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Roces y Voces por Lady Marivet

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Notas del capitulo: Pareja: Harry & Draco

Advertencia: Roces (jejeje)

Ok... aqui esta la historia. No sabía si publicarla.
Esto se verá como un One-Shot si ustedes lo quieres...o la seguiré si me lo piden... ok?

Espero sus Reviews....

A leer....
Roces y voces




En serio todo había terminado?...

Era tal vez una quimera, si, eso debía ser. Por que el sentir las finas sábanas rozar suavemente la piel desnuda de sus piernas, brazos y mejillas. Debía ser un sueño. Y para empeorarlo más aún, dormir tranquilamente, el sólo hecho de que pudiera hacer eso, era fascinante, aterradoramente fascinante. Abrazó un poco más fuerte la almohada, presionando esa textura acolchonada sobre su rostro. No quería despertar. Era demasiado bueno para ser verdad…

O quizá no?...

Suspiró suavemente; aún no deseaba abrir los párpados. ¿Por qué hacerlo? ¿Por qué estropearlo todo?. Se removió en el espacio de su cama. Los doseles de su lecho lo cubrían y protegían de los rayos del sol, brindándole una deseada intimidad. Volvió a removerse y se estiró perezosamente en todo lo largo que su cuerpo le permitía. Sonrió con desgana y derrotado por el abuso de sueño, al que más que feliz se había entregado, abrió los ojos lentamente, parpadeando un poco, pues sin sus lentes las imágenes le eran incomprensibles y borrosas. Su mente estaba en blanco. Podía sentir una oleada de inusual tranquilidad y sosiego; se suponía que debería despertar sobresaltado y a la defensiva; pero sus extremidades no respondían a la alarma biológica que se sostenía temblorosa en su interior. Tanteó con sus manos la mesita de noche, buscando sus gafas, la encontró y se la puso, mejorando notablemente su visión. Lo primero que atacó su mente y dejándolo en una excitante comprensión fue….

Voldemort esta muerto.

Muerto!!!!!

Ahora soy libre… un adolescente normal…

Era imposible para él, el tener ese pensamiento egoísta de “adolescente normal”, en todo lo normal que se podía llegar a catalogar, al ser Harry un mago.

Se incorporó de una sola vez y se quedó en cuclillas sobre el colchón, saboreando el entendimiento. Mirando compulsivamente sus manos, flexionándolas y haciendo puños una y otra vez; quizá queriendo comprobar con este peculiar y retraído gesto, que estaba vivo, en verdad vivo.
Imágenes fugaces, casi alucinadas, destellaron y asaltaron de forma brusca sus neuronas; Harry podía sentir las ruedas de su cerebro emprender la marcha. De pronto una punzada no física atacó su corazón, haciéndole detestablemente conciente de todo. Lupin, Tonks, Fred, eran parte de la lista de aquellos que perecieron en la guerra. Otra punzada le hincó, pero esta era de dolor, dolor que no se borraría, que estaba marcado con brasas ardientes en lo más profundo de sus ser, junto con el dolor de no haber conocido a sus padres y disfrutar de ellos. Resopló. Ya todo se terminó, sus muertes no fueron en vano, eso la sabía muy bien. Lo sabía, pero no cambiaba nada.

Corrió los doseles que cubrían su cama, se puso en pie y el reflejo de la luz solar bañó su espalda. “Esto se siente bien”; pensó cerrando los ojos. Debía empezar todo otra vez, una nueva vida, un nuevo comenzar, sin un loco sádico detrás de él planeando su muerte. Tenía el extraño “Dejá vu” de sentimientos limpios y ansiosos que le embargaron la primera vez que le dijeron que era un “mago” y que existía un mundo mágico lleno de personas como él, sin saber que ese mundo de ilusión y esperanza le iba a causar las más grandes tristezas y pérdidas, que casi superaban las alegrías obtenidas.
Buscó sus zapatillas, unos vaqueros y una playera roja, se las puso, no sin antes notar y ser partícipe directo de su estado, al ver y palpar que las heridas y moretones que su torso, brazos y rostro presentaban hace unas horas, se habían atenuado; recordó que antes de irse a dormir, Madame Pomfrey le suministró una poción para el dolor y la hinchazón, y otra para dormir sin sueños, junto a una pomada que cicatrizaría sus heridas en menos de un día. Se dirigió al baño y frente al espejo visualizó su no tan magullado rostro; sólo uno que otro raspón. Suspiró. Esas eran las pruebas de lo vivido. Pero estaba vivo, eso era lo importante. No debía quejarse por los dolores físicos que en estos momentos se aferraban en su cuerpo, pasado los efectos de la poción.

“Ginny….” Recordó. Debía verla y consolarla, no había tenido las fuerzas suficientes para centrarse en ella y en su dolor como era debido; aunque la Señora Weasley insistiera y lo llevará casi a empujones a su habitación para que descansara.

Se remojó el rostro y cepilló sus dientes con toda la premura que la situación ameritaba. Salió del baño presuroso, recorrió la habitación en busca del mapa de “Los Merodeadores”, lo encontró en el morral de piel de topo que Hagrid le regaló. Sacó y guardo en el bolsillo de su pantalón su varita, ya reparada por la “Varita mayor”, casi por instinto y acto reflejo, que por mera necesidad crucial; pues lo que menos quería hacer en estos momentos era realizar magia. Se puso el lazo del morral alrededor del cuello, haciendo llegar la bolsa de piel hasta la mitad de su muslo derecho, decidió extenderlo con un hechizo; al parparlo nuevamente entre sus dedos, pudo sentir una punta delgada que se formaba debajo de la gruesa piel de topo. La tanteó y abrió, encontrándose con otra varita que no era suya. Sí, la había ganado limpiamente, pero esta varita de Espino y pelo de Unicornio, como le había dicho Ollivander, pertenecía a Draco Malfoy. No quería pensar en lo que haría con ella.

Salió de su habitación. Bajó a la sala común de su casa la cual estaba vacía, y cruzó el retrato de la Dama Gorda, el cual estaba con algunas quemaduras y rastros de hollín, quizá provocados por algún hechizó perdido; el retrato parecía vacío y sin sentido por la ausencia de la ocupante.

