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Error mágico por lizergchan

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Notas del capitulo:

Espero les guste n.n

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, FranxUk, PruxAus, EspxRoma, UkxFran, y HarryxDraco insinuación de AmexMex y SnapexUk

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Beta: Usarechan.

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

Error mágico

 

 

Capítulo 13-Club de duelo

 

 

 

Una semana más tarde, se abrió un club de duelo y la primera sesión se realizaría esa misma noche. Los mas emocionados eran Alfred  y el Bad cuarteto, al igual que Harry y Ron.

 

—¿Acaso piensan que se van a batir con el monstruo de Slytherin? —preguntó Elizabeta, pero lo cierto es que ella también leía con interés el cartel.

—¡Por supuesto que el héroe protegerá el colegio! ¡hahahaha!

—Podría ser útil —les dijo Harry ya acostumbrado al escándalo que hacía el estadounidense—. ¿Vamos?

 

Los otros se mostraron completamente a favor, así que aquella noche, a las ocho, se dirigieron deprisa al Gran Comedor. Las grandes mesas del comedor habían desaparecido, y adosada a lo largo de una de las paredes había una tarima dorada, iluminada por miles de velas que flotaban en el aire. El techo volvía a ser negro, y la mayor parte de los alumnos parecían haberse reunido debajo de él, portando sus varitas mágicas, muy entusiasmados.

 

—Esto será divertido —comentó Antonio a los otros miembros del Bad cuarteto. Era extraño ver a México con ellos, pero se alegraban de que el moreno ya los hubiera perdonado, especialmente a su papá España.

—Da —Rusia estaba junto a José, lo que no terminaba de agradar a ninguno de los tres europeos, pero si eso hacía feliz al latino, bueno…

—Me pregunto quién nos enseñará —dijo Hermione, mientras se internaban en la alborotada multitud.

—Mientras no sea Arthur… —dijo Dinamarca.

—Con tal de que no sea... —Harry empezó una frase que terminó en un gemido: Gilderoy Lockhart se encaminaba a la tarima, resplandeciente en su túnica color ciruela oscuro, y lo acompañaba nada menos que Snape, con su usual túnica negra.

 

Lockhart pidió silencio con un gesto del brazo y dijo:

 

—¡Vengan aquí, acérquense! ¿Me ve todo el mundo? ¿Me escuchan todos? ¡Estupendo! El profesor Dumbledore me ha concedido permiso para abrir este modesto club de duelo, con la intención de prepararlos a todos ustedes por si algún día necesitan defenderse tal como me ha pasado a mí en incontables ocasiones (para más detalles, consulten mis obras).

 

—Permítanme que les presente a mi ayudante, el profesor Snape —dijo Lockhart, con una amplia sonrisa—. Él dice que sabe un poquito sobre el arte de batirse, y ha accedido desinteresadamente a ayudarme en una pequeña demostración antes de empezar. Pero no quiero que los más jóvenes se preocupen: no se quedarán sin profesor de Pociones después de esta demostración, ¡no teman!

 

—Algo me dice que sin lo que nos vamos a quedar, es sin profesor de DCAO —comentó Noruega, Islandia asintió con la cabeza.

 

 

En el labio superior de Snape se apreciaba una especie de mueca de desprecio. Harry se preguntaba por qué Lockhart continuaba sonriendo; si Snape lo hubiera mirado como miraba a Lockhart, habría huido a toda velocidad. Ambos profesores se encararon y se hicieron una reverencia. O, por lo menos, la hizo Lockhart, con mucha floritura de la mano, mientras el otro movía la cabeza de mal humor. Luego alzaron sus varitas mágicas frente a ellos, como si fueran espadas.

 

—Como ven, sostenemos nuestras varitas en la posición de combate convencional —explicó Lockhart a la silenciosa multitud—. Cuando cuente tres, haremos nuestro primer embrujo. Pero claro está que ninguno de los dos tiene intención de matar.

 

—Te apuesto la mitad de mi deuda que Snape le da su merecido —le dijo México a Estados Unidos quien era un seguidor del profesor Lockhart.

—¡Hahahaha! He is a hero and Professor Snape can not win!

—No creo que deban apostar sobre eso —dijo Canadá. Hermione los estudiaba con ese brillo analítico que tenía cuando se enfrentaba a algún enigma.

—Vamos, Matt, apostar con el gringo no es apuesta… ¡es inversión! —otros países y alumnos también comenzaron a hacer sus propias apuestas, la mayoría a favor de Snape.

 

—Una... dos... y tres.

 

Ambos alzaron las varitas y las dirigieron a los hombros del contrincante. Snape gritó:

 

—¡Expelliarmus! —un destello de luz roja salió de la punta de la barita, y Lockhart se levantó en el aire y voló hacia atrás saliendo disparado de la tarima, pegó contra el muro y cayó resbalando por él hasta quedar tendido en el suelo. Los países que apostaron a favor de Snape, Draco y algunos otros de Slytherin vitorearon a su profesor. Alfred protestaba haciendo escándalo.

 

—¿Creen que estará bien? —chilló Hermione por entre los dedos con que se tapaba la cara.

—¿A quién le preocupa? —dijeron Harry y Ron al mismo tiempo.

