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La más terrible enfermedad por Shin Black

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Notas del fanfic:

Ningun personaje me pertenece, todos son de Konomi Takeshi. Además el fic se basa en un UNIVERSO ALTERNO, es decir, no hay relaciones con el tenis más que como un simple deporte.

Notas del capitulo:

La más terrible enfermedad

 

 

 

 

 

 

 

Episodio I

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Durante toda su vida, Genichirou Sanada fue una persona correcta y de palabra, por lo cual muchos veían en él, aun en su más tierna infancia, un futuro prometedor. Jamás dejaría en stand by una carrera, ni siquiera un proyecto lejano como puede ser la construcción de algún aparato de extrema urgencia o probablemente el decorado de su nueva habitación. Era el menor de dos hermanos, el mayor: Keisuke Sanada, se había casado con una hermosa mujer de una familia muy importante y se había ido a vivir con ella cuando Genichirou apenas iba al bachillerato.

 

Más tarde, había decidido seguir la carrera de medicina en la universidad nacional de Kangawa donde obtuvo sus diplomas con altos honores, y a pesar de sus buenas críticas sobre como trabajaba, los hospitales más importante no necesitaban recursos humanos por el momento, y el estado laboral de Genichirou se iba empobreciendo, optando por poner un pequeño consultorio en su departamento, donde vivía sólo desde hace más de cinco años.

 

 

 

Su relación con sus padres era bastante buena, no tanto así con su hermano, al cual no veía desde hace bastante tiempo, y quien había adoptado el apellido de su mujer, por lo tanto, quien tenía la responsabilidad de que su apellido siguiera el transcurso de la vida era él, pero los diferentes problemas que atravesaban sus relaciones amorosas, como la falta de tiempo, de afecto y el terrible humor que se traía, hacía que a sus veintinueve años aun este sólo y sin pensar en casarse siquiera. Sólo una vez había tenido un pensamiento con aquella extraña idea de tener hijos, cuando un día, durante sus prácticas como auxiliar de medicina, había visto a una pediatra jugando con un bebé recién nacido mientras lo examinaba; sólo un momento, unos segundos donde sonrió y pensó en aquella extravagante idea de formar una familia, aunque poco a poco esas ideas iban desapareciendo y la realidad de los hechos iban creciendo, no estaba preparado física y psicológicamente para tener un hijo a estas alturas de su vida, muy a pesar que decían que el tener un bebé le daba uno la madurez y la edad te otorgaba el deseo de querer ver a tus hijos crecer, pero aquello no pasaba por la mente del moreno de ojos melados.

 

Hacía más o menos dos años, le había llegado una notificación, el hospital general de Kanagawa necesitaba un grupo médico con experiencia para hacer guardia y suplantar a otro grupo el cual se jubilaría en poco tiempo, por lo tanto Genichirou se postuló y fue aceptado inmediatamente debido a su experiencia y sus aportes en la revista de medicina que se publicaba periódicamente con los últimos hallazgos científicos del tipo médico. Por lo que, desde aquel momento, ocupaba el último despacho del pasillo central, justo al lado del la zona de pediatría.

 

 

 

 

 

Se sentía extraño cada vez que ingresaba por aquellas electrónicas puertas de vidrio y fijaba su vista en el enorme mostrador que era atendido por un muchacho de color y un joven pelirrojo, ambos con tranquilidad y paciencia. Jackal Kuwahara era enfermero, pero debido a un problema de salud estaba ocupando la recepción. Por otro lado, Marui Bunta también era enfermero, pero por otros motivos personales habían decidido las autoridades que ocupe el lugar de Marilyn Kamiko, quien estaba embarazada y se encontraba con licencia por maternidad.

 

Por otro lado, el lugar estaba repleto de especialistas y muy respetados: Hiroshi Yagyuu, de 27 años, era un respetado cirujano, que a su corta edad ya había participado en varias operaciones y ganado el respeto de todos sus compañeros no sólo en Kanagawa, sino también en toda la región de Kantou. Era reconocido por su amabilidad, su forma tan eficiente de solucionar los problemas y su capacidad teórica y práctica en la área de cirugía. Su más fiel enfermero era Masaharu Niou, hermanastro menor de Bunta Marui y a quien el pelirrojo le tiene un terrible rencor. Sus padres se habían casado cuando Bunta tenía cinco años y Niou no llegaba a los tres; desde su más tierna infancia, ambos han sido rivales y el crecimiento de Masaharu en el área que Bunta se creía pleno, le ha causado terrible dolor de cabeza al mayor. No sólo eso, sino también que el muchacho de cabello grisáceo cometía varios ilícitos que aun hoy eran todo un misterio, pero que Bunta estaba preparado para hacerlo saltar apenas tuviera la más mínima oportunidad de hacerlo. Así que era cotidiano en aquel lugar oír gritar a aquel pelirrojo y enano muchachito que vestía el uniforme verde característico de los enfermeros, y casi siempre, para no decir siempre, la culpa la tenía su hermanastro.

 

 

 

En la sección de pediatría se encontraba Kirihara Akaya, de 26 años, el más joven de entre los especialistas de aquel hospital. Había entrado en la misma tanda que Genichirou, y debido a su eficacia y eficiencia había conservado su puesto y ascendido hasta el punto de ser el jefe del piso de pediatría. Siempre se lo podía ver, jugando con los niños a los juegos electrónicos, sonriendo y riendo con ellos sin importar que ya estaba grande para hacerlo.

