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Ni una sola palabra por CairAndross

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Basura.

Bolsa verde, residuos orgánicos. Cáscaras de papas, de frutas, de verduras. Restos de pasta recortada. Ensalada vieja. Fruta pasada y con un fuerte olor a podrido.

Bolsa gris, material reciclable. Cajas vacías, servilletas de papel usadas, notas viejas, alguna que otra factura vencida. Vidrios: vasos rotos, recipientes rajados, los restos del cristal de la puerta que cambiaron el día anterior.

Bolsa blanca: plásticos. Bandejitas descartables, unicel, plástico adherente, recipientes aplastados.

Más basura que acarrear.

Joey Wheeler amontonó las últimas bolsas de basura en la entrada trasera del restaurante italiano y empleó un juego de llaves que sacó de su bolsillo para cerrar la puerta de metal verde. Cuando iba a meterse el llavero en el bolsillo, una mirada a la mascota que colgaba de él le hizo sonreír: un Mago Oscuro en miniatura, obsequio de su mejor amigo Yugi.

"Mi Mago Oscuro siempre estará contigo, Joey" le había dicho, mirándolo con esos enormes ojos color violeta, siempre confiados en la infinita capacidad protectora del legendario hechicero. Extrañaba a Yugi, ahora que ya no se veían tan seguido, lo mismo que a todos los demás. Demasiados recuerdos compartidos, sí señor.

Se dio un golpe juguetón a sí mismo al recordar que no era para tanto el drama melancólico. En realidad, toda la pandilla se había reunido hacía sólo doce días. Lo que pasaba es que ahora ya no eran adolescentes despreocupados sin otra cosa que la preparatoria, los Duelos... y salvar el mundo cada tanto, para matizar. No, ahora eran jóvenes adultos, cada uno con sus estudios y responsabilidades... y el mundo seguía estando en peligro pero, ¡bueno!, ya ellos no podían meterse con terroristas, imperialistas, políticos corruptos y otras yerbas así que dejaban que el mundo se las arreglara solito. Y no parecía hacer tan mal trabajo.

Silbando, Joey guardó finalmente el llavero y empezó a terminar su último trabajo del día, valga la paradoja. Su vida se había estabilizado enormemente los últimos años y, aunque trabajaba mucho, estaba satisfecho con su existencia. De todos modos, en algún lado tenía que gastar su exceso de energía...

Veamos: seguía repartiendo periódicos por la mañana pues, al ser su primer trabajo, le daba cariño para seguirlo. Luego, seguía en el mismo periódico, como asistente-para-todo-uso y, más que nada, como ayudante de uno de los fotógrafos, acarreando de aquí para allá las cámaras, las luces y los rollos. Ese tipo era genial y, mientras tanto, le enseñaba gratis las técnicas del oficio desde que él le confesara su secreto deseo de ser fotógrafo de aventura. Bel, así se llamaba el fotógrafo, le había insinuado que, a lo mejor, le llevaba como compañero en un próximo viaje a África... si los fundamentalistas no destrozaban el continente antes.

Por la tarde, seguía algunos cursos en la universidad, más que nada inglés y algo de tecnología digital, para darse más posibilidad de convertir su anhelado sueño en realidad. Y, por la noche, como cereza de la torta, trabajaba en ese restaurante italiano, cuyo dueño Don Giuseppe era un viejo gruñón pero con corazón de oro y su esposa y chef principal, Donna Marina parecía haberlo adoptado, pues siempre andaba cacareando tras él como una gallina con su pollito favorito. Tal era la confianza que le tenían, que le habían dejado las llaves para que él mismo cerrara al terminar sus labores.

Ummm... el cielo tenía un inquietante tono anaranjado, pensó el muchacho de cabellera rubia revuelta, arrastrando el primer contenedor de basura hasta el callejón, donde los municipales lo recogerían a la mañana siguiente. Ya tendría que haberse ido, pero esa noche se le había hecho tarde por culpa de una llamada telefónica de su querida hermana Serenity, justo cuando él estaba acomodando la mantelería limpia. La jovencita sólo quería charlar un poco, olvidando en la diferencia de horarios, que Joey estaba en plena jornada laboral. Bueno, después de todo, los patrones no se molestaban demasiado con él... que ya tenía el apelativo de "enchufado" entre sus compañeros.

