soy estúpido, vi tu sangre en sus manos no importase cuanto intento ocultarlos, hay algo malo en él, lo sé, no creo que sea posesión o algo demoniaco, es así, el joven Potter me contaba lo mal que lo pasaba cuando estaba con el cuándo niños, que Dursley lo maltrataba, él y sus padres, y no creo que haya cambiado ni se haya vuelto más humilde.
-Pues entonces sácate esta ropa si no eres capaz de creer en la redención de las personas.
-Remus…
-Lárgate.
-Por favor no me pidas eso, discúlpame, pero no me eches de tu lado…
Dudley prefirió irse antes de saber si al final el padre Ron era rechazado no como él se estaba sintiendo, a pesar de tal vez sentir una dicha ante la posible humillación del otro no podía más, espero sin pegar un solo ojo en toda la noche, manteniendo la imagen de sus padres repetirse en demasía.
El cielo despejado, los pájaros ya salidos a partir de las cinco de la mañana revoloteando por los árboles, los comerciantes poniendo sus puestos, los niños listos para la escuela, y el armándose de valor para ir a la casa del cual temía no volver a salir.
Apresurado, con el vapor salido por su boca ante la fría mañana, vio la casa justo en el momento en que la sombra comenzó a renacer de nuevo, y el sol saliendo entre las ranuras de las ramas espesas de los abundantes árboles que se ponía de frente a la casa, cuyo coche parecía listo para marcharse con un distinto cochero.
-¿Dudley? ¿Estás bien? íbamos a ir por usted después de ir a ver a los Longbottom. Sirius me conto que le dio algo horrible allá, ¿era mucha gente? ¿Qué paso? ¿Dudley? ¿Le comió la lengua el ratón? Ven, yo le ayudo a subir a su habitación.
Con una fuerza algo inusual en Harry le tomo su mano mientras la otra la tenía en su espalda, como si fuera un anciano, y con una delicadeza algo fuera del lugar, algo no cuadraba, era, se sentía, algo similar a una presa antes de ser devorada, era extraño aquel similitud.
Estando ya en su habitación Harry lo acostó con una sonrisa de oreja a oreja, todo podía verse bien de ahí, solo que no se veía bien como sus ojos se agrandaban al igual que su sonrisa, sus pupilas agrandarse transmitiendo unos aires familiares, y sin parpadear, tenso como si verdad quisiera gritar.
-Cometió un espectáculo ridículo ayer, Sirius tuvo que enfrentar todos los inconvenientes él solo. –Su voz gruesa no era ya dulce, neutral y sencilla, de eso, paso a una voz gatuna, rasposa como garras contra la pizarra, contra su piel, su espalda, su mente, su alma.
-Disculpa, de verdad, no fue mi intención, de verdad no sé qué paso por mi cabeza…
-Jamás fue su intención, claro, nunca lo fue, como lo decía su madre, siempre diciendo que era la edad, vaya edad tuvo usted que no podía dejar tranquilo a un recién huérfano, no en el sentido positivo, sino, uno violento, obsesivo, sin saber que alimentaba un depredador, ansioso de su sangre. No pude defenderme cuando pude, pero si lo hace con mis seres queridos. Dudley, no te atrevas a dejar en ridículo de a Sirius, no eres nada para hacerle un espectáculo.
-Yo de verdad no sé qué me paso, me mostro un… algo y yo, de verdad, estoy en deuda con ustedes, mi intención jamás será perjudicarlos.
-¿Enserio? Qué bien, se nota demasiado, siga con esa demostración de gratitud, va a lograr que a la próxima nadie quiera comprar los boletos, y eso para nosotros sería de gran ayuda.
-Harry…
-Cállate. No vuelvas a humillarlo, ya es tiempo, ya es hora de que pagues todo y desaparezcas de una vez por todas.
Ya para ese punto Dudley estaba costado con un Harry que se alargaba hacia arriba, su piel de tonalidades gris y verde no era nada con ver los dedos filosos con cuchillo de uñas acariciando su rostro, y ver, de nuevo ese confuso rostro de dientes de sangre cuya lengua alargada se acercaba a su cuello, y como si el tiempo retrocediera, nada de eso estaba ocurriendo apenas Sirius Black apareció. Un Harry de estatura normal, piel blanca y una sonrisa diminuta recibía a su padrina con brazos abiertos correspondidos, con los ojos del mayor puesto solo en sobre el hombro de su ahijado que lo soltó para darle un suave beso en la mejilla.
-Bien, vámonos, ahora con Dudley de vuelta todo ha vuelto a la calma, y ya los Longbottom deben tener todo listo para recibirnos.
