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Error mágico por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-sama, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: RusiaxMexico, FranxUk, PruxAus, EspxRoma, UkxFran, y HarryxDraco insinuación de AmexMex y SnapexUk

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Error mágico

 

 

Capítulo 33.- Inevitable

 

 

El día anterior al partido, el viento se convirtió en un huracán y la lluvia cayó con más fuerza que nunca. Estaba tan oscuro dentro de los corredores y las aulas que se encendieron más antorchas y faroles. El equipo de Slytherin se daba aires, después de todo tenían a Draco como buscador y a Iván como guardián, cualquiera que quisiera pasar a éste último se ganaría un pase gratis a la enfermería.

 

 

Harry no tenía sitio en la cabeza para preocuparse por otra cosa que el partido del día siguiente. Entre clase y clase, Oliver Wood se le acercaba a toda prisa para darle consejos. La tercera vez que sucedió, el joven habló tanto que Potter se dio cuenta de pronto de que llegaba diez minutos tarde a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, y echó a correr mientras Wood le gritaba:

 

—¡Diggory tiene un regate muy rápido, Harry! Tendrás que hacerle una...

 

Harry frenó al llegar a la puerta del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, la abrió y entró apresuradamente.

—Lamento llegar tarde, profesor Lupin. Yo...

 

Pero no era Lupin quien lo miraba desde la mesa del profesor; era Snape.

 

—La clase ha comenzado hace diez minutos, Potter. Así que creo que descontaremos a Gryffindor diez puntos. Siéntate.

 

Pero Harry no se movió.

 

— ¿Dónde está el profesor Lupin? — preguntó.

—No se encuentra bien para dar clase hoy — dijo Snape con una sonrisa contrahecha—. Creo que te he dicho que te sientes.

 

Pero Harry permaneció donde estaba.

 

—¿Qué le ocurre?

 

A Snape le brillaron sus ojos negros.

 

—Nada que ponga en peligro su vida —dijo como si deseara lo contrario—. Cinco puntos menos para Gryffindor y si te tengo que volver a decir que te sientes serán cincuenta.

 

Harry se fue despacio hacia su sitio y se sentó. Snape miró a la clase.

 

— Como decía antes de que nos interrumpiera Potter, el profesor Lupin no ha dejado ninguna información acerca de los temas que han estudiado hasta ahora...

—Hemos estudiado los boggarts, los gorros rojos, los kappas y los grindylows —informó Hermione rápidamente—, y estábamos a punto de comenzar...

— Cállate — dijo Snape fríamente—. No te he preguntado. Sólo comentaba la falta de organización del profesor Lupin.

—Es el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido — dijo Alfred con su característica voz chillona, y la clase expresó su conformidad con murmullos. Snape puso el gesto más amenazador que le habían visto.

— Son fáciles de complacer. Lupin apenas les exige esfuerzo... Yo daría por hecho que los de primer curso son ya capaces de manejarse con los gorros rojos y los grindylows. Hoy veremos...

 

Harry lo vio hojear el libro de texto hasta llegar al último capítulo, que debía de imaginarse que no habían visto.

 

—... los hombres lobo — concluyó Snape.

—Pero profesor — dijo Hermione, que parecía incapaz de contenerse—, todavía no podemos llegar a los hombres lobo. Está previsto comenzar con los hinkypunks...

— Señorita Granger — dijo Snape con voz calmada—, creía que era yo y no usted quien daba la clase. Ahora, abran el libro por la página 394. — Miró a la clase—: Todos. Ya.

 

Con miradas de soslayo y un murmullo de descontento, abrieron los libros.

 

— ¿Quién de ustedes puede decirme cómo podemos distinguir entre el hombre lobo y el lobo auténtico?

 

Todos se quedaron en completo silencio. Todos excepto Hermione y Yao, cuyas manos, estaban levantadas.

 

— ¿Nadie? — preguntó Snape, sin prestar atención a Hermione o a China. La sonrisa contrahecha había vuelto a su rostro—. ¿Es que el profesor Lupin no les ha enseñado ni siquiera la distinción básica entre...?

— Ya se lo hemos dicho — dijo de repente Parvati—. No hemos llegado a los hombres lobo. Estamos todavía por...

