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Todo Por Nada por mihll

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Notas del fanfic:

Los personajes de este fanfic no me pertenecen y sólo los utilizo a modo de diversión.

Notas del capitulo: Hola.

Se me han escapado las ideas para continuar mis fics pendientes, más que nada se deben a las preocupaciones que me aquejan en estos días, pero...a pesar de todo salió algo, esto que ahora les presento y que espero les agrade.

"TODO POR NADA"

Historia basada en "Slam Dunk"

por

mihll

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Capítulo Único

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McDugal, el negociador más exitoso de la casa de cera, se deleitaba pensando en el dinero que recibirían mientras recorría el largo pasillo a cuyos lados, se hallaban una hilera de camas donde se encontraban sus productos en venta. Su comprador le seguía a un paso de distancia, observando a cada persona y negando con la cabeza cada vez que el vendedor se volvía hacia él para señalarle a alguno de las características que había señalado.

Como la mayoría de las veces, McDugal solía perder la paciencia ante un comprador indeciso, y ahora estaba molesto, pero se limitaba a no demostrarlo; después de todo, tenía que mostrar una buena cara con tal de convencer, y tal vez, sacar el mejor provecho de la venta según fuera el producto que el comprador eligiera finalmente.

Al final del pasillo, donde se hallaba el penúltimo muchacho atado a la cama, McDugal se detuvo, y se volvió hacia su comprador.

—Este es el último pelirrojo—dijo, y ante el resonar de su voz, el muchacho en la cama se removió inquieto, tratando se soltarse inútilmente—Si no te gusta éste, no se qué más puedo hacer.

—Es japonés—murmuró inexpresivamente.

—Lo es, igual que tú ¿no?

—Mitad japonés—señaló indiferente, en tanto se acercaba más a la cama a inspeccionar el estado del producto que le ofrecían, e hizo un gesto de resignación cuando terminó su inspección visual— ¿Puedo tener la seguridad de que es alguien totalmente sano?

—Por supuesto—afirmó McDugal—Antes de traerlos no aseguramos de que sean chicos en perfecto estado de salud. Si lo compra, tenga usted la seguridad de hacer lo que quiera con él sin temor a contagiarse de algo…tú sabes, de algo que no querríamos tener en nuestro cuerpo.

—Pero éste…—dio una mirada de desprecio al chico que continuaba retorciéndose en la cama—…parece demasiado, como decirlo…

—Bruto—interrumpió McDugal—Pero éste, jovencito, es el mejor bruto que podrías encontrar. Sé que te gustará poseerlo y domarlo a tu antojo; eso es lo bueno de cumplir nuestras más ocultas fantasías.

El serio comprador, curvó una ligera sonrisa.

—No encontrarás a nadie mejor que éste. Te lo aseguro—insistió McDugal ante el gesto de aceptación que vio en su joven acompañante. Debía ser un poco más perseverante y conseguiría una buena venta—Tiene antecedentes de ser un buen deportista, de buena familia…

—Eso último no me interesa.

—Se que no—dijo, y por primera vez separó sus manos unidas tras sus espaldas para apuntar al pelirrojo en la cama—Japonés, 16 años, bruto como la más brava de las bestias—volvió la vista hacia su acompañante—es justo lo que me dijiste que buscabas.

En vez de contestar a eso, contempló nuevamente al pelirrojo.

—No lo sé—dijo finalmente.

—Pues no te tardes demasiado, porque tengo paciencia, pero no tanta. No soy alguien a quien le gusta perder el tiempo por nada.

—Diez mil dólares por sólo la muestra del producto es suficiente para mantener una paciencia deseable.

McDugal sonrió.

—Esa idea me gusta —señaló —pero me gustaría un poco más si te vas con las manos vacías.

—Veinticinco —soltó, mientras se acercaba su rostro hasta el pelirrojo, pero así como se acercaba, el hombre le advirtió:

—Calmo es de cuidado, en el cualquier momento podría darte un cabezazo. Ya te dije que es un bruto.

Volvió la vista hacia él, demandando silencio con una sola mirada y regresó a lo suyo. Se acercó lo que más pudo a su cuello y respiró profundamente el aroma que el pelirrojo desprendía; luego acercó su boca a su oído y módulo algo que el otro no alcanzó a oír. El pelirrojo, que si bien se inquietó con su cercanía, se calmó de un momento a otro para sorpresa del vendedor.

—Lo compraré—señaló irguiéndose.

—Antes me gustaría que me dijeras que le dijiste—demandó McDugal con desconfianza.

—Algo de lo que no te gustaría que hicieran—señaló fríamente, y avanzó hasta quedar a su lado—Quiero a éste. Haz que me lo envíen a la dirección que señalaré.

—Recuerda que el precio es alto…

Apenas terminó de hablar recibió la mirada más fría que nunca antes le habían dado.