 

Por otro lado, pero no menos importante, el doctor Renji Yanagi, de 29 años al igual que Genichirou, era uno de los médicos neumonólogos más respetados en todo el hospital, aunque no era de hablar mucho y casi siempre que se le preguntaba algo, respondía cosas muy complicadas, era un ser al cual se le podía consultar sin importar el tema y él hablaba muy sabiamente, pues su formación era integral.

 

 

 

Y al final de todo, estaba él, como bien se había develado, un muchacho alto, joven, 29 años no más, un departamento propio, dedicado a su profesión, pero tan infeliz como aquel solitario juguete al final de la góndola; pero ya estaba jugado, ya nada podía hacer que regrese a su juventud y aprovechar aquel tiempo para conseguir una buena mujer, tener hijos, formar una familia.

 

 

 

 

 

Como todos los días, se levantó a las cinco de la mañana, se dio una ducha y desayunó unas tostadas con mermelada y un té con miel, se colocó su ropa, se lavó los dientes y caminó hacia su auto para salir directo al hospital. La rutina, aquella que nunca se agita a menos que pase algo extremadamente importante, aquella que se volvía monótona día tras día y no le permitía hacer algo alocado. Era un muchacho tradicional, recto y correcto, hacer algo de ese estilo persuadía a cortar con aquel hilo responsable y volverse completamente loco, abandonar la cordura y concentrarse en aquellas imágenes estúpidas de su mente, por lo tanto y aunque le fuera estresante, no cortaba aquella rutina que se había ganado con los años.

 

Paró el motor de su auto cuando llegó al estacionamiento y lo cerró colocándole la alarma, tomó su valija y como siempre se dirigió a su despacho. Saludó a Bunta en la entrada y luego derecho hacia el fondo, cerró la puerta, colocó el maletín en la mesa y finalmente se hundió en aquel sillón de cuero negro mullido.

 

 

 

 

 

–Odio la rutina –murmuró con su voz ronca mañanera. Se dio sólo unos cinco minutos para relajarse totalmente antes de iniciar un nuevo día. Se levantó del sillón y se colocó la bata blanca que pendía de un gancho, su estetoscopio colgado de su cuello y aquella lapicera importada que le había regalado Yagyuu en su primer día colocada finamente en el bolsillo de su bata y daba por iniciado otro día laboral, abandonando su puesto y dirigiéndose a recepción.

 

 

 

–Buenos días de nuevo, Bunta –habló Genichirou, el pelirrojo se dio la vuelta y se reverenció como prueba de respeto–. ¿Algo nuevo?

 

 

 

–Ayer hubo un accidente, Yanagi-sempai tuvo mucho trabajo.... –dijo el muchacho mientras le entregaba unos papeles al moreno, el muchacho le hecho un vistazo.

 

 

 

–¿Y cómo están?

 

 

 

–Contunsión cerebral, traumatismo y politraumatismo de cráneo, ruptura de fémur, lo común en los accidentes de éste tipo –masculló alcanzándole unas lapicera y señalándole unos papeles para que firme, el muchacho firmó.

 

 

 

–¿Dónde está Renji ahora? –le devuelve los papeles firmados y la lápicera.

 

 

 

–Descansando, fue una larga noche –acepta lo que le dan y comienza a guardarlo–. ¡Ah! Por cierto, hoy viene el nuevo doctor que releva al señor Mikami de pediatría.

 

 

 

–Ya veo ¿a qué hora? –preguntó mirando su reloj.

 

 

 

–A las ocho en punto estará acá, supongo que a esa hora llegará, es de Tokio, tú sabes lo puntuales que son los que vienen de allá –dijo con cierta habladuría, un ademán con la mano como aquel que no quiere seguir hablando.

 

 

 

–Si, lo sé, he vivido allá un tiempo, ¿es de la universidad de Tokio? Dicen que allá los doctores salen muy bien....

 

 

 

–Pues no sé si salgan bien o mal, pero tengo mala experiencias con los nacidos en Tokio, son engreídos.....

 

 

 

–¿Tu hermano no nació en Tokio?

 

 

 

–Hermanastro y si, si nació allá, por eso lo digo –bufó molesto, Genichirou estaba apunto de esbozar una sonrisa cuando recordó que debía mantenerse firme y recto dentro de su trabajo.

 

 

 

–Bueno, me voy a ver a Renji, cuando llega el nuevo ¿me llamas por los parlantes? –preguntó señalando el techo, Marui afirma con la cabeza y el moreno abandona.

 

 

 

 

 

Sólo cinco segundos pasaron desde que Sanada cruzó el lumbral y Marui focalizó su mirada en aquel muchacho escuálido de mirada perdida, hijo del marido de su madre. Por más que odiaba admitirlos, era al fin y al cabo su hermano, con quien compartió toda su infancia, contó sus secretos y jugó a los juegos más estúpidos de la galaxia. ¡Algo tramaba! De eso estaba seguro. Su mirada filosa lo cazó, esa cara no era de “nada esta pasando” sino de “mucho esta pasando” y lo sabía bien, porque no había día en la vida de Masaharu que no cometería algún crimen, básicamente hablando, uno que no implicara ir preso o algo así, pero un crimen al fin. Abandonó su puesto de trabajo y fue caminando con superioridad al muchacho de uniforme verde, lo tomó bruscamente del brazo y le dio la vuelta para mirarlo a los ojos, esos ojos verdes que tanta rabia le daban. No era que lo “odiaba”, bueno, básicamente se podía decir que si lo odiaba; sin hacer absolutamente nada, Masaharu Niou obtenía todo lo que él quiso alguna vez, una carrera con un importante cirujano, un bonito departamento y, en su tiempo, las novias más hermosas. ¡Todo lo tenía él! Estaba cansado de ser una sombra en un mundo lleno de luz, estaba cansado de ser opacado por ese chico de cabellera gris como las nubes los días de lluvia, y ojos verdes como las lagunas.

