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La misión por kiauchiha

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Notas del capitulo:

Todos los personajes de Harry Potter pertenecen a J. K. Rowling.

Este es mi primer fic de Harry Potter. No estoy muy segura de cómo habrá salido, así que acepto críticas de todo tipo.

Gracias por leer!

El incesante goteo en la esquina norte de la celda despertó a Harry del estado de duermevela en que había caído. Desorientado, intentó despejarse agitando bruscamente la cabeza, cosa que no consiguió más que acentuar el dolor que ya de por sí sentía en las sienes. Fue al intentar despejar su cara que cayó en la cuenta que estaba sujeto, mediante grilletes, a una de las paredes del lugar, imposibilitado de cualquier tipo de movimiento por ninguna de sus extremidades.

Fue entonces que recordó el por qué de su situación, cayendo la verdad sobre su cuerpo como un jarro de agua fría. Se hallaba prisionero, atrapado en no sabía qué lúgubre lugar a manos de los mortífagos, que no esperaban sino el momento en que Voldemort se apareciera para dar fin a su vida. O eso es lo que él suponía, puesto que nadie había tenido la amabilidad de informarle de nada desde su captura.

Miró a su alrededor en busca de algún detalle que pudiera ayudarle a ubicarse mejor, pero no había nada a la vista reconocible. La celda de tres por tres metros se hallaba cercada por rejas metálicas, dejado ver unos grandes corredores en los que podía distinguir docenas de celdas iguales, si bien todas desocupadas. Estuviera donde estuviera, se halla sólo en el lugar.

No recordaba exactamente cuánto tiempo le habían tenido retenido, pero calculaba que ya se acercaba a la semana.

Se hallaba en una misión de reconocimiento junto con otros miembros de la Orden del Fénix, cuando cayeron en la emboscada. Habían sido informados, mediante fuentes fidedignas, de una reunión de mortífagos en una casa abandonada cerca de la antigua mansión Riddle. En cuanto se aparecieron allí se dieron cuenta que habían sido traicionados. Los mortífagos estaban esperándolos, y sólo la destreza de los miembros de la Orden los salvó de una muerte segura a manos de los magos oscuros. Fue durante la retirada, que ocurrió la desgracia. Luna, que había estado cubriendo la huída de alguno de los miembros más jóvenes, fue abatida por un hechizo aturdidor cayendo en manos enemigas. Él había estado luchando cerca de la Ravenclaw y se lazó en su defensa en cuanto vio el panorama. Mediante un protego, fue rechazando y esquivando hechizos hasta situarse al lado del mortífago que sujetaba a la joven, consiguiendo arrancarla de sus brazos justo en el momento en que el otro se desaparecía, de tal mala suerte que no pudo evitar que en contra, el mortífago lo tomara a él del brazo. Nada más aparecerse en el nuevo lugar, apenas si tuvo tiempo para lanzar un expelliarmus cuando sintió que le noqueaban en la nuca, volviéndose todo negro para él. Para cuando despertó de la inconsciencia, ya se hallaba encadenado en esa prisión, en espera de su sentencia.

Lo más sorprendente de todo, es que hasta el momento no lo habían torturado ni maldecido hasta el desmayo. Supuso que en medio de la guerra, y siendo él el-niño-que-vivió, si alguna vez cayera a manos del enemigo éstos no iban a tener piedad con él. Un avada era lo más piadoso que podía esperar a mano de los seguidores de Voldemort, y sin embargo estaba allí, vivo tras siete días tras su captura, con todos los huesos de su cuerpo intactos por el momento. Cierto que algunas magulladuras tenía. Los carceleros que se encargaban de llevarle la comida no tenían ningún reparo en darle como propina unos cuantos golpes bien dados. Pero qué era eso a cambio de seguir a esas alturas con vida, ¿verdad? No podía ni imaginar qué oscuros planes podría estar tramando Voldemort para no haber acabado aun con él.

