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Error mágico por lizergchan

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Notas del capitulo:

Disculpen por la demora!!

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, FranxUk, PruxAus, EspxRoma, UkxFran, y HarryxDraco insinuación de AmexMex y SnapexUk

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

 

 

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Error mágico

 

 

Capítulo 24.- Secuestran a Alemania

 

 

 

Pasarían una semana visitando sólo Alemania y de ahí a Italia, pues las vacaciones no les alcanzarían para visitar Hungría, Austria, Suiza y Liechtenstein.

 

 

El estruendo y quejidos adoloridos le indicaron a Ludwig que sus invitados acaban de llegar; con él se encontraba Elizabeta, Roderich, Vash y Lily, pues ayudarían al alemán a fungir como anfitriones.

 

—Bienvenido —. Dijo la húngara, tratando de aguantar las ganas de tomar fotos, pues los recién llegados habían caído de tal forma que parecían estar en una orgia.

 

Alemania e Italia entraron a la habitación, cuando sus invitados se iban poniendo de pie, algunos quejándose aún por el golpe o lo tortuoso del viaje.

 

— ¡Hola, cerveza! Digo, Alemania —. Dijo México, con la misma energía que caracterizaba a los latinoamericanos. El hispanoamericano estaba acostumbrándose a los turbulentos viajes, por lo que no tenía el aspecto de sus compañeros, e incluso había comenzado a tomarle el gusto a esa forma de traslado.

Veh, bienvenidos —. Habló Italia, quien estaba prendado del brazo de Ludwig.

— Me alegra que llegaran bien, los llevare a sus habitaciones para que descansen —. El tono que el alemán usó era más como orden, y no admitía peros; aún así los países sabían que ésa era la forma de hablar del rubio, por lo que no le tomaron mayor importancia, muy diferente a los tres magos quienes se tensaron.

 

Con ayuda de Elizabeta y Feliciano, Ludwig condujo a sus visitas a las habitaciones que previamente había preparado para ellos.

 

 

Harry terminó de desempacar media hora después de haber llegado; compartiría habitación con Ron. Se recostó en su cama, pensando en descansar hasta la hora del almuerzo. Hermione estaba muy emocionada por estar en Alemania, y ardía en deseos de visitar los lugares más enigmáticos del país, por eso se pasó la mañana leyendo sobre la historia del país e interrogando de vez en cuando a Ludwig o a Gilbert sobre un tema u otro.

 

En la cocina, Hungría e Italia preparaban la cena mientras que la mayoría de los países se dedicaba a holgazanear por ahí.

 

Ludwig se encontraba en su oficina terminando algunos pendientes, con él se encontraba Hermione quien se había ofrecido a ayudarle. Desde que la conoció, Alemania había encontrado en la bruja una igual con la que podía charlar por horas, sin aburrirse o desesperarse, como le sucedía con la gran mayoría de los países. Lo que el germano no sabía, era que aquella amistad provocaba en cierto italiano una enorme inseguridad.

 

— ¡Estoy aburrido! —. Chilló Gilbert, dejándose caer en el sofá. Fritz, la lechuza de Prusia, se encontraba posada sobre un mueble con Gilbird. Francis acostado en el sillón, y José en el suelo.

— Yo también —. Dijeron Francia y México a la vez. Era tan molesto ser niños; no podían ir a beber alcohol, conducir, ni ver películas aptas para adultos que por cierto eran las mejores. Pero en cambio, sí tenían que ordenar sus habitaciones, hacer los deberes que Inglaterra o España les ordenaban, y comer sano. ¡Ni cuando en realidad fueron niños tuvieron qué pasar por tanto!

— ¡Tengo una idea! —. Exclamó Francis, llamando la atención de Gilbert y José quienes se acercaron al rubio, y entre cuchicheos les contó el plan que tenía; al terminar, los tres se sonrieron entre sí, asintiendo con sincronía.

