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PASTELITO por Orseth

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Notas del fanfic:

Notas del capitulo:

HOLIS HOLIS DEGENERADOS AMANTES DEL LEMMON, AQUI ORSETH REPORTANDOSE... NO ME ODIEN, AUN SIGO TRABAJANDO CON "SI TU ME QUISIERAS" ES SOLO Q PARA RELAJARME UN POCO ESCRIBI ESTE ONE SHOT Y REIRME UN RATO (ESPERO Q A USTEDES TAMBIEN LES GUSTE)

BESITOS!!!

PASTELITO

 

 

 

            -Nos vamos a San Mungo –exclamó Harry tomando de la muñeca a un Draco de seis años de edad que se resistía con todas sus fuerzas obviando el hecho de que muchas no eran- y no me interesa tu opinión.

 

            -¡No quiero ir! ¡Suéltame! –gritó Draco dejándose caer al suelo mientras retorcía su muñeca dentro de la firme garra de Harry.

 

            -¡¿Piensas quedarte de esa edad para siempre?! –respondió Harry arrastrándolo tras de sí.

 

            -¡Fue un simple accidente!

 

            -¡Precisamente por eso debemos ir a San Mungo!... no sabemos qué otras consecuencias nefastas pueda tener tu dichosa poción rejuvenecedora.

 

            -¿¡Acaso no escuchas tarado, que no quiero ir?! ¿¡Eres sordo o idiota?!

 

            Harry se volvió sintiéndose una olla exprés con la válvula tapada en un fogón a plena llamarada; el Draco de seis años y el de veintidós con el que actualmente vivía, podían ser igualmente desagradables.

 

            -Mira Draco…

 

            -Ya dije que no voy a ir a San Mungo… -exclamó Draco poniéndose de pie- así que me sueltas o…

 

            -¿O qué? –Interrumpió Harry levantando una ceja- ¿vas a golpearme?

 

            -¿No me crees capaz?

 

            -De lo que tú no me crees capaz es de que puedo levantarte y llevarte a San Mungo con tu cooperación o sin ella ¿verdad? –respondió Harry sin soltarlo.

 

            -Suéltame.

 

            -No.

 

            -¡Que me sueltes! –exclamó Draco pateando la espinilla de Harry haciéndolo soltarlo para después echar a correr inmediatamente intentando no caer de bruces debido a su ropa excesivamente grande para su pequeño cuerpo.

 

            -¡Mal… maldito niño! –gimió Harry creyendo ver estrellitas del puro dolor mientras se sobaba la espinilla- y todo por mi grandiosa idea.

 

            Cierto… todo el asunto venia de tres años atrás, cuando al cumplir ambos diecinueve años y decidieran vivir juntos, a Harry se le ocurriera la idea de adoptar un perro.

 

            -¿Y un perro para qué? –Había exclamado Draco arrugando su naricilla- tienen pulgas y se orinan en todos lados.

 

            -No todos tienen pulgas y si se les educa adecuadamente no se ensucian en todos lados.

 

            -Pues no sé, no creo que sea buena idea –dijo Draco cruzándose de brazos.

 

            __________________________________________________________________________

 

           

 

            Finalmente, después de semanas de insistencia, Draco había dado su brazo a torcer, por lo que seguía la complicada tarea de elegir al susodicho.

 

            -¿¡Un albergue para perros?! –Había exclamado Draco horrorizado- ¡¿Por qué no una tienda de mascotas?!

 

            -Porque así podemos rescatar a algún perrito que haya tenido mala vida y darle la oportunidad de ser feliz –había respondido Harry con naturalidad.

 

            -No proyectes tus traumas en nuestra futura adquisición, Harry.

 

            -Ni son mis traumas ni es una adquisición Draco, no estamos llevándonos un mueble a casa.

 

            -Claro que no, un mueble no come ni caga ni hecha pelos ni pulgas.

 

            -No seas tan amargado, ese perrito puede ser tu amigo fiel, tu inseparable compañero.

 

            -¡Agh!... eres un cursi ridículo, me vas a provocar un coma diabético –exclamó Draco rodando los ojos- un Malfoy jamás entrara a un albergue, óyelo bien.

 

            Pero tras días y días de fastidiosa insistencia, Harry había conseguido que Draco accediera, por lo que por fin una tarde, lo arrastró tras de sí a un albergue para perros en donde después de cumplir con todos los requisitos, regresaron unos días después.

 

            -Por Salazar… -bufó Draco fastidiado- creo que ni para adoptar un niño piden tantos malditos requisitos, todo hubiese sido más fácil si hubiésemos ido a una tienda de mascotas como la gente normal.

 

            -Ya, no seas quejumbroso –exclamó Harry emocionado comenzando a pasear entre las jaulas acompañados de uno de los encargados del lugar; solo que en ese momento el celular de Draco, quien a insistencia de Harry había aprendido a usar modificándolo para hacerlo funcional en el mundo mágico habiéndolo encontrado realmente útil.

