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Error mágico por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, FranxUk, PruxAus, EspxRoma, UkxFran, y HarryxDraco insinuación de AmexMex y SnapexUk

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

Error mágico

 

 

Capítulo 28.- Nuevo año escolar

 

 

 

 

— Oh, no, eh... profesor...

 

Crabbe y Goyle se acercaron a Draco, quien, de manera casi imperceptible se despidió de su novio. Después le pediría a José que le prestara su escondite un rato para poder “secuestrar” a su novio.

 

Hermione pinchaba a Ron en la espalda para que se diera prisa, se unieron a la multitud apiñada en la parte superior; a través de las gigantescas puertas de roble, y en el interior del vestíbulo, que estaba iluminado con antorchas y acogía una magnífica escalera de mármol que conducía a los pisos superiores.

 

A la derecha, abierta, estaba la puerta que daba al Gran Comedor. Harry siguió a la multitud, pero apenas vislumbró el techo encantado, que aquella noche estaba negro y nublado, cuando lo llamó una voz:

 

— ¡Potter, Granger, quiero hablar con ustedes!

 

 

Harry y Hermione dieron media vuelta, sorprendidos. La profesora McGonagall, que daba clase de Transformaciones y era la jefa de la casa de Gryffindor; los llamaba por encima de las cabezas de la multitud. Tenía una expresión severa y un moño en la nuca; sus penetrantes ojos se enmarcaban en unas gafas cuadradas. Harry se abrió camino hasta ella con cierta dificultad y un poco de miedo. Había algo en la profesora McGonagall que solía hacer que Harry sintiera que había hecho algo malo.

 

— No tienen que poner esa cara de asustados, sólo quiero hablar con ustedes en mi despacho — les dijo—. Vayan con los demás, Weasley, Jones.

 

Alfred y Ron se les quedaron mirando mientras la profesora McGonagall se alejaba con Harry y Hermione de la bulliciosa multitud; la acompañaron a través del vestíbulo, subieron la escalera de mármol y recorrieron un pasillo.

 

Ya en el despacho (una pequeña habitación que tenía una chimenea en la que ardía un fuego abundante y acogedor), hizo una señal a Harry y a Hermione para que se sentaran. También ella se sentó, detrás del escritorio, y dijo de pronto:

 

—El profesor Lupin ha enviado una lechuza comunicando que te sentiste indispuesto en el tren, Potter.

 

Antes de que Harry pudiera responder; se oyó llamar suavemente a la puerta, y la señora Pomfrey, la enfermera, entró con paso raudo. Harry se sonrojó. Ya resultaba bastante embarazoso haberse desmayado o lo que le hubiera pasado, para que encima armaran aquel lío.

 

— Estoy bien — dijo—, no necesito nada...

—Ah, eres tú — murmuró la señora Pomfrey, sin escuchar lo que decían e inclinándose para mirarlo de cerca—. Supongo que has estado otra vez metiéndote en algo peligroso.

—Ha sido un dementor; Poppy —dijo la profesora McGonagall.

 

Cambiaron una mirada sombría y la señora Pomfrey chascó la lengua con reprobación.

 

—Poner dementores en un colegio —murmuró echando para atrás la silla de Harry y apoyando una mano en su frente—. No será el primero que se desmaya. Sí, está empapado en sudor. Son seres terribles, y el efecto que tienen en la gente que ya de por sí es delicada...

—¡Yo no soy delicado! —repuso Harry, ofendido.

—Por supuesto que no —admitió distraídamente la señora Pomfrey, tomándole el pulso.

— ¿Qué le prescribe? — preguntó resueltamente la profesora McGonagall— . ¿Guardar cama? ¿Debería pasar esta noche en la enfermería?

— ¡Estoy bien! — repuso Harry, poniéndose en pie de un brinco. Le atormentaba pensar en lo que diría Draco si lo enviaban por aquello a la enfermería, con seguridad haría lo posible para quedarse con él y ya estaba lo suficientemente avergonzado como para agregar eso a la lista.

—Bueno. Al menos tendría que tomar chocolate —dijo la señora Pomfrey, que intentaba examinar los ojos de Harry.

—Ya he tomado un poco. El profesor Lupin me lo dio. Nos dio a todos.

— ¿Sí? — dijo con aprobación la señora Pomfrey—. ¡Así que por fin tenemos un profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que conoce los remedios!

— ¿Estás seguro de que te sientes bien, Potter? —preguntó la profesora McGonagall.

—Sí —dijo Harry.

—Muy bien. Haz el favor de esperar fuera mientras hablo un momento con la señorita Granger sobre su horario. Luego podremos bajar al banquete todos juntos.

 

Harry salió al corredor con la señora Pomfrey, que se marchó hacia la enfermería murmurando algo para sí. Harry sólo tuvo que esperar unos minutos. A continuación salió Hermione, radiante de felicidad, seguida por la profesora McGonagall, y los tres bajaron las escaleras de mármol, hacia el Gran Comedor.

 

Estaba lleno de capirotes negros. Las cuatro mesas largas estaban llenas de estudiantes. Sus caras brillaban a la luz de miles de velas. El profesor Flitwick, que era un brujo bajito y con el pelo blanco, salió con un viejo sombrero y un taburete de tres patas.

 

— ¡Nos hemos perdido la selección! — dijo Hermione en voz baja.

 

La profesora McGonagall se dirigió con paso firme a su asiento en la mesa de los profesores, y Harry y Hermione se encaminaron en sentido contrario, hacia la mesa de Gryffindor, tan silenciosamente como les fue posible. La gente se volvía para mirarlos cuando pasaban por la parte trasera del Comedor y algunos señalaban a Harry. ¿Había corrido tan rápido la noticia de su desmayo delante del dementor? Él y Hermione se sentaron a ambos lados de Ron y lo países de Gryffindor, que les habían guardado los asientos.