El sonido de pasos acercándose le sacó de sus pensamientos. Fijó su vista en los recién llegados, viendo cómo se acercaban tres encapuchados con una figura más menuda entre ellos. ¿Quizá otro prisionero…?

- ¡No! ¡Soltadme! ¡No tenéis ningún derecho! ¡Soltadme…!

¿… Malfoy? Harry abrió grandes sus ojos, sorprendido, en cuanto reconoció la voz. ¿Qué demonios hacía Draco Malfoy allí abajo? ¿Acaso él también era un prisionero? Hacía mucho que no sabía nada del rubio. De hecho desde el día en que Malfoy había huido con Snape, tras su fallido intento por matar a Dumbledore, no había vuelto a saber nada del rubio. Tras la muerte del director y una vez dado a conocer su testamento, había aceptado a regañadientes que Snape había actuado bajo órdenes directas de Dumbledore, matándolo para impedir que Malfoy cometiera un crimen. De esta forma, aceptó al antiguo profesor de Pociones como nuevo director de Hogwarts durante su último curso, así como en las reuniones de la Orden en donde la ayuda de Snape era clave como espía del Señor Oscuro. Ni por un segundo se había planteado qué había sido del rubio. Había dado por supuesto que tras la huida se había unido a las fuerzas de la Serpiente convirtiéndose así en mortífago como su padre. Después de todo, eso era lo más lógico.

- ¡Pagaréis por esto! ¡Si mi padre se entera os matará! ¡Soltadme…! ¡He dicho que me soltéis! – la voz del rubio se oía cada vez más aguda, teñida un poco por el pánico en su última exclamación.

- Oh… vamos, Malfoy. – una voz burlona se dejó oír tras la capucha del que parecía ser el cabecilla del grupo. – En verdad no querrás desobedecer las órdenes del Lord… ¿verdad? – rió estridentemente tras eso. – Ya verás cómo lo disfrutas… después de todo, no todos pueden presumir de haber obtenido los favores del grandísimo Harry Potter… - más risas se escucharon tras su última frase, coreadas por los dos mortífagos que llevaban prácticamente a rastras al rubio.

Tras escuchar esto, podía aseverar que fuera lo que fuera lo que querían hacerle a Malfoy, él tenía algo que ver.

Tras abrir la puerta de su celda, los cuatro visitantes se introdujeron en ella, obligando al rubio a caminar hasta colocarlo enfrente suya.

- Vaya… buenos días, su majestad. – saludó burlonamente el cabecilla. – Te hemos traído un regalito… Espero que sepas apreciarlo bien… - dijo señalando a Malfoy, el cual intentaba aun deshacerse de las manos que lo mantenían quieto en esa posición.

- Muérete. – respondió con la voz rasposa tras apenas haberla usado durante su cautiverio.

- ¡Qué amable! – espetó con sorna el mortífago. – Y yo que esperaba mejores modales de un Gryffindor… Ya me agradecerás más tarde. – sentenció mientras hacía aparecer una silla en mitad de la celda. – Acomodad a nuestro huésped. – ordenó a los otros dos, mientras tomaba entre sus manos al escurridizo rubio, que no paraba de mandarle toda clase de improperios y miradas envenenadas.

Sintió cómo los encapuchados soltaban los grilletes de la pared y le transportaban hasta sentarle en la silla, sujetando sus manos inmóviles a su espalda y atando sus pies a las patas del asiento. Éste, a su vez, se hallaba anclado al suelo, de modo que de nuevo se encontraba totalmente inmovilizado, con la salvedad que esta vez estaba sentado.

- ¿Ya te aburriste de golpearme de pie? – inquirió el ojiverde con sorna mientras elevaba una de sus cejas. No entendía nada de nada.

La pregunta fue ignorada completamente por su carcelero, que se encontraba bastante ocupado intentado arrastrar a Malfoy para situarlo de nuevo frente a él.

- ¡Basta ya, Malfoy! – ordenó con voz irritada abofeteando con fuerza la cara del rubio, harto ya de sus quejidos. – Harás lo que se te ha ordenado. Haber si al menos para eso sirves. – añadió malicioso.