—Hierba mala nunca muere —agregó México que estaba demasiado feliz, había logrado liberarse de la mitad de su deuda con Estados Unidos y lo mejor es que no tuvo que mover ni un dedo.

 

Lockhart se puso de pie con esfuerzo. Se le había caído el sombrero y estaba completamente despeinado.

 

—¡Bueno, ya lo han visto! —dijo, tambaleándose al volver a la tarima—. Eso ha sido un encantamiento de desarme; como pueden ver, he perdido la varita... ¡Ah, gracias, señorita Brown! Sí, profesor Snape, ha sido una excelente idea enseñarlo a los alumnos, pero si no le importa que se lo diga, era muy evidente que iba a atacar de esa manera. Si hubiera querido impedírselo, me habría resultado muy fácil. Pero pensé que sería instructivo dejar a los alumnos observar...

 

—¿Cree que somos idiotas? —dijo Turquía entre dientes.

—Tal vez… sólo… este actuando… —comentó Grecia.

—A mi me parece que es igual de idiota que Mikke —agregó Luka.

—¡Noru, eres cruel! —chilló Dinamarca.

 

Snape parecía dispuesto a matar a Lockhart y él debió notarlo, porque dijo:

 

—¡Basta de demostración! Vamos a colocarlos por parejas. Profesor Snape, si estan amable de ayudarme...

 

 

Se metieron entre la multitud a formar parejas. Lockhart puso a Neville con Justin Finch-Fletchley, pero Snape llegó primero hasta donde estaban Ron y Harry con la mayoría de los países.

 

—Ya es hora de separar a este equipo ideal, creo —dijo con expresión desdeñosa— . Weasley, puedes emparejarte con el señor Braginsk —Ron tragó grueso y Rusia soltó un kolkolkol, pues él quería que le tocara con Alfred (por obvias razones) —. Potter...

 

Harry se acercó automáticamente a Hermione.

 

—Me parece que no —dijo Snape, sonriendo con frialdad—. Señor Malfoy, aquí. Veamos qué puedes hacer con el famoso Potter. La señorita Granger estará bien con la señorita Héderváry.

 

Malfoy se acercó pavoneándose y sonriendo. Hermione se puso un poco nerviosa cuando vio que la húngara tenía un brillo diabólico en los ojos. Los otros países quedaron de la siguiente manera:

 

Alfred-Yao.

José-Natasha.

Mikke-Berwald.

Sadiq-Heracles.

Ludwig-Lovino.

Vash-Francis.

Tino-Yaketerina.

Emil-Lyli.

Kiku-Luka.

Gilbert-Roderich.

Feliciano-Mathew.

Antonio- alumno de Slytherin.

 

 

 

—Bien, bien, señor Montoya, señorita Braginski, suban por favor —dijo Lockhart, de nuevo sobre la tarima

 

El primero en subir fue José que aún tenía esa gran sonrisa por haber ganado la apuesta y no parecía preocupado por quien era su contrincante, a diferencia del resto del Bad cuarteto y otros países que veían al latino con verdadera lástima.

 

 

— ¡Hagan una inclinación!

 

Natasha miraba con verdadero odio a José y a penas bajó un poco la cabeza, a diferencia del moreno.

 

—¡Varitas listas! —gritó Lockhart—. Cuando cuente hasta tres, ejecuten sus hechizos para desarmar al oponente. Sólo para desarmarlo; no queremos que haya ningún accidente. Una, dos y... tres.

 

—¡Expelli…! —gritó José pero no contaba con que la bielorrusa había corrido a su dirección antes de que el profesor terminara de contar, propinándole una tacleada que lo hizo caer de lado.

—Señorita Braginski, esto es un duelo mágico —la reprendió Snape —, haga el favor de pelear con su varita y no como muggle.

Te mataré —le dijo a José sin prestarle atención al profesor. Tomó firmemente su varita y comenzó a lanzarle hechizos que México difícilmente podía esquivar.

—Expelliarmus! —exclamó José, arrebatándole la varita a Natasha. Lockhart declaró al moreno como el ganador del primer encuentro. Las ovaciones no se hicieron esperar; esto ocasionó que Natasha enfureciera, sus cabellos se erizaron, dándole un aspecto aterrador.

No… ¡no dejare que te quedes con mi hermano! —una fuerza invisible lanzó a México contra una de las paredes, azotándolo, una y otra vez, cada vez más fuerte, a medida que Natasha gritaba más fuerte.

 

Los alumnos, e incluso los maestros observaban horrorizados la escena, completamente en estado de shock. Exhausta, Natasha se dejó de caer rodillas. El muro había colapsado sobre México, había un espeso humo que poco a poco fue desapareciendo.

 

—¡José! —gritó Iván que fue el primero en reaccionar. Corrió en su dirección para sacarlo de los escombros, al igual que Antonio, pero ambos se detuvieron en seco cuando los restos comenzaban a moverse.

 

México surgió de entre los escombros, la sangre brotaba de su cabeza, bajando por su rostro hasta llegar al uniforme. Lo que asustó a los presentes, eran sus ojos que estaban completamente rojos.

