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Flashfic # 6: Secret Keeper por Morgana of Avallon

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Notas del fanfic:

Título: Secret KeeperAutor: Morgana of Avallon (barda_morgana)Recibe: charloneePareja: Luna, Sirius/SeverusGénero: romance / dramaClasificación: RAvisos: errr… weno, ninguno en realidad pq el lemon no es nada explícito así que…Disclaimer: Lo de siempre, que los dos maromos y el resto de personajillos no me pertenecen a mí sino a la Rowling, la Warner y la Bloomsbury y a todo el que fue lo suficientemente listo como para sacar tajada en su momento hehehe.Palabras: 3692Notas del Autor: siento muchísimo el retraso!!!! Espero que te guste!

Notas del capitulo: fic escrito para charlonee (perdona el retraso!!!) en la comunidad de lj hp_flashfic_es
Secret Keeper ‘Fuuuu’ ‘¡No Luna!’ ‘¡Aaaaaaaah! ¡Cough! ¡Cough! ¡Cough!’ ‘Luna…’ ‘Lo siento… Hermione’ ‘No pasa nada. Espera a que la nube de polvo se disipe antes de moverte.’ ‘¿Qué pasa? ¿Qué pasa?’ Harry, Ron y Neville entraron en la sala alarmados (por no decir casi histéricos) pero la nube de polvo no les permitía ver nada. ‘¡Coño!’ ‘¡Ron! No digas tacos…’ ‘¿Cómo has sabido que era yo?’ ‘Porque soy tu novia ¡lerdo!’ Hermione se hubiera reído si no hubiese sido por el montón de polvo que todavía les rodeaba y su irracional pánico a morir ahogada, souvenir de una de las pruebas del torneo de los tres magos. ‘¿Por qué no lanzas un hechizo y…?’ ‘¡Ni hablar! Ya has visto lo que ha pasado abajo… Luna, ¿estás bien?’ ‘Yo… yo sólo me he dejado caer en la butaca. Estaba cansada…’ ‘No importa Luna… sólo vamos a esperar un rato hasta que el polvo… ¡Mira! ¡Ya te veo!’ ‘¡Ala! ¡Yo también Hermione!’ Esperaron unos minutos a que el polvo acabara de aposentarse de nuevo sobre el suelo, muebles y sus cabezas antes de sacudirse un poco con cara de asco y ayudar a Luna a levantarse de la butaca.  ‘Yo eso no lo limpio’ dijo como si el mueble fuera a morderla. Ron y Neville se rieron por lo bajo. ‘Espero que Ginny vuelva rápido con la comida. ¡Me estoy muriendo de inanición!’ exclamó Ron frotándose la barriga con cara de pena. ‘Qué novedad…’ ‘¿Decías cariño?’ ‘Nada, nada… mejor será que volvamos al trabajo. Yo seguiré con esta habitación…’ ‘¿Yo que hago, Harry?’ preguntó Luna dejando bien claro que no pensaba pasar un segundo más de lo imprescindible cerca de aquella butaca generadora de sustancias tóxicas. ‘Pues… ¿te parece ordenar un poco la habitación de Sirius?’ ‘¡Harry!’ exclamaron ella y Hermione a la vez. ‘No hay que tirar nada…’ se explicó ‘Sólo quiero que lo guardes todo con un poco de órden. Además’ añadió asiendo a Luna por los hombros con una sonrisa en el rostro ‘yo sé que tú lo tratarás todo con cariño, como si fuera tuyo’. Luna asintió con una sonrisa. Sabía lo que pensaban de ella sus amigos, que todavía a veces creían que estaba un poco ida pero que, de la misma manera, confiaban en ella para las cosas que consideraban más íntimas. No por nada sabía todos los secretos más secretos y todos los detalles más vergonzosos de todos sus amigos y respectivas parejas. Porque ella nunca decía nada.  