Soltó por fin al rubio y se volvió hacia sus compañeros para salir de la celda, cerrando la puerta con llave tras ellos.

- ¡Me importa una mierda lo que ese malnacido haya ordenado! ¡Ya puedes pudrirte si piensas que lo haré! – gritó con rabia el rubio hacia las figuras que se alejaban. - ¿Me has oído? ¡Muérete esperando a que lo cumpla!

- ¿Si… ? – la voz salió de nuevo burlona desde las sombras del encapuchado. – Supongo que no querrás ver muerta tu madre, Malfoy. – amenazó veladamente. – Si sabes lo que te conviene, para cuando vuelva ya habrás terminado.

La cara del rubio palideció más de lo que ya estaba, mientras apretaba los puños con rabia.

- ¡No te atrevas a acercarte a ella!

- Pues entonces ya sabes lo que hacer, bonito. – fue la escueta respuesta. – Tienes una hora. – sentenció antes de desaparecer por los corredores.

- ¡Maldito! ¡Maldito! ¡Maldito!...

Sentado en la silla y en silencio, no podía hacer nada más que observar cómo Malfoy daba vueltas por la celda maldiciendo una y otra vez. Todavía no entendía nada de nada, aunque estaba claro que el rubio tenía que hacer algo que no quería. Aunque no sabía que tenía que ver él con todo eso.

Malfoy no había cambiado demasiado en esos años. Al menos no comparado con él mismo. El rubio seguía teniendo casi la misma altura y complexión que cuando estudiaban en Hogwarts. La cara con los rasgos más definidos, dejando atrás las redondeces típicas de la infancia, le daban un toque algo angelical a ese rostro, aun con el rictus de disgusto y enfado que tenía en ese momento. Quizá lo más raro era verle sin el pelo engominado y ese peinado ridículo que utilizaba antes. Ahora llevaba el cabello algo largo, algo despeinado y con un ligero flequillo cayéndole sobre la frente. Por muy mal que le cayese, tenía que admitir que se veía bastante atractivo... Bonito, como le había llamado el mortífago. Malfoy se veía bastante bonito.

Ya hacía más de dos años que había terminado los estudios, y la imagen de Harry distaba mucho del enclenque muchacho que había sido por entonces. Bien por las comidas que la señora Weasley desde que no tenía que vivir con los Dudley, bien porque había dado el estirón, la cuestión es que en esos años el moreno había crecido tanto en altura como en complexión. No podía dejar de sentirse orgulloso al comprobar que le sacaría algo más de una cabeza al rubio. No por nada había aguantado durante toda su estancia en Hogwarts que Malfoy le ridiculizara por su estatura.

- Así que al fin eres un mortífago. Tu padre debe estar muy contento, ¿no, Malfoy? – preguntó con desdén al rubio.

- ¡Cállate, cara-rajada! – espetó con una mirada fulminante el rubio, sin dejar de maldecir entre dientes.

- Vaya, vaya… el hurón está de mala leche. – respondió burlón. Le hacía gracia que el rubio le siguiera llamando con ese estúpido mote… Pero quién era él para negarle el gusto al niño de papá… - ¿Qué pasa? ¿Tu amo y señor te ha mandado una misión y tienes miedo de cumplirla?

- ¡Que te calles! – Malfoy volvió su rostro enfadado hacia el moreno, quedándose quieto frente a la silla. – No sabes lo que estás diciendo, Potter, así que no hables. Si supieras lo que me ha mandado el Lord no estarías tan tranquilo…

- Por favor, Malfoy. Hay pocas cosas que no haya pasado ya. ¿Qué va a ser esta vez? ¿Cruciatus? ¿Avada? ¿Sectumsempra? Aunque siendo tú, seguramente ninguna de ellas… No podrías contener el temblor de tus manos… - aludió a la incapacidad del rubio de matar a Dumbledore en su sexto año.