— ¡Silencio! — gruñó Snape—. Bueno, bueno, bueno... Nunca creí que encontraría una clase de tercero que ni siquiera fuera capaz de reconocer a un hombre lobo. Me encargaré de informar al profesor Dumbledore de lo atrasados que están todos...

— Por favor, profesor — dijo Hermione, que seguía con la mano levantada—. El hombre lobo difiere del verdadero lobo en varios detalles: el hocico del hombre lobo...

— Es la segunda vez que hablas sin que te corresponda, señorita Granger — dijo Snape con frialdad—. Cinco puntos menos para Gryffindor por ser una sabelotodo insufrible.

 

Hermione se puso muy colorada, bajó la mano y miró al suelo, con los ojos llenos de lágrimas. Un indicio de hasta qué punto odiaban todos a Snape era que lo estaban fulminando con la mirada. Todos, en alguna ocasión, habían llamado sabelotodo a Hermione, y Ron, que lo hacía por lo menos dos veces a la semana, dijo en voz alta:

 

— Usted nos ha hecho una pregunta y ella le ha respondido. ¿Por qué pregunta si no quiere que se le responda?

—¡Es cierto! —dijo Alfred en voz tan alta que lastimó los tímpanos de quienes se encontraban a su alrededor. —Usted es un maestro y debería ser imparcial. ¡Es un pésimo profesor!

 

Sus compañeros comprendieron al instante que habían ido demasiado lejos.

 

— Se quedarán castigados, Weasley, Jones — dijo Snape con voz suave y acercando el rostro al de Alfred—. Y si vuelvo a oírte criticar mi manera de dar clase, te arrepentirás.

 

Estados Unidos frunció el ceño; nunca, jamás en toda su vida había permitido que lo humillaran, todo aquel que lo intentó, pagó cara su osadía y ese simple hombre no iba a ser la excepción, por más profesor que fuera.

 

Snape podía ver el fuego en la mirada de Alfred y por primera vez, sintió miedo de un alumno. Trató de mantener la calma, intentando de aparentar que nada había pasado.

 

Nadie se movió durante el resto de la clase. Siguió cada uno en su sitio, tomando notas sobre los hombres lobo del libro de texto, mientras Snape rondaba entré las filas de pupitres examinando el trabajo que habían estado haciendo con el profesor Lupin, pero siempre evitando el de Alfred.

 

— Muy pobremente explicado... Esto es incorrecto... El kappa se encuentra sobre todo en Mongolia... ¿El profesor Lupin te puso un ocho? Yo no te habría puesto más de un tres.

 

Cuando el timbre sonó por fin, Snape los retuvo:

 

— Escribirán una redacción de dos pergaminos sobre las maneras de reconocer y matar a un hombre lobo. Para el lunes por la mañana. Ya es hora de que alguien meta en cintura a esta clase. Weasley, Jones, quédense, tenemos que hablar sobre sus castigos.

 

Harry, Hermione y los países abandonaron el aula con los demás alumnos, que esperaron a encontrarse fuera del alcance de los oídos de Snape para estallar en críticas contra él.

 

— Snape nunca ha actuado así con ninguno de los otros profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras, aunque quisiera el puesto — comentó Harry a los otros—. ¿Por qué la tiene tomada con Lupin? ¿Será por lo del boggart?

—No sé— dijo Hungría pensativamente—. Pero espero que el profesor Lupin se recupere pronto.

—Quizás fueron pareja en el pasado y Snape está molesto con Lupin por dejarlo —comentó Dinamarca ganándose las miradas de sus compañeros —. ¿Qué?, ¡Debe ser verdad!, ¡El rey de los nórdicos nunca se equivoca!

 

Ron y Alfred los alcanzaron cinco minutos más tarde, muy enfadados.

 

— ¿Saben lo que ese... *squeek* nos ha mandado? —chillo Alfred y los presentes lo miraron con los ojos abiertos, más de uno llego a pensar que al estadounidense se le estaban pegando las malas costumbres de su vecino del sur.

—Tenemos que lavar los orinales de la enfermería. ¡Sin magia! — dijo Ron con la respiración alterada. Tenía los puños fuertemente cerrados—. ¿Por qué no podía haberse ocultado Black en el despacho de Snape, eh? ¡Podía haber acabado con él!

 

….

