Capítulo I Forks no es Hogwarts
Forks es de los pueblos más lluviosos que existen en Washington. Pero eso no era lo más relevante para sus habitantes. Sólo una familia podía vivir allí sin que su secreto saliera a la luz. Los Cullen.
Hace ya medio año, Isabella Swan había muerto sin poder convertirse en un ser inmortal. Para quienes la conocieron, fue una gran pérdida. En especial para su novio, Edward Cullen, quien incluso no pudo hacer nada frente a ese incidente. Sólo podía ver cómo la muerte le arrancaba de sus brazos a su amada Bella. Casi un siglo esperándola, para perderla en unos segundos.
Su padre, Charlie, estuvo sumido en una profunda depresión. Incluso siendo policía, no pudo hacer nada para salvar a su hija.
El asesino sigue suelto. Más bien, asesina. Victoria había cumplido con su amenaza.
Después de la muerte de James, juró que iba a vengarse de Edward y su familia, matando a su pareja.
Así es. Isabella Swan, descansa tres metros bajo tierra y como todos los días, seguía lloviendo en Forks.
Para Edward, el tiempo ya detenido de su cuerpo, también se detuvo su corazón.
Todos los días, iba al cementerio a dejarle rosas blancas. Algunas azules y otras rojas.
Con sus inmortales diecisiete años, jamás había amado tanto a un ser mortal. Tanto como para darle su vida a cambio de que ella viviese, otra vez. Pero eso era imposible.
Incluso para un vampiro, es imposible revivir a alguien que ha muerto. Ya no le quedaba nadie. Estaba otra vez solo, bajo el cielo lluvioso.
-Bella…- dice apenas audible el vampiro depositando el ramo de rosas blancas sobre la lápida que tenía el nombre de su novia- tal parece que por más que sepa lo que va a ocurrir, no siempre puedes interponerte al destino- resopla- te extraño- dice y se va del cementerio.
Porque si Edward fuese humano, habría llorado.
Carlisle y su amable esposa Esme, estaban muy preocupados por su hijo. Su melancolía iba en ascenso y sólo se podía vislumbrar un gran desastre.
-Edward, no puedes seguir de este modo- dice Carlisle tocando su hombro derecho, como un gesto conciliador.
-Hijo, estamos muy preocupados por ti- Esme se acerca y con su delicada mano le acaricia la mejilla- hace meses que vas todos los días a verla al cementerio.
-Es la única forma en que me siento cerca de Bella- dice en su defensa.
-Edward- dice Esme y le mira con cierta pena- las personas sólo mueren cuando se les olvida.
-Pero, Bella está tres metros bajo tierra, no pude hacer nada por ella, no pude… salvarla.
-No fue tu culpa que Bella haya muerto, entiéndelo- le toma la mano y la aprieta levemente- aunque sabemos el futuro, es totalmente incierto… no podemos intervenir y cambiarlo por completo.
-Sólo quería que viviese…
-Ella vive en tu memoria, en tu corazón y así va a permanecer por toda la eternidad.
-Muchas gracias, Esme.
-Edward, sabes que tienes todo nuestro apoyo- dice Carlisle.
-Lo sé- sus ojos dorados, se tornan oscuros. La sed nuevamente se hacia presente.
-Ve a cazar, nosotros tendremos todo listo, hijo- dice Esme- hablaré con Alice sobre “eso”.
-Está bien- dice Carlisle, quien asiente con un movimiento de frente.
Edward podía leer sus pensamientos. Lo oía con toda claridad. Un lugar llamado Hogwarts, allí es donde debería ir.
Se fue hasta el bosque para cazar a su nueva presa. Debía alimentarse antes de partir.
Si había alguna forma de revertir su destino, estaba dispuesto a hacerlo. De todos modos, el tiempo no es un factor crucial en su caso. La eternidad estaba a sus pies.
Un ciervo sucumbió ante sus movimientos y quedó sin sangre en su interior.
-Bella…- dice el vampiro, limpiando sus labios algunos restos de sangre que quedaron- es hora de regresar… a casa.
Edward vuelve a casa a toda velocidad y la pequeña Alice, con su pálido semblante y graciosa apariencia, le contó una visión que tuvo.