 

Se pusieron en marcha; Francis y Gilbert por un lado, mientras que José por otro. Los países que vieron a esos tres desfilar por la casa, llevando o trayendo cosas; estaban seguros de que algo malo iba a suceder, ¿qué otra cosa puedes esperar, cuando los miembros del Bad Cuarteto estaban involucrados?

 

En uno de esos ir y venir de Prusia, él chocó contra Italia, haciendo que cayera uno sobre otro.

 

— ¡Veh,  lo siento! —. La voz llorosa del italiano preocupó a Prusia. Feliciano tenía los ojos rojos e anchados; sorbía de vez en cuando los mocos que intentaban salir, prueba inequívoca de que el país amante de la pasta había estado llorando.

— ¿Qué te sucede, Ita-chan? —. Feliciano hizo un puchero antes de soltarse a llorar en brazos de la ex nación.

— ¡Alemania ya no me quiere! ¡Veh! —. Gilbert no comprendía el por qué de la desesperación y melancolía del castaño,  por lo que solo atinó a abrazarlo para tratar de tranquilizarlo.

 

Prusia estaba cada vez mas confundido, pero logró hacer que Veneciano se calmara poco a poco, hasta que fue capaz de explicarle lo que le sucedió. Cuando Italia fue a ver Alemania, éste se encontraba en su oficina  a solas con Hermione; los dos abrazados, demasiado juntos. Esto no hubiera sido tomado por Feliciano más que como el encuentro de dos amigos; si no fuera por el hecho de que últimamente, Ludwig y Hermione eran muy apegados, algo poco común en ese estoico y frío alemán, que muy dócilmente mostraba sus sentimientos.

 

Prusia realmente estaba sorprendido. Tomó a Italia de la muñeca y lo jaló rumbo al ático de la casa que Francia; México y él estaban convirtiendo en una cantina clandestina, que los tres habían creado desde cero en unas cuantas horas.

 

El lugar en realidad era sorprendente; había una barra, tres estanterías con vasos de vidrio de diferentes tipos y tamaños. Licores de diferentes clases y cosechas; bancos e incluso una mesa de billar semi-profesional que sólo Dios sabrá de dónde la sacaron. Además de cuatro sillones puff redondos.

 

— ¡Italia! —. Exclamó Francis con alaria. Estaba limpiando algunas copas —. ¿Pero qué te pasa? —. Preguntó preocupado al notar el semblante lloroso del castaño.

— Si tía, andas todo achicopalado —. Agregó México, que dejó de acomodar las botellas para acercarse a Feliciano y abrazarlo, quien al sentirse rodeado por aquella calidez, rompió en llanto —. Ya Italia, no llores, na’más acuérdate.

— ¿Qué le sucede a mon petit, Gilbert? —. Le preguntó el francés a su compañero de parrandas.

 

Prusia les explicó a grandes rasgos la razón por la que Italia lloraba, y como sucedió con él; ni el francés ni el mexicano lo creyeron, después de todo estaban hablando de Alemania quien –si  bien era muy difícil que expresara sus sentimientos – era más que obvio que amaba a Feliciano.

 

— Yo no creo que Ludwig te este haciendo de chicos los tamales* —. Habló José cruzándose de brazos.

— Hermione es muy parecida a Alemania, muy diferente de mí —. Feliciano bajó su cabeza, completamente deprimido.

— Pues lo dirás por Petra, pero la chismosa es Juana* —. Interrumpió México —. Yo creo que Alemania te ama tanto o más que a la cerveza, y eso ya es mucho que decir, y es que dirás lo que quieras, pero los polos iguales se repelen, y mira que hasta en la ciencia se ve. ¿A poco crees que esos dos puedan te vayan a pintar el cuerno*? —. Feliciano abrió la boca para responder, pero José se lo impidió tomando la palabra nuevamente. — Eso decía yo. Alemania puede ser de todo: borracho, pervertido de closet, masoquista de closet, tener cara de limón agrio, ser…

— ¡Mejor no defiendas a West! —. Protestó Gilbert, haciendo un puchero mientras que Francis se reía entre dientes.

—…Pero eso sí, más fiel que un perro —. Finalizó México, ignorando los reclamos del prusiano.

