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Error mágico por lizergchan

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Notas del capitulo:

New capitulo!!

 

Kesesese

 

Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, FranxUk, PruxAus, EspxRoma, UkxFran, y HarryxDraco insinuación de AmexMex y SnapexUk

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Beta: Usarechan.

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

Error mágico

 

 

Capítulo 9- Cumpleaños de muerte

 

 

 

Llegó octubre y un frío húmedo se extendió por los campos y penetró en el castillo. La señora Pomfrey, la enfermera, estaba atareadísima debido a una repentina epidemia de catarro entre profesores y alumnos. Su poción Pepperup tenía efectos instantáneos, aunque dejaba al que la tomaba echando humo por las orejas durante varias horas.

 

 

Gotas de lluvia del tamaño de balas repicaron contra las ventanas del castillo durante días y días; el nivel del lago subió, los arriates de flores se transformaron en arroyos de agua sucia y las calabazas de Hagrid adquirieron el tamaño de cobertizos. El entusiasmo de Oliver Wood, sin embargo, no se enfrió, y por este motivo Harry, a última hora de una tormentosa tarde de sábado, cuando faltaban pocos días para Halloween, se encontraba volviendo a la torre de Gryffindor, calado hasta los huesos y salpicado de barro.

 

Harry caminaba por el corredor desierto con los pies mojados, cuando se encontró a alguien que parecía tan preocupado como él. Nick Casi Decapitado, el fantasma de la torre de Gryffindor, miraba por una ventana, con él estaba José.

 

—No cumplo con las características... un centímetro... si eso... —se quejaba siendo escuchado atentamente por el mexicano.

 

 

El fantasma parecía molesto; quiso retroceder para no interrumpirlos, pero fue inútil pues ambos se dieron cuenta de su presencia.

 

—Hola Harry —saludó José sonriéndole.

—Hola, José, Nick —dijo Potter.

—Hola, hola —respondió Nick Casi Decapitado. Llevaba un sombrero de plumas muy elegante sobre su largo pelo ondulado, y una túnica con gorguera, que disimulaba el hecho de que su cuello estaba casi completamente seccionado. Tenía la piel pálida como el humo, y a través de él Harry podía ver el cielo oscuro y la lluvia torrencial del exterior.

—Pareces preocupado, joven Potter —dijo Nick.

—Igual que usted —comentó Harry.

—¡Bah! —Nick Casi Decapitado hizo un elegante gesto con la mano—, un asunto sin importancia... no es que realmente tuviera interés en pertenecer... aunque lo solicitara, pero por lo visto “no cumplo con las características” —A pesar de su tono displicente, tenía amargura en el rostro—. Pero cualquiera pensaría, ¡cualquiera! —estalló de repente, volviendo a sacar la carta del bolsillo—, que cuarenta y cinco hachazos en el cuello dados con un hacha mal afilada serían suficientes para permitirle a uno pertenecer al Club de Cazadores Sin Cabeza.

—Pus si —dijo José dándole la razón.

—Por supuesto, nadie tenía más interés que yo en que todo resultase limpio y rápido, y habría preferido que mi cabeza se hubiera desprendido adecuadamente, quiero decir que eso me habría ahorrado mucho dolor y ridículo. Sin embargo... —Nick Casi Decapitado abrió la carta y leyó indignado:

 

Sólo nos es posible admitir cazadores cuya cabeza esté separada del correspondiente cuerpo. Comprenderá que, en caso contrario, a los miembros del club les resultaría imposible participar en actividades tales como los Juegos: malabares de cabeza sobre el caballo o el Cabeza Polo. Lamentándolo profundamente, por tanto, es mi deber informarle de que usted no cumple con las características requeridas para pertenecer al club.

Con mis mejores deseos, Sir Patrick Delaney-Podmore

 

Indignado, Nick Casi Decapitado volvió a guardar la carta.

 

—¡Un centímetro de piel y tendón sostiene mi cabeza, Harry! La mayoría de la gente pensaría que estoy bastante decapitado, pero no, eso no es suficiente para sir Bien Decapitado-Podmore.

—Pus ellos se lo pierden —dijo José tratando de animarlo —. Na’ más dígame cuando y les metemos un “susto de muerte”. Le puedo pedir ayuda a La Muerte.

 

Nick Casi Decapitado respiró varias veces, la idea de tener a la maravillosa Muerte de su lado era alentador, pero decidió descartarla (al menos por el momento). Miró a Harry y dijo después, en un tono más tranquilo:

 

—Bueno, ¿y a ti qué te pasa? ¿Puedo ayudarte en algo?

—No —dijo Harry—. A menos que sepa dónde puedo conseguir siete escobas Nimbus 2.001 gratuitas para nuestro partido contra Sly…

 

El resto de la frase de Harry no se pudo oír porque la ahogó un maullido estridente que llegó de algún lugar cercano a sus tobillos. Bajó la vista y se encontró un par de ojos amarillos que brillaban como luces. Era la Señora Norris, la gata gris y esquelética que el conserje, Argus Filch, utilizaba como una especie de segundo de a bordo en su guerra sin cuartel contra los estudiantes.

 

—Será mejor que se vayan —dijo Nick apresuradamente—. Filch no está de buen humor. Tiene gripe y unos de tercero, por accidente, pusieron cerebro de rana en el techo de la mazmorra 5; se ha pasado la mañana limpiando, y si te ve Harry, manchando el suelo de barro...

—Bien —dijo Harry, alejándose de la mirada acusadora de la Señora Norris. Pero no se dio la prisa necesaria. Argus Filch penetró repentinamente por un tapiz que había a la derecha de Harry, llamado por la misteriosa conexión que parecía tener con su repugnante gata, a buscar como un loco y sin descanso a cualquier infractor de las normas. Llevaba al cuello una gruesa bufanda de tela escocesa, y su nariz estaba de un color rojo que no era el habitual.

—En la madre… el hijo de Hermelinda Linda* —murmuró José al ver al conserje.