-Claro que sí, mi querido ahijado, vámonos. Dudley, espero que este bien…
-Yo…
Vio la espalda de Sirius darse vuelta, ver a ese hombre de cara a cara le hacía anhelar gritar que le viera de verdad, que lo escuchara, pedirle un solo abrazo para sentir aunque sea falso la calidez de su cuerpo, pedirle que jamás se muera para escuchar por la eternidad su voz, quería decirle que lo admiraba, de ser un criminal de robos de tiendas a convertirse en un gran hombre de negocio, un visionario, un hombre de la vida del cual siempre anhelaba participar, pedirle que se quede para siempre leyendo sus libros a su lado, que por nada de mundo lo alejara por su extraño actuar de ese día, que tal vez haya sido por ver algo tan obsceno como eso, pero que no justifica la humillación que le hizo pasar, y que estaba por el resto de su vida agradecido por su hospitalidad pero que ya no daba más y que tenía que irse y pedirle que no lo olvide a pesar de todo, quería decirle, pedirle todo eso y más, pero no pudo, no se pudo.
-Disculpa por lo de ayer.
-No se preocupe, usted descanse y duerma algo, lo que sea.
-Señor Black, de verdad, discúlpeme, de verdad, yo estoy y estaré eternamente agradecido con usted, jamás olvidare lo que ha hecho por mí, a pesar de todo…
‘’A pesar del todo el dolor que me ha hecho sentir’’, pero quedaron atoradas toda palabra, anudadas en las de querer llorar, mirando aquel hombre, eso prohibido, mirarlo como si se diera cuenta de que verdad era una despedida, pero fue Harry tomando la manga de Sirius quien rompió todo el ambiente llevándoselo lejos, ¿Por qué siempre tiene que alejarlo?
Ya lejos el sonido de las ruedas del carruaje, atento a que la servidumbre estuviera más bien la cocina preparados para recibir a sus amos en la tarde, Dudley saco todas las fotografías de sus padres que siempre lo acompañaban en el viaje, un dinero para ir a un lugar antes de irse a la iglesia, un papel y un lápiz para la despedida y suplicando su perdón su cobarde huida.
Para cuando estaba bajando la escalera sintió una mano en su espalda, giro y había nadie, pero luego otra en su hombro, no había nadie, otra mano, muy suave en su mejilla y no había alguien por ahí que pudiese tocarlo. Al final de la escalera, suspiro temiendo saber lo que estaba ocurriendo, sintiendo en cada extremidad las manos no visibles reteniendo, eran cálidas, delicadas, como si temieran asustarlo más de lo que ya lo estaban asustando entre el llanto ahogado que estaba teniendo. El miedo ante lo no visto, solo podía pensar en cosas del demonio, y su madre se decía que cuando cosas así ocurrían, debía ocurrir a la santa maría.
-Dios te salve, María. –Una mano en su cuello.- Llena eres de gracia, el Señor es contigo. –Unas más y más en sus dos piernas botándolo al piso.-Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. –Otros ya estaba en su rostro, como tapando sus ojos haciéndole ver todo borroso.-Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, amen…
-Dudley, mi cielo, mi bebe.
La puerta había sido abierta y entre los árboles se encontraba su madre con los brazos alzados hacia él, como una ráfaga de viento salido de su madre contra lo que haya sido lo que haya sido que le impedía salir a verla, y ya afuera, corrió y corrió, hasta el estación de trenes, tenía que verlos, tenía que ver a sus padres, por ultima vez.
Sus padres habían sido enterrados no lejos de donde vivía Harry pero si donde vivía el, y eso era porque al morir ellos resulto que todo ese dinero de su padre fue al banco donde trabajaba este y que al cumplir la mayoría de edad podía reclamar, y al hacerlo, resulto que el banco se había ido con todo su dinero, en la pobreza y solo ganando a costa de dos personas que no compartían mucho Dudley se reafirmó que los necesitaba, y ya para cuando se dio cuenta que nadie pagaba el cementerio de sus padres fue cuando Harry intervino y se lo llevo a uno nada grato para él, un cementerio mezclado de gente pobre con gente delincuente, con un árbol gigante al medio donde a veces vivían ratas, pero tuvo que aceptar, al borde de una rabieta por el inmundo lugar en donde habían parado sus seres más amados acepto el trato. Entre recuerdos amargos diviso la habitual sombra, en medio del vidrio entre las personas, como observando sus pasos, pero nada era a comparación con los cuervos, el tren estaba repleto, eran sinfines de ojos observándolo, miraba alrededor para verificar si en verdad estaban ahí por las personas alrededor, alguna reacción o algún gesto de alguien viendo a los cuervos y nada, todos parecían estar ensimismados en sus mundos con mucha tranquilidad, y eso fue un claro mensaje de que en realidad los cuervos no existían para los demás, pero tan reales para él, cuando intento a acercarse a uno que estaba aferrado a una ventana abierto, su pelaje negro y ese pico encorvado eran inquietantes, pero nada comparado con esa expresión de dolor.
