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Risorgimento por lizergchan

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Notas del capitulo:

Solo puedo decir, grrr, maldito alfred

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.


Parejas: RusiaxMexico, kesesee


Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, Lemon, ¿Quieren mpreg?, rape, angustia (para Alfred XD), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.


Beta: Usarechan.


 


 


 


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


 


 


 


Capítulo 2.- ¡Iván está en casa!


 


 


La mayoría de los latinos se fueron a sus casas para hacer los preparativos correspondientes para la visita de su abuelo. Los únicos que se quedaron fueron los dos mexicanos, pues Alfred los había retenido para que respondieran a sus preguntas.


 


—Nosotros no llegamos a conocerlo —admitió Pedro con melancolía. Lo cierto era que ellos aun no nacían cuando su abuelo desapareció; todo lo que sabían de él era por su padre, el gran Imperio Azteca, que solía contarles historias de Argos y del maravilloso país que era.


— ¿Cómo supiste que era él, María? —toda la atención se centró en la morena, ella, con su eterna sonrisa dijo: por las historias de papá.


 


Mas preguntas surgieron: ¿Cómo es que ellos nunca supieron la relación que los latinos tenían con la mítica Atlántida? ¿Por qué aparecía ahora?, tantas preguntas y muy pocas respuestas.


 


Por su parte; Antonio se mantenía alejado del tumulto que hacían alrededor de los gemelos que eran como sus hijos. Lovino se acercó a él para tomarlo de la mano.


 


—Bastardo —España lo miró. Romano también estaba deprimido; esos chiquillos siempre fueron una molestia pero en el fondo los quería tanto como Antonio. El país de la pasión lo atrajo en un abrazo, beso su frente.


 


No te preocupes, no permitiré que nos arrebaten a nuestros hijos.


 


Romano le creyó, aunque en el fondo sabía que ninguno podía hacer nada si los gemelos decidían irse, algo que les rompería el corazón a ambos.


 


 


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


 


 


Los gemelos regresaron a su casa, estaban completamente exhaustos; ya casi amanecía y si no hubiera sido por su papá Antonio, seguramente aún estarían siendo acosados por Alfred y sus constantes interrogatorios.


 


Pedro iba a subir a su habitación a descansar; María estaba de pie, al lado de la escalera.


 


—Pepe —lo llamó la chica, el aludido la miró; en su rostro se notaba el cansancio que ella misma sentía —. ¿Crees que papá Antonio y mamá Lovino estén enojados con nosotros?


 


Pedro regresó sobres sus pasos; tomó a su hermana por los hombros y besó su frente; él también había notado la forma en la que ambos europeos les miraban. A ambos les dolía, a pesar de haberse independizado de España, aún le querían, pero no podían darle la espalda a sus raíces; ya no podían seguir ignorando las voces de sus ancestros. Era el momento de hacer que su casa recuperara la gloria que le fue arrebatada.


 


 


Por primera vez desde que eran niños; durmieron juntos, abrazados, tratando de transmitirle al otro, la seguridad y confianza que necesitaban.


 


 


Eran las diez de la mañana cuando Alfred llegó a Los pinos, el lugar donde los gemelos vivían con su jefe. El mismo rubio fue quien los despertó, pasando olímpicamente (como solía hacerlo) de las quejas de Calderón.


 


 


—Alfredo, deja de estar jodiendo, queremos dormir —se quejó María colocándose la almohada en la cabeza.


— ¡My mane is Alfred! —se quejó molesto. Ninguno de los morenos le prestó atención; ellos solamente querían dormir. América frunció el ceño arrebatándoles la sábana con violencia.


— ¿Por qué chingados vienes a jorobar tan temprano? —se quejó Pedro sentándose en la orilla de la cama, su hermana le imitó.


— ¡El héroe quiere respuestas! —María bufó molesta. Alfred era aun más molesto que una resaca. Se levantó de la cama; tenía el cabello suelto y uno de sus hombros sobresalía de la enorme playera que usaba para dormir.


—Prepararé café —antes de que se fuera, su hermano le dijo “prepárame un levanta muertos”. Ella asintió, quizás, si le daba uno al escandaloso rubio, éste terminaría muriendo o mínimo se enfermándose.