 

Al día siguiente, Harry se despertó muy temprano. Tan temprano que todavía estaba oscuro. Por un instante creyó que lo había despertado el ruido del viento. Luego sintió una brisa fría en la nuca y se incorporó en la cama. Peeves flotaba a su lado, soplándole en la oreja.

 

— ¿Por qué has hecho eso? — le preguntó Harry enfadado.

 

Peeves hinchó los carrillos, sopló muy fuerte y salió del dormitorio hacia atrás, a toda prisa, riéndose.

Harry tanteó en busca de su despertador y lo miró: eran las cuatro y media. Echando pestes de Peeves, se dio la vuelta y procuró volver a dormirse. Pero una vez despierto fue difícil olvidar el ruido de los truenos que retumbaban por encima de su cabeza, los embates del viento contra los muros del castillo y el lejano crujir de los árboles en el bosque prohibido. Unas horas después se hallaría allí fuera, en el campo de quidditch, batallando en medio del temporal. Finalmente, renunció a su propósito de volver a dormirse, se levantó, se vistió, tomó su Nimbus 2.000 y salió silenciosamente del dormitorio.

Cuando Harry abrió la puerta, algo le rozó la pierna. Se agachó con el tiempo justo de coger a Crookshanks por el extremo de la cola peluda y sacarlo a rastras.

 

— ¿Sabes? Creo que Ron tiene razón sobre ti — le dijo Harry receloso—. Hay muchos ratones por aquí. Ve a cazarlos. Vamos — añadió, echando a Crookshanks con el pie, para que bajara por la escalera de caracol—. Deja en paz a Scabbers.

 

El ruido de la tormenta era más fuerte en la sala común. Harry tenía demasiada experiencia para creer que se cancelaría el partido. Los partidos de quidditch no se cancelaban por nimiedades como una tormenta.

 

Al cabo de un tiempo le pareció a Harry que ya era la hora del desayuno y se dirigió él solo al Gran Comedor. Se reanimó algo tomando un plato grande de gachas de avena y cuando ya había empezado con las tostadas, apareció el resto del equipo.

 

— Va a ser difícil — dijo Wood, sin probar bocado.

— Deja de preocuparte, Oliver — lo tranquilizó Alicia

—Sólo es un poco de lluvia, no pasa nada. ¡El héroe los salvará a todos!, ¡hahahahaha! —chilló Alfred antes de comenzar a devorar su desayuno como si no existiera un mañana.

 

Pero era bastante más que un poquito de lluvia. El quidditch era tan popular que todo el colegio salió a ver el partido, como de costumbre. Corrían por el césped hasta el campo de juego, con la cabeza agachada contra el feroz viento que arrancaba los paraguas de las manos. Poco antes de entrar en el vestuario, Harry vio a Draco y a Iván camino del campo de quidditch; ambos Slytherin hicieron un asentimiento con la cabeza a modo de saludo y siguieron su camino.

Los miembros del equipo se pusieron la túnica escarlata y aguardaron la habitual arenga de Wood, pero ésta no se produjo.

 

El viento era tan fuerte que se tambalearon al entrar en el campo. A causa del retumbar de los truenos, no podían saber si la multitud los aclamaba. La lluvia rociaba los cristales de las gafas de Harry ¿Cómo demonios iba a ver la snitch en aquellas condiciones?

 

 

México se detuvo frente al hombre que descansaba en el sofá que él y Rusia usaban para sus encuentros románticos. El extraño estaba rodeado por las hadas, duendes y el unicornio de Inglaterra, mientras era observado detenidamente por el trol de Noruega. Tlilmi e Ixquic estaban en sus piernas.

 

 

—¿Cómo supiste la verdad? —preguntó el extraño, cuyas ropas estaban sucias y rotas, parecía haberlas estado usando por años, sin cambiárselas nunca. México infló el pecho con orgullo.

—Es porque soy bien chingón —dijo sonriendo, pero segundos después tomó una actitud seria. —La verdad, es que te vi una noche asaltando el refri de Antonio —se encogió de hombros —; supongo que la comida para perro no es tan sabrosa como dicen en la Tele.

 

Hubo un momento de silencio, en la que ambos se observaron cuidadosamente, tratando de descifrar lo que el otro pensaba.

 

—Así que…. ¿países? Las leyendas sobre seres inmortales son reales.

—Tan reales como que la nieve es fría y agua moja —dijo tratando de hacer una broma, aunque no era para nada graciosa —. Así que… intentaste usarme para entrar a Hogwarts y llegar a Harry.