-¿Porque me abandonas?
-Me abandonas.
-Me dejaste.
-Vuelve, vuelve a mí.
Ese y otro más comenzaron hablarle con la voz gruesa de Sirius, era imposible, ningún animal puede hacerlo, eso solo era cosa del demonio, eso de seguro. Comenzó a empujar a la gente, mujeres con niños, hombres con bastones, personas ancianas, le daba igual, solo deseaba dejar de escuchar. No sabía a donde ir pero sí que el tren comenzó a comportarse extraño, un vaivén en donde todos se aferraron de lo que pudieron y para cuando Dudley giro a ver que ocurría una bandada de cuervos se lanzaron a él, y tapándose como podía fue empujado hacia afuera en el momento en que el tren se volcaba.
Los graznidos retumbaban sus oídos, su cuerpo parecía estar entre una consistencia extraña, entre sólido y suave, toda sus extremidades tensas comenzaban a reaccionar, su espalda parecía haber recibido una pisada de un elefante, el aire no se lograba entrar a excepción de sus lágrimas que brotaban como reemplazo. Como pudo logro levantarse con los ojos cerrados para la escena y para cuando los abrió no había nada, estaba en medio de un bosque familia, con nieve, de la nada, ¿de dónde salió la nieve? ¿Dónde está el tren? ¿Cómo es que llego al lugar del cementerio tan rápido si para eso había que caminar? ¿Por qué había nieve en esta temporada? Un sinfín de preguntas golpeaban su mente, no había respuesta y estaba seguro que jamás lo habría, por ende decidió levantarse y seguir el camino recordado, el de siempre, el que siempre le ponía triste sin importase los años que pase.
Jadeante vio la cerca vieja de madera, la nieve rodeando los tan solo veinticinco tumbas, descuidadas y de vez en cuando visitadas, las únicas que se mantenían decentes eran las de sus padres y de un viejo militar visitado siempre por un señor ya todo calvo y siempre encorvado, un tal Albus Dumbledore, ellos eran los únicos de los cuales aún se podían leer sus nombres en las lapidas cubierta de nieve y de esas rojizas hojas de aquel árbol, justo detrás de sus padres, arriba de ellos, a veces llena de ratas, solo que esta vez, parecía estar rodeados de sangre siendo en realidad solo esas hojas rojas.
Para cuando ya se acercó a la tumba se dio cuenta del frio que estaba teniendo, tocando su amplia frente se fijó en lo ardiente que estaba, la ropa comenzaba a pegarle al cuerpo, las lapidas se estaban multiplicando, y toda su vista se volvió a negro.
-Dudley, mi niño, mi calabacita, despierta.
Para cuando escucho esa aguda voz familiar la vio, era ella con su tomate siempre bien estirado, ese gorro de tela floreada en forma de hongo cubriéndolo cuando salía, estaba su cabeza en su regazo mientras los finos dedos de su madre le acariciaban su rejuvenecido rostro.
-Mamá.
-No tengo mucho tiempo, no sé cómo, pero hui apenas te vi, fue doloroso pero valió la pena, estas aquí conmigo. Mírate, estas tan desnutrido, estas a puros huesos… ellos te hicieron eso.
-No, madre, me han ayudado, eso han hecho, me han dado dinero, incluso gracias a Harry tienen donde descansar…
-Solo lo han hecho para burlarse de ti, Dudley, por favor, aléjate de ellos, sobre todo de ese hombre, horrible, esta maldito.
-¿De qué hablas?
-Sirius Black, es un maldito, esta maldecido por todos los ángeles y el supremo Dios, solo se está alimentando de ti.
-¿Cómo se va a alimentar de mí?
-Mi niño… el… él nos mató…
-¿Madre?
Ella había comenzado agitarse, tirar su cabeza hacia atrás, en el centro de su estómago comenzó a sangrar manchando el resto de su vestido que comenzó a incendiarse, alejado de ella, vio como aun estando de rodilla, sus brazos hacia atrás como su cabeza parecía doblarse, su cabeza de la nada comenzó a girar lento hasta verla de nuevo de frente con todo el cuello enrollado, y aun el rostro algo visible a pesar del fuego le salió una voz como si tuviera a cientos de personas dentro de ella.
-Almas malditas, con la cuerda hecha cadena, volverán a estar a unidas, el final de un renacer, saltando en piedra en piedra, en tiempo en tiempo, sin envejecer, volverán a nacer.
