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Algo contigo por chibiichigo

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Notas del fanfic:

Disclaimer 

Ni Naruto ni "Algo contigo" son mías. Esta historia es sin fines de lucro, por los lulz. 

 

En caso de que no conozcan la canción les hice una bonita playlist en Spotify con varias versiones de la canción que me gustan mucho. La primera vez que la escuché (desconozco si es la original, pero creo que sí) fue con Vicentico, pero la ha versionado medio mundo. Les recomiendo la del Mariachi Vargas, ufff de cover. 

 

 

Notas del capitulo:

Hace muchos, muchos años, comencé a escribir esta historia sobre una pareja que no me gusta mucho como regalo para una amiga que adoro y que fue parte esencial de mis primeros años en el fandom. Supongo que ella, como yo, ya no es tan asidua de Amor-Yaoi, pero espero que cuando lo lea sepa lo mucho que la aprecio. 


Ahora, algo que sí es importante a nivel práctico

Han pasado al menos siete años desde que empecé esta historia y mi estilo ha cambiado. Edité toda la historia para cortarle muchos adjetivos y darle fluidez; también añadí y cambié pasajes e hice otros cambios estéticos y narrativos. Así que si ya leíste la historia, te recomiendo hacerlo otra vez. Si no, no pasa nada porque la línea es esencialmente la misma... pero creo que ahora quedó más bonito. 

Algo contigo

 

Por: chibiichigo

 

Capítulo 1. Engaño

 

— ¡Infeliz hijo de puta!

Itachi pidió la cuenta con una mano mientras buscaba con la otra un paquete de pañuelos desechables que tenía guardados en su bolsillo. Los cargaba todo el tiempo, más por hábito que por necesidad, y siempre lo sacaban de apuros. Extrajo uno del empaque plástico y se lo tendió al rubio.

Naruto era un mar de lágrimas. Nunca antes lo había visto así de abatido y el alcohol solo empeoraba el panorama.

— ¿Quieres que yo hable con él, que lo haga entrar en razón? —. El tono de su voz estaba tan forzado que sonaba ligeramente más agudo que siempre. Por fortuna, la música del tugurio donde se encontraban tenía el volumen tan alto que hacía prácticamente imposible escuchar cualquier cosa que no se dijera a gritos.  

Naruto meneó la cabeza de un lado al otro, con la torpeza propia de los altos niveles de etilo. Itachi exhaló aliviado; la verdad, su hermano menor era la última persona a la que quería ver en ese momento.

— ¡Ese cabrón! ¿qué cree que puede hacer lo que quiera y salirse con la suya? Le quiero arrancar el pito con las manos, te lo juro…—. La voz del rubio era tan lastimera como los aullidos de un animal moribundo que pide piedad.

Itachi Uchiha crispó los puños instintivamente y utilizó todas sus energías para evitar cometer una estupidez. El pecho le dolía de escuchar a Naruto tan dolido y desesperado; le daba rabia saber que el causante era Sasuke y su incapacidad para mantener el pene dentro de sus pantalones. Inspiró profundo, haciendo acopio de serenidad: No podía hacer nada; eso solo dificultaría ya muy delicada situación.

— No entiendo, no entiendo, ¡no entiendo! ¿Por qué me engañó si yo lo amo? ¿Hay algo mal conmigo? A lo mejor no soy tan bueno en la cama o...

—Tranquilízate por favor, Naruto. No hay nada malo contigo— respondió tranquilamente mientras lo guiaba a su auto—. Es claro que el problema lo tiene él.

—¡Lo quiero matar! Es un miserable, bueno para nada, cabrón…

Itachi asintió mientras ponía en marcha el vehículo. Ahora, sin música, era más fácil reflexionar, pero sus pensamientos lo enfurecían más: Sasuke no solo era un imbécil por haberle sido infiel a Naruto: Era un cínico por haberlo hecho en su propia cama... ¡con Gaara! ¿Por qué carajos, entre todas las personas del universo, había elegido a ese pelirrojo desquiciado, psicótico y degenerado para cogérselo?