— ¿Con quién crees que estás tratando?

Sonrió, complacido.

—Ya lo tengo claro—le señaló el camino—Sólo dame tu dirección y lo enviaremos en cuanto recibamos la transferencia del dinero.

No cruzaron más palabras entre ellos hasta que llegaron al hall de la casa, donde McDugal entregó una tarjeta con la cuenta a la que debían transferir el dinero; la suma: cinco millones de dólares, más una comisión del diez por ciento por una venta hecha fuera del usual remate en un privado.

Recibiendo en la dirección de entrega, despidió a su cliente en plena conformidad de haber hecho un excelente negocio.

~~o0o~~





Estaba nervioso creyendo que no había sido del todo convincente con ése tal McDugal; a veces se veía tentado con el whisky dispuesto en el bar de ese lujoso BMW de lujo, pero se decía que no bebía y que eso no le quitaría la intranquilidad. Su conductor, de vez en cuanto le observaba a través del espejo del retrovisor y le preguntaba si estaba bien; cada vez respondía que no estaría bien hasta que le trajeran al pelirrojo.

Hacía veinte minutos que había transferido el dinero, y hasta entonces no veían señales de su compra. Cualquier vehículo que se acercaba a ese lugar apartado de la ciudad, en las cercanías del muelle, era una razón potencial para que el chofer abandonara el volante, pero siempre que uno aparecía, lo descartaban cuando pasaba a su lado.

—Pienso, que tal vez esto no resultó—dijo el fiel conductor en un momento dado, cuando no soportó el nerviosismo de la persona que transportaba.

—Sólo diez minutos más.

—De acuerdo—dijo—Pero no correré riesgos. Si veo algo extraño, pongo en marcha el coche.

Pasaron los minutos, y no había señales. Ahora si que Rukawa se veía consumido por los nervios que ya era incapaz mantener quieta esa mano que había comenzado a temblar.

—Por favor, que aparezcan—murmuró entre dientes, con rabia—No sé qué será de él si esto…

—No te alteres—interrumpió el chofer, asegurándose de quitar el seguro a su arma—Creo que ya llegaron.

Kaede miró a través del vidrio polarizado del vehículo y pudo ver a otro dirigiéndose lentamente hacia ellos y con claras señales de detenerse tras ellos. Ni siquiera tuvo tiempo de advertir a su amigo, cuando éste abandonó la calidez del interior. Lo vio ir, cauteloso, al encuentro de uno de los hombres que salió de automóvil oscuro que se mantenía con el motor encendido. Poco tiempo después, tras un breve cruce de palabras entre ambos, sacaron al pelirrojo del coche; lo vio con las manos atadas a sus espaldas, amordazado y los ojos vendados. Apenas podía caminar por sí solo. Nunca antes lo divisó tan menguado en su orgullo como ahora, que estuvo a punto de salir corriendo para ir a su encuentro, no obstante, pudo controlar su impulso y se concentró en sostener con firmeza el arma que tenía en mano, mientras su mente ideaba la mejor forma de salir de allí si algo salía mal.

—Vamos—se dijo, ansioso. Todos se habían detenido a hablar de no sé qué cosa— ¿Qué pasa?

Ya veía que su amigo y el pelirrojo se encontraban en problemas. Quizás los habían descubierto; tal vez los mataría allí mismo y pronto vendrían por él…Esperó, hasta que al final, tres avanzaron hasta allí.

El desconocido abrió la puerta del coche y asomó su cabeza.

—Señor, debe recordar…—quiso advertir.

—No recuerdo nada—intervino con su mejor inexpresividad, con la vista fija al frente—Métanlo adentro. No tengo tiempo que perder.

—Ha sido un gusto, y ya sabe donde encontrarnos si necesita más de lo que ofrecemos.

—Lo tendré presente.

Al cabo de un momento, el pelirrojo fue introducido bruscamente a su lado. La puerta se cerró y en breves instantes, su chofer tomaba el volante sin bajar su guardia con respecto a los movimientos del hombre que se alejaba.

—Rápido, al yate—ordenó Kaede.

Avanzaron una calle, alejándose de coche que seguía detenido a sus espaldas, y sólo entonces Kaede quitó la vista de la calle y la dirigió a un casi inconsciente Hanamichi. Lo sacudió bruscamente para que éste despertara, oyendo un quejido de su parte. Rápidamente le quitó la venda de los ojos y la mordaza de la boca.

—Do´aho—le llamó. No despertaba del todo y tuvo que sacudirle de nuevo hasta conseguir que le mirada con sus ojos desorbitados.

—Kitsunito—balbuceó curvando una pequeña en sus labios.