 


—Espéranos en la sala —le pidió dirigiéndose a su ropero —, ya sabes dónde está.


 


Sin embargo, Alfred no se fue, al contrarió, se quedó contemplando el cuerpo semidesnudo del moreno; era algo delgado, con poca musculatura; tenía unos redondos y firmes glúteos que estaban ocultos bajo unos bóxers negros, la única prenda que el mexicano usaba.


 


— ¡Puta madre! —exclamó México del Norte en el momento que América lo atrapo por la cintura; trataba de separarse del rubio pero le resultaba imposible competir contra su fuerza sobre humana. Se alarmó cuando Alfred comenzó a tocar su pecho desnudo. El rubio acercó su rostro al cuello moreno y le dio unas cuantas lengüetadas.


 


Si te resistes, le hare lo mismo a María.


 


Se quedó quieto, no, de ninguna manera permitiría que ese maldito yanqui tocara a su hermana; se mordió el labio; una de las manos del adicto a las hamburguesas acariciaba su miembro por sobre la tela, Alfred le quitó los calzoncillos, bajó hasta los firmes glúteos y comenzó a lamerlos, deleitándose con el sabor de la piel morena.


 


Pedro cerró los ojos en el momento que Alfred lo hizo inclinarse, sabiendo que haría a continuación. Lo penetró violentamente, sin preparación alguna; quiso gritar de dolor pero se contuvo, no le iba dar ese gusto al maldito rubio (aunque no pudo evitar que algunos gemidos de dolor escaparan de su garganta).


 


No era la primera vez que Alfred lo violaba, pero esperaba que esa fuese la última.


 


Pasaron algunos angustiantes minutos antes de que América terminara dentro de él, soltando un gemido ahogado; salió del moreno sin contemplaciones.


 


—Ahora si puedes bañarte —dijo con su tono infantil, le dio una nalgada y salió de la habitación, dejando al mexicano solo.


 


Pedro apretó los puños; temblaba ligeramente a causa de la furia que aumento cuando sintió la semilla de Alfred escurrir por sus muslos y piernas. Sus ojos estaban vidriosos a causa de las lágrimas que se reusaba dejar salir.


 


 


 


Ajena al sufrimiento de Pedro. María había abandonado sus planes de envenenar al rubio y optó por preparar unos chilaquiles, un buen chocolate caliente, atole de piña y claro, pan dulce; una vez estuvo todo en la mesa, fue a la sala donde sabía estaba Alfred.


 


—Yoqui, ya está el desayuno —le dijo de mala gana.


—Me llamo Alfred—María se cruzó de brazos y lo miró enojada.


—Me vale madres —ella odiaba a ése rubio y no se molestaba en ocultarlo, a diferencia de su hermano, que trataba de ser amable.


 


Algunos minutos después, bajó Pedro, aseado y usando unos pantalones de mezclilla y una camisa blanca. Sonrió, olvidando lo que Alfred le hizo, ¡su hermana había hecho su atole favorito!


El timbre de la puerta comenzó a sonar; Pedro fue quien se levantó a abrir pues no tenía deseos de quedarse a solas con Alfred y sabía que María le arrojaría el chocolate caliente si éste trataba de hacerle algo, al abrir se encontró con una agradable sorpresa.


 


— ¡Iván! —bastó la sola presencia del ruso para que Pedro borrara por completo al rubio de su mente; no podía evitar sentirse feliz de ver al amante del vodka sonriéndole como un niño inocente, ¿Por qué los otros le temían?, no lo comprendía, pero daba gracias a la Virgen de Guadalupe por eso… mas Rusia para él.


— ¿Puedo pasar?, da —Pedro se sonrojó al darse cuenta de su error, se disculpó avergonzado.


—Estamos desayunando, ¿gustas? —Rusia asintió sin borrar su sonrisa. Sólo México podía sacarle una sonrisa verdadera o hacerlo sentirse feliz únicamente con su presencia.


Al llegar al comedor, toda alegría del ruso desapareció al ver al maldito América, sentado con una mueca de asco mientras picaba la comida que tenía en su plato.


 


—Alfred kolkolkol —murmuró; a su alrededor apareció un aura oscura de la cual no parecía darse cuenta su acompañante.