 

            -Tengo que irme –dijo Draco después de haber atendido la llamada.

 

            -¿Ahora?... ¡no inventes! –exclamó Harry contrariado.

 

            -Lo siento, recuerda que estoy a prueba en la empresa de mi papá y que me advirtió que no habría favoritismos conmigo.

 

            -Si, claro ¿por eso ganas el triple de lo que ganan tus demás compañeros que al igual que tú, trabajan medio tiempo y estudian?

 

            -Eso no tiene nada que ver –dijo Draco alzándose de hombros al tiempo que se daba la vuelta ante la incredulidad de Harry- elige un buen perro, algo bonito y con clase, adiós.

 

            Harry ya no tuvo tiempo siquiera de protestar, por lo que lo único que pudo hacer fue comenzar a caminar por el pasillo de jaulas viendo toda clase de perros, desde grandes, pequeños, pelones, peludos y demás, hasta que por fin, ya en la última jaula, vio justamente lo que estaba buscando.

 

            -Ese… -dijo al cuidador- me llevo ese a casa.

 

            -¡Ah!... el buen Pastelito –respondió el hombre sonriendo- es un gran perro, lo vamos a extrañar, te aseguro que no te arrepentirás.

 

            -Eso espero.

 

            __________________________________________________________________________

 

 

 

            Marcando el reloj diez minutos para las ocho de la noche, Draco llegó a la casa que compartía con Harry.

 

            -¿Harry?... ya llegué, siento haber demorado mucho.

 

            -Aquí, en la cocina preparando la cena ¿Cómo te fue?

 

            -Bien –respondió Draco llegando hasta él y quitándole el cuchillo que tenía en una mano y el tomate de la otra para pegársele al tempo que le estampaba un profundo beso.

 

            Ya con las manos libres, Harry le rodeo la cintura para luego bajar sus manos hasta el firme trasero del rubio, quien habiéndosele colgado del cuello, se estremeció al sentir a Harry estrujárselas con fuerza.

 

            -Espera… -dijo Harry interrumpiendo el beso- ¿no me vas a preguntar?

 

            -¿Preguntar qué? –exclamó Draco contrariado al ver su delicioso beso interrumpido.

 

            -¿Cómo que qué?... pues del perro.

 

            -¡Ah, el perro!... bueno ¿y que con el perro? –dijo Draco besándole el cuello.

 

            -Pues ya lo traje, está en la sala, de hecho me sorprende que no lo hayas visto al entrar, vamos.

 

            -¿Ahora? –replicó Draco prácticamente arrastrado fuera de  la cocina.

 

            -Sí, ahora.

 

            -Pero Harry, tengo en mente cosas más interesantes en mente que ver a un pulgoso perro.

 

            -No tiene pulgas.

 

            Draco ya no dijo nada, simplemente rodo los ojos dejándose llevar.

 

            En cuanto llegaron a la sala rodearon el sofá para dar directamente con…

 

            -¡Tarán! –exclamó Harry con aire triunfal señalándole un cojín con forma de huella  en donde dormía el nuevo integrante de la familia.

 

            Draco parpadeó un par de veces antes de poder hablar.

 

            -Un momento….dijo después de unos momentos- Harry…

 

            -¿Sí?

 

            -Dijiste que adoptaríamos un perro.

 

            -Pues si ¿y?

 

            -Haber, por principio de cuentas… ¿eso es un perro? –exclamó Draco desconcertado.

 

            -¿Qué significa eso? –Respondió Harry frunciendo el ceño- ¡claro que es un perro!

 

            Draco examinó a la criatura que dormía apaciblemente en su cojín sin hacer el menor caso de lo que pasaba a su alrededor.

 

            -Por lo menos hubieras escogido a un animal vivo.

 

            -Solo está cansado, a que es lindo ¿verdad? –dijo Harry hincándose junto a él y comenzando a acariciarlo.

 

            Al recibir las caricias de Harry, la susodicha criatura se levantó perezosamente permitiéndole a Draco verlo mejor.

 

            -Por las mini bolas de Dumbledore… -dijo Draco alzando ambas cejas al ver a  un perro de no más de treinta centímetros de altura con el pelaje de color gris y blanco erizado en la panza y la barbilla; orejas gachas, a la que por cierto a una le faltaba un cacho, ojillos vivaces y la hilera inferior de dientes sobresaliendo del pequeño hocico- Harry ¿estás seguro que eso es un perro? ¿Qué raza es? Nunca había visto un animal así.

 

            -Bueno… -dijo Harry un tanto inseguro- la raza no está definida, es una cruza y fue rescatado de la calle.

 

            -O sea que es un vil perro callejero corriente.

 

            -Pues no tiene pedigrí si es a lo que te refieres –replico ceñudo Harry.

 

            -Puedo darme cuenta de eso aunque no me lo hayas aclarado.

 

            -Pero eso es lo menos ¿verdad Pastelito?