Mon petit tiene razón, Italia. Alemania te ama —. Le aseguró Francis, dándole palmaditas en la espalda.

 

En ese momento, como si un rayo los hubiese alcanzado, los tres países se miraron entre sí y una sonrisa traviesa surcó sus rostros, asintieron con la cabeza al mismo tiempo. Tenían una idea para ayudar al italiano.

 

— Gilbert, quédate aquí con Italia. Mexique y yo nos encargaremos de lo demás —. Gilbert y José asintieron.

 

Francia y México salieron del ático para dar comienzo a su “diabólico” plan.

 

Por otro lado; Inglaterra se encontraba en la biblioteca, haciendo algunas llamadas. Pronto sería el cumpleaños del chico dorado de Gryffindor, y él se merecía una celebración digna de un rey. Estados Unidos, Ron, Canadá y Harry habían salido a dar un paseo por la ciudad, pues Alfred estaba ansioso de mostrarle a los dos magos el gran héroe que era, al impedir que los villanos nazis dominaran al mundo.

 

 

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— ¿Entonces no recuerdas mucho de tu vida pasada? —. Alemania negó con la cabeza. No sabía cómo terminó hablando de su pasado con Hermione, pero de cierto modo sentía un peso menos sobre sus hombros.

—Sólo recuerdo despertarme una mañana, y ver el rostro lloroso de Gilbert. Cuando se dio cuenta de que abrí los ojos; me abrazó como si estuviese aliviado de verme —. Suspiró.

 

Hermione caminaba en círculos por la oficina, mientras escuchaba el relato de Ludwig. Estaba analizando el mejor método para ayudar a su amigo.

 

— Podríamos utilizar un hechizo para ayudarte a recordar… o un pensadero, pero para eso debemos estar en Hogwarts, ya que no los menores de edad no pueden usar magia fuera de la escuela —. Alemania se mantuvo callado; su rostro infantil de pronto tomó un matiz más adulto.

 

El sonido de vidrios rompiéndose haciendo que ambos se sobresalten. Todo fue demasiado rápido; dos personas entraron por la ventana, estaban completamente de negro y pasamontañas cubriéndoles el rostro, por lo que no pudieron identificarlos. Golpearon a Alemania haciendo que perdiera el conocimiento, lo amarraron y cubrieron los ojos.

 

— ¡Suéltenlo! —. Les exigió Hermione, pero uno de ellos la le lanzó un hechizo que la dejó inconsciente en el acto. El sonido de pasos acercándose alertó a los dos desconocidos; tomaron a Alemania y se fueron antes de que pudieran descubrirlos.

 

Dejaron una nota junto la bruja: “Tenemos a la representación de Alemania, si quieren volver a verlo vivo. La representación de Italia debe venir solo a las coordenadas que le enviaremos, de lo contrario Alemania morirá”.

 

 

— ¿Qué secuestraron a West? —. Gritó Gilbert, histérico. Todos se encontraban reunidos en la sala después del secuestro de Ludwig.

— ¿Pero como sucedió? —. Preguntó Harry, preocupado de que los atacantes hayan usado magia para perpetrar su crimen.

— No lo sé… fue todo… tan rápido… —. Hermione estaba temblando, no por miedo, si no por la impotencia que le causaba no haber podido ayudar a su amigo.

— Debemos ir a buscarlo —. Dijo Hungría, preocupada por lo que le pudiera estar pasando al alemán.

— ¡El héroe se encargará de rescatar a Alemania! —. Chilló Alfred, con tal fuerza que lastimó los tímpanos de Harry y Ron que estaban a cada lado de él.

— ¡Obaka-san! Si haces eso, lo más seguro es que lastimen a Ludwig —. Dijo, dándole un zape al estadounidense.

— Pero no podemos mandar solo a Italia —. Suiza tenía a Liechtenstein entre los brazos, pues la joven estaba llorando.

— Debemos hacer algo para… —. Feliciano ya no escuchaba la discusión. Estaba sumergido en sus pensamientos. Alemania siempre lo rescataba cuando estaba en peligro, era hora de regresarle el favor.