 

 

 

 

 

–¡Tú! –le señaló apartándose rápidamente de él–. ¿Qué planeas ahora?

 

 

 

–¿Yo? Yo no hice nada….

 

 

 

–No te hagas el idiota que no te queda, puedo darte una lista de todo los abusos que haz cometido en ESTE hospital y puedo estar dos días enteros hablando de ellos –afirmó, su mirada estaba oscurecida.

 

 

 

–¿Yo? No sé de que hablas….

 

 

 

–Puedo enumerártelo, robaste medicina del salón de medicamentos…..

 

 

 

–No hay pruebas.

 

 

 

–¡Te hiciste pasar por Hiroshi dos veces! –secundó.

 

 

 

–No hay nadie que te afirme lo dicho.

 

 

 

–¡Cambiaste mis antialergénicos por estrógeno en pastillas! –sacó de su bolsillo un frasquito de color marrón.

 

 

 

–Jejejejeje……

 

 

 

–¡NO ES DIVERTIDO! –Gritó tomándolo del cuello de la camisa–. Algún día te atraparé, y ese día irás derechito a la calle ¿QUEDA CLARO?

 

 

 

–Shhhhhh –calla uno de los guardias.

 

 

 

–Lo siento…… –se disculpa con el muchacho y vuelve a mirar a Masaharu con ojos punzantes–. Te estaré vigilando….

 

 

 

 

 

 

 

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Miró su reloj y apretó el paso, se había retrazado unos minutos por estar avisándole a su mamá que había llegado bien y que estaba instalándose en su nuevo departamento. El hecho de vivir solo no era la gran cosa, pues durante su época de universitario alquilaba una habitación. Su vida no era del todo placentera, a la edad de seis años junto a su madre se fue de su casa por los abusos que sufría de su padre, y obviamente la mujer quiso rehacer su vida en mano de otro hombre, aunque Kunimitsu sentía cierto dolor porque su madre haya planeado una vida tan rápido, aunque a decir verdad su padrastro era muy buena persona, con una simpatía poco común, pero aun así pasaba más tiempo fuera de casa que dentro de la misma, como una familia.

 

Con gritos y pataleos no pudo detener el casamiento de su mamá, cuando cumplió diez años, y su embarazo prácticamente en esa época, aunque Kunimitsu pensó que ella estaba embarazada antes de casarse y por eso adelantó su boda. De la unión nació Syusuke Fuji, su hermano menor, con quien tenía una muy buena pero conflictiva relación, y era que, cuando Kunimitsu cumplió los 18 años y estaba apunto de abandonar la casa familiar para seguir su carrera en el centro de Tokio, su hermanito, de apenas ocho años, le declara su amor. ¿Cómo podía estar enamorado un niño de ocho años de uno de dieciocho? Era imposible básica y lógicamente, tal vez una pequeña atracción de la edad, pero a medida que pasaba los años ese amor se iba intensificando. Tezuka no soportaba eso, realmente no lo soportaba, era un tabú muy fuerte el que debía atravesar y a sus 27 años.

 

 

 

¡No tenía que pensar en esas cosas ahora! Lo pasado pisado, estaba en Kanagawa, el lugar donde se crío, tal vez se reencuentre con algunos amigos y pondría los puntos sobre las “i” con Syusuke, no podían continuar así, debía explicárselo de la mejor manera, o a caso ¿los años había hecho que el muchachito se olvidara de los acontecimiento? Se detuvo en seco y miró aquellas puertas de vidrio, respiró hondo y entró con la mirada gacha, casi llevándose a medio personal por delante y disculpándose por sin mirar. Se acercó a la recepción donde estaba un enfermero pelirrojo hablando por teléfono.

 

 

 

 

 

–¿Cómo que no va a hacer nada? ¿CÓMO QUE NO HIZO NADA? ¡Tengo montones de demandas! ¡Por supuesto! ¡DIJE QUE POR SUPUESTO! ¿Qué? ¿QUEEEE? ¡Yo sé que él hizo todo eso! Si, si, si…….pero…..aja…..si, si señor….bueno, ya que, igual lo haré…….adiós –cuelga violentamente el teléfono.

 

 

 

–Ejem….

 

 

 

–¿QUÉEE? –Respondió agresivamente y al ver que el muchacho de lentes se espanta, vuelve a su compostura normal–. Digo ¿lo puedo ayudar en algo?

 

 

 

–Em, si, soy el nuevo pediatra que mandaron de Tokio –respira despacio, intentando tranquilizarse–. Kunimitsu Tezuka.

 

 

 

–Ah, mucho gusto, Bunta Marui, soy enfermero de guardia y recepcionista…. –le saludó cordialmente con un apretón de manos–. Bien, debo hacer una llamada, quédese aquí por favor –dijo tomando el tuvo de teléfono nuevamente y marcando–. ¿Si? ¿Genichirou? Está acá el nuevo pediatra, si…… –cuelga–. Ya viene.

 

 

 

–¿Quién?