Y con grito gutural de su madre Dudley despertó con la vista de un cielo despejado, los pájaros cantando, la luz del sol asomándose las hojas verdes llena de vida, nada comparado con el cuerpo gris lleno de sudor, y con el cuchillo enterrado en su alma ante tal revelación, ¿sus padres asesinados por Sirius? ¿Por el hombre que… amaba? Ya no había vergüenza, ¿para qué? Pensaba Dudley, sentía que muy pronto iba a morir, y negar lo innegable ya le era cansador, pero le era más pesado del cual le costaba respirar, saber sobre la muerte de sus padres, y que están donde están gracias a ese hombre.
Los cuervos aún seguían por alrededor, pero nada le era importante como la sensación de sentir unas manso en su espalda, elevándolo hacia el sol, y de solo pensar en que ese instante iba a morir cerro los ojos para recibir la muerte como una vieja amiga.
Una, dos, tres, cuatro, cinco veces sintió una aguja en su espalda, como pequeñas piedras del cual el descansaba, su cuerpo pesaba pero tenía una extraña mescla entre pesadez con lo liviana, como si flotara, todo su cuerpo se sentía fresco, y a la vez cálido, para cuando abrió los ojos, se dio cuenta que estaba dentro de un mar verdoso, y lo confuso de afuera, de una noche oscura, de la cual quiso subir, para cuando su mano toco el fin todo el mar se abrió, dejándolo expuesto a un cielo rojizo, para cuando quiso levantarse unas manos con uñas afilas se enterró en su pecho.
-¿Ya despertaste?
-¿Sirius?
-Es la primera vez que escucho mi nombre en sus labios, suena bien.
Ya todo despierto se vio postrado en la cama, aun sudando lleno de dolor en todo su cuerpo, no podía moverse, no podía levantarse, solo observar cómo es que en realidad no estaba en su habitación sino en la del señor Black, ya era de noche, el cielo dejaba expuesta una luna con sus estrellas danzando a su vista, una hermosa y conmovedora vista. Veía todo con claridad, solo que no entendía porque Sirius estaba mojando un paño y se sentaba a su lado en el borde la cama para ponérselo en su huesudo pecho, en sus brazos y en su frente.
-Tiene demasiada fiebre.
-¿Por qué me está cuidando? ¿Cómo me encontró? ¿Qué hora son? Yo… me tengo que ir, mañana el padre Lupin se ira…
-¿Mañana? De hecho ya se están yendo, aunque… con la mitad de ellos.
-¿Qué dices?
-Hubo un horrible incendio, se puede ver algo desde aquí pero…
-¿Qué día es hoy? –Pregunto con el llanto en su garganta empujando toda la ropa sin preocuparse de tirar los paños al paso.
-Jueves, caíste en un sueño profundo desde ayer…
-No, no, no…
No supo cómo pudo, sus piernas tenían metal adentro, del cual cada paso le costaba más, para cuando se acercó a la ventana se cayó y se arrastró en el lugar de caminar, tenía que verlo con sus propios ojos, tenía que saber que era mentira, para cuando pudo apoyarse en el borde la ventana vio por encima de los árboles, ahí en los bordes como una humareda rojiza se expresaba a todo color.
-No, no, no, no es cierto, no… padre Lupin…-Cuando sus brazos ya no pudo más se resbaló pegándose en el camino en el labio por el borde la ventana, y ahí rendido en el suelo con sus brazos caídos, con sus ojos cerrados tratando de borrar la idea de que todos estuvieran muerto por su culpa, Dudley se alargó a llorar.
-Murió adentro, dicen que se volvió loco de la noche a la mañana, es lamentable.
-¡Tú lo hiciste! Mi madre me conto todo, me dijo que tú los mataste, tú fuiste…
-Mi querido joven Dursley, esta delirando, escúchese, su madre lleva años muerte…
-¡Ya se, cállese, cállese! ¡Tú los mataste!
Para cuando miro hacia arriba vio lo que le quito el aliente, un ser peludo a pie, de pies a cabeza de pelaje negro, colmillos sobresalidos, sangre brotando de cada diente, nariz plana, orejas puntiagudas hacia atrás, manos más grande de lo normal con uñas afiladas y alargadas, todo su cuerpo desnudo y unas alas del tipo murciélagos alzándose por detrás, cuyos rojos ocupaban todo el espacio.
-¿Sirius?
Con un sonido nada cercano a un humano o un animal fue que afirmo que era el, y sin entender, sin pensar, sin reflexionar Dudley se levantó, apoyándose en pared con la poca fuerza que tenía, y tal cual un bebe da sus primeros pasos Dudley se veía así, con los brazos hacia adelante para alcanzarlo y los pasos pesados llego ante aquel ser tan repugnante, pero que a pesar de su mirada sin parpadear lograba ver a ese hombre lleno de vida, ese que ha viajado por el mundo y llega con un aura llena de alegría, ese a quien todos necesitan estar a su alrededor, ese quien lo salvo de morir en la pobreza, quien llego una tarde con ese sombrero y esos lentos solo para sonreírle y decirle que todo estaría bien.