 

—¿De qué iba la cosa? — le preguntó Dinamarca a Harry.

 

Comenzó a explicarse en un susurro, pero entonces el director se puso en pie para hablar y Harry se calló.

 

El profesor Dumbledore, aunque viejo, siempre daba la impresión de tener mucha energía. Solían referirse a él como al mayor mago de la época, algo que hacía que muchos países lo compararan con Prusia por aquello del enorme ego.

 

— ¡Bienvenidos! — dijo Dumbledore, con la luz de la vela reflejándose en su barba— . ¡Bienvenidos a un nuevo curso en Hogwarts! Tengo algunas cosas que deciros a todos, y como una es muy seria, la explicaré antes de que nuestro excelente banquete los deje aturdidos. — Dumbledore se aclaró la garganta y continuó—: Como todos saben después del registro que ha tenido lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el Ministerio de Magia. — Se hizo una pausa —. Están apostados en las entradas a los terrenos del colegio y tengo que dejar muy claro que mientras estén aquí nadie saldrá del colegio sin permiso. A los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con capas invisibles — añadió como quien no quiere la cosa; Harry y Ron se miraron. México sonrió, los dementores, a los países lo que el viento a Juarez.

—No está en la naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto, les advierto a todos y cada uno de ustedes que no deben darles ningún motivo para que les hagan daño. Confío en los prefectos y en los últimos ganadores de los Premios Anuales para que se aseguren de que ningún alumno intenta burlarse de ellos.

 

Alfred estaba jugando con su psp sin poner real atención a lo que decía el director, el resto de los países parecía estar en sus propios asuntos, aunque unos cuantos si escuchaban al viejo mago.

 

—Por hablar de algo más alegre — continuó—, este año estoy encantado de dar la bienvenida a nuestro colegio a tres nuevos profesores. En primer lugar, el profesor Lupin, que amablemente ha accedido a enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras.

 

Hubo algún aplauso aislado y carente de entusiasmo. Sólo los que habían estado con él en el tren aplaudieron con ganas, Harry entre ellos, México incluso silbó. El profesor Lupin parecía un vagabundo en medio de los demás profesores, que iban vestidos con sus mejores togas.

 

— ¡Mira a Snape! —le susurró Ron a Harry en el oído. Severus miraba al profesor Lupin desde el otro lado de la mesa de los profesores. Era sabido que Snape anhelaba aquel puesto, pero incluso a Harry, que aborrecía a profesor de pociones, le asombraba la expresión que tenía en aquel momento, crispando su rostro delgado y cetrino. Era más que enfado: era odio.

 

Harry conocía muy bien aquella expresión: era la que Snape adoptaba cada vez que lo veía a él.

 

—Este año tendremos una nueva materia que se impartirá en todos los grados: Artes místicas y astronómicas mayas y será impartida por la profesora Mónica Pérez que viene desde Guatemala, quien estará con nosotros sólo este año. Ella es parte de un programa de intercambio cultural entre Latinoamérica y Europa.

 

Los jóvenes países  se miraron entre sí, pues no esperaban que los latinos decidieran intervenir en Hogwarts; miraron a Arthur quien se veía molesto por la presencia de la hispana, seguramente Brasil lo había convencido.

Por otro lado, los estudiantes estaban encantados, pues la nueva profesora resaltaba —por su belleza—, entre las demás e incluso uno que otro maestro la veía embelesado.

 

— En cuanto al otro último nombramiento — prosiguió Dumbledore cuando se apagó el escandaloso aplauso para Guatemala—, siento deciros que el profesor Kettleburn, nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, se retiró al final del pasado curso para poder aprovechar en la intimidad los miembros que le quedan. Sin embargo, estoy encantado de anunciar que su lugar lo ocupará nada menos que Rubeus Hagrid, que ha accedido a compaginar estas clases con sus obligaciones de guardabosques.

 

Harry, Ron y Hermione se miraron atónitos. Luego se unieron al aplauso, que fue especialmente caluroso en la mesa de Gryffindor.

 

—¡Tendríamos que haberlo adivinado! — dijo Ron, dando un puñetazo en la mesa—. ¿Qué otro habría sido capaz de mandarnos que compráramos un libro que muerde?

 

—Bien, creo que ya he dicho todo lo importante — dijo Dumbledore—. ¡Que comience el banquete!

 

Las fuentes doradas y las copas que tenían delante se llenaron de pronto de comida y bebida. Harry, que de repente se dio cuenta de que tenía un hambre atroz, se sirvió de todo lo que estaba a su alcance, y empezó a comer.

 

Finalmente, cuando los últimos bocados de tarta de calabaza desaparecieron de las bandejas doradas, Dumbledore anunció que era hora de que todos se fueran a dormir y el trio dorado y los países vieron su oportunidad de acercarse a Hagrid.

 

— ¡Enhorabuena, Hagrid! — gritó Hermione muy alegre, cuando llegaron a la mesa de los profesores.

—Todo ha sido gracias a ustedes — dijo Hagrid mientras los miraba, secando su cara brillante en la servilleta—. No puedo creerlo... Un gran tipo, Dumbledore... Vino derecho a mi cabaña después de que el profesor Kettleburn dijera que ya no podía más. Es lo que siempre había querido.

—Será mejor que se vayan a sus habitaciones —dijo Mónica con una sonrisa en los labios —; dudo que quieran meter al profesor Hagrid en problemas.

