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Eres por Gadya

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Notas del fanfic:

Por más que parezca, NO está basado en la canción homónima de Café Tacuba (era de ellos?) Simplemente fue un raye que salió cuando iba arriba del autobús hacia la Uni...

ERES

 

                  ¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Cuántos años desde la primera vez que te vi, atravesando mi Templo como una encarnación divina; desde la primera vez que te hablé, con la voz temblorosa, preguntando tu nombre; desde la primera vez que te besé, perdido en el intrigante hechizo de tus labios; desde la primera vez que te amé, robándome tu virginidad como un ladrón descarado? No lo sé, quizás fue hace tanto que tan sólo he preferido olvidarlo, y simplemente he decidido quedarme a tu lado, velando en los momentos en que le robas la paz a las horas cansadas. Y es por eso que aquí me tienes, perdido en el blanco laberinto de tu piel, intentando dilucidar lo que eres, el propósito que, acaso, los dioses te dieron en este mundo enfermo de nada, herido de todo.

 

                  Te contemplo, y la palidez de la luna juega a quedarse en tus cabellos de oro, finos rayos celestiales que acarician tu piel, despertando mis celos sin remedio. A veces los creo ridículos, pero sé que allí están, mellando la inquebrantable seguridad del Santo de Leo, quien desconfía de las mismas estrellas, temeroso de perderte. Porque no hay palabras en el mundo que puedan describirte, porque ni siquiera la perfección es suficiente para nombrarte; mil y un identidades que usas y deshechas con genial habilidad , compenetrándote en ellas como un inigualable actor.

 

                  Eres hombre, cuando, conduciéndote con majestad, cautivas las miradas de todos los presentes, sus halagos, sus suspiros, y te robas el tiempo y el espacio con tu exquisita presencia. Eres amigo, cuando tus palabras apaciguan mi corazón alborotado con sabios consejos, cuando compartes mi risa, consuelas mis penas, y juras que cada secreto que cuente morirá en tus labios sellados. Eres santo, cuando postrado ante la divina Atenea, te fundes en su presencia, y su cálido cosmos te recubre, colmándote de bendiciones infinitas, agradeciendo tu inextinguible lealtad. Eres guerrero, cuando la batalla estalla frente a tus ojos, amenazando con engullir sin piedad todo aquello que, en tu corazón, tiene valor incalculable; demonio, cuando la ira se adueña de tu ser, convirtiendo el paraíso en un infierno sin fronteras, en donde a gusto, el fuego de tu odio tortura a tus enemigos sin compasión alguna; amante, cuando por las noches me entregas tus labios, fruto prohibido de dulces pasiones, y recibes en tu interior el torrente salvaje de mis deseos, cobijándome entre tus brazos; y eres ángel, cuando, aún dormidos, tus suspiros calman la inquietud de mis agitadas fantasías con una sonrisa deliciosa, después de hacer el amor.

 

                  Todo eso eres, y a la vez nada, porque aquellas palabras no alcanzan para poner en evidencia lo que vales para mí. Si tan sólo pudiera lograr que lo sintieras, que descubrieras lo que en mi interior provocas, podrías comprender por qué te miro distinto cada vez que me saludas, y dejar de torturarme de tan dulce manera, pero prefieres callar y hacer de cuenta que nada pasa, que es sólo sexo, y divertirte con mi eterna agonía. No imaginas, acaso, el efecto que tienen tus sonrisas sobre mí, y por eso sonríes, entre sueños, abrazado a mi cintura, aunque a veces sospecho que lo intuyes, escuchando el acelerado palpitar de mi corazón que, saltando en mi pecho, te grita una verdad imposible de ocultar.

 

                  Me aferro a tu cuerpo inconsciente, deseando poder entrar en tus sueños y confesarte mi penoso secreto, aquel que entre besos te susurro sin que puedas escucharme, esa voz que me carcome por dentro cada vez que mis manos se deslizan por debajo de tu ropa. El sol se asoma en el horizonte, y en silencio acaricia tu pálida mejilla por debajo de mis dedos que, envestidos de tristeza, te recorren por última vez, como una despedida. Sé que, apenas tus ojos se abran, regresarás al Templo de la Virgen, a tu vida normal, tu eterna rutina de meditación inevitable en la que no encajo más que como un compañero, quizás, un amigo.

 

                  Tal vez regreses esta noche, o decidas no venir. Sólo sé que aquí estaré, esperándote, para volver a confesarte en el silencio de la noche aquel secreto que no quieres escuchar... que eres para mí mucho más que un compañero, un amigo o un amante. Eres mi Universo, eres mi todo, eres mi amado, eres mi Shaka.

Notas finales: Nada que comentar

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