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Error mágico por lizergchan

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Notas del capitulo:

Gomen ne por la demora!!!

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, FranxUk, PruxAus, EspxRoma, UkxFran, y HarryxDraco insinuación de AmexMex y SnapexUk

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Beta: Usarechan.

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

Error mágico

 

 

Capítulo 10- El heredero parte I

 

 

 

 

Vámonos —ordenó Prusia, los países asintieron. Ninguno de los alumnos dijo o hizo  algo por detenerlos. El trio dorado se quedó ahí, sin comprender lo que había sucedido, pero estaban seguros que las cosas no se quedarían así como así con Draco Malfoy.

 

 

Dumbledore había mandado llamar a las naciones que estaban con Harry al momento de encontrar a la señora Norris. En esos momentos se encontraban en el despacho de Lockhart, que era el más cercano al lugar de los hechos. La profesora McGonagall, el profesor Snape, además de Lockhart y Arthur se encontraban con el director.

 

Rusia, sus hermanas y México, que se habían quedado en la fiesta de Nick casi Decapitado, también habían sido llamados por no encontrarse en el Gran Comedor al momento de sucedidos los hechos.

 

 

Dumbledore acercó la punta de su nariz larga y ganchuda a una distancia de apenas dos centímetros de la piel de la Señora Norris. Examinó el cuerpo de cerca con sus lentes de media luna, dándole golpecitos y reconociéndolo con sus largos dedos. La profesora McGonagall estaba casi tan inclinada como él, con los ojos entornados. Snape estaba muy cerca detrás de ellos, con una expresión peculiar, como si estuviera haciendo grandes esfuerzos para no sonreír. Lockhart rondaba alrededor del grupo, haciendo sugerencias y Arthur fulminaba a las naciones “adolecentes” con la mirada.

 

—Puede concluirse que fue un hechizo lo que le produjo la muerte..., quizá la Tortura Metamórfica. He visto muchas veces sus efectos. Es una pena que no me encontrara allí, porque conozco el contra hechizo que la habría salvado.

 

Los sollozos sin lágrimas, de Filch acompañaban los comentarios de Lockhart. El conserje se desplomó en una silla junto a la mesa, con la cara entre las manos, incapaz de dirigir la vista a la Señora Norris. Pese a lo mucho que detestaban a Filch, no pudieron evitar sentir compasión por él. Si Dumbledore creía a Filch, los expulsarían sin ninguna duda.

 

El director murmuraba ahora extrañas palabras en voz casi inaudible. Golpeó a la Señora Norris con su varita, pero no sucedió nada; parecía como si acabara de ser disecada.

 

—Recuerdo que sucedió algo muy parecido en Uagadugú —dijo Lockhart—, una serie de ataques. La historia completa está en mi autobiografía. Pude proveer al poblado de varios amuletos que acabaron con el peligro inmediatamente.

 

Todas las fotografías de Lockhart que había en las paredes movieron la cabeza de arriba abajo confirmando lo que éste decía. A una se le había olvidado quitarse la redecilla del pelo.

 

Las naciones rodaron los ojos y el Bad cuarteto no pudo abstenerse de decir alguno que otro comentario. Finalmente, Dumbledore se incorporó.

 

—No está muerta, Argus —dijo con cautela. Lockhart interrumpió de repente su cálculo del número de asesinatos evitados por su persona.

—¿Que no está muerta? —preguntó Filch entre sollozos, mirando por entre los dedos a la Señora Norris—. ¿Y por qué está rígida?

—La han petrificado —explicó Dumbledore.

—Ah, ya me parecía a mí... —dijo Lockhart. Las naciones, Harry y Ron rodaron los ojos.

—Pero no podría decir como...

—¡Pregúntele! —chilló Filch, volviendo a Harry con su cara con manchas y llena de lágrimas.

—Ningún estudiante de segundo curso podría haber hecho esto —dijo Dumbledore con firmeza—. Es magia negra muy avanzada.