—¡Suciedad! —gritó, con la mandíbula temblando y los ojos salidos de las órbitas, al tiempo que señalaba el charco de agua sucia que había goteado de la túnica de quidditch de Harry—. ¡Suciedad y mugre por todas partes! ¡Hasta aquí podíamos llegar! ¡Sígueme, Potter y tú también! —le dijo a José.

—Ve, ¿Y yo por qué? Sólo estaba cotorreando con Don Nick.

—Haga lo que le digo joven…

—Itzamana José Francisco Ricardo Montoya de la Rosa Pérez —Filch emitió un sonido a causa del mareo que le había provocado el “kilométrico” nombre del mexicano.

—Muévanse — no les quedó otra opción que seguirlo. Harry hizo un gesto de despedida a Nick Casi Decapitado, al igual que José y siguieron a Filch escaleras abajo, duplicando el número de huellas de barro.

 

Ninguno de los dos había entrado antes en la conserjería de Filch. Era un lugar que evitaban la mayoría de los estudiantes, una habitación lóbrega y desprovista de ventanas, iluminada por una solitaria lámpara de aceite que colgaba del techo, y en la cual persistía un vago olor a pescado frito. En las paredes había archivadores de madera. Por las etiquetas, imaginaron que contenían detalles de cada uno de los alumnos que Filch había castigado en alguna ocasión. Fred y George Weasley tenían para ellos solos un cajón entero. Detrás de la mesa de Filch, en la pared, colgaba una colección de cadenas y esposas relucientes. Todos sabían que él siempre pedía a Dumbledore que le dejara colgar del techo por los tobillos a los alumnos.

 

—Esto es ve más tétrico que la vez que Argentina me escondió todos mis chiles —murmuró México casi en un susurro pero Harry logró escucharlo gracias a que se encontraba a su lado.

 

Filch cogió una pluma de un bote que había en la mesa y empezó a revolver por allí buscando pergamino.

 

—Cuánta porquería —se quejaba, furioso—: mocos secos de lagarto silbador gigante, cerebros de rana, intestinos de ratón. Estoy harto, ¡hay que dar un escarmiento!... ¿Dónde está el formulario? ¡Ajá!...

 

Encontró un pergamino en el cajón de la mesa y lo extendió, y a continuación mojó en el tintero su larga pluma negra.

—Nombre: Harry Potter. Delito: ...

—¡¿Y yo que vela tengo en este entierro?! —gritó México.

—¡Sólo fue un poco de barro! —dijo Harry.

—Es su cómplice —México bufó molesto; el tipo era peor que escuchar a Alfred después de una cruda —. Sólo es un poco de barro para ti, muchacho, ¡pero para mí es una hora extra fregando! —gritó Filch. Una gota temblaba en la punta de su protuberante nariz—. Delito: ensuciar el castillo. Castigo propuesto: ...

 

Secándose la nariz, Filch miró con desagrado a Harry, entornando los ojos. El muchacho aguardaba su sentencia conteniendo la respiración.

Pero cuando Filch bajó la pluma, se oyó un golpe tremendo en el techo de la conserjería, que hizo temblar la lámpara de aceite.

 

—¡PEEVES! —bramó Filch, tirando la pluma en un arranque de ira—. ¡Esta vez te voy a atrapar!

 

Y, olvidándose de Harry y José, salió de la oficina corriendo con sus pies planos y con la Señora Norris galopando a su lado.

 

A Harry, Peeves no le gustaba en absoluto, pero en aquella ocasión no pudo evitar sentirse agradecido. Era de esperar que lo que Peeves hubiera hecho (y, a juzgar por el ruido, esta vez debía de haberse destruido algo realmente grande) sería suficiente para que Filch se olvidase de ellos. Pensando que tendrían que aguardar a que Filch regresara, Harry se sentó en una silla apolillada que había junto a la mesa, mientras que José se entretenía con un PSP que sacó de su túnica. Aparte del formulario a medio rellenar, sólo había otra cosa en la mesa: un sobre grande, rojo y brillante con unas palabras escritas con tinta plateada. Tras echar a la puerta una fugaz mirada para comprobar que Filch no volvía en aquel momento, Harry cogió el sobre y leyó:

 

EMBRUJORRÁPID

Curso de magia por correspondencia para principiantes.

 

 

 

Intrigado, Harry abrió el sobre y sacó el fajo de pergaminos que contenía. En la primera página, la misma escritura color de plata con florituras decía:

 

¿Se siente perdido en el mundo de la magia moderna? ¿Busca usted excusas para no llevar a cabo sencillos conjuros? ¿Ha provocado alguna vez la hilaridad de sus amistades por su torpeza con la varita mágica?

¡Aquí tiene la solución!

“Embrujorrápid” es un curso completamente nuevo, infalible, de rápidos resultados y fácil de estudiar. ¡Cientos de brujas y magos se han beneficiado ya del método Embrujorrápid!

 

—¡¿Tanto pedo para esto?! —gritó José sobresaltando a Harry.

—¿Qué juegas? —preguntó curioso.

—Mario Bros —respondió el moreno —, me la pasé tres semanas para que al final la pinche princesa saliera con esa mamada.

 

Harry decidió no decir nada al respecto, volvió a dejar los papeles en su lugar, justo a tiempo, pues Filch regresó.

 

—¡Ese armario evanescente era muy valioso! —decía con satisfacción a la Señora Norris—. Esta vez Peeves es nuestro, querida.

Sus ojos tropezaron con Harry y Pedro, luego se dirigieron como una bala al sobre de Embrujorrápid que, como Harry comprendió demasiado tarde, estaba a medio metro de distancia de donde se encontraba antes. La cara pálida de Filch se puso de un rojo subido. Harry se preparó para recibir un maremoto de furia. Filch se acercó a la mesa cojeando, tomó el sobre y lo metió en un cajón.

 

—¿Han... lo han leído? —farfulló.

—No —se apresuró a mentir.

—Tranquis, estábamos jugando con mi PSP —dijo México mostrándole el aparato. Filch se retorcía las manos nudosas.

