La guerra ha terminado.
Un río de sangre corre entre los cadáveres de los valientes guerreros, que dieron su vida por lo que era correcto.
Athena, con Seiya en los brazos, llora inconsoláblemente. ¿Este es el precio por la paz de la tierra?
Sí, era una diosa, pero el vivir entre humanos le habían hecho conocer toda la gama de sentimientos y emociones humanas que las personas tienen que enfrentar diariamente. El amor, como lo comprobó ya, es un sentimiento de doble filo: tan hermoso, y tan doloroso a la vez.
El cuerpo de Hades, tan grandioso anteriormente, ahora sólo es una masa de carne y huesos desfigurados.
También, a lo lejos, se encuentra Shun, que tenía su brazo destrozado. Tan hermoso aún en la muerte, pues su cabello, tan terso y sublime a la vez, enmarcaba esas esmeraldas, que ahora se encontraban sin vida.
Lune, Minos, Aiacos... Todos muertos. Solo Saori había sobrevivido.
Rogaba por una solución, pero sus plegarias no eran escuchadas.
-¡¿Qué es lo que debo hacer?!- Gritó una Saori angustiada.
De inmediato, una luz dorada apareció, transfigurándose en el cuerpo de Zeus. Lucía imponente, aunque su rostro se veía joven.
-Atenea,- Dijo el dios,-Reviviré a todos los que murieron en esta guerra. Pero, ocupo un favor.
-¿Cuál será, padre?
-Primero, regresaré a la vida a los caidos.
Puso su mano con la palma hacia arriba, y, con un polvo dorado, empezó a soplar, esparciéndolo por el viento con un soplido. Minutos después, algunos hombres empezaron a mover poco a poco sus cuerpos.
Seiya, que seguía en los brazos de Saori, abrió lentamente los ojos, mostrandose calmado, y algo confundido.
Pero, los espectros también se levantaron, pues Zeus nunca especificó a quienes iba a levantar.
-¡Pero, padre!- Protestó Athena.
-Athena,-Respondió el padre de los dioses,-Todo en este universo debe estar en equilibrio. Negro, blanco; luz, oscuridad; bien, mal; vida y muerte. Si no existe el infierno, el mundo de los vivos caería en desgracia.
Pero, existía un problema: Hades había también resucitado. Pero, su cuerpo no, por lo que estaba como una masa negra de gas.
-¡Mi cuerpo! ¡Mi cuerpo! ¡No quiero estar en un mísero jarrón sellado por esa miserable!
Zeus notó que los guerreros que ya se habían recuperado querían enfrentarse.
-¡Alto ahí! ¡No habrá más peleas!
-Pero, padre, ¿qué es lo que deseas?
Todo emanaba una calma abrumadora. Los santos atenienses, así como los espectros, quedaron sorprendidos, pues no comprendían lo que estaba sucediendo.
-Atenea, quieres la paz mundial. Hades, tú un cuerpo. Y, lo que todos queremos, restaurar el equilibrio.
-¡Sí!- Afirmaron ambos dioses.
-Pues, -Continuó Zeus, -Atenea, tendrás que sacrificar a alguien puro de la tierra para que se fusione con Hades.
Todos los presentes quedaron sorprendidos ante tal petición, por lo que no sabían qué decir.
-Athena. Yo aceptaré el sacrificio.
Todos voltearon hacia donde se escuchaba esa melodiosa voz.
-¿Estás seguro? No quiero sacrificar más vidas. Tú has sufrido bastante.-Inquirió Saori al joven.
-Pero, soy el más indicado. Si la tierra se salva de esa manera, lo haré.
-¡No lo hagas!- Contestaron los caballeros de bronce y de oro al ver que el joven se levantaba y se dirigía hacia Zeus.
-¿Estás realmente convencido, jovencito?
-Sí, señor Zeus.