—¡Lo hizo él! —saltó Filch, y su hinchado rostro enrojeció— ¡o él! —señaló a México que estaba más entretenido en los pliegues de su túnica —. ¡Ya ha visto lo que escribió en el muro! Ellos encontraron... en la conserjería... saben que soy, que soy un... —Filch hacía unos gestos horribles—. ¡Saben que soy un squib! —concluyó.

—¡No he tocado a la Señora Norris! —dijo Harry con voz potente, sintiéndose incómodo al notar que todos lo miraban, incluyendo los Lockhart que había en las paredes—. Y ni siquiera sé lo que es un squib.

—¡Yo tampoco he sido! —se defendió México se cruzó de brazos e hizo un puchero, molesto —¿Qué madres es un quid?

—¡Mentira! —gruñó Filch sin responder la pregunta del moreno—. ¡Ellos vieron la carta de Embrujorrápid!

—Kolkolkol…

—Si se me permite hablar, señor director —dijo Snape desde la penumbra, y Harry se asustó aún más, porque estaba seguro de que Snape no diría nada que pudiera beneficiarle—, Potter y sus amigos simplemente podrían haberse encontrado en el lugar menos adecuado en el momento menos oportuno —dijo, aunque con una leve expresión de desprecio en los labios, como si lo pusiera en duda—; sin embargo, aquí tenemos una serie de circunstancias sospechosas: ¿por qué se encontraban en el corredor del piso superior? ¿Por qué no estaban en la fiesta de Halloween?

 

Alemania fue quien explicó que habían asistido a la fiesta de cumpleaños de muerte de Nick casi Decapitado, México lo apoyó alegando que ahí fue donde los encontró Arthur, a él, a Rusia y a sus hermanas.

 

—En efecto —habló Arthur con seriedad. Estaba enojado con todos ellos, se suponía que debían pasar desapercibidos hasta que encontraran la forma de romper el hechizo pero hacían todo lo contrario —, fue donde encontré a esos cuatro.

—Nosotros también estábamos ahí —dijo España con tono serio.

—... había cientos de fantasmas que podrán testificar —agregó Lily.

—Pero ¿por qué no se unieron a la fiesta después? —preguntó Snape. Los ojos negros le brillaban a la luz de las velas. Estaba molesto por el hecho de que Harry hubiese implicado a tantos Slytherin en el asunto—. ¿Por qué subieron al corredor?

Ron, Hermione y las naciones miraron a Harry.

—Porque... porque... —dijo Harry, con el corazón latiéndole a toda prisa; algo le decía que parecería muy rebuscado si explicaba que lo había conducido hasta allí una voz que no salía de ningún sitio y que sólo él había podido oír—, porque estábamos cansados y queríamos ir a la cama —dijo.

—¿Sin cenar? —preguntó Snape. Una sonrisa de triunfo había aparecido en su adusto rostro—. No sabía que los fantasmas dieran en sus fiestas comida buena para los vivos.

—Eso es porque no ha visto los reventones que yo hago —dijo México inflando el pecho con orgullo —, para nosotros había dulces y comida tradicional para esas ocasiones.

 

Snape frunció el ceño, ése chico estaba haciéndole muy difícil hacer que Harry callera.

 

—Tengo la impresión, señor director, de que el señor Montoya y sus compañeros Slytherin están tratando de defender al señor Potter., quizás estén siendo chantajeados de algún modo —dijo—. Podría ser una buena idea privar al señor Potter de determinados privilegios hasta que se avenga a contarnos toda la verdad. Personalmente, creo que debería ser apartado del equipo de quidditch de Gryffindor hasta que decida no mentir.

—Francamente, Severus —dijo la profesora McGonagall bruscamente—, no veo razón para que el muchacho deje de jugar al quidditch. Este gato no ha sido golpeado en la cabeza con el palo de una escoba. No tenemos ninguna prueba de que Potter haya hecho algo malo.

—Me parece que el profesor Snape tiene razón, pero no sólo debe hacerlo con el joven Potter, también con los alumnos que están bajo mi tutela —dijo Inglaterra con seriedad. Los aludidos comenzaron a protestar —. Silencio o los castigo un mes —los reprendió molesto.

