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VIH por Supa_Mame

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Notas del fanfic:

Hagane No Renkijutsushi le pertenece a Hiromu Arakawa.

 

 

Asistir a la escuela siempre ha sido algo que todo típico adolescente suele detestar. Trabajos, proyectos, personas insoportables y maestros regañones son unos de los tantos motivos por lo que la escuela suele ser tediosa y aburrida. Los trabajos que requieren más que investigar en libros o en la Internet son los más odiados por cualquier alumno... especialmente si requieren más de esfuerzo de más de esfuerzo de nuestra parte.

 

Pero uno nunca sabe si, gracias a ese esfuerzo, podemos cambiar nuestra vida como la de alguien más...

 

-Como vamos a finales de año escolar, les tengo una buena noticia, muchachos -empezó la maestra de planta de la preparatoria RAVEN, mujer alta y de buen ver, cabello corto y ojos violetas -Las practicas de servicio social se han reducido a solo un mes de ayuda comunitaria en cualquiera de estos lugares -la maestra se volvió hacia atrás y empezó a escribir los diversos lugares en el pizarrón.

 

Era un salón de clases amplio con cinco filas perfectamente alineadas asignadas a lo largo del salón. Los bancos estaban bien cuidados y uno que otro con dibujitos y caricaturas que sus estudiantes hacían cuando de plano ya ni atención podían poner. Había ventanas grandes y largas en la pared derecha del salón y la última fila a unos centímetros de ellas.

En el tercer banco, de esa misma fila, se encontraba un muchacho rubio con su cabello perfectamente peinado en una trenza que descansaba sobre su hombro y cuyo rostro mostraba que evidente mente ese chico se estaba aburriendo de lo que la maestra tanto decía.

-¿Tan rápido y ya nos toca hacer las estúpidas prácticas?- Se quejó el rubio llevándose una mano a la cabeza y suspirando con cierto fastidio ante lo que sus oídos escuchaban. -Todavía no supero mi trauma del año pasado cuando me tocó bañar ancianos todo el mes de diciembre. ¡Qué asco!

 

-Y tuviste suerte, a mi me tocó hacerla de intendente en los lugares de atracciones de los circos -habló un chico de apariencia oriental, cabello negro, amarrado en una coleta baja, con varios mechones cayendo a su frente, tenía el ceño fruncido -Eso si dio asco -murmuró con cara de pocos amigos y malhumorado.

-Como verán, los lugares se asignarán por número de lista y por lo menos habrá cinco alumnos por lugar -explicaba la maestra con una ligera tranquilidad, más se veía el aburrimiento en su mirada.

 

-Ling, yo me consolaría si esta vez tan siquiera nos toca juntos.- Comenzó el trenzado de ojos dorados al voltear a ver a su compañero. -Si nos toca otro lugar así de asqueroso, entonces mejor sufrir juntos. ¿No lo crees, amigo?

 

-Bueno, en eso tienes razón, pero yo no quiero otro lugar en el que mi única tarea sea el estar al pendiente del estiércol de un animal -se quejó el chico de nombre Ling con la cara verde y acostando su cabeza en el escritorio, con lagrimitas en los ojos.

-¡Sh! Cállense, que ya van a asignar los lugares -recriminó una chica pelirroja y de ojos del mismo color con un semblante inconforme.

 

El chico recargó su codo sobre su escritorio y su cabeza sobre su mano para así suspirar ante lo que decía la pelirroja. -Como si fuera la cosa más esperada.- Soltó mirando hacia la ventana y tratando de entretenerse en algo que ocurriera en el exterior. Sus flequillos dorados se movieron ligeramente con el viento que entraba de aquella ventana abierta solo un poco.

 

La voz de la maestra de escuchó lejana para los alumnos que ya habían sido mencionados y asignados a sus lugares correspondientes, pero para los que faltaban, todavía se veían obligados a prestar atención -Por ultimo el hospital Central, donde estarán Rose, Russel, Rick, Winly y Edward -soltó la maestra al terminar de apuntar en su libreta pequeña color zebra a los alumnos dichos.

 

-¿Qué? ¿Otra vez a bañar viejitos? - El trenzado que respondía al nombre de Edward se quejó ante el lugar que por obra del destino le había tocado. -¡Me lleva...!

-En el hospital no solo hay ancianos, chaparro.- Comenzó el muchacho de piel morena y unos ojos de color curioso que se sentaba frente a él. -Hay personas de todo tipo así que no te quejes.

-¡No me llames chaparro!- Y un borrador de goma golpeó al chico en la cabeza.

 

-Joven Elric, un desplante más de esos y lo expulso de mi clase -soltó la maestra con el cejo fruncido.

-Mejor cállate, Ed -soltó Ling, jugando con un lápiz el cual intentaba sostener con su nariz, todo fallidamente, ya que éste se tambaleaba constantemente a los lados.

