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LA LEYENDA DEL UNICORNIO NEGRO por sherry29

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Notas del fanfic:

Pues yo de nuevo con otro fic lleno de magia, filosofía existencialista, aventuras, romance y muchísimos chicos lindos. jajajajaja.


Es otra historia de Mpreg, sin mujeres. Es que el Mpreg con mujeres no se me hace justo.

Un saludo especial y un abrazo enorme a bathory quien muy amablemente me esta beteando esta historia, estas haciendo un trabajo increíble linda, millones de gracias.

Besitos gigantes a todos mis lectores.

Notas del capitulo: Parece que el miedo ha conquistado
Tus ojos negros, profundos y templados.


¿Qué va a ser de ti? ¿Qué va a ser de ti?


Panteras son, vigilan mi destierro,


Me he condenado, y en ellos yo me encierro.


¿Qué va ha ser de mi? ¿Qué va a ser de mí?
El patriarca de Wildemoon esparcía las cenizas del recién sacrificado en el río Mapithe, el más caudaloso, que bañaba el pueblecillo de norte a sur atravesándolo como una serpiente si se viera desde lo alto. También desde una vista panorámica, se hubieran podido observar un millar de casuchas pequeñitas humeantes y ubicadas en una fila tan recta que daba miedo.


Enfrente de él un joven con mirada lánguida y ausente, observaba el polvo en el que se había convertido su primer hijo mezclándose con las aguas, sacrificado e incinerado como lo eran todos los primogénitos desde hacia más o menos mil años. El objeto de tal sacrificio era aplacar la ira de Clemante, dios omnipotente a quienes su necios antepasados ofendieron de tal forma que el poderoso ser supremo no encontró más forma de perdonarlos que exigiéndoles la vida de seres recién nacidos. De esta forma su ofensa quedaba saldada y la deidad podía seguirles bendiciendo. Qué afortunados eran de contar con un dios tan bondadoso que les permitía reparar sus faltas, eso era lo que no dejaba de recordarles el patriarca cada vez que sacrificaba una nueva criatura. Y por supuesto esta vez no fue la excepción. Tomó al doliente papá por los hombros incorporándole y recordándole la deuda de los humanos con los seres celestiales.

- Ahora tu hijo está con el todo poderoso Clemante. Es afortunado.


El chico no respondió nada, solo observó la corrientilla cristalina llevarse su corazón.





- Idiotas. Mil veces idiotas.


Desde lo alto del limonar Vray miraba la ceremonia con sus ojos negros chispeantes y enojados. Su condición de pagano le impedía pasar más allá de la línea de silver, cordón energéticamente cargado que imposibilitaba a los de su clan entrar hasta los territorios de Wildemoon, con la única excepción del área perteneciente al árbol de limones que constituía una extraña zona neutral a la que religiosamente acudía para observar ese horrible ritual aberrante.

- Eres masoquista – Le aseguró Jeik sentado a su lado. Llevaba dos meses acompañándolo al limonar a presenciar el ritual del perdón y a pesar de que la primera vez se impresionó mucho ya no había nada de esos fanáticos que lo pudiera sorprender realmente.

- Siento que debo hacerlo, siento que debo ver esto.

Miraba con congoja al muchacho arrastrado por su consorte lejos de la orilla del río.

- ¿Por qué?

- No lo sé. Solo lo siento.


En esos momentos pasó por las cercanías el nieto del patriarca, su nombre era Rasth Wildemoon, sucesor en el linaje y futuro patriarca. Sus pasos firmes aplastaban la vegetación y su presencia imperiosa hizo encoger a Jeik y alertar a Vray.

- ¡Mira Jeik, he aquí al más cabrón de todos!

Alzó la voz todo lo que le permitieron los pulmones buscando la atención del sujeto. El momentáneo traspiés en el perfecto caminar del consentido de la casa Wildemoon le hizo saber que le había escuchado.


Rasht alzó sus ojos verdes hacia la figura que lo insultaba desde lo alto. Por unos instantes sus orbes refulgieron intensamente, demasiado rápido para ser captado por cualquier visión humana, y luego volvió su mirada hacia el camino que lo conducía hasta su abuelo sin prestar la menor atención a la amenaza que dejaba a su espalda.


- Vuelve a tocar a mi bebé y te mueres infeliz – Le gritó Vray acariciando el rasposo tejido del tronco del árbol.


