Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sandy Nights por KakaIru

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Y sí, el resumen es parte del video Telephone, by Lady Gaga and Beyonce XD No me gusta mucho la canción pero esa frase me encanta xD

Notas del capitulo:

No más notas :) Excepto que esta parte me gusto mas que la anterior ;)

Sandy Nights

Un One-shot Gaara/Lee

 

 

—Ya todo terminó —susurró Gaara con un leve asentimiento, la yema de sus dedos moviéndose sobre los contornos de un rostro extremadamente familiar.

 

A sus palabras siguió el silencio, unos ojos cansados y tristes llenos de vacío.

 

Contempló y recordó aquella lejana tarde, cuando Lee llorara contra su pecho porque simplemente no podía soportarlo más. Esto, por supuesto, antes de ser tomado como prisionero, las máscaras de los ANBU reluciendo de rabia, sus puños tensos y el chakra controlado. Gaara los había visto tomar las muñecas de Lee con tanta fuerza que sus huesos habían crujido, y todo ese tiempo los ojos negros estaban puestos en él, disculpándose.

 

Tsunade había permanecido en silencio también, pensativa. Lee la miraba cansado, presumiendo su propia muerte sin lamentarse por ello. Cuando la Hokage preguntara sus motivos, lo había dicho todo como quien cuenta una historia, algo que ha sucedido a otra persona, que le ha herido muchísimo, pero no a él. Habló de su dolor como si no existiera, como si no siguiera consumiéndolo ahora más por el peso de la culpa. Y Tsunade había escuchado, ojos y oídos y tacto atentos, asintiendo en cada pausa, animándole para que siguiera.

 

Al término del relato, la decisión fue suya. “No puedes seguir siendo un ninja.” Las palabras, abrumadoras y concluyentes, se sintieron como una pluma sobre su pecho. Lee asintió con suavidad, porque era lo que esperaba. Era lo que se esperaba de ella.

 

Tampoco puedes continuar con vida.”

 

Y sin embargo había vivido, cosa que aún no terminaba de explicarse. ¿Por qué?

 

Ahora Gaara le miraba. Cada noche se escurría dentro de la celda, observándolo en silencio durante horas enteras. A veces, como aquella, se sentaba en el suelo, o se acercaba un poco hasta que el rostro de Lee estaba a un palmo de narices, pero no mencionaba palabra. ¿Era ese su castigo? ¿Ser juzgado en silencio?

 

Las primeras noches Lee había soportado el juicio, pero luego había caído en la desesperación. Gritaba a Gaara para que dijera lo que pensaba, le reclamaba por dejarle con vida, le exigía que hiciera lo que debía hacerse. Y ante todas sus demandas, ante todo su dolor, tan sólo un reservado mutismo que amenazaba con volverlo loco.

 

Cuando Tsunade declaró que Rock Lee, ex-ninja de Konohagakure, sería desterrado de su aldea y encarcelado en una de las prisiones de Suna, el alumno de Gai creyó que su Hokage había enloquecido. Tres noches después, encadenado a una sucia pared dentro de una sombría prisión de arena, con la imperturbable presencia del pelirrojo moviéndose con sigilo de un lado a otro, Lee estuvo convencido de que ese era el castigo. ¿Deseaba enloquecerlo? ¿Desesperarlo? Tal vez, cuando se cansara de moverse sin descanso, Gaara se decidiría a usar en él uno de sus mortales Ataúdes del Desierto. Era, después de todo, una muerte perfecta, cargada de ironía, adecuada para un traidor como él.

 

Eso era lo que pensaba, pero luego de tantos meses (¿o habrían sido años?) sin ver el final, Lee comenzaba a pensar que tal vez su destino era perecer con los años, alejado del mundo, y desaparecer sin pena ni gloria, como si no hubiese existido, como si la Hermosa Bestia Verde de Konoha no fuese ni siquiera un mito. Este pensamiento lo hirió aún más, y fue cuando no pudo soportarlo.

 

Esa noche de arena, Rock Lee estalló en llanto, y lloró como no había llorado nunca antes; por él, por ella, por Gai-sensei, por Konoha, por Gaara…

 

Gaara.