Tuvo un recuerdo fugaz de ese hombre que se le había metido entre los ojos a su hermano y solo consiguió disgustarse más. La sangre le empezaba a hervir por el coraje y el odio hacia ese sujeto.

— Maldito imbécil de mierda...

Prefirió concentrarse en el camino mientras escuchaba a Naruto balbucear algunos insultos y lamentos. Su copiloto estaba ido en sus pensamientos, repasando los eventos de esa tarde y maldiciendo su ahora extinta relación, mientras que el vacío en el estómago de Itachi era ocupado por una mezcla de dolor e impotencia que le embotaba la cabeza.

Tenía los nudillos blancos debido a la fuerza que empleaba para mantener firme el volante y cada segundo que pasaba tenía más ganas de ir a casa de su hermano para romperle el rostro. Hizo un plan de emergencia para distraerse: Primero llevaría a Naruto a su apartamento para que descansara, después revisaría su botiquín y aprontaría el medicamento contra el dolor de cabeza e iría a la tienda a comprar sueros… Y luego, si seguía con la urgencia de ir a casa de su hermano, lo haría.  

— ¿Por qué tenía que pasar esto, por qué?—. Naruto lo sacó de sus pensamientos con esa pregunta irresoluble. Itachi tuvo el impulso de estrecharlo entre sus brazos en ese momento, pero se contuvo. Y en ese momento, regresaron las lágrimas.

El llanto del rubio le generaba una descarga de emociones que oscilaban entre el dolor a la angustia. Era tan abrumador que, de no haber sido porque amaba a Naruto Uzumaki más que a nadie en el mundo, habría detenido el auto para pedirle un taxi. Su cerebro martillaba mientras él se esforzaba por racionalizar la situación, sin éxito.

Golpeó el volante con la palma abierta y se maldijo a sí mismo por creer que su hermano menor no lastimaría a Naruto. No debió haberle dado oportunidad de hacerlo. Debió haber luchado por sus sentimientos en lugar de acallarlos, pero en vez de eso prefirió ver feliz a Sasuke. Se odiaba tanto…

 

 

Sasuke lo miró de reojo, receloso de su reacción. Lo había citado para tomar un café cerca del gimnasio donde ambos entrenaban para consultarlo sobre un asunto “que me ha estado dando vueltas desde hace unos días”, sin explicarle cuál, aunque Itachi sospechaba de qué se trataba.

— Quiero invitar a Naruto a salir…

Itachi miró amablemente a su hermano, haciendo caso omiso al sobrecogimiento de su corazón. Le daba gusto que, luego de casi dos años de soltería, Sasuke por fin buscara a otra persona y Naruto era una buena persona que no jugaría con sus sentimientos, pero en ese momento habría deseado estar en los zapatos de cualquier otra persona.

— Bien, creo que es lo mejor—, dijo parcamente —¿Te sientes preparado?

Tragó grueso, sin que su hermano se diera cuenta. Se maldijo por haber intentado emparejar a Sasuke con el joven rubio que habían conocido en el gimnasio unos cuantos meses antes, pero al mismo tiempo se alegraba de que al fin hubiera encontrado a un hombre amable. Si tan solo él no soñara con sus ojos azules y su voz estruendosa, todo habría sido perfecto.

Sasuke agarró su bebida y la removió por largo rato antes de contestar.

— Para ser franco, no estoy seguro. Pero no puedo seguirlo esperando… No quiero mantener viva la esperanza de que regrese.

Itachi asintió

— Necesitas seguir adelante.

— Lo sé.

— Naruto es una buena persona, ¿sabes?

— Lo sé.

— Solo te pido una cosa: No lo lastimes. Es un amigo muy preciado para mí.

— No tengas cuidado, no lo haré. Me agrada.

Itachi se dio por satisfecho con esa respuesta, aunque no podía esconder un dejo de tristeza en su voz, que Sasuke no percibió o ignoró.

— Deberías invitarlo al teatro. Hay una obra que tiene muchas ganas de ver...