Mientras caminaba a paso rápido, observaba las ruinas de varias locaciones del castillo. Todo en escombros, en ruinas.
El manto solar caía amablemente sobre las piedras hechas añicos dándole una imagen de caos extrañamente bello. Abrió el mapa, susurró la clave y éste le ofreció la localización de cada uno de los presentes en el castillo. Como era de esperarse el número de personas había disminuido considerablemente según le mostraba el mapa.

Buscó frenéticamente en aquel pergamino mágico la motita que dijera “Ginevra Weasley”, pero no la encontró por ningún lugar del colegio, si sus ojos no le engañaban,
tampoco pudo ubicar a Ron ni a Hermione, o a otro de los integrantes de la familia Weasley.

Siguió caminando absorto en sus pensamientos, serpenteando y esquivando los grandes bloques de piedra que obstaculizaban sus pasos. Se detuvo en seco, pues sin querer, encontró la motita movediza, y que iba en su misma dirección, a su encuentro, de “Draco Malfoy”. Inexplicablemente entró en pánico (¿Por que? No me lo pregunten a mi ¬.¬). Observó a su alrededor con desesperación, buscando un lugar en donde escabullirse. Volvió a ver el mapa y notó que Malfoy se encontraba muy cerca, pero que estaba quieto. Y de la desesperación cambió radicalmente al desconcierto, y con la misma velocidad se vio envuelto en los brazos de la curiosidad digna de un Gryffindor. Sabía que Malfoy ya no era una amenaza, pues estaba sin varita ya que Harry aún no se la devolvía; que tal vez estaría asustado por su suerte y lo que se le avecinaría encima, pero la costumbre de espiarlo y no darle tregua era más fuerte que la compasión que podría sentir por él.

Caminó lentamente, casi insonorizando sus pasos; estaba a unos pocos metros que se formaban en una curva, razón por la cual no se habían descubierto antes y, con toda la cautela de la que podría ser capaz, abrió el morral y sacó su Capa de invisibilidad. Una vez cubierto completamente por su capa y siendo invisible ante los ojos de cualquiera. Se acercó a su archienemigo juvenil, unos pasos los separaban. Uno contemplándolo con curiosidad y el otro abstraído de cualquier cosa que estuviera pasando a su alrededor.

A Harry le dio un vuelco en el estómago, una sacudida molesta, al ver el rostro increíblemente pálido y húmedo de Malfoy.

Estaba llorando…

Ya lo había visto llorar en una ocasión, en su sexto año, en los baños. Harry y él se enfrentaron en aquel entonces dando como resultado, un Malfoy sangrando por todos los orificios que la maldición de Harry le había causado a su cuerpo. Pero en esta ocasión Malfoy se veía desesperado, triste, sólo, muy sólo y derrotado. Su rostro además de resplandecer en palidez, mostraba unas ojeras moradas en los contornos de sus ojos grises, que en estos momentos competían con el rojo, de su globo acular, provocado por la irritación del derramamiento de lágrimas saladas, que resbalaban por sus cetrinas mejillas. Tenía la espalda recostada en la fría pared de piedra, aún así su postura era erguida. A pesar de estar vestido por una camisa de mangas cortas que antes era blanca, ya que tenía chamuscones dispersos en algunos lugares, desabotonada en la mitad de su pecho, agregándole el hecho de verse sucia; y unos pantalones verde petróleo en igual estado que la camisa, combinando con sus zapatos negros, no dejaba de tener ese porte aristocrático, que Harry no lograría tener ni en mil años. Malfoy se mordió los labios para acallar sus sollozos pasándose las manos por su melena rubia platinada.

Harry tuvo el estúpido impulso de abrazarlo y acariciar sus cabellos. Si no estuviera escondiéndose y sosteniendo su capa sobre él, se hubiera golpeado la cabeza contra la pared mil veces por tal absurdo.

- Padre… Madre…- Dijo Malfoy con la vos rasposa y entrecortada. Volviendo a sollozar, ladeó su rostro hacia la derecha, lado en el que estaba Harry espiándolo; apoyó su mejilla en la piedra y cerró los ojos. – Potter… Potter…- Susurró el rubio arrugando ligeramente el ceño.

El corazón de Harry se detuvo por una micra de segundo. ¿Lo había descubierto? ¿Pero cómo? Eso era imposible.

- Potter, por qué?... ¿por qué? – Cuestionó Malfoy parecía contrariado aún con los ojos cerrados.
Harry quería preguntar “ Por que, qué…”. Pero había caído en cuenta que el rubio no estaba enterado de su presencia, pues él seguía hablando sin esperar respuesta. – No lo entiendo… No te entiendo, no puedo hacerlo. – Abrió lentamente los parpados mirando directamente a Harry a los ojos pero sin verlo en realidad. Gris y Verde, la espada de hielo derritiéndose en el fresco y verde césped. Harry tragó. De pronto esa mirada le era insoportable. Le quitaba el aliento. ¿Qué demonios estaba pasando con él?. Ya había visto a Malfoy directamente a los ojos en innumerables ocasiones y ninguna ¡Por Merlín Santo!, ninguna de las miradas que éste le dio en el pasado habían causado tantos estragos en menos de unos segundos. Harry se permitió sonreír con ironía, por que todas las históricas miradas que ambos se permitieron darse estaban llenas de la más pura esencia del desprecio y aversión que uno le prodigaba al otro.

– Debí haber muerto, pero tu mano sostuvo la mía y yo… - Se silenció de nuevo mordiéndose el labio inferior, como si quisiera reprimir las palabras que pugnaban por salir de su garganta para ser dibujadas por sus labios, y avivadas por su voz. El Gryffindor sentía la frustración correr revoltosa por sus venas, la curiosidad arremetía su caja torácica, ¿Por qué Malfoy se hacía tanto de rogar para hablar y abrirse, aún estando sólo?

“Bueno, corrección, no está sólo, pero él no lo sabe”; pensó Harry.