El hecho había trascurrido exactamente tres meses atrás. En uno de los rituales del perdón el patriarca notó la presencia de un infiel expiando. Buscó con su mirada hallando enseguida la silueta de Vray colgada del limonar y mirándolo con odio infinito. Sin demora le dio la orden a su nieto de cortar ese árbol sacrílego de raíz pero tal objetivo no tuvo buen fin cuando Rasth intentó prenderlo en llamas. El inmenso limonar de más de quinientos años de antigüedad ardió sin tregua sin dejar que se consumiera ni una sola hoja.

Cuando Vray se enteró que los locos de Wildemoon estaban quemando su preciado tesoro corrió desesperado llenándose de una ira más ardiente que el mágico limonar. En esa ocasión de forma inexplicable logró por primera y única vez romper momentáneamente la barrera del cordón de Silver, solo su mano logró salir del muro energético y rasguñar certeramente el pómulo de Rasth quedándose con un rastro de sangre entre sus uñas y con un rencor aún más encarnizado por parte del patriarca.


Desde ese día una tensa calma rondaba la villa de Wildemoon y a sus vecinos, internos permanentes del bosque Velek. La misma que rondaba desde hacía más de cuatrocientos años después de que se produjera la ruptura de estos dos clanes, tensa paz alterada solo por el incidente entre el sucesor del patriarcado y el rebelde Velekiano. La separación de estos dos grupos era algo que se veía venir desde que surgió la ley del perdón; era solo cuestión de tiempo para que alguien se rebelara contra esta norma, lo extraño es que tuvieran que pasar más de quinientos años para que al fin una pareja de humildes campesinos retara a los líderes religiosos huyendo hacia el bosque con su primogénito recién nacido. Sobra decir que el trío de fugitivos fue perseguido por una turba de feligreses que temían que la ira de Clemante se volviera a desatar con este nuevo insulto, mas en esa ocasión no hubo poder humano ni mágico que sirviera para dar con el paradero de aquellos hombres y después de varios días de ayunos y sacrificios, el patriarca de ese entonces abandonó la clausura auto impuesta y habló al pueblo de la siguiente manera:

“Habitantes de Wildemoon, hoy es un día de dolor y pena. Un día en el que la plaga del libertinaje y la desobediencia a nuestro soberano ha infectado las mentes de algunos de nuestros hermanos. Hermanos a los cuales a partir de hoy llamaremos infieles, porque solo un infiel con el corazón corrupto y seducido por lo material puede negarle a su primogénito la dicha de ser un soldado alado del todopoderoso Clemante. A partir de hoy, todo aquel que le niegue a su hijo ese privilegio conocerá el dolor del exilio tras las fronteras de nuestra amada villa y deberá someterse al inclemente destino que le deparará el traicionero bosque de Velek”

Si las anteriores palabras del entonces patriarca tenían como objetivo amedrentar a la población, la verdad es que fue todo un fracaso, porque cada año más de cien parejas se lanzaban al éxodo y para martirio de los sacerdotes de Clemante la historia de los primeros desertores empezó a tomar tintes de leyenda. La gente rumoreaba que los espíritus de los osados campesinos con su bebé a cuestas abrían caminos y atajos secretos para permitir el paso de los emigrantes y hacían brotar de fuentes misteriosas agua y alimentos para que no murieran de inanición durante su travesía hasta que los dejaban sanos y salvos en un zona menos agreste del bosque donde formaron su propio clan.

También decían que aquel limonar era el primer árbol sembrado por aquellos infieles y que sus frutos concedían la inmortalidad, eso sí, nadie se atrevía a arrancar un solo limón de su lugar, ni los habitantes de Wildemoon ni los de Velek.



Vray bajó a toda prisa cuando vio a su rival acercarse nuevamente, el cordón de Silver parpadeaba amenazante advirtiéndole de no seguir avanzando pero el chico no detuvo sus pasos, la osadía propia de sus diecisiete años le garantizaba reflejos envidiables y nervios de acero.

- ¿Cuántos niños más quemara el desgraciado de Clemante para perdonar a su pueblo? Ah, Patriarca.

El anciano de barbas canosas y algodonosas frenó resoplando furioso. Su nieto no se inmutó en lo absoluto siguiendo con su andar.

- ¡Niñato blasfemo!

- ¡Anciano infeliz!

- ¡Pagano infiel!

- ¡Asesino miserable!

Jeik intervino tomando a su amigo de la cintura antes de que activara la barrera energética. Era más alto y robusto que Vray pero no necesariamente más fuerte y en ese instante lo comprobó.

- Ya para Vray, vámonos de aquí.