 

 

 

–Es rutina acá que un médico encargado enseñe las instalaciones a los nuevos, Genichirou Sanada es un médico que entró hace dos años y se ha ganado el derecho de ser jefe de la zona de primeros auxilios y de la guardia, vendrá a ayudarle con su instalación.

 

 

 

–¿Genichirou Sanada? –repreguntó, le sonaba ese nombre.

 

 

 

–Ah, ahí está –dijo señalando a un muchacho alto que venía revisando unos papeles.

 

 

 

 

 

Un pequeño brillo en sus ojos apareció cuando vio al joven moreno de ojos melados acercarse con pasos firmes y decididos, hojeando unos papeles de algún enfermo y meditando sobre el medicamento que debía utilizar para la cura de la enfermedad. Lo conocía desde su más dulce infancia, y es que su madre al mudarse a Kanagawa se hizo compañera de la señora Sanada, además que fueron a la misma escuela y vivían relativamente cerca. Genichirou había nacido varios años antes, en mayo básicamente, y él había visto la luz del sol en octubre, pero a pesar de la diferencia de algunos años, fueron siempre a la escuela juntos y tenían una enorme y bella amistad. Genichirou y Kunimitsu eran del tipo amigos fotocopia, donde el otro era parecido al si mismo, donde podían debatir sobre diferentes temas y casi siempre tenían una misma visión sobre la vida. Ambos eran tradicionalistas y reservados, pues así los habían educado sus abuelos bajo el más estricto régimen.

 

Ambos, desde su más tierna infancia, habían optado por seguir medicina, pero muy a pesar de las diferentes ramas que habían seguido, tenían aquella pasión inquebrantable por la salud y el salvar vidas. La mirada castaña del joven frente a él se levantó de aquellos archivos que llevaba en la mano y que leía con tanto interés y por fin encontraron a los otros. La primera reacción ante el reconocimiento del nuevo compañero y amigo de la infancia hizo que se hundieran en un fuerte abrazo, diciéndose de un momento todo lo que había pasado en esos años que Tezuka abandonó Kanagawa para irse a Tokio, donde tendría una mejor formación en cuestiones de medicina y farmacia.

 

 

 

–¡Tanto tiempo! –Habló el mayor, con una mirada llena de luz pocas veces vista–. ¿Tú eres el nuevo miembro del cuerpo médico del hospital?

 

 

 

–Me pidieron que relevara a uno de los ex médicos que se jubiló por estos días, yo trabajaba en el hospital de Tokio, aunque no me sentía cómodo –murmuró, apartándose suavemente de su compañero, lo miraba de arriba abajo en un claro e inoportuno vistazo para luego darle la mano con fuerza–. Estas igual…..

 

 

 

–Tú también –susurró y le hizo un ademán con la mano–. Vamos primero a mi despacho, allá hablaremos un poco y luego te muestro todo el hospital.

 

 

 

–Si, si, claro….

 

 

 

–Marui, tráeme dos café –mira a su compañero–. ¿Cortado?

 

 

 

–Si, cortado.

 

 

 

–Dos cortado –habló nuevamente y el pelirrojo afirmó con la cabeza para ir a buscar el café, mientras que Sanada guiaba al nuevo pediatra por los pasillos hasta la última puerta del fondo, donde estaba su consultorio–. Pasa por favor.

 

 

 

 

 

Como siempre lo había imaginado, el consultorio de Sanada era exactamente como ocupaba en sus pensamientos. De un color blanco con revestimientos de madera, el marmolado negro en el piso que uno podía casi resbalarse, pero que estaba muy bien lustrado. Un escritorio marrón con una computadora compaq presario oscura, un teclado y un Mouse que salían de aquel monitor plano. Frente a la silla con cobertura negra, unos ficheros de sus pacientes; y por supuesto, los diplomas colgados de un gancho y sus correspondientes post grados; justamente del otro costado paralelo a la computadora, un marco de una foto que desde la visión que tenía sentado frente a él, no se podía ver quienes estaban pero se podía deducir pues el ventanal tras de él mostraba su reflejo.

 

Se sentó en la silla y esperó a que Genichirou tomara su puesto, acomodándose rápidamente y sonriendo.

 

 

 

 

 

–Pasó tanto tiempo –habló Kunimitsu, tirando aquel estorboso cabello para atrás.

 

 

 

–Si, ya se van a cumplir ¿cuánto? ¿Diez años? –recordó Genichirou aquel lúgubre día donde, entre las lluvias, tuvo que despedir a Kunimitsu en la estación de trenes; el muchacho lleno de esperanzas y sueños se subió a aquella máquina que lo llevaría a Tokio, a la universidad de aquella prefectura, y seguramente no lo volvería a ver sino en varios años.

 

 

 

–Claro, recuerdo perfectamente aquellos días, cuando tú tenías veinte años y estabas en la facultad de medicina y yo me graduaba de la secundaria superior y escogía mi futuro también –habló, el muchacho parecía tener desquebrajada la voz pues las últimas palabras las decía con melancolía.

 

 

 

–Claro, claro –sonrió, un gesto poco común en él–. ¿Cómo te ha ido en Tokio?

 

 

 

–Lindo lugar, pero son exigentes, prácticamente no comía en periodos de examen, llegué a bajar como tres kilos –suspiró–. No se lo recomiendo a nadie.

 

 

 

–Te sobre exiges, Tezuka.

 

 

 

–No me llames así, es tan…..formal.