—Pendejo —murmuró México.

 

Dumbledore miraba a Harry de forma inquisitiva. Ante los vivos ojos azul claro del director, Harry se sentía como si le examinaran por rayos X.

 

—Es inocente hasta que se demuestre lo contrario, Severus —dijo con firmeza. Snape parecía furioso. Igual que Filch.

—¡Han petrificado a mi gata! —gritó. Tenía los ojos desorbitados—. ¡Exijo que se castigue a los culpables!

—Podremos curarla, Argus —dijo Dumbledore armándose de paciencia—. La señora Sprout ha conseguido mandrágoras recientemente. En cuanto hayan crecido, haré una poción con la que reviviremos a la Señora Norris.

—La haré yo —acometió Lockhart—. Creo que la he preparado unas cien veces, podría hacerla hasta dormido.

—Disculpe —dijo Snape con frialdad—, pero creo que el profesor de Pociones de este colegio soy yo.

 

Hubo un silencio incómodo.

 

—Pueden irse —dijo Dumbledore a Harry, Ron, Hermione y las naciones. Se fueron deprisa pero sin correr. Cuando estuvieron un piso más arriba del despacho de Lockhart, entraron en un aula vacía y cerraron la puerta con cuidado. Harry miró las caras ensombrecidas de sus amigos.

—¿Creen que tendría que haberles hablado de la voz que oí?

—No —dijo Ron sin dudar—. Oír voces que nadie puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.

Había algo en la voz de Ron que hizo que Harry le preguntase:

—Tú me crees, ¿verdad?

—Por supuesto —contestó Ron rápidamente—. Pero... tienes que admitir que parece raro...

—Sí, ya sé que parece raro —admitió Harry—. Todo el asunto es muy raro. ¿Qué era lo que estaba escrito en el muro? La cámara ha sido abierta.

—El caso es que me suena un poco —dijo Ron despacio—. Creo que alguien me contó una vez una historia de que había una cámara secreta en Hogwarts...; a lo mejor fue Bill.

—A ver, a ver, barájenmela más despacio —interrumpió José —, ¿De qué madres están hablando? ¿Qué es eso de La cámara ha sido abierta? ¿Qué voz?

 

Harry suspiró y les contó lo que había sucedido desde que dejaron las mazmorras; le recordó a José de la voz que escuchó cuando estuvieron castigados con Lockhar.

 

—Entonces, ¿No era la primera vez? —lo interrogó Hungría, Harry negó con la cabeza.

—Otra preguntita —habló José nuevamente  —¿Qué es un quit?

—Es squib —rectificó Hermione. Para sorpresa de todos, Ron ahogó una risita.

—Bueno, no es que sea divertido realmente... pero tal como es Filch... —dijo—. Un squib es alguien nacido en una familia de magos, pero que no tiene poderes mágicos. Todo lo contrario a los magos hijos de familia muggle, sólo que los squibs son casos muy raros. Si Filch está tratando de aprender magia mediante un curso de Embrujorrápid, seguro que es un squib. Eso explica muchas cosas, como que odie tanto a los estudiantes. —Ron sonrió con satisfacción—. Es un amargado.

—Pobre —Liechtenstein sintió pena por él, aunque Filch era una persona grosera, no creía que se mereciera tal sufrimiento.

 

De algún lugar llegó el sonido de un reloj.

 

—Es medianoche —señaló Harry—. Es mejor que nos vayamos a dormir antes de que Snape nos encuentre y quiera acusarnos de algo más.

 

Durante unos días, en la escuela no se habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la Señora Norris. Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que el culpable volvería al escenario del crimen. Muchos le habían visto fregar la inscripción del muro con el Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower, pero no había servido de nada: las palabras seguían tan brillantes como el primer día. Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen, merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas imaginarias como respirar demasiado fuerte o estar contento.

 

Heracles estaba muy afectado por el destino de la Señora Norris, al igual que Ginny. Según Ron, era una gran amante de los gatos.

 

—Heracles-san, no se preocupe, verá que encontraran al que hizo esto —le dijo Japón tratando de animarlo.