- No… yo… - el rubio se mordió el labio indeciso. Todavía sentía la rabia en su interior por verse forzado a hacer aquello. No podía ni pensar en la humillación de tener que pasar por ello. Si tan sólo Potter no hubiera sido atrapado… Pero cómo no, tenía que venir a joderle la vida el maldito niño-que-vivió. - ¡Todo es tu culpa! ¿Cómo cojones planeas ganarle la guerra al Lord si de buenas a primeras te dejas atrapar? ¡Si es que eres un inútil!

Vale. Estaba en shock. ¿De verdad Malfoy le estaba gritando por haber sido capturado? ¿Dónde estaba la cámara oculta? Abrió la boca para defenderse y volvió a cerrarla sin haber emitido ni un sonido. Toda la situación se le antojaba surrealista. Tenía que ser un sueño, sí, eso era. Un retorcido sueño en que Malfoy le llamaba inútil por no saber diseñar mejor sus estrategias para vencer a Voldemort. Vivir para ver…

- ¡San Potter tenías que ser! ¡Tenías que proteger a Lovegood, verdad! ¡No podías salvar tu maldito culo como el resto del mundo! ¡De qué mierda sirve tu heroísmo Gryffindor si por tu culpa pierden la guerra! – Malfoy seguía imparable, desquitando su rabia contra el moreno, de forma por demás bizarra, - ¡… Y ahora por tu culpa yo tengo que…! – se detuvo sonrojándose ante el sólo pensamiento.

- ¿Tú tienes que, qué? – preguntó intrigado Harry. Curioso ante lo que pudiera decir el rubio. Muy malo tenía que ser lo que fuera que estuviera obligado a hacer si Malfoy prefería que él no hubiese sido atrapado.

El rubio giró su cabeza indeciso, sin saber muy bien cómo continuar. La amenaza del mortífago todavía resonando en sus tímpanos, forzándole a hacer lo que en otras condiciones hubiera sido impensable. Pero era la vida de su madre lo que estaba en juego. No podía arriesgarse a que le hicieran algo. No a ella. No a la única persona que le quedaba.

- No hago esto por gusto, Potter. Así que no pienses cosas raras… - aclaró en voz baja acercándose decidido hacia el rehén. Cuanto antes comenzara, antes terminaría.

- ¿Pero qué…? – interrogó sorprendido Harry en cuanto sintió las manos del rubio sobre su cuerpo.

Malfoy lucía sonrojado mientras le desabrochaba el pantalón con manos temblorosas. Sin mirarle en ningún momento a los ojos, le bajó la cremallera y forcejeó con el moreno al tratarle de bajar los pantalones, consiguiendo tras un par de minutos bajárselo con ropa interior incluida hasta los tobillos, dejando a un Harry desnudo de cintura para abajo que le miraba con dagas en los ojos.

- ¿Qué mierda te crees que haces, Malfoy? ¿Se supone que Voldemort te ha mandado para que me violes? ¿Así es como disfrutan los mortífagos últimamente? – espetó furioso el moreno.

Sin hacerle ningún caso, el rubio se agachó en el suelo y se ubicó entre las piernas separadas del moreno. Con las mejillas aun más encendidas que antes, inspiró aire profundamente para darse ánimos y agarró con su mano derecha el pene flácido, comenzando a masajearlo lentamente de arriba abajo, buscando ponerlo duro.

- ¡¿… Qué?! ¡Qué haces, Malfoy! – gritó espantado el Gryffindor, demasiado sorprendido para insultar a su némesis. Eso no podía ser real. Malfoy no podía estar arrodillado entre sus piernas, masturbándole con las mejillas sonrojadas…. Y, que Merlín le asistiera…. ¡Él no podía estar poniéndose duro ante la situación!

Pero Merlín no aparecía, y si eso era un sueño ya estaba tardándose demasiado en despertar. Lo único que Harry sabía era que esa mano se sentía como el paraíso, y que su pene estaba disfrutando de lo lindo, irguiéndose cada vez más firme en la pálida mano del rubio.