 

Edward miró con recelo a la maestra y se encogió en hombros para después apretar su boca cerrada y mirar a un lado para así quedarse momentáneamente hasta que sintió como la mirada de su maestra era retirada de su cabeza.

-Es que tu sabes que a mi no se me da eso de ayudar a la gente que no conozco...- Murmuró Edward a Ling despistadamente para que la mujer amargada, como Edward la llamaba, no lo pescara.

 

-A ti no se te da nada, Ed -aclaró Ling, dejando caer su lápiz al hablar -Cuando te tocó con los abuelos dijiste que no podías cuidarlos porque según tú, mataste a tu abuelo al querer bañarlo y se te olvidó que estaba en la bañera y se ahogó, claro que eso es una mentira, porque tu abuelo está en Florida. Yo digo que lo que te pasa a ti es que no QUIERES ayudar a las demás personas porque: o les tienes lastima o te deprime. A mi me deprime cuidar enfermos.

Se agachó para recoger su lápiz y regresar a su postura original, intentar balancear el lápiz en su nariz.

 

-Puede que tengas razón pero...- Murmuró el de los ojos dorados al bajar su mirada y ver sus notas por varios segundos, encontrándose varios dibujitos que había hecho en ellas. Si, tal vez se deprimía cuando iba a cuidar a gente que sabía que no podía valerse por si sola por el estado en el que estaban... Edward era un chico muy alegre y bondadoso pero a él secretamente siempre le había aterrado el hecho de algún día ser un estorbo para los demás. Sabía que Ling estaba completamente en lo cierto hasta... -¡¿Desde cuando sabes que mi abuelo está en Florida!? ¡Creí que te habías tragado la mentira!

 

El lápiz cayó al suelo ante el grito de Edward y Ling sudó una gota -Verás...

-¡Ya es todo! ¡Elric, Yao al corredor! -gritó la maestra señalando la puerta.

 

Estiró sus brazos hacia el cielo mientras bostezaba ruidosamente y varias lagrimillas hacían acto de presencia en la esquina de sus orbes doradas cuando dejó caer sus brazos a los lados de su cuerpo.

-La maestra no debió sacarnos.- Se quejó el chico que seguía estirándose mientras él y su amigo occidental se encontraban parados en aquel corredor casi vacío como castigo.

 

Ling seguía en su intento de balancear el lápiz en su cara -Tu culpa que no sabes cuando callarte, de todos modos...-se movió a u lado al intentar tener el lápiz en su lugar -... ya va a tocar la campana de salida y tendremos que ir a reportarnos a donde fuimos asignados.

 

Edward metió ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón y cerró sus ojos con aburrimiento para asentir. -Es verdad...- Dijo a abrir sus ojos lentamente y luego ponerlos sobre su amigo y mirarlo con curiosidad por como insistía con aquel lápiz. -Pero tu tuviese suerte, solo tendrás que arreglar archivos en una empresa mientras que yo tengo que ir a poner inyecciones a enfermos. Viéndolo desde este ángulo, me seducen más un montón de archivos que los enfermos del hospital de Central.

 

-No creo que te pongan a inyectar a nadie, la verdad. Con eso de que "mataste" a tu abuelo, de seguro te mandan a ayudarle a algún doctor, o revisar cuartos o tal vez también a archivar cosas, quien sabe -el lápiz cayó al suelo, resonando con suavidad, Ling lo recogió y se lo metió en el bolsillo -Tu tranquilo, haces drama de todo.

 

-Pues espero que tengas razón, Ling.- Soltó mirando el reloj y sus manecillas que lentamente se movían hacia el número doce en aquel último minuto de horario de clases. -Yo solo espero que este mes se me pase rápido...

 

La campana del colegio sonó, indicando el término de las clases, los alumnos salieron como hormigas de sus salones y se empezaron a abultar en los pasillos, escaleras y casilleros, platicando de lo que harían en su fin de semana y las practicas que les tomarían un mes en hacer.

Empezaron a salir en grupos pequeños y enormes, llenando ahora el patio del colegio, muchos en espera de sus padres, otros ya subiéndose al autobús de color azul marino con una leyenda en blanco que decía "Expreso RAVEN" y otros a pie se marchaban.

Ling caminaba a un lado de Edward, ahora con el lápiz balanceándose entre sus dedos como una batuta -¿Te irás de una vez al hospital?

 

Asintió sin mucho interés mientras reafirmaba su agarre en su mochila color rojo que pesaba por el montón de libros de pasta gruesa de los cuales le había tocado hacer tarea aquel fin de semana.

-¿No tengo mejor opción, o sí?- Dijo Ed poniendo sus ojos en la mano de su amigo que jugaba con aquel lápiz. -Prefiero irme al hospital que tener que lidiar con mi padre en la comida...