- ¿Cuántos más? Ah anciano ¿Cuántos más?

Era inútil, el chico estaba fuera de si, desde el incidente con el árbol vivía encantado de provocar a sus odiosos rivales sobre todo al mal nacido de Rasth quien inmune a todo veneno salido de boca del Velkiano era imposible sacar de sus casillas. Esto hacía hervir la sangre de Vray, que daría lo que fuese por verlo igual de airado que su abuelo.

- Vámonos abuelo. La ceremonia ha concluido, no hay nada que hacer aquí – Pidió con su típico tono neutral y suave.

- ¿Aún te duele? – Con una risilla el menor se tocó el pómulo derecho repasándolo en línea horizontal.

Rasth ladeó el rostro apartando sus cabellos azabaches, dejando ver la cicatriz que lucía en su mejilla. Inmediatamente después, sin responder nada se giró en torno al puente con dirección a la otra orilla. Su abuelo dirigió una última mirada asesina sobre el infiel y siguió los pasos de su nieto.

- Y la próxima vez que le pongan una mano encima a mi bebé – Les advirtió antes de que se alejaran completamente – ¡Se las corto! … y no me refiero a las manos.




Los habitantes de Velek amaban su bosque, después de quinientos años la mayor parte de los habitantes no eran más que las generaciones provenientes de los primeros exiliados sumándoseles aquellas parejas que seguían desertando de Wildemoon ya fuese para proteger a su prole de aquella absurda norma o por roces directos con los miembros de la familia del patriarca.

Dimar y Seref eran un claro ejemplo de este primer caso. La pareja ni siquiera había esperado a que naciese su pequeño para darse a la fuga y ya llevaban varios meses viviendo en el bosque de Velek. Al principio tuvieron miedo de que no los aceptasen, últimamente se habían dado muchos casos de espionaje y los Velekianos se mostraban muy prevenidos con los recién llegados pero los chicos habían probado con creces sus buenas intenciones y la ardua necesidad de refugio debido al avanzado estado de embarazo de Dimar.

- ¿Cuándo vas a salir de ahí? ¿Ah?

Vray acariciaba el globoso vientre de su nuevo amigo, le encantaba palpar su cuerpecito por debajo de la tensa piel y recibir una patadita de respuesta.

- Creo que más pronto de lo que crees, últimamente se mueve más de la cuenta.

- Pues yo me muero por verlo ya.

Seref se acercó cargando una leña que dejó tirada a los pies de su esposo, lentamente se agachó besándole la panza. Dimar sonrió dulcemente y Vray sintió un extraño palpitar en su pecho. Jeik y él llevaban varios meses siendo amantes, no estaban casados ni tenían ningún compromiso especial; en el bosque de Velek se violaban más normas que la de la ley del perdón. Pero después de ver aquella linda escena a Vray le pareció que tal vez era hora de aclarar su situación con el castaño, no sabía si lo que sentía por él era amor pero realmente lo quería mucho y eso debía ser un buen inicio. Recordó que en una conversación con Dimar le preguntó que sentía cuando veía a Sefer, éste respondió sin dudar que cada vez que tenía cerca a su marido era como si el estómago se le encogiese y quisiera vomitar.


Cuando Vray se reía lo hacia estrepitosamente y aquel día después de esa rara confesión las aves volaron al escuchar la carcajada del muchacho. Definitivamente Jeik no le provocaba nauseas ni le suscitaba arcadas pero supuso que el amor se manifestaba diferente en cada individuo. Sin embargo la descripción de Dimar no le era del todo desconocida, alguien si había provocado esa sensación en él aunque estaba seguro que por razones totalmente opuestas al amor. Solo oír aquel horroroso nombre le revolvía el estómago… el horrible nombre de Rasth Wildemoon.

- ¿Cuándo tendrás un pequeño Vray?

La inesperada pregunta de Dimar lo sacó de un atolladero mental para sumirlo en otro y su faz estupefacta lo delató. Su amigo se rió quedamente en confabulación con su consorte.

- Yo… pues.

- Anda Dimar no seas malo con él, mira que el pobre aún no puede cuidar ni de él mismo. ¿Te lo imaginas teniendo que cuidar a un bebé? Pobre criatura le iría mejor con el cabrón del Patriarca.

- ¡Hey! que no soy tan torpe – Gruñó fastidiado.

- Le pusiste sal al jugo y le diste popurrí a las ratas – Le recordó un carcajeado Dimar.