 

—Esto no es bueno —murmuró España casi en un susurro pero que Rusia pudo escuchar gracias a su cercanía con el ibérico.

 

México se llevó una mano a la herida que tenía en la cabeza, mojando sus dedos con el vital líquido; una sonrisa torcida apareció en sus labios. Lamio la sangre y miró a la bielorrusa.

La expresión que tenía, causó en Natasha un gran terror que no había sentido jamás en la vida.

 

—Vaya… creo que debo devolverte el favor —dijo México con voz gruesa —. Siéntete alagada… te sacaré el corazón para ofrecérselo a Quetzalcóatl.

 

Alrededor de José apareció una serpiente de color jade con unas enormes alas de colorido plumaje que le cubría también la cabeza, de enormes mandíbulas plagada de filosos dientes. Un escalofrió recorrió la columna de la joven y de muchos más.

 

—¡Desmaius! —el cuerpo de José perdió el equilibrio y se precipitó contra el suelo, al mismo tiempo que la serpiente con plumas desaparecía, pero, por suerte, Rusia fue más rápido y lo atrapó.

—Señor Braginski… lleve al señor Montoya a la enfermería —le pidió Snape quien había sido el responsable del hechizo. Rusia asintió.

 

Iván llevó a México a la enfermería, seguido por Lovino y Antonio quienes estaban preocupados por la salud de su “hijo”, especialmente España que ya se había enfrentado con anterioridad a “esa” personalidad.

 

—Creí que su sangre azteca había desaparecido, pero es obvio que no —suspiró España, le preocupaba que su tierno (Yandere), hijo tuviera el mismo carácter de Azteca y Maya.

 

 

 

En el gran comedor, los duelos se habían retomado y ahora todos combatían al mismo tiempo bajo la vigilancia de ambos profesores.

 

 

Harry apuntó la varita hacia los hombros de Draco, pero éste le lanzó su conjuro ocasionando el mismo efecto que si le hubieran golpeado en la cabeza con una sartén. Harry se tambaleó pero aguantó, y sin perder tiempo, dirigió contra Draco su varita, diciendo:

 

—¡Rictusempra!

 

Un chorro de luz plateada alcanzó a Draco en el estómago, y el Slytherin se retorció, respirando con dificultad.

 

—¡He dicho sólo desarmarse! —gritó Lockhart  cuando Draco cayó de rodillas, ¿es que todos ellos también pensaban terminar en la enfermería o traumatizados?

 

Harry había atacado a Draco con un encantamiento de cosquillas, y apenas se podía mover de la risa. Harry no volvió a atacar, porque le parecía que no era divertido hacerle encantamientos a Draco mientras estaban en el suelo, pero fue un error. Tomando aire, Malfoy apuntó la varita a las rodillas de Harry, y dijo con voz ahogada:

 

—¡Tarantallegra!

 

Un segundo después, a Harry las piernas se le empezaron a mover a saltos, fuera de control, como si bailaran un baile.

—¡Alto!, ¡alto! —gritó Lockhart, pero Snape se hizo cargo de la situación.

—¡Finite incantatem! —gritó. Los pies de Harry dejaron de bailar, Malfoy dejó de reír y ambos pudieron levantar la vista.

 

Una niebla de humo verdoso se cernía sobre la sala. Alfred tendido en el suelo, jadeando, Feliciano lloriqueando blandiendo una bandera blanca; Ron sostenía a Seamus, que estaba lívido, y le pedía disculpas por los efectos de su varita rota; pero Dinamarca y Suecia no se habían detenido: Mikke tenía a Berwald del cuello, las varitas de ambos estaban a unos metros de ellos.

 

—Muchachos, muchachos... —decía Lockhart, pasando por entre los estudiantes, examinando las consecuencias de los duelos—. Levántate, Feliciano..., con cuidado, señorita Braginski..., pellízcalo con fuerza, Bonnefoy, y dejará de sangrar enseguida...

 

—Creo que será mejor que les enseñe a interceptar los hechizos indeseados —dijo Lockhart, que se había quedado quieto, con aire azorado, en medio del comedor. Miró a Snape y al ver que le brillaban los ojos, apartó la vista de inmediato—. Necesito un par de voluntarios... Longbottom y Vargas, ¿qué tal ustedes?

—Mala idea, profesor Lockhart —dijo Snape, deslizándose como un espectro —. Longbottom provoca catástrofes con los hechizos más simples, tendríamos que enviar a Vargas a la enfermería en una caja de cerillos a hacerle compañía al señor Montoya. —La cara sonrosada de Neville se puso de un rosa aún más intenso—. ¿Qué tal Malfoy y Potter? —dijo Snape con una sonrisa malvada.

—¡Excelente idea! —aceptó Lockhart, haciéndoles un gesto para que se acercaran al centro del Salón, al mismo tiempo que la multitud se apartaba para dejarles sitio—.

Veamos, Harry —habló Lockhart—, cuando Draco te apunte con la varita, tienes que hacer esto.

 

 

Levantó la varita, intentó un complicado movimiento, y se le cayó al suelo. Snape sonrió y Lockhart se apresuró a recogerla, diciendo:

 

—¡Vaya, mi varita está un poco nerviosa!