 

            -Un momento… -dijo Draco entrecerrando los ojos- ¿me estás hablando a mí o al perro?

 

            -¿Por lo de Pastelito?

 

            -Ajá.

 

            -Al perro por supuesto.

 

            -¿Esa cosa se llama Pastelito?... no juegues Harry –exclamó Draco comenzando a reír.

 

            -Sí, así le pusieron en el albergue.

 

            -¿Y se lo podemos cambiar?... ¿cambiar el nombre con el perro incluido?

 

            -No, Pastelito se queda y fin de la discusión –exclamó Harry con firmeza al tiempo que se levantaba- iré a terminar de preparar la cena y tú deberías ayudarme, mañana tengo que realizar una inspección y debo presentarme más temprano.

 

            -Perro Harry, esa cosa…

 

            -Esa cosa tiene nombre.

 

            -Bueno, el perro…

 

            -El perro se queda y punto.

 

            Al quedar solo, Draco suspiro profundo mientras veía al pequeño perro que lo miraba fijamente; entonces, tan de repente que Draco no tuvo tiempo ni de moverse, Pastelito corrió hasta él levantándose en sus patas traseras al tiempo que recargaba las delanteras en las piernas del rubio.

 

            -¿¡Pero qué rayos…?! –exclamó Draco sorprendido viendo como Pastelito bailoteaba alegremente a sus pies.

 

            El curioso perrito movía la cola ansioso mientras Draco lo miraba sorprendido; hasta que finalmente, el rostro del rubio fue suavizándose hasta formar una sonrisa.

 

            -Vaya… -dijo inclinándose y cargando al perrito- eres feo, tienes dientes de balcón y un nombre por demás ridículo y cursi… pero al parecer no eres tan desagradable.

 

            Harry, quien veía todo desde la puerta de la cocina, solo sonrió mientras regresaba a sus labores.

 

            Desde ese día, Draco y Pastelito fueron compañeros inseparables ante la mirada divertida de Harry, quien nunca se atrevió a sacar a flote la reticencia inicial de su compañero.

 

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            -¡Ah!... ¡ah!... ¡mmm!... –se quejaba y gemía Draco boca abajo en la cama mientras estrujaba la almohada con la manos- ¡sí!... ¡así Harry!...

 

            -¡Estas… tan… caliente por dentro! –Balbuceó Harry penetrándolo una y otra vez al tiempo que se sostenía con sus manos a los costados del rubio- Pas… pastelito…

 

            -¿S-si… Harry? –respondió Draco jadeante.

 

            -No, tu no Draco… hablo de Pastelito…

 

            -¿Y?... ¿Qué hay con él?

 

            -Que esta mirándonos… -dijo Harry sin dejar de mover sus caderas enterrándose lo más fuerte que podía- no me gusta que nos vea… mientras te hago el amor…

 

            -No… no digas tonterías… -respondió Draco abriendo mas las piernas.

 

            -No son tonterías… voltéate… -dijo Harry haciendo que Draco se pusiera boca arriba colocándose sus tobillos en sus hombros- me da pena… que nos vea…

 

            -Pues si no dejas de decir tonterías… ¡ah!... –exclamó Draco sintiendo de nuevo el pene de Harry entrar en él de golpe- el pastelito que te estás cogiendo… te va a mandar a volar…

 

            Harry sonrió y dio una última mirada a Pastelito, que con la peluda cabeza ladeada, miraba muy atento como sus dos amos brincoteaban muy alegremente sobre la cama.

 

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            No había reunión, paseo, salida al campo o a donde fuera, a la que Pastelito no los acompañara; desde las vacaciones de los chicos en la playa en donde se la pasaba ladrándole a los cangrejos, hasta reposar la cabeza en las piernas de Draco quien a su vez descansaba la suya en las piernas de Harry frente al acogedor fuego de la chimenea mientras leían algún libro, conversaban, se besaban o simplemente oían música.

 

            No faltaron las pantuflas y los calcetines mordisqueados, o los muebles “bautizados”  a lo que Draco saltaba persiguiéndolo con una chancla siendo defendido al momento por Harry argumentando que “a los hijos no se les golpeaba”… ciertamente el rubio nunca llego a darle un solo chanclazo a Pastelito acabando la chancla en más de una vez aterrizando en la melenuda cabeza de Harry.

 

            A tres años de haber llegado Pastelito a sus vidas, una mañana el pequeño y travieso perrito simplemente no quiso comer.

 

            -¿Qué pasa amigo? –preguntó Draco mientras le acariciaba la cabeza.

 

            Toda la tarde Pastelito permaneció igual ante la creciente preocupación de los chicos; al día siguiente lo llevaron al veterinario, quien después de examinarlo cuidadosamente con varios pases de varita finalmente se volvió a los preocupados chicos.

 

            -¿Y bien? –Preguntó Harry- ¿Qué tiene?

 

            -Años… -respondió el veterinario- eso es lo que tiene.