—Si han leído mi correspondencia privada... bueno, no es mía... es para un amigo... es que claro... bueno pues...

 

Harry lo miraba alarmado; nunca había visto a Filch tan alterado. Los ojos se le salían de las órbitas y en una de sus hinchadas mejillas había aparecido un tic que la bufanda de tejido escocés no lograba ocultar.

—Sea, lo que sea, no puede ser tan malo como la vez que Arthur se emborracho “accidentalmente” y le dijo a mi hermano Carlos* que se veía sexy con la ropa que usaba y Marcelo* lo utilizó para probar su puntería —Filch suspiró.

—Muy bien, váyanse... y no digan una palabra... no es que... sin embargo, si no lo han leído... váyanse, tengo que escribir el informe sobre Peeves... fuera...

 

Asombrado de su buena suerte, Harry salió de la conserjería a toda prisa, seguido por José que tarareaba una canción. Subieron por el corredor hasta las escaleras. Salir de la conserjería de Filch sin haber recibido ningún castigo era seguramente un récord.

 

—¡Harry! ¡José! ¿Funcionó? —Nick Casi Decapitado salió de un aula deslizándose. Tras ellos, Harry podía ver los restos de un armario grande, de color negro y dorado, que parecía haber caído de una gran altura.

—Cuando le dije a Peeves que José estaba con Filch, de inmediato aceptó estrellarlo  justo encima de la conserjería —dijo Nick emocionado—; pensé que eso le podría distraer.

 

Harry quedó sorprendido, hasta el momento, no conocía a nadie que fuese del agrado de Peeves cómo para querer ayudarlo. Había visto a José hablar muchas veces con Peeves, sobre todo para molestar a Alfred quien era la diversión favorita del espíritu.

 

 

—¡Peeves es mi héroe! —exclamó México —, por supuesto que usted también.

—¡Gracias, Nick!

 

Se fueron andando juntos por el corredor. Nick Casi Decapitado, según notó Harry, sostenía aún la carta con la negativa de sir Patrick.

 

—Me gustaría poder hacer algo para ayudarle en el asunto del club —dijo Harry. Nick Casi Decapitado se detuvo sobre sus huellas, y Harry pasó a través de él. Lamentó haberlo hecho; fue como pasar por debajo de una ducha de agua fría.

—Pero hay algo que puedes hacer por mí, ambos —dijo Nick emocionado—. Harry, José ¿sería mucho pedir...? No, no van a querer...

—¿Qué es? —preguntó Harry.

—Ya, suelte la sopa —dijo José curioso.

—Bueno, el próximo día de Todos los Santos se cumplen quinientos años de mi muerte —dijo Nick Casi Decapitado, irguiéndose y poniendo aspecto de importancia.

—¡Ah! —exclamó Harry, no muy seguro de si tenía que alegrarse o entristecerse—. ¡Bueno!

—¡Felicidades! —exclamó México dando saltitos.

—Voy a dar una fiesta en una de las mazmorras más amplias. Vendrán amigos míos de todas partes del país. Para mí sería un gran honor que ambos pudieran asistir. Naturalmente, el señor Weasley, la señorita Granger, el resto del Bad cuarteto y el señor Braginsk  también están invitados. Pero me imagino que prefieren ir a la fiesta del colegio.

—¡Me apunto! —exclamó México. Nick sonrió, sabía que el moreno aceptaría.

—Iré—dijo Harry enseguida.

—¡Mi estimado muchacho! ¡Harry Potter en mi cumpleaños de muerte! Y... —dudó, emocionado—. ¿Tal vez podrías mencionarle a sir Patrick lo horrible y espantoso que les resulto?

—Por supuesto —contestó Harry. Nick Casi Decapitado le dirigió una sonrisa.

—Le diré a la Niña Blanca, se que estará encantada y también le pediré al Inmortal* pa’ que venga a darte una buena serenata —a Nick le hizo mucha ilusión el saber que existía la posibilidad de que la muerte misma asistiera, ¡Sir Patrick se moriría de la envidia!

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

—¿Un cumpleaños de muerte? —dijo Hermione entusiasmada, cuando Harry se hubo cambiado de ropa y reunido con ella y Ron en la sala común, junto con los países que pertenecían a Gryffindor—. Estoy segura de que hay muy poca gente que pueda presumir de haber estado en una fiesta como ésta. ¡Será fascinante!

—Pe-pero… ¡Abra un montón de fantasmas! —chilló Alfred con el rostro azul a causa del terror que sentía en esos momentos.

—No entiendo, el por qué le temes tanto a los fantasmas, Alfred —dijo Hungría mirando como temblaba.

—¿Para qué quiere uno celebrar el día en que ha muerto? —dijo Ron, que iba por la mitad de sus deberes de Pociones y estaba de mal humor—. Me suena a aburrimiento mortal.

—Me recuerda a la fiesta que hace México —comentó Dinamarca.

—Querrás decir: en México —lo corrigió Hermione ocasionando que los países fulminaran a Mikke con la mirada.

—Sí, eso…

—Creo que aún tenemos problemas con el idioma, jejeje —comentó España sonriendo nervioso.

—Es cierto, aru —lo apoyó China. Hermione los observó en silencio, había algo raro en todos ellos, pero aún no estaba segura de que era.

 

La lluvia seguía azotando las ventanas, que se veían oscuras, aunque dentro todo parecía brillante y alegre. La luz de la chimenea iluminaba las mullidas butacas en que los estudiantes se sentaban a leer, a hablar, a hacer los deberes o, en el caso de Fred y George Weasley, a intentar averiguar qué es lo que sucede si se le da de comer a una salamandra una bengala del doctor Filibuster. Fred había rescatado a aquel lagarto de color naranja, espíritu del fuego, de una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas y ahora ardía lentamente sobre una mesa.