—Si lo sabias, ¿Por qué no me detuviste? —preguntó sorprendido.

—Fido… quiero decir, Sirius, si hubieras querido lastimar a Harry, lo hubieras hecho mientras viajábamos o el primer día que pasaste con nosotros. No, dudo mucho que tu intención sea la de lastimarlo y tampoco creo que asesinaras a sus padres, como dicen las malas lenguas.

—¿Cómo estas tan seguro? —preguntó el animago, sorprendido; era la primera vez, desde la muerte de los Potter, que alguien creía en su inocencia. México lo miró con la experiencia que sólo aquellos que eran como él, compartían.

—No tienes los ojos de un asesino… No sé la razón por la que te enceraron en esa cárcel, pero estoy seguro que eres inocente —esas simples palabras desarmaron por completo a Sirius —. Yo conozco de injusticias… mi gente la sufre todos los días… a todas horas —sonrió con tristeza, recordando la difícil vida de sus… hijos, a causa de los pocos que los gobernaban y que no veían en él, más que un objeto al que podían vender para aumentar la fortuna robada al pueblo. —Te ayudaré en lo que pueda, Sirius Black, siempre que eso no ponga en peligro a mis amigos.

 

Sirius asintió, agradecido con José.

 

 

—Es mejor que regreses, antes de que se den cuenta que has desaparecido —México se encogió de hombros.

—De seguro pensaran que me escabullí a los vestidores para poder esperar a Iván y secuestrarlo —sonrió. —Pero tienes razón, debería irme si no quiero levantar sospechas.

 

 

….

 

El partido había terminado con Slytherin como ganador, por lo que Gryffindor tuvo que soportar las pataletas de Alfred y sus berridos de las supuestas trampas del comunista para que su casa ganara.

 

 

 

Dos semanas antes de que terminara el trimestre, el cielo se aclaró de repente, volviéndose de un deslumbrante blanco opalino, y los terrenos embarrados aparecieron una mañana cubiertos de escarcha. Dentro del castillo había ambiente navideño. El profesor Flitwick, que daba Encantamientos, ya había decorado su aula con luces brillantes que resultaron ser hadas de verdad, que revoloteaban. Los alumnos comentaban entusiasmados sus planes para las vacaciones. Ron, Hermione y la mayoría de los países habían decidido quedarse en Hogwart para hacerle compañía a Harry y él se sintió muy agradecido. Para satisfacción de todos menos de Harry, estaba programada otra salida a Hogsmeade para el último fin de semana del trimestre.

 

— ¡Podemos hacer allí todas las compras de Navidad! — dijo Hermione— . ¡A mis padres les encantaría el hilo dental mentolado de Honeydukes!

 

Harry tuvo que fingir estar resignado a ser el único de tercero que no iría;  José y Alfred le habían asegurado que lo sacarían de la escuela de la misma forma que la última vez. La mañana del sábado de la excursión, se despidió de Ron y de Hermione, envueltos en capas y bufandas, y subió solo la escalera de mármol que conducía a la torre de Gryffindor. Había empezado a nevar y el castillo estaba muy tranquilo y silencioso.

 

— ¡Pss, Harry! —Se dio la vuelta a mitad del corredor del tercer piso y vio a los dos americanos que lo miraban desde detrás de la estatua de una bruja tuerta y jorobada.

— ¿Qué hacen? — preguntó Harry con curiosidad—. Creí que irían a Hogsmeade con los demás para no levantar sospechas y que luego vendrían por mí.

—Lo siento, Harry, pero Guatemala estará pegada a nosotros como chinche—bufó México —. Entra aquí...

 

Le señaló con la cabeza un aula vacía que estaba a la izquierda de la estatua de la bruja. Harry entró detrás de los dos países. Alfred cerró la puerta sigilosamente y se volvió, mirando a Harry con una amplia sonrisa.

 

—¡Esto será un regalo del héroe! — dijo Estados Unidos. México lo fulminó con la mirada.

—Cállate gringo, que esto es mío y de Iván, tú ni vela tienes en el entierro —lo amonestó su vecino.

—¿De qué se trata?

