Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Error mágico por lizergchan

[Reviews - 96]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

 

 

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, FranxUk, PruxAus, EspxRoma, UkxFran, y HarryxDraco insinuación de AmexMex y SnapexUk

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Error mágico

 

 

Capítulo 31.-  Truco o trato

 

 

En muy poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría. Sólo Draco y algunos Slytherin criticaban al profesor Lupin:

 

— Mira cómo lleva la túnica — solía decir Malfoy murmurando alto cuando pasaba el profesor—. Viste como nuestro antiguo elfo doméstico.

 

Lo que normalmente le ganaba un golpe de parte de México; aunque a nadie más le interesaba que la túnica del profesor Lupin estuviera remendada y raída. Sus siguientes clases fueron tan interesantes como la primera.

 

Después de los boggarts estudiaron a los gorros rojos, unas criaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que  hubiera habido derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de los campos de batalla, para dar una paliza a los que se extraviaban. De los gorros rojos pasaron a los kappas, criaturas de apariencia humanoide con forma de rana del tamaño de un niño y rasgos de tortuga.

 

La mayoría de los alumnos habrían querido que sus otras clases fueran igual de entretenidas. La peor de todas era Pociones. Snape estaba aquellos días especialmente propenso a la revancha y todos sabían por qué. La historia del boggart que había adoptado la forma de Severus y el modo en que lo había dejado Neville, con el atuendo de su abuela, se había extendido por todo el colegio.

 

A la primera mención de  Lupin, aparecía en los ojos de Severus una expresión amenazadora. A Neville lo acosaba más que nunca.

 

Harry también aborrecía las horas que pasaba en la agobiante sala de la torre norte de la profesora Trelawney, descifrando símbolos y formas confusas, procurando olvidar que los ojos de la mujer se llenaban de lágrimas cada vez que lo miraba.

A nadie le gustaba realmente la asignatura sobre Cuidado de Criaturas Mágicas, que después de la primera clase tan movida se había convertido en algo extremadamente aburrido. Hagrid había perdido la confianza. Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que contarse entre las más aburridas criaturas del universo.

 

Las lecciones de Guatemala, por otro lado eran realmente entretenidas; la latina les enseñaba las antiguas ciencias y como estas podían conjugarse con las artes mágicas creando un mundo muy distinto.

 

Durante todos esos meses, México había esto raro… distante, pero en septiembre su actitud cambió regresando a ser él de antes.

 

—Es por su cumpleaños —dijo Iván cuando Harry le preguntó. Septiembre era el mes patrio, la fecha en que México dejó de ser una colonia para convertirse en un país y su buen humor era un reflejo del sentir de su gente. El año pasado no se habían dado cuenta del cambio de estado porque José siempre estaba alegre, especialmente cuando Rusia se encontraba con él.

 

A comienzos de octubre comenzaron las prácticas. Se aproximaba la temporada de quidditch y Oliver Wood, capitán del equipo de Gryffindor; convocó una reunión un jueves por la tarde para discutir las tácticas de la nueva temporada.

 

Una tarde, después del entrenamiento, Harry regresó a la sala común de Gryffindor con frío y entumecido, pero contento por la manera en que se había desarrollado el entrenamiento, y encontró la sala muy animada.

 

— ¿Qué ha pasado? — preguntó a Ron y Hermione, que estaban sentados al lado del fuego junto a los países, terminando unos mapas del cielo para la clase de Astronomía.

—Primer fin de semana en Hogsmeade —le dijo Ron, señalando una nota que había aparecido en el viejo tablón de anuncios—. Finales de octubre. Halloween.

—Estupendo — dijo Fred, que había seguido a Harry por el agujero del retrato—. Tengo que ir a la tienda de Zonko: casi no me quedan bombas fétidas.

 

Harry se dejó caer en una silla, al lado de Dinamarca, y la alegría lo abandonó. Hermione comprendió lo que le pasaba.

 

— Harry, estoy segura de que podrás ir la próxima vez — le consoló—. Van a atrapar a Black enseguida. Ya lo han visto una vez.

—Black no está tan loco como para intentar nada en Hogsmeade. Pregúntale a McGonagall si puedes ir ahora. Pueden pasar años hasta la próxima ocasión.

— ¡Ron! —dijo Hermione—. Harry tiene que permanecer en el colegio...

—No puede ser el único de tercero que no vaya. Vamos, Harry, pregúntale a Arthur, después de todo es tu tutor ahora... —comentó Dinamarca cruzándose de brazos.

—Cierto, aru —lo apoyó China.

—Además, ¡el héroe estará ahí para defenderte de Black! ¡hahahaha! —gritó Estados Unidos.

—Sí, lo haré — dijo Harry, decidiéndose.

 

Hermione abrió la boca para sostener la opinión contraria, pero en ese momento Crookshanks saltó con presteza a su regazo. Una araña muerta y grande le colgaba de la boca.