                                                                                            

 

Le costó trabajo meter a Naruto al elevador del edificio, incluso con la ayuda del portero. El rubio se había quedado profundamente dormido poco antes de llegar al apartamento y, pese a sus esfuerzos, no había despertado. Lo más que había conseguido era que diera algunos pasos entre sueños.

Una vez en su casa, Itachi se encargó de llevarlo hasta el dormitorio y le quitó la ropa hedionda a tabaco y alcohol. Desabotonó su camisa y desabrochó la bragueta de su pantalón mientras se concentraba en no tener una erección. Podía sentir el cuerpo de Naruto, su torso moviéndose a cada respiración, su nívea piel... Empezó a excitarse.

— No es el momento, Itachi, por todos los cielos...— Se reprendió, sin suspender la labor. Una vez hecho eso, colocó un vaso con agua y el cesto de la basura al lado de la cama, previendo que su invitado no pudiera llegar al baño a tiempo si le daban ganas de vomitar.

Un recuerdo amargo llegó a su mente mientras realizaba el ritual: Cuando Sasuke salía con sus compañeros de la escuela, incluido Gaara, regresaba con más niveles de alcohol que una botella de sake y entonces él, diligentemente, le preparaba todo para que se curara la resaca.

— Sasuke—, musitó muy por lo bajo, en un intento fallido por exorcisarlo de sus pensamientos. La sangre le subió a la cabeza con un golpeteo. Recordó lo molesto que estaba y lo impotente que se sentía… Quería aplastar algo, aventar un vaso contra la pared o algo para distraerse, pero sabía que no lo lograría. En su interior, dos mundos con los que había creído estar en paz colisionaron. Todo se había roto.

La ira crecía sin control y, pese a su mejor juicio, supo que aquella noche no terminaría sin prestarle una visita a su hermano menor. Quería entender sus motivos (aunque tampoco le parecían un gran secreto) y deseaba escuchar su versión de las cosas. Tenía la impresión de que el autor intelectual de esa escena desastrosa tenía nombre y apellido: Sabaku no Gaara.

 

 

Tocó la puerta del apartamento de su hermano varias veces, con una firmeza que no ocultaba la urgencia que sentía. El reloj marcaba las 3:48 de la mañana. Se preguntó si Sasuke estaría en casa.

Escuchó los pasos arrastrados desde el otro lado de la puerta y pudo adivinar los movimientos cargados de pereza de alguien que recién ha despertado.  Se impacientó.

— Sasuke, abre.  

La puerta se movió, dejando ver a su hermano en calzoncillos y con una cara asesina.

— Itachi, ¿qué demonios quieres a esta hora? — Sasuke se paró en el umbral de la puerta, bloqueando el acceso.

— Tú dímelo—. Sinceramente, en aquel momento estaba tan dividido entre el dolor y el enojo que le costó mantener el temple, pero hizo acopio de toda su voluntad y lo consiguió.

Sasuke se cruzó de brazos, sin decir nada, y arqueó la ceja.

— No te hagas tonto—. El mayor rompió el silencio. El agujero en su estómago, donde guardaba toda su rabia, amenazaba con tragárselo todo.

— ¿Cómo hiciste que el portero te dejara entrar?

— ¡Carajo, Sasuke! ¿En qué estabas pensando?

Su interlocutor le lanzó una mirada asesina; la tensión se podía tocar con los dedos. El mayor recorrió fugazmente la estancia donde había todavía ropa tirada. Ropa que no pertenecía a Naruto.  

Apretó los puños tanto que sintió un hormigueo en los dedos. Inspiró profundo para no darle a su hermano el golpe que se merecía.

— ¿De verdad sigue aquí?

— Eso es asunto mío.

Quería matar a Sasuke en ese momento. Era increíble que, pese a haberle destrozado el corazón a Naruto apenas ocho horas antes, su hermano no tuviera empacho en seguir con su amante. Apretó los dientes. Seguramente el psicótico de Gaara era quien había orquestado todo… Ese desgraciado estaba decidido a meterse en la vida de Sasuke a cualquier costo.

— Me juraste que nunca lo ibas a lastimar… ¡Me lo juraste, carajo!