— ¡Iván! —exclamó María, se levantó de su lugar para abrazar al ruso quien correspondió sin despegar la mirada de Alfred que lo miraba de igual forma.


 


América detestaba a Rusia y odiaba que los dos hermanos lo trataran de esa forma tan cariñosa y amable, ¡él era su vecino!, ¡su héroe!, era a él a quien deberían tratar de esa forma.


 


—Iván, ¿quieres chilaquiles o te preparo otra cosa? —le preguntó María sonriendo de oreja a oreja.


—Yo quiero unos…


—Lo que María haga siempre será lo mejor —dijo Rusia interrumpiendo a Alfred.


 


América fue testigo de cómo los gemelos le servían a Iván; María había sacado algunos tamales de dulce y Pedro le sirvió atole dedicándole una sonrisa tierna que a él jamás le había mostrado. Golpeó la mesa ocasionando que los hermanos se sobresaltaran y Rusia lo mirara con deseos homicidas.


 


—Rusia, ¿a qué se debe tu visita? —preguntó fingiendo una sonrisa y su voz chillona.


—Yo debería hacerte la misma pregunta, da —dijo con tranquilidad.


 


El ambiente se había vuelto tan denso que casi se podía palpar. María fue la que habló diciendo que ella había invitado a Iván, lo que ocasionó que Alfred se molestara más.


 


— ¿Por qué nunca me dijeron que eran parientes de Atlántida? —preguntó Alfred como una manera de olvidar su propio enojo.


—Porque a ti te vale madres lo que te rodea —le respondió Pedro con el ceño fruncido, su hermana y Rusia asintieron con la cabeza, dándole la razón.


—Da, sería interesante conocerlo —comentó Iván. Ambos hermanos le sonrieron, ¡por supuesto que se lo presentarían!, algo les decía que a su abuelo le caería bien Rusia.


 


Al terminar el desayuno, María miró a Alfred con el seño fruncido.


 


Ya tragaste, ahora ve ahuecando el ala.


 


Mientras México del Sur sacaba casi a patadas a América; Pedro llevó a Iván a la terraza; el día anterior había hecho pulque y aún le quedaba un poco que con gusto compartió con el ruso.


 


— ¿Cuándo se verán con su abuelo? —preguntó Iván, saboreando la bebida de los dioses.


—Mañana —respondió tranquilo sin mirarlo. Rusia lo conocía bien y sabía que la joven nación debía estar hecho un mar de confusiones.


—Me hubiera gustado que ellos estuvieran aquí para verlo.


 


Rusia se acercó al moreno, lo abrazó por la espalda. Pedro tan sólo se acomodó; en los brazos de Iván se sentía tan bien, tan seguro, tan… libre. Era gracioso e irónico que el país conocido por su crueldad y frialdad pudiera ser tan cálido y tierno, pero esa faceta era únicamente para él.


 


—Pedro, ¿Cómo es que sabías de tu abuelo? —para Rusia no era un secreto que los gemelos había pasado a manos de Antonio cuando sólo tenían tres años. México sonrió recargando su cabeza en el cálido pecho de Iván.


—Mis papás y tíos vienen a visitarnos en noviembre; en esos días suelen contarnos historias del abuelo y de ellos.


 


 


Ambos gemelos querían y veneraban a la muerte quien siempre era invitada a su casa. En los primeros días de noviembre hacían una gran fiesta a la que asistían los seres queridos que ya habían partido al otro mundo.


 


—Hay que entrar —dijo con pesar. Seguramente, María ya había sacado a patadas a Alfred, pero prefería no correr riesgos. Rusia asintió separándose del moreno.


 


La casa estaba inundada por un ligero humo blanco con agradable olor, en el suelo había cruces hechas de sal quemada y semillas de mostaza regadas por cada rincón.


En la cocina, estaba María con una cubeta que contenía un líquido verde y un manojo de albacar con rosas que usaba para esparcir la sustancia por todos lados.


Al darse cuenta de la presencia de los dos hombres, los jaló al centro; tomó un par de huevos y mas albacar para frotarlos por ambos.(1)


 


Es para quitar la mala energía que dejó el gringo le explicó con una sonrisa.