—Sí, soy yo Hanamichi, el Kitsune—le abrazó con fuerza, ante la mirada de su conductor, quien carraspeó para llamar su atención— ¿Qué pasa Marcus? —le preguntó, sin dejar de abrazar al desfallecido pelirrojo.

—Eso me parece una muestra de cariño excesiva de tu parte—la sonrisa que tenía se esfumó ante la mirada seria de Kaede—Pero no tiene nada malo.

—Mejor preocúpate de estacionarte—gruñó, viendo que ya llegaban al yate.

—Como el señor ordene—bromeó Marcus.

~~o0o~~





El capitán ya había ordenado que soltaran las amarras del yate. Hanamichi se encontraba en uno de los camarotes, y Kaede…él se encontraba en la cubierta con los ojos agudos y una mano en su arma mientras vigilaba el acceso a ese sitio. A excepción de él, Marcus estaba de lo más relajado, fumando.

—Como se nota que lo tuyo es ser basquétbolista. No sabes controlar tus nervios en una situación como ésta—murmuró el gringo.

—No voy a estar tranquilo hasta que nos alejemos de aquí.

—No sé de qué te preocupas. Al parecer actuaste bien como un niño rico, de lo contrario, creo que ya estaríamos muertos. Esos tipos se veían muy calmos porque nada amenazaba su negocio, de lo contrario…bueno, ya imaginarás.

Kaede dejó que la presión cediera un poco.

—Pero insisto, no me tranquilizaré hasta que estemos lejos de aquí.

—Lejos y sin dinero para que sigas tu vida—dijo Marcus riendo sutilmente—¿El vale los millones que no tenías que gastaste? —le terminó viendo.

—Eso no te importa.

Marcus le iba a decir unas palabras en broma, pero fue interrumpido por el capitán que anunciaba la marcha.

—Vete adentro, Kaede, y cuida a tu pelirrojo—dijo Marcus—Por si algo pasa, seguiré al pendiente.

—Si algo pasa, seguro lo advertiré porque habrá mucho ruido, ¿verdad? —Marcus asintió con un movimiento de cabeza—Lo dejo en tus manos.

Bajó casi corriendo al camarote donde Hanamichi permanecía durmiendo. Se sentó en la cama, y le despejó la frente del cabello rebelde.

—Pensé que nunca te encontraría—murmuró en voz muy suave—No sabes lo que me preocupé cuando supe dónde te había traído—acercó su rostro al de él y le dio un beso en la frente—Me debes mucho, pelirrojo…Sólo espero que esto algún día valga la pena.

Por eternos minutos, su vista quedó fija en la puerta, mientras sus oídos agudizados se concentraban en oír hasta el más mínimo movimiento que se produjera afuera. Así pasó una hora y Hanamichi comenzó a emitir quejidos. Estaba comenzando a despertar y su atención se concentró en él.

— ¿Kitsune? —murmuró Hanamichi en un instante dado. Se veía confundido y desorientado.

—Hola, Do´aho.

— ¿Qué…qué pasó aquí? —preguntó, sentándose; luego miró todo mostrándose más confundido aún—¿Dónde estamos?

—A salvo—respondió poniéndose en pie—Ya estás libre. Quédate tranquilo y sólo trata de dormir para que te repongas.

Alcanzaba la puerta, creyendo que Hanamichi se quedaría quieto, cuando éste le detuvo.

—Ese lugar…esos hombres…tú allí—consiguió que el moreno le mirara—¿Cómo me encontraste?

—Pareces más repuesto de lo que pensaba.

—Me duele la cabeza —dijo, y se restregó la cara, para agregar con voz ahogada: —Pero recuerdo todo muy bien.

—Eso es buena señal.

—Respóndeme—le miró.

Kaede vaciló en su intensión de irse. Suspirando profundo, regresó a su lado y se sentó, mirándole.

—Moví cielo y tierra—dijo.

— ¿Por mí? —preguntó un incrédulo Hanamichi.

—Sí, por ti.

—No te entiendo—sacudió su cabeza—No puedo entenderlo…Pensaba que mi familia, mis amigos…que ellos me buscarían y encontrarían, no tú. Nunca tú…Se supone que no te caigo bien, que jamás harías algo por mi bien.

—A veces las personas pueden sorprenderte—señaló inexpresivo.

Hanamichi sonrió tristemente.

—Gracias…

—Serás mi eterno esclavo, ¿lo sabías? Te acabo de comprar y ahora me perteneces. Todo en ti me pertenece

—Sabes decir bromas después de todo.

—Y actuar muy bien…

Intempestivamente, Hanamichi le abrazó. El no se lo esperaba, pero aún así respondió con la misma fuerza con que éste se aferraba él. Entonces se dio cuenta de algo…El estaba llorando.

Lo apartó y lo miró a la cara.