Harry estaba a punto de comentar a Ron, Hermione y las naciones el caso de Filch y el curso Embrujorrápid, cuando de pronto la salamandra pasó por el aire zumbando, arrojando chispas y produciendo estallidos mientras daba vueltas por la sala. La imagen de Percy regañando a Fred y George hasta enronquecer, la espectacular exhibición de chispas de color naranja que salían de la boca de la salamandra, y su caída en el fuego, con acompañamiento de explosiones, hicieron que Harry olvidara por completo a Filch y el curso Embrujorrápid.

 

 

Cuando llegó Halloween, Harry ya estaba arrepentido de haberse comprometido a ir a la fiesta de cumpleaños de muerte. El resto del colegio estaba preparando la fiesta de Halloween; habían decorado el Gran Comedor con los murciélagos vivos de costumbre; las enormes calabazas de Hagrid habían sido convertidas en lámparas tan grandes que tres hombres habrían podido sentarse dentro, y corrían rumores de que Dumbledore había contratado una compañía de esqueletos bailarines para el espectáculo.

 

—Lo prometido es deuda —recordó Hermione a Harry en tono autoritario—. Y tú le prometiste ir a su fiesta de cumpleaños de muerte.

—José me dijo que había logrado que un  conjunto musical de esqueletos estuviera en la fiesta —comentó Elizabeta —, el señor Nick se veía muy feliz cuando le comentó que iría una invitada “especial”.

 

A las siete en punto, Harry, Ron, Hermione, los países que los acompañarían eran Rusia, sus hermanas, España, ambos Italias, Alemania, El Bad trio, Hungría, Canadá, América, China, Japón, Grecia, Turquía, Liechtenstein, Dinamarca, Noruega y Suiza, (José había desaparecido desde antes), atravesaron el Gran Comedor, que estaba lleno a rebosar y donde brillaban tentadoramente los platos dorados y las velas, y dirigieron sus pasos hacia las mazmorras. También estaba iluminado con hileras de velas el pasadizo que conducía a la fiesta de Nick Casi Decapitado, aunque el efecto que producían no era alegre en absoluto, porque eran velas largas y delgadas, de color negro azabache, con una llama azul brillante que arrojaba una luz oscura y fantasmal incluso al iluminar las caras de los vivos, había cadenas de colores negros, morados y naranjas adornando las paredes, Antonio sospechaba que eran obra de su hijo. La temperatura descendía a cada paso que daban. Al tiempo que se ajustaba la túnica, Harry oyó un sonido como si mil uñas arañasen una pizarra.

 

—¿A esto le llaman música? —se quejó Ron. Al doblar una esquina del pasadizo, encontraron a Nick Casi Decapitado ante una puerta con colgaduras negras.

—Queridos amigos —dijo con profunda tristeza—, bienvenidos, bienvenidos... les agradezco que hayan venido...

 

Hizo un movimiento con su sombrero de plumas y una reverencia señalando hacia el interior.

Lo que vieron les pareció increíble. La mazmorra estaba llena de cientos de personas transparentes, de color blanco perla. La mayoría se movían sin ánimo por una sala de baile abarrotada, bailando el vals al horrible y trémulo son de las treinta sierras de una orquesta instalada sobre un escenario vestido de tela negra. Del techo colgaba una lámpara que daba una luz azul medianoche. Al respirar les salía humo de la boca; aquello era como estar en un frigorífico.

 

—¿Buscamos a José? —propuso Harry, con la intención de calentarse los pies.

—Cuidado no vayas a atravesar a nadie —advirtió Ron, algo nervioso, mientras empezaban a bordear la sala de baile. Pasaron por delante de un grupo de monjas fúnebres, de una figura harapienta que arrastraba cadenas y del Fraile Gordo, un alegre fantasma de Hufflepuff que hablaba con un caballero que tenía clavada una flecha en la frente. Harry no se sorprendió de que los demás fantasmas evitaran al Barón Sanguinario, un fantasma de Slytherin, adusto, de mirada impertinente y que exhibía manchas de sangre plateadas.

—¡Ahhhh! —gritó Alfred en el momento en que algunos fantasmas se le acercaron. Hasta ese momento, se había logrado contener pero ya no pudo más y salió del lugar despavorido.

—Ni aguanta nada —comentó México entre risitas que se acercó al grupo, con él estaba un fantasma con ropas de charro, un bigote adornaba su rostro.

 

—Oh, no —dijo Hermione, parándose de repente—. Volvamos, volvamos, no quiero hablar con Myrtle la Llorona.

—¿Con quién? —le preguntó Harry, retrocediendo rápidamente.

—Ronda siempre los baños de chicas del segundo piso —dijo Hermione.

—¿Los baños? —cuestionó Noruega.

—Es cierto, yo me he topado con ella —agregó Lily.

—Yo igual —dijo Elizabeta —, es aun más molesta que Gilbert.

—¡Yo no soy molesto! —se defendió el prusiano indignado.

—Es un verdadero dolor de cabeza —comentó Natasha.

—Sí. No hemos podido utilizar los baños en todo el curso porque siempre le dan tales  ataques de llanto que lo deja todo inundado. De todas maneras, nunca entro en ellos si puedo evitarlo, es horroroso ir al servicio mientras la oyes llorar.

—¡Miren, comida! —dijo Ron.

 

Al otro lado de la mazmorra había una mesa larga, cubierta también con terciopelo negro. Se acercaron con entusiasmo, pero ante la mesa se quedaron inmóviles, horrorizados. El olor era muy desagradable. En unas preciosas fuentes de plata había unos pescados grandes y podridos; los pasteles, completamente quemados, se amontonaban en las bandejas; había un pastel de vísceras con gusanos, un queso cubierto de un esponjoso moho verde y, como plato estrella de la fiesta, un gran pastel gris en forma de lápida funeraria, decorado con unas letras que parecían de alquitrán y que componían las palabras:

 

Sir Nicholas de Mimsy-Porpington,

fallecido el 31 de octubre de 1492.

 

 

Harry contempló, asombrado, como un fantasma corpulento se acercaba y, avanzando en cuclillas para ponerse a la altura de la comida, atravesaba la mesa con la boca abierta para ensartar por ella un salmón hediondo.

