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La Prueba por Katrinna Le Fay

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TITULO: La Prueba


Capítulo: 1/3


Libro: Harry Potter


Pairing: T/N


Category: Clasificándose como Sweet, Angs, Romántico y quizá algo más.


Raiting/Warning: PG-13, corazones rotos, Celos (bastantes) antecesor de El Trato (vamos, que si ya lo leíste sabes lo que habrá)


Disclaimer: Yo no poseo a los personajes de Harry Potter, pertenecen a su Creadora J. K. Rowling y a sus respectivos socios comerciales. Ésta solo es una historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos. Lo único mío son la historia, las ideas y OCC (Personajes originales). De todas maneras si te gusta la historia y quieres publicarla, te pediría que antes lo consultes conmigo.


CAMPAÑA LE FAY : No permitamos que el PLAGIO se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una historia Robada, por favor denúnciala a sus respectivos dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto para el Autor y los lectores. Entre más luchemos, más saldremos adelante. ALZA LA VOZ, NO TE QUEDES CALLADO ANTE EL PLAGIO.


Tiempo: Anterior a El Trato


               En calidad de Universo Alterno.


FEEDBACK: katrinna_le_fay@yahoo.com.mx ó katrinna_le_fay@hotmail.com  


MSN:              shania_xs@hotmail.com


FACEBOOK: katrinna_le_fay@hotmail.com


Nota: Esta historia, por ser lo que es contiene OCC en los personajes (creo que eso está claro desde el momento en que se llama: FanFiction) y Slash. Si no te agrada esta temática, entonces no lo leas. De esa manera te ahorrarías algún sentimiento de contrariedad. Pero si te da curiosidad, entonces adelante. Recuerda que yo no me hago responsable de nada ya que es tu decisión. Gracias.


______________________________________________________________________


No pensaba en hacer nada de ellos (puedo jurarlo ante cualquiera) porque a mi parecer todo con ellos es bastante claro y entendible, pero por ustedes es que ahora les toca el turno^^



No se parece en nada a la historia entre Ron y Blaise…alguien me dijo que la relación entre Neville y Theodore era demasiado perfecta…bueno, aquí está entonces de dónde nació esa casi perfección. Disfrútenlo y gracias por darme luz ^^



Harry Potter le preguntaría alguna vez a su buen amigo Neville Longbottom, ¿Cuál es tú amor con Nott?


Y Neville contestaría todo tranquilidad, No existen secretos.


Harry no lo creería porque hasta Ron tenía algún secreto…o una historia romántica de trasfondo, pero le daría el beneficio de la duda únicamente porque su relación con el abogado era estable y dichosa.


La manera en la que se habían conocido y el cómo nació su relación era algo singular y tranquilo, muy distinto a lo de Ron con Zabini. Por eso Harry no comprendía cómo siendo Nott un hombre apuesto, y no dudaba que asediado, Neville permanecía tan despreocupado. El ojiverde no dudaba del amor que el reservado abogado le profesaba a su esposo, pero hasta Ron sentía celos infundados de vez en cuando, ¿cómo era posible que Neville no?


El medimago solo sonreiría y le tendería a su amigo la caja de ranas de chocolate que su esposo le compraba sin falta todas las semanas, y también se guardaría algunas cosas que tal vez jamás relataría.


Era verdad que Theodore y él vivían en una, quizá, inusitada “perfecta relación”. Pero ambos no tenían mayores problemas como pareja, se respetaban mutuamente, conversaban de lo que les ocurría, de lo que deseaban y sobre todo de las cosas que les molestaban. Cuando Neville se casó con Theodore Nott supo que no sería nada sencillo. No por lo que pudieran ser o fueron, sino por las distintas ideologías y pensamientos que tenían. El paso del tiempo les propició la estabilidad necesaria para respetarse y dejar pasar algunos asuntos que la mayoría de las parejas no toleraban.