 

            -¿Años? –Repitió Draco arrugando el ceño- ¿a qué se refiere?

 

            -Su perro ya está muy viejo ¿Qué edad tiene exactamente?

 

            -Pues… -dijo Harry intentando recordar- cuando lo sacamos del albergue ya tenía doce años.

 

            -¿¡Doce años?! –exclamó Draco sorprendido- ¿¡porque nunca me lo dijiste?!

 

            -Porque nunca me lo preguntaste, al albergue llego siendo un cachorro, pero nadie lo adoptaba por feíto.

 

            -¿Y cuanto tiempo lleva con ustedes?

 

            -Tres años.

 

            -¡Vaya!... –exclamó el veterinario sorprendido- quince años es una larga vida para un perro.

 

            -Bueno, como sea ¿Qué le va a dar? –exclamó Draco ante la extrañeza del veterinario.

 

            -Bueno… -respondió el hombre- realmente no hay nada que pueda hacer, el animalito ya está cansado, solo puedo suministrarle algunas vitaminas y nada más.

 

            -¿¡Nada más?! –Exclamó Draco enfurecido- ¿pues qué clase de veterinario es usted?... ¿acaso compró su titulo?

 

            -Draco… -intervino Harry.

 

            -Me llevo a mi perro con alguien que sepa lo que hace –declaro Draco tomando a Pastelito en brazos y saliendo de ahí.

 

            -Lo lamento –dijo Harry al quedar solo con el veterinario.

 

            -No te preocupes, yo entiendo muy bien lo que pasa, no es fácil aceptar que un buen amigo se tenga que ir.

 

            -Gracias.

 

            Después de visitar a cinco veterinarios más, quienes les dijeron lo mismo, Draco y Harry regresaron a su casa.

 

            -¿A dónde vas? –preguntó Harry al ver a Draco ir con Pastelito en brazos a su estudio.

 

            -¿Qué no lo ves? –respondió Draco sin siquiera volverse.

 

            -Bueno si, ¿pero qué vas a hacer?

 

            -No molestes –fue lo único que dijo Draco antes de cerrar de un portazo.

 

            Toda la noche la paso Draco encerrado con Pastelito ante el pesar de Harry, quien también quería pasar más tiempo con su querida mascota; pero también sabía lo mucho que Draco había llegado a querer al perrito, por lo que simplemente se fue a acostar.

 

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            Al día siguiente, al apagar la alarma de su despertador, Harry cayó en cuenta de que el otro lado de la cama estaba vacío,  por lo que poniéndose su bata bajó al estudio encontrándolo cerrado.

 

            -¿Draco, estas ahí? –preguntó tocando la puerta sin obtener respuesta- Draco… Draco voy a entrar…

 

            -¡No! –se escuchó desde adentro desconcertando a Harry al desconocer la voz.

 

            -¿Draco?

 

            -Estoy bien, puedes irte a trabajar.

 

            Al escuchar eso, Harry supo que definitivamente algo raro pasaba, por lo que yendo por su varita abrió la puerta encontrándose con un pequeño niño rubio de no más de seis años de edad mezclando varias sustancias en tubos de ensayo.

 

            -¡¿Draco?! –exclamó Harry estupefacto.

 

            -¿Y quién más? –respondió Draco arremangándose las mangas.

 

            -¿¡Qué demonios hiciste?!

 

            -¿Qué no lo vez? –Respondió Draco ceñudo- fue un pequeño error de cálculo.

 

            Harry no salía de su estupor de ver  a su amante convertido en un pequeño de seis años con su sedoso pelo rubio alborotado e intentando hablar como un adulto.        

 

            -Obviamente me equivoque en un ingrediente… -dijo Draco rascándose la cabeza- solo que ahora no puedo recordar muy bien que ingredientes añadí.

 

            -Draco ¿hiciste eso para rejuvenecer a Pastelito? –preguntó Harry adentrándose en el estudio.

 

            -Si, pero antes tenía que probarlo yo, hice tres intentos variando la receta original y nada, hasta este ultimo en el que pareció funcionar, solo necesito perfeccionarla pero no recuerdo que le puse.

 

            -Draco, lo que hiciste fue muy peligroso, ninguna poción rejuvenecedora es permanente, solo duran un par de horas, además no está hecha para animales.

 

            -Precisamente por eso necesito adaptarla y que también sea más “duradela”

 

            -Duradera… -corrigió Harry muy preocupado- así que modificaste la formula.

 

            -Si, necesito más mandrágora y ya no hay ¿podrías encargar más con carácter de urgencia?

 

            -No, lo que vamos a hacer es ir directamente a San Mungo, quien sabe qué demonios le agregaste a esa poción.

 

            -¿Estás loco?... Pastelito no va a aguantar mucho, debo darme prisa.

 

            Harry miró a Pastelito, quien se había acurrucado en un sofá para dormir.

 

            -Draco, esto ya se pasó de la raya, nos llevaremos a Pastelito mientras te checan en el hospital.