 

-Como quieras -se encogió de hombros y tomó el barandal del expreso -Te veo después y ya quita esa cara de ermitaño, que vas a asustar a los pacientes -se metió al autobús antes de que Edward le golpeara.

 

Edward resopló y tan solo levantó su brazo para despedirse de su amigo mientras giraba sobre sus talones y se encaminaba en dirección a dicho hospital.

-Tal vez, si los asusto, me asignarán a ayudar en recepción y las cosas serán más fáciles...- Murmuró para si mismo y siguió con su camino paso a paso.

 

El hospital de central era enorme, con cinco pisos divididos dependiendo de su área, quirófano, cuidados intensivos, recuperación, sala de visitas y cafetería eran uno solo, y recepción. El lugar estaba minuciosamente esterilizado con olor a medicamento y fármaco, el blanco predominaba para darle al paciente internado, como a los familiares, un aire de comodidad y paz.

La recepción era lo que se podía ver al momento que se cruzaba la puerta automática de la entrada, pegado a una pared había un cuadro con varias indicaciones y reglas para estar en el hospital, así como los nombres de los pisos asignados. No había ni una sola silla, ya que se acostumbraba a pasar con rapidez y eficacia a los pacientes que llegaban o a las personas que venían a pedir informes.

El hospital de central era privado, pero siempre aceptaban a personas con ingresos mínimos, ya que su prioridad era ayudar al paciente, no ver su tarjeta de crédito.

 

Entró mirando con ojos analizadores en aquel hospital, sostenía su mochila en un hombro y caminaba con seguridad sobre un piso liso y brillante. Divisó la recepción y se dirigió a ella ya que no tenía ni idea de lo que le tocaría hacer en aquella institución.

 

Tomó aire y, una vez frente a la enfermera que atendía la recepción, se atrevió a hablar.

-Vengo del instituto RAVEN a hacer mi servicio social, soy Edward Elric.- Dijo el chico intentando que así le identificaran.

 

Una chica de mediana estatura y con ojos amigables le volteó a ver, en su gafete tenía escrito "Sofí".

-Sí, nos hablaron para asignarles tareas ¿y tus compañeros? Faltan cuatro si no me equivoco -soltó la chica de cabello plata y ojos celestes, con un dedo en su mentón al ver que faltaban alumnos.

 

-Vendrán más tarde, sucede que me tengo que ir temprano y quería aprovechar el tiempo en este lugar...- Mintió el rubio de forma amable y sonando bastante realista como su experiencia lo mostraba. -¿No hay problema con ello, verdad?

 

-Claro que no, a los pacientes de aquí les gusta mucho tener a chicos con tu ánimo ayudándolos, los motivan mucho -aclaró la recepcionista con voz amable, agarró un lápiz y una hoja y apuntó -Tu nombre completo y en lo que destacas -soltó la chica al darle las cosas a Edward -Como por ejemplo, eres bueno platicando, leyendo, creando actividades, si eres bueno en grupos grandes o pequeños... ¿me explico?

 

Se mordió la lengua, al escuchar lo que la muchacha le decía e imaginándose en las posibles actividades que lo podrían poner. Ojalá que Dios se compadezca de su alma. -Me llamó Edward Elric... y um... yo soy bueno leyendo...- Comenzó el rubio sobándose su cuello con cuidado.

 

Sofi continuó con las cosas extendidas frente a Edward y al ver que el chico no las iba a tomar, decidió mejor escribir ella lo que le decía -¿Qué más? -preguntó sin ver al chico.

 

-Bueno... soy mejor escuchando que platicando para ser honestos...- Siguió al encogerse en hombros y desviar la mirada. -Y preferiría grupos pequeños, por que no soy bueno controlando a mucha gente.

 

-Ya veo... -terminó de apuntar y después escribió algo más en la hoja -Ve con este doctor, él te asignará a algún área del hospital, lo podrás encontrar en el piso tres -dictó la chica al entregarle la hoja al rubio -Firma esta acta y ya puedes irte a buscar al doctor.

 

Edward asintió y firmó de inmediato para después despedirse amablemente de la muchacha e irse en dirección al piso tres con la flojera notable por su forma de caminar.

Se metió al elevador vacío y las puertas se cerraron cuando se recargó en la pared de espejos de este mismo.

-Doctor Maes Hughes...- Leyó el rubio de mirada aburrida y sus ojos se enfocaron en los números rojos que ascendían en aquella pantallita negra arriba de la puerta. -¿Qué clase de doctor será él?

 

El elevador enumeró el tres y las puertas se abrieron enseguida, revelando un pasillo blanco y nada transitado, con varios cuartos con las puertas cerradas y enumerados, pocas enfermeras se veían, nada atareadas, revisando a sus pacientes o sus tablas de anotaciones.