Malfoy se restregó los ojos con el dorso de su mano derecha, limpiándose las lágrimas. Daba la apariencia de un niño frágil, temeroso y que merecía ser consolado. Harry se removió incomodo por los pensamientos ilógicos que estaba teniendo en esos momentos. Quizá el hechizo que Voldemort le había lanzado horas antes le estaba afectando considerablemente los sesos; algún “efecto secundario” de morir, bueno, morir exactamente no, casi morir y en constantes ocasiones escapar por los pelos de la inminente muerte; le estaban pasando la factura. Si, eso debía ser; se tranquilizó y volvió a removerse inquieto, con los ojos aún clavados en Malfoy.

Tal vez llamarlo estupidez, idiotez o simplemente “estupidez e idiotez Gryffindoresca”; sea lo más adecuado. Por que, qué otra explicación podría darse al hecho de que Malfoy se quedara quieto y entrecerrara los ojos de forma amenazadora en dirección del lugar en donde Harry se encontraba parado?

Y que cuando éste se percatara del cambio en el semblante del Slytherin, comenzara a dar pasos hacía tras, con la clara intensión de retirada. Sin darse cuenta o mejor dicho olvidando estrepitosamente, que el castillo estaba casi en ruinas y que por lo tanto pedazos de piedras estaban regadas en el piso. Y que eso significaba que debía ver por donde caminaba para evitar tropezar.

Pues no. No tomó en cuenta ese importante hecho. Y solo fue conciente de ese “pequeño detalle”, cuando trastabilló y cayó miserablemente de espaldas en el frío y duro piso de piedra; eso dolió, pues jadeó por la sorpresa y por que su trasero se llevó la peor parte. Descubriendo sus piernas, su brazo derecho, y su cabeza adornada con ese revoltijo sin arreglo que era su cabello negro azabache.

Observó con los profundos ojos verde-esmeralda muy abiertos, y através de sus gafas que se posaban torcidas en el puente de su nariz, que Malfoy estaba parado a unos metros de distancia, con la boca abierta y los ojos grises chispeantes de algo que para Harry era indescifrable. El ojiverde tragó, teniendo la sensación de estarse tragando una piedra de tamaño colosal y que en esos momentos golpeaba su estómago pesadamente.






Draco estaba confuso…

Pues segundos antes, pudo notar que un reflejo plateado se mecía en el aire y volvía a desaparecer y aparecer como una ilusión ante sus ojos. Los entrecerró y clavó su concentración en poder dilucidar dicha imagen; hasta que escuchó que un ruido estrepitoso, al parecer de una caída, se hacía escuchar junto a un grito ahogado por todo el pasillo. Parpadeó y el alma se le cayó a los pies, cuando vio que Potter estaba en el piso. Al parecer era Potter por que varias partes del cuerpo que tenía a unos metros de distancia y sin temor a equivocarse pertenecían al cretino ese. Sin poder evitarlo se quedó con la boca abierta.

Y la gran pregunta vino a él….

¿QU… MIERDA ESTABA HACIENDO POTTER, TIRADO EN EL PISO, CON VARIAS PARTES DE SU CUERPO INVISIBLES Y MIRÁNDOLO DE FORMA CULPABLE; Y LO PEOR DE TODO… SIN QUE SE HAYA DADO LA MÁ###ÍNIMA CUENTA DE SU PRESENCIA?...


La comprensión y suspicacia que su casa “Slytherin” tanto pregonaba, llegó al disco duro que manejaba toda su humanidad.

POTTER LE HABÍA ESTADO ESPIANDO BAJO ESA CAPA DE INVISIBILIDAD, EN SU MOMENTO DE DEBILIDAD Y DE SEGURO MOFANDOSE DE LO LINDO DE …L…

La furia le hizo hervir la sangre.

San-Potter tendría que correr por su vida…

Apretando los puños tan fuerte, que la piel de sus nudillos cubrían a duras penas las uniones de los huesos de sus manos; a grandes zancadas se acercó a Potter inclinándose y tomándolo por el cuello de su playera, lo levantó de un solo jalón, provocando que su gafas cayeran. Lo acercó completamente a su cuerpo y le taladró con su mirada chispeante, casi se ahogaba en rabia. Potter estaba pasmado y se le notaba agitado, prácticamente temblaba entre sus manos y la cercanía de sus rostros. Draco notó esta reacción, pero era tanta su indignación que ignoró resueltamente lo abrumador que esto le parecía; sólo quería destrozar a Potter. Canalizar su frustración.

- Potter… - Draco casi escupió su nombre.- Estabas espiándome y mofándote de mi ¿verdad? – Potter negó rápidamente con la cabeza, parecía incapaz de articular palabra. - ¿Me tomas por idiota?... – Le acercó un poco más. Tenía ganas de patearlo y estrellarlo contra la pared. - Dime: ¿te divertiste?... - El otro estaba pálido… - ... Pero claro, el Jodido-héroe-del-mundo-mágico cree que tiene todo el derecho de burlarse de los mortífagos caídos en desgracia ¿No es así Potter?... No puedes evitar el sentirte una maldita estrella…- Draco recorría furiosamente todas las facciones del rostro ahora sonrojado de Potter, y éste último no soportó tal escrutinio, apartando sus ojos verdes de los orbes grises de Draco.- ¿Crees que tienes el derecho de juzgar a los demás, o vigilarlos, por si están tramando otras maldades? Claro, son tus estúpidas dotes de héroe… ¡¡Mírame cuando te hablo!! – Le espetó el rubio zarandeándolo. Girando a ambos sobre sus pies y estrellando la espalda de Potter contra la pared. Malfoy pudo escuchar el quejido de dolor que el otro emitió ante el brusco contacto con el muro; Potter aún tenía la mirada clavada en otro lugar que no fuera Draco, eso enardeció y avivó las llamas de su odio demencial hacia el ojiverde.

Así que Potter creía que podía ignorarlo a pesar de estar acorralado?

Entonces le daría el pago a su curiosidad y pedantería. Oh si, le pagaría con lo que más detestaría y que no podría borrar de sus recuerdos, ni con el Oblibiate más poderoso.