-Sirius… si los mataste. –Le dijo como si hablara a un niño que aplasto un pájaro y que el niño no quería aceptar aquel accidente, solo que en este caso, se estaba hablando a si mismo.
-Tuve que hacerlo, -Esa voz sobrehumana erizo cada vello de sus brazos sujetados con fuerza por esas inmensas manos cuyas garras tocaban su espalda.-Harry fue hijo de uno de mis mejores amigos, alguien a quien considere mi hermano, cuando murió yo tuve que hacerme cargo de mi ahijado pero no pude, había estafado a muchas personas, me metí en problemas de un joven inconsciente de las consecuencias, y fue en la cárcel donde encontré mi muerte luego no querer dejarme someter, tras tantos golpes, un guardia se me acerco, me dijo que tenía potencial para ser uno de ellos, ya estaba al borde la muerte, cuando morí reviví de inmediato, el guardia, Barty crouch junior, hijo del fundador de la cárcel Azkaban, muerto hace cien años, me revivió, me involucro en un mundo de gente poderosa, limpie mi nombre, y recordé mi promesa de cuidar de ese niño. Al volver, vi todo el daño que tenía, te odie tanto, maldito mocoso, que no pude simplemente llevármelo, jure venganza por todo lo que le hiciste, y lo hice, los torture antes de matarlos y los queme en vida, entonces…. Me pidió cuidarte, a pesar de haberlo transformado uno de nosotros tenía algo de bondad, pero yo tenía en mente en humillarte, absorber toda tu energía, que es uno de los medios para mantenernos vivos solo por algunos años y luego beber de tu sangre que me mantendría vivo tal vez por un siglo, pero… te vi, vi tu maldad, vi tu crueldad en tu mirada como la desesperación de ser amado, vi como crecías y amabas cada libro que te traía, esa sonrisa estúpida que tienes… me dejaba pensando en un año entero en ti, y cuando menos lo pensé, me encontré sonriendo al solo verte al bajar del carruaje, mi hermosa y horrible criatura, que cada suspiro que das un año menos de vida tendrás, ya no hay vuelta atrás… mi odio hacia a ti por obligarme a amarte es lo que me grita retenerte, pero… tienes que morir…
-¿Qué eres?
-Un vampiro, así nos llaman los cazadores, solo que no saben de los diversos que somos, y los ilusos solo buscan a un solo tipo.
Negó frenético ante tal revelación, sus padres fueron asesinados, existen especies inmortales que matan a seres humanos para sobrevivir, que él, durante años, fue la comida de ellos dos, y que ahora moriría sin pelear.
Escupiéndole en el rostro, logro distraer unos segundos a Sirius para poder correr a tropezones, algunos sirvientes corrieron a diferentes direcciones tal vez al ver la naturaleza real de su amo, solo no supo al momento de bajar las escaleras cual era la definición del sonido de un grito cortado, tal vez, solo tal vez, cayeron desmayados, ya con todo el peso de su cuerpo casi a la rastra a la puerta sintió unas manos suaves sobre sus hombros girándolo y viendo su forma humana, esa de la cual le derretía como esa mirada entristecida.
-Por favor, Sirius…
-No, tienes que quedarte…
-Me vas a matar…
-Sí, lo hare, pero, quiero verte, no puedo perderte de vista. Los cuervos, la sombra, no son suficiente, necesito estar contigo, piel a piel, el cuchillo del amor y el dolor ha unido mi corazón con el tuyo, respiro a través de ti, veo a través de ti, camino a través de ti, escucho a través de ti, vivo por ti, Dudley, mi Dudley.
Al oír su nombre fue como oír un zumbido que casi lo dejo adormecido, pero al tener todo esa información previa agito su cuerpo sospechando de que todas esas palabrerías eran una farsa para retenerlo y terminar su plan. Alejado de sus manos puso un pie afuera y como si una tela gigante se quitara encima comenzó a flotar al correr, no había pesadez de piernas, opresión en el pecho, neblina en su mente, solo la clara idea de ir a ver la iglesia.
Llegando al pueblo vio la muchedumbre de gente corriendo de aquí para allá con baldes diminutos apagando la inmensa iglesia incendiada, no había por donde apagarla, era una torre de puro fuego, y entre las personas que empujaban de aquí para allá logro ver en algunas ventanas algunas personas vivas siendo consumidas, otras tirándose desde arriba hacia abajo llegando carbonizadas, era un cuadro macabro del cual por dentro, los gritos le daban cierto placer. Golpeándose el pecho sin parar de ver la iglesia pensó horrorizado que tal vez si era una horrible persona que se merecía morir, debe morir, alguien como él debe morir…
-¡¿De qué te ríes?! Todo esto es tú culpa.