 

 

 

–Lo siento, la formalidad se hereda y no se pierde, ya sabes…..

 

 

 

–Si lo sabré, te conozco desde niños….. –obviamente, la diferencia de edad no era tan grande pero si notoria–. ¿Y cómo te ha ido? ¿Cómo está la familia?

 

 

 

–Pues…..bastante bien; vivo en un departamento cerca de acá, cuando salgamos te lo muestro. Referente a mi familia, mi hermano vive a unos kilómetros de mi casa, pero creo que regresará a la materna pues vendió su propiedad por la enfermedad de mi sobrino…..

 

 

 

–Ah, si, leí en tu última carta que estaba enfermo de…. ¿qué cosa?

 

 

 

–El síndrome de Guillain Barré, me ofrecí a atenderlo, pues es mi sobrino, hace tiempo que no lo veo…. –murmuró y tomó el marco de fotos que estaba en su escritorio para extenderlo–. Mira, ahí tenía cinco años.

 

 

 

–¡Vaya! –observó la foto, en ella estaba Genichirou de unos 20 años, con un pequeño niño sentado en su regazo, de cabello azulino y ojos del mismo color.

 

 

 

–Mi hermano ha hecho de todo en estos años para “curarlo”, pero no se ha descubierto ninguna cura, aunque se puede controlar –Tezuka le devolvió la foto y el muchacho colocó la misma de nuevo en su lugar–. Seiichi debe tener ahora unos quince años, dieciséis cuanto mucho…..

 

 

 

–En plena adolescencia.

 

 

 

–Exactamente, una época difícil, pero es más difícil sino se puede ser un adolescente pleno; ya sabes, salir, ir con tus amigos a un Shopping, practicar algún deporte, tener citas, esas cosas….

 

 

 

–Es insufrible para cualquier adolescente…..pero ¿acaso eres especialista en este tema? –preguntó sorprendido.

 

 

 

–No exactamente, pero trabajo con Yagyuu Hiroshi, el mejor cirujano de todo Kantou, él podrá realizarle una cirugía, al menos así mantendríamos la enfermedad controlada, además que aquí mismo hay varios especialistas en el área de neurología…..

 

 

 

–¿A qué edad colapsó?

 

 

 

–Trece años, han pasado casi tres años desde su ataque y sigue igual, lo mejor es que se lo trate lo antes posible, por eso mi hermano se mudará acá –suspiró–. Yo con mi hermano no tengo buena relación desde hace más de nueve años, pero con todo esto de mi sobrino, realmente me preocupa bastante su estado de salud.

 

 

 

–Claro, eres el padrino de Seiichi –Tezuka recordó la devoción que tenía Genichirou por su primer sobrino de los dos que tuvo.

 

 

 

 

 

Seiichi era un niño muy avispado para su edad, siempre con una sonrisa y con un extraño amor por las plantas y la naturaleza. Se le podía ver siempre volviendo del jardín de niños, de la mano de su tío Genichirou quien debes en cuando lo cargaba en brazos cuando el pequeño se ponía caprichoso. Una preciosa relación basada en el amor fraternal que podía tener cada tío con su sobrino, o en este caso, cada tío solterón y sin hijos con su único sobrino hasta ese momento. Y a pesar de que nació su otro sobrino, la relación con Seiichi siempre había sido buena y próspera, hasta el día que una horrible pelea con el hermano mayor, Seiichi y Genichirou perdieron contacto y debes en cuando se podían hablar por mails, aunque el menor de los Sanada no era muy devoto de la nueva tecnologías.

 

 

 

–Recuerdo, recuerdo –habló Tezuka, Sanada levantó una ceja–. Eras inseparable de él, babeabas por él, matabas por él.

 

 

 

–Aun mato por él.

 

 

 

–Jajajajajaja, lo sé, lo sé perfectamente jajaja –rió espontáneamente, así era él.

 

 

 

–Aaaaah –suspiró–. Creo que aun sigo pensando que es una criatura, cuando veo a los niños del hospital aun pienso que Seiichi es de éste tamaño.

 

 

 

–Creo que deberías dejar de pensar eso, ahora es un adolescente repleto de hormonas…..jajajaja

 

 

 

–Y hablando de eso ¿haz visto a tu hermano?

 

 

 

–¿Syusuke? –preguntó, Genichirou afirmó como si fuera algo tan obvio ¿cuántos hermanos tenía? Sólo uno y ese era Syusuke–. Bueno, no sé, aun no hablo con él.

 

 

 

–La última vez que lo viste él tenía ocho años ¿no? –Preguntó, Kunimitsu bajó la cabeza en signo de tristeza–. El te había dicho que te amaba.

 

 

 

–Cosas de niños, sin sentido.

 

 

 

–¿Y si te ama?

 

 

 

–¡SOMOS HERMANOS, GENICHIROU! Ni lo pienses –estaba nervioso, su corazón bombeaba sangre tan rápido y sus mejillas enrojecían por el comentario que por un momento creyó que le daría fiebre o un ataque al corazón.

 

 

 

–Lo siento, lo siento –habló intentando disculparse–. Pero en definitiva, hay que aclarar las cosas ¿no? Es mejor así que vivir pensando que esa persona aun siente algo por ti.

 

 

 

–Tienes razón, cortar de raíz es lo mejor –murmuró, un suave suspiro y tiró todo su cabello hacia atrás, como diciendo que aquellos temas le hacía doler la cabeza–. Y por cierto ¿cómo está todo acá? ¿Es tranquilo?