 

—¿Por qué? —susurró Lee, su voz rasposa por el desuso le arañó la garganta. Las palabras de Gaara (las primeras que le dedicaba luego de tanto tiempo) lo habían desconcertado casi de la misma manera que la mano benditamente mansa que frotó su mejilla, desapareciendo los últimos vestigios de lágrimas.

 

Los ojos aguamarina lo taladraron en silencio, pero no había en ellos ninguna seña de animadversión o inquina, tan sólo había contemplación, entendimiento. Miraba a Lee como quien mira a un caído, a un guerrero que ha llegado junto a un amigo muerto, sin pies ni manos, con lengua sedienta y ojos heridos. No lo resentía por haberse convertido en una carga, sino que lo observaba con orgullo y simpatía, como si pudiese compadecerse por su dolor.

 

Sus dedos suaves y ligeros delinearon cuidadosamente el mentón del pelinegro, sus labios, la nariz y las cejas. Cuidadosamente, como si constatara que, de verdad, estaba ahí, y no iba a marcharse, pues no se había ido en ese tiempo, y Gaara finalmente podía respirar de alivio. No había sido una pesadilla, aunque a veces deseaba que lo fuese.

 

—Acabó, Lee —comentó distraídamente mientras frotaba entre sus dedos varios mechones de pelo negro.

 

Gaara admiró las hebras que habían crecido salvajemente, acabando con el característico corte de bacinica, en cambio los cabellos cayendo grácilmente hasta casi tocar sus hombros. Gaara encontraba cierta fascinación al verlo, reprimiendo las ganas de perder sus dedos en la negra melena al verla crecer, indomable, pero finalmente cediendo a sus impulsos. Su cabello era tan suave, a pesar del polvo, de la arena y de la suciedad; era como correr los dedos a través de una nube, y era tan negro, contrastaba tan bien con la blanca piel de Lee…

 

—Gaara-san —el chico hizo el rostro a un costado, alejándose de la placentera caricia; porque no podía permitirse tal placer, no luego de lo que había hecho—, aún no acaba. Yo estoy con vida, Gaara-san. Pero Sakura-chan…

 

—Ella también.

 

—¿Q-Qué? —sus ojos negros se dispararon hacia Gaara, incrédulos. Su asombro era notable, su desconcierto, porque no podía ser posible eso que aquel clamaba, ¿cierto?

 

Sakura no podía estar con vida, porque Lee había visto su cuerpo laxo sobre la piedra, él había sentido sus huesos crujir, se había bañado en su sangre y… No pudo seguir pensando; su estómago se contrajo como si estuviese a punto de vomitar. Se mareó y tuvo que cerrar los ojos, e inspirar profundamente, tratando de ganar la compostura. Sakura estaba viva.

 

Viva.

 

—¿De verdad? —preguntó decorosamente, proyectando la imagen de un niño, sus ojos suplicantes.

 

Gaara asintió con gravedad, y estuvo a punto de sonreír.

 

—De hecho… —las palabras bailaron en sus labios, un poco entrecortadas porque había tenido noticias de la chica desde hacía muchísimo tiempo atrás. Pero, a diferencia de ese momento, tiempo atrás Gaara no hubiese podido tolerar esa expresión de felicidad y alivio en el pelinegro. Su corazón no lo habría soportado— Sakura me ha pedido que te diga algo —los ojos dubitativos de Lee tampoco lo reconfortaron—. Ella… quiere pedirte perdón.

 

Ante esto, un rostro azorado.

 

—¿P-Perdón? —como si fuese imposible de creer, luego de lo sucedido. Agachó el rostro, como aquella vez, y Gaara supo lo que vendría— Luego de lo que le hice…

 

Pálidos dedos alzaron su mentón, como aquella tarde, cuando los ojos del color del jade encontraron dos pozos negros que se derramaban.

 

—Quieres decir, ¿luego de lo que ella te hizo? —Lee se mordió los labios con fuerza y desvió la mirada.

 

—¿C-Cómo…?