Ciertamente había sido complicado pero con dos profesiones difíciles y que se conectaban muy poco, tuvieron que sacar provecho de todos los momentos libres para convivir en armonía.


El medimago era consciente de las habladurías a su espalda, no solo por sus milagros, sino por el esposo tan cotizado que tenía. Solía ignorarlo todo porque no le gustaba y además porque se trataba de simples chismes y envidias. Sin embargo existió alguna vez en que Neville no toleró las cosas y aprendió, de esa maravillosa forma en la que únicamente los Gryffindor de corazón saben, a sobrellevar la vida de distinta manera.


Harry siempre se preguntaría cosas que Neville jamás diría pero que siempre tendría presente aunque sus labios mostraran una sonrisa apacible y casi nunca se exaltara.


OoOoOoO


Neville jamás había tenido que sobrellevar relaciones o preocuparse por gustarle a alguien. La mayor parte de su existencia transcurrió entre su despistada forma de ser, pociones mal preparadas, deberes kilométricos, reprimendas, una guerra que casi lo deja fuera de la vida, la enfermedad de sus padres y posteriormente en sus estudios de medimagia. Jamás tuvo tiempo de preocuparse por esas cosas hasta que conoció al abogado Theodore Nott y su vida giró completamente.


Su historia de amor era sencilla pues el carácter poco expresivo del abogado y su atolondrada experiencia los llevaron por la línea recta de una linda relación y posteriormente a un matrimonio que dio mucho de qué hablar. Y aunque Neville siempre sabría que su propia popularidad era un tanto notoria, nada se comparaba a lo que su esposo generaba cada vez que pisaba algún lugar del mundo mágico. La algarabía, los suspiros, los aleteos de pestañas y las sonrisitas cordiales llegaban a exasperarle como nada en la vida, sobre todo cuando lo ignoraban y relegaban a un rincón. No le gustaba compararse y estaba acostumbrado a eso pues uno de sus amigos era Harry Potter, pero experimentar eso con su esposo era totalmente diferente. Por eso preferían pasear por el mundo muggle donde eran simplemente dos personas desconocidas y libres.


Sin embargo eso no fue lo único que toleró. Quien le hizo saber lo que era poner en peligro su matrimonio y sentir intensamente el verdadero deseo homicida, fue un joven cliente de su esposo.


Oh, Harry Potter no tenía ni idea de lo que Neville y Theodore habían tenido que pasar alguna vez ni lo que era capaz de hacer cuando se sentía amenazado por alguien…pero eso no tenía por qué saberlo nadie más que él, ¿cierto?


 


+++


+++


 


Todo comenzó un día, a unos meses de casado. Neville experimentaba nuevas cosas jamás contempladas para sí mismo, así como también más avances en torno a sus descubrimientos. Podía decir que se sentía pleno y agradecido por haber encontrado a una persona como Theodore Nott, que quiso compartir su vida con él. Tal vez no podía sentirse más sublime que en esos momentos, pero todo cambió una noche cuando su esposo no llegó a cenar.


Si algo respetaban ambos era por lo menos hacer alguna comida del día juntos. Dado los pobres lazos familiares de Neville y la débil comunicación que Nott mantenía con sus padres, era lo mínimo que podían hacer para sentirse en familia. Su nueva familia. Por eso, que Theodore faltara a algo tan sagrado como aquello, no auguraba nada bueno.


Neville aguardó un par de horas antes de ordenarle a su elfina domestica que retirara la cena, así que con preocupación invadió el lugar de trabajo de su esposo. Ambos siempre habían respetado sus áreas laborales, pero esa ocasión ameritaba una imprudente irrupción.


No se sorprendió de no encontrar a nadie, después de todo la hora de salida hacía mucho ya que había quedado atrás. Con bastante preocupación y procurando tener la varita al alcance, se adentró en el despacho que solo había pisado un par de veces, y la escena que encontró no le gustó en nada.