 

            -Dije que no.

 

            -Pues yo no te estoy preguntando, iré a cambiarme y nos vamos.

 

            -No iré -Harry miró el decidió rostro del niño quien se había cruzado de brazos en una actitud claramente hostil- y si me llevas a la fuerza te acusaré con mi papá.

 

            -¿Perdón? –graznó Harry.

 

            -Si, le diré que me obligaste a la fuerza.

 

            Harry ya  no pensó en corregir las redundantes palabras de Draco; recordó que la poción rejuvenecedora no solo quitaba años físicamente, sino que también modificaba la mentalidad y sentimientos según la edad.

 

            -Aunque creo que en Draco la mentalidad es la misma –pensó Harry torciendo la boca.

 

            Miró a Pastelito que dormía tranquilamente y luego a Draco sopesando la situación; con pesar reconoció que por su perrito ya nada podían hacer, era simplemente esperar lo inevitable, lo urgente era tratar a Draco y considerando la obstinación del pequeño, la cordura solo estaba ya en el mayor.

 

            -Draco… -dijo suavemente- con Pastelito ya nada puedes hacer, ya esta viejito y quiere descansar.

 

            -Pero podemos hacerlo más joven ¿podrías encargar ya la mandrágora?

 

            -Escucha… -dijo Harry acercándose a él quedando casi a la altura del pequeño por estar éste parado sobre una silla- esta poción no está hecha para animales, la química es distinta y la reacción es diferente, si le das esto a Pastelito podría ser contraproducente.

 

            -¿Qué es “cro-co…producente”? –preguntó Draco parpadeando desconcertado notándosele a leguas que no había entendido ni jota de lo Harry había dicho.

 

            -Que si le das tu poción a Pastelito se puede morir al instante –explicó Harry pacientemente sintiéndose mal al ver la carita entristecerse.

 

            -Entonces ayúdame tú.

 

            -Mi fuerte nunca fueron las pociones, además Draco, este tipo de mezclas requieren mucho tiempo.

 

            -Pero…

 

            -Mejor vamos a ver a un medimago –dijo Harry tomándolo de la manita- y después…

 

            -¡No! –Exclamó Draco soltándose- ¡ya te dije que no iré!

 

            -Draco, entiende…

 

            -¡No y no! ¡Y ya te dije que si me obligas te acusare con mi papá  y él te convertirá en un mugroso piojo y te pisara hasta que no quede nada de ti!

 

            -Por Griffindor… -susurró Harry masajeándose el puente de la nariz.

 

            -¡Y ahora vete de aquí si no piensas ayudar!

 

            -¿Y dejar que te mates tú y de paso al pobre perro?... ¡claro que no! –dijo Harry tomándolo de los costados y bajándolo al suelo.

 

            -¡Ya soy grande y no me puedes obligar!

 

            -Nos vamos a San Mungo  –exclamó Harry tomándolo de la muñeca continuando con la discusión hasta  recibir el puntapié en la espinilla.

 

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            Cuando salió del estudio aun cojeando, Draco había desaparecido, por lo que procedió a buscarlo por toda la casa sin encontrarlo.

 

            -¿Dónde rayos se metió?

 

            Draco mientras tanto se había quitado la camisa, los pantalones y los zapatos para tener libertad de movimiento quedando vestido solamente con una larga camiseta de algodón y bóxer de color azul marino que por ser ajustables le quedaron a la medida.

 

            Se había escondido en el armario, pero entonces la puerta se abrió apareciendo Harry con muy mala cara.

 

            -Te encontré.

 

            -¡Pues… pues así no se vale! –tartamudeo Draco sobresaltado.

 

            -¿Acaso estábamos jugando a las escondidas?

 

            -No, pero… pero…

 

            -Escucha –dijo Harry acuclillándose para estar a la altura del pequeño- yo también estoy triste por lo de Pastelito.

 

            -Pues no parece.

 

            -Pero así es… ¿no es mejor estar todo el tiempo posible con él, a perderlo escondiéndote de mí?

 

            -Pero si lo hacemos más joven ya no se morirá y podremos estar con él todo el tiempo que queramos.

 

            -Cariño, no se puede –dijo Harry acariciándole una mejilla.

 

            -¡Mentiroso! –exclamó Draco dándole un zape a Harry volándole las gafas.

 

            Sorprendido, Harry se sobó la mejilla mientras Draco salía del armario.

 

            -¡Espera! –dijo Harry tomándolo de la muñeca.

 

            -¡No, suéltame! –gritó Draco zapateando en el piso

 

            -¿Qué rayos haces?

 

            -¡Quiero que me sueltes! –respondió Draco zafándose de Harry y tirándose al piso.

 

            -¡Por Griffindor!... –exclamó Harry con las cejas levantadas- ¿acaso estas haciéndome un berrinche?

 

            -¡Quiero que hagas la poción y se la des a Pastelito!... ¡y no necesito ir a san Mungo!