A continuación. Recargó todo su peso contra el cuerpo de Potter, inmovilizándolo contra la pared, aprovechando la diferencia de diez centímetros que le llevaba al pelinegro, y con la mano izquierda le tomó fuertemente de la quijada, obligándole a verlo a los ojos. Potter tenía los ojos y los labios muy abiertos por el asombro y Draco observó extasiado como sus mejillas se teñían de carmín. Se relamió los labios sintiendo pánico, y al parecer sus pulmones colapsarían por la cantidad de oxigeno que se negaba a salir por sus fosas nasales; el corazón le bombeaba con tal rapidez que parecía estar al borde de un paro cardiaco, y Potter estaba en la misma situación y alarma médica que él, pues Draco podía sentir los latidos violentos del corazón del otro golpear contra sus pechos unidos. Pero eso no lo detendría en su cometido. Tenía que hacerle pagar por sus desgracias

Inclinó su rostro sobre el de Potter y éste gimió por la cercanía indecente entre ambos – Que demonios piensas hacer… Malfoy? – Preguntó con voz estrangulada el pelinegro.

- Dilo otra vez…- Respondió Draco acercándose más y más a su enemigo.

- ¿Qué?...- El Gryffindor estaba agitado y se retorcía en vano tratando de zafarse del aplastante peso que Malfoy ejercía sobre él.

- Que lo digas otra vez…- Malfoy tenía la voz enronquecida y sus pupilas totalmente dilatadas; sus ojos ya no parecías grises, sino negros… Sería algo más que rabia?

Potter se veía desesperado; Malfoy sentía ganas locas de echarse a reír como desquiciado por la sumisión de su “Némesis”, pero más que todo se cuestionaba con la poca razón que le quedaba el ¿Por qué, Potter, no sacaba de una maldita vez su varita y lo hechizaba, o empujaba con todas sus fuerzas y golpeaba mientras le gritaba e insultaba. El idiota podría hacerlo, pero por qué no lo hacía?

- Que lo diga otra vez?... Que, qué demonios piensas hacer? – Tanteó Potter con la voz hecha un hilo.

- No, eso no…- Sus narices se estaban rozando, en este momento los dos solo tenían miradas para el otro; para nadie, ni nada más que para ellos. – Di otra vez mi apellido...

- Tu- tu… - Potter se silenció. Se le quedó mirando por un perturbador momento, Draco le sostenía la mirada. Entonces el otro, como si hubiera tomado una decisión, inhaló hondamente y dijo.- Malfoy…

Draco podía embriagarse con el aroma natural de la piel de Potter. Una descarga eléctrica, recorrió sus labios y su espina dorsal al sentir el aliento del otro muchacho chocar suavemente sobre su rostro. Quería escucharlo otra vez.

- Dilo otra vez…- Potter cerró las palmas de sus manos sobre la chamuscada camisa de Draco en un intento, inútil, de empujarlo. Malfoy le presionó aún más…- Otra vez, Potter…- Insistió.

Potter, más agitado de lo humanamente normal, accedió.- Malfoy… Malfoy… Malf…

Draco le interrumpió cortando de un zarpaso la mínima distancia que los separaba.

Y lo besó…

Un beso violento, casi doloroso, casi animal. Un animal, esa era la descripción acertada que se le podría dar a Draco Malfoy en estos instantes.






Los labios de Malfoy presionaban los suyos, sus dientes lastimaban sus encías. Esta vez Harry empujó más fuerte a Malfoy, logrando zafarse solo un poco de la presión del otro, pero sin terminar el beso canibalezco que estaba recibiendo.

Harry sintió los brazos de Malfoy rodear su cintura. Era un abraso posesivo a todas luces. Separando con este gesto su espalda de la dura piedra.

Irreal…

Que estaba pasando ahí?...

Por qué Malfoy le estaba besando? ¿Por qué?; Pensaba Harry.

El rubio seguía presionando sus labios y su agarre sobre nuestro más que atontado héroe; ya le estaba siendo imposible respirar, ya que su nariz estaba clavada en la mejilla del Slytherin. Se obligó a pensar que ese “intento de beso” no le estaba afectando en lo má###ínimo, no, claro que no.

Forcejeó un poco más, no entendía por qué no tenía las fuerzas suficientes como para mandar a Malfoy a la China y con maldición imperdonable incluida.

Y la necesidad de aspirar aire se volvió imperiosa y vital; abrió la boca intentando atrapar un poco de oxígeno, y para su desgracia ese movimiento solo facilitó que Malfoy profundizara el beso, pues Harry solo pudo coger como oxígeno el aliento del otro chico, a la vez que sentía una lengua intrusa abrirse camino entre sus dientes y acariciar la suya. Tocarla, paladearla sin aviso… sin restricción.

Gimió y resopló entre sus bocas unidas sin poder evitarlo, las rodillas le temblaron. Al parecer el piso se volvió blando, o eso es lo que pudo percibir. Su enemigo natural le estaba besando de tal forma que Harry estaba tentado a responderle, tan solo para no quedarse atrás.

Ahora ya puedo ir y darme un plomazo en la cien, por que, ¡Que Merlín y Godric Gryffindor me perdonen!, pero Malfoy realmente sabe besar; ¡¡¡MALDITO MALFOY!!! ; pensó el joven héroe.

Y decidiéndose al fin, correspondió al beso cerrando los ojos, con la clara idea de que sólo lo estaba haciendo por que no iba dejar que Malfoy saliera satisfecho y orgulloso de esto, por haber perturbado hasta la locura a Harry Potter. Ellos eran enemigos declarados y eso no iba a cambiar, aunque la estupidez que estaban cometiendo solo se podría comparar con el deseo a rabiar que por primera vez, ambos, estaban experimentando. Sólo era una competencia más, no era ni peligrosa, ni iba a implicar sentimientos confusos y poco naturales.