—¿Le encuentras el sabor de esa manera? —le preguntó Harry.

—Casi —contestó con tristeza el fantasma.

—¿Por qué no prueba tomando el olor de esa comida? —sugirió José señalando un lugar al otro extremo donde estaba un enorme altar con comida, calaveritas de azúcar, pan, flores de cempasúchil. —También hay comida para nosotros —les dijo señalando la mesa al lado del altar.

—¡Gracias al cielo! —comentó Ron y se apresuró a llegar a la mesa señalada.

Pero apenas se habían dado la vuelta cuando un hombrecito surgió de repente de debajo de la mesa y se detuvo frente a ellos, suspendido en el aire.

—¡Peev! —exclamó México, el poltergeist se colocó frente a Canadá haciéndole caras, pero José lo reprendió causándole extrañeza —No, Peeves, él no es el babas de Alfred, el es Mat, un amigo mío.

—¿Amigo? —el moreno asintió. Peeves hizo una reverencia a modo de saludo causando la sorpresa de todos pues nunca lo habían visto comportarse de esa manera.

 

A diferencia de los fantasmas que había alrededor, Peeves el poltergeist no era ni gris ni transparente. Llevaba un sombrero de fiesta de color naranja brillante y exhibía una gran sonrisa en su cara ancha y malvada.

 

—¿Quieren? —invitó amablemente, ofreciéndoles un cuenco de cacahuetes recubiertos de moho.

—No, gracias —dijo Hermione.

—Los oí hablar de la pobre Myrtle —dijo Peeves, moviendo los ojos—. No has sido muy amable con la pobre Myrtle. —Tomó aliento y gritó—: ¡EH! ¡MYRTLE!

—No, Peeves, no le digas lo que hemos dicho, le afectará mucho —susurró Hermione, desesperada.

—¡Peev, eso no es de cuates! —lo regañó México.

 

 

Hasta ellos se había deslizado el fantasma de una chica rechoncha. Tenía la cara más triste que Harry hubiera visto nunca, medio oculta por un pelo lacio y basto y unas gruesas gafas de concha.

—¿Qué? —preguntó enfurruñada.

—¿Cómo estás, Myrtle? —dijo Hermione, fingiendo un tono animado—. Me alegro de verte fuera de los baños.

 

Myrtle sollozó.

 

—Ahora mismo las señoritas estaban hablando de ti —dijo Peeves a Myrtle al oído, maliciosamente.

—Sólo comentábamos... comentábamos... lo guapa que estás esta noche —dijo Hermione con el ceño fruncido, mirando a Peeves. Myrtle dirigió a Hermione una mirada recelosa.

—Es verdad —agregó Elizabeta igual de nerviosa —, ¿verdad, chicas? —las otras asintieron con la cabeza.

—Se estaban burlando de mí —dijo, y unas lágrimas plateadas asomaron inmediatamente a sus ojos pequeños, detrás de las gafas.

—No, lo digo en serio... ¿Verdad que estábamos comentando lo guapa que está Myrtle esta noche? —dijo Hermione.

—Sí, sí.

—Claro.

—Con esas curvas y yo sin frenos.

—No me mientan —dijo Myrtle entre sollozos, con las lágrimas cayéndole por la cara, mientras Peeves, que estaba encima de su hombro, se reía entre dientes—. ¿Creen que no sé cómo me llama la gente a mis espaldas? ¡Myrtle la gorda! ¡Myrtle la fea! ¡Myrtle la desgraciada, la llorona, la triste!

—Se te ha olvidado la granos —dijo Peeves al oído. Myrtle la Llorona estalló en sollozos angustiados y salió de la mazmorra corriendo.

Peeves iba detrás de ella, tirándole cacahuates mohosos y gritándole: ¡La granos!

¡La granos!

 

—Ahora si se pasó —comentó José cruzándose de brazos.

—¡Dios mío! —dijo Hermione con tristeza. Nick Casi Decapitado iba hacia ellos entre la multitud.

—¿Se lo están pasando bien?

—¡Sí! —mintieron.

—Ya sabes que si —dijo México que era el único que realmente  estaba disfrutando.

—Ha venido bastante gente —dijo con orgullo Nick Casi Decapitado—. Por cierto, José, muchas gracias por hacer que viniera la Muerte.

 

En el centro estaba una calavera, usaba un vestido largo de color morado y negro, un sombrero grande con plumas de avestruz y pavorreal. Estaba junto al fantasma que habían visto con José cuando llegaron. Un grupo de espíritus los rodeaban y miraban al esqueleto con adoración.

 

—Me parece que ya es momento, ¿no? —Nick asintió. México se acercó al grupo, atravesando algunos cuantos fantasmas, sin parecer afectado, se acercó al charro y le susurró algo al oído, éste asintió y se fue al pequeño escenario junto con el moreno.

 

—¡Hola, gente bonita! —exclamó Itzamma, llamando la atención de los presentes —, espero se la estén pasando de a poca madre. Hoy estamos celebrando el cumpleaños de muerte de nuestro querido amigo, Sir Nick casi Decapitado. Como no todos los días se cumplen quinientos años; quise traerle un regalo especial… muertos y vivos, está con nosotros, el Inmortal… ¡Pedro Infante*!

 

La orquesta desapareció siendo remplazada por un mariachi de esqueletos y Pedro Infante, la música comenzó:

 


Estas son las mañanitas
Que cantaba el rey David
Hoy por ser día de tu santa
Te las cantamos aquí.

Muchos de ellos, jamás habían escuchado una canción, interpretada de esa manera, pero no podían negar que era hermosa.

 


Despierta mi bien despierta,
Mira que ya amaneció.
Ya los pajarillos cantan.
La luna ya se metió.

 

Qué linda está la mañana en que vengo a saludarte.
Venimos todos con gusto y placer a felicitarte.

El día en que tú naciste, nacieron todas las flores.
En la pila de bautizo cantaron los ruiseñores.

........Ya viene amaneciendo ya la luz del día nos dio,
........Levántate de mañana, día que amaneció.