 

            -Ya te daré yo lo que necesitas –dijo Harry arrugando el ceño al tiempo que tomaba a Draco del suelo ante la sorpresa de éste, quien no entendía que pasaba hasta que Harry lo puso sobre sus rodillas.

 

            -¿¡Q-que vas a hacer?!

 

            -Lo que tus padres no hicieron –dijo Harry levantando su mano para estamparla con fuerza en el trasero del pequeño.

 

            -¡Ay! –gritó Draco al sentir un ardor justo donde Harry le había atizado la nalgada… nalgada que fue seguida por otra y otra y otra y otra y otra y otra más…

 

            -Esto es lo que a niños como Duddley y como tú les hizo falta.

 

            Ni los pataleos ni las lágrimas que ya escapaban de los ojos grises conmovieron a Harry, quien después de una buena tanda de nalgadas, bajó a Draco colocándolo frente a sí.

 

            -Muy bien… -dijo poniendo sus manos en los pequeños hombros- primero, a los adultos no se les pega ¿entendido?... Draco ¿entendido?

 

            -S-si… -respondió Draco entre berreos desgarradores y trágicos.

 

            -Segundo, las cosas no siempre van a ser como queremos y debemos obedecer a los mayores ¿de acuerdo?

 

            -Si… -respondió Draco llorando a moco tendido.

 

            -Y tercero, no se deben hacer berrinches, eso es de muy mal gusto ¿entendido jovencito?

 

            -Si…

 

            -Muy bien –dijo Harry poniéndose de pie y tomando al niño en brazos- ahora iremos a San Mungo para que te regresen a la normalidad

 

            -P-pero… pero… ¿y Pastelito? –balbuceó Draco.

 

            -Lo llevaremos con nosotros, de algo me tiene que servir que les haya salvado el culo a todos, así que tendrán que aceptar a nuestro perro en el hospital.

 

            Y así, en bata de dormir, con perro y niño llorón, Harry llego a San Mungo, en el que con “gran amabilidad” aceptaron al perro en el consultorio donde Draco fue revisado, en el que después de unos urgentes análisis de sangre, dieron su diagnostico.

 

            -Bueno… -dijo el medimago tras su escritorio- los ingredientes que le agregó harán que el efecto dure aproximadamente unas veinticuatro horas descontando por supuesto el tiempo que ya pasó, por lo demás no habrá problemas, solo le recomiendo que no vuelva a hacer este tipo de mezclas si no cuenta con la debida preparación; podría haberse causado daño cerebral, imagine tener el cuerpo de un adulto con la mentalidad de un niño.

 

            -Ah… si es por eso no se preocupe, entonces el daño cerebral siempre lo ha tenido –dijo Harry viendo a Draco quien miraba muy atento a una snitch miniatura que volaba en círculos alrededor de un poste de anotación.

 

            -Tome –dijo el medimago dándole un par de pociones- una cucharada cada seis horas y con eso estará bien.

 

            -Gracias por su atención –dijo Harry a punto de levantarse, solo que Draco, quien todo el tiempo había estado sentado en sus piernas, le dijo algo al oído haciéndolo sonreír.

 

            -Disculpe… -dijo el moreno- ¿no tiene algún premio para los niños que se portan bien?

 

            -¡Oh sí, es verdad! –exclamó el medimago sacando una paleta del cajón de su escritorio y dándosela a Draco, quien la tomó encantado- disculpen, es que olvide que en estos momentos en verdad es un niño.

 

            -¿Cómo se dice? –dijo Harry revolviéndole el cabello.

 

            -Gracias.

 

            -Por nada, pequeño.

 

            Cuando Harry se levanto con Draco en brazos, Pastelito, quien en ese momento estaba echado a un lado de la silla, se levanto para seguirlos.

 

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            Cuando llegaron a casa, le dio a Draco le medicina, los suplementos vitamínicos a Pastelito e hizo de comer, después vio como Draco y el perrito jugueteaban un rato.

 

            Draco corría feliz descalzo por el piso de madera brillante vestido solo con calzoncillos y la enorme camiseta mientras Pastelito caminaba perezosamente a su lado moviendo la loca alegremente para después echarse a dormir sin que  ningún poder humano lograra levantarlo de nuevo.

 

            -¡Anda, vamos a jugar! –Decía Draco acostado en el piso junto a él- ¿Harry, porque ya no quiere jugar conmigo?

 

            -Porque está cansado –respondió Harry desde el sofá.

 

            -Pero si casi ni hemos jugado.

 

            -Sí pero ya esta viejito, se agota muy rápido.

 

            Al oír eso, Draco se levanto y se dirigió hacia Harry para preguntar con rostro serio.

 

            -¿De verdad no podemos darle la poción para hacerlo más joven?

 

            -No –dijo Harry suavemente- podríamos lastimarlo.

