Sonrió dulcemente mientras sus ojos se paseaban insistentemente sobre el cuerpo de un pequeño que llevaba corriendo por más de diez minutos, intentando atrapar a una bella mariposa que se había topado en su camino. Y parecía ser que se tardaría un poco más en darse cuenta de que su padre lo estaba esperando ahí.
Pero la sonrisa pronto se le borro del rostro al encontrar ese rasgo que le provocaba volver a un pasado muy lejano ya. A un pasado que había, en múltiples ocasiones, intentado olvidar por completo. Lo único que había logrado era desaparecer parte de la culpa que sentía por todo lo que había causado. Una parte, pues era lo único que sentía por sus acciones, seguía creyendo que había llevado a ese país a su libertad y gloria debido a sus acciones y lo rectificaba cada día que escuchaba las noticias.
-Papi, papi-
De nuevo una sonrisa, ahora más sencilla y suave, se presentó en el hombre. A pesar de todo lo que le recordaba era el sol de cada día, su felicidad y sus esperanzas, lo amaba tanto como a su propia vida. Tomo al pequeño que se le acercaba corriendo y lo sentó sobre su regazo, limpiándole un poco la suciedad que traía en el rostro para después acomodar su cabello.
-Papi, papi- volvió a repetir, intentando alejarse un poco de las manos del mayor y así poder verlo bien.
-Hijo, te he dicho muchas veces que dejes de revolcarte en el suelo. Sólo logras hacerte rasguños- interrumpió el mayor mientras seguía removiéndole los mechones para sacarle las ramitas y hojitas que se le habían pegado al cabello.
El niño se quedó quieto y después bufo audiblemente, cruzándose de brazos y viendo a su padre con una mirada severa.
-Papá, déjame ya, quiero decirte algo- anuncio en la misma posición severa.
Y con esas palabras el pelinegro se detuvo, prestándole toda la atención a su pequeño mientras se ponía a pensar en lo gracioso que era verse él mismo en el carácter del pequeño pero con una diferencia muy importante.
-Lo siento querido ¿qué es lo que con tantas ganas me quieres comunicar?- se disculpó mientras acariciaba su cabello, sonriendo mientras veía las facetas de su hijo, quien ahora ya sonreía y se removía un poco inquieto en las piernas de su papá. Al parecer el anuncio que debía de hacerle era algo muy importante que sólo lo mantenía en nerviosismo y entusiasmo.
-Como es mi cumpleaños pronto, prometiste que me llevarías a donde yo dijera- el mayor movió la cabeza en afirmación, esperando a las demás palabras de su hijo que no parecían ir a un buen lugar. Lo conocía y sólo cuando hablaba de esa forma era porque lo que iba a decir debía ser tomado con seriedad. También estaba al tanto de que esa forma de verlo, con esa llamita en los ojos, sólo significaba que ese viaje estaría lleno de puras travesuras por parte del otro.-Entonces he decidido ir al área 11- dijo lleno de emoción, dando unas pequeñas palmadas hasta que se dio cuenta de la mirada que su padre tenía, avergonzado bajo la cabeza.-Lo siento, quiero ir a Japón- murmuro en voz baja, todavía sintiendo la reprimenda en la mirada de su padre.
-¿Por qué quieres ir a Japón?- preguntó mientras acariciaba su cabello para que se tranquilizara un poco, sabía que a veces era muy duro con su hijo pero era de esa forma en la que había conseguido que se formara un chico tan lindo y agradable como su hijo.
-Es que siempre me has contado historias sobre ese lugar y sobre cómo se logró separar del imperio de britannia y muchas cosas interesantes, quiero conocer el lugar en donde vivías-
El pelinegro observo con atención la cabellera de su hijo, sintiendo que su cuerpo se tensaba levemente mientras nuevos recuerdos llegaban a su mente. Era cierto que le había contado historias, en donde él era sólo un espectador que conocía sobre todo. Estaba seguro que algún día le diría la verdad completa a su hijo pero creía que aún estaba en la edad de la completa inocencia y no quería que eso se le arruinara a su pequeño. También le llego el recuerdo de su vida después de escapar, de morir y no poder volver a salir de su escondite.
-Está bien, en ese caso imagino que debemos de ir a que conozcas mi antiguo hogar-
El chico alzo la mirada, emocionado y con las esperanzas aún más altas, y se abrazó a su padre.
-Te quiero papi-
Lelouch sonrió divertido al escucharlo y beso su frente, después su nariz y revolvió su cabello, riendo un poco debido a la protesta de su hijo.
-Anda pequeño, ve a hacer la maleta, partimos mañana temprano- su hijo abrió los ojos completamente sorprendido y sin entender nada de lo que sucedía.-Bueno si quieres conocer Japón debemos de ir antes de tu cumpleaños, así podrás disfrutarlo bien- le dijo mientras volvía a acariciar su cabello.-Y debemos de caminar mucho así que entre más tiempo estemos allá, más podrás conocer-
Su hijo no espero más y asintió, besando rápidamente su mejilla y después bajándose de sus piernas, corriendo hacía su casa para dirigirse a su cuarto y de esa forma poder hacer su maleta. El menor no tenía la menor idea de qué era lo que debía de meter pero estaba seguro de que cualquier cosa sería buena.
Lelouch sabía que eso iba a suceder por lo que se dijo que después iría a revisar la maleta y hacerla bien. Por el momento haría los arreglos para ir a ese lugar, después tendría que preocuparse por hacer que nadie lo reconociera. Esperaba que no se encontraran con aquel hombre, ya habían pasado 10 años desde que se había ido de ahí, que lo había dejado todo atrás.
Suspiro mientras llegaba a su estudio, revolviendo algunos de los papeles que habían en el escritorio, intentando arreglar algunas cosas pero simplemente haciéndolo más difícil todo.
Tomo el teléfono y se sentó en su asiento, empezando a marcar un número y hablando automáticamente, no estaba muy seguro de lo que debía de hacer ni de a donde llevar a su hijo. De verdad no quería encontrárselo, no quería tener que exponer a su pequeño, no podía hacer que perdiera su inocencia.