Nott, inusualmente sonriendo, cenando en la mesita del recibidor al lado de un chico bastante apuesto e igual de sonriente. Neville jamás sintió algo así en su vida, pero el hecho de que su estómago se comprimiera tanto como una bola de pergamino quemado no era un buen indicio.


Se mordió el labio inferior tan fuerte que lo sintió sangrar y estuvo seguro que un poco más y su mano rompería la varita que permanecía atrapada en su puño. Frunciendo el entrecejo y sabiendo que solo haría el ridículo si emitía algún ruido, decidió desaparecer de ahí, pero apenas girarse el chirrido de una baldosa suelta advirtió su visita.


-¿Neville?


Se giró y se guardó la mueca de disgusto.


-Hem…sí, yo…hola.-Saludó sonriente.


-¿Qué haces aquí, Neville?


Oh, bien, esa pregunta se le antojó bastante estúpida ya que la escuchaba.


-Bueno…yo solo…


-¿Está todo bien?, ¿Estas bien?


Bien, pensó el medimago una vez que su esposo se acercó a él para mirarlo con preocupación, al menos seguía recordando que existía.


-Claro, claro.-Dijo, sin ocultar su sonrisa.-Es solo que no llegaste a cenar y…


Sus ojos se desviaron inmediatamente al joven que se había puesto de pie y aguardaba casi inmóvil junto al sofá. Neville no supo como clasificar lo que experimentó, pero sí supo que el sujeto ese no le gustaba en nada.


-¿Emilly no te envió mi recado?


Neville miró nuevamente a su esposo y negó. Ni su secretaria, ni Dolly ni nadie le había dicho nada acerca de Theodore.


El abogado chasqueó la lengua y se apuntó mentalmente reñir a su atolondrada asistente.


-Lo siento, pero tuve que hacer algunas cosas. Lamento que te hayas preocupado.


Neville movió la cabeza como restándole importancia al asunto, pero sus ojos se movieron nuevamente hacia la figura estática tras su esposo.


-Hem…lo lamento mucho, Theodore. Todo esto es culpa mía.


La voz era suave aunque al medimago se le antojó hipócrita y molesta, pero le dio la razón. Por culpa suya su esposo había faltado a su compromiso con él. Además, ¿quién lo había autorizado para tutearle?


Nott se giró y sonrió levemente al joven.


-Son solo malos entendidos, así que no te preocupes por eso.


Neville había conocido a un Theodore poco expresivo con las personas, excepto con él cuando estaban en la intimidad. Mirarlo sonreír a alguien que no fuera mínimamente familiar, volvió a causarle malestar.


-Lo siento, soy el culpable por haber retenido a su esposo más de lo debido.


El joven inclinó la cabeza y él solo asintió.


-Él es Adiel Dubois. Trabaja para el ministerio Francés, en la división legislativa.


El joven le tendió cortésmente la mano y él respondió sin muchos deseos, pero tampoco podía ser tan descortés.


-Neville Longbottom.


-Encante, Monsieur Longbottom.


Alguna vez Neville le había dicho a su esposo que le encantaba cómo sonaba el acento francés, pero después de eso no estaba tan seguro de que le siguiera gustando.


-Su esposo está ayudándome a realizar algunos trámites legales y de suma importancia para que nuestros ministerios se alíen a la ley anti Death Eater. Cómo sabrá, muchos magos oscuros emprendieron huída a los países aledaños a Gran Bretaña y es imperativo que se les sancione. Nuestra ministra piensa que…


-Adiel.-Murmuró el abogado, llamando la atención del emocionado muchacho.-No es necesario que expliques con lujo de detalle lo que estamos haciendo.-Indicó Nott, observando el bochorno del otro.-Además Neville es medimago y no está muy familiarizado con las acciones legales.


Oh, Neville recordaba las millones de burlas de sus compañeros cuando sus pociones resultaban ser todo un fracaso imperdonable, sobre todo las ponzoñosas palabras de Snape después de eso y estaba seguro, podía jurar sobre la tumba de Albus Dumbledore, que nada de eso, ni la peor de sus humillaciones, le había dolido tanto como esas palabras.