Notando cómo aquello cada vez se erguía más, Draco acercó su rostro a la entrepierna del moreno y abrió su boca introduciéndose el miembro lo más que podía, abarcando casi la totalidad de su extensión. Cerrando los ojos por el bochorno, comenzó a subir y bajar la cabeza, masajeando el duro miembro con sus labios y ensalivando todo a su paso. Nunca había hecho una mamada anteriormente, pero presuponía que no lo estaba haciendo del todo mal, a juzgar por los gemidos ahogados que escuchaba salir de los labios de Potter y por el miembro en su boca que cada vez se endurecía más y se hacía más grande. Aun con el pene dentro de su boca, lamió con la lengua todo lo que pudo, succionando al notar cómo le resbalaba la saliva por los labios, sin dejar en ningún momento de mover la cabeza de arriba a abajo.

Harry sentía que se moriría allí mismo del gusto. Si Voldemort había planeado matarlo de placer, desde luego que había escogido a un buen candidato. Ya podía venir en ese momento a leerle la mente cuanto quisiera, porque por Merlín que él no era capaz de pensar en nada más que en esa húmeda y cálida boca que envolvía su pene de forma tan deliciosa. ¡Y a la mierda el hecho de que fuera Malfoy el que le estaba haciendo sentirse en la gloria! Una mamada era una mamada, y por Merlín que el rubio sabía hacer una.

Cuando Draco sintió el gusto del líquido preseminal fue que se apartó. Potter no tenía que correrse en su boca. Retirándose con cuidado del cuerpo sudoroso del preso, quedó de pie indeciso sobre lo que hacer a continuación. Nunca antes había pasado por ninguna situación parecida, y se sentía algo inseguro. Con manos aun temblorosas, se apresuró a quitarse sus propios pantalones y quedarse él mismo desnudo de cintura para abajo.

- ¿… Malfoy? – preguntó Harry observando fijamente al rubio. Éste se hallaba medio desnudo enfrente suya, con la cara sonrojada ladeada hacia un lado, luciendo algo inseguro. Aun en la situación tan surrealista en la que se encontraba, no pudo dejar de apreciar la belleza del joven ante él. En el estado excitado que lo había dejado el rubio, sintió cómo su libido ascendía todavía más ante el espectáculo.

Finalmente, guiado por sus instintos, avanzó despacio hacia Potter, situándose de cara a él, pasando una pierna a cada lado de las del moreno, quedando de pie en su regazo, con las manos en los hombros del chico más alto como apoyo. Sonrojado a más poder y humillado ante lo que venía a continuación, guió con una de sus manos el miembro del moreno hasta colocarlo en la entrada de su ano, manteniéndolo fijo allí.

- ¡¿… Draco?! ¿Estás seguro que… ? – ante la sorpresa, Harry ni notó que había llamado a Malfoy por su nombre.

Sin hacer caso del reclamo del moreno, comenzó a descender despacio, intentando relajar su entrada lo más posible para facilitar la entrada. Le dolía horrores, pues el pene de Potter era bastante grande y él era virgen, pero hizo caso omiso del dolor y siguió descendiendo. Finalmente, sin poder aguantarlo por más tiempo, se dejó caer con todo su peso sobre el miembro del moreno, dejando salir una exclamación de dolor al sentir cómo éste entraba en su totalidad en él, desgarrando su entrada, de la que salían algunos hilillos de sangre.

- ¡Merlín, Draco! ¿Estás bien? – la voz le salió estrangulada. El interior de Malfoy lo apretaba deliciosamente, tenía que hacer grandes esfuerzos para no correrse en ese preciso momento. Volvió el rostro para observar al rubio, quien mantenía los ojos cerrados y las manos bien sujetas a sus hombros. Junto con el grito de dolor, habían escapado un par de lágrimas que ahora caían primorosas por sus mejillas hasta perderse en su barbilla, mientras que le clavaba las uñas fuertemente en la piel.