Sentía la garganta cerrada por el coraje. Siempre le había dicho a su hermano lo especial que era Naruto para él, le había pedido que lo tratara bien y, ahora, a la primera de cambio, el muy estúpido le rompía el corazón. Sentía la sangre hervirle. Él había renunciado a todo con tal de verlo feliz y, ¿para qué?

— Ah, eso… Las cosas cambiaron. Él regresó.

Itachi perdió el control. Lo siguiente que sintió fue su puño impactando fuertemente en la mejilla de su hermano. Estaba furioso, quería tirarle todos y cada uno de los dientes.

— Eres un imbécil.



Se untó ungüento en los nudillos para aminorar la hinchazón mientras repasaba una y otra vez lo que había ocurrido. Estaba rabioso por lo que le había dicho Sasuke, por su tono altanero y por la facilidad con la que creía que podía prescindir de una persona. Pero a la vez, algo en su interior le decía que había una justificación, que su hermano era una buena persona y que si había actuado así, seguramente era por influencia de Gaara.

Gaara, el maldito Gaara… Tantos años y todavía ejercía control sobre él.  



Sasuke siempre había disfrutado la soledad. Nunca lo decía, pero Itachi notaba que desde pequeño, los momentos de mayor paz para su hermano eran los que pasaba lejos de los demás. Itachi lo entendía: él también era huraño y solo depositaba su confianza en unas cuantas personas, pero había cierto aire altanero en su hermano que lo incomodaba.

El cambio se había dado unos cuantos años antes, cuando Sasuke empezó la adolescencia. Ya no era un niño introvertido y dulce, sino una especie de altanero que romantizaba la lejanía con los demás. Tenía colegas en el instituto, por supuesto, pero nadie lo suficientemente cercano como para intercambiar más de unas cuantas palabras o ir ocasionalmente por una hamburguesa luego de clases. Hasta que un día, su actitud cambió.

En aquel momento nadie sabía qué era lo que había obrado la transformación en Sasuke. Su madre trató de hacerlo hablar, con sus métodos y sus mimos, e Itachi empezó a hacer lo propio mediante silenciosa camaradería, pero de los labios de su hermano nadie arrancó una palabra hasta que, tiempo después, un pelirrojo se personó en la casa Uchiha: Sabaku no Gaara, un joven de ascendencia india nacionalizado japonés que tenía el extraño hábito de mirar fijamente las telas. Él era el novio de su hermano.

Al principio, el golpe de la confesión fue brutal pero silencioso, implosivo. Mikoto, quien hasta entonces había albergado esperanzas de que su hijo menor le diera nietos, se mantuvo estoica y fue tan amable como con cualquier otro amigo de sus hijos o de ella misma. Itachi se tragó la decepción de que su hermano no hubiese confiado en él para salir del clóset, pese a que él siempre había aceptado que era homosexual.

Desde ese momento le cayó mal. Y con el tiempo, peor.  

Con los meses, Sasuke empezó a estar constantemente con su pareja, hasta que las cosas llegaron a un nivel enfermizo en el cual ninguno de los dos deseaba estar separado del otro. El moreno alegaba que solo con Gaara se sentía complementado, que era el único con quien podía hablar, que no deseaba separarse de él nunca. Que salvo él, nadie podía entenderlo. Itachi Uchiha nunca se repuso de ese golpe; su hermano abría una y otra vez la misma herida sin saberlo.

Las atenciones que el taheño prodigaba a su madre también lo enloquecían. Nadie más que él se daba cuenta de que Gaara era una mala persona, un psicópata. Sasuke incluso lo encubría: Tapaba los arañazos y magulladuras de su cuerpo para que nadie los viera y más de una vez, los había visto jalonearse en el jardín. Y aún así, eran inseparables.

Itachi se debatía entre el odio intenso que sentía por el pelirrojo, que mostraba accesos de furia o de indiferencia impredecibles, o el amor y la conmiseración por su hermano. Pero un día, así como había entrado en su vida, Sabaku no Gaara desapareció del mapa.