No se había dado cuenta de que sonreía hasta tocar sus labios y ver como el padre Ron se le acercaba para comenzar a golpearlo.
-¡Él fue a verte ayer, y desde que regreso se comportó raro, dijo que no pudo verte porque tenías fiebre, y eso lo molesto, y comenzó a pegarle a los niños, a mí, incluso látigo a tres de nuestras hermanas! ¡Estas maldito! ¡Maldito! ¡Por tu culpa comenzó a incendiar la iglesia diciendo que estábamos rodeados de pecados y que había que limpiar nuestras almas!
Una y tras otras palabras venía con un que otro golpe, dejándolo tendido en el suelo embarrado de sangre, nadie le ayudo, nadie lo levanto, nadie le dio agua, todos prefirieron ayudar al quien lo ataco.
-Se lo merecen…
Susurro atragantándose de sangre, pensando en que la sensación de morir si bien es horrorosa era la única opción que tenía en ese momento.
No había nada más que él, el cielo estrellado, la luna casi completa, y los desgarradores gritos y los de ir y venir de las personas, de repente todo se volvió un silencio, con ese vacío en el aire, Duldley con todo el miedo del mundo se quedó dormido.
Sus padres estaban siendo quemados, sus gritos a viva voz se enterraban en su piel, como su vista pudriéndose al verlos a ellos dos en convertirse en seres devoradores de excremento tirados en el suelo, siendo a su vez consumidos por otros seres, siendo a su vez consumidos por otros seres, y así, y así, y así, y así vio una luz blanca de la cual solo por saber se adentró, viendo de a poco como es que en realidad la luz era el candelabro, cuyo resplandor se opacaba por las diversas voces alrededor.
Ruidosos, escandalosos eran las voces joviales, miro a su lado derecho y se extrañó la vista, de frente pero de lado, ¿Cómo era eso posible? Estando ahí tirado, vio como un sirviente le sirvió una copa de vino a uno de ellos, por lo que poco que veía era Pansy Parkinson, cuyo cabello negro y tomado hacia arriba se tambaleaba por su escandalosa risa, luego vio como a su compañero de al lado, Draco Malfoy, le servían un plato de marisco podridos lleno de sangre, ese cabello rubio casi plateado era inconfundible, como la elegante risa de su lado izquierdo, adolorido giro a verla, esa melena encrespada, de escote pronunciado, vestido rojizo bien ajustado, y unas uñas afiladas como su dientes sobresaltados, todos son igual, todos ellos eran lo mismo.
-Despertó la comida, ya era hora, nos estábamos aburriendo. Mira, Hermione, despertó tu regalo.
La chica solo sonrió de forma sutil contemplándolo ahí sobre la mesa, sintiendo su cuerpo pesado, poco logro verificar que en realidad estaba desnudo, mientras oía las risas escandalosas de los demás, un vestido celeste paso fugaz atrás de la cumpleañera para apoyar ese alargado rostro pálido en el hombro, con su cabello abundante de risos de oro tomados cayéndose algunos mechones delante de esos ojos rojos.
-Se ve muy apetecible, ya era hora, uy, que emoción, ¿ahora es? Ha estado durmiendo todo el día, toda la tarde, es hora de que gocemos por fin la cena principal.
-Detente, Luna, déjame sazonar un poco este plato.
Esa voz no la reconoció de inmediato, pero al girar con dolor al lado derecho vio a Harry y ahí detrás estaba Sirius recargado en la pared con los brazos cruzados, se veía tan jovial, tan tranquilo, como si lo que ocurrió antes jamás hubiera pasado, todo fuera falso, nada paso antes, y solo hubiese llegado jamás salido, y que solo paso un día de su llegado para convertirse en eso, en comida.
-Mi querido primo, ¿Cómo estás?
-Harry…
Tenía la garganta seca, lleno de mucosidad adentro, que se debe por la sangre que se tragó, ¿Cuánto duro así? ¿Qué paso con las personas del pueblo? Nada le sería respondido, el en ese momento, no es nada, nada, solo estaban jugando con él, eso era lo que estaba haciendo Harry, su cabello negro hacia arriba, más largo de lo normal, más abundante de lo normal, sus cejas negras curvadas hacia arriba, sus ojos en una mezcla de rojo y verde, sus uñas alargadas que acariciaron su rostro, su camisa dejando expuesta su pecho velludo, y sus dientes casi sobre salidos con algo de sangre.
-Dudley, Dudley, el dulce pastelito de mamá. Me hiciste la vida imposible, encerrándome en habitaciones, haciendo que los perros me hicieran cosas, dejando que tus amigos me tocaran, eras repugnante de niño, pero eres mi familia, cuando tus padres murieron quise protegerte a pesar de mi condición, quería cuidarte como tú no lo hiciste, pero llegaste con prepotencia, exigiendo sirvientes, preguntando por ellos, preguntando por tu comida preferida, te estaba dando un techo y te pusiste a exigir, entonces deje que Sirius se alimentara de ti, y que acabara contigo poco a poco, día tras día, hasta este momento, vivirás para ver tu muerte. Primero absorberemos tus últimos suspiros, luego lameros todo tu cuerpo, para al final, tomar toda su sangre y que el resto quede para los perros.