 

México sacó algo de debajo de la capa y lo puso en una mesa, haciendo con el brazo un ademán rimbombante. Era un pergamino grande, cuadrado, muy desgastado. No tenía nada escrito. Harry, sospechando que fuera una de las bromas de José, lo miró con detenimiento.

 

— ¿Qué es?

— Esto, Harry, fue un regalos de George y Fred —dijo el mexicano, acariciando el pergamino. — Nos lo dieron a Iván y a mi poco después de entrar al colegio, gracias a él pudimos escaparnos de Natasha incontables veces y me cuesta mucho separarme de él. Pero anoche, Vanya y yo llegamos a la conclusión de que tú lo necesitas más que nosotros —sonrió — De todas formas, nos lo sabemos de memoria y tenemos a Tlilmi. Tuyo es. A nosotros ya no nos hace falta.

— ¿Y para qué necesito un pergamino viejo? — preguntó Harry.

— ¡Un pergamino viejo! — exclamó México, cerrando los ojos y haciendo una mueca de dolor, demasiado exagerada; como si Harry lo hubiera ofendido gravemente—.¡Oh, por San Pancracio! —El latino sacó la varita, tocó con ella el pergamino y pronunció: — Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

 

Inmediatamente, a partir del punto en que había tocado la varita, empezaron a aparecer unas finas líneas de tinta, como filamentos de telaraña. Se unieron unas con otras, se cruzaron y se abrieron en abanico en cada una de las esquinas del pergamino. Luego empezaron a aparecer palabras en la parte superior. Palabras en caracteres grandes, verdes y floreados que proclamaban:

 

Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta proveedores de artículos para magos traviesos están orgullosos de presentar

EL MAPA DEL MERODEADOR.

 

Era un mapa que mostraba cada detalle del castillo de Hogwarts y de sus terrenos. Pero lo más extraordinario eran las pequeñas motas de tinta que se movían por él, cada una etiquetada con un nombre escrito con letra diminuta. Estupefacto, Harry se inclinó sobre el mapa. Una mota de la esquina superior izquierda, etiquetada con el nombre del profesor Dumbledore, lo mostraba caminando por su estudio. La gata del portero, la Señora Norris, patrullaba por la segunda planta, y Peeves se hallaba en aquel momento en la sala de los trofeos, dando tumbos. Y mientras los ojos de Harry recorrían los pasillos que conocía, se percató de otra cosa: aquel mapa mostraba una serie de pasadizos en los que él no había entrado nunca. Muchos parecían conducir...

 

— Exactamente a Hogsmeade — dijo México, recorriéndolos con el dedo—. Hay siete en total. Ahora bien, Filch conoce estos cuatro. Usa éste, es el que Iván y yo utilizamos con regularidad, a nadie se le pasaría por la mente porque el sauce boxeador está plantado justo en la entrada. Pero éste de aquí lleva directamente al sótano de Honeydukes. Lo hemos atravesado montones de veces. Y la entrada está al lado mismo de esta aula, como quizás hayas notado, en la joroba de la bruja tuerta. Bien. No olvides borrarlo después de haberlo utilizado, porque los metiches, no faltan —advirtió —. No tienes más que tocarlo con la varita y decir: “¡Travesura realizada!”, y se quedará en blanco. — Así que, joven Harry — agregó, imitando a Roderich admirablemente —, pórtate bien.

 

 

 

 

Prusia bufó molesto, estaban a pocos metros de Honeydukes, pero Inglaterra y Guatemala no los perdían de vista, era como si esperaran un ataque de Voldemort en cualquier momento. Lo peor de tener a dos naciones, miembros del club de magia cuidándolos, eran los dementores, a ninguno de ellos les afectaban, pero no dejaban de ser molestos.

 

—¿Podemos ir al menos a beber algo? —preguntó Gilbert fastidiado. —Solos.

 

Guatemala miró a Inglaterra; no era usual que ella esperara la aprobación de Arthur, pero estaban en su casa y debía darle el beneficio de la duda, después de todo, no podía ser tan inútil, ¿o sí? Mónica se puso azul, al recordar que gracias a él, estaban metidos en semejante embrollo.

 

—Bien, pero no salgan de las Tres Escobas, ¿de acuerdo? —las jóvenes naciones asintieron enérgicamente. Guatemala frunció el ceño, perspicaz. —No necesito recordarles que tengo a Ixquic vigilándolos y al menor intento de escape, lo sabré.