—Todo está bien, Do´aho. Ya nos vamos a casa —le tranquilizó sintiendo que el alma se le partía al verle tan mal—Te espera tu mamá, tus amigos, esa chica idiota…Te esperan todos en Japón. Todo volverá a ser como antes.

Hanamichi negó con la cabeza.

—Es imposible que todo sea como antes…No sabes por lo que pasé…Dudo que esta experiencia se me olvide.

—Lo olvidarás. Te lo aseguro.

Hanamichi no respondió a eso y se mostró más desvalido que antes. Kaede no podía controlar sus ganas de besarlo, y se proponía hacerlo cuando Marcus apareció repentinamente.

—En poco tiempo estaremos en aguas internacionales y no….—interrumpió sus palabras al ver que los chicos se distanciaban rápidamente—Siento haber sido imprudente.

—Dinos—demandó Kaede, irguiéndose.

—No hay señales de que nos sigan—miró a Hanamichi que seguía sollozando—¿…l está bien?

—Lo estoy—señaló Hanamichi, intentando incorporarse.

—El es…—Kaede intentó presentar a su amigo.

—Soy Marcus Finnigan—se adelantó el gringo—el mejor amigo de Kaede.

—Soy Sakuragi, Hanamichi.

—Lo sé—se acercó y le revisó las pupilas—Creo que el efecto de la droga se te está pasando, pero apenas lleguemos a tierra firme, te harás ver por un médico. No sabemos qué te han estado administrando.

—Pasará mucho para que eso sea posible—dijo Kaede. Marcus se irguió.

—Días.

—Mientras no me sienta mal, todo bien—dijo Hanamichi, tratando de levantarse, pero la mano de Marcus en su pecho, le hizo desistir.
—Mejor quédate en la cama. Duerme…si es que puedes.


—Dudo que eso pase—Hanamichi señaló frustrado y mareado, que a fuerzas tuvo que recostarse—Se me revuelve el estómago.

Marcus rió.

—Es la consecuencia de estar en alta mar.

—Odio los botes…

Se volvió de costado al borde de la cama, mostrando señales inequívocas de vomitar. Kaede y Marcus no pudieron evitarlo, ni mucho menos disponer de algo que recibiera lo devuelto por el estómago de Hana.

—Uyy! —expresó el gringo volviéndose hacia la puerta—El capitán se enojará si encuentra uno de sus camarotes sucios. Tendrás que limpiar, Kaede—Se marchó riendo.

Una vez que Hanamichi terminó, se limpió la boca con el dorso de su mano y quedó de espaldas en la cama.

—Odio esta sensación.

—Yo odio tener que limpiar—dijo Kaede, que ya buscaba el modo de asear el desastre.

—No lo hagas, cuando me reponga lo haré yo.

—Como si pudieras—dijo Kaede, que sólo atinó a dejar una prenda de ropa que encontró sobre el charco de líquidos producto del vómito—Buscaré un recipiente o lo que sea para estar preparados.

~~o0o~~





Había pasado un día de viaje por mar, Hanamichi parecía controlar mejor su estómago. No había salido del camarote y se moría de ganas de salir a cubierta.

—No te lo recomiendo, te marearás más allá arriba—advirtió Kaede ante el deseo de Hanamichi.

—No sé en qué parte estoy peor: si atrapado con esos tipos, o contigo aquí, en esta mierda de camarote—se notaba el enojo en su voz.

—Entonces sal si quieres—dijo yendo hacia la puerta—Allá tú y lo que quieres.

Furioso, Kaede dejó a Hanamichi y se fue a la proa, al encuentro de su amigo.

—Veo que andas enojado—le dijo éste al notar su molestia muy a pesar de que Kaede intentaba no demostrar nada, pero él le conocía tan bien, que nunca podría engañarlo.

—Ese pelirrojo es un terco. Quiere salir del camarote y andar vomitando como desconsiderado ¡ja! —se sentó en la cubierta. Su vista se fijó en la inmensidad del océano que hasta entonces se mostraba calmo—En ocasiones como hoy, me arrepiento de haberle ido a buscar.

Marcus se sentó a su lado, y le abrazó, atrayéndole hacia sí.

—Te enamoraste Kaede, y alguien así, por amor, hace estupideces.

Kaede se apartó y le vio enojado.

—No es una estupidez ir por alguien que te importa, más aún cuando esa persona está en una situación como la que él estuvo.

—El podrá estar eternamente agradecido, pero jamás corresponderá a tus sentimientos. Lo veo en tu cara. Lo sabes y aún así pusiste en riesgo tu integridad. Perdiste tu dinero por nada.

—Pero al menos tengo mi conciencia tranquila.

—Eso no es suficiente—encendió un cigarrillo y dio una profunda bocanada—Me preocupa lo que será de ti cuando regresemos. Ya no te queda nada, Kaede…Sólo tus buenas intensiones ocultas tras una máscara de indiferencia.