 

Caminó por aquel pasillo blanco y mirando a su alrededor sintiéndose perdido puesto que jamás en su vida había estado en aquel hospital y ese detalle no le favorecía en lo absoluto en aquel momento. Sus ojos dorados inspeccionaban con detalle cada puerta blanca y cada persona que le pasaba a un lado.

-Vaya... debí haber venido con todo el grupo...- Murmuró para si mientras sudaba una gota y se daba cuenta que no tenía para donde moverse.

 

-¿Viene de visita? -preguntó una voz madura pero amigable a espaldas de Edward.

 

Se giró en seguida al escuchar aquella voz que le hacía una pregunta y sus ojos automáticamente escanearon al hombre frente a él. Pelo negro, ojos verdosos amarillentos, alto, blanco... se veía de fiar.

-Yo... no.- Dijo Edward al mirarle a los ojos. -Vine por mi servicio social pero no conozco este lugar...

 

-Ah, si, Sofi me informó de ti. Yo soy el doctor Maes Hughes -soltó con voz amigable y activa, alzando su mano en un saludo.

 

-¿Usted es el doctor Hughes?- Preguntó Edward ladeando la cabeza e incrédulo ante lo que el hombre decía. -Se ve bastante joven para ser doctor...

 

-Que puedo decir, se es afortunado cuando la edad no pasa por uno -dijo con una sonrisa honesta y subiendo la mano para rascarse el cuello con algo de vergüenza -Así que vienes a cubrir horas... perfecto, ven conmigo, te voy a asignar las actividades que te toca hacer y cuantas horas harás por día.

Hughes empezó a caminar por el pasillo desabitado.

 

-Ah... Si.- Y Edward le siguió con pasos rápidos intentando no ser dejado atrás y perderse de nuevo en aquel hospital que apenas empezaba a conocer.

 

Llegaron a una oficina un tanto sobria con libreros y un escritorio algo grande, Maes se colocó tras su escritorio y buscó algo en su cajón.

Todo en total silencio.

 

Edward miró a su alrededor y se sentó sin permiso alguno en aquella silla forrada en cuero frente al escritorio del ojiverde mientras bajaba su mochila y la colocaba en el suelo junto a él. Se encogió en hombros en espera de lo que el hombre podía decirle.

El no era muy platicador cuando no conocía al que tenía en frente y solía quedarse encerrado en su propio mundo de pensamientos hasta que Ling o alguien más lo sacaran de su burbuja.

 

Sacó un fólder con varias hojas dentro -Veamos, que tenemos para ti -habló Maes, más para si mismo que para el chico -Según me informaron eres bueno con grupos pequeños y eres bueno leyendo -seguía hojeando sus archivos, miró directo a los ojos del chico, se veía algo maduro para su edad -¿Qué piensas de las enfermedades terminales y contagiosas?

Tal vez el chico podría ayudarle... 

 

-Lástima...- Dijo levantando la mirada al sentir la del doctor sobre él y siendo honesto con las palabras que decía. -Pienso que aquellas personas les ha tocado vivir la vida de una manera injusta...

 

Suspiró con insatisfacción, no era lo que esperaba -Estarás en el área de limpieza, ayudarás a las enfermeras con cualquier cosa que te pidan, traer gasas, cargar cosas, lo que a ellas se les ofrezca ¿de acuerdo? Puedes empezar ahora y saldrás después de tres horas de trabajo -le dio a Edward una ficha firmada con su nombre y el del chico, tu enfermera guía será Layla.

 

Asintió tomando aquella ficha y sintiendo como un peso se le quitaba de encima al saber que se había salvado de cierta forma de atender a personas con un futuro predecible.

-Gracias doctor.- Dijo el chico levantándose de su asiento y tomando su mochila para cargarla y posicionarla sobre sus hombros. -Lo veré luego...

 

Maes se despidió con una mano levantada y después, al ver que el chico se iba y cerraba la puerta, se dejó caer en su silla.

Tenía mucho trabajo que hacer.

 

Cargaba un par de vendas y unas gasas en sus manos mientras caminaba con cierto apuro por los pasillos, una venda se le cayó y él rápidamente se regresó a recogerla con algo de fastidio.

-Enfermera Layla, no encontré la pomada de la que me habló...- Decía Edward al encontrar a dicha enfermera del otro lado del pasillo largo de aquel piso. -Pero encontré las otras cosas que me pidió.

 

-¿Cómo que no la encontraste? ¿Pues donde la habrán dejado las demás? -preguntó apurada la chica, al ver a su paciente, tenía quemaduras, pero no eran nada graves -Deja las voy a buscar, cuida del paciente -ordenó la chica de cabello castaño y salió del cuarto.

 

-P-pero...- Más la enfermera ya se había ido y Edward maldijo mentalmente. Se mordió el labio inferior y discretamente miró al paciente sobre aquella camilla. ‘Eso debió dolerle...', pensó rápidamente desviando la mirada y mirando completamente a otra dirección.