 

            Los ojitos de Draco comenzaron a llenarse de lágrimas, por lo que Harry le tendió los brazos haciendo que el pequeño rubio se le trepara a las rodillas y recostara la cabeza en su hombro mientras decía hipando:

 

            -No quiero que se muera…

 

            -¿Te acuerdas de tu abuelito Abraxas?

 

            -S-si… -gimoteo Draco abrazando a Harry.

 

            -¿Recuerdas que poco a poco dejo de jugar contigo y de contarte cuentos?

 

            -Si… solo quería dormir en su mecedora todo el día a pesar de que yo le picaba la nariz.

 

            -Es que ya estaba muy viejito y solo quería descansar.

 

            -Si, pero siento muy feo que Pastelito se muera… -dijo Draco escondiendo el rostro en el cuello de Harry.

 

            -Lo sé –respondió Harry abrazando el pequeño cuerpo- yo también.

 

            Draco se durmió en sus brazos. Por lo que a media noche lo llevo a la cama en donde lo acostó sin que este despertara acomodándose junto a él, mientras que Pastelito, quien los había seguido, se había echado a los pies de la cama.

 

            Apenas amaneció, Harry y Draco ya adulto, colocaron a Pastelito en medio de ambos, en donde moviendo solamente la cola, se durmió entre mimos y palabras dulces para ya no despertar.

 

            Mientras acariciaba las cálidas orejitas, Draco percibió movimiento a su lado, por lo que se giró viendo a Harry llorar.

 

            -Lo lamento… -dijo atrayéndolo hacia sí- me he comportado como un verdadero imbécil no tomando en cuenta que tu también lo querías mucho.

 

            Harry ya no respondió, simplemente abrazó el peludo cuerpecito dejándose a su vez abrazar por Draco.

 

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            Seis meses después, aun tristes por la ausencia de Pastelito, Draco hablaba con Harry.

 

            -Te digo que yo tampoco quiero reemplazar a Pastelito, pero creo que no sería tan mala idea tener otra mascota.

 

            -No Draco, ya te dije que no, no quiero encariñarme con ningún otro animal, se siente muy feo cuando se mueren

 

            Draco ya no insistió, simplemente al día siguiente y sin que Harry supiera, fue al mismo albergue del que habían sacado a Pastelito.

 

            -Todo listo –dijo el mismo señor que los había atendido la vez pasada- como ustedes ya tienen un expediente abierto, no hay problema en que vuelvan a adoptar a otro de nuestros animalitos; es una pena que Pastelito se haya ido, pero me alegra en verdad que los últimos años de su vida hayan sido muy felices… sígueme, te mostrare las jaulas.

 

            Draco caminó por entre las jaulas viendo a los animales hasta que sus ojos dieron con algo que lo hicieron detenerse mientras pensaba:

 

            -Rayos… creo que tendré muchos problemas  cuando Harry llegue a casa.

 

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            -¡Ya llegué! –exclamó Harry esa tarde dejando su chaqueta en el sofá mientras se dejaba caer en el.

 

            -Hola –saludó Draco muy sonriente mientras salía de la cocina- hoy preparé tu platillo favorito- bueno yo no… -añadió al ver la sonrisa socarrona de Harry- pero lo encargué a tu restaurante favorito.

 

            -Ah… -respondió Harry mirándolo ahora con ojos entrecerrados mientras recibía un efusivo beso- ¿Qué quieres?

 

            -¿Yo?

 

            -No, el vecino… ¡por supuesto que tú!

 

            -Yo nada… bueno si… -replico Draco como no queriendo la cosa.

 

            -Ya decía yo –dijo Harry sonriendo- bueno ¿y qué es?

 

            -Quiero que me prometas que no te vas a enojar.

 

            -¿Qué hiciste? –pregunto Harry con una ceja levantada.

 

            -Yo nada… bueno si… -replico Draco de nuevo- ven… -añadió poniéndose de pie jalando a Harry de la mano instándolo a seguirlo.

 

            -¿A dónde vamos?

 

            -No me has prometido que no te vas a enojar, Potter.

 

            -Draco, cuando dices eso me das miedo, haces cada cosa que…

 

            -No lo has prometido –interrumpió Draco.

 

            -Y no lo haré.

 

            -Que pesado –dijo Draco llegando al estudio- cierra los ojos.

 

            -No quiero.

 

            -¡Anda!

 

            -Draco…

 

            -Solo cierra los ojos, no te va a pasar nada –dijo Draco rodando los ojos, por lo que sin más remedio, Harry obedeció.

 

            -¿Qué te traes, Malfoy?

 

            -Nada, nada… acércate un poco más… listo, ábrelos.

 

            Cuando Harry abrió los ojos, miró en la dirección que Draco le señalaba encontrando una cesta con… una, dos, tres, cuatro, cinco diminutas bolitas peludas que dormían  con toda tranquilidad dándose calor mutuamente.

 

            Harry parpadeo un par de veces antes de poder articular palabra.

 

            -¿¡Que rayos…?! –Balbuceó al fin- Draco… ¿Qué es eso?