 

Snape se acercó a Malfoy, se inclinó y le susurró algo al oído. Malfoy también sonrió. Harry miró asustado a Lockhart.

 

—Profesor, ¿me podría explicar de nuevo cómo se hace eso de interceptar?

—¿Asustado? —murmuró Malfoy, de forma que Lockhart no pudiera oírle.

—Eso quisieras tú —le dijo Harry torciendo la boca. Lockhart dio una palmada amistosa a Harry en el hombro.

—¡Simplemente, hazlo como yo, Harry!

—¿El qué?, ¿dejar caer la varita?

 

Pero Lockhart no le escuchaba.

 

—Tres, dos, uno, ¡ya! —gritó. Draco levantó rápidamente la varita y bramó:

—¡Serpensortia!

 

Hubo un estallido en el extremo de su varita. Harry vio, aterrorizado, que de ella salía una larga serpiente negra, caía al suelo entre los dos y se erguía, lista para atacar. Todos se echaron atrás gritando y despejaron el lugar en un segundo.

 

—No te muevas, Potter —dijo Snape sin hacer nada, disfrutando claramente de la visión de Harry, que se había quedado inmóvil, mirando a los ojos a la furiosa serpiente—. Me encargaré de ella...

—¡Permítanme! —gritó Lockhart. Blandió su varita apuntando a la serpiente y se oyó un disparo: la serpiente, en vez de desvanecerse, se elevó en el aire unos tres metros y volvió a caer al suelo con un chasquido. Furiosa, silbando de enojo, se deslizó derecha hacia Veneciano que comenzó a llorar, inmediatamente, Ludwig se puso delante para protegerlo. La serpiente se irguió de nuevo, enseñando los colmillos venenosos.

 

Harry no supo por qué lo hizo, ni siquiera fue consciente de ello. Sólo percibió que las piernas lo impulsaban hacia delante como si fuera sobre ruedas y que gritaba absurdamente a la serpiente: “¡Déjalos!” Y milagrosa e inexplicablemente, la serpiente bajó al suelo, tan inofensiva como una gruesa manguera negra de jardín, y volvió los ojos a Harry. A éste se le pasó el miedo. Sabía que la serpiente ya no atacaría a nadie, aunque no habría podido explicar por qué lo sabía.

 

Sonriendo, miró a Ludwig quien trataba de tranquilizar a Feliciano, éste le dedicó un asentimiento, aunque en su mirada se notaba el desconcierto.

 

Muchos alumnos miraban a Harry con expresiones de miedo, algunos, cómo los países lo observaban confundidos.

 

Snape se acercó, blandió la varita y la serpiente desapareció en una pequeña nube de humo negro. También él miraba a Harry de una manera rara; era una mirada astuta y calculadora que a Harry no le gustó. Fue vagamente consciente de que a su alrededor se oían unos inquietantes murmullos. A continuación, sintió que alguien lo tiraba de la túnica por detrás.

 

—Vamos —le dijo Ron al oído—. Vamos...

 

Ron lo sacó del salón, Hermione y los países fueron con ellos. Al atravesar las puertas, los estudiantes se apartaban como si les diera miedo contagiarse. Ni Harry ni los países tenían ni idea de lo que pasaba, y ni Ron ni Hermione les explicaron nada hasta llegar a los baños de Myrtle, la llorona.

 

—Hablas pársel. ¿Por qué no nos lo habías dicho? —dijo Ron.

—¿Que hablo qué? —cuestionó Harry confundido.

—¡Pársel! —gritó Ron—. ¡Puedes hablar con las serpientes!

—Lo sé —dijo Harry—. Quiero decir, que ésta es la segunda vez que lo hago. Una vez, accidentalmente, le eché una boa constrictora a mi primo Dudley en el zoo... Es una larga historia... pero ella me estaba diciendo que no había estado nunca en Brasil, y yo la liberé sin proponérmelo. Fue antes de saber que era un mago...

—¿Entendiste que una boa constrictor te decía que no había estado nunca en Brasil? —repitió Ron con voz débil.

—¿Y qué? —preguntó Harry—. Apuesto a que pueden hacerlo montones de personas.

—Desde luego que no —dijo Ron—. No es un don muy frecuente. Harry, eso no es bueno.

—¿Que no es bueno? —cuestionó Harry, comenzando a enfadarse—. ¿Qué le pasa a todo el mundo? Mira, si no le hubiera dicho a esa serpiente que no atacara a Feliciano...

—¿Eso es lo que le dijiste?

—¿Qué pasa? Tú estabas allí... tú me oíste.

—Hablaste en lengua pársel —le dijo Ron.

—¿Qué es eso? —preguntó Noruega, él y el resto de los países estaban muy confundidos.

—La lengua de las serpientes —respondió Ron que después puso su atención en Harry —. Podías haber dicho cualquier cosa.

—Ve~ fue aterrador —dijo Feliciano escondiendo la cabeza en el pecho de Alemania.

—Feliciano es un miedoso —habló Dinamarca —, pero parecía como si estuvieras incitando a la serpiente, o algo así. Fue escalofriante.

—Es cierto —agregó Yaketerina.

 

Harry se quedó con la boca abierta.