 

El chico tenía el cabello largo y parte de su brazo quemado, con ronchas y laceraciones que a simple vista se veían horrendas.

Llegó Layla después de varios minutos y tomó con mucho cuidado el brazo del chico para empezar a desinfectarlo, el pequeño hacia muecas de dolor y los algodones usados se llenaban de piel muerta y sangre seca.

-Pásame la gasa, Edward -soltó la chica sin mirarle, muy concentrada en su trabajo.

 

Asintió torpemente un tanto asqueado por lo que veía y entregó las gasas para así después mirar la pared como si fuera lo más interesante en aquella habitación. Simplemente no podía ver lo que otros tenían que sufrir...

 

Layla terminó de cambiar las gasas al pequeño y le sonrió -Lo hiciste muy bien, no lloraste ni nada, felicidades -soltó la enfermera con honesta sinceridad.

-¿Entonces podré salir mañana? -preguntó ilusionado el pequeño, la enfermera negó.

-Aún te falta por sanar, pero mañana te sacaré al jardín, ¿de acuerdo? -propuso la chica al recoger las gasas sucias y todo lo que había utilizado, el niño asintió con emoción y enseguida se acostó para ver la televisión.

-Vámonos, Edward -soltó al tener las cosas en sus manos y salir del cuarto.

 

-Si...- Dijo Edward tomando unas vendas enrolladas que había olvidado la enfermera y siguiéndola enseguida, cerrando la puerta detrás de él, no sin antes echarle un último vistazo al chico y terminando con la vista baja para después abandonar aquella habitación.

 

-En un rato más es mi descanso, puedes tomar el tuyo también -sugería Layla, tirando todo lo usado a la basura y esterilizar los instrumentos -Se te tomarán como horas, para que no tengas problemas, y sea más fácil el conteo, pero si te preguntan, no tuviste descanso, ¿de acuerdo?

 

-Woah, gracias por ese detalle.- Dijo el rubio ansioso por saber que tendría descansos a diferencias de los otros lugares donde le había tocado servir antes. Dejó las vendas sobre una mesilla cerca de donde estaba y miró a la enfermera. -Descuida, no le diré a nadie.

 

Layla le miró -Eso espero, la ultima vez que hice eso me fue muy mal y me amonestaron, pero te vez de fiar, espero no equivocarme -soltó, agarrando las gasas que Edward había dejado y las tiró -No se dejan en la mesa, se tiran después de usarse -mostró y caminó hacia la puerta del pequeño almacén.

 

-P-perdón...- Se disculpó y rápidamente escondió sus manos detrás de si mismo al sentirse como el primerizo que era en aquella institución. -Y... um... ¿esto haremos todos los días?

 

-Sí, si te aburre puedo hacer que te transfieran a otra enfermera -caminó por los pasillos del hospital para tomar su tarjeta y marcarla para poder irse a comer -Yo solo me ocupo de cambiarle las vendas a los pacientes de este pasillo.

 

-No, está bien.- Admitió el rubio mientras levantaba la vista y miraba el techo al caminar con la enfermera que era notablemente más alta que él. -Es sencillo y no me quejo.

 

-Me alegro -soltó casi por inercia y marcar su tarjeta -Bueno, yo me voy a comer, puedes vagar por el hospital si quieres, pero que no te vean las enfermeras en servicio y si alguien te pregunta, estás buscando las gasas, ¿de acuerdo? -le guiñó el ojo en complicidad.

 

-Totalmente.- Contestó Edward con una sonrisa de pillo para después despedirse de Layla y girar sobre sus talones.

No conocía el hospital, este receso le podría servirle como la excusa perfecta para familiarizarse y así ya no perderse en el edificio.

 

Metió sus manos dentro de sus bolsillos y comenzó a vagar sin rumbo por aquel pasillo blanco tan monótono como todos los demás. Caminaba con porte relajado al mismo tiempo que sus ojos examinaban y memorizaban cada paso que daba y en donde terminaba. Así deambuló por todo ese piso hasta que dio con las escaleras y una sonrisa traviesa apareció discretamente en su rostro.

-A nadie le hace mal investigar más de lo que se le solicita...- Se dijo para si mismo cuando se ingresó a las escaleras y las subió a prisa.

 

El piso de la planta alta estaba un tanto más transitado que el de abajo, las enfermeras andaba de un lado a otro, ignorándose entre ellas y platicando solo lo necesario y enseguida en sus trabajos.

Todo en pleno silencio y solo los tacones bajos de los zapatos de las enfermeras se escuchaban.

 

Se escondió por varios momentos detrás de la puerta de las escaleras mientras miraba a su alrededor y se aseguraba de que no era peligroso aparecer en aquel piso.

Salió con cautela, y sin azotar la puerta, haciendo su aparición y notando que ya varias de aquellas enfermeras le echaron el ojo.