 

Todos asintieron frenéticamente y salieron corriendo rumbo a las Tres Escobas, donde esperaban encontrarse con el trío dorado, pues según Alfred y José, Harry ya debía estar con Hermione y Ron. Como lo esperaban, los tres magos se encontraban en una amplia mesa en el fondo, era lo suficientemente grande para la mayoría, por lo que tuvieron que agregarle otra para que cupieran todos.

 

—¿Qué haremos ahora? —preguntó Francis dando un ligero suspiro.

—Mónica y Arthur no nos dejaran solos —dijo Dinamarca con fastidió.

—Tal vez, si nos separamos, tengamos más oportunidad de perderlos —sugirió Hungría, ocasionando que Prusia la mirara como si le hubiese crecido una nueva cabeza, era extraño que Elizabeta quisiera romper las reglas.

—Keseses, por suerte para ustedes, mi grandiosa persona tiene un plan —Prusia infló el pecho, orgulloso de sus habilidades.

—Querrás decir, que José, tú y yo tenemos un plan, cherry —protestó Francia. Gilbert estuvo a punto de responder, pero su hermano lo detuvo.

—Si queremos llegar a la casa de los Gritos, debemos trabajar juntos, ¿entendido? —todos asintieron. Alemania miró a los autores del plan, preguntándose que pensaban usar para lograr su objetivo. Cómo respuesta, el trío sonrió de oreja a oreja, algunos sintieron escalofríos, pues ese gesto no podía significar nada bueno.

 

 

 

 

Los gritos femeninos, se escucharon por todo Hogsmeade que se había vuelto en un caos momentáneo. Las jóvenes naciones se encontraban en una amplia y sucia habitación de la casa de los gritos, sonrojados y avergonzados, sólo cinco de ellos se mantenían tranquilos; tres por haber sido los autores del posible trauma de las féminas, mientras que Rusia se mantenía sonriendo con inocencia y a Estados Unidos parecía divertido con lo que habían hecho los tres miembros del bad cuarteto.

 

—Bueno —Alemania se aclaró la garganta, tratando de olvidar un poco el bochorno que sentía. —Iniciemos con la junta.

—Ay, bájale tres rayitas a tu radio, Luis —dijo México poniendo los ojos en blanco. A su parecer, el trio dorado y las naciones eran unos exagerados, ni que fuera para tanto ver a Tlilmi transformado en humano corriendo por el poblado, completamente desnudo, levantando las faldas de las jóvenes y lanzando bombas apestosas o de pintura a los chicos y adultod. —Fue un mal necesario, ya no la hagan de pedo y comencemos con la reunión.

—Si West, tenemos poco tiempo antes de que el nada awesome de Inglaterra nos descubra —comentó Gilbert, apoyando al latino. Alemania cerró los ojos y dio un suspiro mientras se sobaba el puente de la nariz.

—¿Encontraron algo? —preguntó Ludwig a China, Japón y Hermione. Los tres negaron con la cabeza.

—He revisado cada libro de la sección prohibida y no he logrado encontrar nada que los pueda ayudar —dijo Hermione a modo de disculpa. A la joven bruja, le disgustaba no saber el modo de ayudar a sus amigos y eso la hacía sentir como una inútil.

—Nosotros tampoco tuvimos suerte, aru —se lamentó Yao.

—Si no encontramos una forma de romper el hechizo, las cosas podrían ponerse feas —comentó Dinamarca, preocupado.

—¿Qué sugieres que hagamos? —dijo Suecia, le molestaba que el otro hablara y no contribuyera en nada.

 

Lo peor de todo, es que sus casas ya comenzaban a sufrir los estragos del cambio; la economía había comenzado a decrecer en los países cuyas personificaciones habían sido convertidos en niños, sus respectivos jefes amenazaban a Inglaterra con guerra si es que éste no arreglaba el problema; le habían dado hasta el fin de curso en Hogwarts.

 

—Tal vez necesitemos que las amenazas de guerra se cumplan, para que podamos regresar a nuestra apariencia verdadera —opinó Noruega. Los comentarios no se dejaron esperar; la mayoría estaba en desacuerdo, dudaban mucho que las acciones bélicas realmente pudieran hacer algo para mejor la situación, además no existían garantías de que funcionaran.

 

—Tal vez deberíamos intentar lo que Brasil sugirió —dijo Finlandia después de un rato de silencio.