 

—¿Hablé en otra lengua? Pero no comprendo... ¿Cómo puedo hablar en una lengua sin saber que la conozco?

 

Ron negó con la cabeza. Por la cara que ponían tanto él como Hermione, parecía como si acabara de morir alguien. Harry o los países no alcanzaban a comprender qué era tan terrible.

 

—¿Pueden explicarnos qué hay de malo en impedir que una serpiente grande y asquerosa le arranque la cabeza a Feliciano de un mordisco? —preguntó Gilbert—. A mí me parece que es muy awesome, kesesese.

—¿Qué importa cómo lo hizo? —cuestionó Austria —Lo importante es que Feliciano y Ludwig se encuentran bien.

—Sí importa —dijo Hermione, hablando por fin, en un susurro—, porque Salazar Slytherin era famoso por su capacidad de hablar con las serpientes. Por eso el símbolo de la casa de Slytherin es una serpiente.

 

Harry se quedó boquiabierto.

 

—Exactamente —habló Ron—. Y ahora todo el colegio va a pensar que tú eres su tatara-tatara-tatara-tataranieto o algo así.

—Pero no lo soy —dijo Harry, sintiendo un inexplicable terror.

—Te costará mucho demostrarlo —agregó Hermione—. Él vivió hace unos mil años, así que bien podrías serlo.

—¿Qué hay de lo que le sucedió a José? —intervino Harry —Él tenía una serpiente con alas a su alrededor y los ojos rojos.

—Es por la sangre azteca que corre en sus venas —dijo Antonio quien acababa de llegar, junto con Romano. Iván había decidido quedarse en la enfermería con México.

—¿Qué quieres decir con eso? —quiso saber, Hermione.

 

España trató de explicarles  –sin exponer su calidad de países –, la razón por la que los ojos de México cambiaron de cafés a rojos y aquella serpiente (según el propio José), era un alebrije que rara vez se dejaba ver por extraños.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Aquella noche, Harry pasó varias horas despierto. Por una abertura en las colgaduras de su cama, veía que la nieve comenzaba a amontonarse al otro lado de la ventana de la torre, y meditaba.

 

¿Era posible que fuera un descendiente de Salazar Slytherin? Al fin y al cabo, no sabía nada sobre la familia de su padre. Los Dursley nunca le habían permitido hacerles preguntas sobre sus familiares magos.

 

En voz baja, trató de decir algo en lengua pársel, pero no encontró las palabras. Parecía que era requisito imprescindible estar delante de una serpiente.

 

Pero estoy en Gryffindor —pensó Harry—. El Sombrero Seleccionador no me habría puesto en esta casa si tuviera sangre de Slytherin...

¡Ah! —dijo en su cerebro una voz horrible—, pero el Sombrero Seleccionador te quería enviar a Slytherin, ¿lo recuerdas?

 

Pero José tenía los ojos rojos y su voz sonaba tan aterradora que incluso había logrado asustar a Snape y Natasha.

 

 

México se despertó a media noche, le dolía la cabeza y el cuerpo; intentó levantarse pero no podía mover las manos ni las piernas, estaba amarrado a la cama, sonrió por un momento creyendo que el responsable era Rusia… craso error.

 

—Na… ¿Natasha? —trago grueso, en su estado no podría defenderse. México estaba rezando a la Virgen de Guadalupe y a todos los dioses de sus padres para que la enfermera apareciera y lo salvara.

Me derrotaste…

—Eh, bueno… —sonrió nervioso —cualquiera comete un error y… —Natasha lo hizo callar con un beso, ocasionando que el moreno comenzara a toser.

—Seremos uno… —México comenzó a moverse violentamente, lloriqueando; ahora entendía por qué Rusia actuaba así cuando su hermana lo acosaba, ¡era aterradora! Gritó desesperado cuando la bielorrusa comenzó a tocarlo por debajo de la ropa.

—¡Ah!, ¡Auxilio, me violan! ¡Mamá!

 

El sonido de unos pasos se resonaron por todo el lugar; Rusia apareció, tenía un aura oscura que lo rodeaba. México tragó grueso, Bielorrusia estaba sentada sobre su estómago, semi desnuda, él atado y sin más ropa que sus bóxers.

 

—¡Rusia! —chilló José entre aliviado y asustado —Gracias a la Virgencita de Guadalupe, ¡quítame a esta loca!

Hermano… México y yo nos casaremos… —dijo Natasha con voz gruesa, el moreno negó con vehemencia, tratando de soltarse.

—¡No es cierto! Primero beso a Alfred que casarme con ésta loca.

 

 

Por suerte para México, la señora Pomfrey había aparecido y ambos hermanos  escaparon, dejando a José amarrado a la cama.

 

 

 

A la mañana siguiente, sin embargo, la nevada que había empezado a caer por la noche se había transformado en una tormenta de nieve tan recia que se suspendió la última clase de Herbología del trimestre. La profesora Sprout quiso tapar las mandrágoras con pañuelos y calcetines, una operación delicada que no habría confiado a nadie más, puesto que el crecimiento de las mandrágoras se había convertido en algo tan importante para revivir a la Señora Norris y a Colin.