-Vine por vendaje.- Soltó el rubio casualmente al caminar con una sonrisilla en sus labios llena de victoria y sintiendo como si en aquel momento tuviese más poder que aquellas mujeres vestidas de blanco.

 

Las enfermeras ignoraron sus palabras y continuaron con sus trabajos, pasando de cuarto en cuarto, con sus caras serias y escrupulosas.

 

Edward las miró por encima de su hombro izquierdo por varios segundos y decidió olvidarse de ellas para seguir con su "investigación".

-Me pregunto que piso será este...- Se dijo a si mismo al seguir caminando. -Quiero llegar a maternidad para ver a los bebés es las incubadoras.

Deambuló por varios minutos de aquella manera, empezándose a aburrir por ver más y más puertas blancas y si decoración. Empezó a realizar que aquel piso definitivamente no era maternidad y que nada de ello lograría entretenerlo un poco.

Suspiró. -Estúpido hospital aburrido...- Susurró para si al recargar su hombro contra la pared y rascarse la frente. -Ya quiero que sean las tres para ya largarme a casa y seguir con la poca vida que me queda...

 

-¿Edward? ¿Qué haces aquí? -preguntó Maes justo detrás de Edward, con la mano en una perilla y cerrando la puerta blanca, su cara era de completa duda. Vestía una bata blanca abierta y un estetoscopio colgado en sus hombros.

 

El rubio saltó un poco ante aquella voz inesperada y rápidamente se giró para así darle la cara al doctor que ya le conocía en aquel lugar.

-D-doctor Hughes...- Soltó el rubio que sentía que se había metido en un gran lío. -Y-yo... vine por vendaje a este piso, ¡Si! ¡A eso vine!

 

-¿Vendajes? Aquí no están, ¿no te lo dijo Layla? -preguntó acercándose con el chico y quedar frente a él -Este piso es de enfermos terminales. No creo que ella te haya mandado aquí -aclaró Maes cruzando los brazos sobre su pecho.

 

‘¿Enfermos terminales?', se preguntó el trenzado silenciosamente al mismo tiempo que intentaba ingeniarse cualquier otra excusa que fuera convincente para él, como Layla, no terminar en problemas.

-¿En serio? Entonces me equivoque.- Dijo Edward intentando sonar convincente. -La enfermera Layla dijo "ve por vendajes al cuarto"- La imitó en un intento de hacer voz de mujer. -y yo pensé que se refería al cuarto piso. ¡Que cosas! ¿Verdad?

 

-Sí... que cosas -soltó levantando una ceja y caminando hacia el siguiente cuarto -Las vendas están en el segundo piso, en el cuarto de asistencia -aclaró y abrió la puerta del cuarto al que iba a entrar -No andes merodeando por este piso si no te gustan estas cosas.

Cerró la puerta metiéndose en la habitación.

 

Edward sudó una gota al ver como aquella puerta era cerrada y se rascó nerviosamente la nuca. -Creo que no creyó mi mentira en lo absoluto.- Se dijo a si mismo mientras daba varios pasos hacia atrás y luego se giraba para quedar de frente y seguir caminando. -Es mejor evitarlo, es el único que hasta ahora conoce donde debo estar y que debo hacer...

 

Rato había pasado, ¿Cuánto? Solo Edward lo sabía... los pasillo ahora estaban solitarios, ni un alma se podía parecer, pero parecía infinito, una especie de rechinido se escuchaba con eco por el pasillo, después de rato, se podía deducir que era una silla de ruedas que necesitaba aceitarse.

 

Edward se encontraba sentado justo en la intersección de un pasillo horizontal con uno vertical. Su cuerpo se recargaba en la pared fría y algo hueca mientras sus ojos entreabiertos.

-¿Cuánto tiempo tiene Layla de descanso?- Se preguntó el rubio de verdad aburrido. -Le hubiera preguntado cuando podía...

 

-Disculpa...-soltó una voz algo apagada y tristona -Es que... no encuentro mi habitación, no se leer los números -aclaró algo apenado.

 

El rubio se tardó en reaccionar, sus ojos se cerraron por varios segundos para después abrirse cuando Edward giró su rostro y no tardó en apretar sus labios cerrados al notar lo... feo que el pobre niño en silla de ruedas era.

‘No pongas esa cara, Edward.', se regañó mentalmente el chico. ‘¡Es un ser humano! Tiene sentimientos...'

-¿Te... perdiste, niño?- Preguntó al pararse de su lugar y quedar frente al chico.

 

El pequeño asintió ante la pregunta -No se leer los números de las puertas, no se cual es el mío -aclaró el pequeño ojeroso, esquelético y muy pálido... no había nada de cabello en su cabecita, pero daba miedo, por lo acabado que estaba -¿Me puedes ayudar? Es el 134...