—Es cierto —incluso Turquía trataba de animar al griego que se la pasaba tan deprimido que ni deseos tenía de pelear con él.

 

 

—Pero si no conocías a la Señora Norris —le dijo Ron a su hermana para animarla—. La verdad es que estamos mucho mejor sin ella. —A Ginny le tembló el labio—. Cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts. Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Sólo espero que le dé tiempo a petrificar a Filch antes de que lo expulsen. Es broma... —añadió apresuradamente, al ver que Ginny se ponía blanca.

 

Aquel acto vandálico también había afectado a Hermione. Ya era habitual en ella pasar mucho tiempo leyendo, pero ahora prácticamente no hacía otra cosa. Cuando le preguntaban qué buscaba, no obtenían respuesta.

 

 

 

José había estado actuando bastante raro, bueno, en los estándares comunes, el mexicano se comportaba como una persona… normal. No se dormía en las clases, no decía ningún comentario con sus expresiones comunes. Gracias a él, su casa había ganado muchos puntos.

 

En esos momentos, el bad cuarteto y algunas otras naciones se encontraban en la biblioteca junto con Hermione.

 

—¿Qué le pasa a mon petit? —le preguntó Francia a España.

—Está enojado conmigo y Lovino porque le he prohibido hablar con Rusia —Francis se sorprendió de la confesión. Sabía bien que su amigo era extremadamente celoso para con Romano y sus hijos, pero también era consciente que José hacia lo que quería sin importarle los problemas que esto pudiese acarrearle. ¿Cómo había logrado Antonio para que lo obedeciera?

—Lovi le escondió sus chiles y lo amenazó con decirle a Marcelo* y Luciano* que fue él quien hizo la broma de navidad.

—Pero no fue él… oh… —Francis se lamentó por su pobre “sobrino”. Decidió no seguir con ese tema pues Madame Pince podría reprenderlos. De su mochila sacó algunos pergaminos pero no se percató que al hacerlo, unas fotos cayeron al suelo. Vash y Elizabeta las levantaron.

Eran fotografías de Lily y la misma Hungría en ropa interior, tomadas con alguna cámara mágica pues estas se movían.

 

—¡¿Qué significa esto maldito cerdo pervertido?! —le gritó Elizabeta furiosa. Suiza miraba al francés con deseos homicidas.

—¡No son mías! —chilló aterrorizado al ver como ambas naciones sacaban sus armas (una sartén y una pistola). No se lo pensó dos veces y salió corriendo, perseguido por los dos enfurecidos países.

 

—¿No deberíamos detenerlos? —dijo Hermione preocupada.

—Quiero ver al valiente que lo intente, aru.

—Kesesese, lo que la loca del sartén le falta de femenina, le sobra en salvajismo —comentó Gilber —. No es muy saludable meterse cuando está enojada.

Austria lo miró con el ceño fruncido, regañándolo por hablar de una dama en su ausencia.

—¡Pero Vash tiene un arma! —chilló Hermione preocupada por el francés y el revuelo que esos tres pudiesen causar en el colegio.

—Sólo lo perseguirán un rato. No es la primera vez que Francis hace enojar a esos dos —dijo Dinamarca restándole importancia al asunto.

 

 

Alemania miró a México que se encontraba sentado en una mesa apartada con una gran pila de libros a cada lado. Esperaba que el latino dijera alguno de sus típicos comentarios, pero parecía más interesado en su lectura; se acercó a él preocupado.

 

—¿Te encuentras bien? —le preguntó. José levantó la vista de su lectura y asintió con la cabeza para después regresar su atención al libro. Ludwig suspiró, estaba comenzando a preocuparse.

 

Sonó la campana. Slytherin y Gryffindor se encaminaron al aula de Historia de la Magia.

 

Historia de la Magia era la asignatura más aburrida de todas. El profesor Binns, que la impartía, era el único profesor fantasma que tenían, y lo más emocionante que sucedía en sus clases era su entrada en el aula, a través de la pizarra. Viejo y consumido, mucha gente decía de él que no se había dado cuenta de que se había muerto.