La cosa fue que, cuando por fin pudo colgar, terminar el trabajo y regresar a la cocina, ya era pasado su horario de salida. Encontró sobre la mesada de fórmica un recipiente hermético que era para él: la cena. Sacó la tapa y olisqueó: tallarines con albóndigas. Oh, sí,  Donna Marina quería verlo engordar. Guardó la comida en su mochila y estaba a punto de irse, cuando recordó que debía sacar la basura.

Y en eso estaba... Al acomodar el primer recipiente, vio un extraño bulto oscuro al costado de uno de los contenedores cuadrados. A lo lejos, el cielo pulsó seguido inmediatamente por un retumbo: el primer relámpago de una tormenta inminente. ¡Genial! Tenía que apresurarse. ¡Basta de andar curioseando!

Limpió sus manos en el pantalón para acarrear el segundo recipiente y, luego, un tercero. El bulto oscuro, que no tenía que estar allí, se parecía sospechosamente a un montón de trapo viejo. ¿O era un perro? ¡Nah! Un golpe de ráfaga fría le instó a dar unos pasos hacia allí, pero la figura estaba quieta. Era sólo un montón de basura.

Arrastró el cuarto recipiente, más pesado, justo cuando un nuevo relámpago adornaba el cielo de Ciudad Domino, haciéndole pensar en ciertos "Relámpagos Blancos" que había enfrentado. ¡Cielos, hacía mucho que sólo tenía duelos de exhibición! Ansiaba una buena batalla pero, por desgracia, su némesis ya no estaba. ¿Desgracia? Eterna suerte, más bien. Se le escapó una risita maliciosa, justo cuando la tapadera floja del recipiente demasiado lleno se resbaló y cayó al duro concreto haciendo un sonoro concierto de rebotes de metal.

El cielo volvió a pulsar, el olor a humedad que precede a la lluvia. El bulto de trapo se movió ligeramente. No, no era un montón de basura, era un ser vivo. ¿Un perro, quizás? Joey se acercó cautelosamente, sólo para ver que la forma se definía paso a paso para revelar a una persona acurrucada. No un perro... un ser humano.

- Oiga, amigo. ¿Está usted bien?

Pregunta tonta número uno: una persona que está achaparrada en medio de un montón de desperdicios, una noche que amenaza una fuerte tormenta, obviamente no está bien.

- Oye, no es por nada, pero no puedes estar aquí - cambió inmediatamente al trato informal al notar la raída gabardina que envolvía a la persona - Se acerca una tormenta bastante fuerte, dijo el servicio meteorológico. Tendrías que buscar refugio.

¡Joey, Joey, Joey! ¿Acaso no sabes que no debes hablar con extraños? Sí, lo sabía, pero ‘imprudente' podía ser su segundo nombre... junto con ‘bondadoso', ‘caritativo' y ‘generoso', por supuesto. Así que, dio unos pasos más hacia la persona, que sólo se encogió más.

- Viejo, es en serio. Por lo menos, refúgiate bajo un techo.

No tuvo respuesta, ni reacción. Dando muestras de una total falta de juicio, Joey se paró frente a la persona que estaba acurrucada en el pequeño espacio entre un contenedor grande y un recipiente redondo de basura. Estaba hecha ovillo y su rostro no era visible entre la semipenumbra del callejón y la postura encogida que había adoptado.

Joey se acuclilló frente a ella y le tocó un hombro cubierto por una gabardina de color indefinido. Todas las ropas, en realidad, tenían ese tono indeterminado que sólo se alcanza tras mucho abandono y mucha suciedad. Era un vagabundo. Definitivamente. Y era un hombre, un hombre delgado y bastante joven a juzgar por la estructura corporal.