- La sal y el azúcar se parecen demasiado, por lo menos deberían tener un color diferente. Y en cuanto al popurrí…

- ¿Qué piensa Jeik al respecto?

Sefer le devolvió el aire serio a la conversación.

Y hablando del rey de Roma el aludido hizo acto de presencia llegando hasta el pozo donde todos los días sacaba el agua para su papá. Su padre había muerto hacia varios años como consecuencia de una mordedura de serpiente y él chico como primogénito quedó como jefe del hogar. Ganaba bien como carpintero y no le gustaba que su papá continuara en su trabajo de lavandero pero el hombre era terco y le disgustaba saberse mantenido por su hijo.

Vray lo observó detenidamente llevando sus manos al vientre de forma instintiva pero no sintió más que los gases retenidos como consecuencia de no haber comido en varias horas. Resoplando se levantó dejando a la joven pareja prodigándose tiernas caricias y se marchó al encuentro de Jeik con la esperanza de que algún día al verle quisiese vomitar.




Los cristales de las copas brillaban de forma especial aquella noche, era eso o estaba siendo victima de migrañas. Espabiló varias veces pero la molestia no desaparecía y la copa de vino que acababa de beber seguro le acrecentaría los síntomas.

- ¿Te sientes bien hijo?

La preocupación en el tono de su abuelo le obligó a alzar la vista a pesar de preferir seguir ocultándola tras sus cabellos negros.

- No es nada, el vino me sentó mal eso es todo. Con permiso.
- Espera. No me mientas sé que sucede algo más.

El rostro de Rasth se ensombreció aún más y quedamente volvió a su asiento.

- Hoy lo vi de nuevo.

- ¿Al muchacho del árbol?

- Si

- ¿Por eso estás así?

- Si

- ¿Verlo te da migraña?

- Eso creo


La conversación quedó interrumpida por la llegada del patriarca, los tíos de Rasth por parte de padre y los respectivos conyugues de cada uno. En total quedaron nueve personas en la mesa, demasiado gentío para cualquier conversación íntima.

- Luces terrible Rasth. ¿Te sucede algo? – Preguntó el mayor de sus tíos, un sujeto lánguido y de mirada aguda. Era obvio que el estado del menor no pasaría por alto a sus ojos escudriñadores.

- ¿Es de nuevo la jaqueca?

El turno de la palabra fue para el esposo del primero, un hombre rollizo de rostro amplio y luminoso. Era como un lucero en aquel oscuro recinto.

Rasth asintió sin emitir palabra. Su rostro se descompuso en cuestión de instantes y un fuerte malestar invadió su estómago. Rápidamente abandonó la mesa sin probar bocado y corrió camino a los lavabos más cercanos.


- Esta situación me tiene realmente preocupado.

Todos los ojos se concentraron en el anciano, el mayor de la casa Wildemoon miraba con demasiado énfasis las aceitunas agridulces de su plato.

- ¿Crees que su pronta sucesión lo tiene angustiado?- Preguntó su hijo menor mientras devoraba el plato de entrada sin ocultar que su pregunta era más una cuestión de protocolo que otra cosa.

- Espero que sea eso… realmente lo espero.

El patriarca lanzó una mirada fugaz a su esposo y obtuvo como replica una sonrisa y un apretón de mano.

- Espera querido solo espera.






- ¿Sientes ganas de vomitar cuando me ves Jeik?

El castaño dejó de respirar. Ahora si que Vray había enloquecido.

- ¿Qué?

- ¿Qué si sientes ganas de devolver cuando me miras?

- No. ¿Debería?

Vray se estiró cuan largo era, después de hacer el amor con Jeik una modorra bastante agradable lo invadía, mas esa noche no iba a dejarse gobernar por el sueño. Había puntos importantes que aclarar.

- ¿Qué somos exactamente Jeik? ¿A dónde nos lleva esto?

Jeik se tensó, la conversación no llevaba buen rumbo. Se dio media vuelta tumbándose sobre el cuerpo del otro chico, pasó su mano por el interior del muslo del menor consiguiendo un suspiro ahogado.

- Somos amantes Vray, los mejores amantes que puedan existir porque no estamos atados por la hipocresía de un compromiso.

- Yo tampoco siento ganas de vomitar al verte – Gimió en medio de las caricias.

- No es eso lo que quiero que sientas.