 

 

Harry le daba vueltas a aquello, sentado junto a la chimenea, en la sala común de Gryffindor, mientras Ron, Hermione y los países aprovechaban el hueco dejado por la clase de Herbología para echar una partida al ajedrez mágico.

 

—¡Por Dios, Harry! —dijo Hermione, exasperada, mientras uno de los alfiles de Ron tiraba al suelo al caballero de uno de sus caballos y lo sacaba a rastras del tablero—. Si es tan importante para ti, ve a buscar a Feliciano.

—Feliciano no está molesto aru, sólo algo asustado aru —dijo China restándole importancia al asunto.

—Él llora por cualquier cosa —agregó Hungría —, no deberías de preocuparte tanto, Harry.

 

De todas formas, estaba preocupado por lo que sus amigos extranjeros pudieran pensar, aunque ellos aparentaban no darle importancia.

 

 

El castillo estaba más oscuro de lo normal en pleno día, a causa de la nieve espesa y gris que se arremolinaba en todas las ventanas. Tiritando, Harry pasó por las aulas en que tenían clases, vislumbrando algunas escenas de lo que ocurría dentro. La profesora McGonagall gritaba a un alumno que, a juzgar por lo que se oía, había convertido a su compañero en un tejón. Aguantándose las ganas de echar un vistazo, Harry siguió su camino, pensando que Feliciano podría estar aprovechando su hora libre para hacer alguna tarea pendiente, y decidió mirar antes que nada en la biblioteca. Efectivamente, algunos de los de Hufflepuff que tenían clase de Herbología estaban en la parte trasera de la biblioteca, pero no parecía que estudiasen. Entre las largas filas de estantes, Harry podía verlos con las cabezas casi pegadas unos a otros, en lo que parecía una absorbente conversación. No podía distinguir si entre ellos se encontraba alguno de los dos italianos. Se les estaba acercando cuando consiguió entender algo de lo que decían, y se detuvo a escuchar, oculto tras la sección de “Invisibilidad”.

 

—Así que —decía un muchacho corpulento—,  le dije a Feliciano que se ocultara en su dormitorio. Quiero decir que si Potter lo ha señalado como su próxima víctima, es mejor que se deje ver poco durante una temporada.

—Yo escuché que Lovino le dijo que lo mandaría a visitar a sus ancestros, si se volvía a acercar a su hermano. No es el mejor comentario que se le puede hacer al heredero de Slytherin, ¿verdad?

—¿Entonces estás convencido de que es Potter, Ernie? —preguntó asustada una chica rubia con coletas.

—Hannah —le dijo solemnemente el chico robusto—, habla pársel. Todo el mundo sabe que ésa es la marca de un mago tenebroso. ¿Sabes de alguien honrado que pueda hablar con las serpientes? Al mismo Slytherin lo llamaban lengua de serpiente.

 

Harry no pudo aguantar más y salió de detrás de la estantería, carraspeando sonoramente. De no estar tan enojado, le habría parecido divertida la forma en que lo recibieron: todos parecían petrificados por su sola visión, y Ernie se puso pálido.

 

—Hola —dijo Harry—. Busco a Feliciano Vargas.

 

Los peores temores de los de Hufflepuff se vieron así confirmados. Todos miraron atemorizados a Ernie.

 

—¿Para qué lo buscas? —le preguntó Ernie, con voz trémula.

—Quería explicarle lo que sucedió realmente con la serpiente en el club de duelo —dijo Harry.

Ernie se mordió los labios y luego, respirando hondo, dijo:

 

—Todos estábamos allí. Vimos lo que sucedió.

—Entonces te darías cuenta de que, después de lo que le dije, la serpiente retrocedió —explicó Harry.

—Yo sólo me di cuenta —dijo Ernie orgullosa, aunque temblaba al hablar— de que hablaste en lengua pársel y le echaste la serpiente a Feliciano y al chico alemán.

—¡No fue así! —dijo Harry, con la voz temblorosa por el enojo—. ¡Ni siquiera los tocó!

—Por poco —dijo Ernie—. Y por si te entran dudas —añadió apresuradamente—, he de decirte que puedes rastrear mis antepasados hasta nueve generaciones de brujas y brujos y no encontrarás una gota de sangre muggle, así que...

—¡No me preocupa qué tipo de sangre tengas! —dijo Harry con dureza—. ¿Por qué tendría que atacar a los de familia muggle?

—He oído que odias a esos muggles con los que vives —dijo Ernie apresuradamente.

—No es posible vivir con los Dursley sin odiarlos —dijo Harry—. Me gustaría que lo intentaras.

 

Dio media vuelta y salió de la biblioteca, provocando una mirada reprobatoria de la señora Pince, que estaba sacando brillo a la cubierta dorada de un gran libro de hechizos. Furioso como estaba, iba dando traspiés por el corredor, sin ser consciente de adónde iba. Y al fin se dio de bruces contra una mole grande y dura que lo tiró al suelo de espaldas.

 

—¡Ah, hola, Hagrid! —dijo Harry, levantando la vista.

 

Aunque llevaba la cara completamente tapada por un pasamontañas de lana cubierto de nieve, no podía tratarse de nadie más que Hagrid, pues ocupaba casi todo el ancho del corredor con su abrigo de piel de topo. En una de sus grandes manos enguantadas llevaba un gallo muerto.

