Prólogo:
La guerra había acabado, el Dark Lord fue vencido por el niño que vivió y seguía viviendo, los mortifagos fueron buscados y capturados por todos los rincones hasta que todos estuvieron en Azkaban. Gracias a la magia del niño que vivió se consiguieron recuperar algunas perdidas recientes, como la de Sirius Black y Severus Snape. Harry Potter, convertido a sus dieciocho años en el jefe de aurores más joven de la historia, dejó su cargo sin motivo aparente dos años después de su nombramiento como tal, desde entonces desapareció. De eso habían pasado ya cinco años, cinco largos años en los que nadie volvió a ver a Harry James Potter Evans, el niño que vivió.
El mismo año en el que el famosísimo chico dorado desapareció del mundo mágico y muggle, se abrió un local en la parte menos conocida del Londres mágico llamado Magic Company. Allí jóvenes magos y brujas disfrutan de noches de fiesta y diversión viendo bailar a los gogós y también bailando con ellos.
Draco Malfoy, después de haber perdido toda su fortuna gracias a sus padres y su tía Bellatrix Lestrange, vagabundeaba por las calles de la parte menos conocida del Londres mágico con una botella de ron en la mano borracho como una cuba intentando sostenerse en pie para poder ir al menos hasta una esquina donde poder pasar la noche. Fue en ése momento, en el que pasó frente a un local llamado Magic Company, en el que su equilibrio dijo "hasta aquí he llegado" y se desplomó en unos fuertes brazos que lo sujetaron antes de tocar el suelo. Parpadeó varias veces y consiguió enfocar un poco la cara de su salvador, lo que más le llamó la atención fueron sus ojos, esos ojos que desde que tenía trece años anhelaba tener siempre posados en él, esos ojos que lo enamoraron cuando estaba en tercero y no se pudo quitar jamás de la cabeza. Antes de caer dormido dijo:
-El que me faltaba por ver.
Dentro del local los que allí trabajaban terminaban de preparar y limpiar las cosas antes de que el jefe llegara y abrieran de nuevo aquella noche, tal y como lo hacían las anteriores desde hacía cinco años. Oyeron abrirse la puerta de la entrada y terminaron de ponerlo todo para luego esperar en los taburetes de la barra a que su jefe, amigo y compañero entrara. Al verlo entrar con algo en los brazos se acercaron preocupados y curiosos por saber qué era lo que cargaba, el primero en reconocer al joven fue un chico de pelo castaño claro y ojos color miel líquida
-¿Es él?- preguntó, resaltando el artículo, entonces todos reconocieron al rubio.
-Sí, es él.
-¿Qué piensas hacer con él?- preguntó una chica rubia y de ojos chocolate.
-Lo mismo que hice con algunos de vosotros, llevarlo a casa cuidarlo hasta que se recupere y luego ponerlo a trabajar hasta que consiga el dinero para un piso decente, tal vez pueda comprarme el que tenemos arriba del todo, debajo del trastero.
-¿Crees que es buena idea?- preguntó un chico de pelo azabache y de ojos de un profundo azul cielo sin estar demasiado seguro.
-A vosotros os acogí también y no hubo problemas por eso.
-No nos referíamos a eso, sino a que después de aquello, tal vez sea diferente por ser él en especial.
-No habrá problema, lo subiré a mi piso, coged las bolsas con los víveres que estarán al caer- les dijo mientras se perdía tras a una puerta en una esquina de la barra.
-¿Alguien más creé que no es buena idea?- preguntó el ojiazul, el resto negó.
El ascensor mágico llegó hasta el piso donde el joven que cargaba al rubio vivía y dejó paso al dueño del apartamento. Lo cargó hasta una habitación libre y lo tumbó con sumo cuidado en la cama, el rubio se removió en sueños arrancando una dulce sonrisa de su anfitrión. El dueño de la casa buscó un pijama limpió y cambió al joven de ropa, luego deshizo la cama y lo arropó, después se cambió él mismo de ropa y bajó al local donde el resto lo esperaba. Sonrió para tranquilizarlos y se subió a la gogotera del centro donde siempre bailaba, la chica rubia que había preguntado antes y otra morena sonrieron de vuelta y se subieron a sus gogoteras, una a cada lado del joven. Un joven de cabello castaño y ojos marrones con rostro aniñado llevó al azabache ojiazul con él hasta la barra, el moreno claro y de ojos color miel imitó a su compañero pelirrojo y de preciosos ojos aguamarina y se puso el delantal dispuesto a empezar a servir las copas en cuando la gente empezara a entrar en el local.
-Es tu responsabilidad, confiamos en ti, si dices que no pasará nada, te creemos, pero por si acaso ten cuidado.
-De acuerdo, tendré cuidado, pero ahora abrir el local y poned la música que la clientela espera y la noche es joven.
Hicieron abrir las puertas con un toque de varita y los clientes se amontonaron en la entrada para apreciar el decorado lleno de notas de música que flotaban en el techo mágicamente, los reservados que iban siendo ocupados mientras los tres gogós bailaban engatusando a todos. Aquél era el Magic Company, donde mago y brujas jóvenes iban a disfrutar de la fiesta con una invitación exclusiva para bailar, pasárselo bien, disfrutar de la noche y admirar el baile del despampanante gogó moreno de ojos verdes y sus dos compañeras y el arte al servir copas de los cuatro camareros.