El coro de risas le fue como recibir un golpe de un mendigo frente a millones de personas de alta alcurnia. No era justo nada de lo que estaba ocurriendo, todos sobre el riéndose sin parar, suspirando una y otra vez agitando su cuerpo por no poderlo controlar, para cuando el sentimiento de poder hacer nada con lo que estaba ocurriendo con su cuerpo paro le dieron ganas de llorar al sentir las lenguas al pasar, todos y cada uno lo lamian mientras lloraba y pedía que pararan, nadie le hacía caso, a nadie le importaba. Le quedaba solo una opción y ese era ese hombre cuyos ojos cerrados parecía calmado, no le importaba, no le importaba en absoluto.
-¿Ya?
La pregunta de Luna género que todo se oyese, las hojas de afuera, el viento de la noche, el sonido de la luz de la vela danzando, menos sus respiraciones, jamás se dio cuenta que no respiraban, ninguno de ellos, el silencio le fue entregado un momento de paz hasta ser interrumpido por su grito ahogado al sentir los colmillos enterrados, todos, y cada uno comenzaron a devorarlo, la sangre brotaba por todos lados, ya no había escapatoria, así iba a morir, ese era su destino, su último suspiro seria de ellos, el último suspiro seria para él.
-Se murió. –Observo emocionada Luna embarrándose la sangre a su pecho.
-Sí, pero sigue teniendo sangre, chupemos más. –Pidió un joven de cabellera castaña, algo regordete con su apellido Longbottom gritando en cada atuendo cuadrille.
-Es lindo ver cómo están avanzando la juventud de ahora, tan ambiciosos, queriendo siempre más. –Comento de la nada Sirius, abriendo sus ojos y observando ese cadáver de ojos abiertos.
-Sirius, no te vuelvas un amargado ahora, eres el alma de la fiesta, ven. –Invito con sus finas uñas el joven Draco, con el miembro endurecido imaginándose siendo cogido por ese hombre entre tanta sangre como cierto tiempo.
-Por fin murió. –Hablo con tanta alegría y paz Harry mientras giraba el cuerpo de quien fue su adorado primo a dirección de su padrino.
-Sí, y se lo agradezco, me lo hicieron fácil para transformarlo, pero ahora… tengo que matarlos.
-¿Qué estás diciendo, Sirius?
Ya era tarde para darse cuenta que Sirius se había transformado en su completa forma inhumana, agarrando con un paño una estaca de plata bendecida por el agua bendita que robo del padre Lupin antes de hipnotizarlo y que cometiera lo que cometió, enterrando primero en Pansy, carbonizando a los segundos, siendo derribado por Draco que fue apuñalado en el cuello botando la sangre por sus ojos y quebrándose, luego Longbottom quien se abalanzo echándole al suelo, con garras y dientes trato de quitarle esa arma homicida, pero lograba solo quemarse cada que se acercaba, para al final carbonizarse con los minutos, quedaba tres, de los más fuertes y quienes uno de ellos no estaba consiente de si lo que estaba ocurriendo era real o no, Hermione logro quitarle la estaca, tirándolo lejos de ellos, las garras iban y venían, y con Luna tirándose a la espalda, Sirius se vio envuelto en dos cuerpos bien manejados, de la nada Luna comenzó a gemir de dolor, y un hoyo negro comenzó a surgir en su pecho logrando ver unos ojos verdes ahogados en lágrimas de sangre.
-¡Malditos traidores!
Rugió Hermione queriendo atravesarle el pecho a Harry, quien un solo golpe le arranco la cabeza sin apartar la vista de aquel hombre que le cambio la vida.
-¿Por qué? Sirius, pensé que esto era tu plan, te seguí el juego porque entendí que seres como el no deben vivir.
-No, no deben, pero heme aquí, mi ahijado, Dudley y yo somos iguales…
-No…
-Lo somos, despreciamos a los de abajo, odiamos a nuestra especie, y no nos importa pasar sobre otros para obtener nuestros placeres. Me di cuenta el primer año en que lo acogí, a pesar de mi promesa interna en destruirlo… vi en el mi compañero…
-Yo soy tu compañero, me transformaste, yo te soy leal, soy tu ahijado, tu amigo, tu hermano, tu amante.