Los toques se hicieron más profundos, con la luna de cómplice se llevó a cabo la comunión de la carne y el sudor. Jeik mordisqueó el vientre, jugó con el ombligo y llegó hasta el sexo enhiesto y palpitante. El miembro duro fue cobijado por su boca, la saliva y el precumen se aliaron en una mezcla salada y deliciosa mientras las aves nocturnas amenizaban con sus cantos el espectáculo que los amantes les brindaban. Vray imponía el ritmo con sus manos, esa lengua mojada y resbaladiza era su único dios en, no le importaba el amor cuando tenía esa sensación tan maravillosa cosquilleando en su vientre. Acostarse con su mejor amigo tenía sus ventajas, primero saber que estaba en manos expertas por conocimiento de causa y segundo la mágica complicidad de dos personas que se conocen desde niños.

Cuando Jeik terminó y se limpió los rastros de semen de su rostro Vray se colocó de rodillas, bien sabía que al castaño le agradaba que se la mamaran mientras estaba de pie. Según sus propias palabras le calentaba ver a la otra persona de rodillas, sumisa, a sus órdenes.

Vray lo introdujo en su boca todo lo que pudo, le era altamente placentero devorar ese manjar caliente hasta que el reflejo nauseoso se lo permitiese. Succionó con avidez sacándolo hasta llegar a la punta la cual le divertía pasear por su rostro mientras miraba con ojos provocadores a Jeik. Luego delineaba sus labios con el húmedo glande maquillándolos con el incoloro líquido que brotaba de él y finalmente lo devolvía a su cavidad bucal aspirándole todo lo que podía. Jeik le acariciaba las manos las cuales Vray solía posar en sus glúteos estrujándolos y algunas veces palmeándolos de forma indecorosa. En una ocasión su osadía natural lo llevó a introducir uno de sus dedos en la retaguardia de su amigo, al principio el castaño se tornó esquivo y hasta molesto pero luego su deseo creció tanto que secretamente permitía que Vray también lo penetrara.

Apenas la actividad oral hubo concluido los chicos volvieron a su posición inicial tumbados sobre la grama. El sexo al aire libre le daba al acto un cariz salvaje que acrecentaba la pasión, no pensaban cambiar el paisaje nocturno bajo las estrellas por un frío colchón casero. Vray abrió sus piernas permitiendo a Jeik acomodarse en medio de ellas, se besaron con ansias, tenían la costumbre de hacer el amor como si se fuera la última vez, en realidad la primera vez que lo hicieron jamás pensaron que la situación se repetiría pero ahí estaban, revolcándose en el pasto como dos conejos silvestres.

A Vray le gustaba la mirada de Jeik cuando lo penetraba, quizás ese gusto reemplazara las ganas de vomitar de las que hablaba Dimar. Le fascinaba ver esos orbes azules brillar como dos turquesas, le gustaba sentirse suyo, invadido por su ferocidad animal, su salvajismo extremo más propio de una bestia que de un humano. Su piel se crispaba ante la violencia con que atravesaba sus entrañas, era el dolor más asquerosamente delicioso que hubiera experimentado jamás y la verdad no consideraba importante darle título a su relación mientras Jeik siguiera llevándolo a las estrellas todas las noches.





Una pastilla no fue suficiente para calmar su terrible cefalea, ya había devuelto hasta el desayuno y ni así se sentía mejor. Desde el incidente del árbol cada vez que veía a ese muchacho le pasaba lo mismo, bueno realmente no desde el asunto del limonar la verdad todo se desencadenó un poco antes.

En la zona fronteriza delimitada por el Cordón de Silver se hallaba ese extraño árbol, mas éste no era el único sitio considerado neutral y Rasth lo confirmó aquel día. Su abuelo había dado orden de buscar otros puntos donde la barrera mágica no funcionase, no fuera que los infieles aprovecharan estos sectores para acechar con fines subversivos los territorios pertenecientes a Wildemoon.
El puente lo llevó rápidamente hasta la orilla donde empezaba el bosque de Velek, cada vez que pasaba por esa zona una extraña desazón se apoderaba de su espíritu y le hacía claudicar la tranquilidad, siguió la ruta del río no solo por ser la más segura para no extraviarse sino porque necesitaba la brisa de la playa para sopesar el terrible calor que hacía durante esos meses del año.

Con su talismán dorado delimitó las zonas enérgicamente neutrales, tal como su abuelo presentía tenía más de quinientos metros y abarcaba zonas consideradas netamente terrenos de Wildemoon, eso significaba solo una cosa o los Velkianos estaban usando algún poder mágico para expandir sus terrenos o ese árbol estaba ampliando cada vez más la zona neutral quien sabe con que propósitos.