Theodore estaba llamándolo implícitamente de tantas formas que prefirió no pensar en alguna palabra específica. Así que friccionando sus manos y extendiendo su sonrisa, habló.


-Fue un gusto conocerlo, Monsieur Dubois, pero debo retirarme.


-Por favor, llámeme Adiel.


Pero el joven apuesto de cabellos rubios rojizos, ojos grises y estilizada figura supo que no debía hablar más por el momento. La expresión de los ojos claros del medimago hablaba más que su sonriente boca.


-Neville…


-Solo vine para saber que estabas bien, constatando eso no tiene relevancia alguna que permanezca aquí importunando su trabajo. Me despido, hasta pronto.


Theodore quiso detener a su esposo pero la mano en su antebrazo se lo impidió.


-Créeme.-Murmuró el joven francés.-Déjalo ir.


Y el abogado así lo hizo, escuchando el “plop” de la chimenea principal.


Neville ni siquiera supo cómo llegó a su casa, lo que si supo fue que se encerró en su estudio a trabajar sobre algunos proyectos inconclusos y que su equipo en San Mungo necesitaba para seguir avanzando en algunas investigaciones.


Ni siquiera quiso pensar en lo que sucedió. Era quizá la primera vez que se sentía de esa manera pero no por eso daría su brazo a torcer. Con los años aprendió a ser fuerte emocionalmente y con Augusta Longbottom como madre sustituta, tuvo que aprender a marchas forzadas. No podía ofenderse por algo que quizá había sido dicho sin malas intensiones, pero la herida que sentía permanecería ahí por un largo, largo, largo tiempo y lo peor era que no podía predecir de qué manera esa ofensa sería pagada.


Por lo que respectó a Theodore, el llegar pasadas las dos de la mañana y no encontrar a su esposo en cama no le dio indicio de que algo estuviera mal. A veces su esposo le dedicaba bastante tiempo a sus investigaciones por lo que perder la noción del tiempo era algo típico de él, sin embargo unas horas después cuando buscó el cuerpo cálido de su consorte y no lo encontró, comenzó a preocuparse.


-¿Nev, sigues ahí?


Tocó suavemente en el estudio de su esposo y al no recibir respuesta se aventuró al interior.


El estudio de Neville era un algo bastante desordenado en el que muchas veces había querido poner su mano obsesiva pero que siquiera pensar en hacerlo le había valido varias amonestaciones por parte del medimago dormido sobre su escritorio.


Theodore lo miró y no pudo evitar sonreír. Mirarlo ahí solo le hacía recordar lo diferente que Neville era al resto de la humanidad, por eso se acerco y le dio un beso en la sien que medio despertó a su consorte.


-Buenos días, dormilón.


-¿Theo?


-Así es.


-¿A qué hora regresaste?... ¿qué hora es?


-Ya casi son las ocho, amor.


Neville se desperezó y se estiró tanto como pudo, despegándose un pergamino de la mejilla.


-Volviste a quedarte dormido.-Riñó Nott en tono consentidor, abrazando al que de inmediato se refugió en él.-Sabes que puedes enfermar.


-Lo sé.-Bostezó, acurrucándose en el torso del abogado.-Es solo que tenía que hacer algo y…


-Hoy también regresaré tarde. Las cosas con el ministerio Francés no están yendo muy bien, así que Adiel y yo trataremos de…


Apenas escuchar ese nombre, Neville se apartó de su esposo como si quemara, levantándose enseguida de la silla.


-¿Qué ocurre?-Indagó Nott, mirando que su consorte se alejaba de él.


-Tengo que ir al hospital, se me hace tarde.


Theodore miró salir a su esposo sin argumentar nada. En el tiempo que llevaba conociéndolo y casados, jamás lo había visto comportarse de esa manera, pero supuso que a veces le podía suceder a cualquiera, así que lo dejó pasar.