-Lo sé, lo sé, y no me importa, no compartes mis ideales, ves a los demás como tus iguales, es patético, y débil, igual que tu padre. Al principio no quería matarlo, pero pensé bien las cosas y decidí que ustedes hicieran el resto del trabajo, ahora, tengo que deshacerme de ti y volver a la vida a esta nueva vida.
-¡NO!
Era inevitable la pelea que se iniciaría, si bien Sirius amo a Harry más que a ningún amante que tuvo antes, no era nada comparado una vida con alguien como Dudley, alguien a quien vio su alma y se reflejó apenas lo vio, con tan solo catorce años logre ver en una vida entera con él, no podía imaginarse una vida vacía sin emociones, sin demostrarse tal cual es, fingir alguien que no es, no estaba en absoluto en sus planes. Al final, agarrando su garganta y elevándolo con la estaca en su otra mano, se despidió de quien en algún momento fue su amado ahijado.
-Sirius.
-Adiós, mi querido.
La sangre brotaba del cuello hasta caer hasta su hombro, observando con su pesar el cuerpo joven quemarse, tenía una vida por delante, pero no deseaba ningún estorbo y bien sabia Sirius que Harry no se daría el esfuerzo de entenderlo.
Ya cansado de todo el espectáculo, fue a donde inerte cuerpo. Tuvo que aguantar todo el tiempo en que torturaron a su pobre criatura, cerrando los ojos imaginando una vida a su lado, eso le bastó para no arrancarles la cabeza en ese instante.
Ya en su lugar, en su santuario, aquella sala que tanto prohibió me dejo que entrase en las noches oculto, escuchando sus pesares, sus pesadillas y sus llantos, de los cuales fueron un place oírlos, cada suspiro que quedaba solo era miel en la punta de su lengua, el quería mas, su sangre, su cuerpo, sus gemidos, sus lágrimas, su todo, enterrarse en él, como en ese momento iba hacer, abriendo esa puerta de metal de la cual su verdadera naturaleza no es más que su tumba, abriéndola y lanzando el cuerpo ya mordido en el cuello por su veneno, ahora solo era cuestión de minutos en que veía como el cuerpo se retorcía entre la sangre de sus víctimas, su cuerpo alargarse, obteniendo músculos, carne donde no hubo carne, vello donde no hubo vello, forma a donde hubo puro hueso, dedos con uñas donde antes no había, los pómulos marcándoles dejándole un aspecto tosco con toque de elegancia, palideciendo a su color natural de muero, Dudley estaba cobrando vida.
-Eso es, mi vida, abre tus ojos, ábrelos por mí.
Dudley hace tan solo unos minutos estaba siendo montado por un perro del cual le estaba devorando su cuello, de tanto dolor se había desmayado tres veces seguidos, el espanto y el horror se grabaron en su rostro, estaba en el mismo lugar que sus padres, pensó en no tener escapatoria, pero de la nada un humo apareció y todos huyeron, agarrando al pobre joven torturado por todo el cuerpo arrastrándolo hacia la luz, abriendo los ojos con ganas de llorar ante la felicidad al no sentir más agonía un sinfín de veces, a cambio sentía su cuerpo húmedo, endurecido, y una sed que hizo que se sentara de golpe para comer lo fue que tuviera hambre, pero a cambio de ver comida, vio a ese hombre, viendo el cielo oscuro, como si estuviera esperando, ¿a quién? ¿a Harry?
-No seas estúpido, ven, te he estado esperando a ti, ven conmigo, quiero mostrarte tu nueva vida.
Sin poder creerle del todo salió de aquel húmedo lugar rojizo, saciado por completo al beberlo antes de salir, como si hubiera comido desayuno, almuerzo, el té, y la cena de golpe, pero nada era irrelevante como el hecho de pararse a su lado, ver el cielo y ver más allá que un cielo estrellado, veía otros planetas, veía la luna girar, el sol brillar a otra dirección, veía incluso animales a gran distancia, veía el mundo entero como si fuera algo tan pequeño he insignificante, tendría que controlarse.
-Esta es tu nueva vida. ¿Me elegirías para ser tu compañero?
-¿Me lo pregunta ahora que me ha mostrado todo lo que me puede dar? Caro que sí, una vida contigo es como un suspiro al cual quiero mantenerlo activo, no importase el dolor de garganta, el dolor de voz, sus, suspirare por usted hasta el final de la existencia que usted me otorgo. Claro que iré con usted, me dejare matar incluso por usted, haga lo que quiere, usted maneja mi vida.
Sirius quería contradecirle, pero le bastaba verlo arrodillado ante tanta belleza para saber que se podría acostumbrar, callarse y fingir dominancia cuando solo bastaba una sola mirada de su Dudley para que mataras a todos, como si no lo hubiera ahecho ya con los aldeanos al verlos pasar sobre él. Este nuevo renacer, ese nuevo nacimiento era la definitiva continuación de su gran y ansiada felicidad.