 

            -Son perritos –respondió Draco muy sonriente.

 

            -¡Ya sé que son perritos, no estoy ciego, sabes a que me refiero!

 

            -Hoy fui al albergue –dijo Draco hincándose junto al cesto y tomando un perrito de color negro- y encontré estos cachorritos.

 

            -Habíamos dicho que no –exclamó Harry molesto.

 

            -Tú dijiste que no –corrigió Draco acunando al perrito, que en esos momentos bostezaba perezosamente.

 

            -Como sea, no quiero perros.

 

            -Su mamá fue atropellada en el Londres muggle y un mago que pasaba por ahí la llevó al albergue; ella murió pero sus cachorritos sobrevivieron ¿verdad que están monos? –dijo Draco regresando al perrito al cesto provocando que los demás comenzaran a despertar.

 

            -No me interesa –dijo Harry dándose la vuelta.

 

            -Potter, no seas así –exclamó Draco molesto- yo acepte a Pastelito aun cuando había dicho que no.

 

            -¡Pero era diferente, tu ya habías aceptado!... ¡además hablamos de cinco perros, Draco; cinco perros!

 

            -Pero están huerfanitos –dijo Draco sonriendo al verlos levantarse olisqueando a su alrededor con curiosidad.

 

            -Pues entonces adopta todo el albergue.

 

            -No seas amargado ¿no sientes feo el echarlos a la calle de nuevo?

 

            -No pienso echarlos a la calle, simplemente buscarles otro… otro… -dijo Harry quedando a media frase al ver a la pequeña manada de diminutos perros correr hacia él- ¡hey!... –exclamó al ver a uno de color blanco con manchas café comenzar a juguetear con los cordones de sus zapatos deportivos mientras uno más se atravesaba de panza en el otro pie.

 

            Draco no dijo nada mientras reía divertido como Harry bailoteaba para no pisarlos.

 

            -Oye… -dijo el moreno levantando al cachorrito que le masticaba el cordón- eres muy travieso, eso  no se hace.

 

            -¿Entonces? –dijo Draco sentándose en el suelo con las piernas cruzadas.

 

            Harry fue a sentarse a su lado seguido de la perruna manada, la cual comenzó a encimársele en las piernas.

 

            -Cuidado… -dijo suavemente al ver rodar sobre sí mismo a un perrito de color blanco al fallar en su intento de subirse a su pie.

 

            -De razas ni me preguntes –dijo Draco acariciándole la panza a otro de ellos- es la misma que Pastelito.

 

            -¿O sea, unos viles perros callejeros corrientes? –preguntó Harry provocando que Draco estallara en carcajadas.

 

            -Si… -dijo para cuando paró de reír- unos viles perros callejeros corrientes.

 

            -Bueno… -respondió Harry exhalando un profundo suspiro- supongo que sería cruel regresarlos al albergue.

 

            -Muy cruel –repitió Draco asintiendo con la cabeza con gesto serio- y tú no harías eso, eres El Salvador del Mundo Mágico.

 

            -Si claro ¿y de cuando acá te tomas tan en serio ese estúpido mote? –dijo Harry alzando una ceja.

 

            -Siempre lo he hecho, solo que no me gusta demostrarlo.

 

            -Ajá…

 

            -¡Lo juro!

 

            -Bueno… -dijo Harry dejando al perrito en el suelo y mirando los labios del rubio- creo que merezco un gran premio por ser tan bueno.

 

            -No lo negare- respondió Draco alzando los hombros- finalmente eres San Potter… después de cenar te daré tu premio.

 

            -Eso tenlo por seguro, rubito.

 

            -No me digas “rubito”

 

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            Cuando Harry salió de cepillarse los dientes en el baño, solo alcanzó a sentir un tirón en todo el cuerpo que lo arrastró hacia la cama quedando sujetado de las manos y los tobillos; sin necesidad de que se lo dijeran, supo que Draco era el responsable, por lo que solo pudo sonreír mientras esperaba atrapado en la cama vestido solo con calzoncillos color vino.

 

            -¡Wooow! –exclamó al ver a entrar a Draco vestido con un ajustado pantalón de vinil negro a la cadera y una camisa del mismo color desabotonada por completo haciendo resaltar la blancura de su piel sosteniendo un cinturón en una mano- ¿y eso? –preguntó Harry al verlo azotarlo suavemente en la otra.

 

            -¿Acaso crees que ya olvidé la tunda que me diste?... ¡vaya que tienes la mano pesada!

 

            -Eso tú te lo buscaste –respondió Harry encogiéndose de hombros- y créeme que me te merecías mas, pero eres muy llorón.

 

            -¿Ah sí?... pues ya veremos quién llora ahora –dijo Draco reptando sobre la cama.

 

            Debido al alboroto, cinco cabecitas ladeadas veían muy atentos como sus dos amos brincoteaban alegremente sobre la cama.

 

 

 

 

 

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Notas finales:

BESITOS!!!!!!


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