 

Los ojos de Edward perdieron ligeramente su brillo al postrarse sobre el pequeño que tenía frente a él. ‘Pobre niño...', pensó algo deprimido por el destino del que se encontraba en la silla de ruedas y tomó la mencionada de los mangos fríos por el acero del que estaba hecha la silla de ruedas.

-Yo te llevo.- Aclaró con tono amable pero sin dejar de sentir aquel sentimiento de tristeza y lástima por el niño que le pedía ayuda.

 

Comenzó a empujar la silla de ruedas hacia el cuarto mencionado, que no quedaba muy lejos de allí, mientras su mente comenzaba a pensar en muchas cosas. Ling tenía razón, estar con gente enferma solo lo deprimía...

 

Se escuchó como una puerta se abría, revelando a de nueva cuenta al doctor Hughes, quien vio a Edward llevar a un paciente de cáncer terminal a su habitación.

No pudo evitar soltar una sonrisa tenue en sus labios.

 

-Aquí es.- Dijo Edward colocándose de rodillas junto a la silla de ruedas y mirando la plaquilla con el número de la habitación sobre la puerta blanca. La señaló y después miró al niño. -Recuerda que tu habitación tiene de números uno que parece un palito después otro algo parecido a un espiral y al último un numero que parece una cruz extraña... ¿Lo recordarás ahora?

 

El pequeño miraba atento los números en su puerta, intentando relacionarlos con lo dicho por el chico -Sí, creo que ya lo puedo identificar, gracias -soltó cerrando los ojos al sonreír y abriendo la puerta para poder entrar y después cerrarla tras él.

 

Edward suspiró y sintió como alguien le miraba por detrás. Volteó lentamente sobre su hombro y se tensó al encontrar al doctor Hughes mirándole con una sonrisa en sus labios.

‘¡Rayos!', se regañó mentalmente el rubio que se paró en un solo segundo y rió nerviosamente al verse descubierto.

-¡H-hola doctor Hughes!- Saludó sudando muchas gotitas por su frente de verdad estando nervioso. -Y-yo ya me iba.

Y así fue, puesto que Edward salió corriendo.

 

Maes iba a decir algo pero Edward se le había escapado, suspiró ante esto y negó varias veces, podría seguirlo, pero tenía pacientes que atender, ya hablaría después con el chico y continuó con sus rondas en los pasillos.

Aunque sería divertido que creyera que lo iba a seguir -¡Edward, espera! -pidió solo para ver la reacción del chico rubio, la cual fue correr con más aprisa.

 

‘¡Waaah! ¡Me sigue! ¡Me sigue! ¡Me sigue!', pensaba el rubio que corría como si fuese el fin del mundo y sin rumbo alguno, sólo buscando una manera de escapar del doctor que supuestamente le seguía.

‘¡Escóndete! ¡Seguramente jamás te encontrará!', le gritaba su mente al dar una vuelta en un pasillo para meterse a otro. Y asentir ante su misma propuesta, tomar una perilla de la primera puerta que tuvo a un lado, girarla e introducirse sin permiso alguno en aquella habitación para recargarse en la puerta ya cerrada al igual que sus ojos.

-A salvo...- Suspiró Edward con alivio.

 

-¿Quién demonios eres tu? -preguntó una voz seca y autoritaria algo alejada.

 

-¿Huh?- Elric abrió sus ojos al escuchar aquella voz que al oírla había producido por alguna extraña razón que se le enchinara la piel. Sus orbes doradas fueron directamente a de donde venía aquella voz, topándose con un hombre sobre su cama blanca. -Perdón, no pensé que alguien estaría aquí...- Comenzó el rubio que seguía recargándose en la puerta blanca.

 

-Pues ya viste que sí, ahora lárgate -soltó osco y huraño, un hombre de piel blanca como leche, de cabello negro corto y ojos tan azules que parecían negros, su cejo estaba fruncido en enojo, sus manos empuñadas sobre las sábanas.

 

-Que amargado...- Susurró Edward al girarse y abrir la puerta un poco para así asomarse por ella y mirar por el pasillo en frente de la habitación sin encontrar ninguna señal del doctor. Eso le tranquilizaba un poco. -Dame un minuto, quiero asegurarme de que no me encuentren.

 

-¡Yo quiero asegurarme de que te largues ahora mismo! -gruñó el hombre tras Edward, ahora un poco más azorado.

 

Edward se encogió en hombros al escuchar tremendo gruñido venir de aquel hombre y no pudo evitar voltear sobre su hombro para mirar al pelinegro que lucía de verdad enfadado.

-Disculpa pero... no es razón para que me levantes la voz.- Comenzó Edward al girarse completamente y encarar al tipo. -No te he hecho nada malo y no planeo hacerlo.- Se defendió Edward odiando aquel tono que ese señor usaba en él.