Y precisamente por la confianza que le tenía, Harry le había pedido que le ayudara a limpiar Grimmauld Place para poder mudarse allí lo más pronto posible. Y Luna estaba dispuesta a no defraudarle. Subió las escaleras despacio, armada con su varita y varias escobas, plumeros y trapos a los que pensaba animar y dirigir para poder limpiar más rápido. Pero al abrir la puerta se dio cuenta de que iba a tardar lo suyo en poder barrer el suelo pues, sabiendo que Harry quería conservar todo lo que se hallaba dentro del cuarto, le iba a tocar recoger el campo de batalla de papeles y trastos que había diseminados por toda la habitación antes de poder hacer limpieza. Así que Luna dejó sus utensilios a un lado, cerró la puerta y con una ancha sonrisa y el pelo recogido se puso a ordenar con cuidado y con cariño los papeles que cubrían por entero el suelo de la habitación. Llevaba casi media hora amontonando papeles encima de la mesa del escritorio de la habitación de Sirius cuando, al agacharse para seguir recogiendo, una extraña hendidura en la superficie de la madera llamó su atención. Luna dejó el papel que tenía en la mano y la pasó a lo largo de la madera. Intentó meter los dedos dentro o tirar de ella de alguna manera pero lo que fuera que hubiera que abrir no cedía. Suspiró hondo, como ofendida por la resistencia que mostraba el pedazo de madera y completamente convencida de que detrás había algo secreto, misterioso y seguramente desordenado. Luna sacó la varita que sujetaba sobre la oreja y la apuntó a la madera con gesto ceñudo. ‘Alohomora’ susurró y la madera se abrió con un ligero kreak. Luna tiró de la tapa para descubrir del todo el compartimiento y se asombró al encontrarlo vacío, salvo por un único y pequeño libro de tapas de cuero con el sello de los Black en la cubierta. Se apartó y salió de debajo del escritorio con el librito entre las manos y, olvidándose por completo de la limpieza de la habitación, se sentó en la cama y se puso a leerlo. Unas cuantas páginas más tarde, Luna estaba tan inmersa en la historia que las imágenes habían empezado a formarse a su alrededor como si las estuviera viendo muy de cerca.        Entré en la habitación y James se estaba riendo… otra vez. ‘Tío, se te va a quedar la boca así como no pares de reírte’ ‘Déjalo, tío, si está feliz…’ Odio cuando Remus le defiende por cosas que a mí me sacan de quicio. ‘Es que hace días que no te quitas la sonrisa de encima’ ‘Ni a Lily’ añadió él. Pero eso sobraba porque me sacaba todavía más de quicio. ‘Sí, sí, ya…vale’  ‘Sirius… ¿te pasa algo?’ preguntó Remus mirándome fijamente por encima del libro que estoy seguro de que llevaba horas intentando leer a pesar de James. Remus se fija en todo. ¡Mierda! ‘Nada’  No tenía ganas de hablar con él y menos con James delante. Estaba molesto por muchas cosas y James tenía la culpa de la mayoría de ellas.  Ahora me sabe mal no haberle contado nada de todo aquello, de cómo me sentía… En fin, me han hecho padrino de su primer hijo… Pero ya nada tiene importancia y no creo que le interesara saber en lo que acabó todo, al menos no en éste momento. Pero yo sí necesito sacarlo, necesito pensar que puede que llegue un tiempo en el que alguien descubra este diario y lo lea y le importen un rábano mis errores pero, sin embargo, comprenda lo que sentí en aquél momento de mi vida. Hacía unos días que había pasado. Normalmente nos metíamos con Snivellus día sí y día también pero, no sé porqué, aquella vez se nos escapó de las manos. Y parecía que yo fuera el único que se había dado cuenta. Snape estaba suspendido en el aire cabeza abajo, humillado ante el colegio entero, y Lily nos gritaba que le dejáramos en paz. Y entonces, víctima de su propia rabia, le gritó Mudblood a la cara y ella no le ha hablado más desde entonces. La otra noche él fue a disculparse pero Lily no quiso escucharle. Lo