 

—¿Va todo bien, Harry? —preguntó Hagrid, quitándose el pasamontañas para poder hablar—. ¿Por qué no estás en clase?

—La han suspendido —contestó Harry, levantándose—. ¿Y tú, qué haces aquí?

 

Hagrid levantó el gallo sin vida.

 

—El segundo que matan este trimestre —explicó—. O son zorros o chupasangres, y necesito el permiso del director para poner un encantamiento alrededor del gallinero.

 

Miró a Harry más de cerca por debajo de sus cejas espesas, cubiertas de nieve.

 

—¿Estás seguro de que te encuentras bien? Pareces preocupado y alterado.

—No es nada —repuso—. Mejor será que me vaya, Hagrid, después tengo Transformaciones y debo recoger los libros.

 

 

Harry subió las escaleras y volvió por otro corredor. Estaba mucho más oscuro, porque el viento fuerte y helado que penetraba por el cristal flojo de una ventana había apagado las antorchas. Iba por la mitad del corredor cuando tropezó y cayó de cabeza contra algo que había en el suelo.

 

Se volvió y afinó la vista para ver qué era aquello sobre lo que había caído, y sintió que el mundo se le venía encima.

 

Sobre el suelo, como si durmieran, yacía Honda Kiku y Feliciano Vargas. Y eso no era todo. A su lado había otra figura, componiendo la visión más extraña que Harry hubiera contemplado nunca. Se trataba de Nick Casi Decapitado, que no era ya transparente ni de color blanco perlado, sino negro y neblinoso, y flotaba inmóvil, en posición horizontal, a unos centímetros del suelo. La cabeza estaba medio colgando, y en la cara tenía una expresión de horror.

 

Harry se puso de pie, con la respiración acelerada, el corazón le latía con tanta fuerza que estaba seguro que resonaba por todo el pasillo. Miró enloquecido arriba y abajo del corredor desierto y vio una hilera de arañas huyendo de los cuerpos a todo correr. Lo único que se oía eran las voces amortiguadas de los profesores que daban clase a ambos lados.

 

Podía salir corriendo, y nadie se enteraría de que había estado allí. Pero no podía dejarlos de aquella manera, tenía que hacer algo por ellos. ¿Habría alguien que creyera que él no había tenido nada que ver?

 

Aún estaba allí, aterrorizado, cuando se abrió de golpe la puerta que tenía a su derecha. Peeves el poltergeist surgió de ella a toda velocidad.

 

—¡Vaya, si es Potter pipí en el pote! —cacareó Peeves, ladeándole las gafas de un golpe al pasar a su lado dando saltos—. ¿Qué tramas Potter? ¿Por qué acechas?

 

Peeves se detuvo a media voltereta. Boca abajo, los dos países y a Nick casi Decapitado. Cayó de pie, llenó los pulmones y, antes de que Harry pudiera impedirlo, gritó:

 

—¡AGRESIÓN! ¡AGRESIÓN! ¡OTRA AGRESIÓN! ¡NINGUN MORTAL NI FANTASMA ESTÁ A SALVO! ¡SALVESE QUIEN PUEDA! AGREESIÓÓÓÓN!

 

 

Como efecto dominó: todas las puertas que había en el corredor se fueron abriendo, y la gente empezó a salir. Durante varios minutos, hubo tal alboroto que por poco aplastan a Japón e Italia y atraviesan el cuerpo de Nick Casi Decapitado.

 

Los alumnos acorralaron a Harry contra la pared hasta que los profesores pidieron calma. La profesora McGonagall llegó corriendo, seguida por sus alumnos, uno de los cuales aún tenía el pelo a rayas blancas y negras. La profesora utilizó la varita mágica para provocar una sonora explosión que restaurase el silencio y ordenó a todos que volvieran a las aulas. Cuando el lugar se hubo despejado un poco, llegaron corriendo, los países que pertenecían a Hufflepuff, con algunos de sus compañeros de casa.

 

—Feliciano… ¡Feliciano! —le gritó Romano moviéndolo violentamente, no se sentía rígido pero tampoco despertaba.

—¡Qué horror! —exclamó Liechtenstein cubriéndose el rostro. Ucrania la atrajo en un abrazo cuando comenzó a llorar, aunque Yaketerina estaba en iguales condiciones.

—¡Te han atrapado con las manos en la masa! —gritó Ernie, con la cara completamente blanca, señalando con el dedo a Harry.

—¡Es suficiente, Macmillan! —dijo con severidad la profesora McGonagall. Peeves se meneaba por encima del grupo con una malvada sonrisa, escrutando la escena; le encantaba lo que estaba sucediendo. Mientras los profesores se inclinaban sobre los países y Nick Casi Decapitado, examinándolos, Peeves rompió a cantar:

—¡Oh, Potter, eres un villano, estás podrido, te cargas a los estudiantes, y te parece divertido!

—¡Ya basta, Peeves! —gritó la profesora McGonagall, y Peeves escapó por el corredor, sacándole la lengua a Harry.