 

—¿Cómo lo sé? —no habría forma de que él no se enterase de lo ocurrido— ¿Cómo podría no saberlo?

 

Tomó las mejillas de Lee entre sus manos, sus pulgares tratando de secar las lágrimas que seguían derramándose junto al arrepentimiento, y el dolor al recordar lo pasado, más que nada la causa, la traición. Es tan difícil sanar un corazón herido, más difícil aún volver a creer en el amor luego de tan terrible desencanto.

 

Lee se estremeció ante la profunda mirada del Kage, ante los intensos sentimientos que denotaba. Quiso preguntar el porqué pero sus labios no se movieron. Gaara lo miraba con adoración, con una aceptación sin límite ni medida. Eran los mismos ojos que tenía Gai-sensei cuando le repetía que Lee era su persona más importante, pero esta vez el sentimiento era mayor, y Lee sintió ahogarse dentro de aquel mar turbio y pesado.

 

—Gaara-san… —jadeó sin aliento, tratando de recuperar su rostro, el cual Gaara se negaba a dejar ir. El corazón de Lee latió desbocado, un ritmo desgarrador y triste resonando dentro de su pecho.

 

—Ella hizo lo que nadie había logrado, Lee —susurró Gaara en un tono tan bajo que fue casi imposible poder oírle, pero sus palabras encerraban tanta intensidad que era como si estuviese gritando con todas sus fuerzas—. Ella acabó con tu sonrisa, algo que ni siquiera yo pude hacer. Se atrevió a jugar contigo de esa forma, te lastimó de ese modo, ¿crees que no merecía lo que sucedió? —con cada palabra, Lee sentía su cabeza dar vueltas y vueltas, descontrolado, atrapado— La hubiese matado, lo habría hecho —masculló el pelirrojo apretando los dientes—. Si Tsunade no la hubiese protegido, la habría asesinado con mis propias manos ese mismo día.

 

—¿P-Por qué? —aunque en verdad no quería saber la respuesta, ¿o sí?

 

El pelirrojo lo miró fijamente, sin soltarlo, pero cuando habló, sus ojos se humedecieron de forma peligrosa.

 

—Porque ella estuvo a punto de destrozar lo más preciado para mí, Lee-kun —dijo con cándida familiaridad; Lee se estremeció en su sitio. En el fondo se negaba a aceptar tales palabras. Gaara está mintiendo, se dijo, ¿por qué habría de decirme esas cosas? Pero sus ojos no mentían, su sonrisa no mentía; su sonrisa—. A punto de destrozar mi única alegría, a punto de acabar con tu sonrisa y tu energía, que es lo único que tengo.

 

—Gaara-san…

 

—Pero ahora estás aquí —interrumpió, como si no le escuchara, y tal vez era eso, que no quería escuchar—. Estás en mis manos y yo me encargaré de que recuperes lo que ella me arrebató, de que vuelvas a ser tú. Sonreirás como antes, Lee, y olvidarás lo que ella hizo. Yo haré que la olvides.

 

Y terminó sus palabras con un beso. Cerró los ojos para no ver el desconcierto en las pupilas de Lee, y sus labios tan sólo acariciaron los otros, sin pretender nada más.

 

Cuando Gaara se separó, Lee tenía la misma expresión de estupefacción total, a pesar de que Gaara pudo notar el ligero rubor en sus mejillas.

 

—¿Lo dejarás en mis manos, Lee? —preguntó, la ilusionada espera visible en su tono por más que quiso ocultarlo— ¿Confías en mí?

 

Por respuesta, Lee sonrió dolorosamente, la sonrisa contrita atormentada. Confiar era tan difícil ahora… Pero Gaara nunca bromearía con esas cosas; él sabía lo importante que era el am… el cariño, y nunca traicionaría a Lee como Sakura lo había hecho. Gaara era diferente, ¿cierto? Si tan sólo pudiera creerlo.

 

—Quiero confiar, Gaara —dijo finalmente—. De verdad que quiero.

 

Y para el pelirrojo eso fue, por el momento, más que suficiente.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).