Malfoy lo apretó más contra su cuerpo y le volvió a arrimar en la pared, esta vez de forma menos brusca, y Harry dejó los vanos intentos de zafarse, para rodear el cuello del rubio con sus brazos, tomándolo de su nuca para incrementar la pasión y velocidad de sus labios hambrientos de avidez y contacto salvaje. Podía sentir la respiración entrecortada del otro; la suave y sudorosa piel de la nuca y de su pecho un poco descubierto por la tela de su camisa desabotonada. Ambos se tensaban con sus tímidos y feroces roces. Entonces, algo indescriptible, y desesperante, se instalaba en su estómago, bajando como un chorro de agua caliente hacía su ingle. El pelinegro removió su rodilla izquierda, que estaba atrapada entre las de Malfoy, y notó con sorpresa que un bulto duro se erguía debajo del cierre del pantalón de su “atacante” y con más alarma y terror aún, no podía ignorar que sus propios pantalones le estaban apretando hasta el fastidio. Malfoy también rozó con el muslo su miembro excitado, oprimido por los calzoncillos; y Harry volvió a gemir por la descarga eléctrica mezclada con sutiles cosquillas, que le provocó tal roce.

Rompiendo el beso.

Jadeantes los dos se miraron por largos segundos.

La única reacción que se le vino a la mente fue el de gritar a todo pulmón y golpear a Malfoy hasta la saciedad, para de esa manera acallar y estrangular la necesidad de repetir el anterior acto. Pero no encontraba las fuerzas para intentar llevar a cabo sus pensamientos.

Sentía la sangre hervir y era tal desgaste de energías el reprimirse las ganas de abalanzarse sobre el otro, que sentía su cuerpo adormecerse.

Detestaba a Malfoy. Le aborrecía.

- Maldito seas Malfoy…- Dijo Harry con la rabia arremolinada en sus mejillas. Y aun jadeante.

- Qué?... Te gustó Potter? - Preguntó el de mirada gris, también jadeante pero con una sonrisa de triunfo en sus labios.

- NO…- Gritó el ojiverde. – Te detesto Malfoy…

- No parecía que me odiaras, cuando pusiste tus brazos en mi cuello. – Se burló el rubio.

- Yo no fui quien empezó todo…- Ignoró la afirmación el Gryffindor.

- Debe ser lo más horrible y asqueroso que te ha pasado, verdad Potter? – Dijo Malfoy arrastrando las palabras.

- Sí, si lo es…- Aseguró Harry, lleno de confusión.

- Y peor aún si fue un aspirante e hijo de mortífagos…- Draco entrecerró los ojos.

- Pues no, lo peor es que sea un Malfoy… Corrección, lo peor es que seas TU…- Puso énfasis y tono de asco al decir lo último, apuntándole con el dedo índice; quería herirlo, quería que dejará de sonreír el muy cabrón.

- Lo sé, por eso lo hice…. Quería hacerte pagar por espiarme, y, qué peor para ti que ser besado por mí…- Había rabia en la mirada de Malfoy

Harry se quedó en silencio, observando al muchacho que minutos antes lo había besado y despertado el deseo insano por más de ese contacto. No podía ser; sólo estaba confundiendo las cosas, él amaba a Ginny; de eso no le quedaba duda. Bueno, nunca había sentido más deseo que besarla, pero era por que estaba ocupado cuidándose de no perder la vida. Además, cada vez que veía a la pelirroja su corazón daba un vuelco. Siempre la había tenido en mente, mientras él, Hermione y Ron viajaban ocultándose y buscando los Horcruxes.

No había ninguna razón para sentirse confundido. Malfoy era un chico ¡¡¡POR EL AMOR DE DIOS!!! ¡¡¡UN CHICO!!! Y al él no le gustaban los chicos. Pero, y ese beso?... A que se debía su excitación? Por qué su cuerpo respondió, de manera afirmativa, las “atenciones” que el pendenciero de Malfoy le dio?

- No dirás nada?... – Cuestionó el rubio, interrumpiendo el embrollo en la que su mente se estaba sumergiendo.

- Vete a la mierda, Malfoy… eres patético.- Masculló el moreno de mirada verde. No debía darle más importancia de la que merecía esta situación. Amaba a Ginny, y detestaba a Malfoy… eso era algo seguro.

- Patético?...- Malfoy pareció reflexionar al respecto.- Puede ser… últimamente he hecho cosas patéticas… y en extremo estúpidas…- Susurró, casi inaudiblemente, para si mismo… “Hizo demasiadas cosas… que le marcaron”- Pero dime, quién ha espiado a quién... Potter?- La mirada de Malfoy era entre divertida y amarga…

- Me tiene sin cuidado lo que pienses… - Dijo Harry, limpiándose, innecesariamente, los labios con el dorso de su mano, en la cual estaba escrita y grabada la frase “No debo decir mentiras”; frase que le obligó a grabarse dolorosamente, la cara de sapo de Umbrige. - Si, si te espié… siempre hay que vigilar a una serpiente como tú…- Harry no sabía de donde salía tanto veneno, pero sin duda, éste se derramaba sin descanso en cada palabra que le estaba dirigiendo a Malfoy.

- Entonces, no te preocupes, Potter… muy pronto te librarás de mí. Es eso lo que querías, verdad?. - Una sonrisa, parecida a una mueca, se dibujó en los labios carnosos del Slytherin.

- No seas tan pretencioso… me es suficiente con ignorarte, y que tú hagas lo mismo, Malfoy. – Era verdad, Malfoy estaba con el tiempo contado, toda su familia lo estaba. Con determinación y poca visión, pues aún no recogía sus gafas del suelo, dio unos pasos hacia el rubio. Se detuvo, a menos de un metro de él.- Siempre fue esa la forma más saludable de convivir. Tú y yo… debíamos ignorarnos. Pero nunca fue así… nunca. – Los dos se miraban atentamente. Apenas parpadeaban.

- Tienes razón, Potter… esa era la solución. Pero, quién iba a ignorar al gran Harry Potter; a San Potter. El rompedor de reglas. El consentido de McGonagall y Dumbledore?... Al arrogante hijo de…

- Por favor, no sigas… que voy a empezar a ruborizarme…- Sonrió Harry.- Dijiste arrogante? Ja!... el Rey de la arrogancia, recriminándome eso?

- No confundas la clase, con arrogancia, Potter…- Medio sonrió Malfoy.