 

Sin que los demás se dieran cuenta, Veneciano escapó de la casa; no se alejó mucho, cuando se topó con una pequeña de dorados cabellos enrulados; usaba un vestidito rosa con encajes y zapatos de charol. Parecía una muñeca d porcelana; realmente hermosa. Pero Feliciano sintió miedo, pues aquellos ojos verdes estaban tan carentes de vida que parecían demoniacos.

 

— Representación de Italia del norte —. La niña habló con voz cavernosa, contrastando con su apariencia tierna. Feliciano se estremeció; sintió el impulso de salir corriendo, pero tan sólo atina a cerrar los ojos con fuerza. Tiene miedo. Se sobresalta al sentir que algo frío toma sus manos.

 

Italia ve a la niña, quien acaba de colocar una bola de estambre de un extraño color metálico.

 

— Dejadla caer al suelo. Os guiara al lugar donde descansa la representación de Alemania.

 

El infante desapareció en una extraña brisa que parecía no venir de ningún lado.

 

Feliciano miró la bola de estambre; la dejó caer al suelo; ¡magia! La esfera comenzó a moverse, primero lenta, y luego rápidamente, hasta el punto de que Italia tuvo qué correr para poder seguirlo, pero le era difícil alcanzarle.

 

Italia estaba cansado; empapado de su propio sudor. Sus pies dejarían de obedecerle en cualquier momento.

 

Por suerte para Feliciano; la bola de estambre fue reduciendo la velocidad, hasta llegar a una feria abandonada, cuyo nombre era “El Spreepark”. Italia entró tembloroso, tragó saliva. Había figuras de dinosaurios regadas por el suelo. Algunos carros chocones se oxidaban entre las hiervas que crecían a su alrededor; a lo lejos, la noria aún coronaba el terreno con su fantasmal figura.

 

La bola de estambre siguió moviéndose, pasaron cerca del esqueleto derruido de lo que en algún momento había sido un barco. Finalmente, la esfera se detuvo frente a una vieja construcción.

 

Una voz cavernosa que parecía salir de las mismas entrañas de la tierra se escuchó:

 

“Entrad, representación de Italia, la representación de Alemania os espera dentro de estas paredes”

 

Feliciano tuvo el impulso de dar la vuelta y salir corriendo, pero no lo hizo.

 

—Alemania… —. Dijo en voz baja para darse valor. Dio un largo suspiro e ingresó al edificio. El interior contrastaba con el exterior pues las paredes, el piso y el techo parecían como si fueran nuevos y relucientes.

 

Un aroma dulzón inundó los sentidos del italiano; por fin llegó hasta una habitación decorada con flores de diferentes colores.

 

— ¡Alemania! —. Gritó al encontrar a Ludwig inconsciente.

 

El rubio estaba sentado frente a una mesa, que parecía haber sido decorada para una cena de lujo; el mismo alemán estaba usando un traje de etiqueta, y el dulce sonido de un violín flotaba en la habitación.

 

Feliciano se acercó a Ludwig, comenzó a moverlo violentamente para despertarlo.

 

— ¡Alemania, despierta, veh! —. Gritó Veneciano, rompiendo en llanto.

— ¿Qué? —. Dijo Ludwig sobresaltado. — ¿Italia? ¿Qué sucede?

Veh, Alemania, tenía tanto miedo, creía que te había pasado algo, ¡buah! —. Dijo, abrazándose al rubio y llorando como si su vida dependiera de ello. — ¡Tenía miedo!

 

Alemania estaba desorientado. ¿Qué era ese lugar?, ¿Por qué estaba vestido de aquella manera?

 

— Siento que los trajéramos así —. Ambos se sobresaltaron al escuchar aquella voz.

 

Frente a ellos se encontraban las personas que habían secuestrado a Alemania. Al verlos, Ludwig se levantó dispuesto a enfrentarlos.

 

—Tranquilo, no tenemos intenciones de pelear con ustedes.