Sasuke no fue capaz de encontrarlo: su teléfono estaba “fuera del área de servicio”, su domicilio vacío y la matrícula del colegio dada de baja. Y a él no le había dejado ni una nota. En ese momento, el menor de los Uchiha se sumió en una depresión silenciosa, solo descubierta por la recrudecida hostilidad que profesaba contra todo el universo. No se interesaba por nada más que los estudios, dejó de salir con gente e incluso permanecía callado durante días enteros.



Itachi se concentró en su mano adolorida. Recordaba esos días con angustia: Él más que nadie sabía lo doloroso que había sido para Sasuke esa decepción amorosa. Por eso, cuando conoció a Naruto primero lo quiso para su hermano, como un intento desesperado de devolverle la vida.

El rubio estaba lleno de alegría; exactamente lo opuesto de Gaara. Desde el comienzo sintió afinidad por él y hubo un momento en el que hasta deseó que ambos se quedaran juntos. Pero no calculó que ese afecto lo deseaba para sí mismo hasta que las cosas se salieron de control: Naruto quería estar con Sasuke todos los días a pesar de que él no sintiera interés por él. Itachi envidiaba a su hermano con tal fuerza que algunos días temía que fuera a estallar. Y las cosas no mejoraron cuando el menor le confesó sus intenciones de formalizar una relación con el trigueño.

Por amor a su hermano y a Naruto decidió callar lo que se aglomeraba en su pecho, aunque le insistió en más de una ocasión que lo cuidara, que el Uzumaki era una persona especial en su vida. Y Sasuke lo prometió desganado, pero sincero.

Y nada había importado. Adiós al “felices para siempre”. Gaara, ¡el imbécil, estúpido y maldito Gaara!, había entrado de nuevo en la vida de su hermano y habían cogido. En cama de Naruto. Frente a sus ojos. Le habían roto el corazón.

Sintió una punzada en el pecho y aceptó algo que siempre había preferido ignorar: Detestaba a Sasuke por no haber amado a Naruto. Odiaba a Gaara por impedirle a Sasuke amar a Naruto. Se odiaba a sí mismo por haber callado sus sentimientos tantos años. Al  único que no odiaba era a Naruto, el más afectado por las circunstancias. A él lo amaba.

 

 

Naruto lo despertó al día siguiente, mientras intentaba pasar del dormitorio hacia la cocina. Itachi dormía en el sillón puesto que, aunque el departamento era amplio, nunca había sentido la necesidad de acondicionar una sala para las visitas. Le dolía la espalda.  

— ¿Cómo te sientes? —. Se levantó rápidamente y le pidió que se sentara mientras él hacía una receta para la resaca. Era la única manera que tenía para cuidarlo, para amortiguar el peso de su consciencia, para demostrarle que incluso si el mundo caía, él estaría con él.

Naruto esperó callado en el sillón, lleno de dolor físico y agotamiento emocional, hasta que el más alto le llevó un vaso con algo que lucía tóxico. Lo bebió sin fijarse, de un solo trago.

— Naruto, estaba pensando que si no tienes dónde quedarte…

— ¿Sí? — El rubio estaba todavía alienado de la conversación, intentando quitarse el sabor del líquido extraño que se había tomado.

— Quédate aquí— no era así como había planeado su discurso, pero eran las únicas palabras, torpes y tajantes, que escaparon de su boca—…Si quieres, claro.

— No—contestó Naruto rápidamente, mientras jugaba con sus dedos—. Lo que quiero decir es que ya has hecho mucho por mí y no me sentiría bien si me quedo. Sería…

— ¿Incómodo? —indagó.

El rubio asintió, antes de sobarse las sienes con vehemencia.  

— Si me dices que tienes algún sitio a dónde ir, te llevaré yo mismo—. Se levantó suavemente del sillón, sabiendo cuál sería la respuesta que llegaría a continuación.

— No por ahora, pero lo resolveré.  

— No digas tonterías—. Itachi lo reprendió con suavidad—, no puedes vivir en la calle mientras buscas un lugar. Al menos deberías estar aquí unos días...

El Uzumaki se sonrojó un poco, antes de prometer, a regañadientes, que lo haría.


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