 

Hagrid no pudo evitar sonrojarse, Guatemala era realmente hermosa, con sus largos cabellos azabaches, su piel morena y esos hermosos ojos cafés, su pequeña estatura pero con un cuerpo delgado, oculto tras la holgada túnica.

 

Alfred y José estuvieron a punto de interrogar a Guatemala, pero Inglaterra los envió a sus habitaciones, estaba tan enojado que ninguno quiso hacerle frente.

 

Harry, Ron, Hermione y los países de Gryffindor se reunieron con los demás estudiantes de la casa que subían en tropel la escalera de mármol y, ya muy cansados, siguieron por más corredores y subieron más escaleras, hasta que llegaron a la entrada secreta de  la torre de Gryffindor. Los interrogó un retrato grande de señora gorda, vestida de rosa:

— ¿Contraseña?

— ¡Déjenme pasar! —gritaba Percy desde detrás de la multitud—. ¡La última contraseña es: Fortuna Maior!

— ¡Oh, no! —dijo con tristeza Neville Longbottom. Siempre tenía problemas para recordar las contraseñas.

 

Después de cruzar el retrato y recorrer la sala común, chicos y chicas se separaron hacia las respectivas escaleras. Llegaron al conocido dormitorio de forma circular; con sus cinco camas con dosel, y Harry, mirando a su alrededor; sintió que por fin estaba en casa.

 

 

 

 

 

Los países de Slytherin se encontraban reunidos en la habitación de Alemania, todos estaban serios, incluso los tres miembros del Bad cuarteto; la presencia de Guatemala en Hogwarts los tenía preocupado, sin mencionar los dementores.

 

—Rusia, México, ¿Qué fue lo que sucedió en el tren? —preguntó Suiza en tono serio.

—No lo sé, esa cosa se acercó a nosotros, nos hizo algo nos causó cierta molestia pero nada comparado a lo de Harry —respondió Iván en tono serio.

—Tal vez seamos inmunes a ellos —comentó Francis. Era una posibilidad, después de lo que Iván y José les habían dicho sobre lo sucedido el tren, pero tampoco podían confiarse.

—Haremos lo que Dumbledore e Inglaterra nos han dicho —dijo Alemania en tono serio —, no se metan en problemas —miró en especial a Bad cuarteto quienes no se dieron por aludidos. —Es hora de irnos a dormir, mañana es el primer día de clases.

 

 

 

Cuando Harry, Ron y Hermione entraron en el Gran Comedor para desayunar al día siguiente, lo primero que vieron fue a Draco quien hablaba tranquilamente con Pansy; Harry sintió una punzada de celos al ver a su pareja con aquella Slytherin pero se supo contener. México le daba de comer a Rusia en la boca y extrañamente Bielorrusia comía sin hacer intento alguno por obligarlos a casarse con ella, Alemania y Japón hablaban entre susurros.

 

Extrañamente, todos los países estaban tranquilos, incluso Grecia y Turquía que se la pasaban peleando.

 

—No le hagas caso —le dijo Hermione, que iba detrás de Harry quien se había dado cuenta de los celos de su amigo—. Tú, ni el menor caso.

 

Harry se dejó caer sobre un asiento de la mesa de Gryffindor; junto a George Weasley.

 

—Bien, hoy comenzamos asignaturas nuevas — dijo Hermione alegre mientras revisaba su horario.

—Hermione —la llamó Ron frunciendo el entrecejo y mirando detrás de ella—, se han confundido con tu horario. Mira, te han apuntado para unas diez asignaturas al día. No hay tiempo suficiente.

—Ya me las arreglare. Lo he concertado con la profesora McGonagall.

—Pero mira —insistió Ron riendo—, ¿ves la mañana de hoy? A las nueve Adivinación, Estudios Muggles y... — Ron se acercó más al horario, sin podérselo creer—, Artes místicas y astronómicas mayas, todo a la misma hora. Sé que eres muy buena estudiante, Hermione, pero no hay nadie capaz de tanto. ¿Cómo vas a estar en tres clases a la vez?

—No seas tonto — dijo Hermione bruscamente—, por supuesto que no voy a estar en tres clases a la vez.

—Ron, no insistas, ella sabe lo que hace, aru —interrumpió China.

—Pero...

— Si Hermione dice que tiene todo controlado, entonces no debes de dudarlo —agregó Hungría comenzando a cansarse por la insistencia del pelirrojo.

—Pero ni un héroe como yo podría tomar tres clases al mismo tiempo —mencionó Alfred apoyando a Ron.

 

En ese momento entró Hagrid en el Gran Comedor. Llevaba puesto su abrigo largo de ratina y de una de sus enormes manos colgaba un hurón muerto, que se balanceaba.

 

— ¿Va todo bien? —dijo con entusiasmo, deteniéndose camino de la mesa de los profesores—. ¡Están en mi primera clase! ¡Inmediatamente después del almuerzo! Me he levantado a las cinco para prepararlo todo. Espero que esté bien... Yo, profesor..., francamente...

 

Les dirigió una amplia sonrisa y se fue hacia la mesa de los profesores.

 

—Me pregunto qué habrá preparado —dijo Ron con curiosidad.

—¡Hahaha! ¡Sea lo que sea, el héroe está preparado! —exclamó Alfred. El Gran Comedor se vaciaba a medida que la gente se marchaba a la primera clase.

 

Ron comprobó el horario.

 

—Lo mejor será que vayamos ya. Miren, el aula de Adivinación está en el último piso de la torre norte. Tardaremos unos diez minutos en llegar...