De las estrellas del cielo tengo que bajarte dos,
Una para saludarte otra para decirte adiós.

Volaron cuatro palomas por toditas las ciudades.
Hoy por ser día de tu santo, te deseamos felicidades.

........Con hacines y flores hoy te vengo a saludar,
........Hoy por ser día de tu santo te venimos a cantar.

 

Cuando la canción terminó, todos los fantasmas comenzaron a aplaudir pidiendo otra. Pedro infante sonrió e invitó a México a cantar con él, como solían hacerlo cuando aún estaba vivo.

 

El fantasma fue el que inició la canción:

 

La gente dice sincera

cada que se hace un casoriooo

Que el novio que entre la quiera

Si no que le hagan velorioo.

 

Para esta novia no hay pena

puede ser un buen maridoooo

Porque Bueno es cosa buena

por lo menos de apellidooo.

 

José Bueno es muy bueno

hijo de Bueno también

y su abuelo ¡hay que bueno!

que se llamara como élll.

 

 

México sonrió y cantó:

 

Procurare ser tan bueno

como diceee mi apellidoo

Que se trague su veneno

él que velorio ha pedidoo.

 

¡Pedro es Malo de apellido!

retachar es su cuartetaaa

El nomás es presumido

porque no es Malo...es maleta...

 

Pedro Malo es muy malo,

malo por obligaciónnn,

y su abuelo...¡uy! que malo

hay que comprarle su liónnn.

 

 

Era una canción extraña, más parecía que tuvieran una pelea… con ritmo.

 

En una mañana de oro

alguien nublaaaaba el paisaje

eran un cuervo y un loro

arrancándose el plumajeee.

 

¡Hay que olvidar lo pasado!

y la culpable es la suerteee

qué bueno y malo mezclado

en regular se convierteee.

 

Yo soy Malo no lo niego

pero quisiera mezclar

malo y bueno, por si sale

algo que sea regular...

 

José se acercó al fantasma.

 

Cierto alacrán de carroña

un colmenarrrrr visitaba,

para ver si la ponzoña

con la miellll se le quitabaaa.

 

Como no será lo bueno

para placer del malvado...

con la miel y su veneno

ahí anda el pobre purgado.

 

Que lo entienda y lo entienda

si es que lo sabe entenderrr

y si acaso no lo entiende,

hay que obligarlo a entenderrr

 

Por un momento creyeron que Pedro Infante atacaría a México, incluso Rusia estaba listo para defenderlo si fuese necesario.

 

Te consta que no soy tonto

como tú... lo has presumidooo

Tonto no... Si entrometido

por el hambree de amistadess.

 

El hambre siempre la calmo

con el manjar del amigooo

Méndigo es si no mendigo

el que roba a sus amigosss.

 

(Infante).- Tú lo dices

 

(México).- Lo sostengo

 

(Infante).- No te vayas a cansar

 

(México).- No le saques

 

(Infante).- Si le saco

 

(Infante).- Pues se acabo este cantarrrr...

 

 

Los aplausos resonaron en la mazmorra, no negaban que México cantaba muy bien.

 

—Me gustaría pedir a mi buen amigo que interpretara una canción —dijo Pedro Infante y los otros fantasmas aplaudieron apoyando la moción.

—De acuerdo —dijo sonriendo el mexicano, tomó una de las guitarras y se colocó delante de Rusia, quien estaba al lado de España y Romano.

 

Amorcito corazón, Yo tengo tentación de un beso, Que se pierda en el calor, De nuestro gran amor, mi amor;   Yo quiero ser, un solo ser, Y estar contigo, Te quiero ver, en el querer Para soñar.   José miraba a Iván con infinito amor, el mismo sentimiento que usaba para interpretar la melodía. Antonio quedo boquiabierto al entender que su hijo estaba cantando para Rusia.   —Ve~ canta muy bien —comentó Italia apoyando su cabeza en el hombro de Alemania. —Es cierto —dijo Yaketerina —, el joven José canta como los ángeles. —Parece como si José-kun estuviese cantándole a alguien en especial —comentó Japón mirando de reojo a Rusia quien estaba encantado con la interpretación de su moreno (porque era suyo y de nadie más).   Antonio frunció el seño mientras la canción iba avanzando, no era el único que se había percatado de las miradas que su hijo y Rusia se mandaban, Kiku, Yao, Ludwig, Francis, Mathew, Hermione e incluso Romano e Italia se habían dado cuenta.    

En la dulce sensación,

De un beso mordelón quisiera,

Amorcito corazón,

Decirte mi pasión por…

 

 

El conjunto dejó de tocar bruscamente. Se había oído un cuerno de caza y todos los que estaban en la mazmorra quedaron en silencio, a la expectativa.

 

—Fantástico —dijo Nick Casi Decapitado con cierta amargura. A través de uno de los muros de la mazmorra penetraron una docena de caballos fantasma, montados por sendos jinetes sin cabeza. Los asistentes aplaudieron con fuerza; Harry y algunas naciones también empezaron a aplaudir, pero se detuvieron al ver la cara fúnebre de Nick.

 

Los caballos galoparon hasta el centro de la sala de baile y se detuvieron encabritándose; un fantasma grande que iba delante, y que llevaba bajo el brazo su cabeza barbada y soplaba el cuerno, descabalgó de un brinco, levantó la cabeza en el aire para poder mirar por encima de la multitud, con lo que todos se rieron, y se acercó con paso decidido a Nick Casi Decapitado, ajustándose la cabeza en el cuello.

 

—¡Nick! —dijo con voz ronca—, ¿cómo estás? ¿Todavía te cuelga la cabeza? —Rompió en una sonora carcajada y dio a Nick Casi Decapitado unas palmadas en el hombro.

—Bienvenido, Patrick —dijo Nick con frialdad.

—¡Vivos! —dijo Sir Patrick, al ver a Las naciones y al trio dorado. Dio un salto tremendo pero fingido de sorpresa y la cabeza volvió a caérsele. La gente se rió otra vez.

