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EN CAMBIO NO por giovanetta

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Notas del fanfic:

hola, para compensar el fic de ¡tenías prometida!, quise escribir este, ya que el anterior, lo voy a borrar para remasterizarlo, así que no se preocupen, que la secuela de todas formas va, ^^

Notas del capitulo: espero les agrade, fue una idea espontánea que surgió al escuchar la canción de Laura Pausini, "En cambio no", ya sabrán cómo seguirá este fic y la nueva versión de tenías prometida, me despido ^^, los personajes no me pertenecen ^^
Capítulo I “Aprendiendo a equivocarse”

JAP”N…

Quizás bastaba respirar, sólo respirar muy lento, mi amor.

Tal vez, la cuerda se tiró tanto que fue demasiado y se rompió.

Porque así de frágil es el hilo de la vida. Cuando estás al borde de perderla, si sientes que todo hubiese sido distinto, ese segundo, querría que fuese tuyo.

Tenías la sensibilidad y la inocencia en una persona. Podía ver en tus ojos negros, mi propio futuro.

¿Cuántas veces te dije que no podíamos hablar ahora?... ¿cuántas veces nos perdimos en esas horas interminables de admiración?...

Estaba tan ocupado con mi pasión, que no me di cuenta de que estabas tú en primer lugar. Demasiado tarde… pero no lo es, para tocar esta última canción, para ti.

-Es diciembre, hijo mío- una mujer rubia, de ojos verdes y una esbelta figura, terminaba de arreglar la corbata de su pequeño, el menor de sus hijos, para su debut como concertista.

-Ya está bien la corbata madre- dice nervioso aquel chico rubio, de ojos verdes, de complexión delgada.

-Este traje te queda a la perfección- le contempla.

-Gracias- responde algo avergonzado.

La madre vestía un largo vestido negro, con lentejuelas en los plisados. Tenía la espalda descubierta. Unos tirantes finos que estaban amarrados al cuello. Sus zapatos eran de charol negro. En el cuello, llevaba puesto un pañuelo del mismo tono y con algunas lentejuelas como adorno. Sus aros eran largos, con la figura de una cruz, y en el centro, poseía una incrustación de esmeralda.

Su hijo, vestía un elegante traje negro, que estaba compuesto por una camisa blanca, con bordados en el cuello, una cinta negra que formaba una rosa. La chaqueta era tipo frac, abotonada hacia el lado y atrás caía en dos puntas. Calcetines negros y zapatos del mismo tono.

-Wolfram, tú puedes hacerlo- dice su madre, quien le deja a solas para que terminara de concentrarse y pudiese salir a escena.

El teatro estaba lleno a más no poder. Las personas en los balcones, miraban con sus elegantes binoculares a ese artista revelación.

-Señoras y señores, hoy tenemos el agrado de presentarles a un nuevo artista que hace su debut en este teatro- dice el animador- es el mejor pianista de la nueva generación, ha obtenido una calificación alta y su rendimiento es notable… dejo en este escenario al pianista, Wolfram von Belefield- anuncia y se hace un lado.

Wolfram entra a escena y el animador le saludó amablemente. Luego se fue hasta un rincón para que el pianista hiciera lo suyo, tocar el piano y sorprender a todo este público.

Hizo una reverencia hacia el público y se sentó en su puesto. Con los dedos sobre las teclas, cerró los ojos y respiró profundo.

Comenzó a tocar… era una canción italiana, la cual le gustaba mucho en lo personal.

-¿Qué está interpretando?- decía un hombre mayor, conocedor de este ámbito.

-Es una canción común y corriente- responde otro caballero que estaba a su lado- ¿cómo puede hacer esto?, debe tener demasiada confianza como para salir con esta clase de números.

-Pensé que iba a interpretar algo más tradicional, algo como Mozart, Chopin, en fin- dice el mayor, mientras arreglaba sus gruesos lentes.

-Hay que ver la juventud de hoy- responde en un suspiro su compañero.

-Estás haciéndolo muy bien, Wolfram- decía su madre, quien le miraba como hipnotizada por su actuación.

-Ha mejorado mucho desde la última vez que le oí tocar el piano- dice Conrad, hermano mayor de Wolfram, quien ejercía su profesión de médico.

-No es para tanto- dijo Gwendal, con el ceño fruncido- es una composición vacía, no tiene sentimientos, no transmite nada.

-No seas tan estricto con tu hermano- reprende la rubia- deberías apoyarlo más.

-Todavía le falta mucho, me cansé de esta música vacía- dice Gwendal, quien se levanta de su puesto VIP y se retira.

-Gwendal, ven aquí- dice su madre, pero ya su hijo, se fue muy enojado.

-Ya no puedo… más- pensó el rubio y tocó una nota mal y así, dejó el piano y al público.

Algunos de los espectadores aplaudieron la breve puesta en escena. Otros reclamaron y tuvieron que devolverle el dinero de sus boletos. Fue un perfecto desastre.

Yuuri, quien había asistido con sus padres a ese evento, sintió pena por ese joven pianista.

Debieron ser los nervios. Sí, no pudo por los nervios. Debe pasar algo de eso en la vida real. Tal vez le llamaría pánico escénico.

-Yuu-chan, pobre niño- dice su madre, quien se levanta de su puesto y le sigue su esposo y su hijo mayor.

-Es un completo desperdicio- dice Sou molesto- alguien que no puede tocar el piano y se hace llamar pianista, deberían considerar el otorgarle el título.