 

Terminaron aprisa el desayuno, se despidieron de los países, pero Yao y Alfred decidieron acompañarlos. Al pasar al lado de la mesa de Slytherin, Malfoy le dedicó una mirada preocupada a Harry. El trayecto hasta la torre norte era largo. Los dos años que llevaban en Hogwarts no habían bastado para conocer todo el castillo, y ni siquiera habían estado nunca en el interior de la torre norte.

 

—Tiene... que... haber... un atajo —dijo Ron jadeando, mientras ascendían la séptima larga escalera y salían a un rellano que veían por primera vez y donde lo único que había era un cuadro grande que representaba únicamente un campo de hierba.

—La juventud de ahora no aguanta nada, aru —dijo China, aunque a él también le faltaba el aire; en contraste, Estados Unidos, iba como si nada.

—Me parece que es por aquí —dijo Hermione, echando un vistazo al corredor desierto que había a la derecha.

—Imposible —dijo Ron—. Eso es el sur. Mira: por la ventana puedes ver una parte del lago...

Harry observó el cuadro. Un grueso caballo tordo acababa de entrar en el campo y pacía despreocupadamente. Harry estaba acostumbrado a que los cuadros de Hogwarts tuvieran movimiento y a que los personajes se salieran del marco para ir a visitarse unos a otros, pero siempre se había divertido viéndolos. Un momento después, haciendo un ruido metálico, entró en el cuadro un caballero rechoncho y bajito, vestido con armadura, persiguiendo al caballo. A juzgar por las manchas de hierba que había en sus rodilleras de hierro, acababa de caerse.

— ¡Pardiez! —gritó al ver sonrisa boba de Alfred—. ¿Quiénes son estos villanos que osan internarse en mis dominios? ¿Acaso os mofáis de mi caída? ¡Desenvainad, bellacos!

 

Se asombraron al ver que el pequeño caballero sacaba la espada de la vaina y la blandía con violencia, saltando furiosamente arriba y abajo. Pero la espada era demasiado larga para él. Un movimiento demasiado violento le hizo perder el equilibrio y cayó de bruces en la hierba.

— ¿Se encuentra usted bien? —le preguntó Harry, acercándose al cuadro.

— ¡Atrás, vil bellaco! ¡Atrás, malandrín!

 

El caballero volvió a empuñar la espada y la utilizó para incorporarse, pero la hoja se hundió profundamente en el suelo, y aunque tiró de ella con todas sus fuerzas, no pudo sacarla. Finalmente, se dejó caer en la hierba y se levantó la visera del casco para limpiarse la cara empapada en sudor.

 

—Disculpe —dijo Harry, aprovechando que el caballero estaba exhausto—, estamos buscando la torre norte. ¿Por casualidad conoce usted el camino?

— ¡Una empresa! —La ira del caballero desapareció al instante. Se puso de pie haciendo un ruido metálico y exclamó—: ¡Vamos, seguidme, queridos amigos, y hallaremos lo que buscamos o pereceremos en el empeño! —Volvió a tirar de la espada sin ningún resultado, intentó pero no pudo montar en el caballo, y exclamó—: ¡A pie, pues, bravos caballeros y gentil señora! ¡Vamos!

 

Y corrió por el lado izquierdo del marco, haciendo un fuerte ruido metálico. Corrieron tras él por el pasillo, siguiendo el sonido de su armadura. De vez en cuando lo localizaban delante de ellos, cruzando un cuadro.

 

—¡Endureced vuestros corazones, lo peor está aún por llegar! —gritó el caballero, y lo volvieron a ver enfrente de un grupo alarmado de mujeres con miriñaque, cuyo cuadro colgaba en el muro de una estrecha escalera de caracol.

Jadeando, Harry, Ron, Hermione e incluso China ascendieron los escalones mareándose cada vez más, hasta que oyeron un murmullo de voces por encima de ellos y se dieron cuenta de que habían llegado al aula.

 

— ¡Adiós! —gritó el caballero asomando la cabeza por el cuadro de unos monjes de aspecto siniestro—. ¡Adiós, compañeros de armas! ¡Si en alguna ocasión necesitáis un corazón noble y un temple de acero, llamad a sir Cadogan!

—¡Hahahaha! ¡Sure! —exclamó Alfred fresco como una lechuga. Se había divertido mucho dando ese pequeño tour por la escuela.

 

Subieron los escalones que quedaban y salieron a un rellano diminuto en el que ya aguardaba la mayoría de la clase. No había ninguna puerta en el rellano; Ron golpeó a Harry con el codo y señaló al techo, donde había una trampilla circular con una placa de bronce.

— Sybill Trelawney, profesora de Adivinación — leyó Harry—. ¿Cómo vamos a subir ahí?

 

Como en respuesta a su pregunta, la trampilla se abrió de repente y una escalera plateada descendió hasta los pies de Harry. Todos se quedaron en silencio.

 

—¡El héroe irá primero! —dijo Alfred con una sonrisa, y subió por la escalera delante de los demás.

 

Fue a dar al aula de aspecto más extraño que había visto en su vida. No se parecía en nada a un aula; era algo a medio camino entre un ático y un viejo salón de té.

Hacía un calor agobiante, y el fuego que ardía en la chimenea, bajo una repisa abarrotada de cosas, calentaba una tetera grande de cobre y emanaba una especie de perfume denso. Las estanterías de las paredes circulares estaban llenas de plumas polvorientas, cabos de vela, muchas barajas viejas, infinitas bolas de cristal y una gran cantidad de tazas de té.

 

Ron fue a su lado mientras la clase se iba congregando alrededor; entre murmullos.

 

— ¿Dónde está la profesora? —preguntó Ron.

De repente salió de las sombras una voz suave:

 

— Bienvenidos — dijo—. Es un placer verlos por fin en el mundo físico.

