Había regresado a Konoha, tras todo lo que pasó por fin estaba nuevamente en su “hogar”. El recibimiento no fue de lo más agradable, realmente nadie tenía intenciones de hacerle una fiesta de bienvenida ni mucho menos, él lo sabía, y no le importaba, ni esperaba nada. Su intención no era vivir tranquilamente en la villa, al contrario, esperaba que se le juzgara y se le condenara la pena máxima, no tenía un motivo por el cual vivir.
Sus ideales fueron frustrados por la misma persona que siempre había interferido en su existencia. Aquel que arriesgando su propia vida, su propio sueño, le seguía incansablemente, ese torpe escandaloso fue el único que parecía feliz por verlo. …l, se enfrentó ante el consejo para que no lo mataran, aún no podía asimilar lo sucedido. Ensimismado observaba la luna desde su celda, una semana había pasado ya.
Escuchó el rechinar de la puerta, no se molestó en voltear ya que a esa hora entraba el Anbu con algo de comida, comida que ya había dicho que no quería. Lo que sí llamó su atención fue los extraños susurros del guardia, parecía que se quejaba de lo obscuro que estaba, se puso en pie al notar como la luz era encendida. Ahí estaba, la persona que menos quería ver se encontraba enfrente de él con una enorme sonrisa.
Sus ojos negros seguían cada movimiento que el rubio hacía, éste traía consigo dos recipientes de ramen instantáneo, ya preparado, que colocó en el suelo. A continuación tuvo que esquivar un golpe que se dirigió de lleno a su cara.
—¡Eres un teme desconsiderado! ¡Debiste llegar primero conmigo, entonces, iríamos juntos con Tsunade oba-chan! —tras esquivar otro golpe, el ojiazul se calmó. Recogió la comida para sentarse en donde minutos atrás el moreno se encontraba—. Te traje uno de mis deliciosos ramen debido a que aquí no te dan buena comida, Kakashi me ayudó a entrar —sin decir más comenzó a comer, en ratos paraba para platicarle cosas acerca de todos.
El azabache no dijo nada, sabía perfectamente que con Naruto ni las amenazas funcionaban, podía intimidar a un ninja de elite, pero el rubio jamás retrocedería, podía herir con sus insultos a cualquiera, pero con el ojiazul se los regresaría, podía alejar a todos los que una vez fueron sus amigos, pero a él, a ese dobe, simplemente no quería.
El zorrito se encontraba más que alegre, las últimas veces que se había encontrado con su amigo terminaban peleando a muerte, era la primera vez en muchos años que podía sentarse a comer tranquilamente con él, sin necesidad de pedirle que volviera o de recurrir a la violencia. Aunque el azabache no pronunciara palabra alguna, él estaba feliz de que no lo rechazara como sus amigos creían. Sabía que por la mañana se metería en problemas, porque pensaba quedarse hasta que amaneciera y los Anbu lo encontrarán dentro. Ya vería que excusa le pondría a la Hokage, ahora no dejaba de sonreír ni de hablar de cuanta cosa pasara por su cabeza.
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