- Y ahí va el más engreído de todo Hogwarts. – Malfoy entrecerró los ojos y Harry volvió a sonreír malicioso. Sólo Malfoy podía hacerle florecer esa parte sarcástica y hasta cruel, que Harry reprimía y olvidaba con otras personas. Sólo él…- Eres insufrible. Todo ese linaje del que siempre haces alarde, esos aires de “El mundo me importa una mierda, lo más importante soy yo”, que siempre tienes. – Decía el moreno, con un tono de “rin tintín” en la voz, al decir la frase. – Esa manía de mirar a todos como si fueran tus lacayos. Esa maldita costumbre de menospreciar a cualquiera por su nivel de sangre. Esa exclusividad con Slytherin…

- Para… - Le interrumpió Malfoy.- Puedo notar que te dedicas a observarme, Potter. – El rubio hizo ademán de reflexionar algo, llevándose los dedos de su mano izquierda a sus labios. Volvió a mirar a Harry, y alzando una ceja le preguntó.- Debo sentirme acosado o alagado?.

- Qué?...-

- Lo que oíste… He caído en cuenta de que, de una forma u otra, siempre estas vigilándome, espiándome. Todos los años anteriores fueron así, pero en nuestro sexto año ya era acoso… ¿Te gusto, Potter?...- Preguntó esto último sin miramientos y con cierto deje de burla e incertidumbre. Sus ojos grises eran penetrantes.

Harry abrió y cerró la boca atragantándose con sus propias palabras. Se quedó en silencio y miró al rubio frente a él. ¿Cómo no seguirlo? Si estaba, realmente, tramando una redada de mortífagos en el interior del colegio; no era paranoico ni tocado de la cabeza como otros afirmaban. Todas sus sospechas, acerca de Malfoy, terminaron ser ciertas, para su desgracia… Malfoy no merecía ningún tipo de consideración. Era una serpiente. Tan rastrero y escurridizo como él sólo. Y ahora tenía los huevos tan duros como para cuestionarle el por qué desconfiaba y espiaba cada vez que podía… Que descaro. Realmente se merecía un premio por ser tan cínico.

Siguió observando al rubio. De pronto sintió una especie de cosquilla hormiguearle en los labios. No pudo evitarlo. Se puso a reír. Era hasta cómico… Las ideas se aglomeraron en sus sesos, incrementando su estado de gracia.- Eso es algo que debería preguntarte, Malfoy.-

- Perdón?...- Malfoy dio dos pasos, acercándose a Harry. Se veía claramente amenazante. Al ojiverde, esto no le aminaló; por que no dejó de reír. - ¿De que hablas? – Preguntó, casi masticando las palabras.

- De lo evidente…- Dijo, observando como las facciones aristocráticas de Malfoy, daban paso al reverberante enojo.

- Oh, sí, claro… muy evidente. Dime Potty, que es evidente?...- Le preguntó en tono de comparecencia, cómo si estuviera preguntándoselo a un retrasado.

Aún así, Harry, no se molestó.

- Que es evidente… que tú gustas de mí.- La intención de Harry era hacerle sofocar de enojo. Y al parecer lo estaba consiguiendo. El moreno sonrió.







Draco observaba a Potter. ¿Sería refrescante, hechizar al puñetero de Potter?

Si… Sí, que lo sería.

*Maldita sea!!! No tengo mi varita. Pero no sería menos liberador estrellar mi puño contra la boca del idiota ese, y quitarle esa estúpida sonrisa?.*

Sí, una buena golpiza… eso también serviría…

- Asqueroso mestizo. Nunca me gustarías… lo oyes? Nunca. – Respondió con todas las ganas de herir.

Vio que la sonrisa de Potter se ensanchaba más. Eso aumentaba su fastidio.
- Y por qué me besaste?...-

- Además de retrasado, eres sordo? Ya te dije el por qué, imbécil…-

Draco se acercó más a Potter. Otra vez estaban muy cerca… demasiado cerca.

- Si te oí, Malfoy. Escúchame, si lo pensamos bien…- El moreno lo pensó un instante más. – Quien siempre esta detrás de mí, tratando de saber las cosas que hago. El que siempre ha liderado campañas de difamación en mi contra. El que siempre me busca bronca, incitándome a pelear. …se eres tú… siempre estabas detrás de mí…-

- Entonces, pensémoslo bien, Potter…- Draco puso cara de profunda concentración.- Eso podría significar cuanto te odio? No se tú, pero yo lo veo así…- Arrastró cada sílaba en aquellas dos oraciones. Potter quería pasarse de listo y voltear la situación en su contra. Eso estaba claro.

- Lo que tú digas Malfoy… - Draco lo había notado, mucho tiempo atrás y no lo admitiría ni bajo un Crucio. Potter tenía el color de ojos más perturbador que él haya visto en otra persona. Y ahora estando el otro sin sus horrorosas gafas redondas, podía verlos más de cerca. Secretamente, ese verde-esmeralda en especial, era su color favorito. Y le maravillaba el color intenso y los chispazos de brillo que solían adquirir, cuando su dueño se enojaba. Cuando, él, hacía enojar a Potter. Le divertía ver a Potter zafado en ira. – No perderé más mi tiempo contigo… - El Slytherin veía que los labios de Potter se movían, al parecer le estaba hablando. Draco no escuchaba la perorata del otro. Sólo se fijaba en su mirada, en los movimientos que hacían sus mejillas con la articulación de cada palabra salida de esos muy generosos, pero sin exagerar, labios levemente rosados. Las pestañas del otro eran negras y espesas, al igual que sus cejas. Draco se frotó, inconcientemente, los dedos de su mano derecha; éstos le hormigueaban. Sentía la vertiginosa necesidad de saber cuan suave era la piel del rostro de Potter. Podía notar las pequeñas heridas, cubiertas con una ligera costra, surcarle sin mucha convicción la frente, en una de las aletas de su nariz, en las sienes, en el cuello, hombros… Sus ojos volaron y centraron en su cicatriz en forma de rayo, que estaba ligeramente cubierta por un flequillo de sus negros cabellos. – Me estas escuchando, Malfoy?... - Draco volvió a mirarle a los ojos. Potter se veía incómodo.