 

La inmediata impresión de Harry fue que se trataba de un insecto grande y brillante. La profesora Trelawney se acercó a la chimenea y vieron que era sumamente delgada. Sus grandes gafas aumentaban varias veces el tamaño de sus ojos y llevaba puesto un chal de gasa con lentejuelas. De su cuello largo y delgado colgaban innumerables collares de cuentas, y tenía las manos llenas de anillos y los brazos de pulseras. Alfred, al verla, no pudo evitar pensar en su etapa Hippie.

 

—Siéntense, niños míos, siéntense —dijo, y todos se encaramaron torpemente a los sillones o se hundieron en los cojines. Harry, Ron y Hermione se sentaron a la misma mesa redonda, mientras que China y Estados Unidos se sentaron junto a Hungría quien había llegado por su cuenta—. Bienvenidos a la clase de Adivinación —dijo la profesora Trelawney, que se había sentado en un sillón de orejas, delante del fuego—. Soy la profesora Trelawney. Seguramente es la primera vez que me ven. Noto que descender muy a menudo al bullicio del colegio principal nubla mi ojo interior.

 

Nadie dijo nada ante esta extraordinaria declaración. Con movimientos delicados, la profesora Trelawney se puso bien el chal y continuó hablando:

 

—Así que han decidido estudiar Adivinación, la más difícil de todas las artes mágicas. Debo advertirles desde el principio de que si no posan la Vista, no podré enseñarles prácticamente nada. Los libros tampoco les ayudarán mucho en este terreno...— Al oír estas palabras, Harry y Ron miraron con una sonrisa burlona a Hermione, que parecía asustada al oír que los libros no iban a ser de mucha utilidad en aquella asignatura—. Hay numerosos magos y brujas que, aun teniendo una gran habilidad en lo que se refiere a transformaciones, olores y desapariciones súbitas, son incapaces de penetrar en los velados misterios del futuro — continuó la profesora Trelawney, recorriendo las caras nerviosas con sus ojos enormes y brillantes— . Es un don reservado a unos pocos. Dime, muchacho — dijo de repente a Neville, que casi se cayó del cojín—, ¿se encuentra bien tu abuela?

— Creo que sí — dijo Neville tembloroso.

—Yo en tu lugar no estaría tan seguro, querido — dijo la profesora Trelawney. El fuego de la chimenea se reflejaba en sus largos pendientes de color esmeralda. Neville tragó saliva. La profesora Trelawney prosiguió plácidamente. —Ahora quiero que se pongan por parejas. Tomen una taza de la estantería, y se las llenaré. Luego siéntense y beban hasta que sólo queden los posos. Revuelvan entonces el contenido agitando la taza tres veces con la mano izquierda y luego la taza boca abajo en el plato. Esperen a que haya caído la última gota de té y pasen la taza a su compañero, para que la lea. Interpreten los dibujos dejados por los posos utilizando las páginas 5 y 6 de Disipar las nieblas del futuro. Yo pasaré a ayudarles. ¡Ah!, querido... — asió a Neville por el brazo cuando el muchacho iba a levantarse— cuando rompas la primera taza, ¿serás tan amable de tomar una de las azules? Las de color rosa me gustan mucho.

 

Como es natural, en cuanto Neville hubo alcanzado la balda de las tazas, se oyó el tintineo de la porcelana rota. La profesora Trelawney se dirigió a él rápidamente con una escoba y un recogedor; y le dijo:

 

—Una de las azules, querido, si eres tan amable. Gracias...

 

Cuando Harry y Ron llenaron las tazas de té, volvieron a su mesa y se tomaron rápidamente la ardiente infusión.

Removieron los posos como les había indicado la profesora Trelawney, y después secaron las tazas y las intercambiaron.

Yao estaba regañando a Alfred por su falta de concentración y malos modales al beber el té.

— Bien —dijo Ron, después de abrir los libros por las páginas 5 y 6—. ¿Qué ves en la mía?

— Una masa marrón y empapada — respondió Harry. El humo fuertemente perfumado de la habitación lo adormecía y atontaba.

 

—¡Abran la mente, queridos, y que sus ojos vean más allá de lo terrenal! — exclamó la profesora Trelawney sumida en la penumbra. Harry intentó recobrarse:

— Bueno, hay una especie de cruz torcida... — dijo consultando Disipar las nieblas del futuro—. Eso significa que vas a pasar penalidades y sufrimientos... Lo siento... Pero hay algo que podría ser el sol. Espera, eso significa mucha felicidad... Así que vas a sufrir; pero vas a ser muy feliz...

—Si te interesa mi opinión, tendrían que revisarte el ojo interior — dijo Ron, y tuvieron que contener la risa cuando la profesora Trelawney los miró.

—Ahora me toca a mí... — Ron miró con detenimiento la taza de Harry, arrugando la frente a causa del esfuerzo. Hay una mancha en forma de sombrero hongo — dijo—. A lo mejor vas a trabajar para el Ministerio de Magia... — Volvió la taza—. Pero por este lado parece más bien como una bellota... ¿Qué es eso? — Cotejó su ejemplar de Disipar las nieblas del futuro—. Oro inesperado, como caído del cielo. Estupendo, me podrás prestar. Y aquí hay algo —volvió a girar la taza— que parece un animal. Sí, si esto es su cabeza... parece un hipo..., no, una oveja...

 

La profesora Trelawney dio media vuelta al oír la carcajada de Harry.

 

—Déjame ver eso, querido — le dijo a Ron, en tono recriminatorio, y le quitó la taza de Harry Todos se quedaron en silencio, expectantes.