-Voy al baño- dice Yuuri, quien fue hasta un pasillo.

-Estos baños están cerrados, joven- aparece una mujer mayor que estaba haciendo aseo- hay otro en el segundo piso.

-Gracias- dice el pelinegro, quien ve la escalera totalmente alfombrada con un rojo intenso. La barandilla era de madera y tenía algunos tallados- mire que subir tanto escalón para ir al baño- murmura por lo bajo, llegando a una puerta de madera, que tenía una figura masculina- al fin- abre la puerta y siente que alguien está llorando.

Wolfram estaba frente al espejo, con su rostro desencajado. Su cabello por la transpiración quedaba pegado a su frente. Sus ojos estaban anegados por las lágrimas. Su respiración era rápida, desesperada. Aún así, no emitía ningún quejido. Sólo el espejo se encargaba de mostrarle aquella muestra de debilidad y humillación.

-Todavía no- decía bajo, ignorando que había otro chico, un perfecto extraño, mirándole con una extrema compasión.

-Lo siento- dice Yuuri, sacando de su trance al novato pianista que en ese momento, le dio la espalda.

-No te dijeron que este es un baño privado- dice el rubio, sacando papel de la máquina que está pegada a la muralla, y se seca el rostro.

-Los baños del primer piso los estaban limpiando- responde el pelinegro, quien se acerca unos pasos- tu concierto no estuvo mal- dice y calla, al ver la expresión de ese chico, que le miraba de una forma que era “mejor calla antes que te arranque alguna parte de tu cuerpo”.

-No lo digas porque me compadeces, extraño- dice Wolfram saliendo del baño y de paso, chocando con el hombro de Yuuri, quien da un paso en falso, sin caerse al suelo.

-Que tipo más raro- se acuerda que iba a ocupar el baño.

Entró con rapidez al baño. Dentro de su mente, sólo estaba la mirada de aquel chico que lloraba frente al espejo. Se veía tan solitario y sencillamente, algo surgió dentro de él.

-¡Yuu-chan!, ¿cuánto más quieres que te esperemos?- su madre estaba aburrida, lo mismo que su padre y hermano.

-Lo siento, ya vámonos- se une al grupo y se van a casa.

Pero no todo era tranquilidad o dulzura. Para Wolfram era un soberano fracaso en su mundo. Su fallo no fue por falta de confianza o porque se le olvidó la composición. Su piedra de tope, siempre fue la interpretación. Debía aprender a sentir la música, que naciera, brotara de cada fibra de su ser. Que alcanzara y llenara cada rincón de ese extenso teatro. Que fuera uno con ese instrumento de cuerdas y piezas blancas y negras.

-Ya podrás volver a presentarte, hijo- su madre lo consolaba ante su fracaso como pianista- este recién es el comienzo.

-No madre, no lo creo- responde el ojiverde, quien se sienta a su lado, en el living- no soy un pianista completo, yo no vivo la música.

-Menos mal que lo entiendes, Wolfram- aparece Gwendal.

-Hermano, tú lo sabes bien, después de todo fuiste mi maestro.

-Si vas a rendirte tan fácilmente, entonces me darás la razón- se va a practicar en su piano.

-Tienes talento para esto, no lo olvides- su madre le da un beso en la frente y se fue a dormir.

-Creo que lo mejor, es que me vaya a descansar- apaga las luces del living y se fue a su dormitorio.

Mientras se desvestía para ponerse su pijama rosa y con vuelitos, pensaba en aquel chico que le vio llorar en el teatro. Aquella expresión de compasión, la odiaba. Por eso no lloraba frente a nadie, a menos que hubiese llegado a su límite.

Sin pensar demasiado, se fue a sentar al banquillo y tocó el piano. Era su costumbre antes de ir a dormir. Desde que era muy pequeño.

Pero ahora, era diferente. Había algo, en lo cual pensar.

Alguien en quien pensar… se remontó a esa escena.

Volvió a revivir su dolor y también lo sintieron sus dedos, que iban de acorde en acorde, a veces con rudeza y otras, con sutileza. Un torbellino de emociones que terminaron de explotar, en nuevas lágrimas. Su cuerpo estaba vivo. Su corazón estaba latiendo con fuerza. No sabía que aquel chico, ese extraño, le había enseñado lo que le faltaba… “vivir e interpretar una pieza de música”.


Yuuri iba a la secundaria como era costumbre. Todos los días, para él eran lo mismo. Estudiar, trabajos, conversar, desayunos extraños de su madre, en fin, no había algo más allá que le cambiase su rutina.

-Chicos, pongan atención- la profesora se arregla los lentes y un nuevo alumno entra a la clase- preséntate.

-Soy Wolfram von Belefield- dice el ojiverde, como saludo.

Las chicas se sonrojaron y hasta algunos chicos también. Ya que el nuevo estudiante tenía unos rasgos delicados. La piel blanca y el uniforme negro, la acentuaban.

Yuuri se quedó impresionado. Aquel mismo chico que había visto antes, en el teatro, era su compañero nuevo.

-A ti te estaba buscando- dice con voz firme el rubio, quien se lo llevó de un tirón de la sala.

-Esperen, la clase todavía no termina- dice la profesora, pero los alumnos, sólo desaparecieron y los que quedaron dentro de la sala, algunas chicas deprimidas y los chicos, frustrados.

Continuará…
Notas finales: espero les haya gustado, besos y abrazos, bye bye ^O^

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