Simplemente, un día se había levantado para ir a dar clase, y había dejado el cuerpo en una butaca, delante de la chimenea de la sala de profesores. Desde entonces, seguía la misma rutina sin la más leve variación.

 

 

Aquel día fue igual de aburrido. El profesor Binns abrió sus apuntes y los leyó con un tonillo monótono, como el de una aspiradora vieja, hasta que casi toda la clase hubo entrado en un sopor profundo, sólo alterado de vez en cuando el tiempo suficiente para tomar nota de un nombre o de una fecha, y volver a adormecerse. Llevaba una media hora hablando cuando ocurrió algo insólito: Hermione alzó la mano.

El profesor Binns, levantando la vista a mitad de una lección horrorosamente aburrida sobre la Convención Internacional de Brujos de 1289, pareció sorprendido.

—¿Señorita...?

—Granger, profesor. Pensaba que quizá usted pudiera hablarnos sobre la Cámara de los Secretos —dijo Hermione con voz clara.

 

América, que había estado jugando con su PSP mientras fingía leer, levantó la vista para poner atención a lo que sucedía.

 

El profesor Binns parpadeó.

 

—Mi disciplina es la Historia de la Magia —dijo con su voz seca, jadeante—. Me ocupo de los hechos, señorita Granger, no de los mitos ni de las leyendas. —Se aclaró la garganta con un pequeño ruido que fue como un chirrido de tiza, y prosiguió—: En septiembre de aquel año, un subcomité de hechiceros sardos...

 

Balbució y se detuvo. De nuevo, en el aire, se agitaba la mano de José al mismo tiempo que Hermione.

—¿Señor…?

—Montoya. Disculpe, profe, ¿no tienen siempre las leyendas una base real?

El profesor Binns los miraba con tal estupor, que Harry adivinó que ningún estudiante lo había interrumpido nunca, ni estando vivo ni estando muerto y mucho menos dos en la misma clase.

—Veamos —dijo lentamente el profesor Binns—, sí, creo que eso se podría discutir. —Miró a Hermione y a José como si nunca hubiera visto bien a un estudiante—. Sin embargo, la leyenda por la que ustedes me preguntan es una patraña hasta tal punto exagerada, yo diría incluso absurda...

 

La clase entera estaba ahora pendiente de las palabras del profesor Binns; éste miró a sus alumnos y vio que todas las caras estaban vueltas hacia él. Harry se sentía completamente desconcertado al ver unas muestras de interés tan inusitadas.

 

—Muy bien —dijo despacio—. Veamos... la Cámara de los Secretos... Todos ustedes saben, naturalmente, que Hogwarts fue fundado hace unos mil años (no sabemos con certeza la fecha exacta) por los cuatro brujos más importantes de la época. Las cuatro casas del colegio reciben su nombre de ellos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin. Los cuatro juntos construyeron este castillo, lejos de las miradas indiscretas de los muggles, dado que aquélla era una época en que la gente tenía miedo a la magia, y los magos y las brujas sufrían persecución.

 

Se detuvo, miró a la clase con los ojos empañados y continuó:

 

—Durante algunos años, los fundadores trabajaron conjuntamente en armonía, buscando jóvenes que dieran muestras de aptitud para la magia y trayéndolos al castillo para educarlos. Pero luego surgieron desacuerdos entre ellos y se produjo una ruptura entre Slytherin y los demás. Slytherin deseaba ser más selectivo con los estudiantes que se admitían en Hogwarts. Pensaba que la enseñanza de la magia debería reservarse para las familias de magos. Le desagradaba tener alumnos de familia muggle, porque no los creía dignos de confianza. Un día se produjo una seria disputa al respecto entre Slytherin y Gryffindor, y Slytherin abandonó el colegio.

 

El profesor Binns se detuvo de nuevo y frunció la boca, como una tortuga vieja llena de arrugas.

 

—Esto es lo que nos dicen las fuentes históricas fidedignas —dijo—, pero estos simples hechos quedaron ocultos tras la leyenda fantástica de la Cámara de los Secretos. La leyenda nos dice que Slytherin había construido en el castillo una cámara oculta, de la que no sabían nada los otros fundadores.