La profesora Trelawney miraba fijamente la taza de té, girándola en sentido contrario a las agujas del reloj.

 

— El halcón... querido, tienes un enemigo mortal.

— Eso lo sabe todo el mundo —dijo Hermione en un susurro alto. La profesora Trelawney la miró fijamente—. Todo el mundo sabe lo de Harry y Quien Usted Sabe.

 

Harry y Ron la miraron con una mezcla de asombro y admiración. Nunca la habían visto hablar así a un profesor. La profesora Trelawney prefirió no contestar. Volvió a bajar sus grandes ojos hacia la taza de Harry y continuó girándola.

 

— La porra... un ataque. Vaya, vaya... no es una taza muy alegre...

— Creí que era un sombrero hongo — reconoció Ron con vergüenza.

— La calavera... peligro en tu camino...

 

Toda la clase escuchaba con atención, sin moverse. La profesora Trelawney dio una última vuelta a la taza, se quedó boquiabierta y gritó. Oyeron romperse otra taza; Neville había vuelto a hacer añicos la suya. La profesora Trelawney se dejó caer en un sillón vacío, con la mano en el corazón y los ojos cerrados.

 

—Mi querido chico... mi pobre niño... no... es mejor no decir... no... no me preguntes...

— ¿Qué es, profesora? —dijo inmediatamente Hungría, preocupada por el comportamiento de la mujer. Todos se habían puesto de pie y rodearon la mesa de Ron, acercándose mucho al sillón de la profesora Trelawney para poder ver la taza de Harry.

— Querido mío —abrió completamente sus grandes ojos—, tienes el Grim.

— ¿El qué? —preguntó Harry.

 

Estaba claro que había otros que tampoco comprendían; Dean Thomas lo miró encogiéndose de hombros, y Lavender Brown estaba anonadada, pero casi todos se llevaron la mano a la boca, horrorizados.

 

— ¡El Grim, querido, el Grim! —exclamó la profesora Trelawney, que parecía extrañada de que Harry no hubiera comprendido—. ¡El perro gigante y espectral que ronda por los cementerios! Mi querido chico, se trata de un augurio, el peor de los augurios... el augurio de la muerte.

 

El estómago le dio un vuelco a Harry. Aquel perro de la cubierta del libro Augurios de muerte, en Flourish y Blotts, el perro entre las sombras de la calle Magnolia... Ahoratambién Lavender Brown se llevó las manos a la boca. Todos miraron a Harry; todosexcepto Hermione, que se había levantado y se había acercado al respaldo del sillón dela profesora Trelawney.

 

— No creo que se parezca a un Grim —dijo Hermione rotundamente.

 

La profesora Trelawney examinó a Hermione con creciente desagrado.

 

— Perdona que te lo diga, querida, pero percibo muy poca aura a tu alrededor. Muy poca receptividad a las resonancias del futuro.

 

Seamus Finnigan movía la cabeza de un lado a otro.

 

— Parece un Grim si miras así — decía con los ojos casi cerrados—, pero así parece un burro — añadió inclinándose a la izquierda.

— ¡Cuando hayan terminado de decidir si voy a morir o no...! — dijo Harry, sorprendiéndose incluso a sí mismo. Nadie quería mirarlo.

— Creo que hemos concluido por hoy — dijo la profesora Trelawney con su voz más leve—. Sí... por favor; recojan sus cosas...

 

Silenciosamente, los alumnos entregaron las tazas de té a la profesora Trelawney, recogieron los libros y cerraron las mochilas. Incluso Ron evitó los ojos de Harry.

 

— Hasta que nos veamos de nuevo — dijo débilmente la profesora Trelawney—, que la buena suerte los acompañe. Ah, querido... — señaló a Neville—, llegarás tarde a la próxima clase, así que tendrás que trabajar un poco más para recuperar el tiempo perdido.

 

Hungria, China y Dinamarca bajaron en silencio la escalera de mano del aula y luego la escalera de caracol, para dirigirse a la clase de Transformaciones.

 

—¿Creen que lo que dijo la profesora sea verdad? —dijo Elizabeta preocupada por Harry.

—Tonterías, el futuro lo hacemos nosotros. Una profecía solo se hace realidad si así lo queremos —respondió Dinamarca con seriedad.

—Pero no se debe tomar a la ligera, aru —habló China, él era el país más antiguo del mundo y conocía toda clase de artes para adivinar el futuro, algunas verdaderas, otras falsas pero no por eso se debían tomar como un juego.

 

Harry eligió un asiento que estaba al final del aula, sintiéndose el centro de atención: el resto de la clase no dejaba de dirigirle miradas furtivas, como si estuviera a punto de caerse muerto. Apenas oía lo que la profesora McGonagall les decía sobre los animagos (brujos que pueden transformarse a voluntad en animales), y no prestaba la menor atención cuando ella se transformó ante los ojos de todos en una gata atigrada con marcas de gafas alrededor de los ojos.

 

— ¿Qué les pasa hoy? —preguntó la profesora McGonagall, recuperando la  normalidad con un pequeño estallido y mirándolos—. No es que tenga importancia, pero es la primera vez que mi transformación no consigue arrancar un aplauso de la clase.

 

Todos se volvieron hacia Harry, pero nadie dijo nada. Hermione levantó la mano.

 

— Por favor; profesora. Acabamos de salir de nuestra primera clase de Adivinación y... hemos estado leyendo las hojas de té y..

— ¡Ah, claro! —exclamó la profesora McGonagall, frunciendo el entrecejo de repente—. No tiene que decir nada más, señorita Granger. Decidme, ¿quién de ustedes morirá este año?

 

Todos la miraron fijamente.