Más por instinto que por otra cosa, acercó sus labios al rostro de su némesis y limpió con sus labios las lágrimas, depositando un beso ligero en la punta de la nariz del rubio.

Draco, sorprendido ante el gesto, abrió sus ojos encontrándose de frente con las verdes esmeraldas de Potter, que le miraban con preocupación. Prendado por un momento de esa mirada, se obligó a girar el rostro hacia el otro lado al mismo tiempo que se movía ligeramente, de modo que el pene de Potter salió de él, para volver a introducirse suavemente, consiguiendo un gemido bastante audible por parte del moreno.

Aun con el dolor en su entrada, empezó a ascender y descender sobre el miembro de Potter, guiándose por los gemidos de éste para acompasar sus movimientos. Fue en una de las penetraciones cuando sintió una sensación maravillosa extenderse por su cuerpo al tocar el pene del moreno algún punto dentro de él.

- ¡Ahhh… ¡ - sin poder evitarlo, sus labios se abrieron para dejar escapar un gemido de placer. Abochornado, giró aun más su rostro hacia el lado, evitando por todos los medios que el moreno le viera el rostro. – Ahhh… ahh… ahhhh… - gemía sin poder controlarse, guiando sus movimientos de modo que las penetraciones fueran más profundas y tocaran siempre en ese punto mágico.

- Merlín… Draco… Eres… eres delicioso… - murmuraba Harry sin estar consciente del todo de lo que decía. Se sentía tan bien dentro del rubio… - Ahhh… Merlín… - no podía dejar de gemir. Movía todo lo que podía sus caderas, buscando entrar más profundamente en el rubio. Le dolían las manos por las ganas que tenía de abrazar y guiar a su gusto al cuerpo que se movía encima suyo.

- Ahhh.. ahhh… - Draco se empalaba fuertemente, cada vez más rápido, buscando la mayor fricción posible con ese miembro que le hacía sentir morir del placer. Su propio pene, ya duro, se frotaba contra las ropas de Potter, gustoso y ansioso por más contacto. Actuando totalmente bajo sus instintos, rodeó con sus brazos los hombros del moreno, acercándose lo más que podía al duro cuerpo, empalándose más y más rápido mientras frotaba su pene contra Harry. Ni siquiera se dio cuenta de cuándo los labios de Potter se posaron sobre su blanco cuello, besando, lamiendo y succionando todo lo que podía.

Ambos se movían frenéticos, cerca ya de la culminación.

- Draco…

No pudo evitarlo, pero escuchar su nombre salir en un susurro necesitado le llevó a mirarlo por instinto, de modo que no acertó a apartar su rostro cuando ya los labios de Potter estaban sobre los suyos y su lengua entrando en su boca, barriendo su interior y ofreciéndole su sabor, enredándose con placer con la suya mientras succionaba los labios delgados de Draco con frénesi.

Entregado al placer, Draco se dejó besar y devolvió el beso con igual pasión, acariciando la nuca del moreno con sus dedos mientras sentía cómo su pene entraba deliciosamente una y otra vez en él.

- Di mi nombre… - susurró Harry sobre sus labios, jadeante. – Di mi nombre…

- Harry… - aquello fue el detonante. Apretando su entrada, estalló finalmente derramándose entre ambos cuerpos, mientras seguía empalándose sobre el moreno. – Harry… ¡Harry….! – gimió su nombre nublado de placer.

Nada más escuchar su nombre se derramó en el interior de Draco, dejando escapar un gemido de placer, vaciándose fuertemente dentro del rubio.

- Ahhh… - gimió Draco al sentir cómo la leche de moreno lo llenaba, moviéndose cada vez más despacio hasta que quedó sentado encima del ojiverde, jadeante e intentando recuperar la respiración.

En cuanto tuvo de nuevo la mente despejada, se sintió realmente avergonzado por haber disfrutado del acto. No se suponía que tenía que gustarle el haberse dejado follar por Potter. Intentó ponerse de pie, pero las piernas le fallaron, quedando de nuevo recostado sobre el moreno. Azorado, desvió la cara hacia un lateral intentando por todos los medios tocar lo menos posible al hombre bajo él, aun y teniendo todavía el miembro de Potter dentro de él.