 


Una vez terminó con su trabajo; María se dedicó a recoger todo el desorden que había ocasionado, cuando acabó decidió ir a darse un baño, antes de subir, con una sonrisa picara dijo:


 


Si hacen fiesta, usen globitos, y subió corriendo pues su hermano le había lanzado cuanto objeto tuvo a su alcance. Pedro estaba rojo de vergüenza e Iván no comprendía, lo que el mexicano agradeció al santo niño de atocha.


 


— ¿Quieres ir a caminar? —Iván asintió. México no había sido tan afectado como otros estados, que poco a poco se irían recuperando.


 


 


OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO


 


 


Atlántida estaba sentado sobre una alfombra, frente a él había muchos y muy variados platillos.


 


— ¿Esto es lo que solías comer con tus hijos? —cuestionó Oberón picando, lo que parecía ser carne de algún tipo.


—Sí —respondió Argos tomando la cola asada de una iguana para posteriormente darle un mordisco y degustar su sabor.


—El armadillo no está nada mal —comentó asteria causando una mueca de asco en Oberón.


Los tres comieron en silencio. Aunque Atlántida no lo admitiera, estaba ansioso por ver a sus nietos y llevárselos con él para regresarles la gloria que se les fue arrebatada.


 


— ¿No irán por ellos? —les preguntó Argos. Asteria fue la primera en negar con la cabeza.


—No estoy interesada en un idiota.


—Lo mismo digo —la apoyó Oberón —, esos inútiles pueden salir solitos de esto.


— ¿Y si no? —ambos se encogieron de hombros dando a entender que ese ya no sería su problema.


 


Argos suspiró; las catástrofes que habían azotado a los países sumiéndolos en el caos, eran culpa suya de sus amigos.


 


—Sólo preocúpate por tus asuntos y deja que el mundo gire —Asteria  tenía razón, debía preocuparse únicamente por sus nietos.


 


 


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Iván se había quedado solo, pues Calderón, el jefe de los gemelos, los había mandado a llamar. Se dedicó a ver la televisión; las novelas mexicanas y se emocionó al encontrar un canal que sólo pasaban novelas. (2)


 


Estaba tan concentrado viendo Los ricos también lloran que no se percató cuando ambos mexicanos se sentaron a cada lado de él para ver la novela; aunque a Pedro no le gustaban mucho, se conformaba con estar al lado del ruso.


 


—No sabía que te gustara —comentó México del Sur cuando hubo terminado el programa. Iván le sonrió con inocencia.


 


Solía verla en mi casa, son muy buenas, da.


 


Ambos mexicanos le sonrieron, ¡Rusia era tan dulce!


 


 


Continuara…


 


 


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Los pinos: referida coloquialmente como Los Pinos, es la casa del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, actualmente Felipe Calderón Hinojosa y sus hijos, además de su esposa Margarita Zavala.


Virgen de Guadalupe: Es la patrona de los mexicanos (la mayoría somos católicos).


Tamales de dulce: Son tamales pero llevan rellenó dulce, pueden ser de piña, coco, piloncillo, etc.


Ya tragaste, ahora ve ahuecando el ala: Ya comiste, ahora vete.


Pulque: es una bebida alcohólica que se fabrica a partir de la fermentación del jugo o aguamiel del agave o maguey, especialmente el maguey pulquero (Agave salmiana). Actualmente su producción se realiza principalmente en el estado de Hidalgo.


Es la bebida alcohólica más tradicional mexicana del centro del país; su consumo prevalece en las zonas rurales y en menor medida en las ciudades del centro del país


(1) Lo que hace María se llama “limpia” y costa de utilizar copal, albacar, colonia siete machos, agua bendita o sal bendita, huevo crudo (depende de que tan fuerte sea el trabajo), es para librar edificaciones o personas y quitar las malas energías o espíritus.


Si hacen fiesta, usen globitos: nnU etto, bueno, es algo así como, sí van a tener sexo, usen protección xD


(2): Pues, según investigue, a los rusos les encantan las novelas mexicanas XD


Los ricos también lloran: es una telenovela mexicana producida y emitida por Televisa en 1979, que supuso uno de los mayores éxitos de audiencia de la historia del género, fue exportada a más de 150 países y doblada a 25 idiomas. Fue vista por más de 100 millones rusos XD


 


 


 


Lizerg-chan: Bueno, nos veremos en siguiente capítulo.


Youko Saiyo: Bye


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