 

—Yo —respondió por fin Harry

—Ya veo —dijo la profesora McGonagall, clavando en Harry sus ojos brillantes y redondos como canicas—. Pues tendrías que saber, Potter, que Sybill Trelawney, desde que llegó a este colegio, predice la muerte de un alumno cada año. Ninguno ha muerto todavía. Ver augurios de muerte es su forma favorita de dar la bienvenida a una nueva promoción de alumnos. Si no fuera porque nunca hablo mal de mis colegas... — La profesora McGonagall se detuvo en mitad de la frase y los alumnos vieron que su nariz se había puesto blanca. Prosiguió con más calma —: La adivinación es una de las ramas más imprecisas de la magia. No les ocultaré que la adivinación me hace perder la paciencia. Los verdaderos videntes son muy escasos, y la profesora Trelawney... — Volvió a detenerse y añadió en tono práctico—: Me parece que tienes una salud estupenda, Potter; así que me disculparás que no te perdone hoy los deberes de mañana. Te aseguro que si te mueres no necesitarás entregarlos.

 

Chinta frunció el entrecejo, decir que la adivinación era un arte impreciso, ¡qué tontería! Bueno, era cierto que en el mundo existían pocos con el poder de ver el futuro, la mayoría países ya desaparecidos… dio un largo suspiro, necesitaba una taza de té.

 

—Pero ¿y la taza de Neville?

 

Cuando terminó la clase de Transformaciones, se unieron a los países para el descanso.

 

—Animo, Ron — dijo Dinamarca, empujando hacia él una canasta con dulces que México había traído de su casa—. Ya has oído a la profesora McGonagall.

 

Ron tomó un mazapán*; pero no empezó a comer.

 

—Harry — dijo en voz baja y grave—, tú no has visto en ningún sitio un perro negro y grande, ¿verdad?

—Bueno, Fido es negro y grande —mencionó Hermione encogiéndose de hombros; quitándole importancia al asunto

— Hermione, un Grim,  es...  es terrible — aseguró—. Mi tío Bilius vio uno y... ¡murió veinticuatro horas más tarde!

—Casualidad — arguyó Hermione sin darle importancia, sirviéndose una laminilla de ate*.

—¡No sabes lo que dices! — dijo Ron empezando a enfadarse—. Los Grims ponen los pelos de punta a la mayoría de los brujos.

—Ahí tienes la prueba — dijo Hermione en tono de superioridad—. Ven al Grim y se mueren de miedo. El Grim no es un augurio, ¡es la causa de la muerte!

 

Ron observó a los países como esperando que ellos le ayudaran en eso.

 

—No deberías subestimar los poderes de las criaturas sobrenaturales, Herm —dijo México en tono serio.

—Es cierto, aru. Hay muchas cosas que no sabes de este mundo, aru —las leyendas de aquellos seres existían por una razón y nadie podía asegurar que no eran ciertas.

 

Hermione abrió la mochila, sacó su libro de Aritmancia y lo apoyó abierto en la canasta de dulces.

 

—Creo que la adivinación es algo muy impreciso — dijo buscando una página—; si quieres saber mi opinión, creo que hay que hacer muchas conjeturas.

—Si mis ancestros te oyeran decir eso… creo que la tía Maya te habría sacrificado —dijo México cruzándose de brazos.

—Es una tontería, no es más que supercherías y leyendas.

—Hace unos meses creías que las representaciones de países eran leyendas —comentó Alemania en tono serio. Él no creía mucho en esas cosas pero había aprendido de los miembros del club de magia, que no es bueno creer que las leyendas y mitos son falsos.

—¡La profesora Trelawney dijo que no tenías un aura adecuada para la adivinación! Lo que pasa es que no te gusta no ser la primera de la clase —dijo Dinamarca mirando a Hermione. Acababa de poner el dedo en la llaga.

—Si ser buena en Adivinación significa que tengo que hacer como que veo augurios de muerte en los posos del té, no estoy segura de que vaya a seguir estudiando mucho tiempo esa asignatura. Esa clase fue una porquería comparada con la de Aritmancia.

 

Hermione tomó la mochila y se fue sin despedirse. Ron la siguió con la vista, frunciendo el entrecejo.

 

—Pero ¿de qué habla? ¡Todavía no ha asistido a ninguna clase de Aritmancia!

—Déjala tranquila Ron —habló Austria mientras Hungría le serbia un poco de té. —Es una grosería de tu parte molestar a una dama.

—Hermione da miedo enojada —comentó Italia acurrucándose en los brazos de Alemania.

 

México y China dieron un gran suspiro.

 

—José e Iván deben irse ya. La clase de Guatemala está por iniciar, da —dijo el Ruso sonriéndole a su novio; el mexicano asintió con la cabeza.

 

Los países que tenían clases con Guatemala se despidieron y se dirigieron a la nueva asignatura. Nadie entendía porque es que todos debían tomarla y no les habían dicho nada antes de salir de vacaciones. Muchos sospechaban que era cosa de Inglaterra.

 

 

La materia que Mónica impartía tenía cierta similitud con adivinación, mezclado con astronomía y en una pequeña cantidad con pociones; pues la guatemalteca quería enseñarles lo que ella heredó del imperio Maya.

Había algunos alumnos ansiosos, el rumor de lo sucedido con Harry se había extendido por toda la escuela.

 

—Yo, no conozco mucho sobre los augurios de este país pero… —dio un suspiro. —Mi madre solía decir que nunca se debe subestimar las creencias de nuestros ancestros —los alumnos comenzaron a murmurar entre ellos. —Sin embargo… no debemos dejarnos llevar; hay seres que pueden ser los mensajeros de la muerte, pero… el verlo o creer verlo no significa que realmente vaya a suceder.