—Tal vez eso sea lo más valioso que pueda tener una persona. El dinero no hace la felicidad.

—Pero si resuelve algunos aspectos de la vida—sostuvo Marcus—Todo, hasta tus sueños de irte a Estados Unidos, se esfumaron por él.

—Siempre hay la posibilidad de optar a una beca…

Marcus sonrió ante las palabras de su amigo, luego le miró.

—¿Sabes qué? No pienso aceptar el pago que me diste por esto. Te devolveré todo lo que quedó para mí luego de pagar a los contactos que nos ayudaron.

—De ninguna forma—replicó Kaede.

—Debes aceptarlo, Kaede.

—No. Tú corriste riesgo, te lo mereces. Ese dinero es tuyo y no lo voy a aceptar.
—Bueno, si así lo quieres—devolvió la vista al frente mientras daba una nueva bocanada a su cigarrillo—Pero quiero que sepas, que cuando lo necesites, estará guardado…Eres mi amigo, pero más que eso, eres como mi hermano, mi hermanito menor…

Hanamichi, que estaba recargándose contra la cabina del capitán, no podía creer lo que oyó, aunque claramente había oído la parte donde Marcus citaba que a Kaede no le quedaba nada más que sus buenas intensiones.

Se devolvió trastabillando, con el mismo silencio con el que llegó hasta allí. Fue a dar al camarote, donde se sentó en la cama, pensativo.

—¿Será posible? —se preguntó—¿Acaso el Kitsune pagó un alto precio por mí?

Hubiera seguido haciéndose preguntas si no le hubiesen regresado las ganas de vomitar. Kaede tenía razón, sin duda que ahora se sentía peor.

~~o0o~~





El tiempo corría con mayor lentitud de lo que esperaba. Su vista siempre estaba fija en la puerta esperando que Kaede entrara, pero eso nunca sucedía. Si alguien entraba, esos eran Marcus que le llevaba comida, o el capitán que venía a preguntarle cómo se sentía.

—¿Por qué siento que estás muy enojado conmigo? —se preguntó, como si tuviera a Kaede en frente—Pero bueno…supongo que es porque te dejé en la calle y porque soy un desagradecido que no oyó tu consejo…

No podía saber que Kaede se sentía herido, sí, herido por esa sola insinuación de que estaba mejor con sus captores; pero por muy mal que se sintiera Kaede, se moría de ganas por verle. Ya había pasado dos días desde la última vez que le vio, y esto de estar tan cerca, y no atreverse a enfrentarle, se le hacía insoportable.

Esa noche, el pacífico océano comenzó a tornarse violento como muestra de que arreciaría una tormenta en alta mar. El yate se movía mucho, y él estaba preocupado por el estado del pelirrojo. Así, pensando que la estaba pasando muy mal por su estómago, se atrevió a ir a verle.

Le encontró sentado en la cama, agachado, con las piernas abiertas, y entre ellas, un recipiente para contener sus vómitos si estos llegaran a presentarse. Se acercó y sentó a su lado, sobándole la espalda encorvada.

—Ojalá tuviéramos algo para controlar tus mareos—le dijo.

—Sí, ojalá, porque es horrible esto—le miró, cosa que Kaede no esperaba—¿Por qué no me dijiste que éste rescate te costó mucho…demasiado?

—Porque no iba a echarte en cara eso—respondió poniéndose en pie, y alejándose para darle la espalda.

—¿Desde cuándo, Kitsune? —protestó—Tú no eres así.

El aludido se volvió de golpe.

—¿Qué sabes tú de mí? —lo miró con toda la frialdad que pudo, que Hanamichi no pudo más que asustarse—No me conoces—señaló la puerta con su mano—¡Nadie excepto Marcus me conoce! Porque no quiero que el resto me conozca.

—¿Por qué fuiste por mí? —preguntó exaltado por el tono con que le hablaron, irguiéndose olvidado de su malestar—Quiero saber porqué gastarías todo tu dinero por mí.

—¿De verdad quieres saber? —desafió Kaede.

—Sí.

No dijo nada, sólo avanzó hasta el cogió su rostro entre sus manos y le besó, para separarse rápidamente.

—Esta es la respuesta—retrocedió dejando pálido al otro—Por eso gasté todo, y no me importa, ni mucho menos me importa que jamás me correspondas. Le dije a Marcus que vale tener la conciencia tranquila, porque hice lo que creí que tuve que hacer…Pero olvídalo…Sí, mejor olvida que te dije esto, porque ya tienes suficiente trauma con lo que te pasó. No me debes nada.

Iba a salir del camarote, con unas extrañas e inesperadas ganas de llorar, cuando sintió que una mano le retenía por la muñeca y le obligaba a volverse.