 

Slytherin, según la leyenda, selló la Cámara de los Secretos para que nadie la pudiera abrir hasta que llegara al colegio su auténtico heredero. Sólo el heredero podría abrir la Cámara de los Secretos, desencadenar el horror que contiene y usarlo para librar al colegio de todos los que no tienen derecho a aprender magia”.

 

Cuando terminó de contar la historia, se hizo el silencio, pero no era el silencio habitual, soporífero, de las clases del profesor Binns. Flotaba en el aire un desasosiego, y todo el mundo le seguía mirando, esperando que continuara. El profesor Binns parecía levemente molesto.

 

—Por supuesto, esta historia es un completo disparate —añadió—. Naturalmente, el colegio entero ha sido registrado varias veces en busca de la cámara, por los magos mejor preparados. No existe. Es un cuento inventado para asustar a los crédulos.

 

Hermione volvió a levantar la mano.

 

—Profesor ¿A qué se refiere usted exactamente al decir “el horror que contiene” la cámara?

—Se cree que es algún tipo de monstruo, al que sólo podrá dominar el heredero de Slytherin —explicó el profesor Binns con su voz seca y aflautada.

La clase intercambió miradas nerviosas.

 

—Pero ya les dije que no existe —añadió el profesor Binns —. No hay tal cámara ni tal monstruo.

—Pero, profesor —comentó España—, si sólo el auténtico heredero de Slytherin puede abrir la cámara, nadie más podría encontrarla, ¿no?

—Tonterías, —repuso el profesor Binns en tono algo airado—, si una larga sucesión de directores de Hogwarts no la han encontrado...

—Pero, profesor —intervino Parvati Patil—, probablemente haya que emplear magia negra para abrirla...

—El hecho de que un mago no utilice la magia negra no quiere decir que no pueda emplearla, señorita Patati —le interrumpió el profesor Binns—. Insisto, si los predecesores de Dumbledore...

—Pero tal vez sea preciso estar relacionado con Slytherin, y por eso Dumbledore no podría... —apuntó Suiza, pero el profesor Binns ya estaba harto.

—Ya basta —dijo bruscamente—. ¡Es un mito! ¡No existe! ¡No hay el menor indicio de que Slytherin construyera semejante cuarto trastero! Me arrepiento de haberles relatado una leyenda tan absurda. Ahora volvamos, por favor, a la historia, a los hechos evidentes, creíbles y comprobables.

Y en cinco minutos, la clase se sumergió de nuevo en su sopor habitual.

 

En poco tiempo, no se hablaba de otra cosa que no fueran los rumores de quienes podrían ser el heredero de Slytherin. Harry y José eran los principales candidatos, el primero por el incidente con la gata y el segundo porque corría el rumor de que él podía manipular a los Dementores a placer como lo había “demostrado” en clase de DCAO; aunque Gilbert (por el color de sus ojos), Ludwig por el incidente con Malfoy, Iván y Berwald también estaban en la lista de “posibles herederos”.

 

 

 

Aquella noche, en la sala común Harry, Ron, Hermione y los países se encontraban reunidos.

 

—Pero ¿quién podría ser? —dijo Ron con voz tranquila, como si continuara una conversación que hubieran estado manteniendo—. ¿Quién querría echar de Hogwarts a todos los squibs y los de familia muggle?

—Pensemos —dijo Harry con simulado desconcierto—. ¿Conocemos a alguien que piense que los que vienen de familia muggle son escoria?

—Malfoy... —dijeron las naciones al unisonó.

—¡Naturalmente! —agregó Ron—. Ya lo oyeron: “¡Los próximos serán los sangre sucia!” No hay más que ver su asquerosa cara de rata para saber que es él...

—¿Malfoy, el heredero de Slytherin? —dijo Hermione exentica.

—Fíjate en su familia —dijo Harry, cerrando también sus libros—. Todos han pertenecido a Slytherin, él siempre alardea de ello. Podrían perfectamente ser descendientes del mismo Slytherin. Su padre es un verdadero malvado.