 

Guatemala hizo una pausa, aguardando a que sus alumnos se tranquilizaran para poder iniciar la clase, aunque su atención estaba centrada en México, frunció el ceño Rusia tomó la mano de su hermano sin pudor alguno.

 

A Mónica no le agradaba Rusia como pareja para su hermano, aunque Cuba y Brasil decían que era una buena persona, para ella, no lo era, ni él ni Estados Unidos que de México sólo deseaba sus recursos y nada más.

 

 

 

Poco después de la clase; Mónica se encontró con Inglaterra quien aún continuaba enojado por su presencia en Hogwarts.

 

—Quita esa cara larga Inglaterra —dijo Guatemala cruzándose de brazos. —Te guste o no, estoy aquí para ayudar a México y a los demás a salir de este embrollo; que por cierto, tú iniciaste.

—Ustedes parecen no entender lo grave de la situación —Inglaterra odiaba tremendamente a los otros miembros del club de magia, siempre se burlaban de sus fracasos. —Voldemort es un asunto serio. Estando aquí, tú también corres peligro y sin mencionar que podría descubrir la identidad de los demás.

—Estamos consientes de eso —Mónica y el resto de los miembros del club de magia, se habían reunido tan pronto como Brasil les informó lo que había sucedido gracias a Inglaterra; muchos se preocuparon, pues el que países adultos tomaran la forma de un infante era una amenaza al equilibrio, no sólo para la economía de esos países o del resto del mundo… era algo que iba más allá de todo eso. —Esté un año solamente, así que no hagas más complicado esto de lo que ya lo es.

 

Arthur gruño por lo bajo, pero ya no agregó nada más; Guatemala era tan  terca como el resto de los latinos y con un temple que demostraba su sangre Maya.

 

—Escucha… si de todos modos van a hacer lo que les dé la gana…. Deben tener cuidado con los dementores —dijo Inglaterra en tono serio —, no son como los seres que viven en tu casa, son realmente peligrosos —Mónica sonrió de medio lado.

—Al lado de la Llorona* no son tan aterradores —Arthur bufó molesto, dio media vuelta y salió de la habitación, azotando la puerta.

Cuando Guatemala se quedó sola, dio un largo suspiro. Para nada le agradaba estar en ese lugar, dejando sus responsabilidades como nación para ayudar a resolver uno de los desastres de Inglaterra, pero si no hubiera ido ella, entonces habría sido Rumania y por ningún motivo iba a permitir que ése lunático se acercara a José.

 

—Será mejor que inicie con mi investigación, mientras más pronto todos estén como antes, mas pronto podre regresar a mi casa —se dijo para sí. Tendría que pedirle ayuda a Tlilmi y a su querida Ixquic para llegar a los lugares a los que ella no podía acceder sin levantar sospechas. —Es hora de impartir mi siguiente clase.

 

 

Continuará…

 

 

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Mazapán: Es un dulce típico mexicano, típico de la navidad, pero que actualmente se consume de igual manera en todas las épocas del año.

El mazapán es un dulce, generalmente navideño que está preparado a partir de almendra y azúcar, pero dependiendo del lugar o rincón del mundo, la receta cambia. En Latinoamérica el mazapán se caracteriza por ser una variante del originario (que es persa), ya que se elabora con cacahuete o maní. El resultado es muy parecido, aunque queda algo más seco que con la almendra.

 

Laminilla de ate: Otro dulce tradicional mexicano.

 

La llorona: En Guatemala la Llorona es una mujer llamada María que llora por haber ahogado en un río de la Antigua Guatemala a sus dos hijos. Está condenada a hacerlo hasta el fin del mundo, pues mientras su esposo estaba fuera tuvo amores con un mozo que llegó a revisar un problema en su casa y quedó embarazada. La Llorona es bien conocida en toda Guatemala y pasea por las calles solitarias, sobre todo donde hay agua. Sus lastimeros gritos asustan al más valiente y paralizan al pavoroso, muchos dicen haberla visto y escuchado. Se dice que el secreto para que la Llorona no se lleve tu alma es usar la ropa interior al revés.

También se dice que cuando a la Llorona se la escucha que está muy lejos, es porque está cerca, y cuando se escucha cerca, es porque está lejos.

2. Cuenta la leyenda que una mujer indígena al escapar de los colonizadores se adentro en el bosque donde de todas formas la encontraron, uno de ellos la violó, ella logrando escapar nuevamente se esconde en las cloacas de ese entonces la ciudad maya, quedó embarazada, comia lo que podía lo que encontraba a su paso, defendiendose de alimañas como las ratas y otros bichos que andaban por ese lugar, cuenta la historia que permaneció ahi escondida varios meses.

Luego de esperar pacientemente logra salir de su escondite por las noches, y recorre la hermosa nueva ciudad que los colonizadores habían construido, cada amanecer ella regresaba a su escondite y estando ahi una noche dió a luz a su hijo Juan.

Al dar a luz y ver al niño, que habia alimentado de inmundicia y basura, sintió dolor y decidió matarlo en el río. Donde fué encontrado. Algunos dicen que se llamó Juan de la Cruz, pero es por que al encontrar su cuerpecito vieron que se encontraba encima de una cruz de madera que habia sido construida a orillas del rio para el cementerio.

Al darse cuenta del error que había cometido empezó a llorar sin consuelo al encontrarse sola en ese escondite debajo de la tierra. Desde entonces la mujer llora sin consuelo por el arrepentimiento que siente al haber matado a lo único que era suyo. Y recorre las calles de Guatemala por las noches buscando a su bebé.

 


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