—No voy a olvidar esto—dijo Hanamichi—Te debo mi vida, te debo todo…

—No pienses que espero que me devuelvas algo, mucho menos que aceptes lo que siento por mero agradecimiento—se soltó del agarre—Te di la oportunidad de volver a retomar tu vida en Japón. Con el agradecimiento que me diste cuando te encontré es suficiente.

—No te reconozco—sacudió su cabeza enérgicamente —Esto es nuevo. Parece un sueño.

—No lo es, Do´aho—avanzó hasta la puerta—Espero que soportes la tormenta, será peor en unos momento más.

~~o0o~~





Bajo la constante molestia de sus mareos producto de los movimientos de la embarcación, que a ratos se tornaban demasiados bruscos por la violencia del azote de las olas, caminó hacia el camarote adjunto al que él estaba. Necesitaba hablar con Kaede. Ciertamente nada podía hacer para cambiar la situación económica de él, pero sí podía hacer algo que eventualmente les llevara a un trato. No se sentía a gusto teniendo en su conciencia una deuda tan grande.

Era de esperarse que le encontrara dormido. Kaede era único en su facilidad de dormirse en cualquier parte, y Marcus, quien estaba recostado al lado de éste, pero dándole la espalda, parecía ser otro que poseía ese don.

Se acercó a su lado cauteloso como un gatito, y susurró su nombre al oído tratando de despertarle, más sólo consiguió un gruñido.

—Sólo con un golpe podrás despertarle—murmuró Marcus, quién en realidad estaba despierto, pero fingía dormir.

—Pero si hago eso, me responderá con otro golpe. Eso es seguro.

—Parece que le conoces bien—dijo el gringo.
—Sólo esta parte de él…

—Bésalo.

— ¿Qué? —respondió un poco espantado.

—Sólo haz eso—finalmente se movió y se levantó—Los dejo para que puedan hablar.

Cuando Marcus salió, con algo de temor, Hanamichi acercó su boca a la de Kaede. Apenas presionó sus labios, un brazo se enlazó a su cuello y se sintió atraído, en tanto su boca era asediada por otra ansiosa. Se apartó al verse sorprendido, y Kaede, lentamente abrió sus ojos, despertando finalmente.

— ¿Por qué…hiciste eso? —preguntó medio adormilado.

—Porque tu amigo me dijo que te despertara así.

— ¿Y eres tan inocente que caes en sus trampas? —se sentó—No sé qué haces aquí…

—Me siento intranquilo…Quiero que hablemos.

—Ya lo estamos haciendo.

—Sí, pero no. Digo, respecto al tema que dejamos pendiente.

—No hay tema pendiente—dijo recontándose de nuevo —Ve a tu camarote a dormir…

—No—le quitó las mantas de encima—Dejaremos esto claro ahora. Quiero saber la forma en que puedo pagarte, aún cuando eso me lleve toda la vida.

Kaede le miró inexpresivo.

—Hablemos de eso cuando lleguemos a tierra firme.

—Ahora, o no podré descansar.

—Qué terco eres, Do´aho—quiso arrebatarle las mantas, más no las alcanzó—¡Dame eso que tengo frío!

— ¡Y yo tengo algo pendiente!

— ¡Te dije que no me debes nada!

—No es tan simple…—silencio tras el cual, soltó las mantas y se acercó a él. Dejó sus rostros muy cerca el uno del otro.

— ¿Qué pretendes? —preguntó Kaede en un susurro, mientras tragaba saliva con dificultad. Por más que quería, no podía alejar su rostro.

—Me amas, ¿verdad?

—No me hagas esto. No te lo perdonaré.

—Hay muchas cosas que no me has perdonado; golpes injustificados, odio injustificado…esto…—terminó besándolo.

Kaede se dijo a sí mismo que las cosas estaban mal, que Hanamichi se estaba llevando por la confusión, que esto no podía ser, y sin embargo, sus deseos lo estaban traicionando. Se dejó llevar por esos deseos incontenibles y comenzó a responder al beso como si no hubiera un mañana. Cuando menos se lo esperó, lo tenía bajo su cuerpo, sumiso como jamás lo había esperado. Fue entonces cuando un golpe de cordura lo trajo a la realidad.

—No quiero esto.

—Si lo quieres.

—No así—se sentó a su lado—Sal de aquí. Estás mal. Todo esto te ha afectado demasiado que ni sabes lo que haces. Debes tratarte cuando llegues a Japón, un psicólogo te ayudaría…

— ¿Sabías que cuando estuve cautivo, así cuando me encontraste, pensaba en ti? —Kaede abrió sus ojos por la sorpresa—Sí, sólo pensaba en ti—rió, mientras su vista estaba perdida en el techo—Para no pensar en lo que podrían hacerme, trataba de que mi mente se concentrara en la gente que quería…en mi mamá, en Yohei y los chicos, pero recordarlos a ellos era recordarte a ti…Pensaba que al menos debí pedirte disculpas porque después de todo, era yo quien andaba buscando peleas; era yo quien provocaba las disputas…Quería verte Kitsune, para tener una oportunidad de empezar de nuevo.