 

-Me importa tres cuartos de nada si planeas hacer algo o no, quiero verte fuera de este cuarto ahora -sentencio el pelinegro alzando el brazo y señalando la puerta en la que estaba el rubio.

 

Fue el turno de Edward fruncir el cejo al escuchar como ese hombre lo corría de su habitación. Lo miró molesto por varios segundos y tomó la perilla de aquella puerta para así abrirla.

-Pues quédese solo, con esa actitud ¿quién quisiera hacerle compañía?- Y salió indignado de esa habitación en busca de un ascensor o las escaleras, estaba seguro que Layla lo estaría buscando. -Grosero.

 

El sujeto le miró con resentimiento y después volteó la mirada con hastío, mirando la ventana con aburrimiento.

 

-Te digo Ling, ese hospital está lleno de amargados.- Comenzaba Edward al escribir varias cosas sobre su libreta de pasta dura y hojas de rayas. -Uno que va allí de buena fe y ellos que nos gruñen al "invadir" su territorio. No sé como le haré para sobrevivir allí todo este mes, amigo.

 

-Pues al menos no tienes que archivar cientos de fólderes y cortarte con las cochinas hojas y llenarlas de sangre -mostró Ling sus dedos llenos de curitas dejando de subrayar en su libro de textos de gramática -Creo que voy a pedir que me cambien de piso. ¿Pero no habías dicho que solo te había tocado estar con una enfermera guía? ¿Por qué te tratan mal si estas con ella?

 

-Estuve merodeando por todo el hospital en mi tiempo libre y accidentalmente terminé en el piso de los pacientes con enfermedades terminales...- Contaba el trenzado al levantar su vista y colocarla sobre su amigo mientras su pluma descansaba sobre su propia mejilla. -Me topé con un doctor y corrí a esconderme en una habitación de un tipo que se la pasó gritándome y diciendo que me largara.

 

-¡Uh, te sacaron de una habitación y para colmo un paciente! -se burló Ling de su amigo sonriendo de modo pícaro -Es la primera vez que alguien te saca con palabras y no armas la quinta guerra mundial, me sorprendes, Ed... ¿Pues que te dijo para sacarte?

 

-¡O-oye!- Se quejó Edward sonrojándose un poco y cruzándose de brazos para así dejarse caer en su cama donde apartó la mirada avergonzado. -Con ese hombre y su mal genio no me dieron ni ganas de competir verbalmente con él. Era un viejo amargado y para colmo galán.

 

Ling justo iba a ponerse a resolver un problema de gramática hasta que escuchó la última palabra de Edward -¿Galán? -preguntó alzando una ceja -¿Cómo es eso? ¿Alguien le movió el tapete a nuestro amigo rubio corazón de acero?

 

-Pues no estaba ni quemado, ni calvo, ni con ronchas y mucho menos tuerto.- Comenzó Edward cruzando su pierna derecha sobre la izquierda extendida en la cama mientras miraba el abanico en su techo moviéndose lentamente. -Además, si no fuera por su humor y por que estaba hospitalizado, era de esos hombres que parecen extranjeros.

 

-¿Ah sí? -preguntó el pelinegro dejando su tarea de lado y tomando una almohada para estar más cómodo para escuchar a su amigo -¿Entonces, vas a seguir yendo?

 

-¿Con ese tipo? No, ni de broma.- Soltó el rubio cerrando sus ojos y suspirando. -Apuesto que me vuelve a ver y otra vez me levanta la voz. No gracias.

 

-O te saca a patadas del cuarto -bromeó Ling pero se quedó pensando -¿Y si es invalido y por eso no se paró? Ah, pero dijiste que eran enfermos terminales, bueno con que no te cambien de piso -soltó Ling sin interés y jugando con la almohada entre sus brazos.

 

-A lo mejor por eso está así de amargado...- Pensó en voz alta el trenzado disfrutando la suavidad de su almohada. -Porque está enfermo de algo que con el tiempo lo matará. Desde esa posición yo... puedo entenderle...

Sayonara Sweet Days: http://www.youtube.com/watch?v=slLTpcyRNKs

 

Notas finales:

El Universo Sweetty de SupaMame

¡PALO!

Nuevamente con otro fic, ahora sobre una enfermedad que ha causado la discriminación en muchas personas del mundo, el VIH SIDA.

Una enfermedad que muchos ignoran sus contagios y peligros, este fic NO y repito, NO sería usado con fines informativos, ni mucho menos... y de antemano de pide una disculpa por el manejo de ésta ya que Akia y Syao nunca hemos estado en contacto con un enfermo de SIDA, lo que sabemos es por medio de investigaciones en libros e internet.

Así que, si hay algun aspirante a medico ´de lector, se le informa de ésto para que evite las correcciones.

Con esto aclarado, esperamos en verdad que hayan disfrutado del primer capitulo de VIH.

¡GUBAI!


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