 

 

 

–Pues, tenemos una avenida acá en la esquina.

 

 

 

–Mala señal.

 

 

 

–Mucha, sobre todo sino tiene semáforo –soltó una sonrisa sarcástica, para luego mirar una de las paredes–. Hay muchos accidentes de tránsito últimamente.

 

 

 

–Menos mal que no conduzco.

 

 

 

–No te lo recomiendo tampoco…..

 

 

 

 

 

Tezuka tiró un poco la silla hacia atrás, relajando y nublándose su mente con esos recuerdos turbulentos de su pasado. Aquella tarde lluviosa cuando abandonaría Kanagawa, estaba esperando el taxi bajo la insipiente lluvia, cuando un vehículo paró y amagó a abrir la puerta trasera, con su ropa y su cabello empapado, pegado a la cara; no llevaba lentes, por lo que le era más sencillo poder ver sin aquellos molestos en plena lluvia. Un pequeño grito llamando la atención y se dio la vuelta, mirando a su pequeño hermano tiritando por el frío, con un short corto y una playera que le llegaba a la mitad de los muslos y que agarraba con fuerza. Sus ojos celestes brillaban entre aquellos cabellos castaños claro que se le pegaron al rostro. La mirada, la escena conmovedora, y aquellos pasos con sus pies descalzos que se acercaban y le tomaron de la mano, aquellos finos labios que murmuraban un “te amo” a tan temprana edad.

 

No dijo nada, le había tomado por sorpresa, pero se quitó la chaqueta y se la colocó al niño: “regresa a casa”, le dijo Kunimitsu, pero el chico negó con la cabeza mojándose aun más; sus ojos empañados en lágrimas llenas de tristeza por la partida del ser querido. “Te amo, te amo, no te vayas, yo te amo” gritaba el pequeño de no más de siete u ocho años, ya no recordaba exactamente la fecha en la que había partido. No le quedó otra que entrar al vehículo, pues el hombre que manejaba se estaba impacientando: “llévame contigo” dijo, pero Tezuka cerró la puerta violentamente e intentó no mirarlo: “¡Hermano, no me dejes, hermano! ¡Quiero ir contigo, te amo!” gritó, mientras corría detrás del auto que dio marcha hacia la estación, pudo ver por el espejo retrovisor del copiloto como el niño se caía y embarrado se ahogaba en un mar de lágrimas; nunca el clima fue tan reflejante de la eterna tristeza de el pequeño Syusuke, quien desistió de su persecución y se ahogo en su llanto.

 

 

 

 

 

–Syusuke…. –murmuró, sus ojos observaron el techo con tanta tristeza.

 

 

 

–¿Pasa algo, Kunimitsu? –la voz gruesa de Genichirou lo regresó a la normalidad.

 

 

 

–Nada, nada.

 

 

 

–¿En qué pensabas?

 

 

 

–En nada –desvió el tema y el rostro, la mirada curiosa de su compañero no le gustaba en lo absoluto.

 

 

 

–Bueno….. –susurró, si Tezuka no quería hablar de ello, era mejor no tocar el tema.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Sus ojos no se podían despejar de una vidriera que se encontraba en el centro de Kanagawa frente a la playa, la vestimenta que expuesta allí siempre le llamaba la atención, y era que su sueño era el de diseñar ropa tan bonita como aquella. Ya había intentado hacer diferentes diseños con sus medidas y había veces donde él inventaba su propia moda y con su máquina de coser, aguja e hilo podía realizar las más hermosas y finas prendas que en ningún lugar tenían ni iban a tener.

 

Para ayudar a su mamá, recientemente viuda, a sobrevivir en un mundo cruel y avasallante, el muchacho de sólo 17 años le hacía de costurero y modista a más de veinte mujeres en el barrio, y es que era más fácil ir a visitar al joven Syusuke Fuji que ir a las modistas del centro las cuales cobraban a elevados precios. Habían jóvenes mujeres que le pedían que le diseñe sus vestidos de novia o de quince años, pues el joven Fuji no sólo tenía ese don en arreglar las prendas, sino que sus diseños eran exclusivos y jamás hacía dos modelos iguales. Así era, aquel chico de corazón roto y mirada taciturna, pero con una radiante sonrisa en los labios.

 

 

 

 

 

–Disculpa –una suave voz le hizo perder la concentración y volteó a ver a un joven de cabello azul que salía del lugar, llevaba bastante ropa puesta a pesar de no hacer demasiado frío y sus ojos azules brillaban entre aquellos cabellos del mismo color–. ¿Te interesa algo de la vidriera?

 

 

 

–¿Hm? Si, si, me encanta esa playera celeste ¿su tela es importada?

 

 

 

–Si, es una especial que trae la compañía…….. –el joven se apoyó en el marco de la puerta y Syusuke se asustó.

 

 

 

–¿Estas bien? Luces pálido…..

 

 

 

–Si, bueno, yo no debería estar aquí, tengo parte de enfermo….. –habló el joven, lucía muy niño a comparación de los otros que atendían ese lugar y su rostro estaba ligeramente pálido.

 

 

 

–¿Enfermo? Deberías entonces estar en tu casa descansando.

 

 

 

–No puedo, llevo tres años descansando…..

 

 

 

–¿Tres años? ¿Qué tienes?

 

 

 

–Una enfermedad rara, no me acuerdo bien su nombre técnico pero es algo relacionado a un síndrome, tengo un problema en mi sistema nervioso o algo así –habló, podía notar que ligeramente estaba temblando y eso no le gustaba nada.