—¡Podrían haber conservado durante siglos la llave de la Cámara de los Secretos! —dijo Ron—. Pasándosela de padres a hijos...

—Bueno —dijo Hermione—, supongo que puede ser.

—Pero ¿cómo podríamos demostrarlo, aru? —preguntó China; en tono de misterio.

—Habría una manera —comentó Hermione hablando despacio, bajando aún más la voz y echando una fugaz mirada a Percy—. Por supuesto, sería difícil. Y peligroso, muy peligroso. Calculo que quebrantaríamos unas cincuenta normas del colegio.

—¡Hahahaha!, ¡El héroe lo hará! —chilló Alfred.

—¿No sería mejor hacer que Ludwig y los demás se encargaran? —propuso Hungría —, después de todo, ellos también están en Slytherin.

—Tienes razón, aru —lo apoyó China.

—Aun así, no creo que ellos puedan sacarle información… —dijo Hermione —, recuerden lo que sucedió la última vez.

—No olviden que el mocoso ese nos odia después de cómo Ludwig lo humilló frente a casi toda la escuela —comentó Dinamarca cruzándose de brazos. Guardaron silencio por un tiempo, pensando en que manera podrían resolver el enigma.

—¿Cuánto tardaras en hacer tu plan? —preguntó España a Hermione.

—Un mes más o menos —dijo la chica—. Lo que tendríamos que hacer es entrar en la sala común de Slytherin y hacerle a Malfoy algunas preguntas sin que sospeche que somos nosotros.

—Pero eso es imposible —dijo Harry, mientras Ron se reía.

—No, no lo es —repuso Hermione—. Lo único que nos haría falta es una poción multijugos.

—¿Qué es eso? —preguntaron a la vez las naciones, Harry y Ron al mismo tiempo.

—Snape la mencionó en clase hace unas semanas.

—¿Piensas que no tenemos nada mejor que hacer en la clase de Pociones que escuchar a Snape? —repuso España.

—Es cierto, sus clases son aburridas, ¡hahahaha! —dijo Alfred, tan escandaloso como siempre.

—Creo que recuerdo haberlo escuchado —comentó Hungría haciendo memoria, al igual que China.

—¿Es esa poción que transforma a una persona en otra, aru? —preguntó Yao, algo dudoso. Herminone asintió con la cabeza.

—¡Piensen en ello! Tres de nosotros podríamos convertirnos en tres estudiantes de Slytherin. Nadie nos reconocería. Y seguramente Malfoy nos diría algo. Lo más probable es que ahora mismo esté alardeando de ello en la sala común de Slytherin.

—Esto del multijugos me parece un poco peligroso —dijo Ron, frunciendo el entrecejo—. ¿Y si nos quedamos para siempre convertidos en tres de Slytherin?

—El efecto se pasa después de un rato —aseguró Hermione, haciendo un gesto con la mano como para descartar ese inconveniente—, pero lo realmente difícil será conseguir la receta. Snape dijo que se encontraba en un libro llamado Moste Potente Potions que se encuentra en la Sección Prohibida de la biblioteca.

—¡Hahaha! ¡El héroe lo conseguirá y salvará el día!

 

Solamente había una manera de conseguir un libro de la Sección Prohibida: con el permiso por escrito de un profesor.

 

—Será difícil explicar para qué queremos ese libro si no es para hacer alguna de las pociones.

—Creo —dijo Elizabeta— que si consiguiéramos dar la impresión de que estamos interesados únicamente en la teoría, tendríamos alguna posibilidad...

—No te fastidia... ningún profesor se va a tragar eso —dijo Ron—. Tendría que ser muy tonto...

 

Las naciones sonrieron, tenían al “tonto” (o Tsundere) indicado para el trabajito y era nada más y nada menos que Arthur, pero también necesitarían la ayuda de otro tonto… o más bien, pervertido para llevar a cabo su plan, ese trabajo era para el Bad cuarteto.

 

 

Continuará…


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