— ¿Por qué nos han traído? —. Preguntó, enojado.

—Considéranos como los servidores de Cupido —. Respondió uno de ellos. Alemania estaba comenzando a sospechar; los ademanes que hacia eran idénticos a…

—Francia… —. Dijo enojado.

— ¡Ya ves, güey! ¡Te dije que no hicieras tus pendejadas! —. Habló el otro, dándole un zape a su compañero.

Veh, ¿México? —. Habló Italia. Ambos hombres se quitaron los pasamontañas, descubriendo sus identidades.

 

Alemania estaba enfurecido por las acciones de Francia y México, esta vez habían ido demasiado lejos con sus bromas de mal gusto.

 

‘Pérate tantito, Ludwig —. Dijo José haciendo una “T” con las manos como si estuviera pidiendo tiempo. —Si lo hicimos fue pa’ ayudar a Feliciano, porque al pobre no lo calienta ni el sol con eso de que cree que le andas pintando el cuerno.

—Es verdad, Ita-chan está triste porque cree que ya no lo amas —. Agregó Francis tan nervioso como lo estaba el latinoamericano.

 

La furia de Alemania se esfumó como por arte de magia. Volteó a ver a Italia, quien tenía la vista fija en el suelo; parecía haberse quedado mudo.

 

—Retírense —. Les ordenó Ludwig a Francis y José, que ni tardos ni perezosos, salieron corriendo para darle privacidad a la pareja.

 

Por un largo rato, Alemania sólo se dedicó a observar a Italia quien lucía como un animalito asustado. Ludwig se acercó lentamente a él.

 

—Italia… porque crees que… bueno. ¿Por qué crees que ya no te quiero? —. No hubo respuesta.

 

Alemania comenzó a preocuparse; Feliciano ni siquiera lo miraba; lloraba, lo sabía por los espasmos que su pequeño cuerpo sufría. ¿Le había hecho tanto daño sin darse cuenta? ¿Qué fue lo que hizo?

 

El corazón de Ludwig late fuerte, tanto que incluso puede escucharlo... Entonces lo descubre: tiene miedo. No quiere perder a Italia: su amigo, su pareja, ¡lo ama!, y no sabe cómo lidiar con eso, después de todo es un soldado y no está entrenado para expresar sentimientos, ¡es más! Se le enseñó a reprimirlos, a desecharlos como si fuese basura.

 

—No te preocupes, Alemania —. Dijo Italia, sobresaltándolo. —Yo me alegro de que tú y Hermione estén juntos… —. A Ludwig se le corta la respiración. Feliciano lo mira con los ojos inundados de lágrimas y con una triste sonrisa.

—Italia, ¿de qué estás hablando? —. Pregunta, confundido.

—Amas a Hermione y… —. Alemania no puede evitarlo y se ríe con ganas. Ahora comprende todo; la sensación de alivio lo invade. Atrapa a Feliciano en un abrazo y lo besa en los labios, al principio el italiano quiere resistirse pero termina respondiendo; se entrega totalmente.

 

—Italia… Hermione y yo somos amigos. A quien amo es a ti —. Alemania está sonrojado y mira a otra dirección, avergonzado de sus propias palabras.

— ¿En serio? —. Pregunta aún con la duda clavada en su pecho. Ludwig asiente con la cabeza, Italia sonríe y ahora es él quien comienza un nuevo beso. Ya no hay dudas ni temores, solo amor.

 

 

Continuará…

 

 

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Hacerte de chivos los tamales: Engañar a su pareja con otro (a).

Pues lo dirás por Petra, pero la chismosa es Juana: Frase característica de la Chimoltrufia que en cierta forma quiere decir, que se dice una cosa cuando en realidad es otra.

Pintar  el cuerno: Engañar a la pareja.

 

 

 

Nota importante:

 

Siento la demora, pero es que no había tenido inspiración para este capítulo, así que lo más seguro es que para el siguiente me salte hasta cuando llegan a América por qué no se me ocurre nada para los otros países, en fin. Espero que les gustara el capítulo.

 

 

 


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