- Si… - Dijo ido el rubio.

Otra vez se estaban mirando. Envolviéndose de verde y gris, de rubio-platinado y negro azabache. – Pu- pues que bien…- Dijo Potter, teniendo un repentino acceso de tartamudez. El heredero de los Malfoy, estaba irritablemente conciente y a la vez negado en su totalidad, a las sensaciones que le perseguían, en un intenso acoso, cada vez que estaba cerca de Potter. Como en ese momento. – Cómo está tu madre?... - Preguntó el ojiverde. Por qué tenía que estropearlo todo? Por qué la realidad tenía que ser el Cancerbero Guardián de toda la atmosfera de sutil e inestable felicidad, que en esos últimos cuatro años se había convertido su, antes perfecta, vida.

- No lo sé… Los del Ministerio y Aurores se la llevaron, junto con mi padre… mis padres me escondieron, por eso aún estoy aquí…- No debía contarle eso a Potter. De seguro éste se burlará de su situación. Pero tarde o temprano se enteraría… Qué más daba?. No le quedaba fuerzas para invocar a la legendaria dignidad Malfoy.

- Lo siento…-

- No finjas, Potter… Sé muy bien, que no lo sientes en realidad. - A pesar de estar empezando a enojarse otra vez con el Gryffindor, el Tsunami incontenible de sensaciones hormonales no le dejaban… No le daban tregua.

-En serio. Malfoy… Estoy en deuda con tu madre, sólo con ella. Si no fuera por su obligada y desesperada ayuda, no la contaría en estos momentos. Ella impidió que me mataran en verdad, y todo por amor a ti…- Potter se veía apenado.

Draco se quedó en silencio. Pasmado era poco. Impresionado e incrédulo, así se sentía. Su madre ayudó a Potter. Iba en contra de toda enseñanza y orden aprendida. Pero lo había hecho por cuidar de él, de Draco. Esa era la explicación. – Nunca pensé pedirte ayuda Potter, pero, en este momento, me importa un comino ser un Malfoy... Ayuda a mi madre. – Observó como el pelinegro se quedaba quieto e impresionado…- No me hagas rogarte Potter…-

Potter recobró la compostura y le dijo: - Si, Claro que lo haré… Se lo debo.

El rubio le creyó. Aborrecía a Potter. Pero había tenido una ejemplar hilera sin final de la nobleza que caracterizaba a la Casa de Gryffindor. Además, era Potter, y a pesar de sus odios mutuos, debía reconocer que el engreído del vejete de Dumbledore, era valiente y leal. Pero primero muerto antes de reconocerlo en voz alta. Quiso decir “Gracias”, no pudo. Esta palabra se enredaba en su lengua. Así que volvió a hacer lo que estaba haciendo, ver a Potter.






Harry sentía la incomodidad acoger de forma asfixiante su tórax. Estaba empezando a sentirse mareado. La mirada de Malfoy clavada como dardos sobre él, y sin haberse agarrado a golpes o lanzado maldiciones, era inquietante. Esto no era normal.

Por supuesto que no es normal. Cómo podría catalogarse de normal el hecho de estar casi pegado a Malfoy, sin olvidar que minutos antes se habían besado casi con desesperación. Quería bajar la mirada y esconderse de la de Malfoy. No podía hacer eso. Agachar la cabeza frente al enemigo, y menos frente a Malfoy, era impensable. Fuera de lugar. Así que, haciendo acopio de todo su autocontrol dijo: - Debo irme… Debo buscar a Ginny… - Notó como la mirada gris del otro se endurecía en fracciones de segundo, y sus facciones dejaban de expresar sentimiento alguno. Deseó preguntar si se encontraba bien…

- Pues vete…- Malfoy cortó el contacto visual, para alivio de Harry.

El Gryffindor se alejó del rubio. Buscó sus lentes, estaban con una luna quebrada y la otra rajada en varias partes, debía repararla; pero no tenía la má###ínima gana de realizar un hechizo. Suspiró. En unos minutos lo haría. Recogió su capa, que estaba cerca de sus pies, la dobló y abrió el morral de piel de topo que traía. Al abrir la bolsa, avistó en el interior la varita de Malfoy. Harry se quedó quieto, sopesando que hacer a continuación. Devolvérsela o no.

Levantó la vista y vio al Slytherin parado y dándole la espalda. Suspiró.

- Malfoy yo…-

- Vete de una puta ves, Potter… Ve y busca a tu noviecita, no me jodas más. Que, como te podrás dar cuenta, ya no tengo nada, y tiempo es lo que menos tengo. Pronto vendrán por mí… No querrás que te vean cerca de un mortífago, ¿verdad? - Harry frunció el ceño. La mirada de Malfoy adquirió un brillo distinto.- Aunque pensándolo bien, solo enaltecería tu imagen de héroe, pues abrías capturado al último de los Malfoy. - El hijo de Lucius Malfoy, le hablaba de forma fría e impersonal sin voltear a verle.

Harry nunca pensó ver a su Némesis así… así de derrotado, pero sin abandonar su porte frío y retador. Y olvidándose del asunto de la varita. – Por qué, Por qué… no me delataste en la Mansión de tus padres?…- No estaba seguro del terreno que estaba pisando al hacer esa pregunta.

- Por qué?...- Preguntó su casi albino enemigo, volteándose sobre si mismo.

- Si… Por que no me delataste?...- No entendía el por qué, de esa curiosidad… Harry escucho fuertes y rápidos pasos.