Decir que el humor del famoso medimago mejoró, era mentira, todo lo contrario. Probablemente había empeorado y aumentado de maneras que únicamente sus allegados podían determinar.


La sonrisa continuaba tatuada en sus labios pero en el fondo todo lo que hacía era pensar y pensar sobre ese francesito, en la manera tan familiar en la que trataba a su esposo y en el cómo este le correspondía.


A pesar de nunca haberse sentido así debía reconocer que tenía una ligera idea de lo que le sucedía, y lo peor era que no podía negarlo. Así que se dedicó, mentalmente, a estrangular al extranjero de muchas maneras poco comunes y que ameritarían bastantes años en prisión. Estaba seguro que su esposo alegaría demencia o algo así, pero como no estaba familiarizado con las acciones legales, no podía precisar las cosas.


Su cabeza repentinamente fue un caos que no terminó en todo el día, mucho menos al llegar a casa y encontrarse con que su amado esposo no estaba.


La única solución a todo eso era indagar sobre lo que ellos estaban haciendo, pero si volvía a invadir el espacio de su consorte, todo sería bastante obvio y era lo que menos deseaba aparentar. Así que pensando con detenimiento y exprimiéndose todo ese intelecto que supuestamente tenía, es que lo decidió.


-¿Theo?-Llamó el medimago la mañana siguiente, cuando su esposo se anudaba la corbata.


-¿Dime?


-¿Te parecería demasiada intromisión de mi parte si invitas a Monsieur Dubois a cenar?


Nott lo miró a través del reflejo del espejo con bastante detenimiento.


-Ya sé que no te gusta que me inmiscuya en tus cosas de leyes, pero siendo tú esposo y él un visitante de otro país, sería una descortesía de mi parte no mostrarme educado.


Theodore enarcó una ceja y lo observó unos momentos más antes de hablar.


-Me parece bien. Hoy mismo se lo diré.


-Excelente. Trataré de esmerarme con la cena.


El abogado lo sabía porque las delicias culinarias de su esposo eran su debilidad.


Neville sonrió y decidió, a pesar de todo, dar su mejor esfuerzo en preparar esa cena. Una vez más los conocimientos que su abuela le dio serían puestos a prueba y estaba convencido de que al menos de algo servirían.


Esa noche cuando el francés y su esposo llegaron a casa, tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no reclamar el hecho de que Theodore ayudara al invitado a retirarse la capa de viaje.


-Buenas noches.-Dijo, en un tono alto y decidido que había salido de la nada.


-Buenas noches, Monsieur Longbottom.-Sonrió el invitado, acercándose a él.-Le agradezco infinitamente que me haya invitado a cenar.


-No es nada.-Negó sin rodeos, sujetando una vez más esa mano solo porque tenía modales.


-Oh, su casa es encantadora, ¿la decoró usted?-Indagó el francés, mirando atentamente la sala.


-No…un decorador.-Murmuró Neville, mirando la sonrisa de su esposo.


Siendo el desastre que era, no había querido arriesgarse con las remodelaciones y decorados de la residencia, así que decidió dejarlo todo en manos de los expertos. Eso le había ganado varias burlas por parte de Nott quien en un tono que imitaba, bastante bien al desaparecido Snape, lo reñía por su absolutamente inútil cabeza.


Desvió la vista y la posó en la pared…cualquier lugar era mejor que mirar los ojos azules llenos de burla de su esposo Slytherin.


-Bueno, no los culpo. Yo acabé haciendo lo mismo.


-Eso no me lo habías dicho Adiel.-Señaló el abogado quien servía tres copas de whiskey.


-Es que es irrelevante, querido. Ya sabes que entre vivir solo y la carga de trabajo en el ministerio, me es complicado hacer algo más.


Genial. Suspiró el medimago un segundo después, el francesito era soltero y había comenzado a hablarle a su esposo con apelativos cariñosos que parecían agradarle. Afortunadamente para las copas de cristalería importada de las minas de los gnomos Irlandeses, no tenía sujeta ninguna en ese momento o de lo contrario se habría perdido una linda reliquia.