Harry observaba el rostro de Draco, sonrojado y sudoroso tras el sexo. El flequillo se le pegaba a la frente por el sudor, y las mejillas se le coloreaban más a cada segundo que estaba encima suyo. Había notado el intento fallido del rubio por levantarse, y comprensivo, decidió que lo mejor sería mantenerse callado hasta que Malfoy pudiera levantarse y sentirse con más aplomo para enfrentarse a él. Seguramente el hecho de sentir a Harry todavía dentro suyo no lo hacía sentirse muy cómodo.

Tras cinco minutos, comprobó que las piernas no le fallarían al levantarse, y se apartó presuroso del cuerpo firme del moreno. Avergonzado al ver cómo le resbalaba el semen por las piernas, se vistió lo más rápido posible para tapar su desnudez. Una vez listo y sin dirigirle siquiera una mirada, invocó un hechizo de limpieza para el moreno y le ayudó a vestirse también, apartándose inmediatamente después de su lado.

- Draco… - llamó Harry intentando entablar conversación. – Draco… Malfoy… - llamó más fuerte, al ver cómo era deliberadamente ignorado. – Vaya… ¿ahora eres mudo? No creo que tuvieras antes ningún problema… Has gemido bien alto… - dijo con sorna en un intento por que le respondiera el rubio. Más no obtuvo más que una mirada de muerte por parte del ojiplata. – Joder, Draco. ¿Me vas a explicar a qué ha venido todo eso? – preguntó finalmente enfadado por el mutismo del otro. - ¿Qué demonios pasa? ¿Por qué lo has hecho? ¿O es que vas follándote a todos los presos? ¿Esa es tu misión? ¿Servir de puta a los presos?

- ¡Cállate! – explotó el rubio con furia. - ¡Cómo te atreves! ¡Quién mierda te crees que eres, Potter, para tener derecho a hablarme así! – acercándose peligrosamente al moreno, estampó su puño en el estómago de éste, haciendo que se doblara por el dolor. – Nunca… ¡Nunca te atrevas a insinuar algo así! – susurró venenosamente en su oído mientras le apuntaba peligrosamente con su varita. – Olvida lo que acaba de pasar, porque jamás se volverá a repetir, ¿me oyes? ¡Jamás!

No dio tiempo a nada más. Justo en ese momento volvió a aparecer el mortífago encapuchado que había guiado a Malfoy hasta la celda.

- ¿Ya estás? – preguntó interesado al ver a ambos chicos juntos.

Draco ni siquiera se dignó en responderle. Guardando su varita, pasó al lado del recién llegado y salió de la celda apresuradamente, perdiéndose sus pasos en la galería.

- Espero que hayas disfrutado mucho, Potter. – dijo socarrón el mortífago mientras le devolvía su posición inicial sujeto a la pared del fondo. – A muchos les hubiera gustado estar en tu posición… El chico Malfoy es toda una preciosidad, ¿verdad? – comentó con lujuria. – Algún día probaré esa deliciosa piel…

Harry le miró asqueado. Por encima de su cadáver iba ese a posar sus manos sobre Draco.

- ¿Qué gana Voldemort con todo ésto? ¿Por qué ordeno a Malfoy que se acostara comigo?

- Jajaja… Ingenuo Gryffindor como siempre… - se burló su carcelero mientras salía y cerraba la puerta. – Usa un poco tu mente, héroe. Malfoy no se limpió a sí mismo tras el acto, ¿verdad? ¿Y cuál es la finalidad última del acto sexual?

Abrió los ojos sorprendido por la idea que había cruzado su mente. No podía ser… Eso no.

- Un sucesor. Nacido de un sangre limpia y del mismísimo Harry Potter. Aquel que sucederá al Señor Oscuro.

Y con esta última frase, desapareció entre las penumbras dejando a un moreno totalmente conmocionado ante la noticia.


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