 

—Muy divertido —dijo Nick Casi Decapitado con voz apagada.

—¡No se preocupen por Nick! —gritó desde el suelo la cabeza de sir Patrick—. ¡Aunque se enfade, no le dejaremos entrar en el club! Pero quiero decir...

—Creo —dijo Harry a toda prisa, en respuesta a una mirada elocuente de Nick—

que Nick es terrorífico y esto..., mmm...

—¡Ja! —gritó la cabeza de sir Patrick—, apuesto a que Nick te pidió que dijeras eso.

—Claro que no —dijo México bajando del escenario de un salto —. Don Nick es realmente aterrador, me ha ayudado muchas veces a asustar a Alfred.

—Por favor… —Sir Patrick se quedó cayado cuando  La Catrina se acercó a José, estaba sorprendido de ver a la mismísima muerte ante sus ojos.

—¡Si me conceden su atención, ha llegado el momento de mi discurso! —dijo en voz alta Nick Casi Decapitado, caminando hacia el estrado con paso decidido y colocándose bajo un foco de luz de un azul glacial.

 

—Mis difuntos y afligidos señores y señoras… su excelentísima —dijo refiriéndose a la Muerte —, es para mí una gran tristeza...

 

Pero nadie le prestaba atención. Sir Patrick y el resto del Club de Cazadores Sin Cabeza acababan de comenzar un juego de Cabeza Hockey en honor a La Catrina y la gente se agolpaba para mirar. Nick Casi Decapitado trató en vano de recuperar la atención, pero desistió cuando la cabeza de sir Patrick le pasó al lado entre vítores.

 

—¡Suficiente! —gritó la Muerte, ocasionando que los vivos la miraran sorprendidos. Harry sintió pánico, al igual que la mayoría de ellos.

—No aguanto más —dijo Ron. No sabía qué era lo que más miedo le daba, el esqueleto que regañaba al fantasma que interrumpió la celebración o José riéndose por la escena sin que le afectara lo que sucedía a su alrededor.

—Vámonos —dijo Harry. Las naciones asintieron, aunque Rusia no planeaba irse dejando solo a México.

 

Fueron hacia la puerta, sonriendo e inclinando la cabeza a todo el que los miraba, y un minuto más tarde subían a toda prisa por el pasadizo lleno de velas negras.

 

—Quizás aún quede pudín —dijo Ron con esperanza, abriendo el camino hacia la escalera del vestíbulo.

 

Y entonces Harry lo oyó.

—... Desgarrar... Matar...

 

Fue la misma voz, la misma voz fría, asesina, que había oído en el despacho de Lockhart. Trastabilló al detenerse, y tuvo que sujetarse al muro de piedra. Escuchó lo más atentamente que pudo, al tiempo que miraba con los ojos entornados a ambos lados del pasadizo pobremente iluminado.

 

—¿Te encuentras bien? —preguntó Alemania, sosteniéndolo para evitar que callera.

—Es de nuevo esa voz... cállense un momento...

 

... deseado... durante tanto tiempo...

 

—¡Escuchen! —dijo Harry, se quedaron inmóviles, mirándolo.

 

... matar... Es la hora de matar...

 

La voz se fue apagando. Harry estaba seguro de que se alejaba... hacia arriba. Al mirar al oscuro techo, se apoderó de él una mezcla de miedo y emoción. ¿Cómo podía irse hacia arriba? ¿Se trataba de un fantasma, para quien no era obstáculo un techo de piedra?

—¡Por aquí! —gritó, y se puso a correr escaleras arriba hasta el vestíbulo. Allí era imposible oír nada, debido al ruido de la fiesta de Halloween que tenía lugar en el Gran Comedor. Harry apretó el paso para alcanzar rápidamente el primer piso. Ron Hermione y los países lo seguían, preocupados.

—Harry, ¿qué estamos...?

—¡Shhhh!

 

Harry agudizó el oído. En la distancia, proveniente del piso superior, y cada vez más débil, oyó de nuevo la voz:... huelo sangre... ¡HUELO SANGRE!

 

El corazón le dio un vuelco.

—¡Va a matar a alguien! —gritó, y sin hacer caso de las caras desconcertadas de sus amigos, subió el siguiente tramo saltando los escalones de tres en tres, intentando oír a pesar del ruido de sus propios pasos. Harry recorrió a toda velocidad el segundo piso.

—¿Qué demonios le pasa a mon petit? —comentó Francis preocupado.

—Se ha vuelto loco, eso es lo que pasa —dijo Prusia.

 

No pararon hasta que doblaron la esquina del último corredor, también desierto.

—Harry, ¿qué pasaba? —le preguntó Ron, secándose el sudor de la cara. —Yo no oí nada...

Pero Hermione dio de repente un grito ahogado, y señaló al corredor.

—¡Miren! —Delante de ellos, algo brillaba en el muro. Se aproximaron, despacio, intentando ver en la oscuridad con los ojos entornados. En el espacio entre dos ventanas, brillando a la luz que arrojaban las antorchas, había en el muro unas palabras pintadas de más de un palmo de altura.

 

LA CÁMARA DE LOS SECRETOS HA SIDO ABIERTA.

TEMAN, ENEMIGOS DEL HEREDERO.

 

—¿Qué es lo que cuelga ahí debajo? —preguntó Ron, con un leve temblor en la voz.

Al acercarse más, Harry casi resbala por un gran charco de agua que había en el suelo. Prusia y Alemania lo sostuvieron. El grupo se acercó, despacio a la inscripción, con los ojos fijos en la sombra negra que se veía debajo. Todos comprendieron a la vez lo que era, y dieron un brinco hacia atrás. La Señora Norris, la gata del conserje, colgada por la cola en una argolla de las que se usaban para sujetar antorchas. Estaba rígida como una tabla, con los ojos abiertos y fijos. Durante unos segundos, no se movieron. Luego dijo Ron:

—Vámonos de aquí.