vi, le vi y me dio lo mismo al menos es aquél instante… pero no por mucho tiempo más. James no había parado de reírse desde entonces, ni de acercarse a Evans cada vez más, ni de pasar de nosotros en la misma medida. Y me daba rabia, mucha rabia. Pero no podía decírselo. Me metí en el baño sin responder a la mirada inquisitiva de Remus que me repetía la misma pregunta una y otra vez. No estaba dispuesto a contarle lo que me pasaba, ni creo que lo esté nunca… a ninguno de ellos. Cuando salí del baño hablamos y bromeamos como siempre pero Remus seguía mirándome convencido de que algo no andaba bien conmigo y pese a mis intentos de disimular estoy seguro de que seguía convencido de lo mismo cuando bajamos al Gran Comedor para la cena, un rato después. ‘¿No tienes hambre?’ me preguntó al ver que sólo jugaba con la comida sin llevarme ni una sola cucharada a la boca. ‘No mucha’ ‘Qué raro’ ‘Qué perspicaz’ Estaba enfadado aunque no quería pagarlo con Remus. De hecho, lo habría pagado con Peter de buena gana pero últimamente se hacía difícil adivinar dónde se metía… más o menos como ahora. James no era una opción. Habría adivinado en el acto que era él la verdadera razón de mi enfado y no iba a darle aquella satisfacción. ‘En serio Paddy, ¿qué te pasa?’ Remus estaba preocupado. Siempre ha estado preocupado. Y se lo agradezco mucho, aunque no en aquél momento. ‘¿Es por… una chica?’ ¡Bingo! Rápido y fácil. Y como sabía que a Remus el tema le incomodaba estaba seguro de que me dejaría en paz. ‘Sí’ respondí satisfecho de mi mismo y como había previsto, Remus no preguntó más. James por supuesto no se enteró de nada, pendiente como estaba de Lily Evans a cada minuto del día que pudiera pasar cerca de ella. Me jodía increíblemente que hiciera aquello. Me sentía traicionado… y culpable. ¡Sí! ¿A que es raro? Yo, Sirius Black, me sentía increíblemente culpable cada vez que veía a Lily Evans y ¿por qué? Por la razón más insólita del planeta: por que al verla recordaba una y otra vez que por mi culpa Snape había perdido a su única amiga y se había pegado cada vez más a aquellos nazis que tenía por amigos ahora. Cada vez que me venía a la cabeza me enfadaba más y más. ‘¡Vamos! ¡Tú odias a Snivellus!’ me decía. Pero no era cierto. Sabía que no era cierto. Snape no me caía bien; de hecho me caía más bien gordo pero odiar… odiar es una palabra muy gruesa y yo no le odiaba. Al menos no entonces. Era fácil meterse con él. Fácil y divertido. Disfrutaba nuestras bromas pesadas, nuestras tretas, las putadas que le hacíamos sin parar… pero nunca había pretendido humillarle tanto como para hacerle ser peor persona. Sé que la culpa no es enteramente mía. No soy tan narcisista. Pero también sé que por lo que hicimos una parte de Snape murió un poco aquél día; la parte que era un poco como yo, la parte que a pesar de venir de dónde venía era amiga de los nacidos de Muggles. Lo supe cuando le seguí después de que Lily rechazara por última vez sus disculpas, lo supe al ver las lágrimas rodarle por las mejillas y estrellarse en el suelo de los pasillos que cruzaba a la carrera, lo supe cuando se derrumbó tras doblar una esquina y le vi llorar como un niño pequeño, totalmente destrozado. Aquello no lo disfruté nada. A decir verdad mi mal humor con James empezó aquella noche. Y no dejó de crecer hasta unas semanas después.      