-Y dígame, Monsieur Longbottom, ¿cómo van esas investigaciones suyas sobre el Candidato y sus paralelismos en pro a la salud?


Doble genial, volvió a pensar el aludido, quien se había sentado al lado del abogado, el francés sabía de medimagia, que emoción.


Neville lo miró y habría deseado espetarle millones de cosas al rostro sonriente del muchacho, así que respondió.


-Muy bien, avanzando a pasos agigantados.


-Eso es muy bueno. Leí su ensayo publicado en la revista Magic Health del mes pasado y déjeme decirle que me ha fascinado por completo. Espero algún día conocer su laboratorio, debe ser un genio con las pociones.


Quiso golpear las costillas de su consorte quien había osado burlarse discretamente de él, pero afortunadamente y por su bien, no lo hizo.


-No es para tanto, solo soy un aficionado.


-¿Pero es modesto? Monsieur Longbottom, ¿tiene idea de lo famoso que es su nombre?


Tenía una idea, si, pero en ese momento había cosas más importantes en las cuales enfocarse.


-No dudo que el paso de los años lo llenará de más reconocimientos. Deberías vigilarlo, Theo.


Neville miró al aludido quien tuvo la desfachatez de burlarse.


-No lo creo.-Señaló el abogado mirando al extranjero.-En dado caso para lo único que debo vigilarlo es para que su equipo experto en pociones realice su trabajo y lo mantenga alejado del laboratorio. No quisiera que lo demandaran por hacer explotar edificios, ¿verdad?


El aludido sintió cómo se sonrojaba. Pocos meses atrás, había ocasionado un pequeño destrozo en San Mungo. Neville sabía que de no haber sido por su esposo, los cargos habrían terminado con él. Afortunadamente para su creciente carrera, el hospital de enfermedades y heridas mágicas le dio una nueva oportunidad, permitiéndole tener un equipo de expertos que manejara el material peligroso por él. Que Theodore sacara eso a relucir precisamente frente al hombre que sonriente trataba de entender las cosas, fue una total humillación.


-Iré a ver si la cena está lista. Con permiso.


El medimago salió prácticamente corriendo de la sala, ocultando su sonrojado rostro.


¿Cómo había podido hacerle eso su propio esposo? Eso no se lo perdonaría.


-¿Se siente bien el amo señor Neville?


La elfina domestica, Dolly, indagó apenas verlo aparecer en la cocina.


-Sí, estoy bien.-Resopló, sabiendo que no era verdad.


-¿Desea el señor amo Neville que sirva la cena?


Neville asintió, recargando pesadamente la cabeza en la pared.


-¿El señor amo Neville desea que agregue algo especial a cada plato?


Cianuro, pensó de inmediato y enseguida sonrió.


-No Dolly, solo como te lo he indicado antes.


-Dolly lo hará enseguida, señor amo Neville.


Le tomó aproximadamente cinco minutos más volver a sentirse seguro para regresar a la sala donde escuchó risas.


-Theo, Theo, eres insufrible. En verdad que extrañaba esa mentecilla tuya llena de cosas malvadas.


-Y me he abstenido de hacer cosas malvadas.


Neville no podía verlos, pero el tono de voz del abogado sonaba tan… ¿sugerente?


-Bueno, nadie te está poniendo una varita en la cabeza para evitar que las hagas.


-Debes estar bromeando, ¿verdad?


-No.


- ¿Sabes lo que me harían si oso siquiera pensar en hacer algo que vaya contra el nuevo régimen?


-Antes no te habría importado.


-Antes no tenía el empleo que tengo, mucho menos las responsabilidades y todo lo importante que poseo ahora.


-¿Cómo esa oficina con el sofá tannn cómodo en la esquina? Yo creo que ahí podrías hacer muchas de esas cosas malas con un alguien adecuado.