“En un mundo donde la magia y los conjuros son su esencia, hallarás a la persona que tanto has esperado”. “Pero, no todo es color de rosa… ya que no es alguien a quien debas amar por quien parece ser, sino por quien es”
Sus palabras todavía resuenan dentro de mi mente. Son como un disco que me debería cansar de oír. Así como todo lo que piensan los demás.
-¿Tienes todo listo para el viaje?- pregunta Jasper, quien parece otro ángel de cabellos dorados y rizados.
-Sí, es hora de que me vaya- digo tomando mi maleta con casi nada de ropa adentro y un extraño boleto en mi mano… anden 9 ¾, ¿qué rayos es eso?
-Es un boleto para un expreso- dice Alice- cuéntanos como te va en el viaje hacia Hogwarts- sonríe.
-Lo haré.
-Ni preguntes cómo conseguí ese boleto… te reirías con esa anécdota- dice Carlisle, quien le da la mano y un abrazo a su hijo que se marchaba.
-Tengo alguna vaga idea de qué pasó- dice Edward, viendo hacia la escalera- allí, en el primer peldaño estaba su hermana, Rosalie.
-¿Pensabas irte sin despedirte de mí?- dice la rubia, acercándose con gran aplomo hacia su hermano.
-Claro que no Rosie- le abraza- cuídate.
Se separan y se miran por unos segundos…
-Debo irme- llega a la puerta- volveré en un tiempo más, no se vayan sin mí a otra parte.
-Claro, te esperaremos- dice Esme, sonriendo.
-Nos vemos.
Edward abandona la casa y el eco de la puerta al irse, es lo que queda en esa casa tan fría.
-Se ha marchado- dice Esme- ¿será lo mejor para él?
-Edward es fuerte, podrá aprender a vivir otra vez- dice Carlisle y la atrae a su lado- esperemos que así sea.
-Así será, querido.
Edward tomó el avión en Washington, en dirección hacia la ciudad de Londres. Sería un viaje largo. Buscó su asiento y al lado suyo, se sentó una chica de larga cabellera negra azabache y ojos verdes esmeralda. Tenía la tez morena y de complexión delgada.
Un largo vestido que le llegaba hasta la rodilla y con varios detalles de bordados con hilos rojos bajo un falso dorado. El cuello caía en puntas y una cinta al medio formaba una rosa. El mismo tono rojo.
-¿Algo de beber?- pregunta la azafata trayendo el carrito de bebidas y licores.
-Nada, muchas gracias- responde Edward, haciéndose el que va a dormir.
-Yo quiero un martini- dice la joven de voz aterciopelada.
-No es muy joven para beber ese licor- dice la azafata, temiendo cometer un error.
-Para nada- le muestra su carné de identidad- tengo 21 años, aunque usted no lo crea.
-Es que no los representa, lo siento mucho.
-Todo el mundo me dice eso- ríe bajo.
-Por favor- le pide.
-De inmediato- saca una copa y sirve el licor que venía acompañado de una aceituna sevillana.
-Muchas gracias señorita- recibe la copa y bebe un sorbo apenas, dejándola encima de su mesita.
-De nada, que tenga una buena noche.
-Usted también- sonríe y saca una revista de moda del carrito, leyendo el resto del viaje.
Edward se hizo el dormido la mayor parte del camino.
-No es necesario que finjas- dice su compañera de viaje- sé que no puedes dormir.
-Disculpa.
-Tu secreto está a salvo conmigo- dice la chica sonriendo- de todas formas no puedes leer mi mente, eso es una ventaja- ve hacia la ventana, dejando a un sorprendido Edward- que tengas una buena estadía en Hogwarts- la pelinegra se levanta de su puesto y desaparece detrás de una cortina en el pasillo.
Edward no le pudo restar importancia a esa aparición. De todas formas, ¿cómo llegaría al expreso que va a Hogwarts?
Según lo que le dijo Alice, debía ir hacia Londres mágico no al muggle.
Pero Edward teniendo el mapa de Londres no había ninguna parte que dijese “Londres mágico”. Casi se volvió loco al recorrer todo el día buscando el bendito lugar.
Entonces, un hombre de capa negra apareció frente a él y sin previo aviso, le lanzó un hechizo. En segundos, el vampiro recién llegado estaba inconsciente en medio de la nada.
Continuará…
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