Subía corriendo hacia el castillo después del último partido de Quidditch que James acababa para ganar para Gryffindor. Por supuesto, él lo estaba intentando celebrar con Evans en vez de con nosotros así que apenas se dio cuenta de mi poco disimulada huida y si lo hizo le dio exactamente igual. Remus no quiso seguirme (seguía convencido de que mi problema era una chica y se sentía demasiado incómodo con el tema como para intervenir) y Peter se había vuelto a pegar a James como siempre, haciéndole la pelota de la manera más descarada para que le prestara un poco de atención.  Me reventaba. Así que me fui. Quería ir a la casa de los gritos pero al dirigirme hacia el Sauce Boxeador me di cuenta de que no estaba solo. ‘¿Qué quieres?’ le pregunté dándome la vuelta violentamente. Snape no dijo nada. Se detuvo a unos pasos de mí y me miró fijamente pero no había ninguna pregunta en su mirada. Ni enfado, ni reproche. No había nada. Un escalofrío me recorrió el espinazo cuando un golpe de viento meneó las ramas del sauce a mi espalda y arreboló el pelo y la túnica de Snape, que no se movió ni un ápice. Su mirada seguía fija en mí y yo era incapaz de hacer nada. ‘¿Qué quieres?’ repetí porque no podía decir ni hacer otra cosa. Snape desvió su mirada hacia el campo de Quidditch - todo el mundo seguía allí, celebrando la victoria o despotricando de los ganadores – me miró una última vez y, sin mediar palabra, echó a andar hacia el castillo. Me quedé atónito, claro. No entendía nada de lo que acababa de pasar. ¿Qué coño quería Snape? ¿O es que no quería nada? Entonces ¿de que coño iba todo aquello?  Seguramente fui un estúpido, seguramente no pensé en las consecuencias como siempre, seguramente si fuera ahora… seguramente volvería a hacer lo que hice. Le seguí. Eché a andar tras él en dirección al castillo y hasta las mazmorras. Estaba seguro de que él sabía que estaba allí, de que había notado mi presencia tras él todo el rato, pero no dijo nada. Ni siquiera se volvió o me dirigió otra mirada. Simplemente siguió andando. Cuando llegamos a la Sala Común de Slytherin Snape se detuvo en seco ante la puerta, susurró la contraseña lo suficientemente bajo como para que no la oyera y me habló por primera vez durante todas aquellas semanas, aunque sin volverse ni dirigirme la mirada.  Si antes me había quedado atónito ahora no podía dar crédito a sus palabras. ‘Sígueme’ me ordenó ‘si quieres algo…’ No respondí porque no sabía qué decirle. No quería nada… ¿o puede que sí lo quisiera? ¡¿Qué sabía yo?! Así que, ante la sorpresa y mi propia indecisión, cometí el error de seguirle. Y si volviera a suceder, sabiendo lo que sé ahora… puede que volviera a hacerlo. No me fijé mucho en la Sala Común de Slytherin, aunque ya había estado antes, cuando hicimos el mapa. Tampoco me fijé en su habitación cuando entramos, salvo en que había una sola cama, una mesa con un montón de libros… y nada más. ‘¿Y bien?’ preguntó en tono calmado volviéndose hacia mi por primera vez desde que entramos en el castillo. ‘¿Y bien qué?’ repliqué incómodo, evitando mirarle a la cara. Hubo un momento de silencio. Snape se sentó en su cama y soltó un leve suspiro. Yo seguía apoyado en la puerta cerrada, mirándome las manos. Levanté la vista de espacio y le miré sin que él me viera.  Tenía un aspecto horrible: triste, cansado, hundido. Me sentí otra vez culpable y otra vez enfadado por sentirme así por su culpa; por mi culpa. ‘¿Para qué me has traído aquí?’ pregunté y mi voz denotó mi enfado. ‘Tú me has seguido así que respóndete solo’ Era muy ácido. Siempre lo había sido pero ahora más que nunca su acidez no era más que una coraza. Le miré a los ojos y vi las mismas lágrimas que la noche en la que supo que había perdido a Lily, aunque ahora no las derramaba, y vi la humanidad que no había perdido, aunque estaba seguro de que ya jamás iba a volver a mostrarla. ‘Aquella vez, cuando yo y James…’ empecé aunque no sabía muy bien cómo iba a seguir. ‘El burro delante’ musitó. ‘Fue idea mía’ ‘¡Qué sorpresa!’ Ironía otra vez. Pero vi que le dolía. Me quedé callado. ‘¿Y ahora qué quieres? ¿Disculparte?’ preguntó con una media sonrisa en la que reflejaba mucho más su tristeza que su desprecio. ‘No’ mentí y no mentí al mismo tiempo. Me sentía culpable pero jamás iba a decírselo, jamás iba a disculparme con Snivellus y en aquél momento justo me acababa de dar cuenta. ‘Mejor’ dijo él y me dejó atónito de nuevo. ‘No creo que pudiera aguantar una disculpa tuya, Black’ continuó. Le miré enfurecido, acercándome a él amenazante. Supongo que de algún modo quería intimidarle. ‘Es mucho más fácil odiarte’ Me detuve de repente en medio de la sala. Odiarme. Él sí me odiaba. No era que le cayera mal, que me detestara, que me desdeñara. No, él me odiaba con todo el veneno de su piel y sin saber el porqué en aquél momento aquello me enfureció más que cualquier otra cosa que hubiera sucedido durante las semanas anteriores. ‘¿Me odias?’ balbuceé. ¡Qué estupidez por mi parte! ‘¿Te sorprende?’ replicó mirando impávido como me iba acercando. ‘No mucho…’ ¡mentira! Me sorprendía y me enfadaba y hubiera querido cambiarlo… aunque supongo que no acerté en el método. ‘Entonces… ¿a qué viene esa cara? Tú me odias, yo te odio… ¡todos felices!’ ‘¡Y una mierda!’ no gritaba. No quería gritar. Pero de alguna manera Snape supo con aquello que algo no andaba del todo bien, que el que tenía delante no era el mismo Sirius Black de siempre. ‘¿Qué te has tomado?’ preguntó con nerviosismo. ‘Nada’ respondí y ya estaba casi ante la cama en la que él se había sentado. ‘Entonces ¿qué mierdas te pasa?’ medio gritó mientras se levantaba, más tenso de lo que le había visto en su vida. Supongo que de alguna manera sí había conseguido hacerle sentirse amenazado. Supongo que creía que había sido un error quedarse a solas conmigo en un sitio aislado, lejos del resto del mundo. Supongo que creía que iba a matarle. Y supongo que ninguno de los dos esperaba lo que en realidad hice. Snape se metió la mano en la túnica en busca de su varita en el momento justo en el que me abalanzaba hacia él para plantarle un beso en la boca.  Su mano se congeló a medio camino, como su sangre. Pero yo le seguía besando. Intentó decir algo y lo único que le salió fue un gemido y yo me pegué más a su cuerpo y mi lengua se abrió camino entre sus labios. Pocos segundos después consiguió apartarme de un empujón, aunque sin poder evitar caer encima de la cama. ‘¡¿Se puede saber qué coño haces?!’ preguntó alterado intentando incorporarse. Pero no le dejé. ‘¡Cállate!’ fue lo último que dije antes de volver a besarle, desabrochándole la túnica al mismo tiempo. Sentía su piel bajo mis dedos, sus labios en los míos, el temblor de su cuerpo. Y sus súplicas, y sus quejas. Pero yo no le escuchaba. Fue sólo cuando llegué a acariciar su sexo y oí el gemido de placer y de dolor que emitía cuando me detuve y vi las lágrimas que volvían a rodar por sus mejillas. Le solté las manos y me aparté de él como si me hubieran quemado. ¿Qué demonios había estado a punto de hacer? ¿Qué demonios estaba haciendo? ‘Lo… siento’ balbuceé. ‘Lo… siento yo no…’ seguí pero no podía mirarle. Estaba temblando sólo a unos centímetros de mí y no quería seguir con lo que había estado a punto de llevar a cabo pero dentro de mí sentía una necesidad ingente de volver a abalanzarme sobre él. Noté como se incorporaba. ‘Esto… no significa nada’ susurró como en una pregunta.  