El sol caía inclemente sobre su pálida piel, se agachó en la orilla con intención de refrescar un poco la piel punzante de su rostro que seguro lucía roja como amapola y cuando volvió a levantarse para retomar su camino lo escuchó. Rápidamente buscó refugio entre los matorrales quedando perfectamente camuflado y entonces apareció ante sus ojos la perfecta criaturilla.

Era menudo y mucho más bajito que él sin embargo tenía una rudeza en los gestos que le asemejaban a un agreste cervatillo. Moduló hasta su respiración para evitar espantarlo, sabía que hasta el menor movimiento ponía en peligro el suculento banquete que se daban sus ojos. Tragó saliva pesadamente al verlo despojarse de su ropa con todas las intensiones de darse un baño, si ya de por si era hermoso vestido, desnudo no tenía comparación alguna.

Todo él le parecía precioso, todo él era digno de admirar pero era esa esplendorosa cabellera plateada que bajo los haces de luz resplandecía como si la mismísima luna hubiese bajado del firmamento para enjuagarse en las aguas del Mapithe lo que lo tenía hechizado. El muchacho se perdió entre la corriente, por momentos salía a la superficie para luego volver a zambullirse con más habilidad que los mismísimos peces. Fue esto precisamente lo que sorprendió a Rasth cuando vio que Vray comenzaba a tener problemas para mantenerse en la superficie. Azorado no sabía qué hacer. Desde pequeño solía guardarle un profundo respeto al agua, respeto que fue calificado por los expertos como fobia y obviamente no sabía nadar.

Permaneció parado unos instantes en la orilla antes de decidirse a ayudarle, tanteó con sus pies solo confirmando su terror pero el ver al agonizante chico peleando con todas su fuerzas le dio ánimos para sumergirse ayudado por las rocas cercanas que le brindaban escasa, pero por lo menos, seguridad.

-Dame la mano – Le gritó aferrado a la roca y estirándose todo lo que las articulaciones le permitían.

Vray en su ardua pelea no logró escucharle, Rasth llegó a contemplar la idea de soltarse e ir por él pero gracias al misericordioso Clemante no fue necesario ya que un tercero llegó repentinamente convirtiéndose en el verdadero héroe del chico.

Jeik sacó a Vray empapado y tembloroso, se había llevado un susto de muerte y aún estaba algo anonadado. Una vez seco lo ayudó a vestirse y acunándolo en sus brazos se adentraron en la espesura de Velek. Por su parte Rasth salió del agua apenas notó que el joven de cabellos castaños se hacía cargo con mucha maestría de la situación y antes de que notara su presencia y sus ridículos esfuerzos por ayudar a su amigo volvió a su apartado refugio viéndolos perderse entre la boscosa vegetación.



- Retírate, tampoco podré esta noche. Me duele demasiado la cabeza.

Una figura desnuda sobre el lecho se incorporó cubriendo su anatomía con una sedosa bata satinada. Era el tercer sirviente que su abuelo compraba para prestar servicios extras en su cama y por ende su tercer fracaso. El muchacho salió obediente de los aposentos de su señor. Rasth se quedó esperando el sonido de la puerta al cerrarse y al no escucharla presintió lo que seguía.

- ¿Te lo follarías si le pintamos el cabello de plateado?

Su abuelo Sharp, consorte del patriarca acababa de entrar a su habitación claramente disgustado. Amaba a su nieto pero aquella situación ya era claramente tonta. Faltaban menos de dos meses para su boda y el muchacho no podía resolver su problema de impotencia. Los médicos habían dejado claro que no se trataba de un daño orgánico, que el problema estaba en su mente.

- No sé si podre casarme abuelo.

- Te casaras, lo conseguirás y si para lograr volverte un hombre tengo que traerte a ese mocoso lo haré. Juro que lo haré.
- Abue…

Sus labios fueron cubiertos por los finos dedos del mayor.

- No juzgues mis métodos Rasth, juzga los fines. Y mantener la jerarquía y la paz de nuestro pueblo me parece un buen fin. ¿Crees que con ese muchacho si lo logres?
El moreno asintió.

- Entonces está hecho, será tuyo. Como le dije a tu abuelo, solo espera.





Continuará…
Notas finales: Mi corazón salvaje y estepario


lamió poemas caídos de tus labios


¿Qué va a ser de ti? ¿Qué va a ser de mi?


Tu pecho es tan cruel como bendito


tu cuerpo en fin Babel y laberinto

¿Qué va a ser de ti ? ¿Que va a ser de mi?


(Miguel y Bimba Bose)

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