—No creo que el club de la magia pueda… —Austria no pudo terminar de hablar; un fuerte impacto lanzó a todos varios metros haciendo que chocaran contra las paredes.

 

El golpe los había dejado aturdidos y algunos estaban mal heridos a causa de los objetos con los que chocaron.

 

Iván se levantó con dificultad, lo mismo que Ludwig, Gilbert, Magnus y Berwald, pero no pudieron recuperarse con la suficiente rapidez; los mortifagos que los habían atacado, los apuntan con sus varitas, listos para lanzar una maldición a quien intentara hacerse el héroe.

 

—Llévense a los heridos… serán más sencillos de manejar —dijo el que parecía ser el líder e inmediatamente, los magos oscuros tomaron a Lily, Tino, Romano, Feliciano, Emil, Yao, Kiku y José; cuando estaban a punto de cargar a Vash, éste logró reaccionar y atacó a su secuestrador.

De un momento a otro, todo se volvió un caos, los países que habían logrado recuperarse, ahora luchaban por salvar a sus compañeros heridos.

 

 

 

 

Guatemala estaba furiosa, Tlilmi con apariencia humana le había lanzado una bomba de pintura y ahora parecía un arcoíris, aunque ahora ya estaba limpia, gracias a la magia, su enojo no había disminuido.

 

—¡Cuando encuentre a esos idiotas, los desollare vivos! —dijo Mónica casi gritando. Inglaterra suspiró pesadamente, él también estaba enojado, pero no al nivel que la guatemalteca. De pronto, una fuerte explosión los puso en alerta, venía de la casa de los gritos.

 

Ambas naciones se miraron a los ojos y asintieron con la cabeza, corrieron en dirección a la expolición, dejando que los otros profesores se encargaran de los alumnos. Cuando lograron entrar al edificio, se encontraron con un escenario desolador; algunos mortifagos se encontraban en el suelo, muertos y unos pocos en estado crítico, el trio dorado miraba aterrado lo sucedido. Guatemala abrió los ojos como platos al notar que la mayoría de las naciones había regresado a su forma adulta, sólo Veneciano, Liechtenstein, Finlandia e Islandia seguían siendo adolecentes; mirando más detenidamente, Mónica se dio cuenta de que faltaban dos.

 

—¿Dónde está José y Alfredo? —preguntó la latina en tono serio. Como respuesta, las ex jóvenes naciones, bajaron la mirada y negaron con la cabeza. El corazón de Guatemala se congeló; con paso trémulo, se acercó a Rusia, quien estaba en el suelo, sangrando. —Iván… ¿Dónde está Itzamma?, ¿Dónde está mi hermano? —el aludido cerró los ojos y apretó los puños, enterrándose las uñas en las palmas se sus manos.

—Se lo llevaron —Mónica negó con la cabeza, se  dejó caer de rodillas, permitiendo que las lágrimas corrieran libremente por sus mejillas.

—Los rescataremos —dijo Inglaterra tratando de consolar a la latina. Guatemala lo miró con el ceño fruncido, de un salto se puso de pie y se limpió las lágrimas.

—Ya has hecho suficiente, ¡por tu culpa mi hermano y Alfred están en peligro! —le gritó enfurecida —. Si no hubiera sido por tu estupidez, ninguno de ellos hubiese tenido que pasar por todo esto.

—Guatemala… —Alemania intentó calmarla, pero lo único que logro, fue recibir un manotazo.

—No. Ya fuimos lo suficientemente benevolentes con Inglaterra. Llamaré al club de la magia, nos reuniremos para acabar con esto de una maldita vez y rescatar a mi hermano —dijo Mónica con fiereza; miró a Arthur, dedicándole todo su odio —Haré hasta lo imposible para que pagues por esto —sentencio antes de retirarse, tenía que enviar un mensaje a los demás miembros del club de la magia para que se reunieran en Hogwarts.

 

 

Continuará…

 

 

.,….

 

 

Si, lo sé, tardé una ETERNIDAD, en mi defensa, no tenía inspiración y de hecho, me tomo dos meses poder terminar este capítulo por la misma razón. Sin embargo, les prometo que haré todo lo posible por actualizar más rápido.

 

(Las invito a leer mis fic de Sherlock: La nueva familia de papá y Grimm).


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