Yo negué con la cabeza todavía sin mirarle y entonces… me sorprendió por última vez aquella tarde y en lo que llevo de vida. Su mano se deslizó por mi pelo y al volverme con asombro, sus labios se pegaron a los míos en un beso y sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo. He estado con mucha gente después de aquél día pero no creo que olvide jamás sus labios, sus manos, su expresión al tocarle, al lamerle, al tomarle, el sonido de su voz y sus gemidos al llegar el clímax. Ni lo olvido, ni me arrepiento aunque a veces quiera pensar que sí lo hago. Porque sigo detestándole. Le detesto por habernos traicionado, por unirse a quien se ha unido, por luchar en su bando contra toda la libertad y contra nuestra gente, contra aquella amiga a la que una vez quiso tanto. Porque, a pesar de todo y de mí mismo, todavía me hace sentirme culpable. Pero no me arrepiento de aquella noche aunque no se lo haya contado a nadie. Me marché de su habitación y de la Sala Común de Slytherin antes de que nadie llegara y me fui a la de mi propia casa. Minutos después estaba llena de gente, mis amigos entre ellos. Lily había subido a su habitación nada más llegar y James me pidió hablar conmigo a solas.  No estaba para broncas ni para preguntas, y mucho menos después de lo que había pasado. Pero James lo único que quería era darme la noticia, a mí al primero, de que estaba saliendo con Lily. Le felicité y noté al hacerlo que las palabras me salían de dentro, que ya no estaba molesto ni enfadado con él, que ya no me sentía tan culpable. Supongo que, a la vista de cómo ha ido todo, me equivoqué de nuevo pues en aquél momento estaba convencido de que le había devuelto a Snape la parte de él mismo que había perdido por nuestra culpa. Ahora entiendo que en verdad aquello no significó nada, al menos para él. Aún así, no me arrepiento. Aún así, seguramente, volvería a hacerlo.           Knock Knock Knock Luna se sobresaltó al oír el golpe en la puerta y cerró y guardó el diario tan rápido que casi parecía que lo había hecho un elfo. ‘¿Sí?’ preguntó con su vocecilla intentando que no se le notara el susto. Se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta justo en el momento en que Ginny asomaba la cabeza por ella. ‘Harry dice que bajes a comer si quieres, que ya seguiremos tú y yo después’ le dijo con una sonrisa. Luna se quedó pensativa un segundo. ‘Sí, claro… ve pasando que ahora mismo te alcanzo…’ respondió devolviéndole la sonrisa. Ginny se encogió de hombros y echó a andar escaleras abajo. Luna volvió a cerrar la puerta, sacó el diario de debajo de la cama donde lo había escondido y acarició su cubierta. ‘Si no se lo contaste a James no creo que Harry quisiera saberlo…’ musitó. Se agachó bajo el escritorio y lo guardó en el compartimiento oculto de nuevo. Lo cerró, guardó la puerta y le echó un hechizo para que, al verlo, nadie se diera cuenta de que aquello podía abrirse. ‘Yo lo he leído después de que hayas muerto, y te entiendo, y entiendo tus sentimientos’ le dijo Luna a Sirius echando una última ojeada al cuarto desde la puerta. ‘Y yo guardaré tu secreto’ susurró antes de cerrarla y bajar a comer con sus amigos como si nada nuevo hubiera pasado tantos años atrás.

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