 

—¿Tiene que comerse eso aquí delante? —preguntó Ron frunciendo el entrecejo.

—Bravo, Crookshanks, ¿la has atrapado tú solito? —dijo Hermione. Crookshanks masticó y tragó despacio la araña, con los ojos insolentemente fijos en Ron.

— No lo sueltes — pidió Ron irritado, volviendo a su mapa del cielo—. Scabbers está durmiendo en mi mochila.

 

Harry bostezó. Le apetecía acostarse, pero antes tenía que terminar su mapa. Tomó la mochila, sacó pergamino, pluma y tinta, y empezó a trabajar.

 

—Si quieres, puedes copiar el mío, aru —le dijo Yao, poniendo nombre a su última estrella con un ringorrango y acercándole el mapa a Harry.

 

 

Al día siguiente, en la clase Transformaciones. Harry, que estaba resuelto a pedirle después a la profesora McGonagall que le dejara ir a Hogsmeade con los demás, se puso en la cola que había en la puerta, pensando en cómo convencerla. Lo distrajo un alboroto producido al principio de la hilera. Lavender Brown estaba llorando. Parvati la rodeaba con el brazo y explicaba algo a Seamus Finnigan y a Dean Thomas, que escuchaban muy serios.

 

— ¿Qué ocurre, Lavender? — preguntó preocupada Hermione, cuando ella, Harry, Ron y los países  se acercaron al grupo.

—Esta mañana ha recibido una carta de casa — susurró Parvati—. Se trata de su conejo Binky. Un zorro lo ha matado.

—¡Vaya! — dijo Hermione—. Lo siento, Lavender.

—¡Tendría que habérmelo imaginado! — dijo Lavender en tono trágico—. ¿Saben qué día es hoy?

—¿16 de octubre? —dijo Hungría mas como pregunta que como respuesta

—¡16 de octubre! ¡«Eso que temes ocurrirá el viernes 16 de octubre»! ¿Se acuerdan? ¡Tenía razón!

 

Toda la clase se acababa de reunir alrededor de Lavender. Seamus cabeceó con pesadumbre. Hermione titubeó. Luego dijo:

 

— Tú, tú... ¿temías que un zorro matara a Binky?

— Bueno, no necesariamente un zorro — dijo Lavender; alzando la mirada hacia Hermione y con los ojos llenos de lágrimas—. Pero tenía miedo de que muriera.

— Vaya — dijo Hermione. Volvió a guardar silencio. Luego preguntó—: ¿Era viejo?

— No... — dijo Lavender sollozando—. ¡So... sólo era una cría!

Parvati le estrechó los hombros con más fuerza.

— Pero entonces, ¿por qué temías que muriera? — preguntó Hermione. Parvati la fulminó con la mirada—. Bueno, mírenlo lógicamente — añadió Hermione hacia el resto del grupo—. Lo que quiero decir es que..., bueno, Binky ni siquiera ha muerto hoy. Hoy es cuando Lavender ha recibido la noticia... —Lavender gimió—. Y no puede haberlo temido, porque la ha tomado completamente por sorpresa.

— No le hagas caso, Lavender — dijo Ron—. Las mascotas de los demás no le importan en absoluto.

 

La profesora McGonagall abrió en ese momento la puerta del aula, lo que tal vez fue una suerte. Hermione y Ron se lanzaban ya miradas asesinas, y al entrar en el aula se sentaron uno a cada lado de Harry y no se dirigieron la palabra en toda la hora.

 

Harry no había pensado aún qué le iba a decir a la profesora McGonagall cuando sonara el timbre al final de la clase, pero fue ella la primera en sacar el tema de Hogsmeade.

 

— ¡Un momento, por favor! — dijo en voz alta, cuando los alumnos empezaban a salir—. Dado que son todos de Gryffindor; como yo, deberán entregarme sus autorizaciones antes de Halloween. Sin autorización no hay visita al pueblo, así que no se les olvide.

 

Neville levantó la mano.

 

— Perdone, profesora. Yo... creo que he perdido...

— Tu abuela me la envió directamente, Longbottom — dijo la profesora McGonagall—. Pensó que era más seguro. Bueno, eso es todo, pueden salir.

— Pregúntaselo ahora — susurró Ron a Harry.

— Ah, pero... — fue a decir Hermione.

— Adelante — le incitó Alfred dándole un “pequeño” empujoncito que por poco logra hacer que Harry callera de bruces.

 

Harry aguardó a que saliera el resto de la clase y se acercó nervioso a la mesa de la profesora McGonagall.

 

— ¿Sí, Potter?

 

Harry tomó aire.

 

— Profesora, mis tíos... olvidaron... firmarme la autorización — dijo. La profesora McGonagall lo miró por encima de sus gafas cuadradas, pero no dijo nada.