—Como amigos…—dijo Kaede, atrapando la mirada del pelirrojo.

—No lo creo—señaló con sinceridad—Quería otra cosa que hasta entonces, que en esos sueños provocados por mis deseos, era algo imposible…Quiero decirte…No sé…Esto que estoy sintiendo no lo puedo descifrar. Pero…no sabes lo feliz que estoy porque fueras tú quien que sacó de allí. No me lo esperaba, pero es una realidad, a menos que sea otro sueño…

—No es un sueño—tomó su mano y la sostuvo con fuerza—es una realidad. Todo eso quedó atrás…Ahora sólo queda olvidarlo.

—Ayúdame, Kitsune…Ayúdame a olvidar.

— ¿Cómo?

—Sabes el modo.

Lo miró de una forma, que Kaede pudo ver un sentimiento más allá de todo el odio infundado que antes se tenía. Hanamichi le miraba… ¿con amor?

— ¿Estás seguro?

—Sí. La vida es corta, y no sabemos que nos espera en el mañana.

—No quiero que te arrepientas si al final descubres que estás equivocado.

—Nunca he estado más seguro que ahora—sonrió.

Bastaron aquellas palabras para que Kaede se deshiciera de toda represión que cargaba. Mientras la tormenta seguía su curso haciendo estremecer la embarcación con su furia, dos amantes se entregaron a la pasión de la carne, disfrutándose por primera vez, con las ansias de un reencuentro que recordarían por sobre los días de desesperación que ambos vivieron. Una hermosa mañana soleada y un mar en completa tranquilidad se presentarían en el exterior, mientras ellos despertaban abrazados y felices.

—Creo que la tormenta terminó, pero no supe cuando—murmuró Kaede.

—Estabas muy entretenido cuando eso pasó—respondió Hanamichi, acurrucándose más contra el otro cuerpo—Me gustó lo que hicimos anoche…Hubiera lamentado que mi primera vez…

Su voz se quebró, pero allí estaba Kaede para consolarlo.

—Hubiera, pero no fue así. Estás conmigo, pasó conmigo…

—Sí—la sonrisa volvió a sus labios, aunque se trataba de una sonrisa tímida—No sé qué dirá mi madre, o los chicos cuando sepan de esto. Seguro creerán que mi rapto fue el culpable de mi cambio de gustos…pero lo cierto es, es que este gusto por ti lo tuve desde siempre, nada más no podía verlo. Si algo bueno hicieron esos imbéciles, fue hacer que me diera cuenta que te quería… ¡Mi madre me matará! —se cubrió el rostro con ambas manos.


—No, estará tan feliz de tenerte de regreso que eso no va importarle.

— ¿Tú crees? —le miró través de sus dedos.

—Lo creo.

—Pero si me echa de casa, ¿me puedo ir a quedar contigo?

—Claro, aunque no me queda mucho, sólo el pequeño apartamento donde he vivido siempre. Sé que hay espacio para dos.

— ¿Vives solo?

—Sí.

— ¿Y tus padres?

Así Kaede comenzó a contarle de su vida; le dijo que sus padres murieron cuando él tan sólo era un niño; que hasta dos años atrás, vivió con su abuelo que le dejó la herencia que acababa de gastar. Le dijo además, que desde entonces Marcus comenzó a preocuparse de él, viendo que nada le faltaba; que esa responsabilidad la había asumido porque a su abuelo lo quería como un padre, porque él fue la persona que le recogió de la calle cuando él estaba en Japón, abandonado a su suerte ya que sus padres, cansados de él, simplemente regresaron a su país dejándole solo.

—Se nota que Marcus te quiere mucho, pero me da mala espina, no sé, parece una persona de la que no se puede confiar. El es raro—dijo Hanamichi.

—Marcus es detective privado, por eso provoca ese aire de desconfianza. No es mala persona, es sólo que está adaptado a la frivolidad de un trabajo que lo consume.

—El te ayudó a encontrarme—supuso Hanamichi.

—El hizo todo.

— ¿Cómo supieron quienes fueron?

—Yo te seguía esa noche, y le di la descripción de los tipos—confesó Kaede viéndole serio—Vi cuando te re reducieron y te metieron al coche. No pude hacer nada. Disculpa.

—Pero me llevas de vuelta. Eso es más que una compensación.

No pudo más que sonreír.