Neville tragó con dificultad y agudizó el oído.


-Jamás cambiaras, ¿verdad Adiel?


El aludido rió.


-No cuando se trata de mis intereses.


-¿Intereses?


-Sabes bien a lo que me refiero, Theo.


La imaginación del medimago voló, por eso le ordenó a su cuerpo moverse rápidamente antes de que algo, lo que fuera, sucediera en su propia casa.


-La cena está lista.-Señaló, haciendo acto de presencia en la sala y mirando los cuerpos del francés y su esposo bastante cerca.


Ambos hombres lo miraron antes de que el invitado sonriera.


-¡Excelente! Muero de hambre y Theodore me ha contado que es usted un excelente chef.


Neville se vio repentinamente imposibilitado de hacer o decir algo por la mano del francés en su brazo, quien lo haló fuera de la sala.


Lo que escuchó no le gustó en nada, mucho menos la actitud más cercana que surgió después de eso entre su esposo y el francés. Por más intentos que hiciera por tratar de encontrar la razón lógica del porqué deseaba estrangular al extranjero con sus propias manos, no podía. Existía algo ahí que iba más allá de su ávida imaginación y deseos homicidas, por lo que así se lo hizo saber a su esposo una vez se vieron librados de la amenaza francesa.


-Theo.-Llamó, acostándose al lado del que continuaba leyendo unos pergaminos.


-¿Qué sucede?


Se mordió la lengua para que de ella no saliera nada que pudiera hacerlo parecer un idiota.


-¿Te agrada Adiel Dubois?


-¿Mmm?


-¿Que si te agrada…?


-Estamos en un caso importante, Neville. Por lo que podría decirse que es mi cliente.


-¿Entonces lo ayudas solo porque es tú cliente?-Indagó, teniendo una pequeña lucecita entre tanta oscuridad.


-No necesariamente tiene que agradarme un cliente pero…


-¿Pero?


Theodore dejó de lado lo que leía para mirar los ojos de su esposo.


-¿A qué vienen esas preguntas, Neville?


Desde el día en que decidieron tener algo, se habían hablado con sinceridad, con la verdad absoluta y hasta ese día había funcionado. Sin embargo cuando Neville abrió la boca y quiso decirle exactamente lo que opinaba de su cliente, las palabras no salieron.


-Solo…preguntaba porque veo que todo esto es…importante para ti.


Recibió una pequeña sonrisa y un beso cálido en los labios que lo hizo también sonreír.


-Lo es, pero tampoco amerita exceso de atención. Así que tú enfócate en lo tuyo y déjanos a Adiel y a mí los aspectos legales.-Guiñó, restándole importancia.


Pero para Neville las cosas habían vuelto a decirse de la misma forma hiriente y aunque su interior se enfureció, tampoco lo demostró. Simplemente asintió, se metió de lleno en la cama y le dio la espalda a su consorte quien terminó haciendo lo mismo.


En ese momento estaba experimentando cosas que no podía describir y deseó gritar, golpear, desquitarse con algo.


Su tranquilidad había sido alterada por un hombre que empezaba a odiar en serio, pero existía otra parte de él que deseaba saber cosas que Theodore jamás le diría.


Él intuía, él miraba y estaba seguro que no era producto de su imaginación. Así que la única manera que encontró para que sus dudas se disiparan, fue buscando por su cuenta.


La prueba más grande para los dos, estaba iniciando.


 


Continuará…


Son tres partes únicamente, así que faltan dos en tiempo record espero concluir esta historia porque se me viene la navidad encima y aun debo hacer dos historias de navidad y una de ellas me tiene presionada.


Así que espero en verdad les guste esta historia y ojalá no me haya desvirtuado mucho del tiempo de El Trato.


Muchas gracias por estar ahí, por darme vida y por gustar de estos maravillosos personajes que con su ayuda he creado ^^


Nos vemos ahora si muy pronto:


Katrinna Le Fay


Diciembre 2010


 


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