 

Italia comenzó a llorar asustado, Grecia frunció el ceño molesto por lo que le había sucedido al felino.

 

—No, deberíamos intentar... —comenzó a decir Harry, sin encontrar las palabras.

—Hazme caso —dijo Ron—; mejor que no nos encuentren aquí.

—Es cierto —lo apoyó Noruega.

 

Pero era demasiado tarde. Un ruido, como un trueno distante, indicó que la fiesta acababa de terminar. De cada extremo del corredor en que se encontraban, llegaba el sonido de cientos de pies que subían las escaleras y la charla sonora y alegre de gente que había comido bien. Un momento después, los estudiantes irrumpían en el corredor por ambos lados.

El bullicio se apagó de repente cuando vieron a la gata colgada. Harry, Ron, Hermione y los países estaban solos, en medio del corredor, cuando se hizo el silencio entre la masa de estudiantes, que presionaban hacia delante para ver el truculento espectáculo.

Luego, alguien gritó en medio del silencio:

 

—¡Teman, enemigos del heredero! ¡Los próximos serán los sangre sucia! —era Draco Malfoy, que había avanzado hasta la primera fila. Tenía una expresión alegre en los ojos, y la cara, habitualmente pálida, se le enrojeció al sonreír ante el espectáculo de la gata que colgaba inmóvil —La apestosa sangre sucia va a…

 

No pudo continuar pues Alemania lo había tomado de las solapas y estrellado contra la pared más cercana, causando la sorpresa de todos, pues, era bien sabido que Ludwig era una persona bastante paciente y no perdía el autocontrol tan fácilmente.

 

—Sangre sucia… sangre pura —la expresión de Alemania era temible en esos momentos, mucho más que la de Rusia.

—Es típico de un sangre sucia usar la violencia física —dijo Draco, aunque por dentro tenía miedo, pero como un Malfoy que era, su orgullo no le permitía demostrarlo —. Los sangre sucia como ustedes son inferiores a nosotros.

 

Alemania levantó el puño con intenciones de estamparlo contra el rostro del platinado.

 

—¡West! —la voz de su hermano lo hizo reaccionar. Golpeó la pared a un lado de la cabeza de Draco.

—Lo que dices es una tontería, me das lástima, mocoso —dijo con veneno —. ¡¿Sabes cuanta gente muere y sufre por palabras como esas?! ¡¿Tienes idea del horror que personas con una mente cerrada como la tuya puede causar?! No, eres un mocoso mimado e idiota.

—Todos somos iguales —dijo Prusia uniéndose a su hermano —. Tú no conoces el horror, la tristeza… el infierno que personas que se creen superiores pueden causar…

 

Ninguno de los países intervino, sabía lo doloroso que era para ambos germanos y los antiguos miembros del eje ese tipo de temas y lo mejor era no interferir o ellos también podrían salir perjudicados.

 

—No dejare que personas como tú creen otro holocausto* —gruñó Alemania intensificando mas el agarre.

—Dice que somos sangre sucia —habló Japón con seriedad —, la verdad es que no nos conoce, Malfoy-kun y le sugiero, no intente hacerlo.

—Pero una cosa si te advertimos —dijo España, su expresión era fría, igual a como lo era en sus épocas de conquistador —, no te metas con nosotros ni con nuestros amigos o te juro que no habrá poder sobre la tierra que te proteja de mi.

—Lo mismo digo —agregó Hungría, había un aura oscura a su alrededor y tenía un brillo demoniaco en los ojos.

 

Finalmente, Alemania soltó a Draco, se acercó a Italia y lo atrajo en un abrazo pues estaba llorando por lo sucedido.

 

—Vámonos —ordenó Prusia, los países asintieron. Ninguno de los alumnos dijo o hizo por detenerlos. El trio dorado se quedó ahí, sin comprender lo que había sucedido, pero estaban seguros que las cosas no se quedarían así como así con Draco Malfoy.

 

 

Continuara…

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

La idea de la última escena me la dio aki159 Gracias!!!

Las canciones que cantan Pedro Infante y México son:

 

No le saco

Amorcito corazón

 

Hermelinda Linda: es una historieta publicada entre la década de los setentas y finales de los ochentas en México por Editormex basada en los personajes creados por Oscar González Guerrero, José Cabezas y Fausto Buendía, acerca de la "Bruja de Bondojito" que le preparaba trabajos a cualquiera que tuviera el dinero para pagarlos, aunque los resultados no siempre eran como los clientes esperaban. Llena de humor negro, macabra picardía, hermosas mujeres semi desnudas y chistes de doble sentido, los "trabajitos" que solían solicitarle a la bruja, casi siempre tenían algo que ver con alguno de los Pecados Capitales.

Tuvo su inicio en la revista de humor negro Brujerías a mediados de los sesentas.

Carlos y Marcelo: Chile y Argentina, respectivamente.

El Inmortal: sobrenombre dado a Pedro Infante.

Pedro Infante: (Mazatlán, Sinaloa, 18 de noviembre de 1917Mérida, Yucatán, 15 de abril de 1957) fue un actor y cantante mexicano de la Época de Oro del Cine Mexicano, así como uno de los grandes representantes de la música ranchera. A partir de 1939 apareció en más de 60 películas, y desde 1943 grabó aproximadamente 310 canciones. Por su actuación en la película Tizoc (1956), fue acreedor al Oso de Plata1 del Festival Internacional de Cine de Berlín al mejor actor principal, y al premio Globo de Oro2 a la mejor película extranjera, otorgado por la prensa extranjera acreditada en Hollywood.

El holocausto: fue la persecución y el asesinato sistemático, burocráticamente organizado y auspiciado por el Estado de aproximadamente seis millones de judíos por parte del régimen nazi y sus colaboradores. "Holocausto" es una palabra de origen griego que significa "sacrificio por fuego". Los nazis, que llegaron al poder en Alemania en enero de 1933, creían que los alemanes eran una "raza superior" y que los judíos, considerados "inferiores", eran una amenaza extranjera para la llamada comunidad racial alemana.

 

 


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