—Bueno, el caso es que se hizo con mi descripción, se hizo un retrato hablado de las personas. Fuimos a la policía y ellos nos desviaron a la policía internacional porque nos dijeron que podría tratarse de tráfico de personas, y no estuvieron equivocados. Pero no conseguimos más que un poco de información con los tipos, aparte de la noticia de que teníamos menos de doce horas antes de que te sacaran del país…No pudimos encontrarte en ese tiempo, por lo tanto, Marcus se dedicó a llamar a sus contactos pidiendo información del grupo que la policía identificó. Supimos cuál sería tu destino final, que serías puesto en venta, y que no teníamos mucho tiempo antes de perderte para siempre…

La expresión de Hana se tornó triste, por eso Kaede se detuvo.

—Continua, quiero saber todo—dijo el pelirrojo, a pesar de su impresión.

—… Conseguí el dinero y nos fuimos a donde estabas. Marcus se consiguió el yate y todo lo que necesitábamos para aparentar que yo era alguien de dinero. Aún no sé como hizo para que ellos no se dieran cuenta de que era nada más apariencia, pero supongo que algún día nos lo dirá. La cuestión es que logramos contactar a ese tal McDugal, y me presenté ante él diciendo que buscaba diversión; le dije que buscaba a alguien como tú según las especificaciones que me dio Marcus. El se dejó llevar por el dinero, y fue fácil conseguir que me ofreciera algo sin llegar al temido remate…

—Porque ahí no tendrías el dinero suficiente.

—Sí, podrías haberme costado más caro—lo besó—Porque eres perfecto, ¿lo sabías?

—Soy todo un genio—señaló Hanamichi son arrogancia.

—Eso lo dudo—Hana mostró su enojo—Te enojas y no te cuento.

—Está bien, sigue. Después arreglamos esta diferencia.

—Si no tengo opción—dijo resignado—…Bien…así llegamos a la parte en que llegué hasta esa casa. McDugal me mostró lo que tenía, hasta que llegamos a ti…Creo que esa parte la conoces.

—Me dijiste que me llevarías a casa, pero que tenía que ser un niño bueno—dijo Hanamichi, referente a lo que Kaede le susurró al oído cuando aún estaba en manos de los traficantes.

—Y estoy cumpliendo mi promesa.

—Eres lo mejor que me ha pasado—se acomodó sobre él y comenzó a besarle.

Todo se hubiera tornado apasionado, si Marcus no hubiera interrumpido, como la vez anterior.

—Creo que aquí las cosas están muy bien—dijo sonriendo con malicia—Ya me parecía que por algo no habías aparecido arriba, Kaede.

— ¿Podrías irte a la mierda por un rato? —Kaede respondió con evidente molestia.

—No. Definitivamente no—seguía riendo—Me complace ver las caras que cargan justo en este momento.

—Te gusta fastidiar, ¿eh?

—Tanto como a ti te gusta ese pelirrojo que está contigo—hizo alusión de regresarse por donde vino, pero dejó la puerta entreabierta para que se oyera su voz—El día afuera está precioso, les sugiero que salgan un momento, que coman con la tripulación en el comedor. Después pueden venir a hacer sus cochinaditas porque les quedan muchos días aún antes de llagar a casa—cerró la puerta.

— ¡Lo mataré! —gruñó Kaede.

—Pero tiene razón—dijo Hanamichi—Debemos salir o los demás pensarán mal de nosotros, y como él dijo, aún tenemos tiempo para estar juntos.

—No—contradijo. Hamamichi perdió la alegría que antes demostraba—Tenemos toda una vida para estar juntos, porque no pienso dejarte ir ahora que te encontré y sé que me correspondes. Te amo.

—Y yo te amo a ti…Kaede.

Con un beso, sellaron una promesa. Ambos estaban decididos a estar juntos desde ahora. Era cierto, habían muchas explicaciones que dar cuando llegaran a su país, a sus conocidos, a la misma policía que ahora estaba en alerta acerca de este tipo de casos para que no se repitieran de los cuales, tal vez más de algunos no podrían evitarlos. Todo era cuestión de suerte para los afectados. Pero…nada de eso era algo que les provocara dolor de cabeza; estaban felices y se sentían muy unidos para enfrentar todo lo que el futuro les deparada.

Para Kaede, y el valor del dinero que perdió, no era nada comparado con el valor de lo que ahora tenía. Todo valió la pena.

Para Hanamichi, todo era un nuevo comienzo; se encontraba en las puertas de un mundo nuevo donde se cayó el velo que cubría sus ojos y le enceguecía. De todo lo que le pasó y lo que le pudo suceder, nada más se quedó con lo bueno, con lo único bueno que esa experiencia le reveló: su amor por Kaede Rukawa que hasta entonces, estaba oculta tras una estela de odio infundado…

FIN





Notas finales: Hasta pronto. Mihll

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