— Y por eso... eh... ¿piensa que podría... esto... ir a Hogsmeade?

La profesora McGonagall bajó la vista y comenzó a revolver los papeles de su escritorio.

— Me temo que no, Potter. Ya has oído lo que dije. Sin autorización no hay visita al pueblo. Es la norma.

— Pero... mis tíos... ¿sabe?, son muggles. No entienden nada de... de las cosas de Hogwarts — explicó Harry, mientras Ron le hacía señas de ánimo—. Si usted me diera permiso...

— Pero no te lo doy — dijo la profesora McGonagall poniéndose en pie y guardando ordenadamente sus papeles en un cajón—. El impreso de autorización dice claramente que el padre o tutor debe dar permiso. — Se volvió para mirarlo, con una extraña expresión en el rostro. ¿Era de pena?—. Lo siento, Potter; pero es mi última palabra. Lo mejor será que te des prisa o llegarás tarde a la próxima clase.

 

 

….

 

 

No había nada que hacer. Ron llamó de todo a la profesora McGonagall y eso le pareció muy mal a Hermione. Los países estaban enfadados y decidieron hablar con Inglaterra para que permitiera a Harry ir con ellos, pero Arthur parecía estar de acuerdo con la profesora y negó el permiso.

 

— Por lo menos te queda el banquete. Ya sabes, el banquete de la noche de Halloween.

— Sí — aceptó Harry con tristeza—. Genial.

 

 

El banquete de Halloween era siempre bueno, pero sabría mucho mejor si acudía a él después de haber pasado el día en Hogsmeade con todos los demás. Nada de lo que le dijeran le hacía resignarse. Dean Thomas, que era bueno con la pluma, se había ofrecido a falsificar la firma de tío Vernon, pero como Harry ya le había dicho a la profesora McGonagall que no se la habían firmado, no era posible probar aquello. Ron sugirió no muy convencido la capa invisible, pero Hermione rechazó de plano la posibilidad recordándole a Ron lo que les había dicho Dumbledore sobre que los dementores podían ver a través de ellas.

Percy pronunció las palabras que probablemente le ayudaron menos a resignarse: — Arman mucho revuelo con Hogsmeade, pero te puedo asegurar que no es para tanto — le dijo muy serio—. Bueno, es verdad que la tienda de golosinas es bastante buena, pero la tienda de artículos de broma de Zonko es francamente peligrosa. Y la Casa de los Gritos merece visitarla, pero aparte de eso no te pierdes nada.

 

 

La mañana del día de Halloween, Harry se despertó al mismo tiempo que los demás y bajó a desayunar muy triste, pero tratando de disimularlo.

 

—Te traeremos un montón de golosinas de Honeydukes — le dijo Hermione, compadeciéndose de él.

— Sí, montones — agregó Ron. Por fin habían hecho las paces él y Hermione.

— No se preocupen por mí — dijo Harry con una voz que procuró que le saliera despreocupada—. Ya nos veremos en el banquete. Diviértanse.

 

Los acompañó hasta el vestíbulo, donde Filch, el conserje, de pie en el lado interior de la puerta, señalaba los nombres en una lista, examinando detenida y recelosamente cada rostro y asegurándose de que nadie salía sin permiso.

 

—¿Te quedas aquí, Potter? — gritó un Slytherin, que estaba en la cola —. ¿No te atreves a cruzarte con los dementores?

 

Harry no le hizo caso y volvió solo por las escaleras de mármol y los pasillos vacíos, y llegó a la torre de Gryffindor cuando algo lo atrapó; todo se volvió oscuro, trató de liberarse pero lo que fuera que lo tuviera prisionero era demasiado fuerte. Estaba perdido.

 

 

….

 

 

¿Cuánto tiempo había pasado?, ¿Una hora? ¿Días? Harry realmente no lo sabía, pero tenía miedo de lo que le fuese a suceder. De pronto, aquello que le cubría la cabeza le fue retirada.

 

—Siento haberte traído así, Harry —el aludido abrió y cerró la boca pero no pronunció palabra alguna.

—¡El héroe y México te llevaran a Hogsmeade! —chilló Alfred.

—¿Co… cómo…? —José sonrió de forma traviesa.

—Iván y yo hemos ido al pueblo desde el año pasado y nadie se ha dado cuenta —dijo el mexicano encogiéndose de hombros. Harry lo miró con ojos llenos de esperanza; acaso, ¿José podía llevarlo a Hogsmeade sin que se percataran de su ausencia?

—Hay que apurarnos —habló Alfred emocionado. México asintió con la cabeza y comenzó a caminar, fue hasta ese momento en que Harry se dio cuenta que se encontraban en los lindes bosque; se permitió dejarse llevar por los dos países, sintiéndose seguro a su lado, sólo esperaba que nada malo sucediera.

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).