Malfoy se acercó resuelto a él. Invadiendo ferozmente su espacio personal. Por acto reflejo el moreno retrocedió, chocando su espalda contra la pared. Malfoy le acorraló otra vez. Para asombro de Harry, la imagen de un beso repitiéndose entre los dos se le tornó desquiciante. Ambos se buscaron los rostros. Harry se humedeció los labios y jadeó cuando las yemas de sus dedos palparon el pecho caliente y semi-expuesto de su últimamente “repetitivo atacante”. Malfoy entreabrió sus labios, a la vez que aspiraba el aliento del otro. Se acercó más. El ojiverde se sintió pequeño. Indefenso. Malfoy se sentía depredador. Era condenadamente excitante. Harry retaba e invitaba con sus ojos a Malfoy; y éste, como respondiendo a las señales que el otro le indicaba, se inclinó muy cerca de sus labios. El pelinegro se agitó y abrió la boca en espera del beso. Pero este no llegó. Pues Malfoy apenas los tocó con los suyos, en cambio, acarició sus mejillas haciendo camino, con pequeños besos, hasta su oreja izquierda; Harry se estremeció casi en un espasmo, al sentir y escuchar la respiración entrecortada del rubio. Eran cosquillas y descargas eléctricas, que comenzaban en su oreja, recorrían su cuello, sus brazos, torso, ingle… hasta llegar a su, muy necesitado de caricias, miembro semi-erecto. Despertándolo e irguiéndolo por completo. Los labios de Malfoy eran muy suaves, su oreja también lo estaba descubriendo, pues éstos la rozaban con cada palabra que el rubio le estaba susurrando. Harry estaba delirando.

- Enserio, quieres saber el por qué?...- Susurró Malfoy, pasando y rozando casi sin tocarle, su mano izquierda sobre su brazo derecho, y al estar con una playera, su piel sintió y erizó al casi nulo contacto con el Slytherin. – Dímelo… quieres saber?

Harry asintió, moviendo la cabeza. Articular palabra estaba siendo difícil.

- Pues te la diré…- El moreno de ojos verdes dio un respingo en el preciso momento en que el muslo de Malfoy acariciaba, sobaba, su entrepierna imposiblemente dura y, nuevamente, apretada por el pantalón y el calzoncillo. Con cada leve apretón, se sentía desfallecer. Pero necesitaba más… no sabía qué… pero necesitaba más. Mucho más.

El ojiverde olvidaba y pisoteaba cada resquicio de cordura. Olvidaba que estaban en un pasillo. Que alguien podría interrumpirlos. Corrección, descubrirlos… en pleno roce y liberación de toda tensión hormonal… sexual. Deliciosa tensión. Benditas hormonas…

- Primero quiero saber algo… - Susurró Malfoy.

- Pregunta lo que quieras…- Estaba totalmente dominado. Obnubilado.

Malfoy le tomó los hombros y le levantó levemente hasta su altura. - ¿Por qué me salvaste de las llamas?... Pudiste dejarme morir. Hubiera sido comprensible… - Acarició su oreja con una tortuosa lamida. Su lengua húmeda y caliente.- Si momentos antes que todo se incendiara, yo estaba apunto de usarte como la solución de mis problemas… - Cada palabra que le decía, era pronunciada suavemente. No eran palabras eróticas… pero el tono íntimo y la cadencia en las que las pronunciaba enloquecían a Harry. Malfoy se deslizó por su mejilla, aspirando su aroma, y se acercó a sus labios… - Dímelo… Por qué?

Ante la pregunta, Harry sonrió…- Pues…- Intentó contestar. Pero la boca se le secó totalmente. Harry abrió los ojos de golpe. Pues sin entenderlo él mismo, los recuerdos de la Sala de Menesteres, siendo consumida por las llamas del Fuego Maldito, y el pánico golpeándole violento; se hicieron masa compacta en su interior. ¿Por qué tenía esa reacción? Se suponía que habría sufrido cosas peores. Mucho peores. Y esto ya estaba superado.

Intentó zafarse, con brusquedad, del agarre del rubio. Malfoy le tomó de la quijada y le obligo a mirarle. Harry aún estaba contra la pared. - ¿Qué cojones te pasa, Potter?...

Se quedó quieto. Observaba a Malfoy. Esos ojos grises… Grises… Fríos. Fríos como las carcajadas demoníacas de Voldemort, que en esos momentos estallaban en sus tímpanos. Fríos como los de su padre, Lucius. Esa piel pálida, casi albina… Casi tan parecida al de la piel cetrina y mortal de esa serpiente mitad humana, que fue su enemigo. Cerró los ojos. Luces verdes danzaban en su cabeza. Gritos. Los gritos de su madre… Los ojos vacíos de Fred Weasley. Lupín y Thonks. Sirius, casi doblado por la mitad, cayendo lentamente y casi con gracia detrás de ese velo fantasmal. Dumbledore en el piso, con los ojos abiertos y desenfocados. Todos muertos. Las imágenes de Hermione, Ginny, Ron totalmente quietos y con el asombro reflejado en sus rostros, la sombra de la muerte opacando el brillo de la vida en sus ojos, en los ojos de sus amigos; le llegaron como fotografías nítidas a sus pupilas… Todos. Todos estaban muertos. Harry, en contra de toda realidad, recuerdos y razón, lo creyó.

Así lo entendió.

Otra voz, que no era la de Malfoy, se coló en sus oídos.

* Lo entiendes? Lo entiendes por fin, Harry? – Esa voz. Esa voz… Harry sentía ahogarse. – Ya lo entendiste. No podrás librarte de mí… Aún no. Es mi última maldición hacia ti. Debes morir… Para que vivir? Todos han muerto. Todos. – La voz soltó una carcajada macabra. – Que pena, ahora estas sólo… es una pena.*

- Con un Demonio, Potter… Que mierda te pasa?. – La voz agitada de Malfoy llegaba lejana.

El Gryffindor no sabía como había llegado al piso. Estaba recostado, con Malfoy sacudiéndole… Se sentía rígido. ¿Por qué?... ¿Por qué?
Sentía que su corazón latía más despacio de lo normal. Mucho más despacio.

Eso estaba bien.

Para qué vivir… Si todos a los que él amaba…

Un sollozo escapó de su pecho. Ahora tenía la sensación de estar congelándose. Ya no temblaba… De repente… un acceso de paz cubrió su cuerpo.

¡¡ POTTER!! – Gritaba Malfoy, al borde del pánico.

“Para qué vivir… Si ya todos estaban muertos… Para qué…”

Harry cerró los ojos…





CONTINUARÁ…………….?
Notas finales: Ya esta.... que les pareció?

Dejen sus comentarios si desean que lo siga o lo dejo ahí...

Aios....... Lady Marivet

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