 

Los profesores Flitwick y Sinistra, del departamento de Astronomía, fueron los encargados de llevar a Kiku y Feliciano a la enfermería, seguidos por los países, pero nadie parecía saber qué hacer con Nick Casi Decapitado. Al final, la profesora McGonagall hizo aparecer de la nada un gran abanico, y se lo dio a Ernie con instrucciones de subir a Nick Casi Decapitado por las escaleras. Ernie obedeció, abanicando a Nick por el corredor para llevárselo por el aire como si se tratara de un aerodeslizador silencioso y negro. De esa forma, Harry y la profesora McGonagall se quedaron a solas.

 

—Por aquí, Potter —indicó ella.

—Profesora —le dijo Harry enseguida—, le juro que yo no...

—Eso se escapa de mi poder, Potter —dijo de manera cortante la profesora McGonagall.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

En esos momentos,  México se la pasaba escondiéndose de Bielorrusia, por suerte, tenía un cuerpo pequeño y podía caber en casi cualquier lugar, o bien, podía sobornar a los elfos con dulces para que lo escondieran.

 

Gracias a lo sucedido con Japón, Italia y Nick Casi Decapitado, las clases se habían suspendido hasta nuevo aviso, lo que el latino aprovechó para ir a ocultarse bajo el sauce boxeador.

 

—Ahora si se lo que siente Rusia —murmuró dejándose caer al suelo. Tenía horas sin poder descansar. Se llevó una mano a la cabeza, aún le dolía terriblemente, al igual que su cuerpo.

 

Estaba en la casa de los gritos, un lugar donde podía estar con Rusia sin que nadie los molestara. Entró a la sala donde guardaba algunas cosas que había traído de su casa: hierbas medicinales, tequila, chocolate…

 

México, kolkolkol… —el moreno se sobresaltó en un primer momento, pero después sonrió al ver al ruso sentado en el desvencijado sofá.

—¡Iván! —exclamó José olvidando por completo todo el malestar que sentía, quiso besarlo, pero él no se lo permitió. —ora, ¿Qué tienes?

Me engañaste —México parpadeo confundido, abrió y cerró la boca pero no dijo nada —. Si querías llegar a mi hermana, no tenías porque… usarme.

 

México comprendió. Rusia creía que lo había utilizado para llegar a Natasha. Sonrió interiormente, feliz de que Iván estuviese celándolo y lo besó.

 

—Mi osito sádico —se sentó a horcajadas sobre las piernas de Rusia, juntó su frente con la de él y le dio un casto beso —. Te amo más que las plantas aman a la lluvia. Te amo más que al tequila y al picante. Sería capaz de dar hasta la última gota de mi sangre, daría mi cuerpo y mi alma por estar contigo toda la eternidad.

—México… —con un dedo, el moreno lo hizo callar.

—Déjame demostrarte cuanto te amo y te necesito —los ojos de José se volvieron rojos, una sonrisa torcida se formó en sus labios —¿Rusia quiere ser uno con México?

 

Iván se sintió intimidado por esa penetrante mirada que parecía poder leer hasta sus pensamientos más íntimos. Antes que Rusia pudiera contestar, lo tomó del cuello, atrayéndolo para atrapar sus labios en un fiero beso. Cada vez más profundo iba aquella húmeda exploración.

 

Rusia había sido atrapado con la guardia baja y lo estaba adorando... uno de los brazos de José rodeaba su cintura mientras la otra mano estaba tras su nuca, llevando su cabeza más hacia la de José, obligándolo a abrir más su boca para profundizar aquel beso asfixiante.

 

 

Iván ya se sentía mareado por la falta de oxígeno en sus pulmones y sentía que iba a perder el sentido pero José partió el beso jalando la cabeza de Iván hacia atrás, repartiendo besos por toda la comisura de los labios del jadeante ruso que trataba de recuperar algo de aire.

 

—Te vez tan hermoso…

 

Rusia trató de contestar pero no pudo, todavía estaba tratando de recuperar algo de aire, y con José besando y mordisqueando su cuello de aquella forma tan lasciva era difícil. No podía negar que le gustaba ese lado de México, tan salvaje, tan… fuerte.

 

—¿Que sucede Rusia? ¿Harás algo o dejaras que yo haga todo el trabajo? —dijo José entre sarcástico y divertido.

—¿Quién… eres…? —México parpadeo un par de veces; se llevó un dedo a los labios en una pose infantil.

—Soy México —respondió haciendo puchero —. Tu José, tuyo y de nadie más —una  sonrisa maliciosa. Bajó hasta el pálido cuello y lo lamio como si fuese un delicioso dulce. —¿Rusia será uno con México?

—Da —manos diestras desnudaron, arrancaban los uniformes con gran facilidad. Rusia mordió su labio inferior en un intento de sofocar un alto gemido por el placer que el moreno estaba dando a su cuerpo. Era una tortura, y la estaba disfrutando

 

 

Continuara…

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Lizerg-chan: Hola gente!

Youko Saiyo: Se que los hemos dejado en lo bueno XD

México: ¬¬ Si, no es justo…

Youko Saiyo: Tranquilo, que para el próximo capítulo disfrutaras de tu ruso en más de una ocasión.

México: Ok n-n Hasta la próxima.


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