Unas pequeñas gotitas de agua empezaron a caer desde el cielo anaranjado. Empezaba a llover y Joey tenía que irse a su casa antes que empeorara. Pero no podía dejar a ese tipo ahí tirado, aunque observando su inmovilidad, parecía que a éste no le importaba si se mojaba o no. Podía estar borracho o, peor, drogado. Pero, si se quedaba ahí con la lluvia helada, pescaría una hipotermia mayúscula. Y, si eso, pasaba, él se daría de patadas por no haber hecho nada.

Los vagabundos eran escasos en Ciudad Domino, pero que había pobreza, había pobreza. Y él lo sabía; aunque nunca había estado en una situación de tal abandono, sí había pasado por momentos difíciles. Quizás por eso el impulso compasivo... o era pura estupidez de su parte. ¡¿Qué más daba?! Tenía que ayudar a ese tipo.

Sopesó alternativas. La policía no parecía buena opción. Seguramente lo meterían en prisión, como si la pobreza fuera un delito. Había un refugio de caridad a unas diez cuadras, pero él no sabía el número de teléfono para que lo fueran a recoger. Así que, lo único que le quedaba, era llevarlo personalmente.

- Oye, viejo. Hay un refugio cerca. Te llevaré allí. Tendrás un techo y algo caliente para comer ¿sí? Vamos...

Nada más al posar su mano en el brazo del hombre, éste se revolvió violentamente. Joey alcanzó a ver un asomo de piel pálida y un mechón de largo cabello que se escapó de una especie de gorro que cubría la cabeza del tipo. Suspiró, recordándose mentalmente por qué hacía eso.

- Si te quedas aquí, vas a morirte - a ver si la amenaza lo despabilaba - Ven conmigo. No quiero hacerte daño, sólo ayudarte.

Tomó con más firmeza los hombros del sujeto para voltearlo hacia él y poder mirarlo mejor. Éste emitió un extraño sonido y se cubrió la cabeza con un par de brazos delgados, como si exponerse a la luz fuera un veneno más letal que el sol para los vampiros. ¿No era un vampiro, no? Pregunta tonta número dos: claro que no, era humano. Un humano bastante sucio y harapiento, por cierto.

- ¡Hey! - Joey lo sacudió - Tenemos que irnos, ¡ahora!

El tipo lo apartó de un empujón. Medio harto, pero empeñado en su misión de buen samaritano, Joey lo incorporó a la fuerza. Inmediatamente, el vagabundo gimió y se revolvió, intentando ovillarse de nuevo.

- Ah, no. Ese truco ya me lo sé - se mantuvo firme en su posición.

El hombre lo enfrentó y empezó a golpearlo con sus manos empuñadas. Tenía la fuerza de un recién nacido, más o menos. Los golpes eran demasiado débiles como para siquiera percibirlos, pero Joey aprovechó para atrapar una de las delgadas muñecas entre sus dedos y sujetarla. Cuando el otro brazo intentó empujarlo, repitió el movimiento entrampando completamente al sujeto.

- ¡Basta! - exigió, dando un sacudón - ¡Quédate quieto!

Con la brusquedad del movimiento, el gorro resbaló de la cabeza del vagabundo. Una fina cabellera castañorojiza se derramó sobre los hombros estrechos y cayó como una cortina sobre el rostro inclinado del hombre. Joey parpadeó. Las delgadas manos que sujetaba entre las suyas, el tono del cabello, la contextura del cuerpo tembloroso frente a él, le indicaban que realmente era muy joven. Tendría su edad, más o menos. Estaba solo, estaba desamparado... No, definitivamente, no podía dejarlo.

Un fuerte soplo de viento azotó el lugar, acompañado por hojas secas y algunos papeles sueltos. La tormenta era inminente.

- Tranquilo... - susurró al hombre que seguía agitándose débilmente - No tienes nada que temer.