 

 

 

–¿Quieres que te acompañe a tu casa? Luces muy mal…..

 

 

 

–Si, gracias, vivo acá cerca, mis papás ya deben estar iniciando la mudanza…..

 

 

 

–¿Mudanza? ¿Acaso no eres de acá? ¿No trabajas acá? –preguntó confuso.

 

 

 

–Más o menos, esta es la tienda de mi abuela, ella es mi abuela –dijo señalando a una mujer en el fondo del pasillo–. Vine acá a verla, pero me dijo que volviera a mi casa, este es el negocio familiar.

 

 

 

–Ya veo, ¿tu padre lo heredará? O tal vez ¿tu madre?

 

 

 

–Mi padre, y no específicamente –suspiró–. Mi padre es empresario y mi tío es médico, así que ninguno de los dos le interesa el negocio, mi abuela ya está muy anciana para atenderlo, y como yo soy el único nieto que más o menos le interesa el negocio me lo quiere heredar, pero debido a mi condición me es imposible continuar el legado.

 

 

 

–¿Entonces….?

 

 

 

–Lo más probable es que lo vendamos, además, mis padres vendieron todo para viajar acá y cubrir mi internación y tratamiento ¿oíste hablar de Yagyuu Hiroshi? Es un importante cirujano que realiza operaciones complejas, mi tío me dijo por mail que él será el encargado de operarme con su ayuda, obviamente al ser parientes mi tío no podrá hacer mucho, siempre ese tipo de relaciones dificulta el trabajo ¿entiendes?

 

 

 

–Mi hermano también es médico –dijo entusiasta–. Por lo que supe, vendrá aquí a cubrir un cargo, además tenía ganas de volver a su tierra.

 

 

 

–Se te ve feliz por lo que veo, ah, lo siento, no me presenté: “Seiichi Yukimura”, mucho gusto…..

 

 

 

–Syusuke Fuji, el gusto es mío….pero…. –mira el cartel del negocio–. Aquí dice “Sanada”, ¿acaso es el apellido de tu abuela?

 

 

 

–Es el apellido familiar, yo tengo el apellido de mi madre, pues ella viene de una familia importante.

 

 

 

–Si, me suena Yukimura, creo que tienen terrenos en Tokio, Okinawa y Osaka.

 

 

 

–Exactamente, pero mis abuelos han estado lejos de la familia durante años y no saben mucho sobre mi enfermedad, además son ancianos y mis padres no quieren preocuparlos, problemas familiares, es todo.

 

 

 

–Entiendo, por cierto, te ves muy joven ¿vas a secundaria?

 

 

 

–Pasé a secundaria superior este año, pero bueno…supongo que tendré tutores en mi casa nuevamente, es tan indignante –habló con cierto recelo–. No he podido tener un amigo por más de tres años, todo lo que veo son cuatro estorbosas paredes y a mi hermano cuando viene a jugar a la wii en mi cuarto, eso es lo único que veo y con lo que tengo contacto.

 

 

 

–Bueno, aquí tienes un amigo –sonrió–. Yo también soy solitario, no me importará pasar un tiempo contigo.

 

 

 

–¿Caridad?

 

 

 

–Yo no hago nada por caridad, lo hago porque lo siento, ¿no te importa? –sonrió, el peliazul también lo hizo–. Entonces está hecho, yo cumpliré 18 el próximo año….

 

 

 

–Ya, entonces tienes diecisiete jajajajaja.

 

 

 

–Si, se podría decir que si jajajaja –rió también y comenzaron a caminar.

 

 

 

–Me siento bien poder hablar con alguien, después de tanto tiempo –miró el mar que estaba justo por su lado derecho–. Hace tiempo que no veo el mar.

 

 

 

–¿No vivías cerca del mar?

 

 

 

–Vivía a varios kilómetros de acá, pero luego caí enfermo y mi tío dijo que por aquí estaba este cirujano que podría hacerme la operación; pero por más buena intención que tenga Yagyuu sempai, él no puede hacerme la operación de gratis ya que necesita muchas herramientas y mucha gente a disposición, no es fácil.

 

 

 

–Entiendo, debe ser complicado…. –recordó por momentos a su hermano ¿cómo sería ahora? A pesar de que pasaron casi diez años, seguía sintiendo que se había ido ayer, pues sus sentimientos no habían cambiado, aunque pensaba que si lo volviera a ver sus ilusiones se derrumbarían y eso no era lo que quería.

 

 

 

–Bueno, pero dejemos de hablar de mi, es algo triste mi historia, me gustaría saber de ti ¿vives por aquí? –preguntó sorprendido.

 

 

 

–Si, vivo a dos cuadras con mi madre……antes vivía con mi padre pero falleció hace poco tiempo en un accidente de transito, mi mamá estuvo muy mal y quedó incapacitada para trabajar durante un tiempo, por lo que fui el único sostén….

 

 

 

–¿No tenías un hermano mayor?

 

 

 

–No quisimos preocuparlo, realmente él no sabe que papá murió, seguramente nos odiará por eso……pero en fin, tengo miedo de oír su voz, por lo cual nunca le llamé ni le envié correo.

 

 

 

–¿Eh? ¿No te llevas bien con él? Porque mi padre y mi tío tampoco….–pero fue interrumpido por el joven de ojos azulinos.

 

 

 

–No es eso, sino que, bueno él y yo nos llevábamos bastante bien, a decir verdad éramos “íntimos”, pero derepente y mi corazón dio un huelco….pero, no quiero hablar de eso, me provoca un daño psicológico irreversible o algo así –escuchó la insipiente risa de su compañero y también esbozo una sonrisa a lo largo de sus labios–. Me alegro hacerte sentir bien, deberías descansar.

 

 

 

–Eso dicen todos, pero no puedo vivir mi vida descansando, hay cosas que quiero hace por mi mismo, y postrado en una cama no lo lograré.

 

 

 

 

 

Syusuke pudo ver aquella firmeza y sueños de grandeza en el destello de aquellos ojos azules, deseaba con todo su corazón el poder progresar y lograr ser una gran persona y por un momento Fuji admiró aquella actitud avasallante y ganas de continuo progreso. Bajó su rostro y miró el suelo mientras continuaba pensando sobre su vida y recapacitar sobre lo ocurrido hacía años atrás, ¿se podía sentir aun igual siendo rechazado de esa manera? ¿Realmente fue rechazado? ¿Había decidido pensar aquello antes de que su hermano volviera y se lo dijera? Y si hipotéticamente Kunimitsu sentía lo mismo que él ¿no debería al menos interesarse y llamarle debes en cuando? ¿Saber que aun estaba vivo? Pero las preguntas se la llevaron el viento y salió nuevamente de sus pensamientos sacado por esa preciosa voz angelical que tenía el quinceañero. Alzó la visión y vio una enorme propiedad de estilo tradicional, no se imaginaba la casa de ese chico de una forma tan oriental, más bien se imaginaba una picaresca arquitectura francesa, pues el joven tenía aun impregnado un terrible pero sutil acento Frances.

 

 

 

 

 

–Es linda, aunque me imaginé algo más…..

 

 

 

–¿Occidental? –interrumpió con una sonrisa.

 

 

 

–Exacto, es que tu forma de hablar es tan….. –pero de nuevo es interrumpido.

 

 

 

–¿Francesa? Viví en Francia bastante tiempo, mi padre era empresario de una de las compañías más importantes embotelladoras de perfumes, y bueno, me fui de Japón cuando tenía seis años más o menos, además mi padre quería alejarse de la familia por un tiempo, ya sabes, problemas familiares y eso.

 

 

 

–Ah si, me lo dijiste jejeje; bueno, será mejor que entres a la casa y te pongas a descansar, es mejor para tu salud….. –susurró y se alejó dos pasos hacia atrás.

 

 

 

–¡Espera! ¿Me darías tu número? Me gustaría hablar con otro ser humano en las próximas horas, obviamente, que no sea mi fastidioso hermano –una sonrisa coqueta decoró su hermoso rostro. Syusuke se acercó a él en signo de comprensión y tomó su celular.

 

 

 

–¿Tienes celular?

 

 

 

–Si, si tengo –dijo buscando, hurgando, entre sus ropas para encontrar un pequeño móvil con tapa celeste y destellos plateados, aquel artefacto parecía brillar con tan solo sacarlo; a Syusuke le gustó aquel detalle–. Bien, aquí esta el mío –dijo mostrándole el número en la pantalla, el joven lo marca rápidamente y lo guarda.

 

 

 

–Syusuke, pero puedes decirme “Suke”.

 

 

 

–Ah, tú puedes decirme Seiichan –habló para finalmente mandarle un mensaje que llegó rápidamente al celular de Fuji, cuando ambos ya terminaron aquel proceso se despidieron amablemente y cada uno abandonó su postura para ingresar a la casa e irse de ella.

 

 

 

 

 

El sonido de la puerta fue la separación de dos almas incomprendidas, dos adolescentes en busca de un amor que turbulento les traería más de un problema.

 

 

 

 

 

 

 

Continuará.

Notas finales:

Bueno, este es un fic que no creo que dure demasiado, ya que los horarios me están apretando (es decir, no creo que dure más de 20 capítulos o algo así). El punto aquí es la relación interfamiliar o el incesto, como se lo puede llamar. Es doloroso, bastante estresante y se palpitará desde el principio hasta el final. ¿Por qué decidí que Tezuka-Sanada sean amigos de la infancia? Ambos tienen una forma muy parecida de ser, regida por su época de nacimiento para nada liberal, donde los principios morales y éticos tienen un gran peso. Por otro lado, creo que ambos tienen pinta de viejazo en el anime/manga, algo así como “viejos jóvenes”, por lo que decidí aumentarles la edad: Sanada contaría con unos 29 o 30 años, mientras que Tezuka tiene 27 años a 28.

 

 

 

¿Y la relación de Syusuke-Seiichi? Bueno, esta surgió cuando hice el capítulo éste, me pareció divertido dado que Seiichi sufre de una terrible enfermedad, por lo que no puede ir a la escuela y hacer sus clases normalmente como cualquier otro chico, por lo contrario Syusuke es un reciente graduado, o al menos se va a graduar ese mismo año, creí que sería interesante dado que los dos tienen conductas similares aunque diferentes visiones de la vida. Syusuke tiene 17 años, y Seiichi tiene 15 para 16.

 

 

 

Este fic será actualizado cada mes, es como una revista que sale por mes XDDDD. Comentarios ya saben donde y como dejarlos, pueden hacerme preguntas pero si hay algo del capitulo que no entendieron. A pesar de que el fic se basa en el hospital, habrá muy poco vocabulario médico para hacerlo comprensible.


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