El tipo se quedó quieto un momento, sólo su pecho agitado se movía con una respiración ronca y pesada. Era evidente que estaba exhausto. Contento con el resultado, Joey aflojó un poco la presión de sus dedos. ¿Se habría mostrado demasiado agresivo y eso lo había asustado? Pregunta tonta número tres: lo había sujetado, zamarreado, gritado, ¡claro que lo había asustado!

- Eso es... No tienes que temerme - frotó sus dedos suavemente contra la piel helada de las muñecas que aún sostenía - Soy amistoso, en serio - sonrió para confirmarlo, cuando el tipo levantó ligeramente la cabeza.

Un fuerte jadeo brotó del hombre que forcejeó para soltarse desesperadamente, ayudándose ahora con las piernas. Una de sus manos se soltó del agarre de Joey y empujó el hombro del rubio, casi sin fuerzas. 

- ¡Déjame! - sonó como un espasmo ronco y casi imperceptible, una voz débil y estrujada que brotaba de una garganta agarrotada.

Se revolvía con tanta violencia que Joey se vio obligado a apretar más fuerte la muñeca que todavía sostenía, aún sabiendo que le estaba haciendo daño. El sujeto trató de deslizarse por un costado para liberarse, pero el rubio se irguió llevándoselo consigo al jalarlo del brazo.

- ¡Ya basta! - gritó dándole otro sacudón.

Brilló un relámpago más fuerte en el momento en que la cabeza del vagabundo cayó hacia atrás por el movimiento del rubio. La larga cabellera se apartó del rostro pálido, dejando al descubierto unos rasgos finos y casi perfectos, aún bajo la suciedad que cubría la piel. Ahora fue el turno de jadear de Joey, quien soltó al hombre. Este cayó al piso sobre manos y rodillas.

Incrédulo, el rubio se arrodilló frente al hombre, sin importarle la lluvia que ahora sí empezaba a caer con fuerza. Puso una mano bajo la barbilla del sujeto y le levantó la cabeza para poder verlo bien. Ese rostro... Un nuevo relámpago. Unos ojos increíblemente azules que brillaron ante la fría luz blanca que pulsó en el cielo vislumbrándose a través de la cortina lacia de cabellos castaños, la nariz recta y fina, los labios delgados...

- ¿Kaiba?

Un trueno. Las luces del callejón se apagaron al fallar la electricidad. La lluvia golpeó con fuerzas. Un rumor brotó de esos labios resecos, un murmullo, un soplo casi imperceptible... o quizás sólo fue su imaginación.

- Joey..

El rubio sintió un peso caer sobre su pecho y, sin pensarlo, levantó los brazos para cobijar el cuerpo exhausto y sin fuerzas. El vagabundo se había desmayado en sus brazos.

Notas finales:  

Primer capítulo de una nueva historia y mi primer intento de Yaoi... o algo así. Desde ya doy aviso: no soy buena para el lemon, así que, si hay, va a ser muy suave y poco gráfico. Así que, si lo que buscan son escenas fuertes de sexo desenfrenado, no van a tenerlas. Advertidos están. Guerra avisada no mata soldados... aunque puede generar decepciones y falta de lectores.

La historia... no sé si será muy original pero busco apartarme un poco del clásico "Joey víctima- Kaiba salvador" de los fics. Y de hecho, estrictamente, no es un "Seto-Joey"

Les dejo esa pelota picando.^^

 

Ana, esto va dedicado a vos, aunque sé que no te gusta demasiado el Yaoi, pero admití que ésta es una de tus parejas favoritas... ¿o será que Kaiba es uno de tus personajes favoritos? Como sea. Esta historia es para vos, aunque no sea tan buena como las tuyas, pero va con todo cariño. A propósito de tus historias: ¿cómo demonios se te ocurrió terminar "Elemmíre"así? Quiero YA la segunda parte porque tengo pilas de dudas, empezando por el hecho de que no puedo creer que "tu Touya" (el posesivo corre por mi cuenta) sea un asesino. Así que, ponete las pilas y ¡adelante con... como sea que se llame la secuela!

 


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